Inicio

Dos corazones latiendo en un piano

Deja un comentario

Martes 23 de septiembre, 19:30 horas: Sala de cámara del Auditorio de Oviedo. I Festival de Piano Joaquín Achúcarro. Dúo de piano a cuatro manos: Lucille Chung y Alessio Bax. Obras de Bach, Mendelssohn, Schubert, Debussy y Piazzolla. Abono: 36€.

(Crítica para La Nueva España del jueves 25 con fotos propias y regaladas, tipografía que el papel no siempre soporta, más el añadido de los enlaces –links– siempre enriquecedores)

Segundo de los tres conciertos programados en este festival de piano que homenajea llevando el nombre del Maestro Joaquín Achúcarro, de nuevo presente en la sala y dirigiéndonos unas palabras (tras la presentación de Juan Rodríguez Coloma, vicepresidente de la Fundación Reny Picot) sobre los dos destacados alumnos, quienes además son matrimonio: el italiano Alessio Bax y la canadiense Lucille Chung, un auténtico “tour de force” por parte de ambos al traernos dos programas muy intensos, exigentes y atractivos para cualquier edad o gusto.

En la literatura musical las composiciones tanto a cuatro manos como para dos pianos son abundantes, partiendo de obras originales así escritas hasta las muchas transcripciones que lograban un acercamiento al mundo sinfónico no siempre accesible a todos los públicos, desde el más cercano mundo camerístico. Son curiosos y muy interesantes los emparejamientos de intérpretes de estas obras donde incluso el lazo alcanza lo familiar, con mi recuerdo para el asturiano Dúo Wanderer del matrimonio Pantín (Paco y Teresa), y otro para Joaquín Achúcarro y su esposa Emma Jiménez, a quienes los muy veteranos melómanos pudieron escuchar en la Sociedad Filarmónica de Oviedo allá por los felices años 60. Así pues las enseñanzas del maestro bilbaíno también inculcan no ya un selecto repertorio para cuatro manos, también poder unir desde el piano dos corazones que lleguen a latir al mismo compás, como el caso del matrimonio Bax-Chung  que ofrecían el segundo de los tres conciertos de este primer festival en homenaje a “nuestro” eterno Don Joaquín.

La inmensidad del dios Bach encuentra en sus obras, incluso las  transcritas para cuatro manos, no solo la monumentalidad sino una riqueza tímbrica muy cercana a las cantatas, sean con órgano u orquestales. El primer movimiento de la Sonata nº1 BWV 525 fue a tres manos, o si se prefiere con quince dedos, donde Bax hizo de “pedalero” más primer teclado junto a Chung el segundo, seguido de la Sonatina del “Actus Tragicus” BWV 106, ya a pleno rendimiento, para dar buena muestra que este dúo es todo un referente tanto en solitario como juntos, orgullo del Maestro.

“La Cueva del Fingal”, como también se conoce la obertura de “Las Hébridas” (Mendelssohn), es una maravillosa página sinfónica cuyo arreglo a cuatro manos, del que no figuraba su autoría, servía para acercar y divulgar en este formato obras orquestales en versiones “de salón” como así nos hicieron sentir desde la cercanía esta pareja de pianistas, compenetrados en los rubatos, encajando pasajes a unísono como un solo cerebro ordenándolo, con una amplísima paleta de dinámicas y haciéndonos pensar que escuchábamos un instrumento único.

Schubert es uno de los compositores que supieron ver las posibilidades del piano a cuatro manos, y su Fantasía en fa menor, D. 940 -que cerraba la primera parte- resultó una buena elección al estar considerada auténtica obra de arte así concebida, para comprobar lo importante de la conexión emocional, además de la musical, que se exige a los intérpretes por un indispensable contacto corporal, el que Lucille y Alessio alcanzaron, permutando sus posiciones pero latiendo y respirando a una, escuchando un imaginario pianista de cuatro manos rebosante de intensidad emocional, rigor interpretativo y simbiosis sonora en esta página romántica a más no poder con una versión plena.

En la segunda parte llegaría música más cercana en el tiempo, Piazzolla y Debussy. El francés rompió moldes con sus composiciones y el “Preludio a la siesta de un fauno“ asombró e incluso escandalizó por  su erotismo en el estreno bailado por Nijinsky. Otro inmenso orquestador como Ravel, quien también escribió música para cuatro manos y dos pianos, hizo el arreglo de su compatriota. Chung y Bax mantuvieron la colocación anterior con el mismo latir para poder escuchar la riqueza intrínsecamente sinfónica y original con la amplia paleta tímbrica de un confeso mal pianista Ravel capaz de escribir como nadie para las 88 teclas, esta vez para cuatro manos. En este dúo Italo-canadiense la alternancia de posiciones no supone obstáculo para seguir compartiendo pulso y musicalidad, intención y fraseo, donde el intérprete grave controla los pedales de expresión aunque cerrando los ojos tengamos la sensación de estar escuchando un piano fantástico. La “Petite Suite” del francés son cuatro inmensas miniaturas (En bateauCortègeLa plus que lenteBallet) donde paladear la exquisitez y buen gusto tanto en la escritura orquestal, aquí pianística, como de caracteres contrapuestos, y Lucille & Alessio hicieron posible lo inalcanzable de un instrumento único en sus manos.

Y si hay un compositor de nuestro tiempo con un lenguaje propio, cuya música es reconocible en cualquier formación, es el creador del llamado “Nuevo Tango” argentino, Astor Piazzolla, a quien en París su maestra Nadia Boulanger le rogó, tras escucharle sus tangos escondidos, que siguiera su propio camino y lenguaje. Tres elegidos por el matrimonio Bax-Chung (cualquier combinación de sus nombres también suena siempre bien), de nuevo ubicándose en el agudo Alessio y al grave Lucille en una interpretación que no soy capaz de encontrar calificativos, pues fue capaz de trasladarnos el peculiar sonido del “nuevo octeto” fundado por el marplatense, después reducido a quinteto, y destilado hasta este piano soñado con un arreglo espectacular. Comenzaron con “Lo que vendrá”, visionario y premonitorio incluso en el título, cual lunfardo inmigrante sin necesitar palabras en el universo blanquinegro del piano, donde el empuje y encaje rítmico solo se logra desde un mismo sentimiento; seguiría la “Milonga del ángel” dedicada a un personaje simbólico que representa bendición y belleza en el universo musical de Piazzolla: sensibilidad y lirismo del nuevo tango donde la pareja Chung-Bax contagiaron esa melancolía elegante de nostalgia puramente porteña, con una difícil pulsación solo alcanzada desde la convivencia física, mental y sentimental; para finalizar en la explosión del  “Libertango”, arrancando el italiano que arriba solo a La Boca, después la canadiense hasta llegar la unión, fusión y feliz encuentro de ambos con unos cruces de manos cual coreografía mágica de este tango a 20 dedos, 4 manos, dos cabezas y un corazón, arrebatándonos la mayor salva de aplausos que se ganaron estos dos talentos bien guiados por nuestro Achúcarro.

Aún queda el último concierto del festival donde Alessio Bax pondrá la guinda a tres días que ya son historia del Oviedo capital del piano.

Bax y Chung: una vida a cuatro manos

2 comentarios

Martes 23 de septiembre, 19:30 horas: Sala de cámara del Auditorio de Oviedo. I Festival de Piano Joaquín Achúcarro. Dúo de piano a cuatro manos: Lucille Chung y Alessio Bax. Obras de Bach, Mendelssohn, Schubert, Debussy y Piazzolla. Abono: 36€.

(Reseña escrita desde el teléfono para La Nueva España del miércoles 24 con fotos propias y regaladas, tipografía que el papel no siempre soporta, más el añadido de los enlaces –links– siempre enriquecedores)

El I Festival de Piano Joaquín Achúcarro celebró en la Sala de Cámara del Auditorio de Oviedo su segunda cita con un recital del dúo formado por Lucille Chung y Alessio Bax, matrimonio en la vida y en la música. Su propuesta recordó inevitablemente al propio Achúcarro y a su esposa, Emma Jiménez, quienes defendieron varios años la música a cuatro manos como un espacio de complicidad y equilibrio.

El programa abarcó un amplio arco estilístico, desde Bach hasta Piazzolla, en un recorrido que mostró la versatilidad y entendimiento de los intérpretes. La Sonata nº 1 BWV 525 (a 15 dedos) y la sonatina del Actus Tragicus ofrecieron un Bach depurado y casi organístico, mientras que la Obertura de Las Hébridas de Mendelssohn (también conocida como “La Gruta del Fingal”) se convirtió en un verdadero fresco marino en miniatura sinfónica de perfecta conjunción.

El punto culminante de esta parte llegó con la Fantasía en fa menor D.940 de Schubert, obra central del  repertorio a cuatro manos, que el dúo abordó con lirismo, solidez rítmica y una compenetración admirable, energía y sutileza cargadas de una musicalidad compartida.

En la segunda parte Debussy brilló con la delicadeza del “Preludio a la siesta de un fauno” orquestal , arreglado para cuatro manos por Maurice Ravel, evanescente como las cuatro miniaturas gigantescas de su Petit Suite orquestal, llenas de color por el dúo italocanadiense, impecablemente contrastados (y aplaudidos individualmente) antes de que la energía del llamado “Nuevo Tango” de Piazzolla  que este matrimonio lleva habitualmente en sus conciertos con una complicidad y compenetración única, cerrando el concierto con fuerza y pasión contagiosa. Proverbial “Lo que vendrá”, una auténtica “Milonga del ángel” terrenal y el impactante “Libertango” de coreografía en manos levantando  al público ovetense que casi llena la sala. Todos entregados y entusiasmados con un recital que combinó rigor y emoción, confirmando que la esencia de este festival está en unir tradición, pedagogía y latido compartido desde la máxima calidad.

Reseña en LNE del 24SEP25

 

Oportunidades necesarias

Deja un comentario

Martes 23 de abril, 19:45 horas. Oviedo, Teatro Filarmónica, concierto 2.070 de la Sociedad Filarmónica de Oviedo: Nina Rivas (violonchelo) y Gleb Koroloeff (piano): Obras de C. Schumann, Brahms, Tchaikovsky, Falla, R. Rivas y Piazzolla.

Las sociedades filarmónicas siguen siendo el marco perfecto para que los jóvenes intérpretes tengan las necesarias oportunidades para ir rodándose, darse a conocer y también continuar haciendo de ellas verdaderas «escuelas para futuros melómanos» y un oasis para los de siempre, por lo que seguiremos apoyando a nuestras filarmónicas siempre que podamos.

En el noveno concierto de este año en el teatro de la calle Mendizábal llegaba un dúo de chelo y piano con un programa bien elegido. La ovetense de adopción y sangre venezolana Nina Rivas (Cincinnati, Ohio, 2001) al cello, con el que lleva desde los 7 años, acompañada al piano por el maestro letón Gleb Koroleef optaron, con ligeros cambios en el orden previsto, por una primera parte llamemos académica, con tres románticos donde poder comprobar el alto nivel de los dos intérpretes, y una segunda de aires populares donde «cantar» con el instrumento que dicen más se parece a la voz humana.

De Clara Wieck, pues va siendo hora de retomar su apellido aunque la influencia de Schumann haya sido grande en todos los sentidos, el dúo Rivas-Koroleef nos dejó sus Tres Romanzas opus 22 (originalmente para violín y piano) bien contrapuestas, con un piano que comparte protagonismo con el cello, brillante, bien ajustados ambos aunque por momentos la sonoridad no estuvo lo suficientemente equilibrada, y donde el magisterio del letón se mostró siempre contundente.

Del virtuoso Chaicoski de su Pezzo Capriccioso, op. 62 el dúo nos brindó de nuevo el buen entendimiento y compenetración entre cello y un piano quasi orquestal antes de cerrar con esa inmensidad de sonata que es la primera de Brahms, cerrando el círculo con su amada Clara, para disfrutar de una musicalidad plena en ambos intérpretes aunque el instrumento de Rivas pareció faltarle agudos, algo cortos, frente a los graves más rotundos. Con todo resultó una interpretación de estas obras que ambos han trabajado y se nota.

De las conocidas y versionadas Siete Canciones Populares Españolas de Falla, las de cello y piano transcritas por M. Maréchal son las más cercanas a las originales para voz. Si bien los tempi elegidos, tal vez demasiado rápido el Polo último, ayudan al fraseo del cello, parece claro que quedan por pulir detalles técnicos tales como mejorar la afinación, intentar evitar los excesivos golpes de las cuerdas rebotando en el mástil o el manejo del arco, pero la «ovetense» tiene un buen maestro que irá guiándola por el mejor camino así como probablemente en adquirir un instrumento que se adapte a la expresividad de esta cellista, pues el actual se nota que «no está domado» y lleva su tiempo. A nivel interpretativo remarcar que tampoco se puede abusar de los glissandi pues resta la expresividad original de Falla (en la Nana sobre todo) y es una pena porque los fraseos fueron siempre adecuados, incluso los rubati siempre bien encajados con un piano coprotagonizando estas siete joyas.

De las dos obras de los Rivas venezolanos, Rubén Rivas (Mérida, 1948) y Alejandro Rivas, abuelo y padre de Nina respectivamente, muy interesantes tanto de escritura como el arreglo para este dúo Rivas-Koroloeff, dos momentos muy contrastados de aires caribeños y clara inspiración folclórica, la segunda (San Rafael con Gabán) con un solo de cello cual fermata de concierto, muy exigente por los recursos técnicos empleados, con cambios de tempo y ritmos muy efectistas de habanera o joropo para el dúo y que sirvió de perfecto enlace con la última.

Bien enlazado El Gran Tango de Piazzolla, sin partitura, plenamente interiorizado y donde sí vienen bien los glissandi escritos, con un piano rotundo y bien balanceado con el cello, que resultó lo mejor de este frío día de San Jorge.

PROGRAMA

CLARA SCHUMANN (1819-1896): Tres Romanzas, op. 22:

Andante molto – Allegretto – Leidenschaftlich schnell.

P. I. CHAIKOVSKI (1840-1893): Pezzo Capriccioso, op. 62.

JOHANNES BRAHMS (1833-1897): Sonata nº 1 en Mi menor, op. 38.

MANUEL DE FALLA (1876-1946): Siete Canciones Populares Españolas:

El paño moruno – Seguidilla murciana – Asturiana – Jota – Nana – Canción – Polo.

RUBÉN RIVAS (1948) / ALEJANDRO RIVAS (1968): Arboleda – San Rafael con Gabán.

ASTOR PIAZZOLLA (1921-1992): Le Grand Tango.

El piano argentino

Deja un comentario

Miércoles 25 de enero, 20:00 h. Teatro Jovellanos, concierto 1660 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: Franco Broggi (piano). Obras deA. Williams, Fernández Languasco, J. Aguirre, GuastavinoGinastera y Piazzolla.

Volvía a Gijón en este frío enero (se notó en las toses) a los conciertos de su Sociedad Filarmónica para escuchar al joven pianista argentino Franco Broggi (Santa Fé, 1995), de gira por varias ciudades de España y final en París con parada en la capital de la Costa Verde trayéndonos un programa de música escrita por seis compatriotas suyos, compositores del pasado siglo y actuales, de quienes las excelentes notas al programa del doctor Ramón Sobrino son un documento para guardar por su redacción llena no ya de historia bien documentada sino también del conocimiento personal que atesora el catedrático ovetense; también podemos escuchar en Spotify© las listas que para cada concierto nos prepara a los socios una joven directiva que sigue trabajando en la difusión de la música de cámara y apoyo a los jóvenes intérpretes dentro del ciclo patrocinado por la Fundación Alvargonzález.

En su anterior visita a Asturias en octubre de 2019 (que me perdí por estar aún convaleciente), Franco Broggi interpretó junto a la Orquesta Universitaria dirigida por Pedro Ordieres el Concierto Andino para piano solista del organista y compositor hispano-argentino Hugo Fernández Languasco (Paraná, 1944), afincado en Ponferrada, hoy presente en el teatro y del que pudimos disfrutar dentro de sus Evocaciones Líricas el tercer Cuaderno «Martín Fierro» (En el campo – Atardecer – El legado), así titulado por inspirarse en los textos de «El Gaucho Martín Fierro» de José Hernández Pueyrredón.

Tres obras contrapuestas y exigentes para el pianista argentino al que eché de menos un poco más de fuerza en la mano izquierda en los tiempos rápidos, especialmente en la última, para mayor contraste dinámico, aunque su Atardecer resultó íntimo, delicado y con una sonoridad ideal así como los rubatos que sin entrar en «chauvinismos» debemos reconocer que en estas músicas nacionalistas, ser del país ayuda y nuestra propia historia hispana así lo ha corroborado con grandes pianistas españoles que defienden nuestras obras como nadie.

En el caso de Broggi este tercer cuaderno me hace esperar que pueda afrontar los otros dos que el maestro Fernández Languasco ha escrito pues creo que en Franco ha encontrado el intérprete ideal para ellos, recreando las atmósferas de la pampa y el trabajo del gaucho, la familia y la amistad que les une. Al finalizar su interpretación el compositor subió a saludar junto al pianista, siendo muy aplaudido por un público heterogéneo donde la juventud va tomando poco a poco el relevo.

El programa arrancaba con El rancho abandonado op. 32 nº 4 de Alberto Williams (1862-1952)  perteneciente a En la sierra op. 32 (1890) que puso a prueba los agudos del Steinway© sin poder dar todo el colorido que esta partitura tiene, y la mejor forma de comenzar un programa vasto como la propia Argentina por épocas, estilos y danzas. Proseguiría esta primera parte con Julián Aguirre (1868-1924), famoso por otras obras más populares aunque esta vez serían dos al piano, muy rítmicas y sin pausas, la movida Huella op. 49, de nuevo necesitada de más energía en los graves pero bien tocada, y Gato, casi virtuosística con esos ritmos tan contagiosos de nuestros hermanos argentinos, buscando el equilibrio y sonido entre las partes melódicas y las casi guitarrísticas, mucho mejor en la parte central más reposada antes de la repetición.

Argentina tiene dos G en su historia musical, Ginastera y Guastavino, comenzando por éste para cerrar y abrir ambas partes y casi nexo necesario haciendo más comprensivo todo el repertorio pianístico elegido para la ocasión. Su Sonatina en sol menor (I. Allegreto – II. Lento muy expresivo – III. Presto – IV. Las niñas) de Carlos Guastavino (1912-2000) conjuga en el piano el lirismo de sus canciones (la conocida en todas las versiones posibles Se equivocó la paloma o la bellísima La rosa y el sauce por citar solo dos) junto a los ricos ritmos de su tierra (cuencas, zambas, vidalitas, valses, milongas y tantos más) siempre con delicadeza, y así la entendió el pianista santafesino: arpegios limpios de aires románticos en el primer movimiento, el canto criollo sentido del segundo, y el complejo tercero por sus polirritmias y sensación orquestal, desde el conocimiento del lugareño. Y de Santa Fe como Broggi la obra Las niñas originalmente para dos pianos (1948), número inicial de Tres romances argentinos que volvió a dejarnos melodías inconfundibles con ritmo, armonías y rubati tan del gusto de Guastavino, un piano redondo, cercano, juguetón además de bellísimo.

De la otra «G», Alberto Ginastera (1916-1983) su Sonata nº 1 op. 22 (I. Allegro marcato – II. Presto misterioso – III. Adagio molto appassionato – IV. Ruvido ed ostinato) es obra para virtuosos donde Broggi  volcó lo mejor de su aún corta carrera, capaz de integrar folklore con los avances de los años 50 como solo quien conoce el recorrido puede interpretar, poderoso y enérgico en los dos primeros movimientos, con esa politonalidad en ambas manos del Presto al alcance de pocos, el apacible y apasionado por íntimo Adagio para acabar con un cuarto totalmente orquestal (siempre nos recordará Malambo) lleno de polirritmias que no pierden el pulso al más puro estilo Stravinski tamizado por la inspiración de Ginastera.

Y había que terminar con el gran Astor Piazzolla (1921-1992), irrepetible, ya un clásico, rompedor y totalmente actual con su forma de afrontar el llamado «nuevo tango», eligiendo Adiós Nonino (versión para piano) en homenaje a su padre que los que también le perdimos sentimos ese dolor como propio. Interpretación la de Broggi completa, jugando con los dos temas contrastados no ya en velocidad sino en emoción, versión que sin ser la primigenia nos permite sentirla como obra de concierto de total actualidad más que un bailable, reconocible y redondo arrancando un espontáneo y merecido «¡Grande Pibe!» de acento porteño para el santafesino, que nos regalaría el Bailecito de Guastavino, pues no podía ser otro colofón.

Si Ramón Sobrino (también presente acompañando al profesor ya plenamente berciano Fernández Languasco) titulaba sus notas «Pianismo nacionalista argentino», está claro que el concierto de Franco Broggi mantuvo esa globalidad desde las obras al intérprete que seguro comenzará a estar presente en las salas de concierto. Si tienen la posibilidad de conectar con el Canal March escucharán y verán este mismo programa el domingo y el lunes a las 12:00 horas en la Fundación Juan March de Madrid, aunque seguro quedará por una temporada en sus archivos.

Rafael Aguirre: la guitarra infinita

1 comentario

Miércoles 11 de mayo, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Sociedad Filarmónica de Gijón, Concierto nº 1651. Rafael Aguirre (guitarra). Obras de García Abril, Agustín Castellón Campos Sabicas, Esteban Delgado Bernal (Esteban de Sanlúcar), F. Tárrega, A. Piazzolla, F. Bustamante, Satie y Agustín Barrios Mangoré.

Volvía a Gijón el guitarrista malagueño Rafael Aguirre (1984) en solitario, como en sus inicios allá por los primeros años 20 lo hizo Andrés Segovia (el propio intérprete lo recordaba en sus redes sociales) y con un programa heterodoxo donde demostraría que la música no tiene etiquetas, el instrumento más español también es universal, y desde una técnica virtuosística unida a una musicalidad única, el concierto resultó todo un éxito para un público numeroso que disfrutó de este «omnívoro» de las seis cuerdas con una agenda a tope.

Con su simpatía fue presentando casi todas las obras y el porqué de la elección, si bien las de nuevo excelentes notas al programa, esta vez de Ramón G. Avello (enlazadas arriba en obras) desmenuzaba cada una de ellas, pasando a un lado y otro del Atlántico con la misma naturalidad de su acento, homenajes sonoros a la guitarra, clásica en concepto e infinita desde su amor por el instrumento.

Una de las «Evocaciones» de Antón García Abril (1933-2021) abrirían boca para apreciar con la segunda, La guitarra hace llorar a los sueños que con una amplificación discreta y necesaria, Aguirre hizo hablar este “pozo con viento, en vez de agua” como llamó Gerardo Diego a nuestro instrumento además de inspirarse en Lorca el recientemente fallecido compositor turolense, más actual que nunca. Y dos ejemplos del flamenco más  íntimo para un boquerón que lo lleva en la sangre: del navarro Agustín Castellón Campos «Sabicas» (1912-1990) las alegrías Olé mi Cádiz, que llevaría a las grandes salas de conciertos, siendo referente de todo guitarrista, más los Panaderos flamencos de Esteban Delgado Bernal, Esteban de Sanlúcar (1912-1989), otra figura universal que en manos del malagueño nos transportaron a la esencia de un sonido impecable lleno de «pellizco».

Evidentemente no podía faltar Francisco Tárrega (1852-1909) de quien Rafael Aguirre es su mejor intérprete, primero su Capricho árabe de verdadera recreación y hondura, sin presentaciones, sólo la música del grande en las manos del malagueño, largamente aplaudido, y el cierre con las virtuosísticas Variaciones sobre el Carnaval de Venecia de Paganini, verdadera paráfrasis que el «endiablado italiano» parece contagiar al español, violín o guitarra en buena lid decantada hacia nuestro lado.

De las transcripciones y arreglos, todas tan bien realizadas que pareciesen estar escritas para las seis cuerdas, desde el Invierno porteño de Ástor Piazzolla (1921-1992) más íntimo que el propio quinteto original, la galopa Misionera del también argentino Fernando Bustamante (1915-1979) en un viaje a la frontera con Paraguay lleno de ritmo y pasión en una guitarra más completa que el piano, pasando al guaraní, no demasiado conocido, Agustín Barrios, Mangoré (1885-1944) contemporáneo del recordado Segovia, tan virtuoso o más que el español, cuya página Un sueño en la floresta exige unos trémolos virtuosos sin perder el sentido popular hecho obra clásica de salón. Así la sintió un Aguirre dominador de todos los estilos con un sonido pulcro, propio, poesía hecha música.

Y si Argentina miró siempre a Francia, la Gymnopedia nº 1 Lent et douloureux de Eric Satie (1866-1925) no sólo culminó el viaje trasatlántico sino que reafirmó mi idea de parecer escrita para la guitarra de Aguirre, la partitura sin indicación instrumental porque tanto el timbre como la interpretación del malagueño así la hicieron posible.

Con total naturalidad y demostrando que la guitarra es infinita, dos propinas conocidas que sonaron nuevas en sus arreglos: el conocido y cinematográfico Gabriel’s oboe de Ennio Morricone (1928-2020), relatando igualmente el videoclip que rodase en las Canarias cuando la pandemia cancelaba conciertos, y una Granada de Agustín Lara (1897-1970), perfecto broche de las visiones hispanoamericanas para el instrumento que suena en todo el mundo siempre con el calificativo de española, única e historia nuestra.

A Brasil, si nada lo impide, llevará con mis queridos Manuel Hernández Silva y Beatriz Díaz nuestra música con la Sinfónica de Sao Paulo, verdaderos embajadores de talla mundial.

Piazzolla, eterna elegancia

1 comentario

Jueves 11 de noviembre, 20:30 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: JazzXixón (Concierto nº 1640 de la Sociedad Filarmónica de Gijón). Piazzolla x 100: Federico Lechner (piano y dirección), Daniel «Pipi» Piazzolla (batería), Claudio Constantini (bandoneón), Antonio Miguel (contrabajo) y Sheila Blanco (voz). Obras de Piazzolla.

Como bien nos contó Pipi, el nieto de Nino (como así llamaban en casa a Don Astor) existe un «estilo Piazzolla» que resulta perfecto tanto para enmarcarlo en el jazz como en una filarmónica gijonesa que rompe barreras y quita etiquetas.

Este 2021 aún pandémico será recordado por muchas cosas, pero no podemos ni debemos olvidarnos del centenario de Astor Piazzolla (Mar del Plata, 11 marzo 1921 – Buenos Aires, 4 de julio 1992), probablemente el mayor músico del siglo XX, capaz de renovar el tango, adoptar el lenguaje del jazz,  vivir en Nueva York, aunar el París francés y el argentino, que es Buenos Aires, donde sabía que se iba a morir a las seis de la mañana como bien escuchamos en la Balada para mi muerte.

Música de Piazzolla siempre urbanita y cosmopolita, el corazón de la gran ciudad que late con su música elegante, rompedora desde su lenguaje único que admite cualquier interpretación y formato, sinfónico, camerístico, y donde el bandoneón sigue soñando y sonando propio.

Merecido y elegante homenaje el que nos trajeron a Gijón el quinteto comandado por su paisano Federico Lechner, pianista y arreglista igualmente elegante, como su formación, la sonorización delicada, la iluminación discreta y el repertorio elegido, disfrutando de versiones propias que engrandecen estos seis músicos de altura, necesarios para disfrutar de Piazzolla. Si Pipi confesaba que el abuelo compuso más de 2500 partituras de las ni siquiera los «expertos» apenas conozcan el diez por ciento, y ya es una barbaridad la creatividad del genio argentino, también la cercanía humana mostró un carácter afable, bromista, a quien le gustaban las películas de acción.

Y si los instrumentistas nos regalaron momentos inigualables, con solos irrepetibles que sólo la visión del jazz permite esa Libertad mayúscula, la misma que Paul Eluard escribía en los muros de su ciudad y  pondría música Gian Carlo Pagliaro, contar con la voz de la salmantina Sheila Blanco todo un acierto, camaleónica, acento porteño nunca arrabalero, porque el tango de Don Astor no lo es, de timbre ideal para cantar los textos de Horacio Ferrer o Mario Trejo, especialmente esa Balada para un loco (Piantao), Los pájaros perdidos o el Chiquilín de Bachín, sentidos como solo ella sabe, un Ave María casi rezado para convertirse ella misma en la María de Buenos Aires saltando fronteras y localismos, haciendo suyas estas joyas del argentino universal.

No faltaría la «Trilogía del Ángel» (Milonga del Ángel, La Muerte del Ángel y Resurrección del Ángel) para saborear la libertad compositiva e interpretativa, nos contaron una Milonga de la Anunciación y cerraron con Libertango porque el título resume perfectamente el espíritu de quien siempre volvía al sur desde el Buenos Aires sentido, con el instrumento único de Sheila. Todavía nos regalaron un Oblivion en la misma línea de plena libertad lingüística desde la música tras un Invierno Porteño que puso de manifiesto la maestría del cuarteto hoy quinteto con la voz de Sheila, Piazzolla x100, dándonos el cien por cien de arte y música sin etiquetas, música para viajar y recordar, música para recrear y adorar, toda ella grabada por el propio Piazzolla y recreada en todo el mundo. El compositor más programado el año pasado (así nos lo comunicó su nieto) y probablemente este año de su centenario, aunque el concierto resultase el mejor homenaje de quienes sienten a Piazzolla universal, entre los que me incluyo.

Buenas manos en la masa

1 comentario

Sábado 8 de febrero, 20:00 horasConciertos del Auditorio: Oviedo Filarmonía, Manuel Blanco (trompeta), Christian Lindberg (director). Obras de Chaikovski, Arutunian, Lindberg y Borodin.

Crítica para La Nueva España del lunes 10 con los añadidos de links (siempre enriquecedores y a ser posibles con los mismos intérpretes en el caso de las obras), fotos de la Web y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

©FernandoRodríguezLNE
Hay “masa madre” en la Oviedo Filarmonía que con las manos del polifacético Christian Lindberg (Danderyd, 15 de febrero de 1958) elaboraron unos manjares musicales con sabores rusos y propios que fueron del gusto de un público entregado y entusiasmado con la evolución natural de la orquesta ovetense, plena en cualquier repertorio y aún más con el gran repertorio sinfónico, aunque siga echando de menos más graves, si bien la “levadura” fermentó a la perfección con el maestro sueco cuya camisa plateada (azul para Arutunian) parecía recordar a sus compatriotas de ABBA.
La Obertura-Fantasía «Romeo y Julieta» de Chaikovski sonó poderosa guiada por esas manos tan expresivas del director y una gestualidad un tanto histriónica pero efectiva para lograr sacar líneas melódicas limpias, emocionantes y potentes en unos metales que sonaron aterciopelados además de presentes cuando así lo exigía el momento, notándose la faceta de trombonista del sueco por cómo mimó la “sección de bronces” a lo largo del concierto, sin desmerecer a una madera excelente más la cuerda siempre limpia, precisa y tersa (comandada por la concertino Marina Gurdzhiya) en los pasajes más líricos, con unos chelos y violas de lo más inspirados.
El trompetista manchego Manuel Blanco (Daimiel, 1985) es una figura mundial de agenda completísima que se presentaba en Oviedo, la Viena española, con el Concierto para trompeta y orquesta en la bemol mayor (1950) del armenio Alexander Arutunian (1920-2012), digno compañero de programa de los rusos y el sueco, fusionando estilos sin obviar el neoclasicismo entonces en boga, bebiendo de una herencia musical riquísima, explotando los registros de un instrumento capaz de evocar lo épico al mismo nivel que las melodías populares asiáticas de esta antigua república soviética pero de historia ancestral, hiriente e íntimo. El sonido de Blanco con su trompeta es impresionante, de proyección impecable desde todas las dinámicas que presenta este concierto que lleva tiempo en su repertorio, y en la sección lenta con sordina sacando unos timbres más cercanos al corno inglés que nos hacen olvidar el arduo trabajo de los labios, además de una cadencia virtuosa y sentida siempre perfectamente concertada por Lindberg y una OFil inspirada y dúctil, engrandeciendo una página no suficientemente escuchada que el público recibió con respeto premiando el esfuerzo de todos.
Con el fliscorno y la sección de cuerda Manuel Blanco nos regaló una versión de Oblivion (Piazzolla) muy libre pero sin perder esencias, introducido con el famoso tema del Aranjuez de Rodrigo, fusionando también ese aire de pop y jazz (Chuck Mangione popularizaría esta trompeta grave, “flugelhorn” para los anglófonos), magníficamente llevados por Lindberg y compartiendo melodía con el violín de Gurdzhiya compitiendo en delicadezas. La Nana de Falla con un fliscorno solo arrullando redondearía la intervención del manchego, digno sucesor de Maurice André en un instrumento polivalente en manos y boca de estos virtuosos.
El Lindberg compositor estrenaba en Europa su Fake News (2017), título revelador donde la manipulación del sonido, para una plantilla que apenas varió en todo el concierto, parece explicar la inspiración de una partitura valiente, bien orquestada con importante percusión, motivos agradecidos al oído, especialmente en el tema ternario, y aires de banda sonora de documental aunque el compositor confiese no escribir en ningún estilo, solamente lo que su cerebro y alma le dicen. La vitalidad y buena mano demostrada se reflejan en esta composición que volvió a mostrarnos una OFil equilibrada y brillante.
De nuevo el sinfonismo ruso, Borodin y su Sinfonía “Épica”, la segunda en si menor escrita en cuatro movimientos para una masa sonora perfectamente controlada por el maestro sueco, memorizada como Chaikovski y manteniendo el balance con la calidad de la orquesta carbayona, lucimiento de solistas, sonido claro, virtuosismo global en el Prestissimo, auténtica repostería el Andante y brillante Allegro final. Manos de artesano sonoro capaces de poner a la Oviedo Filarmonía en un primer plano sinfónico conjugando estilos emparentados que nunca nos resultan ajenos. Christian Lindberg en estado puro y con las manos en la masa.

Herencia soviética

Deja un comentario

Lunes 28 de mayo, 20:00 horas. Oviedo, Conciertos del AuditorioMischa Maisky (violonchelo), Orquesta Sinfónica Estatal de Lituania, GintarasRinkevičius (director). Obras de Respighi, Chaikovski y Bruckner.

Crítica para La Nueva España del miércoles 30, con los añadidos de links, fotos propias y tipografía:

Entre las vecinas Lituania y Letonia se organizó esta gira europea con parada en Oviedo, “La Viena del Norte”, la orquesta estatal fundada juvenil por Gintaras Rinkevičius (Vievis, 1960) para ir creciendo juntos en la capital Vilna, y el letón Mischa Maisky (Riga, 1948), verdadera figura mediática del cello bien apoyada por “el sello amarillo” y presumiendo haber sido alumno de Rostropóvich, con una primera parte preparada a la medida de este “santón” mimetizado con su cello de sonido increíble y procedencia desconocida para los mortales.

El Adagio con variaciones de Respighi lo tiene Maisky entre sus obras preferidas antes incluso de peinar canas, ideal en duración y protagonismo, de principio a fin, carácter melódico bien arropado por la orquesta lituana y su titular siempre atento al solista que era quien realmente mandaba, brillando con la claridad y brillantez aunque algo falta de intensidad de la partitura del compositor italiano, destacando la bellísima réplica del corno inglés.

Es imposible explicar cómo es la sonoridad rusa pero quienes hayan escuchado orquestas de la antigua URSS me entenderán. Las Variaciones rococó de Chaikovski sirven de ejemplo, desde el cello de Maisky al que el tiempo da rotundez y quita limpieza, hasta los lituanos en plantilla equilibrada para acompañar al letón con la cuerda empastada, sedosa, tensa y unida, de presencia uniforme, sumando una madera impecable y una trompa solista perfecta para no empañar la exposición de ese tema que tiene algo de británico con la melodía orquestada con la marca inimitable del compositor ruso. Estos mimbres armaron una interpretación puramente soviética en cada una de las siete variaciones, luciéndose todos, Maisky y Rinkevičius con sus pupilos, nombres de jugadores de baloncesto, poseedores de una técnica impoluta pero algo fríos, faltos de unas emociones que no se estudian, con detalles más que visión global. Probablemente las partes solas de Maisky fuesen las pinceladas sinceras de una velada más cercana al grabado que al óleo, aunque las líneas siempre estuviesen claras independientemente del grosor, y la exactitud en los cambios de ritmo digna de admiración.

El regalo tenía que ser también de Chaikovski tras las algo frías variaciones, y nada mejor que el aria de Lensky (de Eugene Onegin) cambiando tenor por cello de Misha, lo más cercano a la voz humana nuevamente revestida a medida por la sinfónica estatal lituana con Gintaras al frente en complicidad muy preparada.

Plantilla esperada en los antiguos soviéticos bálticos más que suficiente para la Sinfonía “Romántica” de Bruckner, su cuarta revisada varias veces (como el Chaikoski de las variaciones), número de catálogo WAB 104 y la única con subtítulo puesto por el propio compositor austriaco que jamás encontraba el resultado deseado, un auténtico “loco revisionista” nunca contento con sus obras sinfónicas. Cuatro movimientos inmensos e intensos de inspiración medieval, casi operística que hoy entenderíamos mejor desde el cine en blanco y negro, como los grabados de la primera parte. El primer movimiento se hizo eterno pese a los matices y dinámicas; el segundo Andante un placer en la cuerda siempre disciplinada, uniforme y presente; el Scherzo tercero una caza sin recompensa con buen protagonismo de los bronces, lo mejor y más romántico de esta cuarta; para el último Finale retomaron sombras y oscuridades con destellos de emociones trazadas con cierta contención en ese inmenso “tutti” orquestal conclusivo por el director fundador de esta sinfónica lituana que tiene calidad en todas sus secciones, con solistas acertados, amplia gama dinámica pero todo bajo el férreo control de Rinkevičius. Personalmente esperaba más pasión y menos contención sin negarles el respeto a la partitura (versión 1880), impecables los metales de sonido organístico brillando como los dibujos a tinta china cuyas sombras a base de finas líneas muy pegadas dan volumen sin color, aunque la riqueza de los grises tenga su propia dificultad. Romanticismo bruckneriano con cuerda brahmsiana para una cuarta bien cargada aunque descafeinada.

El regalo sorpresa tras dos horas largas, con prisas de despertador en parte del público, Libertango de Astor Piazzolla en arreglo sinfónico de tintes armenios para sacar a los percusionistas que no actuaron y reafirmar el virtuosismo orquestal (no entendí el acelerando enloquecido) que coloreó la bella fotografía original en blanco y negro del barrio de Boca para convertirla en Klaipeda, la ciudad portuaria de una Lituania europea pero todavía con herencia soviética, al menos en lo que a música se refiere. Con ella seguiremos para clausurar estos Conciertos del Auditorio el miércoles 13 de junio con la violinista georgiana Lisa Batiashvili y la Chamber Orchestra europea dirigidos por el franco-canadiense Yannick Nézet-Séguin.

2 enamora 2

1 comentario

Miércoles 14 de febrero, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Sociedad Filarmónica, concierto 1.598: «La vida breve«. Rafael Aguirre (guitarra) y Nadège Rochat (violonchelo). Obras de Albéniz, Falla, Granados, Cassadó, Ravel, Lara, Assad, Piazzolla y Tárrega.

Andrea García Alcantarilla titula las notas al programa «De lo popular a la sala de conciertos» haciendo ver la gran deuda de los compositores con la música popular y de lo que habló unos días antes en «Las charlas de la Filarmónica» organizadas por la JAM de Asturias. La mejor forma de saldar cuentas la pusieron un dúo atípico de amplio recorrido desde 2011 formado por el guitarrista malagueño Rafael Aguirre (1984) y la chelista suiza Nadège Rochat (1991) con un programa titulado «La vida breve» no solo por Falla sino también por el CD que grabaron, y que se presentaba por fin en España tras haberlo llevado entre otras salas famosas al Carnegie Hall neoyorquino o la Konzerthaus vienesa, un tributo a los grandes compositores inspirados en la música del pueblo más allá de lo que se ha llamado «nacionalismo», y tanto a un lado como otro del charco.

Ambos fueron presentando las obras trufadas de anécdotas que completaron un San Valentín de dobles parejas por instrumentos e instrumentistas, masculino en manos femeninas y viceversa, el chelo de Nadège y la guitarra de Rafael, enamorados de unas joyas, la Alhambra de Aguirre y el Stradivarius «Ex Vatican» de 1703 de Rochat, que pude disfrutarlo, además de contemplarlo de cerca,  hace ahora un año en Bilbao a dúo con la donostiarra Judith Jáuregui, que también actuó para la Filarmónica gijonesa el pasado mayo, volviendo a reunirse en apenas quince días para Musika Música, sumándoseles la violinista ibicenca Lina Tur Bonet.
Y esta pareja acabó enamorando a un público que conocía la mayor parte de las partituras elegidas aunque las versiones a duo fueron originales por sonoridades (levemente amplificada la guitarra) y empastes, con guiños a la canción de concierto porque el violonchelo es lo más cercano a la voz y la suiza hizo cantar «su Vaticano».

La primera parte con la guitarra sola y el «pianístico» Asturias – Leyenda (Albéniz) con «arte» además de virtuosismo pues el solista malagueño supo darle un sello propio antes de afrontar con el cello las Siete canciones populares españolas (Falla), aire gitano, toque flamenco, hondura asturiana, ritmo de jota, nana mecida, cante hondo del sur universal con Nadège cantando en todos los registros que la voz humana no puede, ornamentos imposibles hasta para los grandes que el cello posibilita asombrando lo bien que esta intérprete nacida en Ginebra ha captado la atmósfera de nuestra piel de toro, y la guitarra distinta al piano más cercana al pueblo del que el gaditano toma estas melodías.
Y lograda transcripción de la pianística danza Oriental (Granados) por el intercambio de registros entre punteado y frotado como si se multiplicasen las manos sobre unas teclas de cuerda.

No podía faltar el homenaje al gran virtuoso del chelo y compositor Gaspar Cassadó del que Nadège nos deleitó con la Danza finale antes de los Requiebros con guitarra en «atrevido» arreglo de Rafael que mantuvo esa línea argumental y sonora antes de rematar la faena con la conocida Danza de «La vida breve» (Falla).

Populares por inspiración, cercanía a su pueblo o directamente enamorados de esas músicas, la segunda parte comenzó con la Pièce en forme de Habanera (Ravel), una particular versión de Granada del mexicano Agustín Lara que por el mundo le hacen español aunque imposible cantarla con el cello, una joya del brasileño Sérgio Assad (1952) como es Menino, volviendo a disfrutar del Tárrega puro admirado desde niño por Rafael Aguirre que su guitarra elevó a virtuoso magisterio con la Gran Jota y Recuerdos de la Alhambra, más Piazzolla eterno que soporta cualquier combinación instrumental dada la belleza de sus temas, tangos nuevos incluso sin baile como Nightclub 1960 o Libertango acortado y algo alocado al que faltó el poso porteño difícil por la sangre joven de estos enamorados dos por dos.

Mas para tango puro la propina del gardeliano Volver más el deleite final con la milonga – tango del eterno Oblivion siempre agradecido de escuchar e interpretar para un miércoles de ceniza para enamorados de la música siendo el mejor regalo en esta original combinación de dos intérpretes que expulsan el arte a borbotones, juntos y separados.

Piazzolla 2 – Vivaldi 1

1 comentario

Domingo 4 de febrero, 19:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Les Dissonances, David Grimal (violín). Obras de Vivaldi y Piazzolla.
Día de derbi futbolístico en Oviedo que no restó buena entrada al auditorio dejando poco aparcamiento, como tampoco fue impedimento la climatología anunciándose cuatro estaciones en dos hemisferios, las de Vivaldi y las porteñas de Piazzolla que me pedían titular «Dos hemisferios, ocho estaciones, una música» aunque la victoria del Real Oviedo sobre el eterno rival vecino, el Sporting de Gijón, da más juego y jugo a esta entrada del blog y no quitarle a Ramón Avello de sus excelentes notas al programa, enlazadas en los autores, la misma cabecera, aunque coincidimos muchas veces.

Difícil es encontrar algo nuevo en las estaciones del Prete Rosso, puede que lo más conocido y popular de la mal llamada «música clásica» en una imaginaria lista que de vez en cuando publican los buscadores de rankings, tipo «lo más grabado…», «lo que no puedes perderte…» y así hasta el dislate. Incluso estoy harto de ver las ofertas al turismo en la propia Venecia e incluso en Praga, la mayoría de las veces con dudosa calidad aunque asegurando taquilla que es lo que finalmente buscan todos.

Precisamente por conocidas siempre me pide el cuerpo volver con ellas y no por masoquismo, para comprobar el nivel de los intérpretes, su vigencia e incluso las distintas visiones de un mismo tema tal y como hicieron nuestros Forma Antiqva que las afrontaron dándoles una luz totalmente distinta jugando con «cambiar el foco» desde una libertad sin prejuicios para reinterpretar y ser los primeros españoles en llevar al disco este «hit» nada menos que con los alemanes Winter&Winter que además los «emparentaron» con Uri Caine, emparejamiento tal y como Leonid Desyatnikov hizo con Vivaldi y Piazzola cuyas estaciones porteñas en el otro hemisferio ni siquiera siguen el orden climatológico veneciano pero que continúan siendo inspiración a tantos como Haydn en su oratorio o el piano de Tchaikovsky. Me alegra seguir recordando Buenos Aires y Venecia en el orden que se quiera, versioneado por saxos o sintetizadores, incluso en este mismo auditorio ya las hemos disfrutado tanto separadas con los citados Forma Antiqva Bella Hristova, como Guidon Kremer y «los bálticos» o incluso Spivakov con sus Virtuosos, teniendo el honor de haber escrito las notas al programa hace ahora tres años para este mismo ciclo.

Y sin descansos, ofertando a Don Antonio y Don Astor juntos llegaba el francés David Grimal, otro virtuoso del violín, estudiando desde los cinco años, nada menos que con orquesta propia, Les Dissonances «presumiendo» de tocar sin director cualquier repertorio, esta vez en versión reducida a la cuerda con su fundador haciendo de solista, concertino y verdadero protagonista del recital como responsable final, pues el trabajo previo permite alcanzar estos niveles además de poder tocarlo y controlarlo todo (una gozada comprobar haciendo el violín primero antes de sus solos, dando un color a la formación, especialmente a la sección único).
El orden de estas ocho estaciones pienso que no es casual, comenzar por La Primavera de Vivaldi y seguir con el Verano Porteño de Piazzolla que tras los aplausos de forma espontánea hizo al argentino prólogo del veneciano y no al revés, más en el arreglo de Desyatnikov (1955). Sin entrar en cada una y el programa está arriba, simplemente esbozar calificativos y notas como hice para la reseña en prensa de este lunes, destacando la excelencia de una orquesta de 18 músicos jóvenes (4 primeros, 4 segundos, 4 violas, 4 cellos, 1 contrabajo y 1 clave) bien ensamblados, de sonoridad homogénea y ricas dinámicas capaz de sentir el barroco igual que el siglo veinte, sin más búsquedas que un sonido impecable con intención lúdica. Así podría escribir que estas estaciones resultaron juveniles, corpóreas, frescas, plenamente camerísticas, sin buscar historicismos en el barroco, simplemente disfrutando con Vivaldi y Piazzola, aplicando dinámicas y rubati sin complejos para ambos por igual, argentinizando al italiano y no a la inversa.

De los grandes músicos «disonnantes» destacar a Yan Levionnois, con su solo de cello en el otoño bonaerense y mejor respuesta del propio David Grimal porque realmente Vivaldi fue la disculpa para disfrutar de «Las estaciones porteñas» aunque el verdadero entendimiento sonoro de Grimal fuese con el concertino Guillaume Chilemme, otro solista de lujo donde ambos violines «diabólicos»  (no solo por la tendencia a desafinarse) nos hizo olvidar el bandoneón soñado. Hubo licencias «otoñales» del francés con el italiano preparando el invierno del argentino, por el orden elegido, el porteño inmejorable en una visión global sin hemisferios por la firma del ruso que junta en su visión más que versión dos mundos inseparablemente unidos (hay mucho de Italia en Argentina) y que cerraría la primavera porteña de nuestro otoño europeo con el «clave casi de jazz» versioneando ad libitum el inicio del veneciano para cerrar el círculo virtuoso con un deseado da capo que nunca llegó. Juego de nacionalidades sin más bandera que la música.

Realmente disfrutamos Ocho estaciones de Grimal y su orquesta, aunque Piazzola fuese azul como el Real Oviedo y el Auditorio un Carlos Tartiere sin llenar. Vivaldi fue el tiempo añadido, rojo veneciano con el breve Largo del «Invierno» pellizcado con rotunda delicadeza para recordarnos dónde estamos y lo que nos queda.

 P. D.: este jueves 8 será el turno de la pianista Khatia Buniatshvili tras su inesperada cancelación del 3 de diciembre. Toquemos madera.

Older Entries