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Zarzuela para seguir cumpliendo años

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Sábado 3 y Domingo 4 de mayo de 2025, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Gran Gala de Zarzuela y Música Española. Orquesta Sinfónica MercadanteMariano Rivas (dirección artística y musical)Alexandra Zamfira (soprano) – Quintín Bueno (tenor) – Li Guochao (piano) – Natalia Thaïs (baile). Entradas: 40€ / 30€.

(Crítica para OperaWorld del domingo 4, con fotos propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

El Teatro Jovellanos gijonés cumple los 30 años de su remodelación, y nada mejor que celebrarlos con nuestro género por excelencia como es la zarzuela, que cuenta con miles de aficionados en Asturias y que en esta primera gala llenaron el coliseo del paseo de Begoña para volver a escuchar (tras la inauguración de la temporada 2022-23 de la Sociedad Filarmónica de Gijón) a la Orquesta Sinfónica Mercadante (OSMer) fundada por el asturiano Mariano Rivas (siempre bien recibido en su tierra), dando la oportunidad y el apoyo necesario a muchos músicos de los conservatorios y teatros madrileños desde su conocimiento como docente.

Dos funciones programadas donde además de la propia OSMer el programa ofrecía, como si de un catálogo promocional se tratase, no solo zarzuela sino música española sinfónica, y así junto a las voces de la soprano Alexandra Zamfira y el tenor Quintín Bueno, estaría la pianista china Li Guochao y especialmente la bailarina Natalia Thaïs.

La plantilla de la OSMer se quedó muy corta y desequilibrada en la cuerda (7-5-5-5-2), lo que perjudicó sobremanera las obras sinfónicas y las bailadas, con un esfuerzo por parte de los jóvenes músicos no siempre suficiente en las dinámicas, balances y planos, favoreciendo los matices para las romanzas, si bien el maestro Rivas trabajó con sus músicos como si de una gran orquesta filarmónica se tratase.

Centrándome en estas obras de la orquesta sola, las coincidencias en el tiempo hicieron que el día anterior escuchase en Oviedo a la OSPA con Óliver Díaz tanto la Danza final de El sombrero de tres picos (Falla) como la “Escena, canto gitano y fandango asturiano” del Capricho español (R. Korsakov), en el caso gijonés ambas cerrando cada parte del programa, que evidentemente no soporta, ni pretendo, comparaciones. De Falla diría que le faltó un pico al tricornio, con un enorme trabajo del viento madera, mientras de Korsakov el aire asturiano lo puso Don Mariano, y el concertino más el arpa hicieron el esfuerzo de sus intervenciones solistas. Por último del conocido preludio de Chapí solo diré que se quedó en “La juguetona” por las carencias antes apuntadas.

Es de aplaudir montar el piano solamente para el primer movimiento de las Noches en los jardines de España (El Generalife) de Don Manuel, con todo lo que supone, pero la pianista china se limitó a tocar todo lo escrito (que es mucho). Pese a la buena concertación de Rivas y el trabajo de la orquesta, por momentos tapó a Li Guochao ante su poco volumen y la ausencia del “duende” que inunda este concierto de nuestro gaditano universal enamorado de Granada. Faltó la atmósfera sonora que invita a la ensoñación, la magia que desprenden los arabescos y acordes que la recorren (casi imperceptibles), más el rubato casi necesario, así que espero escuchar en otro momento a la pianista y profesora china de buen currículo y trayectoria que esta vez no se lució.

Más interesante resultó comprobar todo el arte que nos ofreció la bailarina Natalia Thaïs, nacida en Zúrich pero formada en nuestro país en danza española y flamenco. Tres números donde poder cambiar de vestuario y estilo: primero el conocidísimo intermedio de Las Bodas de Luis Alonso (G. Giménez), baile español con castañuelas y zapateado mientras la OSMer rendía al máximo con sus posibilidades, de coreografía elegante y ritmo complementario al orquestal. Vestido goyesco y de nuevo con las castañuelas para el Fandango de Doña Francisquita (Vives) con el maestro Rivas exprimiendo los planos sonoros y Thaïs sin el obstáculo del piano (retirado al descanso) ampliando movimientos con unas manos y gestualidad flamencas. Para rematar la Danza Española de La vida breve (Falla) libre de “palillos” con zapateo y el juego del sombrero cordobés, nuevamente con la orquesta descompensada pero afinada y entregada al magisterio del director asturiano.

Dejo para el final las dos romanzas de cada cantante más los dúos. La joven soprano castellonense Alexandra Zamfira posee una voz de color muy bello, proyección suficiente, buena dicción y además valiente, comenzando con El barbero de Sevilla (Giménez) y la conocidaMe llaman la primorosa”, arropada por una orquesta siempre mimando a las voces (se nota el magisterio de Rivas en la Escuela Superior de Canto de Madrid), bien interpretada con agudos variados en matizaciones (el final levantó al público) y agilidades limpias, más la Romanza de la Duquesa de Jugar con fuego (Asenjo Barbieri), entendimiento con la flauta, Rivas vigilando los fraseos y una correcta acentuación  y afinación (“Tirano amor…”), muy dramatizada, de color homogéneo en todo su amplio registro, de nuevo valiente atacando el agudo final, con proyección más que suficiente ante una orquesta casi camerística. Habrá que seguir la trayectoria de esta soprano lírico-ligera con mucho camino por delante.

El tenor madrileño Quintín Bueno tiene tablas y oficio, eligiendo dos romanzas muy conocidas: “De este apacible rincón de Madrid” de Luisa Fernanda (Moreno Torroba), jugando con el maestro Rivas para cantar en un “rincón de Gijón”, de color no muy brillante, timbre algo metálico de amplio volumen algo apagado en el grave, seguro, más “No puede ser” de La tabernera del puerto (Sorozábal) no todo lo matizada que me hubiera gustado, abusando un tanto del portamento aunque valiente en los agudos, que suelen ser muy del gusto de los aficionados, sin problemas de tesitura y personalmente demasiado abierto el final. De nuevo impagable el trabajo de Mariano Rivas con su orquesta, concertador de primera, templando y respirando con los cantantes.

De los dúos elegidos, en la primera parte “Le van a oír” de Doña Francisquita (Vives) con buen empaste aunque Zamfira tapase a Bueno, arriesgando en el agudo final sin miedo a desafinarlo, y otro tanto en la propina de “Las mañanitas” de Don Gil de Alcalá (Penella) invitando al público a realizar el coro, tímido, tras el pasodoble “España Cañí” (Pascual Marquina) antes del dúo, poco torero, demasiado descompensado en balances, dinámicas y matices, para poner el punto y final a casi dos horas de cumpleaños gijonés, aplaudiendo el trabajo de asturiano Mariano Rivas siempre apoyando esta juventud que muy a menudo debe emigrar para encontrar una hueco en el difícil mundo de los profesionales de la música, y apostando por nuestra zarzuela dentro y fuera de nuestras fronteras.

PROGRAMA:

Primera parte

La Revoltosa: Preludio (Ruperto Chapí)

El barbero de Sevilla: Me llaman la primorosa (Gerónimo Giménez)

Noches en los jardines de España: 1º mov (Manuel de Falla)

Luisa Fernanda: De este apacible rincón de Madrid (Federico Moreno Torroba)

Las Bodas de Luis Alonso: Intermedio (Gerónimo Giménez)

Doña Francisquita: Le van a oír (Amadeo Vives)

El sombrero de tres picos: Danza final -Jota- (Manuel de Falla)

Segunda parte

El Bateo: Preludio (Federico Chueca)

El último romántico: Bella enamorada (Soutullo / Vert)

Doña Francisquita: Fandango (Amadeo Vives)

Jugar con fuego: Romanza de la Duquesa (Francisco Asenjo Barbieri)

La vida breve: Danza española (Manuel de Falla)

La tabernera del puerto: No puede ser (Pablo Sorozábal)

Capricho español: Escena, canto gitano y fandango asturiano (Rimski Korsakov)

Un Requiem casi profético

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Miércoles 5 de octubre, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón. Sociedad Filarmónica de Gijón, concierto nº 1653, inaugural Temporada 2022-2023Orquesta Sinfónica y Coro Mercadante, Ana Kabrera (soprano), Alexandra Rivas (mezzo), Quintín Bueno (tenor), Ihor Voievodin (bajo-barítono), Mariano Rivas (director). Mozart: Requiem en re menor, KV 626.

Otra temporada más que arranco como socio de la Filarmónica Gijonesa abriendo un curso muy ilusionante, tras la conferencia del martes a cargo de María Sanhuesa (autora igualmente de las notas al programa) para ilustrar de la mejor forma a Mozart y su Requiem póstumo e incompleto, este primer miércoles de octubre a cargo de la formación que lidera el asturiano Mariano Rivas.
Tras la presentación por parte del gran comunicador Pachi Poncela que siempre acierta con sus «pinceladas», y la distinción a Luis Vázquez del Fresno como Socio de Honor de esta su filarmónica natal donde tantos conciertos nos ha regalado en su dilatada trayectoria, siendo también destinataria de Audiogramas III (1974), se ubicaría todo el elenco para esta ocasión, con unos intérpretes de los que personalmente esperaba más, esperando no resulte premonitorio comenzar la 115 temporada gijonesa con un réquiem y todo lo que significa, con una excelente entrada en el coliseo gijonés y la presencia entre otros del presidente Adrián Barbón junto a varios directivos de la ópera de Oviedo con Juan Carlos R. Ovejero al frente.
Comenzaré comentando la plantilla casi camerística tanto de la orquesta como del coro (24 voces, seis por cuerda), que no fueron suficientes para dar el empaque que este Mozart necesita, y más al tener unos tenores que apenas se escucharon al mismo nivel que el resto, lo que dejó descompensado el balance coral. Tampoco transmitieron seguridad en las entradas, incluso alguna a destiempo, aunque dejaron bien matizados algunos momentos, con la orquesta en piano frente a unos forti descompensados donde las sopranos «mantuvieron el tipo».
Del cuarteto solista, aunque empastado, parece que no logró comprender el sentir de este Mozart que esperaba la muerte, pues necesitaría más lirismo y sentimiento de dolor, sin excesos de volumen pese a  contar con una orquesta camerística, pues se desvirtúa el carácter de esta partitura. La soprano Ana Kabrera brilló sobre las demás voces desde el Introito, con emisión perfecta y volumen suficiente para sus intervenciones, mientras que la mezzo Alexandra Rivas de bello color, sonó mejor en solitario para oscurecerse su presencia en los conjuntos, pero evidentemente no es contralto; el tenor Quintín Bueno, de timbre metálico, estuvo gritón y algo destemplado, pareciendo olvidar que la religiosidad conlleva recogimiento y gusto, no son arias operísticas. Más contenido el barítono Ihor Voievodin pero sin los graves de un bajo (Tuba mirum), perdiéndose el sustento del cuarteto. La elección de los solistas más allá del color o la capacidad, debería ser más atinada aunque sea difícil en estos tiempos encontrar contraltos o bajos que defiendan una partitura tan exigente.
La orquesta de cámara la mantuvo a buen nivel el maestro Rivas, optando por tempi contenidos, con alguna pausa excesiva entre números -supongo que buscando concentración y silencio en la sala- más allá del simbólico Lacrimosa. Destacó la madera (clarinetes y fagotes) y el trío de trombones que por momentos se «impusieron» dinámicamente al conjunto a pesar de los esfuerzos y gestos claros del director asturiano. El balance vocal e instrumental (imperceptible el órgano) quedó deslucido precisamente por los efectivos que no fueron los deseados para ofrecernos un Requiem más equilibrado y sentido, aunque Mozart siempre gusta y su obra póstuma fue muy aplaudida por el respetable. Al final bisarían el Dies Irae.
Espero que este primer concierto «de difuntos» no sea premonitorio de una temporada donde hay programado mucho y bueno. Se agradece el esfuerzo de apostar por formatos como el de este miércoles, pero no me sonó al nivel esperado para una obra tan conocida y exigente.
El siguiente concierto, miércoles 19, nos devolverá al Cuarteto Quiroga con Brahms, que el día antes tendrán un encuentro en la Antigua Escuela de Comercio. Espero contarlo desde aquí.