Viernes 12 de julio,  22:00 horas. 73º Festival de Granada, Palacio de Carlos V, Conciertos de Palacio / #Bruckner200. Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL), Elisabeth Leonskaja (piano), Vasily Petrenko (director). Obras de Beethoven y Bruckner. Fotos ©Fermín Rodríguez).

Par mi generación nos quedan pocas leyendas vivas, y la pianista georgiana Elisabeth Leonskaja (1945) es una de ellas. Su eterna juventud y magisterio volvió a escucharse en esta mi vigesimoséptima noche de Festival con su Concierto para piano nº 4 de Beethoven del que ya disfruté en Oviedo hace dos años precisamente con la JONDE y Pablo González, manteniendo el mismo espíritu este cuarto granadino volvió a demostrar que no importan las notas que puedan caerse o perderse sino el transfondo de una interpretación siempre personal, rica, única, madura, que con la OSCyL y Vasily Petrenko (1976) en el podio aún mejoró mis sensaciones.

Lu pianista arrancó este cuarto de Beethoven marcando las líneas maestras de toda esta primera parte, bien arropada y contestada por una orquesta equilibrada, bien en todas sus secciones y con un Petrenko buen concertador, aunque con «la Leonskaja» todo parece fluir de forma natural. Cada ¡cadencia es como una «microsonata» donde recrear los motivos siempre distintos por una luminosidad y presencia muy cuidada, posada y reposada, fraseos que no queremos finalicen ante la hondura expresiva. El Allegro moderato resultó un dechado de romanticismo aplaudido al finalizar; el Andante con moto equilibrando vigor y lirismo con una orquesta delicada siempre en el plano ideal para poder disfrutar del protagonismo pianístico, y sin respiro atacar el Rondo. Vivace que sonó fresco, vibrante, vigoroso en esta juventud eterna con poso, aires casi perdidos que mantienen la esencia de lo que llamo «la vieja escuela».

Aún mas prodigiosa la propina de un Debussy del preludio «Feux d’artifice»más allá del artificio verdadero fuego en un piano brillante, poderoso, enérgico y plenipotenciario del compositor francés en unos dedos ágiles con unas dinámicas sorprendentes.

La OSCyL engrosaría su plantilla para la «Romántica» de Bruckner, otro esencial en esta 73ª edición y los castellanos leoneses desplegaron todas sus armas con un «comandante» Vasily Petrenko dominador de esta Cuarta que nos recuerda la mejor música de cine del pasado siglo, inspiración o plagio de muchos nombres que no pudieron obviar la grandeza orquestal del compositor austriaco. Al menos, y tras el aviso por megafonía, no se aplaudió hasta el final y espero se mantenga esta «tradición» para no romper la unidad de una sinfonía que merece ser escuchada con devoción.

Cada sección de la orquesta pudo lucirse tanto a nivel global como en sus solistas, que en esta sinfonía los metales son «orgánicos» y con presencia siempre en el punto exacto marcado por la mano izquierda de Petrenko, bien contestados por la madera (momentos solistas de flauta y clarinete de talla), timbales mandando siempre exigidos desde el podio, junto a una cuerda tersa y delicada, compacta desde unos graves precisos con chelos y violas «permutados» para conseguir un buen balance tímbrico y dinámico.

Si el «Preludio» del Festival lo viví en Oviedo con la Quinta, escuchamos la Séptima hace apenas un mes y cerraremos el domingo con la Novena, en esta antepenúltima noche la Cuarta con Petrenko y la OSCyL fue otro buen homenaje del bicentenario del nacimiento de Don Anton, un «imprescincible» para entender a sus contemporáneos y admiradores que siguen teniéndole como inspiración y referente. Esta vigesimoséptima noche con Beethoven y Bruckner, B y B en un concierto emitido en vivo por Radio Clásica (supongo mantengan el podcast para volver a disfrutarlo) como la grabación del canal Mezzo© que sigue fielmente el festival granadino la pongo en el lado positivo de la balanza.

Por último dejo las notas al programa de mi admirado musicógrafo Luis Suñén al que siempre es un placer leer, pues nunca dejamos de aprender.

 

«Gran repertorio, repertorio eterno»

«Si algo define la condición de clásica en una obra de arte es la relectura siempre distinta que explica su permanencia a través del tiempo. La personalidad de los protagonistas del programa de hoy hace pensar que ello volverá a cumplirse en esta noche granadina.

Casi dos años y medio –de principios de 1804 a mediados de 1806– le llevó a Beethoven componer su Concierto para piano nº 4 y dos años más verlo impreso, en agosto de 1808, en Viena. Se estrenaría en el Theater an der Wien en diciembre de ese mismo año, con el autor como solista y director, en una sesión que hoy calificaríamos de imposible, pues incluía, además, las sinfonías Quinta y Sexta, el aria Ah perfido!, el Gloria, el Sanctus y el Benedictus de la Misa en do mayor, una improvisación al piano y la Fantasía coral, op. 80. Si atendemos al testimonio de su discípulo Carl Czerny, Beethoven añadió a su Concierto muchas notas que no figuraban en la partitura editada, lo que hace pensar en lo mucho que esa música le motivaba, en cómo se crecía al considerar lo que esta pudiera tener de sorprendente.

Esa sorpresa se produce de un modo muy especial en el arranque de la pieza, en la entrada del piano en solitario –que no es una introducción al uso sino el enunciado del tema principal, con lo que ello tiene de ahorro retórico posterior–, con esos acordes marcados dolce pero también suavemente inquietantes a los que responde con delicadeza un acompañamiento que no acude a la confrontación sino al diálogo. El movimiento es un dechado de elegancia dramática. Quiere decirse que la historia no se desborda a pesar de las iniciales y vehementes respuestas de la orquesta a la propuesta de un piano que llega a la cadenza con la batalla ganada. El Andante con moto es tan breve como intenso, tan sencillo como hondo, con el recurso dramático, de nuevo, de una cadenza que pareciera azuzarlo un poco. Por su parte, el Vivace final, con su obligada cadenza otra vez, es la plena afirmación de una alegría sin disimulo.

Anton Bruckner escribe la primera versión de su Cuarta sinfonía en 1874. Entre 1877 y 1878 la revisa sustancialmente, componiendo un nuevo Scherzo y reescribiendo el Finale al que llama Volkfest – Fiesta popular. En 1880 compone, con muy buen criterio, un Finale diferente y queda así rematada la versión que, tras las ediciones de Robert Haas en 1936 y 1944 y Leopold Nowak en 1953, es la que se interpreta con mayor frecuencia y la que escucharemos esta noche: la Fassung 1878 mit dem Finale von 1880. El 20 de febrero de 1881 la composición es estrenada, con gran éxito, bajo la dirección de Hans Richter. A partir de ahí llegan los intentos de publicación que no se cumplen hasta 1889 en una edición llena de modificaciones realizadas por Ferdinand Löwe a las que el propio Bruckner accedería ante la ocasión de ver, al fin, su obra impresa.

Lo mejor que podemos hacer con el programa “literario” que Bruckner esbozó para su Cuarta Sinfonía –llamada por él mismo “Romántica” como homenaje al Wagner de Lohengrin— es escapar de él, no tener en cuenta que el primer movimiento representa a unos caballeros medievales, el segundo una escena de amor rústica, el tercero una cacería y el cuarto quizá esa fiesta de que hablábamos. Todo eso lo dijo Bruckner porque no tuvo más remedio, para que lo dejaran en paz, a él, que tan débilmente se oponía a la manipulación de su obra. Acerquémonos, mejor, a esta Cuarta como a la gran música pura que es. Su comienzo es para Robert Simpson el más grande desde Beethoven, con su célula germinal a cargo de la trompa y su desarrollo se diría que gigantesco. El Adagio remite en su inicio por los violonchelos al de la sinfonía y presenta un esquema ABA/ABA. En el Scherzo, sorprende la magistral alternancia en la amplia exposición del tema principal entre metales, maderas y cuerdas, mientras el trío posee una suave rusticidad que recuerda al San Antonio de Padua de Des Knaben Wunderhorn de Mahler. El Finale es, una vez más en Bruckner, una suerte de construcción simétrica respecto al primer movimiento, de una grandeza inefable a través de la definitiva entronización del motivo de apertura de la sinfonía».

PROGRAMA

-I-

Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Concierto piano y orquesta nº 4 en sol mayor, op. 58 (1805-06):

Allegro moderato

Andante con moto

Rondo. Vivace

-II-

Anton Bruckner (1770-1827)

Sinfonía nº 4 en mi bemol mayor, WAB 104 «Romántica» (1877-80. Ed. Leopold Nowak/Robert Haas)

Bewegt, nicht zu schnell

Andante, quasi Allegretto

Scherzo. Bewegt – Trio: nicht zu schnell

Finale. Bewegt, doch nicht zu schnell