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Chascos y chubascos primaverales

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Miércoles 23 de mayo, 20:00 horas. Sala de cámara, Auditorio de Oviedo: V Primavera Barroca: El arte de la Reforma: del Monteverdi católico al Schütz protestante. Los Afectos Diversos, Oniria, Nacho Rodríguez (director).

Celebrando 2017 un año después (450 años de Monteverdi y 500 de la Reforma Luterana) mientras el CNDM presentaba todas las actividades de la próxima temporada 2018-19, avanzando ya la sexta edición en esta quinta primavera barroca que cerraba con claros y nubes incluyendo algún chaparrón que otro, así se presagiaba con la menor entrada de todo el ciclo para encontrarnos con ocho solistas que no son un coro, duplicados por el cuarteto de sacabuches y corneto, al que se sumar la organista Laura Puerto para traernos dos climas vocales que me resultaron un chasco, aunque la música siga uniendo mundos, culturas y religiones.

Monteverdi y su Messa a cuatro voci da cappella, SV 190 (1650) no pasaría el crisol tridentino al hacerse imposible captar el latín cantado sumándole órgano y cuarteto de metal, cierto que la costumbre de duplicar con los ministriles era habitual, pero esta vez resultó agua y aceite, incluso la masa sonora sonó amorfa al situar las voces cantadas y tocadas por cuerdas: dos sopranos y el cornetto, dos contratenores altos y el sacabuche homónimo, dos tenores con su «hermano» y los dos bajos ibidem.

La climatología adversa del italiano no era la del Vasquez español que el conjunto que dirige Nacho Rodríguez ha dejado registrado, faltó rigor en muchos finales de los números, quedando «sueltas» notas del órgano o alguna voz «despistada». No encontré homogeneidad vocal, tampoco global, sino una suma desequilibrada incluso en el gesto interpretativo ¡para cantar esta misa!, mientras los vientos parecían soplar obligadamente contenidos. Los Afectos Diversos fueron literales en el que suscribe, esperando que tras el descanso ¡escampase! que diríamos en Asturias, a la espera de Schütz.

Mi gozo en un pozo pues tras las nubes monteverdianas el primer chaparrón vino con Rodríguez ¿tenor? junto a la organista Laura Puerto, sorpresa cantando fuera de programa uno de los Kleine geistliche Konzerte («Pequeños bocetos sacros») para llorar y no precisamente de emoción.

Poca voz ¡pero desagradecida! sumando una floja pronunciación alemana, casi de estudiante principiante, para después hacernos la presentación completando sus propias notas al programa mientras se incorporaban dudosos la docena restante para afrontar las seis obras del alemán estudiado en la Venecia de Don Claudio y sufridor de la guerra de los 30 años. Tomando literalmente este dolor bélico con los trece intérpretes e intentando lucirse los distintos solistas, nada llamativos, alternaron números conjuntos, «tirando de lo que había» «con menor esplendor» (referido a la posguerra alemana que nos contó Rodríguez) y combinando posiciones que volvieron a poner en evidencia la mala idea de doblar voces con metales pese al intento.

Alternando tres Psalmen Davidis con los tres Kleine geistliche Konzerte, op. 8, pequeños por extensión además de bocetos sacros por no formar un corpus sino tanteos compositivos, supusieron algún claro entre las nubes, Oniria Sacabuche ya eran conocidos en Oviedo gracias al olvidado «Ciclo de música sacra Alfredo de la Roza«, y su empaste resultó mejor que el vocal, si bien las agilidades exigidas no ayudan, saliendo mejor librado Manuel Pascual que desde el cornetto al menos adornó lo suficiente a las sopranos para darle algo de sentido a un Schütz más «liviano» que Monteverdi.

De los distintos solos con órgano (que también jugó alternando entre la literal repetición vocal y el ornamento mínimo con los solistas), me quedo con el buen color en uno de los altos y un idioma alemán más creíble sin ser el de Goethe.

Las sopranos lo intentaron pero desiguales, pienso que por tener colores muy distintos e incluso quedando poco lucidas con el órgano. Repito que cantar a coro no es sumar solistas, aún más difícil con dos por cuerda, si sumamos unos trombones que comedidos suenan más y entorpecen el fluir del texto, el resultado se queda cojo, al menos para una acústica como la de la sala de cámara que no es catedralicia. Tal vez dieciséis voces con el cuarteto Oniria hubiese logrado el equilibrio dinámico deseado, pues la expresividad se perdió totalmente ante la falta de claridad y rigor.

Detrás de mi escuchaba bravos enfervorecidos, los gustos climatológicos son también variados y me alegra comprobar que la música siempre tiene el poder de conmover, supongo que provocando realmente «afectos diversos», que regalaron sin hacerse mucho de rogar un buen Surrexit del alemán, corroborándome que la mejor colocación de la velada resultó con los vientos a la derecha y las voces a la izquierda.

Y ya solos Los Afectos Diversos con el órgano, otro regalo del puente entre Renacimiento y Barroco,  el motete Adoramus Te Christe de Monteverdi a seis voces que de nuevo se quedó cojo con ocho, calándome como si la tormenta me hubiese dejado esa sensación de incomodidad. Mala forma de despedir una primavera que tiene ya su hueco en «La Viena del Norte» de España como es Oviedo, y 2019 promete mejor clima…

Despojando los textos

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Viernes 20 de noviembre, 20:30 horas. Iglesia de San Isidoro el Real de Oviedo, XI Ciclo de Música Sacra «Maestro de la Roza». Oniria Sacabuches: «La música estremada» (Música y mística en el Siglo de Oro español). Obras de Vivanco, Pisador, Juan Vásquez, Victoria, Morales, Guerrero, Cabezón y Salinas.

Nuevo lleno en San Isidoro pese a la variada oferta musical ovetense para este viernes de noviembre con una original propuesta de este grupo andaluz formado por tres trombones antiguos o sacabuches, Manuel Quesada y Carmelo Sosa (sacabuches alto y tenor) más Daniel Anarte (sacabuche bajo, tenor y dirección), con el percusionista Eugenio García Navarro y la recitadora Caroline Astwood, tomando como punto de partida la polifonía renacentista a la que despojan de los textos, que se proyectan en español, pudiendo seguir la poesía de Juan Boscán, lecturas de Jeremías o el «Cantar de los Cantares» e incluso el «Romance del Conde Claros de Montalván» musicado por Francisco Salinas, que cerraría el concierto, siempre presentadas con poemas bien sentidos que pareciesen recopilación de las anteriores temporadas de este ciclo ovetense, escuchando a Fray Luis de LeónSan Juan de la CruzSanta Teresa de Jesús cuyo éxtasis de Bernini también ilustraba el programa.

Cuatro bloques con entidad propia capaces de «cantarse sin letra«, desde Si la noche haze oscura del Cancionero de Upsala o el del salmantino Diego Pisador (1510-1557) que abrían y cerraban «La noche oscura», con dos motetes del abulense Sebastián de Vivanco (1551-1622), polifonía olvidada y recuperada con metales y leve toque de percusión remontándonos a los Ministriles catedralicios que tantas veces doblaban a las voces e incluso, como esta vez, las sustituían directamente, respirando cual canto y fraseando mentalmente los textos latinos o en castellano antiguo.

«Una mirada contemplativa» nos traería a otro gran abulense como Tomás Luis de Victoria (1548-1611), dos «Benedictus» victorianos de verdadero rezo sin palabras, pertenecientes a las misas O magnum mysterium y O quam gloriosum, escoltado por Si no os hubiera mirado Juan Vásquez (1500-1560) y Cristóbal de Morales (1500-1553) con dos visiones del mismo texto armonizadas por un vihuelista o un polifonista esta vez con este trío de trombones.

«Canciones o cánticos espirituales» trajeron la alegría de Francisco Guerrero (1528-1599), villanescas cual cantos caballerescos donde la Dama es amada y loada, Pastor, quien madre Virgen, limpieza de líneas vocales desde un trío de sacabuches plenamente compenetrado, Tan largo ha sido, escuchando al tenor bien acompañado por las otras dos voces, ¡Oh, venturoso día! para seguir paladeando la polifonía vocal desde unos metales sedosos y terminar con ¿Qué se puede desear?, arduo trabajo el de estas transcripciones capaces de hacernos «olvidar» unos textos y desnudar la música pura.

El último bloque «Divina Armonía», comenzaba con el Tiento primero de Antonio de Cabezón (1510-1566), órgano a tres sacabuches que debieron ornamentar cual teclista con toda la dificultad técnica del trombón de varas, para engrandecer con sus «crescendos» lo que la mecánica no puede y el soplo humano convierte en imposible, dos nuevos «Benedictus» del Maestro Victoria Trahe Me Post Te y Quam pulchri sunt dibujadas las voces desnudas en una tímbrica sorprendente, antes del ya citado romance Media noche era por filo del genial ciego Salinas, perfecto broche de un concierto donde la palabra la pusimos todos y la música una agrupación original en formato con repertorio verdaderamente de oro, como nuestro mejor siglo cultural. La propina despliegue de folía del cuarteto con su mejor percusión y la alegría del Adviento con una música que siempre resulta «divina armonía».

 

Don Alfredo, la muerte no es el final

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Este sábado 31 de octubre se cumplían once años del fallecimiento del Maestro Alfredo de la Roza Campo (Santa Marina de Siero, 1925 – Oviedo, 2004) y «su» Escolanía San Salvador le rendía homenaje con una Misa en San Isidoro oficiada por su párroco Don José Luis Alonso Tuñón, y cantando porque es la mejor forma de mantener vivos a nuestros seres queridos, desde el inicial Cerca de tí, Señor hasta La muerte no es el final pasando por una de las misas compuestas por el propio Don Alfredo, cuyas partituras calígrafas eran mejores que las de imprenta, porque así era este sacerdote que ejerció su pastoral por y desde la música, con alumnado a lo largo de muchos años al que inculcó su pasión plantando una semilla que con el tiempo ha dado buenos frutos.

La «Escolanía de Don Alfredo» sigue funcionando a la perfección, con muchos avatares (situación o vicisitud contraria a la buena marcha de algo) pero muy viva y madura, dirigida actualmente por Elisa García Gutiérrez, también organista y profesora. Por esta formación han pasado varias generaciones, incluyendo a su anterior director Don Gaspar Muñiz, sin olvidarme de Joaquín Sandúa que tanto trabajó codo con codo con Don Alfredo en la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» (en los tiempos de Benito Lauret) y que le ayudó a crear junto a Manuel Ardura Nachón la Escolanía de Mieres, de breve recorrido ensayando en la entonces llamada Casa de la Juventud de Mieres en Oñón, con Javier Pérez López de responsable. Todos buenos amigos.

Y los viernes de noviembre vuelven a ser cita obligada del Ciclo de Música Sacra «Maestro de la Roza», que con esfuerzo, como todo en la vida, alcanza su undécima edición, siendo esta Misa el verdadero arranque del mismo y siempre con nuestro Alfredo presente. El lema de este año «Nada te turbe», acertado como la música e intérpretes elegidos para la misma, cuatro conciertos #yosoydelciclo, etiqueta en las redes sociales donde la Escolanía y sus seguidores van informando puntualmente.

La Iglesia de Santa María de La Corte acogerá el día 6 de noviembre a las 20:00 horas el concierto del compositor y organista burgalés Germán Yagüe, también en su momento escolano en su tierra, ahora estudiante y organista en Oviedo, que interpretará obras de Correa de Arauxo, Pablo Bruna, Cabanilles o Frescobaldi entre otros. Buen repertorio para poner a prueba el órgano de La Corte, también con mucha historia.
Volveremos a la «sede oficial» de San Isidoro el 13 de noviembre a las 20:30 horas, la iglesia de la Plaza del Ayuntamiento, con la cantante griega Nektaria Karantzi, un referente del canto bizantino que será objeto del programa a escuchar.
El 20 de noviembre a las 20:30 horas será el turno del grupo malagueño Oniria que dirige Daniel Anarte, especializado en repertorio renacentista y barroco en una formación que seguro llamará la atención del público con sacabuches, antecesores de los actuales trombones, percusión y narrador en un concierto titulado «La música estremada», música y mística del Siglo de Oro enlazando con ese «Nada te turbe» tan teresiano con obras del Cancionero de Upsala, Francisco Guerrero, Morales, Cabezón o Victoria.
Cerrará el XI Ciclo la propia Escolanía San Salvador dirigida por el prestigioso profesor y músico argentino Gabriel Garrido, especialista del barroco y fundador del Ensemble Elyma, el 27 de noviembre a las 20:30 horas, un concierto titulado «Oh luz gozosa» con Marc Sunyer al violón, Luis Alberto Rodríguez al bajón, arpa y Elisa García al órgano, interpretando villancicos navideños con batallas y lamentos de Juan de Araujo encontrados en los archivos del virreinato peruano donde fue Maestro de Capilla en Lima, verdadera mina para rescatar repertorio hispano.
coincidiéndome con un concierto en el Auditorio, pero seguro que colofón perfecto de una música que ha encontrado su hueco en el mes que comienza con todos los santos y los difuntos, aunque como la propia letra de esta maravillosa partitura del sacerdote Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991), autor entre muchas más de la popular Pescador de hombres, y hoy convertida como otras en himno militar, aunque fuese compuesta tras la pérdida de Juan Pedro, joven organista de 17 años de su parroquia:

«Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Tú nos hiciste, tuyos somos,
nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.
Siendo felices contigo,
sin padecer ni morir
«.

Casi palabras en boca del propio Don Alfredo, siempre en nuestro recuerdo.