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Rescatar del olvido

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Jueves 1 de junio. I Festival Universitario de Música Iberoamericana. Auditorio Príncipe Felipe: «Redescubriendo la música sinfónica de la España del XIX: Carnicer, Marqués y Bretón». Ramón Sobrino, Oviedo Filarmonía, Rubén Díez (director).

La Universidad de Oviedo está plenamente integrada en su ciudad y a ella le devuelve mucho en todos los campos, siendo la música uno de los pilares fundamentales de una capital que puede presumir no solo de una afición única y oferta amplia, también de ser pionera en los estudios de Musicología, aumentando y alimentando el patrimonio humano y cultural de primer orden. Desde la década de los 80 con Emilio Casares marcando el paso a siguientes generaciones, con la ayuda del no siempre reconocido Ángel Medina, ya organizaba aquellas primeras semanas de música y posteriormente un inolvidable y magno Festival de Música en la primavera, creciendo cada año, que ampliaría la ya buena oferta en la capital del Principado, preparando a los programadores culturales (siempre en mi recuerdo Luis G. Iberni y su digno actual sucesor Cosme Marina) más toda una generación de musicólogos encabezados por Ramón Sobrino, María Encina Cortizo, María Sanhuesa, Celsa Alonso, y tantísimos más, hoy en sus respectivas cátedras universitarias por todo España e Iberoamérica, trabajando en archivos catedralicios o de bibliotecas de medio mundo, pues hay quedan muchos tesoros por descubrir, desempolvar, rehacer, publicar y finalmente interpretarse.

Recordar es vivir como olvidar es morir, rescatar supone resucitar.

A tantas hornadas salidas de aquella Facultad de Geografía e Historia en la Plaza Feijóo al estrenado Campus del Cristo, primeras promociones de Musicología (1987) hasta recalar en el actual Campus del Milán, les debemos el rescate de tantos archivos musicográficos, la recuperación del patrimonio musical español y sus herederos transatlánticos, luchando contra todas las dificultades imaginables que poco a poco superan, poniendo siempre a Oviedo, su universidad y nuestro Principado de Asturias como capital de la musicología española a quien no me cansaré de bautizar «La Viena española».

Este año la Universidad de Oviedo recupera esa emblemática tradición musical del pasado siglo y vivida como estudiante, con el primer Festival Universitario de Música Iberoamericana «musicUO», presentado el 17 de mayo y que pretende afianzar la presencia de nuestra universidad fuera de aquellas localidades en las que se ubican sus campus, un festival dedicado a aquellas manifestaciones musicales de países del continente americano con los que históricamente la institución académica ha mantenido una relación muy estrecha. Este ciclo que se está desarrollando desde el 24 de mayo y se prolongará hasta el próximo 16 de junio, cuenta con la colaboración de los concejos de Ribera de Arriba, Piloña, Navia y Langreo, distintos intérpretes más las dos orquestas OSPA y OFIL.

Al auditorio acudía a las 19:00 horas este primer día de junio a la conferencia presentada por la vicerrectora de Extensión Universitaria y Proyección Cultural María Pilar García Cuetos, y el catedrático Ramón Sobrino, catedrático de Musicología y codirector del festival, quien nos daría una verdadera clase con su tono habitual lleno de sabiduría trufada con anécdotas e ironía sobre tres compositores del siglo XIX que la Musicología ha recuperado para nuestros días. La primera vez que escuché el término «Alhambrismo sinfónico» fue precisamente a mi admirado Ramón a raíz de aquel inolvidable 1992 donde la Junta de Andalucía, desde el Centro de Documentación Musical, editaría un CD dentro de su colección «Documentos sonoros del Patrimonio Musical de Andalucía» con la Orquesta Ciudad de Granada dirigida por Juan de Udaeta con obras de Chapí, Bretón, Monasterio y M. Carreras en una edición musical del ICCMU, fundado por nuestro querido profesor Emilio Casares, ya con un trabajo musicológico de años a cargo del entonces profesor Sobrino escribiendo un libreto acompañando al disco, que por entonces ya suponía todo un profundo estudio sobre esta música tan nuestra, y que con el hispánico «complejo de inferioridad» donde lo foráneo se creía mejor, tristemente valorado lo nuestro mucho más fuera de nuestras fronteras (hoy me acordaba de Carnicer cuyas óperas Alemania se hacía cruces por no estar en cartelera aquí). Lo de siempre, el refrán «nadie es profeta e su tierra», y la música no es ajena.

En menos de 40 minutos, tras la breve presentación de la catedrática Pilar Cuetos, el doctor Sobrino nos presentó, ilustró y preparó para el concierto posterior: las necesarias pinceladas biográficas donde no pueden faltar las anécdotas, comenzando por el ilerdense Ramón Carnicer y Batlle (1789-1855), de amplia producción operística y promotor de los estrenos en la España del momento con los mismos repartos italianos o franceses, desmenuzando el pot-purri que escucharíamos después; prosiguiendo con el mallorquín Pedro Miguel Marqués (1843-1918), sus cinco sinfonías, la Sociedad de Conciertos madrileña que se las estrenaría, pero también las peripecias tras enviudar y volver a su isla con cuatro poemas sinfónicos que nunca llegó a escuchar y acabaron en la basura, felizmente recuperadas por el archivero de la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares, que la familia Sobrino-Cortizo ha «rehecho» para escucharse este jueves en estreno absoluto del tercero; y finalmente el salmantino Tomás Bretón (1850-1923) de quien conmemoramos el primer centenario de su muerte, no sólo gran compositor de óperas o zarzuelas sino también un sinfonista por redescubrir que bien pasaría en este repertorio por germano o incluso ruso, y cuya integral ha sido grabada pero no interpretada en vivo, criticable pues el proceso debería ser el inverso ya que el directo no es un estudio. Una clase amena, ilustrativa, y «marca de la casa» no en la Facultad sino en la sala de cámara de esta «Extensión Universitaria» con buena asistencia (casi pasamos lista), donde pudimos también escuchar fragmentos en MIDI junto a las partituras que nos darían las pinceladas cual guía para lo que escucharíamos después a la Oviedo Filarmonía (OFil) bajo la batuta del avilesino de Rubén Díez a partir de las 20:00 horas.

Para abrir concierto, Ramón Carnicer y su Potpurrí de aires característicos españoles (1837) que no se escuchaba desde su estreno, y donde el catalán ya curtido en óperas, oberturas-sinfonías, sin perder una escritura orquestal poderosa, engarza canciones propias (El poder de las mujeres) junto a la Tirana = El sonsonete de Mercadante, o el Polo del contrabandista de Manuel García, muy populares entonces, y utilizadas por Carnicer en una original página sinfónica que sonó ideal con la OFIL y el maestro Díez. Mi reconocimiento a esta orquesta ovetense tan versátil en sus repertorios y que Rubén Díez conoce bien, sacando de esta partitura lo mejor de la formación.

El estreno absoluto sería el de Pedro Miguel MarquésEn la Alhambra, pequeño poema instrumental arabesco-español en tres tiempos (ca. 1905). Ayudó mucho la «clase de Don Ramón» para comprender el «invento del alhambrismo» a partir de evocaciones y recursos musicales que el mallorquín utilizó en este breve poema sinfónico. Primer número titulado I. Noche embriagadora (Adagio), orquesta bien matizada con una cuerda siempre presente, siguiendo la II. Danza de odaliscas (Allegretto giocoso) que de no conocerse el autor podría estar enmarcada en Francia o incluso la Alemania wagneriana, orquestación trabajada, vientos y percusión con protagonismos compartidos, y la poderosa III. Marcha de héroes al combate (Tempo di marcia), con una fanfarria de metales incluida en ella a partir de los apuntes del propio Marqués que el doctor Sobrino adoptó y apostó por añadirla (sin la tentación de sumar timbales), dándole mayor cuerpo a este último tiempo.

Y la Sinfonía nº 3 en sol mayor (1905) de Tomás Bretón volvería a sonar en vivo después de un siglo largo, tres movimientos académicos» (I. Allegro non troppo; II. Andante con moto; III. Scherzo. Allegro; IV. Allegro) para gran orquesta, la OFil bien llevada por Díez, al que se notó el concienzudo trabajo abordando estas páginas «inéditas», dándole todo el colorido y sabiduría sinfónica del salmantino, sin complejos, escuchándose referencias de los grandes europeos (el propio Bretón lo era pese a no reconocérsele esta faceta más allá de la escena), pasajes que firmarían Brahms, Mendelssohn, Schumann, R. Strauss y hasta Mahler. Bretón conocía todo este mundo sinfónico del momento y se empapará de él, música romántica que mantiene detalles personales, combinaciones tímbricas y aire hispano sin folclorismo. La OFil y Rubén Díez resucitaron esta tercera de dinámicas amplias muy estudiada por el director avilesino, el público aplaudió reivindicando una España más europea de lo que pensábamos. Al menos las músicas del XIX vuelven a sonar en su tierra con sus intérpretes gracias a la Musicología de Asturias al mundo.

La disidencia siempre es apertura

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Jueves 12 de marzo, 19 horas. Centro La Lila, Oviedo:  Joven Asociación de Musicología de Asturias. II Ciclo de Música Antigua «Sonidos de la historia». Conferencia de Ángel Medina: «Disidencias del canto gregoriano».

Primera conferencia del «ciclo de los jueves» que organizan estos jóvenes de espíritu abierto, enamorados de la música sin etiquetas, consolidando la llamada antigua que tiene su espacio en la capital asturiana, estrenando escenario como es el Salón de Actos del Centro «La Lila», perfecto para eventos como el de esta tarde de jueves, donde el Catedrático Ángel Medina nos dio toda una clase magistral llena de anécdotas, ilustraciones musicales y sobre todo la amplitud de miras que da el conocimiento, presentado por la presidenta de la asociación María García.

Con el sustantivo tan sugerente de «disidencias» sumado al concepto que tenemos de canto gregoriano, pudimos comprobar de la mano de un estudioso cómo la unificación o intento de normalizar siempre supone perder identidad, más cuando además se realiza desde la imposición y el nepotismo. Interesantísimas teorías, bien documentadas como siempre en Ángel Medina, sobre los distintos cantos gregorianos repasando desde los orígenes hasta nuestros días sin olvidarse de Solesmes, Carlomagno, el Papado, Trento, Silos o nuestras Pelayas, de las distintas liturgias que acabarán prohibidas por la romana, trufado todo de anécdotas realmente jugosas. Impresionante el discurrir de la notación musical y su ejecución, las letras latinas, los tropos y secuencias, la tradición oral, el abrir los ojos sabiendo que siempre hubo disidentes que intentaban mantener lo propio como seña de identidad que no debemos perder, y siendo genial el juicio por considerar hereje la hispánica (visigoda y mozárabe), con la quema de los dos «misales» romano e hispano saltando éste del fuego que finalmente fue pateado por el rey Alfonso VI para volver a convencernos de que la ley es lo que diga el rey, tan vigente en pleno siglo XXI.

Igualmente maravilloso el análisis que el profesor Medina hizo de los «gori gori«, onomatopeya infantil para expresar lo ilegible de los cantos en las misas de difuntos, explicándonos cómo se pagaban hasta no hace mucho, siendo una fuente de ingresos tan imponente lo que suponían esas liturgias cantadas a toda prisa, porque entonces los curas cumplían a rajatabla, o la visión que la orden de Cluny tenía, no ya del arte o la decoración llevada al mínimo, incluyendo el gregoriano melismático para despojarlo de tanto adorno -que finalmente no se llevó a cabo- y de la regla benedictina del ora et labora que aún hoy parece rota olvidando la segunda parte, puede que por considerar el trabajo como castigo divino para los católicos (cosecha propia). Sabedor de las críticas que los llamados gregorianistas tienen hacia estas visiones, su razonamiento es apabullante por aplicar el sentido común del conocimiento.

Simpática la reflexión sobre Cielo e Infierno, en manos de Dios, y el Purgatorio con entrada y salida, direcciones incluidas, cuyas llaves están manejadas por la Iglesia, inventora del lugar más concurrido de la eternidad. Admiración por el saber enciclopédico del egregio catedrático al que siempre da gusto escuchar.

Por supuesto que no podía olvidar en esta lección, imposible de resumir, hacer referencias al ritmo, la polifonía, los instrumentos que estaban presentes en las liturgias hasta que, como suele suceder, algún avispado decide prohibirlos, con todo lo que ello supuso, citando el curioso caso del serpentón.

Y así con todos los puntos desgranados durante más de una hora de estos «cantos gregorianos» sin olvidarse de los populares, transmitidos oralmente de generación en generación, manteniendo desde la lejanía la identidad y evitando prohibiciones al preservarse geográficamente, como su estudiada «Misa de gaita» que pondría el broche de oro a una clase tan amena que el tiempo pasó volando. Gracias a mi querido Medina y enhorabuena a la JAM de Asturias por seguir instruyendo y deleitando con palabras musicales y música sin palabras. Los jueves no son santos y hasta el 23 de abril queda mucho por delante.