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Pasión y gratitud en la voz de José Bros

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El tenor catalán ofreció en el Campoamor un recital de elegancia, entrega y emoción compartida con el pianista Mario Álvarez

Jueves, 16 de octubre 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor de Oviedo: Recital “Pasión Lírica”. José Bros (tenor), Mario Álvarez Blanco (piano). Arias y romanzas de ópera y zarzuela.

(Crítica para LNE del sábado 18, con el añadido de fotos propias, los enlaces –links– enriquecedores, y la tipografía más colores que la prensa no refleja)

Cada regreso de José Bros (Barcelona, 1965) a Oviedo es un reencuentro con alguien de casa, y así lo siente tanto el artista como su público fiel que acudió al recital de este jueves otoñal. El tenor catalán, habitual de la escena del Campoamor desde hace más de tres décadas y protagonista de más de dieciocho producciones entre óperazarzuela y recitales, muchos vividos por quien suscribe, volvió a emocionar a los melómanos asturianos que le siguen adorando y con quienes mantiene un idilio y hasta amistad con muchos de ellos. Su Pasión Lírica es programa de aire retrospectivo y confesional, acompañado por el pianista local Mario Álvarez, cómplice artístico por vez primera pero amigo de larga trayectoria en la capital asturiana.

El recital se articuló en dos partes equilibradas y muy personales. En la primera, Bros rindió homenaje a Francesco Paolo Tosti con Vorrei morire y L’ultima canzone, dos miniaturas de pura emoción contenida, interpretadas con exquisita línea de canto y una mezza voce que sigue siendo su sello característico de timbre único. A ellas siguió el bel canto de Donizetti con una Una furtiva lagrima de filigrana expresiva (el Nemorino que utilizó su “Elisir” para encandilarnos junto a nuestra Beatriz Díaz hace ocho años sobre estas mismas tablas), antes del primer lucimiento del pianista en un sentido Intermezzo de “Manon Lescaut” de Puccini, preludio al inspirado Donna non vidi mai, fraseado con lirismo y hondura. Su dicción en italiano es maravillosa y la música realza cada texto. La melancolía de È la solita storia del pastore (“L’Arlesiana») encontró en Bros al Federico introspectivo, y cerraría esta primera parte con el aria verdiana Tutto parea sorridere (de “Il Corsaro”), una sección con un despliegue vocal lleno de vigor y elegancia pese a cierta descolocación vocal del agudo final, plena de orgullo guerrero que sigue llamando “a las armas”.

La segunda parte viajó rápido de Francia a España pasando por su Cataluña. El tenor abordó con naturalidad el refinamiento de MassenetOuvre tes yeux bleus y el solemne Ô souverain, ô juge, ô père de “El Cid»—, de dicción impecable y tono devoto. Mario Álvarez volvió a “darle descanso” con el conocido Fandango de “Doña Francisquita”, página de virtuosismo pianístico que no puede igualar el brillo, tempo ni salero orquestal pero que sirvió de puente hacia un Maig de Toldrà luminoso, delicado, sentido y cercano en su lengua natal.

Las muy conocidas romanzas de zarzuela —Bella enamorada, De este apacible rincón de Madrid y No puede ser— que muchos tenemos memorizadas por nuestro maestro Alfredo Kraus, desataron la ovación del público, que celebró el arte de un cantante que sigue combinando elegancia, naturalidad y entrega.

Antes de la última romanza, también en las propinas, Bros tomó la palabra para agradecer al Ayuntamiento, a su Alcalde Alfredo Canteli, y a todo el personal de la FMC (Fundación Municipal de Cultura) su apoyo, también a Mario Álvarez por el excelente trabajo recordando sus 32 años de amistad, así como la gratitud de todos los implicados en poder buscar este hueco en la amplísima oferta musical de “La Viena española” candidata a capital cultural para 2031. No faltó, pese a lo discreto que siempre ha sido en su vida personal, con sus “luces y sombras” por las que todos pasamos, actualmente pletórico y optimista con la confesión de su reciente boda hace algo más de un mes, por lo que dedicó a su esposa, presente en la sala, un emocionad Canto porque estoy alegre (de Antón García Abril) como regalo de cumpleaños este jueves 16 de octubre en plena “luna de miel” y un regalo más (“manda Mario” bromeó) para cerrar con la Mattinata (Leoncavallo) antes del apasionado bis de No puede ser que sí lo fue.

Una gran noche de arte, lírica, gratitud y pasión compartida: pura verdad cantada.

La pasión de Bros

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Jueves, 16 de octubre 2025, 19:30 horas. Teatro Campoamor de Oviedo: Recital “Pasión Lírica”. José Bros (tenor), Mario Álvarez Blanco (piano). Arias y romanzas de ópera y zarzuela.

(Reseña rápida desde el teléfono para LNE del viernes 17, con el añadido de fotos propias, los enlaces –links– enriquecedores, y la tipografía más colores que la prensa no refleja)

Cada visita del tenor barcelonés Josep Bros (1965) a Oviedo supone un reencuentro con quien podríamos denominar como “de casa” tras participar en más de 18 títulos de ópera, zarzuela y varios recitales, todos con buenos recuerdos, por lo que esta Pasión Lírica en compañía del pianista Mario Álvarez era como un resumen a una larga trayectoria muy unida a “La Viena española” que le ha visto crecer desde sus inicios.

El repertorio elegido por Bros ahondaba con sus mejores arias en roles como su siempre aclamado Nemorino (L’elisir), Des Grieux (Manon Lescaut), Federico (L’Arlesiana), el capitán Corrado (Il Corsaro) o Don Rodrigo (El Cid), sin olvidarnos del enamorado Enrique (El último romántico), el coronel Javier (Luisa Fernanda) y el marinero Leandro (La tabernera del puerto).

Mas en un recital no puede faltar Tosti para abrirlo con dos de sus bellísimas canciones: Vorrei morire y L’ultima canzone, íntimas y sentidas, o ese maravilloso Maig de Toldrà catalán en la parte española de la segunda.

Las páginas elegidas por el tenor catalán son una pequeña gran muestra del enorme trabajo con cada una de ellas en una longeva carrera, aún más exigentes por separado, y con el excelente acompañamiento de un pianista plenamente de casa, que atesora muchas horas de lírica en sus dedos desde 1992 tras su debut como maestro repetidor en el Campoamor, quien se luciría en solitario para los siempre necesarios descansos vocales como en el Intermedio de “Manon Lescaut” muy sentido, o el conocido aunque algo insípido Fandango de “Doña Francisquita”, reducciones orquestales siempre difíciles de trasladar a las teclas para reflejar la tímbrica original.

En este jueves de pasión lírica destacar la “mezza voce” siempre cuidada de Bros, gusto exquisito, un centro donde recrear su dramaturgia innata en fraseos precisos y jugosos, más sus agudos siempre generosos, además de variados en ataques o matices, aunque por momentos juegue con las colocación de las vocales finales (caso del último corsario donde que Verdi llama a las armas), todo en el idioma de Dante.

Con la vocalización siempre clara y precisa, en la segunda parte Bros transitó por las lenguas de Voltaire, la vernácula de Espriu y nuestro Cervantes, más pasional si cabe con esas romanzas de la “escuela Kraus” que tan bien ha interiorizado el catalán, con sus luces y sombras como nos contaría micrófono en mano tras el “apacible rincón”para agradecer al Alcalde y todo el personal de la FMC poder encajar este recital en la amplia oferta cultural ovetense, así como a Mario Álvarez tras 32 de amistad y la primera vez juntos.

Todo antes de Sorozábal, tras quien vendrían regalos y confesiones: un mes de matrimonio y el regalo de cumpleaños a una esposa, presente en el patio de butacas y dedicataria de la bella Canto porque estoy alegre (García Abril), declaración emocionada y sentida como la siguiente Mattinata (Leoncavallo) hoy vespertina cual ramo lírico de enamorados y bisar aún más entregado  “No puede ser” para su querido público y amistades puestas en pie.

PROGRAMA

 Primera parte

  • Vorrei moriré, F.P. Tosti (1846-1916)
  • L’ultima canzone, F.P. Tosti
  • Una furtiva lagrima de “L’elisir d’amore”, G. Donizetti (1797-1848)
  • “Manon Lescaut”, G. Puccini (1858-1924): Intermezzo (piano)
  • Donna non vidi mai
  • È la solita storia del pastore, de “L’Arlesiana”, F. Cilea (1866-1950)
  • Tutto parea sorridere, de “Il Corsaro”, G. Verdi (1813-1901)

Segunda parte

  • Ouvre tes yeux bleus, J. Massenet (1842-1912)
  • Ô souverain, ô juge, ô père, de “Le Cid”, J. Massenet
  • Fandango de “Doña Francisquita” (piano), A. Vives (1871-1932)
  • Maig, E. Toldrà (1895-1962)
  • Bella enamorada, de “El último romántico”, R. Soutullo (1880-1932) y J. Vert (1890-1931)
  • De este apacible rincón…, de “Luisa Fernanda”, F. Moreno Torroba (1891-1982)
  • No puede ser, de “La tabernera del puerto”, P. Sorozábal (1897-1988)

Zarzuela para seguir cumpliendo años

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Sábado 3 y Domingo 4 de mayo de 2025, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Gran Gala de Zarzuela y Música Española. Orquesta Sinfónica MercadanteMariano Rivas (dirección artística y musical)Alexandra Zamfira (soprano) – Quintín Bueno (tenor) – Li Guochao (piano) – Natalia Thaïs (baile). Entradas: 40€ / 30€.

(Crítica para OperaWorld del domingo 4, con fotos propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

El Teatro Jovellanos gijonés cumple los 30 años de su remodelación, y nada mejor que celebrarlos con nuestro género por excelencia como es la zarzuela, que cuenta con miles de aficionados en Asturias y que en esta primera gala llenaron el coliseo del paseo de Begoña para volver a escuchar (tras la inauguración de la temporada 2022-23 de la Sociedad Filarmónica de Gijón) a la Orquesta Sinfónica Mercadante (OSMer) fundada por el asturiano Mariano Rivas (siempre bien recibido en su tierra), dando la oportunidad y el apoyo necesario a muchos músicos de los conservatorios y teatros madrileños desde su conocimiento como docente.

Dos funciones programadas donde además de la propia OSMer el programa ofrecía, como si de un catálogo promocional se tratase, no solo zarzuela sino música española sinfónica, y así junto a las voces de la soprano Alexandra Zamfira y el tenor Quintín Bueno, estaría la pianista china Li Guochao y especialmente la bailarina Natalia Thaïs.

La plantilla de la OSMer se quedó muy corta y desequilibrada en la cuerda (7-5-5-5-2), lo que perjudicó sobremanera las obras sinfónicas y las bailadas, con un esfuerzo por parte de los jóvenes músicos no siempre suficiente en las dinámicas, balances y planos, favoreciendo los matices para las romanzas, si bien el maestro Rivas trabajó con sus músicos como si de una gran orquesta filarmónica se tratase.

Centrándome en estas obras de la orquesta sola, las coincidencias en el tiempo hicieron que el día anterior escuchase en Oviedo a la OSPA con Óliver Díaz tanto la Danza final de El sombrero de tres picos (Falla) como la “Escena, canto gitano y fandango asturiano” del Capricho español (R. Korsakov), en el caso gijonés ambas cerrando cada parte del programa, que evidentemente no soporta, ni pretendo, comparaciones. De Falla diría que le faltó un pico al tricornio, con un enorme trabajo del viento madera, mientras de Korsakov el aire asturiano lo puso Don Mariano, y el concertino más el arpa hicieron el esfuerzo de sus intervenciones solistas. Por último del conocido preludio de Chapí solo diré que se quedó en “La juguetona” por las carencias antes apuntadas.

Es de aplaudir montar el piano solamente para el primer movimiento de las Noches en los jardines de España (El Generalife) de Don Manuel, con todo lo que supone, pero la pianista china se limitó a tocar todo lo escrito (que es mucho). Pese a la buena concertación de Rivas y el trabajo de la orquesta, por momentos tapó a Li Guochao ante su poco volumen y la ausencia del “duende” que inunda este concierto de nuestro gaditano universal enamorado de Granada. Faltó la atmósfera sonora que invita a la ensoñación, la magia que desprenden los arabescos y acordes que la recorren (casi imperceptibles), más el rubato casi necesario, así que espero escuchar en otro momento a la pianista y profesora china de buen currículo y trayectoria que esta vez no se lució.

Más interesante resultó comprobar todo el arte que nos ofreció la bailarina Natalia Thaïs, nacida en Zúrich pero formada en nuestro país en danza española y flamenco. Tres números donde poder cambiar de vestuario y estilo: primero el conocidísimo intermedio de Las Bodas de Luis Alonso (G. Giménez), baile español con castañuelas y zapateado mientras la OSMer rendía al máximo con sus posibilidades, de coreografía elegante y ritmo complementario al orquestal. Vestido goyesco y de nuevo con las castañuelas para el Fandango de Doña Francisquita (Vives) con el maestro Rivas exprimiendo los planos sonoros y Thaïs sin el obstáculo del piano (retirado al descanso) ampliando movimientos con unas manos y gestualidad flamencas. Para rematar la Danza Española de La vida breve (Falla) libre de “palillos” con zapateo y el juego del sombrero cordobés, nuevamente con la orquesta descompensada pero afinada y entregada al magisterio del director asturiano.

Dejo para el final las dos romanzas de cada cantante más los dúos. La joven soprano castellonense Alexandra Zamfira posee una voz de color muy bello, proyección suficiente, buena dicción y además valiente, comenzando con El barbero de Sevilla (Giménez) y la conocidaMe llaman la primorosa”, arropada por una orquesta siempre mimando a las voces (se nota el magisterio de Rivas en la Escuela Superior de Canto de Madrid), bien interpretada con agudos variados en matizaciones (el final levantó al público) y agilidades limpias, más la Romanza de la Duquesa de Jugar con fuego (Asenjo Barbieri), entendimiento con la flauta, Rivas vigilando los fraseos y una correcta acentuación  y afinación (“Tirano amor…”), muy dramatizada, de color homogéneo en todo su amplio registro, de nuevo valiente atacando el agudo final, con proyección más que suficiente ante una orquesta casi camerística. Habrá que seguir la trayectoria de esta soprano lírico-ligera con mucho camino por delante.

El tenor madrileño Quintín Bueno tiene tablas y oficio, eligiendo dos romanzas muy conocidas: “De este apacible rincón de Madrid” de Luisa Fernanda (Moreno Torroba), jugando con el maestro Rivas para cantar en un “rincón de Gijón”, de color no muy brillante, timbre algo metálico de amplio volumen algo apagado en el grave, seguro, más “No puede ser” de La tabernera del puerto (Sorozábal) no todo lo matizada que me hubiera gustado, abusando un tanto del portamento aunque valiente en los agudos, que suelen ser muy del gusto de los aficionados, sin problemas de tesitura y personalmente demasiado abierto el final. De nuevo impagable el trabajo de Mariano Rivas con su orquesta, concertador de primera, templando y respirando con los cantantes.

De los dúos elegidos, en la primera parte “Le van a oír” de Doña Francisquita (Vives) con buen empaste aunque Zamfira tapase a Bueno, arriesgando en el agudo final sin miedo a desafinarlo, y otro tanto en la propina de “Las mañanitas” de Don Gil de Alcalá (Penella) invitando al público a realizar el coro, tímido, tras el pasodoble “España Cañí” (Pascual Marquina) antes del dúo, poco torero, demasiado descompensado en balances, dinámicas y matices, para poner el punto y final a casi dos horas de cumpleaños gijonés, aplaudiendo el trabajo de asturiano Mariano Rivas siempre apoyando esta juventud que muy a menudo debe emigrar para encontrar una hueco en el difícil mundo de los profesionales de la música, y apostando por nuestra zarzuela dentro y fuera de nuestras fronteras.

PROGRAMA:

Primera parte

La Revoltosa: Preludio (Ruperto Chapí)

El barbero de Sevilla: Me llaman la primorosa (Gerónimo Giménez)

Noches en los jardines de España: 1º mov (Manuel de Falla)

Luisa Fernanda: De este apacible rincón de Madrid (Federico Moreno Torroba)

Las Bodas de Luis Alonso: Intermedio (Gerónimo Giménez)

Doña Francisquita: Le van a oír (Amadeo Vives)

El sombrero de tres picos: Danza final -Jota- (Manuel de Falla)

Segunda parte

El Bateo: Preludio (Federico Chueca)

El último romántico: Bella enamorada (Soutullo / Vert)

Doña Francisquita: Fandango (Amadeo Vives)

Jugar con fuego: Romanza de la Duquesa (Francisco Asenjo Barbieri)

La vida breve: Danza española (Manuel de Falla)

La tabernera del puerto: No puede ser (Pablo Sorozábal)

Capricho español: Escena, canto gitano y fandango asturiano (Rimski Korsakov)

Ópera para Madagascar

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Jueves 16 de mayo, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: Gala Lírica Pro MadagascarJuan Jesús Rodríguez (barítono), Anna Cabrera (soprano), Marcos Suárez (piano). Arias, dúos y romanzas de zarzuela y ópera. Entrada: 10€.

La ONG “Ópera sin fronteras” y la Fundación «Agua de coco» llegaban a Oviedo para presentar un proyecto multidisciplinar, transversal, pedagógico y sobre todo solidario, porque la música lo puede todo, llegar a estrenar en Madagascar su primera ópera con un elenco de allí como después contarían los responsables, «El sueño de Nirina», con libreto de la asturiana Lucía Vilanova , con quien contactaron en el Campoamor tras el estreno de «María Moliner», y música de Juan Antonio Simarro, dos figuras conocidas en nuestra tierra, y además en malgache. Una bendita locura que cuenta entre otros apoyos, nunca suficientes, de la Fundación Ópera de Oviedo, siempre dispuesta a colaborar con estas iniciativas solidarias de cooperación social, siendo su director, el avilesino Celestino Varela, el primero en tomar la palabra presentando el evento.

Paco Azorín como presidente y fundador junto al coreógrafo Carlos Martos De la Vega de la ONG “Ópera sin fronteras” comentarían a dúo quiénes son y cuales son sus objetivos, desde el propósito de hacer llegar la ópera a todos aquellos colectivos que tradicionalmente han sido excluidos de ella, con el fin de visibilizar sus conflictos a través del hecho escénico.

Entienden la ópera como un instrumento de transformación social, no como un elemento de entretenimiento sólo al alcance de unos pocos.
La ópera, como arte integrador, en la que convergen la música, la danza, el teatro y las artes plásticas, es el vehículo idóneo para situar en el centro de la creación a los colectivos más desfavorecidos y ayudarles así, a solucionar sus conflictos, desde sus primeros contactos allá por 2019 en Mérida y después Sevilla con «Sansón y Dalila», el contacto en Badajoz con otra ONG («PIE, Plena Inclusión Extremadura») de enfermedades raras entre muchas más, y lo terapéutico que ha sido la ópera, al año siguiente el proyecto didáctico «El monstruo en el laberinto» (de Jonathan Dove) en el Liceu barcelonés para niños en peligro de exclusión, o el triste 2022 a raíz de la guerra de Ucrania (que aún continúa) dentro de cultura de emergencia en Madrid para integrar a los primeros refugiados en un montaje de «La Odisea» con la Escuela Municipal de Arte Dramático para edades comprendidas entre 7 y 21 años.

Con la proyección de un vídeo con la génesis del proyecto de esta ONG que contarían Paco y Carlos, se centrarían en este continuarían primer proyecto en Madagascar que lleva como título «Madagasikara» con la ONG “Agua de coco” sumándose que lleva años allá, y con distintas fases que movilizan a 300 personas entre 6 y 20 años enseñándoles  música y dándoles instrumentos, por lo que el objetivo o fase final será hacer una ópera participativa y la primera en el idioma malgache, que espera nestrenar en Toliara el próximo 6 de septiembre de 2025 en el centro multidisciplinar CASEL.

Tras la proyección del segundo vídeo, presentarían al compositor Juan Antonio Simarro, que ya hacía sus pinitos «en africano» de crío y también de adulto, explicándonos la génesis tras libreto de Lucía Vilanova primero en francés y la posterior traducción al malgache, proyectándonos las letras y avanzando al piano algunas melodías.

De las muchas ayudas para esta primera ópera de Madagascar, ya con la colaboración entre otros del Teatro Real, del Festival de Perelada o la Ópera de Oviedo, aunque siguen buscando apoyo económico, en otro vídeo nos enseñarían el «Container Solidario» lleno de escenografías, vestuario, atrezzo, decorados o incluso luces viejas, material donado por distintos teatros que las almacenaban «caducadas» pero que serán «tecnología punta» en esta isla que sigue sufriendo, y donde ya embarcó camino del estreno en septiembre, que se espera traerlo a Europa en 2026. De ella vino a vivir a Córdoba un músico tradicional como es Kilema que participaría codo con codo junto al compositor. Después entre el piano de Marcos Suárez y el propio Simarro al djembé nos invitaron a cantar una de las melodías, verdaderamente imposible en malgache pero dándonos idea de cómo sonará en las voces protagonistas del estreno.

Y finalmente comenzaría la gala lírica y solidaria ayudando a recaudar fondos, que nunca son suficientes para un proyecto de esta envergadura, con la actuación del barítono Juan Jesús Rodríguez (Cartaya, 1969), la soprano ruso-cubana Anna Cabrera Eliseeva (Moscú, 1997) que sustituyó a última hora a Graciela Moncloa, con todo lo que supuso cambiar más de medio programa del inicialmente previsto, y el pianista asturiano Marcos Suárez (La Felguera, 1992) que hubo de lidiar contra estos imprevistos con la profesionalidad y experiencia que va acumulando en sus años de docente y repertorista.

Del barítono cartayero solo caben elogios por su entrega humana y musical, con la romanza «Ya mis horas felices» del Germán en «La del Soto del Parral», o el aria «Nemico della patria» del Gerard en «Andrea Chenier» que levantaron los bravos de un público que le sigue fielmente en Oviedo, e incluso de fuera de nuestra tierra. Su poderío vocal, buen gusto, escena, dicción y musicalidad son parte de las muchas cualidades que tiene, por lo que en estas dos obras el acompañamiento «orquestal» al piano de Marcos Suárez no necesitó más que disfrutar con el andaluz.

Me encantó la soprano Anna Cabrera, con varios premios desde su llegada a Madrid en 2016, quien eligió para esta gala la conocida «Petenera» de «La marchenera» y la aún más famosa aria «Caro nome», una Gilda sobrada de matices, agilidades, musicalidad y fraseos, bien acompañada por un Marcos que «las tiene en dedos» aunque la premura de los cambios nunca es buena, pero las tablas de ambos permitieron disfrutar de esta voz en crecimiento y triunfando paulatinamente.

Con estos solistas los dúos no podían fallar, aunque no los programados, pero igualmente de calidad y empaste, el mozartiano «La ci darem la mano» primero, enamoramiento a primera vista del Don Juan onubense y la Zerlina ya madrileña, coqueteo a dúo plenamente creíble con el piano bien encajado.

Y si ambos solistas dominan Verdi, el andaluz más que conocido, la rusa demostrado en el «Caro nome», nada mejor para cerrar que el conmovedor dúo «Piangi, fanciulla, piangi» de padre e hija, Rigoletto y Gilda en este dramático dúo escenificado con los intérpretes entregados, poderosos y dolientes, empaste ideal aunque afinación algo al límite y un piano a primera vista que nos privó de mayor satisfacción global para dos voces muy aplaudidas en esta gala.

Aún quedaba un mensaje en vídeo de la madrina de honor de la ONG, «nuestra» María José Montiel que con su homónima Moliner abrió puertas y dio esperanza a este proyecto. Finalmente la lectura del texto que canta Nirina la protagonista, ópera terapéutica, solidaria y un hito en Madagascar que esperemos disfrutar en Oviedo.

PROGRAMA:

Reveriano SOUTULLO (1880-1932) y Juan VERT
(1890-1931):

LA DEL SOTO DEL PARRAL: «Ya mis horas felices»

Federico MORENO TORROBA (1891-1982):

LA MARCHENERA, La Petenera

Umberto GIORDANO (1867-1948)

ANDREA CHÉNIER: «Nemico della patria»

Giuseppe VERDI (1813-1901)

RIGOLETTO, aria de Gilda «Caro nome»

Wolfgang Amadeus MOZART (1756-1791)

DON GIOVANNI, dúo «La ci darem la mano»

Giuseppe VERDI:

RIGOLETTO, dúo «Piangi, fanciulla, piangi»

Prensa:

Lírica asturiana y solidaria

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Miércoles 20 de diciembre, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Sociedad Filarmónica de Gijón, concierto nº 1675. Gala Lírica: Beatriz Díaz (soprano), Jorge Rodríguez Norton (tenor), Marcos Suárez (piano). Ópera y zarzuela. Concierto benéfico a favor de la Asociación Síndrome de Down del Principado de Asturias.

Llegaba mi último concierto asturiano del año y además en Gijón por «La Minera» para una gala lírica asturiana con artistas «de casa» uniéndose una causa solidaria pues los beneficios eran para la Asociación Síndrome de Down del Principado de Asturias, que al descanso se nos comunicó había recaudado solo en taquilla más de 2000€, pendientes de la «Fila Cero» y las ventas de manualidades en el vestíbulo del teatro por muchos de ellos, que también acudieron al concierto.

Hizo de presentadora del evento la radiofónica Camino Sofia de la Guerra quien además nos dejó unas pinceladas de lo que se ha avanzado con los chicos y adultos con un síndrome que hasta hace poco parecía taparse o al menos no visibilizarse, mientras hoy vamos incorporándolos a nuestra sociedad con todo el derecho, independizándose muchos de ellos y trabajando, donde sabemos que son puntuales y cumplidores como pocos, como bien recordaba la periodista quien por experiencia había realizado unos talleres de radio con ellos.

Otra gala lírica asturiana en Gijón, este miércoles con la allerana Beatriz Díaz, el avilesino Jorge Rodríguez Norton y el langreano Marcos Suárez, bien conocidos por su exitosa carrera más allá de nuestro Principado y que siempre están dispuestos a participar con su talento en donde se les reclame para causas solidarias, buscando un hueco en unas agendas que están «a tope» y más en estas fechas. La velada se organizaría como es habitual, una primera parte italiana con canciones, arias y dúos de ópera, más una segunda española donde no faltó la canción asturiana o romanzas y dúos de zarzuela, alternando presencia los solistas, abriendo la soprano la primera parte y el tenor la segunda.

Las obras elegidas, que contaron con unas magníficas notas al programa de la doctora María Encina Cortizo no solo analizándolas sino añadiendo anécdotas y curiosidades que todo aficionado agradece, fueron del agrado del respetable que llenó el patio de butacas y buena parte del anfiteatro, haciendo cola antes de abrirse las puerta del Jovellanos a las 19:30, en un ambiente festivo y navideño en todo el Paseo de Begoña.

Beatriz Díaz nos enamoraría nada más comenzar a cantar  «Non t’amo più» de Tosti, más acostumbrados a las versiones con tenor pero que en su voz sonó a pura lírica y ese aire pucciniano del compositor de Ortona. Y continuaría Jorge Rodríguez con «Musica proibita», la obra más conocida de Gastaldón, dos canzoni italianas a la que se sumaría en este bloque la popular «‘O sole mio» que como bien escribe la doctora Cortizo «(…) pasando, incluso, por ser una verdadera canción popular napolitana, a pesar de su ritmo de habanera. Sin embargo, es una partitura de Di Capua, compuesta sobre un texto en dialecto napolitano del periodista Giovanni Capurro». Todas con un acompañamiento camerístico al piano que Marcos Suárez brindó con su buen hacer habitual, aunque la tablet no sean papel y el cambio de pantalla a veces obligue a «perderse» notas que nadie recoge al finalizar (con todo el humor y cariño).

No podían faltar en el caso de la soprano el Puccini que parece haber compuesto para ella y siempre pone la carne de gallina, el aria de Tosca y la de Gianni Schicchi que la escuchamos recientemente en Oviedo.

Aunque el piano no es orquesta y sus reducciones sean casi imposibles, Marcos Suárez las afrontó siempre plegado a la voz (como todo maestro debe hacer), dramatizada y poderosa «Vissi d’arte« y enternecedor «O mio babbino caro«, recordando a la periodista que es babbino (diminutivo de papá, papito) y no bambino (niño). Dos arias que siguen emocionando en la interpretación de la allerana.

Y Verdi, el tenor con una de las seis romanzas del genio de Le Roncole para sumarse la soprano en el conocido brindis de La Traviata que el avilesino acaba de representar en la temporada ovetense, copa de cava en mano la Violetta Díaz también disfruta con Verdi y empasta a la perfección con Giorgio Rodríguez Norton, una pareja de primer acto fresca, joven, creíble y en un momento vocal ideal en ambos capacitados para cualquier representación en los mejores teatros europeos o americanos.

El gijonés Vázquez del Fresno, socio de honor de esta Filarmónica y presente en el concierto, en su amplia producción también se ha acercado a la llamada «Canción de concierto», con un piano virtuoso en el mismo plano de protagonismo que la voz. Sobre temas e inspiración asturiana, nadie mejor que nuestros cantantes para una pequeña muestra hispana en la segunda parte, Jorge Rodríguez Norton con «De noche» (de las Siete canciones asturianas, op. 14), lleno de giros de tonada líricos e íntimos, y «El xuguete» (Cantarinos pa que suañes, op. 30 nº 12) que ya escuchásemos a Beatriz Díaz, la voz ideal del compositor, capaz de emocionarnos con esa letra musicada desde el respeto a la métrica habitual en Don Luis, que la musicalidad innata de la allerana eleva al nivel del lied.

Nada más nuestro que la zarzuela, que además presentaba el día anterior el próximo Festival de Oviedo, y cuatro romanzas como ejemplos de la «zarzuela grande» donde los asturianos demostraron su magisterio canoro en ellas.

El dúo de Luisa Fernanda con un buen empaste de ambas voces y la necesaria escena para transmitir este desamor entre Luisa y Javier, con un piano a nueve dedos (el décimo en la mano izquierda «picoteaba» la pantalla para pasar página).

El tenor cantaría la romanza del rey «¡Intranquilo estoy!» (acto III, nº 17) de la genial El rey que rabió de Chapí, originalmente escrita para una contralto aunque hoy es más frecuente que sean los tenores quienes la interpreten. El registro grave del avilesino ha ganado cuerpo y en este fragmento que evoca cuando el rey regresa a palacio tras su secreta aventura haciéndose pasar por pastor, es una romanza llena de lirismo y esas melodías que el de Villena redondeaba con una orquesta, hoy al piano.

Preparando la Sagrario que Beatriz Díaz encarnará en La Rosa del Azafrán en mayo próximo, su romanza «No me duele que se vaya» (escena I, acto II), estoy convencido que la volverá a encumbrar en Oviedo y allá donde incluyan esta zarzuela del maestro Guerrero que no se programa frecuentemente, y que tener a la soprano asturiana en ese rol marcará diferencias. Es lo más destacado de la partitura, donde se despide de su amado el capataz Juan Pedro, tras asumir lo imposible de su unión, un personaje desgarrado perfecto para unos graves que van tomando cuerpo y los exigentes agudos cual explosión desbordante de «la nostalgia de un amor que no puede ser por las convenciones sociales» que bien describe mi admirada María Encina.

Siempre que escucho el dúo de El gato montés de Penella viene a mi memoria el recuerdo del mayor admirador de la soprano de Boo, Ramón Jiménez, quien clamaba por escucharla con Alejandro Roy y cuando lo logró fue el hombre más feliz del mundo, aunque le contase el mismo dúo con Enrique Ferrer en Pamplona, y volví a recordarlo con José Bros. Evidentemente el Juanillo de Rodríguez Norton tiene otro color de voz y menos potencia que el tenor gijonés o el catalán, pero nuestra Soleá Díaz se marcó un dúo para seguir manteniendo vivos a nuestros seres queridos, uno de los pasodobles más famosos e internacionales con una actuación entregada por parte de estas figuras que levantaron bravos como si estuviésemos en El Bibio.

Con la Navidad a la puerta, no podían faltar unos villancicos que bien enlazados y modulados al piano por Marcos Suárez, conformando un «Christmas Medley» en francés, inglés, español, algún puente handeliano, latín y hasta un guiño germánico en el que el tenor avilesino se mueve como pocos por Bayreuth. Así fueron sonando un sentido Cantique de Noël (Adolph Adam), nuestro popular El tamborilero con Marcos a las «ostinadas baquetas» llegando los mejores musicales americanos y de Hollywood con White Christmas (Irving Berlin), Santa Claus is Commin’ (Sia & Greg Kurstin) que estas fiestas sonará ambientando muchas luces en las múltiples versiones, aquí con dos voces perfectas para un final de fiesta donde también escuchamos tras un «intermezzo» delicado al piano Adeste fideles antes del Noche de Paz, la que pedimos para todos.

PROGRAMA:

I

Francesco Paolo TOSTI (1846-1916): «Non t’amo più»

Stanislao GASTALDON (1861-1939): «Musica proibita»

Giacomo PUCCINI (1858-1924) «Vissi d’arte», aria de Tosca.

Giuseppe VERDI (1813-1901):
«In solitaria stanza» (Seis Romanzas, nº 3)

G. PUCCINI: «O mio babbino caro», aria de Gianni Schicchi.

Eduardo DI CAPUA (1865-1917): «‘O sole mio»

G. VERDI: «Libiamo ne’ lieti calici», brindis de La Traviata

II

Luis VÁZQUEZ DEL FRESNO (1948):

«De noche» (Siete canciones asturianas, op.14 nº 3)

«El xuguete» (Cantarinos pa que suañes, op.30 nº 12)

Federico MORENO TORROBA (1891 -1982): «¡Cállate corazón…!», dúo de Luisa Fernanda.

Ruperto CHAPÍ (1851-1909): «¡Intranquilo estoy!», romanza de El rey que rabió.

Jacinto GUERRERO (1895-1951): «No me duele que se vaya», romanza de La rosa del azafrán.

Manuel PENELLA (1880-1939): «Torero quiero ser», dúo de El gato montés.

Más zarzuela por favor

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Martes 27 de junio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Universo Vocal”, Gala lírica I: María José Moreno (soprano), Carlos Álvarez (barítono), Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), José María Moreno (director). Obras de ópera y zarzuela. Fotos de Fermín Rodríguez.

 

Crítica para Ópera World del jueves 29, con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
El maestro Arturo Reverter titula las notas de esta primera gala lírica del Festival «Sustancia lírica de dos voces andaluzas» donde disecciona cada página que escuchamos, y todo ello organizado como es habitual en estos recitales con dos partes separando ópera y zarzuela, suma de arias y romanzas, dúos y números orquestales, todas obras archiconocidas pero siempre agradecidas de escuchar. La Danza Española nº 5 de Granados, conocida como “Andaluza”, tiene como añadido una poesía de Luis Muñoz Lorente que refleja en parte el espíritu siempre inspirador para compositores e intérpretes de todos los géneros y estilos en esta tierra del sur que en parte siento mía:
“¡Mi Andalucía! Rojo clavel de un gran vergel
Alma de España que guarda en su entraña amor,
Es el sonar de tu cantar copla de amar”.
Sabor andaluz con la soprano granadina María José Moreno, el barítono malagueño Carlos Álvarez con la orquesta de su ciudad sumando al titular desde la temporada 2020-21 José María Moreno, un mallorquín a la batuta uniendo para esta gala sentimientos mediterráneos aunque la música siempre sea universal y no conozca fronteras, triunfando lo nuestro.
La Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) dista mucho de la que disfruté hace años en la capital de la Costa del Sol con Manuel Hernández Silva al frente tanto en conciertos sinfónicos como en recitales y ópera. Desconozco los cambios habidos en estos años, pero en esta gala granadina adoleció de brillo en los violines, echando de menos más entendimiento entre las distintas secciones, con alguna inexactitud imperdonable para estos profesionales junto a la necesaria sonoridad global que pecó de oscuridad con desajustes variados en pasajes demasiado conocidos donde se apreciaron estas carencias.
El maestro Moreno pese a los esfuerzos y gestos por momentos demasiado exagerados, tampoco tuvo la respuesta exigida desde el podio ni en las partes orquestales, caso de las oberturas operísticas o en los preludios e intermedio de zarzuela, ni en las acompañantes de las voces, no siempre mimadas estando en el mismo plano sonoro, y por momentos con la sensación de ir “a remolque” que fue más que evidente aunque la batuta luchó por encajar y enderezar lo que cojeaba. Lástima que páginas de tanta enjundia como el Preludio de El tambor de granaderos (1894) de Ruperto Chapí (1851-1909) la percusión no estuviese presente y marcando con decisión, o el conocidísimo Intermedio de La boda de Luis Alonso (1896) de Gerónimo Giménez (1854-1923) que hubiese necesitado más limpieza en la ejecución de la OFM e incluso pausar un poco los tempi para disimular estas carencias globales.
En la parte vocal los artistas brillaron en algunas páginas solistas, empastaron bien en los dúos y resultaron mucho mejor en la parte dramatizada o escenificada que en la lírica, siendo necesarias ambas aunque no podemos negar su profesionalidad y conocimiento de sus intervenciones, todas bien interiorizadas aunque evitasen notas agudas, las buscaran con diferente resultado, o incluso las obviaran.
Los dúos elegidos por María José Moreno y Carlos Álvarez fueron desiguales en el resultado vocal y global. De los operísticos, Mozart bien de color y equilibrio dinámico, especialmente Don Juan con Zerlina en “Là ci darem la mano” y sobre todo Donizetti “La voilà, la voilà…” de La fille du régiment (1840) que resultó lo mejor de la primera parte por interpretación y escena, con la OFM más balanceada con ellas.
De las zarzuelas, Federico Moreno Torroba (1891-1982) con Luisa Fernanda (1932) es una obra completa vocalmente, y en el dúo de Carolina y Vidal “Para comprar a un hombre” el color de Moreno y Álvarez fue ideal, con buena química entre ambos, luciéndose más el malagueño que la granadina, mientras en el que cerraría recital, el mejor y popular Pablo Sorozábal (1897-1988) de La del manojo de rosas (1934) con un tempi no muy cómodo para “Hace tiempo que vengo al taller”, al menos la calidad de ambos solistas prevaleció y nos recordó los buenos momentos sobre la escena.
Individualmente María José Moreno ha ganado en corporeidad y sus agudos no son tan incisivos, con un color ideal para las arias operísticas de esta velada, aunque el grave pierda algo de volumen, más si la orquesta tampoco mimó los matices. Las agilidades fluyen bien aunque las respiraciones rompan un poco la línea melódica buscando el ataque preciso. De las conocidas romanzas de zarzuela, Moreno optó más por asegurar los agudos que por la expresividad, que intentó jugando con unos tempi que la OFM no siempre encajó con ella. Con todo, la soprano granadina va asentándose con un registro que, de acertar en la elección de los roles, la mantendrá muchos años en escena, y su entrega dramática en esta gala fue lo más destacable.
Carlos Álvarez lleva años siendo un barítono importante e imponente sobre la escena. En este “universo vocal” hizo gala de sus tablas y veteranía, el timbre propio y corpóreo de amplia proyección. En la ópera total dominio mozartiano junto a la expresividad donizettiana, mientras que en nuestro género lírico es una voz que eleva el nivel esperado y exigible para exportar la zarzuela más de lo que hacemos. Abriendo la segunda parte, Pablo Luna (1879-1942) y la canción de Manacor “Qué me importa ser judío” de El niño judío (1918) rescata del olvido esta romanza única que el malagueño interpretó con toda su sabiduría. Otro tanto con páginas que triunfan solas más que la propia obra donde se incluyen, caso de la Jota de Perico, de El guitarrico (1900) aunque “amoldada” desde las tablas en una versión particular, puede que otro ejemplo de páginas solistas que triunfan más que la propia zarzuela de Agustín Pérez Soriano (1846-1907).
Desde Granada venció nuestro género por excelencia con dos voces andaluzas que fueron muy aplaudidas, quedándonos con ganas de una propina a dúo, que para sorpresa sería el Preludio de La Revoltosa de Chapí  ¡finalizando con una obertura! y esperando de este “universo vocal” al menos escuchar a Felipe y Mari Pepa aunque fuesen con acento propio. La OFM con el director mallorquín mantuvieron las sensaciones ya comentadas, debiendo pedirles interpretaciones con igual calidad que la escrita y con tantos referentes en nuestra historia lírica.
FICHA:
María José Moreno, soprano – Carlos Álvarez, barítono – Orquesta Filarmónica de Málaga – José María Moreno, director
Programa
I
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791):
Obertura de Le nozze di Figaro (1786)
Crudel! Perché finora (duetto Conte-Susanna)
Hai già vinta la causa (aria Conte)
Crudele!…
Non mi dir (aria Donna Anna), de Don Giovanni (1788)
Là ci darem la mano (duetto Don Giovanni-Zerlina)
Gaetano Donizetti (1797-1848):
Obertura de Don Pasquale (1843)
La voilà, la voilà… (duetto Sulpice-Marie), de La fille du régiment (1840)
II
Pablo Luna (1879-1942):
Qué me importa ser judío (canción de Manacor), de El niño judío (1918)
Pablo Sorozábal (1897-1988):
En un país de fábula (romanza de Marola), de La tabernera del puerto (1936)
Federico Moreno Torroba (1891-1982):
Para comprar a un hombre (dúo Carolina-Vidal), de Luisa Fernanda (1932)
Ruperto Chapí (1851-1909):
Preludio de El tambor de granaderos (1894)
Agustín Pérez Soriano (1846-1907):
Jota de Perico, de El guitarrico (1900)
Amadeo Vives (1871-1932):
Canción del ruiseñor, de Doña Francisquita (1923)
Gerónimo Giménez (1854-1923):
Intermedio de La boda de Luis Alonso (1896)
Pablo Sorozábal:
Hace tiempo que vengo al taller, de La del manojo de rosas (1934)

Sobria y elegante Luisa Fernanda

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Jueves 20 de junio, 20:00 horas. Teatro Campoamor, XXVI Festival de Teatro Lírico Español: Luisa Fernanda, comedia lírica en tres actos  (música de Federico Moreno Torroba, libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw).

Producción del Teatro Real con dirección musical de Óliver Díaz y escena de Emilio Sagi.

Último título de la segunda temporada española con lleno en el Campoamor apostando sobre seguro, tanto por la zarzuela elegida, que muchos conocemos desde nuestra infancia, como por la escenografía de Sagi que nunca pasará de moda por su elegancia y sobriedad, sumando un elenco vocal de altura para redondear un éxito que se esperaba como agua de junio (no dejó de llover y el frío era otoñal más que víspera de la entrada del verano).

El propio Emilio nos deja una introducción en el programa de mano de la que quiero resaltar cómo entiende a los personajes: «… son burgueses, discuten de política. Hablando más directamente (…) hay que decir que Luisa es una mujer educada, culta, y que Vidal es un hombre extremeño, rico, cosmopolita, y nunca un “paleto”, que conoce bien a las mujeres: en su duetto con la Duquesa Carolina,
él sabe muy bien cómo «dar caña» a esta aristócrata
«, y la elección de las voces protagonistas resultó ideal, comenzando con el barítono tarraconense Ángel Órdena que cuajó un Vidal Hernando convincente, algo menor en la media voz, pero dando credibilidad a su protagonista tanto cantando como en el siempre difícil verso hablado que proyectó sin problemas. Emoción sincera en Luché la fe por el triunfo, y de menos a más en el coro de los vareadores. La otra triunfadora fue la soprano navarra Sabina Puértolas como la Duquesa Carolina, elegancia en estado puro, timbre perfecto y musicalidad arrolladora dejándonos dos maravillosos dúos: el Caballero del alto plumero. y Para comprar a un hombre. El contrapeso femenino la Luisa Fernanda en la voz de la soprano Davinia Rodríguez, papel complicado y exigente, más de mezzo por una extensión de agudos amplios hasta los difíciles graves, pero resolviendo bien sus dúos con Vidal En Mi tierra extremeña, y el último con Javier Cállate corazón, empastando sin problemas en el resto de números, siendo las partes habladas las menos convincentes aunque igualmente válidas, pues no debemos olvidar que el texto es el origen de la zarzuela aunque los melómanos nos quedemos solo con la música.
El cuarteto protagonista lo completaría el portorriqueño madrileño Joel Prieto como Javier, un tenor prometedor, comenzando algo nervioso y titubeante en De este apacible rincón de Madrid pero que iría creciendo con la representación en los números que tantas veces hemos escuchado a los grandes. Su timbre es bello, aún necesita ganar cuerpo, y se fue ganando al respetable.

Hubo varias voces asturianas que dieron la redondez necesaria a esta maravillosa partitura, la soprano Ana Nebot como Rosita, segura sobre las tablas y de emisión clara, la mezzo María José Suárez como Doña Mariana que se mete siempre al público en el bolsillo en cada actuación, completa en canto y habla, y el siempre esperado Saboyano del tenor Juan Noval-Moro, entrando marcialmente en escena con una de las melodías más tarareadas de mi adolescencia.

Menos presencia pero igual de importante y solvente la de Manel Esteve como Luis Nogales junto al resto del elenco vocal en personajes que por menores no dejan de tener su peso y calidad para mantener un equilibrio vocal, y donde también tuvieron presencia siete componentes de la Capilla Polifónica «Ciiudad de Oviedo», indicativo de la necesaria calidad citada y experiencia del coro dirigido por Pablo Moras, que además completaron como es habitual, una actuación muy digna pese a las dificultades que conlleva cantar fuera de escena varios números además de la conocida Mazurka de las sombrillas que supuso uno de los momentos álgidos de la representación a nivel vocal y visual por parte de todos.
No faltó el ballet, siempre bello y vistoso, más la niña Amelia Álvarez que todos mimaron en escena, desenvolviéndose con una soltura envidiable.

El máximo responsable musical el asturiano Óliver Díaz volvió a demostrar que es una de las grandes batutas del momento y el mejor defensor de nuestra Zarzuela. Sin perder detalle mantuvo las dinámicas precisas para favorecer las voces, la Oviedo Filarmonía sonó compacta y segura con intervenciones maravillosas del arpa y el concertino en esta recta final de temporada donde ha crecido exponencialmente, sonando la maravillosa música del maestro Moreno Torroba como hacía tiempo no escuchaba.

Y de nuestros ilustres asturianos, el tándem Emilio Sagi con el vestuario de Pepa Ojanguren solo caben elogios para esta producción de líneas puras y colores cálidos, con la iluminación siempre cálida de Eduardo Bravo y coreografía de Nuria Castejón.

Titulo esta entrada con los calificativos de sobria y elegante porque es la tónica, con el detalle de «inventar una maqueta de Madrid y situarla a un lado del escenario, reciclándola como decorado campestre cuando la historia se mueve a Extremadura» con un paño sobre el que las bailarinas colocan unas encinas, la grande que preside el tercer acto, los distintos planos que nunca dan sensación de muchedumbre y sobre todo esos efectos visuales de sombras, luces que dan una plasticidad a la acción bellísimas por su sencillez en esta «historia de sentimientos» perfectamente reflejados por las voces bien elegidas con un «final abierto, sin dar una solución clara a este asunto» de amores y lealtades en ese ambiente con claro marco político de enfrentamiento entre realistas y revolucionarios resuelto con una puesta en escena impecable y unas voces convincentes.

Oviedo quiere zarzuela, de la grande, con títulos y voces de calidad que pongan nuestro género al mismo nivel que la ópera, con más funciones para llegar a un público que ama y entiende esta música como propia. Ya estamos esperando la vigesimoséptima edición de un festival completamente integrado en la vida cultural de «La Viena del Norte», aunque siempre nos queda la calle Jovellanos de Madrid, asturiana e ilustrada. Viva la Zarzuela con mayúsculas.

La Marchenera de Carlos Álvarez

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Lunes 30 de mayo, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo. Zarzuela: XXIII Festival de Teatro Lírico Español: La Marchenera (música de F. Moreno Torroba, libreto de Ricardo González Toro y Fernando Luque), producción del Teatro de la Zarzuela. Equipo artístico: dirección musical de Miguel Ángel Gómez Martínez al frente de la Oviedo Filarmonía, coro Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo»; dirección de escena y dramaturgia: Javier de Dios; iluminador: David J. Díaz. Entrada butaca: 38,50€ + 1 € de gestión (aunque Liberbank no actualiza los cajeros obligándonos a pasar por taquilla).

©Foto Archivo histórico de la SGAE

Primera función de las tres programadas para este penúltimo título del festival de zarzuela ovetense con una producción de «la casa madre» bien resuelta por Javier de Dios, que reescribe todo el texto teatral, al contar con dos excelentes actores como Fernando Sansegundo como Blas Cantero el empresario, y David Ávila como el libretista Serafín Bravo, los verdaderos protagonistas por el enorme trabajo en conseguir explicarnos a la perfección un libreto algo caótico y endeble que van (re)creando para que la música del gran Moreno Torroba lo salve y sirva de actualización con unos recursos en escena básicos que funcionan a la perfección: salvo los actores vestidos según la moda de 1928 en que se estrena La Marchenera, el resto del elenco lo está de fiesta, con trajes negros y fracs siempre elegantes, una iluminación y teloncillos en su sitio para la sucesión de números, y sobre todo un enorme despligue de cantantes mal llamados secundarios por el distinto peso y protagonismo, incluyendo varios solistas del propio coro hoy coprotagonistas, que darían distinto juego, aunque fuese la presencia del barítono Carlos Álvarez como Conde Hinojares más el tenor Sergio Escobar en el rol de Don Félix, perfectos «reclamos» vocales en sus papeles protagonistas, sin desmerecer a las sopranos Rocío Ignacio como Valentina (el único toque verde azabache dentro de la sobriedad global en blanco y negro) y Susana Cordón como Paloma (aunque sea más papel de mezzo).

Quiero comenzar felicitando a la Oviedo Filarmonía que volvió a dejar el foso pequeño por el derroche y calidad demostrados en los dieciséis números, especialmente en el preludio del tercer acto, con un maestro de prestigio como Miguel Ángel Gómez Martínez quien defendió con solvencia y conocimiento esta partitura llena de momentos muy variados, de la alta tensión a lo más popular, todos respetando el escenario para hacer llevaderas y acertadas las intervenciones de los cantantes.

La Capilla Polifónica es el coro oficial del festival y las tablas unidas al trabajo de una formación joven y preparada son un seguro para sus apariciones. En La Marchenera son parte importante de la obra, esta vez sentados pero con una presencia vocal enorme, salvo el último acto, llenos de matices y energía bien medida en los fuertes con todas las cuerdas bien equilibradas, afinadas y empastadas. Los solistas aportados al enorme reparto son de agradecer por ese «paso adelante» que supone tener sus papeles, destacando especialmente Yolanda Secades como Jeroma, convincente vocal y escénicamente.

Y de las once voces del reparto, al igual que en Madrid triunfó Carlos Álvarez, pletórico conde, recuperado felizmente para llenar escena y aportar el grado de calidad a esta zarzuela, profesionalidad y buen gusto siempre, ya demostrado en la temporada de ópera. También volvía Sergio Escobar, esta vez Félix Samaniego sin problemas vocales como en el Ismael de Nabucco, potente y con derroche de volumen que le hace perder musicalidad en los finales de unas páginas bien escritas para tenor, especialmente los pianísimos que brillaron por su ausencia, aunque el ímpetu orquestal también tuvo parte de culpa.

Mejor la Valentina de Rocío Ignacio, que no se salió por peteneras sino que la cantó convencida y con excelente emisión para un color bonito como su vestido. La Paloma de Susana Cordón voló de forma irregular, con un registro grave casi inaudible que intentó compensar con unos agudos sin medida, problemas de tesitura para este papel ingrato de cantar, muy distinto de su anterior visita mozartiana.

De los llamados secundarios volvía el «asturiano de adopción» Francisco Sánchez como Cárdenas tras su anterior Concordio terrible, breve pero seguro, esperando escucharle en papeles con más empaque, pues cualidades y calidad tiene. La soprano toledana Hevila Cardeña fue una Teravilla que se ganó al público, algo corta de emisión pero con gracejo escénico, al igual que el Orentino de Gabriel Blanco, «dibujados» como dúo cómico que no vocales, en un dúo algo gritado en su final, al igual que el breve Don Miguelito de Lorenzo Moncloa.

No me gustó la breve intervención de la cantaora Sara Salado como la Gitana de los Buñuelos al estar amplificada solamente al final ante el poderío del foso, aunque seguramente con una guitarra española y en los palos adecuados su voz luzca mucho más que en esta zarzuela. Una buena técnica vocal no necesita micrófonos, como así demostraron el resto (me pareció Sansegundo en su intervención con la orquesta en tutti algo ayudado, pero puntualmente), pero reconozco que acostumbrados a los trucos en las grabaciones el directo «desmerece» al hacer desvanecerse las voces que no proyectan correctamente.

Con todo Moreno Torroba siempre deja momentos musicales únicos como el dúo de arpa y violín, conocedor de la orquestación aunque La Marchenera resulte densa para algunas voces salvo un Carlos Álvarez que vuelve a ser el de siempre, como Gómez Martínez, la OFil y nuestra «Polifónica».

Solidaridad con voces de lujo

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Sábado 14 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Gala lírica de ópera y zarzuela a beneficio de «Kiva Mirando a India«. Beatriz Díaz (soprano), Jessica Pratt (soprano), Juan Jesús Rodríguez (barítono), Alejandro Roy (tenor), Oviedo Filarmonía, Julio César Picos (director). Obras de Verdi, Donizetti, Giordano, Cilea, Giménez, Moreno Torroba, Penella. Entrada: 23 €.

Cuarteto vocal de lujo para una gala solidaria donde también estuvo muy presente París, encabezada por el barítono onubense afincado en Madrid, que lidera la asociación «Kiva Mirando a India» dedicada a escolarizar niños en Belagola (estado de Karnataka) y con pase previo de un vídeo donde aparece parte de este proyecto.

Verdi es el gran renovador de la ópera y ocupó gran parte de esta velada solidaria, primero La traviata desde la obertura que sonó ideal con la Oviedo Filarmonía hoy dirigida por un conocedor del género como el maestro gijonés Picos, pasando por el «Sempre libera» de la soprano inglesa afincada en Australia Jessica Pratt pletórica en volumen y agilidades aunque una Violeta algo fría en este inicio, contestada fuera de escena por un Alfredo que sabíamos era el asturiano Alejandro Roy, antes del Giorgio Germont hoy en día sinónimo de Juan Jesús Rodríguez, impresionante en todos los aspectos ese «Di Provenza», y en un momento álgido que esperemos mantenga, antes de la llegada de nuestra Beatriz Díaz encarnando la Violeta enferma (avisaron de su catarro pero nadie lo diría) en el dúo «Madamigella Valery» con el «suegro», ideal de contrastes, musicalidad y juego de roles, bastón, carta y silla incluidos que nos metieron de lleno en la escena con un rol que la asturiana debutaba con sobresaliente. La otra ópera elegida nada menos que Otello donde Alejandro Roy cantó el «Dio mi potevi» asombrando en toda la gama vocal y dramática bien arropado por la orquesta, un tenor capaz de afrontar todo el amplio registro sin perder proyección, totalmente imbuido del personaje, continuando con el dúo «Talor vedeste in mano» que el Yago del andaluz mejoró al del Campoamor, par de voces empastadas y pletóricas en estos momentos de sus carreras, lamentando no tener más en Asturias a un elenco de casa que debe triunfar fuera. Como premonitorio de ésto la obertura de La forza del destino que abría la segunda parte y nos despedía de Verdi con la orquesta de la capital experta en foso y dominadora de este repertorio al igual que su director, algo mermada en efectivos pero compensado por la entrega de sus integrantes.
Si «Traviata» forma parte de mi mochila operística, puede que el grueso de ella sea Lucia di Lammermoor de Donizetti, tanto en vivo como en grabaciones, y Jessica Pratt no defraudó ni en «Regnaba nel silenzio» con todas las endiabladas agilidades, matices, registros extremos y toda la pirotecnia desplegada en la partitura, como tampoco en el dúo «Apressati Lucia… Sofriva nel pianto» que Enrico Juan Jesús Rodríguez completó y equilibró en emociones musicales, nuevamente rotundo y convincente.

Llegarían las arias de los asturianos, Alejandro Roy con «Colpito qui m’avete» de Andrea Chenier (Giordano) defendido con pasión y dominio escénico para un rol que le va como anillo al dedo, y Beatriz Díaz en «Ecco: respiro appena… Io son l’umile ancella…» de Adriana Lecouvreur (Cilea) verdaderamente increíble, sentido, con esa línea de canto tan bien dibujada, matices increíbles sin perder proyección pese a una orquesta detrás y no en el foso, pero especialmente un color inimitable y personal que delinea cada personaje de forma magistral.

La lírica aúna ópera y zarzuela porque exigentes son ambas e incluso más la española despojada de complejos cuando tiene calidad e intérpretes. El conocido intermedio de La boda de Luis Alonso (G. Giménez) hizo de puente para disfrutar nuevamente de la OFil, cómoda en el repertorio y aire elegido por Picos, cuadro bailable que preparaba dos joyas, la romanza de Vidal «Luché la fe por el triunfo» de Luisa Fernanda (Moreno Torroba) que Juan Jesús Rodríguez canta como nadie, y hay grandes intérpretes a lo largo de la historia,

más el dúo asturiano de El Gato Montés (Penella), Roy y Díaz como Rafaelillo y Soleá arrancando el «ooole» del respetable del pasodoble más universal «Torero quiero ser», y enamorando como la primera vez, pareja perfecta e idónea de tenor-soprano, ambos de casa, calidad más que contrastada, química y física musicales levantando al público que premió con merecidísimos aplausos este cierre de velada con dos asturianos universales a los que apenas podemos disfrutar en su tierra (de hecho Beatriz Díaz parte este domingo a Taiwán para el Carmina Burana de La Fura dels Baus).

Aún quedaban dos propinas de lujo, el dúo del barítono de Cartaya y la soprano de Bóo en La del manojo de rosas (Pablo Sorozábal) «hace tiempo que vengo al taller» renombrando la zarzuela en ópera española por todo lo que disfrutamos, y un aria en solitario de la británica, nada menos que «O luce di quest’anima» de Linda di Chamounix (Donizetti) en la línea de las grandes voces belcantistas, bien acompañada por una OFil siempre presente (por momentos demasiado) con Julio César Picos al frente cerrando un concierto de vértigo por la dificultad en concertar tantas y difíciles partituras en un esfuerzo digno de grandes batutas.

P. D.: Reseña en LNE del domingo 15.

Zarzuela matutina

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Sábado 16 de mayo, 12:00 horas. Fundación Juan March (Madrid): Los conciertos del sábado. Ciclo «Zarzuela cómica«: Homenaje a Guillermo Fernández-Shaw (1893-1965). Carmen Solís (soprano), Carlos Crooke (tenor cómico), Aurelio Viribay (piano). Entrada gratuita.

Madrid en fiestas aunque para la música siga siendo la capital, con espectáculos diarios y para todos los públicos. Un lugar que no suele faltar en mis escapadas es la fundación de la calle Castelló, en pleno barrio de Salamanca, de cuya dirección musical se encarga mi admirado Miguel Ángel Marín, esta vez para un merecido homenaje con un concierto que repasaba dúos y romanzas de zarzuela donde la saga Fernández-Shaw se ocupó de los libretos, parte esencial en este género tan nuestro porque no sólo es encontrar los textos sino adaptarlos para ser cantados, de ahí la habitual colaboración de dos libretistas como iremos comprobando. El legado de esta familia se encuentra en la Biblioteca de la Fundación Juan March y se celebran ahora los 50 años del fallecimiento de Guillermo, licenciado en Derecho como su padre Carlos además de periodista en La Época antes de dedicarse a los libretos de zarzuela que hasta 1950 firmaría junto al ovetense Federico Romero. Del hilo argumental en este espectáculo ameno, entretenido y que colgó el cartel de aforo completo se encargó precisamente Carlos Crooke, cual libretista que nos iba narrando argumentos con una mesa y una silla como taller de trabajo de todo escritor, además de cantarlos y escenificarlos con la soprano extremeña Carmen Solís y el talento pianístico de Aurelio Viribay, no ya acompañante o director sino auténtico maestro para muchos artistas de nuestro panorama lírico y trabajador incansable en recuperar veladas como esta matutina de «Los sábados de la Fundación«.

Los compositores y obras elegidas sirvieron para comprobar el talento de Carlos Fernández-Shaw y sus hijos Guillermo y Rafael en perfecto entendimiento para escribir auténticas joyas de nuestra no siempre defendida ni entendida zarzuela.

Guridi escribe su obra «El Caserío» con libro de Guillermo y Romero, eligiéndose el dúo Cuando hay algo que haser para abrir boca con dos voces que funcionarían a la perfección también por separado, y su conocida romanza de tenor Yo no sé qué veo en Anamari, algo más dura para un tenor cómico como Crooke aunque Viribay mimó la partitura de principio a fin.

No tan popular como el vasco pero con los mismos escritores del libreto, el alicantino Ernesto Pérez Rosillo (1893-1968) escribe en 1921 «Las delicias de Capua» de la que escuchamos Por las orillas del Manzanares, romanza realmente deliciosa que nos lleva a los cuadros goyescos más que a las guerras púnicas. A continuación mismos literatos para otro de los grandes músicos de zarzuela como el maestro Jacinto Guerrero con el simpático dúo de Colette y Moisés a ritmo de fox-trot Yo no soy Napoleón de «Las alondras» (1927) donde Carmen Solís y Carlos Crooke recrearon y repescaron un título algo perdido frente a otras más famosas, pese a la calidad de su partitura, continuando con estos gustos de argumentos «militares» y amorosos para «La señora capitana» (libreto de Jackson Veyan) con música de Joaquín «Quinito» Valverde y Tomás Barrera, donde el dúo Dejar las armas podemos ya sacó registros hermosos en la soprano bien contestada por el tenor, papeles adaptados a voz y escena dentro del llamado Género Chico, aunque sólo de extensión.

Volvía el tándem Fernández-Shaw – Romero para una de las zarzuelas más representadas como «La canción del olvido» (Serrano) y la famosa romanza Canta el trovador, que Carmen Solís bordó con gusto arropada por el terciopelo pianístico de Aurelio Viribay.

En pleno San Isidro no podía faltar algo castizo como «El bateo» de Chueca (libreto de Antonio Domínguez y Antonio Paso) con dos números alegres perfectamente entendidos por los intérpretes: el couplet para tenor cómico Yo me llamo Virginio Lechuga jugando con las medias color carmesí, y el dúo con Visita Muy buenos días señor Virginio, declaración amorosa sacando todo el partido a las dos puertas que flanquean el órgano de tubos del salón de la Fundación y aún más este fragmento para unas voces ideales en este repertorio, más duro de lo que aparenta y compuesto parte de él en tiempos donde las tiples y vicetiples no tenían registros tan «claros» como hoy.

El homenaje no podía olvidar al patriarca Carlos quien con José López Silva escriben el libreto de «Las bravías» (Ruperto Chapí), título no muy representado del que disfrutamos el dúo ¿Por qué no te marchas? interpretado con sentimiento y musicalidad sobre las tablas. Y otra partitura que siempre resulta una joya por una música de primera como «La chulapona» (1934) de Moreno Torroba y textos de Guillermo y Romero de quien escogieron el dúo Yo que con las damas, retrechero y chulapón como la verbena de San Cayetano y castizo como un chotis, elegancia de Solís y desparpajo de Crooke, con una orquesta pianística más que manubrio de organillo con Viribay, todos capaces de recrear un número de primera que bisaron al final del concierto.

Para terminar este teatro musical de cámara dedicado a la zarzuela tenía que estar Francisco Asenjo Barbieri y «El barberillo de Lavapiés«, con nada menos que Luis Mariano de Larra como libretista para una maravilla de nuestra historia lírica no ya local sino mundial, plenamente vigente en tiempos donde parece renacer nuestro género musical por excelencia que triunfa allá donde va. Tres números para disfrutar: las seguidillas manchegas En el templo de Marte, la conocidísima romanza Como nací en la calle de la Paloma y el dúo Una mujer que quiere ver a un barbero, los enredos y comidillas de una profesión, aquí con Lamparilla, que ha dado muchas páginas escénicas y nuestro Barbieri eleva a su máxima categoría con unas voces adaptadas al carácter que letra y música reflejan, más una orquestación endiablada al reducirla al piano pero que Aurelio Viribay interpreta como nadie, pudiendo comprobar el excelente momento de Carmen Solís en un repertorio que no es el habitual suyo y un Carlos Crooke feliz y cómodo en unos papeles no siempre valorados y con personajes de nombres poco agradecidos como él mismo contaba en sus interloquios siempre llenos de ironía y buen gusto. Una mañana realmente zarzuelística que servía como aperitivo a la sesión del «templo» en la tarde noche. Pero ésta… será otra historia.

 
P. D. El audio del concierto está disponible en este enlace de la propia Fundación sólo hasta el día 16 de junio de 2015.

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