Inicio

Se detuvo abril

4 comentarios

Domingo 30 de abril, 19:00 horas. Oviedo, Conciertos del Auditorio: Piotr Beczala (tenor), Coro de la Ópera de Oviedo (directora: Elena Mitrevska), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de: Verdi, Massenet, Rossini, Donizetti, Bizet, Gounod y Puccini.

No se puede pedir más para terminar una semana grande de abril en Oviedo, «La Viena del Norte» que el debut en Asturias del mejor tenor del momento, el polaco Piotr Beczala que vino con lo mejor del repertorio operístico francés e italiano acompañado por la habitual orquesta del foso del Teatro Campoamor (qué bien hubiera estado tenerlo para celebrar los 125 años) con Conti en su progresiva despedida musical, y el Coro de la Ópera de Oviedo, un broche de oro para una programación digna de las grandes capitales culturales, y la asturiana es una de ellas aunque los gestores miopes sigan pensando que la cultura es otra cosa.

Verdadero festival operístico de arias y coros de ópera sin escatimar esfuerzos por parte de nadie desde la obertura de I vespri sicialini (Verdi) bien llevada por la OFil y Conti en planos y tiempos antes de la primera aria de Beczala, «Di’tu se fedele il flutto m’aspetta» de Un ballo in maschera, verdadera piedra de toque para casi todos los grandes tenores líricos de la historia, muchos de ellos pasando por el centenario coliseo carbayón, y el polaco pasando a engrosar la larga lista, en estado vocal y físico perfecto para cantar Riccardo, timbre hermosísimo, color homogéneo en todos los registros con un cuerpo de auténtico tenor, bien acompañado por una orquesta esta vez detrás, lo que no siempre tuvo en cuenta el director florentino que apenas se «apiadó» por mantener los matices escritos aunque siempre atento al polaco que sí lo cantó todo, graves poderosos, medios fuertes y agudos seguros con el exigente salto descendente de octava y media que casi nunca escuchamos, pese a estar en la partitura, bien acompañado por el coro ovetense en estado de gracia.

Comentábamos unos cuantos que peinamos canas al descanso que Alfredo Kraus será para muchos de nosotros el verdadero y genuino Werther de Massenet, casi el único, poniendo el listón tan alto que su referencia estará siempre presente «por los siglos de los siglos», sobre todo en Oviedo donde aún se le recuerda como si fuera ayer. «Pourquoi me réveiller» en la voz de Piotr Beczala alcanzó casi la esencia del canario, poderosamente lírico, línea de canto ideal, emisión perfecta y sobre todo emoción, levantando los primeros bravos de un público que no llenó el Auditorio, tal vez por el llamado «puente de Mayo» aunque no faltaron muchos habituales de la temporada ovetense, que seguramente estuvieron en el Liceu escuchando al polaco en este rol.

Las voces graves del coro de la ópera cantaron el conocido coro de aldeanos «Quel jour serein le ciel présage!» de Guillermo Tell (Rossini) porque en una gala lírica no podía faltar «el Cisne de Pesaro» aunando Italia y Francia, feliz interpretación y notándose ya la mano de Mitrevska en color, empaste y amplia gama de matices en todas las cuerdas.

Una de mis óperas preferidas, y puede que más escuchadas en vivo, es Lucia de Lammermoor (Donizetti) con representaciones históricas y varios Edgardo para el recuerdo (por supuesto Kraus a la cabeza) por lo que poder escuchar «Tombe degli avi miei» cantado por Beczala me emocionó particularmente, más al comprobar que pese a los aplausos y con los hombres del coro en pie todavía quedaba el suicidio, esa bella alma enamorada («Tu che a Dio spiegasti l’ali, O bell’alma innamorata…«) donde solo faltó Raimondo preguntando con voz de bajo profundo «Che facesti?» al desdichado, porque nuevamente quedó demostrado el escalafón tenoril con un Piotr poderoso e íntimo, cantando lo escrito desde la recreación del personaje a pesar de lo destemplada de una orquesta cuyos metales nunca fueron matizados desde el podio. Un placer este final de «mi Lucia» en la voz del tenor polaco.

Si la primera parte nos dejó boquiabiertos, quedaba la segunda nuevamente con lo mejor del repertorio francés e italiano. El Preludio del acto III de Carmen (Bizet) bien llevado por Conti que olvidó hacer saludar al arpa acompañante del solo de flauta a cargo de Mercedes Schmidt, dio paso a la conocidísima aria de la flor, «La fleur que tu m´avais jetée» que no puede cantarse mejor ni con más gusto, incluyendo el agudo pianísimo tan difícil y nuevamente con la orquesta algo «pasada de matices» que no taparon la emisión perfecta del polaco, con una cuerda aterciopelada en esta verdadera recreación de un Don José de referencia en este siglo.

Aún cercano el Fausto (Gounod) del Campoamor, volvimos a disfrutar con el coro de soldados («Gloire immortelle de nos ayeux») a cargo de las voces graves potentes, afinadas, de dicción perfecta y con la OFil sobre el escenario antes del aria «Salut Demeure chaste et pure» con un Beczala bordando el personaje en toda su expresión, poco ayudado por la orquesta, con unos agudos brillantes algo tapados, el registro medio redondeado y sobre todo una musicalidad que devuelve su Fausto al nivel de nuestro Kraus, algo de agradecer en tiempos de penurias tenoriles salvo contadas excepciones (cancelaciones aparte).

Teniendo un coro en escena no podía faltar «Va pensiero, sull’ale dorate» de Nabucco (Verdi) que las voces de nuestra temporada operística cantaron de memoria sentido y bien acompañadas de una OFil con Conti bien matizado como era de esperar en un canto que casi se convierte en el himno de los oprimidos a lo largo de una historia que seguimos escribiendo y coro popular nunca populista.

El fuego lo pondría Il Trovatore (Verdi) con la comprometida aria «Di quella pira» donde Manrico Beczala no pareció estar a gusto, con menos «fiato» del esperado aunque abordando todas las notas de la partitura y con poca mano izquierda de Conti que estuvo más pendiente de las entradas y el «tempo» que de los matices, a punto de quemarse en esta pira verdiana pese a un coro de hombres perfecto cantando «All’armi» como el tenor

Pocas veces se puede escuchar en un recital «Nessun dorma» de Turandot (Puccini) completo, un lujo y verdadero placer en las voces de Piotr Beczala y el Coro de la Ópera de Oviedo ideal, perfecto cierre de un concierto para el recuerdo donde las propinas estuvieron a la altura del Calaf polaco.

Si en la primera parte se nos suicidaba Edgardo, Mario Cavaradossi antes de ser fusilado canta «adiós a la vida» en Tosca (Puccini), la conocida aria «E lucevan l’estelle» que el polaco cantó a gusto y con gusto, la OFil contenida para disfrutar del poderío y buen cantar de un tenor triunfador en Oviedo.

No estamos acostumbrados a la opereta aunque la conocemos y suele programarse en recitales. Beczala también tiene en los suyosLehár que no podía faltar (¡ay, me muero si llega a estar con la Netrebko!) y más teniendo al coro de hombres de la ópera de Oviedo, «Freunde, das Leben ist lebenswert» de Giuditta, más el extraordinario violín solista de Andrei Mijlin, matices impresionantes, juego con el «rubato» bien entendido por Conti, musicalidad a raudales y otro regalazo antes del «Core N’grato – Catari» (Salvatore Cardillo), nuevo recuerdo, legado o tributo a Kraus y la lírica de la canción popular napolitana (faltó la mandolina) bien interpretada por todos para una lección de buen gusto a cargo del mejor tenor actual sin lugar a dudas por lo escuchado en Oviedo deteniendo abril…

Devia siempre diva

Deja un comentario

Sábado 14 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Mariella Devia (soprano), Albert Casals (tenor), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de Donizetti, Bizet, Gounod, Massenet, Rossini y Bellini.

Se dice que las mujeres no tienen edad y las divas son eternas. La soprano de la Liguria Mariella Devia, a quien algunas fuentes indican nacida un 12 de abril de 1948, es atemporal. Pocas voces pueden seguir cantando tantos años sin perder nada de sus características (en esto la comparo al irrepetible Alfredo Kraus con quien compartió muchos títulos), una de las reinas del bel canto que volvía tras décadas a Oviedo concitando la misma expectación y llenando un auditorio con público llegado de todas partes. Recital con sus mejores páginas, una orquesta que ha mamado mucho foso lírico y los años van dotando de entendimiento bien asentado, con un Conti siempre atento a su compatriota, más un tenor ya conocido, Albert Casals, que en la capital asturiana hiciese entre otros su Edgardo junto a un concierto extraordinario con la OSPA y los coros de la FPA, de voz valiente, poderosa, habitual de estos repertorios, de timbre propio y característico aunque me siga transmitiendo cierta tensión en los agudos, por otra parte sobrados aunque mejorables en dinámicas, pero buen «partenaire» para La Señora Devia, que este sábado fue la verdadera protagonista.

Las oberturas elegidas para completar el recital, siempre muy subjetivas con algunas de autores que luego escucharíamos arias y dúos, fueron bien llevadas por un Conti con oficio al frente de su OFil, plantilla apta para la ocasión con algunos jóvenes aprendiendo el duro oficio de músico en orquesta, aunque solo tres contrabajos que, como suele pasar demasiadas veces al no reforzarse, deben compensar volúmenes y conseguir el siempre necesario sustento en los graves.
Aseadas las oberturas de Donizetti (La hija del regimiento y sobre todo Roberto Devereux con el himno británico bien delineado, finalizando la segunda parte), decidido Rossini (Tancredi) siempre con marca propia que permite disfrutar a los músicos y público, jugoso además de en su punto, como las recetas del cisne de Pésaro.

Las arias francesas mayormente en la primera parte fueron sacando a escena a «La Devia«, sacerdotisa Leila de «Los pescadores de perlas» (Bizet) con una orquesta siempre en segundo plano incluyendo unas trompas aterciopeladas en su Comme autrefois, Manon de Massenet con Adieu, notre petite table, y sobre todo una magistral Julieta sin Romeo (Albert sin Julieta cantó anteriormente su aria Ah! lève-toi soleil) donde el Je veux vivre de Gounod mostró el magisterio de la italiana en técnica, emisión, dulzura, control del fiato, matices y todo lo que queramos añadir, antes del esperado dúo Lucia, perdona -de la escena quinta del primer acto- con un buen Edgardo Casals, potente, nada contenido y convencido para una ¿despistada? Lucía di Devia calando medio tono una frase completa avanzado el dúo, con cierto asombro incluso de Conti y la orquesta intentando reconducirla a la corrección desde unos pianissimi mayores de lo esperado, aunque remontase en el siguiente Da Capo. Buen empaste de ambas voces, el dúo claro y dibujado hasta en las respiraciones, más un excelente acompañamiento orquestal rico en matices y cambios de tempo, con especiales y destacadas intervenciones de arpa, flauta y fagot que recogieron los múltiples aplausos del respetable.

El descanso vino bien para volver con los platos fuertes, Donizetti y BelliniAl dolce guidami («Anna Bolena») pletórico en cada pasaje, agilidades, coloratura, limpieza, emisión, fluyendo una voz inigualable por encima de una orquesta y director plegados a la diva, pero sobre todo la irrepetible, magistral, emocionante «Norma» con Casta diva cantada casi al completo (pese a los «esperados» aplausos rompiendo todo el aria) que Devia cantó con el poso de los años cual Gran Reserva, totalmente metida en el rol, sintiéndolo y transmitiéndolo, respigándome como pocas veces en señal inequívoca de estar escuchando historia viva de la ópera y saboreando un caldo al alcance de pocos paladares.

La parte bufa de Donizetti vino de «L’elisir d’amore«, la conocida aria Una furtiva lagrima que Albert Casals interpretó un Nemorino más valiente que tímido, precisamente por lo antes apuntado del agudo, y el dúo Una parola, o Adina donde La Devia demostró la capacidad emocional para pasar de la tragedia al drama en tan poco tiempo, generosa y simpática, atemporal jovencita enamorando a todos.

Dos propinas bien distintas: «La tabernera del puerto» de Sorozábal para Leandro Casals No puede ser bravío más que sentido, y Mussetta Devia con el bellísimo vals Quando men vo que Puccini escribió en contraposición a Mimì de «La Bohème«, donde el maestro Conti llevó a la OFil totalmente de la mano al servicio de «La Diva Devia» que no pudo acabar mejor esta lección de belleza al canto.

Beatriz Díaz, esperando a Mimì

3 comentarios

Miércoles 8 de octubre, 20:00 horas. Gijón, Teatro Jovellanos: Sociedad Filarmónica, primer concierto de la temporada: Beatriz Díaz (soprano), Julio Alexis Muñoz (piano). Gala lírica de canción española, zarzuela, opereta y ópera. Precio no socios: 18€ (+1€ de gastos en Tiquexpress).

Siempre es un placer escuchar a nuestra soprano más internacional, y más en casa, donde aún sigue sin ser profeta para desgracia de la legión de seguidores que mueve, como así quedó demostrado con la excelente entrada que mostró el coliseo gijonés en colaboración con la Sociedad Filarmónica local para esta inauguración de temporada y acuerdo, posibilitando la asistencia de no abonados. Personalmente mi agradecimiento por esta feliz idea.

Dejo el programa y las notas aquí porque será imposible detallar cada una de las partituras que Beatriz Díaz desgranó con el excelente pianista canario Julio Alexis Muñoz, seguridad y colaboración necesarias para redondear una noche plagada de emociones por parte de intérpretes y respetable.

La soprano allerana se mostró espléndida en el amplio sentido de la palabra: dándolo todo como en ella es habitual, lo que la hace grandísima artista, con dos vestidos, uno para cada parte como se espera de las figuras, y en un momento vocal más que esplendoroso, de total madurez. No se presentó en Gijón para un recital cualquiera sino de muchos quilates, similar al de hace un año que colgó el cartel de «Sold Out» en Tokio, dejándose jirones del alma en cada obra, interpretación vocal y gestual haciendo un derroche físico y anímico para poder pasar de un personaje a otro y volver a enamorarnos en cada uno de ellos.

Abrir con las Siete canciones populares de Falla es muestra de su poderío actual, cantar con gusto El paño moruno, intimar con la Asturiana tan cercana, desparpajo de la Seguidilla murciana o la Jota, adormecer con una Nana susurrada y rematar con la Canción y El Polo donde el piano, siempre con la tapa abierta, compartió emociones. Qué decir de esas otras maravilla de canciones: Del cabello más sutil (Obradors), sutileza en la línea de canto, matices increíbles con una dinámica amplia y un registro siempre homogéneo, o los Cantares (Poema en forma de canciones) de J. Turina, catálogo de sabiduría interpretativa incluso en las vocalizaciones sin olvidar nunca la raíz popular desde unas obras dignas del género liederístico más reconocidas fuera de la piel de toro. El pianista canario dominador de este repertorio, fue la pareja interpretativa perfecta.

Breve pausa para volver con un mantón de Manila y enfrascarnos con las romanzas de zarzuela exigentes a cual más, actriz en cada gesto y cantante con mayúsculas de principio a fin: la «Canción de Paloma» de El barberillo de Lavapiés (Barbieri) exigente para piano por la reducción orquestal realmente endiablada y vocalmente otro tanto, la «Romanza de Roseta» de La labradora (L. Magenti), probablemente lo mejor escrito del valenciano y que nos puso el alma en vilo, y finalizar por «Petenera» de La marchenera de Moreno Torroba, que escuchándolas en voces como la de Beatriz Díaz, revalorizan siempre este género tan nuestro que parece comenzar una nueva etapa.

Si la primera parte resultó dura, la segunda sería demoledora y apta solo para una soprano dúctil, trabajadora, autoexigente y profesional, metiéndose en cada personaje de las siete arias, a cual más difícil, vocalmente como si se tragase dos óperas seguidas y en distintos idiomas: alemán, francés e italiano. «Glück, das mir verlieb» de Die tote stadt (Korngold) me descubrió colores que no conocía en esta «Canción de Marietta», técnicamente perfecta y volcada sentimentalmente con esa nostalgia del amor que se apaga. Contraste anímico en el breve espacio de una a otra con el lied de Vilja de La viuda alegreDie lustige witwe«- de Lehar, lo más conocido de esta opereta tan cercana a nuestros cuplés donde pianista y soprano se entendieron a la perfección para dibujar mentalmente el ambiente de salón.

Vendrían después tres arias francesas que Beatriz Díaz ya ha hecho suyas: «Adieu notre petite table» de Manon (Massenet), emocionándonos todos por su belleza en el canto, su entrega, subrayando todo lo que la partitura indica para recrearlo; un respiro de sentimientos para la conocida «aria de las joyas» de Faust (Gounod), imaginándonos la escena con escucharla y quedarnos hipnotizados en cada gesto, para volver a acongojarnos con otra recreación de Adriana Lecouvreur (Cilea) y su «Io son l’umile ancella«, ampliando repertorios con buen criterio vocal, ensanchando no solo voz o registro sino personajes que la de Bóo se cree de principio a fin.

Y si hay un compositor con el que Beatriz Díaz parece de otra galaxia es Puccini, dos óperas que han disfrutado muchos públicos no precisamente cercanos: «O mio babbino caro» de Gianni Schicchi que con piano resulta aún más indescriptible, y sobre todo «Mi chiamano Mimì» de La Bohème, un rol que sigue esperando pero no puede tardar mucho porque Musetta es el complemento y la tiene igualmente asumida, de hecho la propina primera fue el Vals, siempre un encanto (o unen canto). El público rendido a los pies de nuestra sopranísima tras el sobresfuerzo compensado con el cariño y la satisfacción del trabajo bien hecho. Todavía nos regaló El vito de Obradors para demostrar su apego a la tierra además del desparpajo escénico así como el fondo físico para cantar lo que nos cantó ¡y cómo!, siempre muy bien arropada por el maestro Muñoz al piano. Un portento de mujer a la que seguimos puntualmente. Gratitud infinita.

Garanča es La Mezzo

Deja un comentario

Jueves 8 de mayo, 20:00 horas. Oviedo, Conciertos del Auditorio: Elĩna Garanča (mezzo), Oviedo Filarmonía, Karel Mark Chichon (director). Obras de Glinka, Tchaikovsky, Massenet, Saint-Saëns, Gounod, P. Marquina, S. Lope, Manuel Penella y Bizet.

El próximo San Juan hará cinco años de espera que merecieron la pena. Esta vez en solitario (sin Cura), también dirigiendo Chichon (como casi siempre) pero Oviedo Filarmonía en vez de OSPA y el Auditorio en vez de Teatro Campoamor: Elĩna Garanča sigue enamorando con Mark Chichon, con el poso (y peso) de la reciente maternidad que aún hace más bella su voz en cualquier registro, desde una técnica exquisita que hace fluir y llegar a todos los rincones pese a tener detrás (y siempre «a sus pies») una orquesta a pleno rendimiento donde su pareja no perdona, dominando de memoria cada obra como sólo su estado civil puede lograr.

En la línea de las grandes voces, casi todas pasando por esta capital lírica, Oviedo rendido a ella, única, diva, la letona, «La Mezzo»…

Para alcanzar estas cotas de calidad y reconocimiento mundial, sumar además de una voz prodigiosa, la inteligencia en la elección del repertorio, aparcando los roles belcantísticos y centrándose en el repertorio francés (como así lo recoge Pablo Meléndez-Haddad en las notas al programa). En la segunda parte fue Carmen de Bizet y como en su registro, puedo añadir que ella es actualmente «La Carmen de España y no la de Merimé», pero comenzar escuchando el aria «Adiós a tus montañas y tus prados» de la poco conocida La doncella de Orleans (Tchaikovsky) sirve para recuperar repertorios, engrandecer personajes como el de Juana de Arco y agradecer una herencia desde la que pasar directamente al francés que la cantante de Riga hace y siente como nadie.

Primero «Mon coeur s’ouvre à ta voix» del Samson et Dalila (Saint-Saëns) recreándose en el «tempo», vocalizando como una parisina, seduciendo, luciendo en presencia, física y vocal un personaje arriesgado como la partitura, y después Gounod con «Plus grand, dans son obscurité«, el aria más conocida de La Reina de Saba que no tiene nada que envidiar a otras del galo aunque personalmente desconozca esta ópera completa, pero perfecto cierre a la primera parte.

La segunda lo apuntado de Carmen Garanča, cambiando el vestido gris por el rojo pasión. Todas sus arias de la ópera alternando con preludios y entreactos instrumentales engarzado no en el orden de la representación pero eficaz en esta globalidad. Abría con la primera versión de «L’amour est un enfant de Bohème» del acto I, el preludio y la famosa Habanera seguida del entreacto del tercer acto para regalarnos la seguidilla del primer acto (pandereta entre cellos y violas) excepcional, entreacto del cuarto, «En vain, por éviter» del tercero, entreacto del segundo y la canción bohemia para cerrar esta «selección carmina», lección de canto puro, interpretación, riqueza expresiva, destacando la perfecta concertación y conocimiento del maestro Chichon que sacó de la Oviedo Filarmonía lo mejor de ella, cierre de temporada madura, auténtico placer no ya en el acompañamiento sino en sus intervenciones instrumentales:

La obertura de Ruslán y Ludmila (Glinka) es piedra angular de toda orquesta sinfónica, más para arrancar velada y con el aire ligero por el que optó el director llanito, pero que cada sección respondió a los requerimientos. La conocidísima «Meditation» de Thaïs (Massenet) nos permitió disfrutar de la calidad y sonoridad que nuestro concertino Andrei Mijlin atesora, secundado por el arpa de Danuta Wojnar y arropado por todos sus compañeros. La «Bacanal» tras el aria de Dalila Garanča lo fue literalmente por el derroche tímbrico de la orquesta ovetense, odalisca bella, danzarina y clara con la dirección elegante y precisa de Chichon.

Los tres pasodobles enlazados como ambientación o preparación española para la cigarrera andaluza pueden resultar bien fuera de España. Enlazar España Cañí (P. Marquina), Gerona (S. Lope) y el más famoso de Penella (El Gato Montés) todos sin completar, caen en tópicos musicales aunque con Karel Mark la OvFi los hizo sinfónicos, sobre todo el último que sería muy rápido para bailar e incluso cantar.

Toda diva se hace de rogar y los aplausos merecidos trajeron las esperadas «Carceleras» de Las hijas del Zebedeo (Chapí), justo lo español puro y sin tópicos, dicción casi malagueña y género que La Mezzo ama y lleva por todo el mundo, lo que debemos agradecerle, especialmente cantándolo como ella lo hace. Distinta su versión del mundial Granada (A. Lara) aunque costase sacarla tantas veces a escena antes de una segunda propina que levantó al respetable de sus asientos (y Neira cronometró) más por gratitud y emociones anteriores de una interpretación globalmente casi completa. Oviedo capital de la lírica exige hasta en los regalos, y eso que hubo ramos de flores para la pareja. Y queda completar el refrán «a la tercera va la vencida» que no desisto sea directamente en la (temporada de) ópera, aunque en estos tiempos supongo que sólo sea un sueño. La esperanza musical nunca la pierdo, Benalmádena no está tan lejos y Garanča se sintió como en casa, a lo que la OvFil ayudó y Chichon fue cómplice.

2:10.

Décimo aniversario de la ALAAK

Deja un comentario

Martes 5 de junio, 20:00 horas. Sala de Cámara del Auditorio de Oviedo. ALAAK, Concierto X Aniversario: Mercedes Gancedo (soprano), Mario Álvarez Blanco (piano). Obras de Fauré, Schubert, Debussy, Ginastera, Haendel, Donizetti, Mozart, Massenet y Gounod. Entrada: 10€.

La Asociación Lírica Asturiana «Alfredo Kraus» que preside mi amigo Carlos Abeledo celebraba su décimo aniversario con buena asistencia de público y en su línea de ofrecer oportunidades a cantantes en formación con proyección futura, y así llegó a Oviedo la joven argentina afincada en Barcelona Mercedes Gancedo acompañada del asturiano Mario Álvarez Blanco, un repertorista de la casa que cumplió con su cometido, discreto en cuanto a volúmenes pero dando la seguridad que todo cantante quiere tener tras de sí, y poco agradecido sobre todo en las obras orquestales con transcripciones no siempre pianísticas donde el «repetidor» debe sacar del teclado colores que no tiene.

De la soprano comenzar diciendo que me sorprendió su color vocal, más cercano a mezzo pese al repertorio elegido (como curiosidad comentar que muchas de ellas las canta Cecilia Bartoli, pero también mi idolatrada Netrebko, sin olvidarme de mi soprano preferida Beatriz Díaz que también actuó para la ALAAK), donde tuvo sus más y sus menos aunque siempre metida en cada papel, muy expresiva gestualmente y con detalles que supongo apuntan a una prometedora carrera que todavía está comenzando, pues quedan cosas por trabajar (realmente toda la vida) que su maestra espero sepa encauzar a partir de una mejor elección de las obras para poder dar de sí todo un potencial que no brilló en esta velada como cabría esperar.

La primera parte digamos que fue muy «académica» (y lo digo con conocimiento de causa por los años pasados como pianista acompañante del alumnado que Mª Dolores Suárez Tamargo tenía a finales de los 80 y principios de los 90) en su entorno de voz con piano donde lo francés dominó al notársela cómoda expresivamente: Ici-bas! (G. Fauré), bien para su registro y color, Nur wer die Sehnsucht kennt «Lied der Mignon» (F. Schubert), Beau soir y
C’est l’extase langoureuse (C. Debussy) como «ariettes oubliées» bien interpretadas por soprano y pianista, más la siempre hermosa Canción del árbol del olvido (A. Ginastera) cantada con el acento porteño original aunque el piano hubiese resultado más «guitarrístico» para esta vidalita… El cierra con otra preciosidad como el Après un rêve (Fauré) donde la voz «corrió» más que en las obras iniciales, llena de sentimiento y como se dice en el argot taurino, gustándose.

Para la segunda parte llegaba la lírica, dura y no siempre adaptada al color de voz de la descendiente de asturianos (ese apellido Gancedo es muy vaqueiro), nuevamente con la tendencia francesa que resultó mejor que unos «italianos» no apropiados para ella: el aria más famosa de «Rinaldo» Lascia ch’io pianga (G. F . Händel) apta a su color dramático aunque de agilidades poco limpias, Prendi, per me sei libero de «L’elisir d’amore» (G. Donizetti) que no es para ella en nada, no está cómoda ni segura, Vedrai carino de «Don Giovanni» (W. A. Mozart), nunca fácil de cantar y bien solventado, para acabar con dos arias francesas bien dichas pero poco agradecidas: Adieu, notre petite table de «Manon» (J. Massenet) mejor que O Dieu, que de bijoux! o «Aria de las Joyas» de la Magdalena de «Faust» (C. Gounod), a las que podríamos aplicarle lo dicho anteriormente. Lástima que una voz bien afinada, de emisión buena aunque algo corta todavía, y registros muy homogéneos con un grave redondo que crecerá en volumen de trabajarlo correctamente, nos cantase un repertorio que no le luce. Para remate las dos propinas elegidas volvieron a pecar de lo mismo, bien cantadas, interpretadas gestualmente pero sin convencerme del todo, la Canción de Paloma de «El barberillo de Lavapiés» (Asenjo Barbieri) y O mio babbino caro de «Gianni Schicchi» (Puccini).

Con todo, hay que seguir la trayectoria de esta voz aún joven (tiene 22 años) y becada en Barcelona (forma parte del Opera Estudi), desde donde espero el acierto y confianza del maestr@ de canto para enfocarla a repertorios más apropiados a una voz que promete mucho.

Newer Entries