Viernes 18 de septiembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala principal. OSPA, Marzena Diakun (directora). Concertino invitada: Mirabai Weismehl. «Seronda», obras de Martinu y Weinberg. Entrada butaca: 15€.
Desde febrero que no escuchábamos a la OSPA en el Auditorio y con muchas ganas del reencuentro, ocupando «mi butaca» tras un estricto protocolo de seguridad e higiene y el aforo reducido. Primer sabor agridulce pues si normalmente el público estaba bajando (ya lo comenté en su momento), las circunstancias especiales como miedo, no excesiva publicidad, un programa «poco conocido», entradas «on line», taquillas a última hora para los «no iniciados en las tecnologías» (que son muchos y fieles) nos dejaban un aspecto desolador con demasiadas ausencias. Además la sala polivalente estaba abierta, el escenario preparado para los «otros conciertos de San Mateo» y parecía un ensayo matutino de los grandes conciertos, pero nada es igual. Programa en QR evitando el papel como en la vida cotidiana. Pero como me está sucediendo en este regreso «escalonado» a mis conciertos, en cuanto comienza la música se me olvidan las penas.
Hay que seguir reivindicando que la CULTURA es SEGURA además de ejemplar, y el público, como la orquesta, necesita el directo, el contacto visual y auditivo siempre único, distinto, irrepetible. Primer concierto sinfónico en el auditorio de esta «nueva era» donde nada es igual con el consuelo de los pobres: mejor así que nada.
Personalmente no quería faltar porque volvía la directora Marzena Diakun (Koszalin, Polonia, 1981) que tan buen sabor de boca me deja en sus visitas a Oviedo, desde la primera en mayo de 2017 y la anterior, un 25 de enero del año pasado que parece una eternidad, mi «temporada del divorcio» donde quise repetir con la polaca, así que «no hay dos sin tres» y me encandiló de nuevo.
Tras las palabras de agradecimiento por megafonía de la gerente Ana Mateo por esta «recuperación», el recuerdo a los que ya no están en este lapsus de tiempo, concierto homenaje a los fallecidos pero también a los luchadores durante un confinamiento que se ha llevado demasiado en este breve espacio, de nuevo la música sinfónica resultó la mejor terapia. Y paradoja que los músicos, tan separados físicamente, hayan estado más cerca que nunca, un verdadero equipo entregado e ilusionado con volver, Diakun al frente con mano firme, gesto claro y dominadora de las dos obras elegidas.
Martinu y Weinberg son compositores del siglo XX que beben aún de toda la gran tradición europea para crear lenguajes nuevos en un perfecto dominio de la técnica para poder y saber innovar. Nuestros gustos musicales son un paladar que necesita probar y catar nuevas expresiones, la cerveza clásica está bien pero toca disfrutar de las artesanas, distintas, con sus semejanzas y diferencias, apostando por un mercado educado en lo de siempre que necesita seguir probando, creciendo y conociendo nuevas sensaciones. Manteniendo el paralelismo cervecero, Diakun hizo de maestra artesana elaborando un programa cual cata para paladear, una respuesta de ingredientes en las proporciones exactas y sin excesos, una hora que resultó como una caña, menos cantidad que la pinta para no empachar y quedarse con ganas de otra ronda probando más sabores.
Eliminada del programa previsto (al no ser este un «concierto al uso») Le festin de l’araignée de A. Roussel, que hubiera alargado el espectáculo pero también ampliado sabores, la Sinfonía Nº 3, H. 299 de Bohuslav Martinů (1890-1959) recrearía sin palabras como banda sonora del momento actual, si comparamos cúando y como fue escrita (tras la Segunda Guerra Mundial). Perfectamente descrita en las notas al programa de Daniel Moro Vallina, la orquestación es plena incluyendo arpa, piano y abundante percusión. Su escritura (En mi música he recibido múltiples influencias pero sobre todo de la música nacional de Checoslovaquia. De Debussy y de los madrigalistas ingleses decía el propio compositor) está pensada como pequeños grupos de cámara que van contestándose y la colocación de los músicos tan separados ahora, unido a una acústica distinta, hizo percibir unas calidades nuevas en la OSPA, matices cuidados por Diakun con un sonido envolvente, claro y perfectamente balanceado en cada momento a lo largo de los tres movimientos «clásicos» de que consta esta tercera sinfonía, de las seis compuestas por Martinu. El panel luminoso que tapaba la tarima iba informando puntualmente (un acierto) mientras disfrutábamos de nuevas emociones necesarias.



























