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¿Lírica flamenca o Flamenco lírico?

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Martes 18 de julio, 22:30 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de los Córdova, “Universo vocal”, Recital lírico II: Mariola Cantarero (soprano), José Quevedo ‘Bolita’ (guitarra flamenca), Paquito González (percusión). Libre, Canción española para soprano, guitarra flamenca y percusión. Obras de Ángel Barrios, Turina, Falla y José Quevedo. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

Quienes me conocen me han bautizado como “omnívoro musical” y siempre abierto de miras y oído a todo intento de innovar repertorios y ganar públicos. Se habla de fusión, mestizaje, hibridaciones, inspiraciones o versiones, pues romper clichés y tomar ingredientes de siempre combinándolos de otra forma es igual de respetable. En mis años de docente explicaba al alumnado que la melodía era un cuerpo femenino al que se le vestía de diferentes formas (con armonías, ritmos, instrumentaciones y toda las técnicas ancestrales actualizadas); si el cuerpo es proporcionado y bello, cualquier ropaje o vestimenta le queda bien. Caso contrario será un arte conseguir que el ropaje disimule e incluso favorezca ese cuerpo.

Tomar obras “clásicas” de por sí bellas y (re)vestirlas para que sigan luciendo y no afeando, también es un arte. El mundo de la moda diferencia entre la “Alta costura” con modelos exclusivos y a medida de trajes únicos, frente al “prêt-à-porter”, confeccionado en serie según unas medidas o tallas predeterminadas que se acomodan a un gran número de personas, y que alcanza modelos de calidad aunque dependiendo quién los lleve parezcan exclusivos. Sobre esto desconozco la respuesta sobre si es clase, percha o vaya usted a saber pero salta a la vista (y al oído).

Toda esta introducción viene a colación porque el mundo de la música está lleno de modas, trajes a medida y comerciales partiendo de cuerpos desde todos los criterios estéticos que queramos. El flamenco, como el jazz, son músicas con alta carga de improvisación y poca escritura (aunque la preparación de las generaciones jóvenes en el primer caso, ha llevado al papel sus arreglos, creaciones o anotaciones como ya hiciesen los segundos). Se puede fusionar toda la música sin más etiquetas, y el proyecto que presentaba en su tierra la soprano Mariola Cantarero (Granada, 1978) resulta interesante porque cambia el punto de vista y la óptica: acercar la lírica y el belcanto al mundo natural de esta tierra, un patrimonio universal del que además nuestros Falla o Turina bebieron, y parecía necesario devolver lo “prestado” pues de bien nacidos es ser agradecidos, más en esta tierra y en esta noche con dos flamencos gaditanos: el guitarrista José Quevedo ‘Bolita’ (Jerez de la Frontera, 1974), para mi la auténtica “estrella” en el penúltimo firmamento granadino, y el toque de Paquito González (Sanlúcar de Barrameda, 1981), discreto pero con las pinceladas necesarias de una percusión que realza ese pellizco intrínseco a lo jondo.

El Palacio de Los Córdova registró una buena entrada y un público algo “apagado” para un proyecto interesante y bien amplificado con lo que supone de captar todo (respiraciones, desafines, excesos y dudas), percibiéndose inseguridades por parte de todos. Un espectáculo de flamenco lírico más que de lírica flamenca en la voz de “La Cantarero” intentando empaparse de tanguillos, tarantos, alegrías, seguiriyas, fandangos del Albaicín, guajiras y boleros en este marco idóneo por la propia geografía interior y exterior.

Abriría la soprano granadina con tres cantes de Ángel Barrios (1882-1964), La novia del aire (bolero andaluz), Hechizo y nostalgia, más Con puñales de cariño, impecable el toque de ‘Bolita’ llenándolo todo con esa guitarra forjada al lado de los grandes.

Importante el acercamiento del jerezano al músico sevillano Joaquín Turina (1882-1949) con tres revisiones de Poema en forma de canciones, op. 19 (1917) sobre textos del asturiano Ramón de Campoamor (1817-1901) que conocemos en su versión con piano y que desde el aire flamenco suenan nuevos, distintos, vestidos de granadina los Cantares, Los dos miedos y Las locas por amor. No es un arreglo del piano a la guitarra ni se cantan igual, mejor hablar de distintos vestidos, en este caso a medida del “modisto Bolita” aunque no encontró la talla correcta para Mariola Cantarero, que por otra parte y literalmente eligió un vestuario interesante de moda granadina como pude leer en la prensa: “en la primera parte un diseño exclusivo de Monae y joyas de San Eloy, la mítica joyería que hay en la Plaza del Carmen”. El sabor local quedó en la escena y cantar sentada como los flamencos no sumó “pellizco” aunque sea de valorar el intento del sabor granadino y andaluz. Creo que su color y timbre vocal no son adecuados para ella, pero había que probar este vestuario y comprobar la respuesta de una clientela que como quien suscribe, no pareció muy conforme.

Mientras la soprano se preparaba para la segunda parte con un vestido verde muy ampuloso de una diseñadora sevillana, José Quevedo ‘Bolita’ y el toque mínimo de Paquito González nos dejaría el Falla que Paco de Lucía llevaría a su terreno tras tiempo de estudio de las partituras, escuela con alumnos aventajados como el jerezano que nos dejó su versión y visión de la Danza del fuego fatuo y la Danza del molinero, el ropaje acorde con el resto del espectáculo y la Granada nocturna con el Albaicín y la Alhambra escuchando. Sonido bien amplificado y virtuosismo propio donde el duende también tuvo algo swing. El genio de Algeciras tuvo mucho que ver, transmitir y legar para todas las generaciones posteriores.

Y en la segunda parte las Siete canciones populares españolas (1914) de Manuel de Falla (1876-1946), un gaditano enamorado de Granada moldeando cuerpos perfectos que ‘Bolita’ intentó diseñar para la soprano con desiguales resultados, tanto por las armonías (las costuras no parecieron bien cosidas en alguna) como por la “caída” de los siete ropajes. Mi Asturiana no tuvo la claridad textual ni canora de un cuerpo musical tan hermoso aunque la Nana al menos intentó acunarnos en esta noche de calor más atmosférico que humano, y lo más “flamenco” resultó un Polo que bisarían como tercera propina tras una Granaína (dedicada a Marina Heredia, presente y “catedrática” en el buen cantar), y el famoso Adiós Granada con los mismos diseños.
Insistir en el enorme trabajo de José Quevedo ‘Bolita’ por confeccionar siete vestidos de pasarela andaluza inspirados en Don Manuel, pero la voz lírica tampoco hubiera “desfilado” vestida con los originales, como si en esta pasarela los tacones no asentasen o faltase el ritmo natural que se suplió con los buenos deseos de una mixtura sin botones ni cremalleras.

Lo más interesante fueron las dos composiciones de José Quevedo para Mariola Cantarero, diseños propios como los patrones, no visiones ni búsquedas estilísticas, verdadera creación de una guajira verdaderamente bella y en el mejor sitio para escucharla como Blanca flor de La Alhambra con una voz jugando menos en el registro agudo y acertando con la ambientación, o Si no es mi pena (Fantasía y bolero), un soneto de Francisco de Quevedo que no creo fuese sangre del guitarrista aunque encontrar los textos que musicar son otro arte.

PROGRAMA

Libre. Canción española para soprano, guitarra flamenca y percusión

Ángel Barrios (1882-1964)

La novia del aire (bolero andaluz)

Hechizo y nostalgia

Con puñales de cariño

Joaquín Turina (1882-1949)

De Poema en forma de canciones, op. 19 (1917):

Cantares

Los dos miedos

Las locas por amor

Manuel de Falla (1876-1946)

Siete canciones populares españolas (1914):

El paño moruno

Seguidilla murciana

Asturiana

Jota

Nana

Canción

Polo

José Quevedo (1974)

Blanca flor de La Alhambra (Guajira)

Si no es mi pena (Fantasía y bolero, soneto de Francisco de Quevedo)

El Cairo está en Bilbao

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Sábado 6 de abril, 19:30 horas. Teatro Arriaga, Bilbao: Luna de Miel en El Cairo (José Muñoz / Francisco Alonso, versión libre de Emilio Sagi). Fotos de la web salvo las indicadas y el programa de mano escaneado.

La revista (opereta arrevistada si lo prefieren) asociada a la zarzuela y a muchos de sus autores está volviendo a la escena actual, y la escapada bilbaína distaría de la reciente ovetense por muchas razones: una puesta en escena luminosa (de Daniel Bianco), sencilla  con detalles como el muro de globos azules, pero sacándole mucho rendimiento, un vestuario colorido de buen acabado y corte (Jesús Ruiz), la iluminación (Eduardo Bravo) subrayando la dramaturgia, un magnífico cuerpo de baile (coreografiado por Nuria Castejón), unas voces equilibradas tanto en los solistas como el coro (las ocho mujeres del Coro Rossini que dirige Carlos Imaz) bien empastadas, unos actores de largo recorrido, una orquesta de calidad en el foso (la BOS con saxos y piano de primera), y todo ello bajo la mano maestra de Miquel Ortega que conoce y mima la música del maestro Alonso, atento a los cantantes aunque se encuentren al fondo del escenario, disfrutando de la partitura llena de ritmos de la postguerra, contagiando alegría, ayudando y haciéndonos copartícipes a todos, con un público que llenó y disfrutó la tarde de sábado que personalmente finalizaríamos tomando el tranvía (en el estreno sería el Metro que muchos asistentes perdieron por las repeticiones tras el éxito alcanzado) hasta Indautxu como buenos «aldeanos» y sentarnos alrededor de una buena mesa entre amigos como corresponde a mis visitas vizcaínas.

Evidentemente no quería perderme esta producción del Teatro de La Zarzuela y el INAEM que el Arriaga programó en cuatro funciones con voces conocidas y queridas por el que suscribe como los asturianos David Menéndez y Beatriz Díaz, el «adoptado» José Manuel Díaz, la granaína Mariola Cantarero, todas ellas bien encajadas en sus roles, sin olvidarme de Enrique Viana haciendo de él mismo como no podía ser de otra forma, Itxaro Mentxaca acertadísima de principio a fin, más una cuadrilla de cómicos como Mitxel Santamarina ágil y «engordado», Iñaki Maruri y Alberto Núñez que dieron réplicas de guiño local que el ovetense Sagi conoce como nadie para redondear esta «Luna de Miel en Limburgo».

Dos actos sin pausa ambientados en su época (1943), argumento bien hilvanado de los ensayos preparando la opereta que da título (en vez del transatlántico original) y el ensayo general (en el mismo teatro, no en Alejandría ni el Nilo), ágil acción con todo lo que se espera de ella: diálogos chispeantes y enredos amorosos, música en escena con piano real y delicada transición al foso, juegos de escaleras y unas melodías pegadizas que muchos asociamos al cine y la televisión porque crecimos con ellas: Tomar la vida en serio es una tontería y esta broma musical rebosa alegría (hubiera sido genial bisarla), el buen gusto impera sobre el escenario del coliseo de la ría y la calidad del elenco ayuda a redondear esta obra del prolífico maestro granaíno.

De los cantantes protagonistas David Menéndez (Eduardo) mantiene un nivel de excelencia y elegancia de principio a fin, poderío vocal y escénico en el papel de compositor, junto a Beatriz Díaz (Martha) capaz de amplios matices y derrochando simpatía, luchando con un registro grave casi imposible en estas partituras pero solventado sobrada su princesa en los agudos y medios desde su línea de canto limpia llena de matices. Itxaro Mentxaca dio el toque de veteranía real e imaginaria (Doña Basilisa, costurera y antigua tiple) especialmente con el tapate tapatío en compañía de «las Rossini». Cantarero (Mirna) y Viana (Rufi) pusieron el histrionismo necesario de sus papeles, jugando con el santoral, la geografía y hasta las debilidades carnales. Sumemos lo comentado del conjunto con el Maestro Ortega al frente, y tendremos una revista de siempre por la que no pasa el tiempo dándole la mínima actualización a textos y situación con todo el respeto a la música por parte de todos los intérpretes.

Como sugerencia estaría bien representarla en Oviedo en el próximo Festival Lírico con este mismo reparto y director musical, el público carbayón seguro respondería feliz a esta revista, opereta, zarzuela… espectáculo musical a fin de cuentas.

Lucia televisada

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Lunes 15 de octubre, 20:00 horas. Casa de Cultura de Mieres, retransmisión en directo desde el Teatro Campoamor de Lucia de Lammermoor (Donizetti).

Mariola Cantarero (Lucia), Arturo Chacón-Cruz (Edgardo), Dalibor Jenis (Enrico), Simón Orfila (Raimondo), Mª José Suárez (Alisa), Charles Dos Santos (Lord Arturo), Josep Fadó (Normanno); Coro de la Ópera de Oviedo (Patxi Aizpiri, director); Dirección de escena: Emilio Sagi; diseño de escenografía: Enrique Bordolini, Orquesta Oviedo Filarmonía. Director musical: Marzio Conti.

Cincuenta y cuatro personas acudimos en Mieres a la televisada segunda representación del título segundo de la LXV temporada de la Ópera de Oviedo que triunfó en la primera del pasado sábado como así recoge la prensa regional de Oviedo y Gijón, aunque más cercano a la de mi admirado Aurelio M. Seco, por lo que no entraré en muchos detalles técnicos de esta Lucia carbayona.

Agradecer que vuelvan a acordarse de los pueblos en tiempos de crisis, pese a la poca presencia de público que achaco a la escasa publicidad y poco lectora de prensa que es la gente de mi pueblo.

Volver a reflejar que no tiene nada que ver el directo del teatro (el viernes estaré en el llamado «reparto joven» fuera de abono) con una retransmisión que sigue adoleciendo de muchos defectos ya apuntados en otras pasadas: fatal la realización, poca luz y un sonido algo irreal que capta hasta el taconeo de los cantantes, con unos planos sonoros irregulares que no reflejan lo que pasa ni encima del escenario ni en el foso (el excelente arpa sonó siempre demasiado presente y por encima de la orquesta).

La Lucia sigue siendo mucha ópera con todos los ingredientes, Oviedo ha tenido muchas para el recuerdo (el «mío» con Rosetta Pizzo y Jaume Aragall) y el elenco estuvo equilibrado, destacando el excelente hacer de Raimondo Orfila, todo un seguro en escena, y Alisa Suárez (no me extraña que David Orihuela le dedique un artículo a la mezzo asturiana), así como un Enrico eslovaco con poderío, tanto en sus arias como en dúos y concertantes, aunque aún podrían limarse algunas asperezas. De los protagonistas el tenor mexicano promete y tiene «poderío» para este rol, aunque creo que deberá cuidar su voz si quiere tener una larga y exitosa carrera, y la Lucia di Cantarero resultó muy personal, más «exagerada» de lo que me gustaría y cuya pirotecnia vocal incluye de todo, vistosidad y relleno que no empañan el resultado global. Sí hubo química en los dúos, aunque «si las mujeres mandasen…».

También cumplieron sin problemas el breve Arturo uruguayo y Normano Fadó.

El Coro de la Ópera volvió a estar impresionante tanto escénica como vocalmente, siendo lo más destacado para mí en una obra que domina de cabo a rabo.

También la OvFi resultó perfecta para lo que fue concebida, bien en todos los aspectos y con un Conti que mimó más a Doña Lucía que al resto, forzando a veces los tempi que hacían perder legibilidad pero ayudan -no siempre- en los pasajes difíciles, siendo más concertador con la protagonista ayudando a una visión vivaz de toda la ópera (de lo que puedo discrepar en parte).

De la escenografía de Sagi nada destacable en ese mundo gótico, romántico y decimonónico de Bram Stoker con chisteras y gafas, donde la imaginación tuvo que funcionar más de lo necesario y las espadas «chirriaban» un poco, pudiendo optar para el suicidio del tenor por un pistoletazo y pólvora en vez de la daga, pero al menos se hace más entendible que otras apuestas escénicas.

Como resumen el equilibrio de todos (sonó muy bien esa maravilla de sexteto) que le dan a esta representación el calificativo de aseada y muy del gusto del público en general. Personalmente no me disgustó pero tengo mucha esperanza en Sabina de Lammermoor

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Experiencia Milanov

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Ya he sacado mi abono de la OSPA, ilusionado ante una temporada que promete ya desde los prolegómenos.
Me consta que la crisis nos pasará factura a todos, y la cultura, en especial la musical (con orquestas que desaparecen) ha sido de las primeras donde se metió la tijera; de hecho la «caída» de la Obra Cultural de la Caja (de Ahorros) de Asturias ya nos privó de la gira de verano con Daniel Sánchez Velasco a la batuta, y la aportación a nuestra orquesta asturiana desconozco si bajó o directamente desaparecerá, como sucederá igualmente con el Festival de Órgano CajAstur (había llegado a la XXIII edición).
Al menos el precio del abono completo es el mismo que el año pasado, 199,50€ en butaca, lo que siempre agradezco tras el «varapalo» (404,00€) del Ciclo del Auditorio (Conciertos y Jornadas de Piano) y las óperas fuera de abono que también me llevan otro pico (56€) de un sueldo cada vez más menguado…
Pero no quería perderme Turandot con mi querida Liù Beatriz Díaz (ya la disfrutaron en Bilbao) o la siempre emblemática Lucia de Lammermoor con Sabina Puértolas (en el primer reparto está Mariola Cantarero). No descarto poder escuchar alguna otra pero el bolsillo no estira más, las localidades baratas se agotan y las navidades no tendrán paga extra. La OSPA estará en el foso, privándonos como abonados de otros conciertos (es parte de la subvención regional) y obligándonos a pasar por taquilla en el Campoamor.
Septiembre para muchos es el inicio del curso académico, y pendiente del pasado el concierto de Krystian Zimerman para el viernes 14 la puesta de largo con Rossen Milanov será el viernes 28.

A destacar, dentro del obligado ahorro, la publicación trimestral con los programas, intérpretes y comentarios, evitando el despilfarro en programas que acababan, supongo, en el contenedor de papel. Los ejemplares sueltos se venderán a 2€ y espero que en los conciertos repartan una cuartilla con el programa, más que nada para los no abonados y no cargar con la «revista» los habituales. La idea me parece muy buena y ya había organismos que hacían algo parecido, hoja suelta del programa y libretos de pago, caso de la propia Ópera ovetense.
También quiero destacar la sabia elección de programas y formas de pago (siguen los bloques temáticos con obras de siempre alternando con otras menos habituales y algún estreno que otro), los solistas de primera como el violinista Kristof Barati, el trompista Stephan Dohr o el pianista Alexander Melnikov entre otros, así como invitados ya conocidos como David Lockington o Perry So,  mientras «los de casa» también tendrán un hueco, volviendo mi querido Pablo González a la batuta, los solistas Vasiliev o Brandhofer, y en especial mi idolatrado coro «El León de Oro» que cantará una Novena de Beethoven ya lejana en mis directos, el día 12 de octubre apoyado por el Lírico de Cantabria.
La campaña publicitaria de la temporada se encuentra por muchas «piruletas» carbayonas con el slogan Experiencia Milanov. Viviremos una temporada donde la gran novedad será convertirnos en la primera institución europea y de la comunidad hispanohablante colaboradora del Carnegie Hall con su exitoso programa Link Up / Conéctate, de la que iremos desgranando desde aquí las aportaciones en la educación musical para estudiantes de 9 a 13 años, implicación directa del maestro búlgaro que siempre apuntó al aspecto didáctico como creación del público del mañana, algo que el Wert del ramo parece no tener en cuenta para la «vuelta a los 60s» donde la Música, como la Plástica, eran consideradas «marías», aunque la otra María religiosa permanezca en la Enseñanza Pública y parece volver la separación por sexos con dinero de todos los contribuyentes. Pero esto es otro cantar.

Voy contando los días para el comienzo de mi actividad habitual donde la música es parte de mi vida, profesión y vocación de la que puedo presumir en estos tiempos. Prometo seguir compartiéndolo desde aquí (ya van a cumplirse cuatro años tecleando).