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Buena poesía para Borja Mariño

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CD «Mientras se borra el mundo. Lírica de cámara de Borja Mariño». Mar Morán – Gabriel Alonso – Aurelio Viribay.

Cezanne Producciones: CZ132 / M-10393-2024 / 0 793150 230280

Este viernes 13 de septiembre a las 12:30 se presenta en el ambigú del Teatro de la Zarzuela el último trabajo discográfico de Borja Mariño (Vigo, 1982) en el sello que dirige Javier Monteverde y grabado a finales de abril del presente año.

Del músico gallego hay mucho que escribir, aunque nadie mejor que mi admirado Arturo Reverter en el fenomenal texto introductorio «Al calor de los poemas» (que dejo íntegro al final de esta entrada). Borja Mariño conoce como pocos la voz humana pues no debemos perder de vista su enorme trabajo como maestro repetidor (para quien lo desconozca: el que trabaja desde el piano las partituras orquestales) en los mejores teatros de ópera, siendo larga la lista de grandes voces que han tenido la suerte de tenerle a su lado. Probablemente le viene de aquí esta vocación por la llamada «Canción de concierto», así que nadie mejor para sentarse al piano que el vitoriano Aurelio Viribay Salazar (a quien Don Arturo ha bautizado como «arqueólogo de la canción española»), una autoridad en este repertorio y que conoce bien tanto las composiciones del compositor gallego como la sabia elección de las voces para este disco que recoge cinco del compositor vigués: la soprano pacense Mar Morán (con quien llevó al disco tanto a García-Leoz como el pasado año las canciones de Manuel Palau) y el barítono ferrolano Gabriel Alonso (recuperando a compositores gallegos de distintas épocas en No camiño). Esta es una recopilación de los principales ciclos de Mariño con ese título tan enigmático como Mientras se borra el mundo organizadas alternando las voces, la soprano «Versos de mujer», «Campanas de sol y aire» más «Cuatro canciones antiguas sobre textos sefardíes» mientras el barítono canta el «Tríptico de Hierro» y los «Tres poemas de guerra y un sueño», todas ellas con el magistral piano del vitoriano.

Como en toda canción denominada lírica, incluso desde su propia acepción de adjetivo ‘perteneciente o relativo a la lira, a la poesía apropiada para el canto o a la lírica’, los textos (que se incluyen en el libreto) son inseparables de la música, así que la (s)elección de Borja Mariño no puede ser mejor, engrandeciendo la palabra al elevarla con su música, de cuño propio y actual pero que conoce toda la evolución del género y estilo. Y si además hay un guiño a las mujeres, el resultado final es óptimo, dejándonos en este último trabajo una producción que ya ha sonado en diferentes escenarios e incluso orquestada a lo largo de estos últimos años con elencos de talla internacional.

De los textos, en el caso de «Versos de mujer» que abre la grabación, es un homenaje a la poesía femenina con textos de Dulce María Loynaz (1903-1997), Alfonsina Storni (1892-1938), Josefina de la Torre (1907-2002) y Carmen Jodra (1980-2019), junto a dos escritoras vivas como Carmina Casala (Atienza, Guadalajara) y la asturiana Dalia Alonso (Gijón, 1996).

Por comentar brevemente todas las canciones comenzaré con las de Mar Morán, las primeras seis pistas del disco:

Quiéreme toda (Loynaz), La falda eléctrica (J. de la Torre), Bola de nieve (D. Alonso), ¡Agua, agua! (A. Storni), Adiós, amor (C. Casala), y Cita final (C. Jodra). Seis cuadros de mujer, con la primera desde una introducción de piano plenamente «entera» y tan lírica como la voz de la cantante extremeña, fraseos sentidos y llevados por el propio texto, de agudos extremadamente matizados junto a los puentes instrumentales más allá del acompañamiento. «Electrizante» y cautivadora la segunda, auténtico lied hispano de protagonismo entre sus intérpretes, escritura de herencia hispana y creatividad gallega para estos versos de saltos casi acrobáticos en registros agudos sin perder nunca el buen gusto. Intimismo de nieve que cala por su sensibilidad a pares la tercera contrastado en carácter con el agua matadora de la argentina Alfonsina que Mariño traslada la inquietud tanto a la palabra cantada como al piano. Tras la angustia vital la del alma, el adiós sentido y plenamente romántico pero de nuestro tiempo, el canto casi susurro acunado por el piano con los silencios justos para redondear la musicalidad. Y el breve final de estos versos en femenino plural, alegres y optimistas con un maravilloso piano vistiendo la melodía cautivadora.

«Campanas de sol y aire» es un canto a la milenaria Hispalis sobre poemas de cuatro escritores  contemporáneos sevillanos: Juan Lamillar (1957), Lutgardo García Díaz (1979), José María Jurado (1974) e Ignacio Trujillo, quienes imprimieron en sus poesías, desde su propia perspectiva, la belleza y el carácter de la capital andaluza, y que la soprano extremeña ya ha interpretado en el Ateneo de Sevilla así como en Mérida, ocupando aquí las pistas undécima a decimocuarta:

Mientras se borra el mundo (J. Lamillar) da título al álbum, perfecta conjunción de voz y piano, fraseos compartidos jugando con un rubato mínimo adecuado al texto. Milagro en Valdezufre (L. García Díaz) de musical aire francés pero sin fronteras, melodía cantada revestida por un piano para tejer una página atemporal. El bosque, la flor y la muerte (J. Mª. Jurado), el texto, la voz y el piano, esencia de la canción, nuestro «lied hispano» desde una raíz más allá del folklore para disfrutar cada frase. Y Alta torre (I. Trujillo), bravura sin complejos explorando todos los registros de voz y piano para comprobar esa altura sevillana entendida como metáfora musical.

Por último las «Cuatro canciones antiguas sobre textos sefardíes» (cortes 18 a 21), una de las primeras obras para voz del compositor vigués, ciclo que gira en torno a los cuatros modos de la música antigua con textos recogidos por la musicóloga Susana Weich, que representan diversos momentos vitales: el casamiento, la muerte, una nana y una canción de juegos, estrenadas en el año 2000 por Patricia Blanco (posteriormente orquestadas con gran repercusión en la personal interpretación que hizo en 2013 la soprano Saioa Hernández en el Auditorio Nacional de Madrid con Alejandro Jassán al frente de la Sinfónica Chamartín):
Entender esa cultura no tan conocida pese a la cercanía nos trae primero Demudada de mi amado (textos recogidos en Sofía, Bulgaria), melismas sinceros más que adornos, calderones y la voz desnuda rápidamente arropada al piano con formas de cantar que se mantienen en nuestra tierra y Mariño actualiza desde su magisterio. Altas voces doloridas (textos recogidos en Tetuán, Marruecos) de aires renacentistas como tantos otros compositores han tomado para la canción de concierto, la música modal tan rica y paulatinamente adoptada en la actualidad. La cabecita de la luna (textos recogidos en Jerusalén), recordando «otras lunas» por ambos intérpretes, siempre inspiradora en música, que en esta bellísima nana del compositor vigués ha encontrado en Mar y Aurelio sus mejores transmisores de emociones. Para finalizar con Juego de niños (textos recogidos en Israel y Quintana del Monte, León), el carácter infantil con la óptica adulta de una escritura musical que no tiene nada de juego sino de estudio y conocimiento vocal e instrumental, perfecto cierra de esta grabación.

En la voz de Gabriel Alonso comento el resto de pistas:

«Tres poemas de guerra y un sueño» con textos de Antonio Machado (Sevilla, 1875 – Colliure, 1939), es un encargo del propio barítono que forma parte de un proyecto de tres ciclos de tres autores escritos para su trabajo de fin de carrera. Mariño se centra en los últimos poemas del escritor sevillano donde encara el exilio y los estragos de la Guerra Civil española, canciones que dibujan la profunda desolación retratada por el poeta, intercaladas por una cuarta, Sueño, que da un pequeño respiro a tanta oscuridad. El ciclo fue estrenado por Alonso junto al piano de Duncan Gifford en 2021 (en el Auditorio Sony de la Escuela Superior de Música Reina Sofía) que también se interpretó en el Ward Recital Hall de Washington (por el barítono Gustavo Ahualli junto al pianista Agustín Muriago):

Estos tres poemas son ideales para el color vocal del ferrolano (de sus características remito de nuevo a Don Arturo), pero mis impresiones tras su repetida escucha van desde el Horizonte, de nuevo con un piano introductorio que prepara el fraseo cantado desde una escritura actual perfectamente adaptada al texto del poeta sevillano, La primavera esperanzadora con unas sombras planteadas en el «acompañamiento» tan protagonista y descriptivo, junto a una línea de canto exigente bien resuelta por el barítono en todo el registro desembocando en un final luminoso. Prosigue el desgarrador Sueño cual copla de ciego actual sin «tonalidad» como el propio poema, y La muerte del niño herido, marcha fúnebre para un dolor creativo desde todos los puntos de vista, nana perpetua en una penumbra musical bien escrita y ejecutada por ambos intérpretes.

«Tríptico de Hierro» fue compuesto para conmemorar en 2022 el centenario del premiado con el Príncipe de Asturias de las Letras en 1981, el poeta madrileño José Hierro (1922-2002), tríptico estrenado por el barítono David Oller con el propio Mariño (también tiene versión sinfónica estrenada en el Auditorio Manuel de Falla de Granada y con César San Martín y la Orquesta de Getafe en 2023, dirigida por Carlos Díez en el Teatro García Lorca).

El buen momento parece describir el que comparten intérpretes y compositor, la poesía de Pepe Hierro que tan bien casa en la música del compositor gallego con la entrega de voz y piano en este universo férreo, Las nubes que dibujan formas e inspiran un canto emotivo, entregado, revestido de un teclado evocador como la propia «firma», para terminar con el Paseo, sincopado con paso firme, los acentos poéticos que se enriquecen en esta página de Mariño, «eternamente joven» en ese calendario desgranado en una verdadera «crónica del dolor» hecho canción y así entendida por Gabriel y Aurelio.

AL CALOR DE LOS POEMAS Más

Recuperando «lieder» de Manuel Palau

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CD Canciones para voz y piano de Manuel Palau. «LUNA MUERTA».
Mar Morán, Aurelio Viribay.
Cezanne Producciones: CZ119 / 0 718157 641464 / M-29961-2023

Manuel PALAU BOIX (Alfara del Patriarca, 4 de enero de 1893 – Valencia, 18 de febrero de 1967) fue un pedagogo además de músico prolífico y polifacético no lo suficientemente reconocido en la llamada «canción de concierto» del que el vitoriano Aurelio Viribay Salazar (1963) nos cuenta en las notas del álbum que «por su excepcional calidad y originalidad la extensa producción para voz y piano (…) ocupa un lugar de especial relevancia en la evolución de la canción de concierto española a lo largo de los dos primeros tercios del siglo XX. El maestro de Alfara del Patriarca expresó reiteradamente su afinidad y predilección por un género del que se ocupó ininterrumpidamente y con especial dedicación a lo largo de su dilatada trayectoria compositiva y al que prefería referirse como ‘Lied’ por entenderlo como fruto de la completa fusión entre poesía y música». Y nadie mejor que este pianista, investigador, docente, recuperador, estudioso de nuestro patrimonio vocal, todo un especialista en este repertorio como el maestro Viribay Salazar para contarnos y transmitirnos en esta selección de canciones una pequeña muestra del legado de Palau con la voz de la soprano pacense Mar Morán (1992) -estos días en Oviedo cantando «La Traviata»– en quien ha encontrado la intérprete ideal no ya para este repertorio sino también para el de otros compositores españoles como García Leoz en su anterior trabajo «Luna clara», del que esta «Luna muerta» es continuación en un proyecto que seguramente encuentre más calificativos a la siempre encantadora luna lorquiana en un dúo que tiene aún mucho recorrido.

Muy interesante y abundante la producción del compositor valenciano, que en el terreno del lied nos encontramos más de 100 canciones con textos en distintas lenguas (galaico-portugués, gallego, brasileño, francés o alemán) aunque el grueso de su obra liederística se basa en textos valencianos y castellanos, las dos lenguas que Palau utilizaba asiduamente. Para esta grabación Morán y Viribay se han centrado solo en las compuestas en castellano -con la excepción de una canción en gallego- presentando veintinueve canciones, algunas formando colección con título propio denominadas por el propio compositor «Lieder», indicativo de su conocimiento del género y con una visión europea más que española, junto con otras canciones «sueltas» de distinta temática, todas ellas compuestas entre 1924 y 1955 «cuya sorprendente y rica disparidad estética revela un original eclecticismo como principal rasgo estilístico de la obra para voz y piano de Manuel Palau» citando de nuevo y como haré a lo largo de esta reseña las notas de Don Aurelio en el magnífico libreto que acompaña el CD, donde tampoco pueden faltar las letras, pues la comunión texto-música es la base para paladear el lied y entender mejor estos lieder españoles.

Arranca la grabación con un primer bloque de canciones que «refleja la mirada al pasado del compositor, ejemplificada en un estilo neoclásico en lo musical y en la utilización de textos antiguos en lo literario. Cinco de los ‘Seis Lieder’ que abren esta selección ponen música a textos del Cancionero anónimo de la Edad Media mientras que la primera canción del grupo, «Por el montecico sola», se basa en un texto de Lope de Vega en el que la temerosa inquietud de la protagonista abandonada es traducida con gran belleza por el compositor». Un piano hondo preludia y acompaña el primer lied con la voz rotunda y delicada de la soprano pacense, una galería de personajes femeninos de este primer grupo de canciones, dramatismo vocal en el siguiente, Gritos daba la morenica, campanadas al piano y voz cuyo grito es matizado y realzando el texto, tesitura amplia con homogeneidad en el color de la soprano, al igual que una tristeza de enamorada bien reflejada en Mal ferida iba la garza que reflejan ambos intérpretes con delicadeza y dolor en el agudo mientras el piano casi acuna cual aleteo; buen gusto y preciosismo pianísitico de La flor de la villa, aire de inspiración popular pero escritura «clásica».

Los dos siguientes lieder, ¿Con qué la lavaré? y De los álamos vengo, madre, conocidos por las recreaciones que hizo Joaquín Rodrigo en sus célebres e interpretadísimas «Cuatro madrigales amatorios«, Palau como bien explica Viribay en las notas, «no recurre a citas musicales preexistentes sino que utiliza música de nueva creación: desnudos acordes pianísticos subrayan la solitaria tristeza de la protagonista en la primera canción mientras un movimiento continuo de dinámicas semicorcheas dibuja la agitación de las hojas de los álamos movidas por el viento en la segunda». Si no conociésemos las del compositor de Sagunto, son dos visiones nuevas de unos textos atemporales que Mar Morán desgrana deleitándose en cada nota y el acompañamiento de Aurelio Viribay casi sosteniendo esa fresca vocalidad del compositor recuperado en estas bellísimas páginas líricas, la primera sosegada y la segunda con brisa mediterránea.

Siguiente bloque con ‘Dos canciones amatorias’ que Palau busca en la musicología a historia su inspiración: No me habléis, conde sobre un texto anónimo del siglo XVI y en el “Cancionero de Uppsala” para Ya no más. De nuevo creatividad musical para unos pentagramas delicados en voz y piano, cristalinos y pausados, cual viaje al pasado desde una perspectiva muy actual que refleja el compositor valenciano en estos cantos de amor.

Tras el díptico, otro lied inspirado en un texto anónimo del siglo XVI, ¿Qué sentís, coraçón mío?, otro itinerario histórico a la época y textos cantados desde un lenguaje sencillo y atractivo, sin prisa, diálogo más que voz con acompañamiento, articulación exacta en la soprano y perlas al piano.

Continúan el disco con dos lieder basados en textos de Lope de Vega, Elegía al Caballero de Olmedo y Villancico. En la primera con extenso piano inicial de protagonista como «llamadas de trompetería» que vuelve a transportarnos al contexto de la época de sus versos, y la soprano dramatizando una escritura muy exigente en tesitura y matices que la pacense afronta sin problemas; la segunda cual oposición y contraste, «íntima, tierna y delicada, como corresponde a una canción de cuna de contexto navideño» precisamente en estas fechas, nana que arrullan ambos intérpretes desde una dicción perfecta para la excelente combinación de palabra y música.

Prosigue el ambiente navideño pero con una escritura más «neoclásica» de Palau con La Virgen va caminando, muestra de la gran cultura del compositor valenciano capaz de escribir en estilos distintos, una canción con texto de una copla popular malagueña y piano que envuelve la hermosa melodía. La palmera es la segunda de las ‘Dos canciones de Navidad’, árboles importados que no faltan como símbolo de nuestra emigración y convertidos aquí en árbol navideño. Para el maestro Viribay una de las joyas de la producción de canciones de Manuel Palau y «una de las más bellas canciones de concierto españolas del siglo XX», pues si alguien conoce este repertorio es el pianista vitoriano, y corroboro su afirmación pues hay una delicadeza vocal que refleja a la perfección la ternura del poema de Gerardo Diego y un piano sugerente que no distrae en ningún momento.

En Partida el compositor vuelve a cambiar de estilo, ahora «neorromántico» pero manteniendo la inspiración y métrica que la poesía impone, con largas frases largas que expresan la tristeza por el marinero que no volverá sobre un poema del valenciano Lluís Guarner Pérez. La poesía siempre en la base de todo lied, Palau utiliza al gaditano José María Pemán para Arroyuelo del molino, melodía sencilla y piano manteniendo la pulsación que recrea el fluir constante del agua moviendo las aspas.

La única canción en gallego, Chove, toma un desolador poema del orensano José Ramón Fernández-Oxea, y como bien explica en las notas del disco, «pertenece a la colección de canciones gallegas encargadas por el crítico Antonio Fernández-Cid a diferentes compositores españoles. Utiliza un lenguaje impresionista que describe musicalmente la lluvia en las corcheas iniciales de una parte pianística que adquiere paulatinamente una complejidad paralela a la exigente parte cantada». Importante la lengua gallega en la escritura de tantas canciones como el propio Aurelio Viribay nos dejó en su trabajo ‘No Camiño’ recorriendo distintos compositores, podría decir que con ésta se completa este ciclo con el valenciano Palau en versión para soprano y piano que seguirá aumentando el repertorio de concierto.

Cierran este tercer bloque dos páginas, Tonadilla Chiquilla, de las primeras canciones de Palau con textos de la colección poética Mil y un cantares del valenciano Estanislao Alberola, que está en mis estanterías literarias. Musicalmente siguen mostrando el «oficio» del valenciano ya en estos inicios, no importa calificarlas de «canción de concierto» o «canción ligera», Chiquilla es una copla casi de las llamadas «folklóricas» (que también habría que situar en su contexto y no desmerecen en nada de estas que comento), pues parece que el ánimo del valenciano era «llamar la atención de un público foráneo ávido de tópicos costumbristas de carácter españolizante, de los que también participa ‘Tonadilla’». Desde la humildad del propio compositor, si Rossini confesaba «pecados de vejez» sus últimas obras una vez abandonada la ópera, el valenciano consideraba estas dos “pecados de juventud”, pero que ayudan a comprobar la evolución de su escritura vocal.

Y con otro cambio estilístico, retomando la idea de un «lied español» por el coprotagonismo de piano con voz y el texto centro de cada pentagrama, Ávila y Montesa, sobre poemas del valenciano Joan Lacomba i Guillot, que pertenecientes a la colección de cinco “Evocaciones de España”, posteriormente se publicaron como Dos Lieder. Buen conocedor de nuestro patrimonio, Palau recrea musicalmente ambas ciudades con los textos de Lacomba, transportando al oyente tanto a la llanura de la Ávila amurallada y llena de iglesias o conventos, como a la Montesa medieval, de nuevo con evocación de trompetas y fanfarrias organísticas en el piano vasco y la poesía bien cantada por la extrema. Recuerdos franceses lógicos tras los estudios del compositor con Ravel Charles Koechlin, por entonces al alcance de pocos y que el valenciano aprovechó al máximo.

Dentro de los tantos estilos transitados por Palau e igualmente por las modas del momento, el díptico ‘Del Oriente lejano nos lleva al exotismo de tantos otros compositores coetáneos suyos, como bien recuerda Viribay en sus notas, Stravinsky, el citado Ravel, Albert Roussel, cuatro breves Poesías japonesas del madrileño Julio Gómez o el tríptico La flûte de jade del también madrileño Julián Bautista son composiciones que el pianista y estudioso vitoriano conoce de primera mano y en esta búsqueda no podía faltar Manuel Palau, primero Improvisación, musicando un texto del poeta chino Li-Tai-Pe y Lírica japonesa, de un anónimo japonés del siglo XVI, traducidas al castellano e intensamente interpretadas por el dúo Morán-Viribay, con aires impresionistas de los que el compositor de Alfara del Patriarca nunca renegó.

Aurelio Viribay escribe que «Manuel Palau se sentía especialmente satisfecho del ciclo ‘Paréntesis lírico’, cuyo lenguaje musical evoluciona notablemente adquiriendo una mayor complejidad. Los textos de Vicente E. Pertegaz referidos al entorno de una huerta valenciana -la noria, un farol, la lluvia, la noche, la luna o la niña que recoge caracoles- dan lugar a una música tan descriptiva como sugerente que abarca una amplísima gama de registros expresivos». Sonoridades francesas, cromatismos, jugando con bitonalismo, atonalismo y tonalidad académica, este ‘Paréntesis lírico» es un muestrario de la versatilidad musical de Palau por todos los recursos compositivos utilizados. Siete lieder para disfrutar de la voz de Mar y el piano de Aurelio: Imperceptible, de recuerdo catedralicio debussyano en el piano y exigente registro grave en la voz; Noria vieja , evocadora desde el cromatismo al piano y sentida de la soprano con difícil entonación así como su amplia tesitura; Lluvia, la más francesa en todo e igualmente exigente para los dos intérpretes; otro giro de estilo con Caracolera, cante andaluz o tonada llevada al salón de conciertos; Farsa, llena de atonalidad que viste una melodía resplandeciente, expresionista y totalmente actual con la rompedora habanera final («¡Qué danza más loca!» dice la letra ); la cita del “Dies Irae” en Farsa, un delicioso «engaño» en el piano para llevar la melodía misteriosa cantada por la soprano, y la «marcha surrealista» de Luna muerta que da título al disco y «cierra brillantemente esta antología con una de las canciones más sorprendentes del repertorio lírico español del siglo XX», un verdadero descubrimiento de un repertorio que sigue asombrándonos por el tiempo que ha permanecido en un cajón pero que un trabajo de investigación, ensayo y sabia elección de la intérprete ideal para ello al menos tenemos la ocasión de escucharlo cuantas veces queramos, esperando se mantenga en los conciertos de nuestra amplia geografía.

La toma de sonido perfecta para poder escuchar un piano excelente y toda la amplia gama de matices y buen gusto de la soprano, y todo un CD cuidado hasta el mínimo detalle.

Pistas:

01-06. Seis Lieder:

I. Por el montecico sola (Lope de Vega); II. Gritos daba la morenica (Cancionero anónimo de la Edad Media); III. Mal ferida iba la garza (Anónimo); IV. La flor de la villa (Cancionero anónimo de la Edad Media); V. ¿Con qué la lavaré? (Cancionero anónimo de la Edad Media); VI. De los álamos vengo, madre (Anónimo).

07-08. Dos canciones amatorias:

I. No me habléis, conde (Anónimo); II. Ya no más (Cancionero de Upsala).

09. ¿Qué sentís, corazón mío? (Anónimo siglo XVI); 10. Elegía al Caballero de Olmedo (Lope de Vega); 11. Villancico (Lope de Vega); 12. La Virgen va caminando (Popular); 13. La palmera (Gerardo Diego); 14. Partida (Lluís Guarner Pérez); 15. Arroyuelo del molino (José María Pemán); 16. Chove (José Ramón Fernández-Oxea); 17. Tonadilla (Estanislao Alberola); 18. Chiquilla (Estanislao Arberola).

19-20. Dos Lieder (Juan Lacomba):

I. Ávila; II. Montesa.

21-22. Del Oriente Lejano:

I. Improvisación (Li-Tai-Pe, siglo XVI); II. Lírica japonesa (Anónimo japonés, siglo XVI).

23-29. Paréntesis lírico (Vicente E. Pertegaz):

I. Imperceptible; II. Noria vieja; III. Lluvia; IV. Caracolera; V. Farsa; VI. Farol; VII. Luna muerta.

Grabado, mezclado y masterizado en los Estudios Cezanne, 24 a 27 julio de 2023 por Javier Monteverde.

Necesario Jesús García-Leoz

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El compositor navarro Jesús García-Leoz (Olite, 1904 – Madrid, 1953) tenía que ser reconocido más allá de sus bandas sonoras (desde Balarrasa a su póstuma «Bienvenido Mr. Marshall«) o alguna página habitual en los recitales de nuestras grandes voces líricas, y al fin se ha llevado al disco su integral de canciones. Para ello nadie mejor que el pianista vitoriano, criado en Bilbao y madrileño universal Aurelio Viribay Salazar quien desde su cátedra en la Escuela Superior de Canto lleva toda la vida defendiendo nuestro «lied español«, rescatando del  olvido a tantos grandes compositores y descubriendo las voces ideales para defender este repertorio en público, pues mi admirado Don Aurelio es toda una autoridad demostrada a lo largo de tantos años dedicado al mal llamado oficio de «pianista acompañante».

Si hace poco podía disfrutarle con el tenor cordobés Pablo García López en el CD Raíces, ahora pudo encontrar en la soprano pacense Mar Morán la voz para reencontrarse con García-Leoz en toda la plenitud interpretativa de ambos tras haberlas trabajado juntos en distintos recitales. Viajando hasta el estudio italiano The Spheres de Montesilvano (Pescara) en la primera salida posible tras el confinamiento (entre los días 6 y 10 de julio del pasado año) y masterizado en el Sequenza Studio de París para el sello Odradek Records (siendo el segundo CD dedicado a García Leoz de este sello norteamericano que en su catálogo cuenta con una grabación del pianista Rinaldo Zohk y la violinista Lilia Donkova con la Sonata para violín y piano, la Sonatina para piano y diversas obras pianísticas del compositor navarro), nos dejan veintiuna canciones para guardar, con un lanzamiento inicialmente previsto para el 20 de noviembre que se ha tenido que aplazar por las razones de todos conocidas hasta este 12 de febrero y al fin llega a casa para poder escucharlo una y otra vez en mi cadena con la sensación de tenerlos actuando solo para mí. Calidad de grabación, balances perfectos y unas partituras dignas de programarse en todas las salas.

En un cuidadísimo trabajo se presenta Luna clara, la primera de las «Cinco canciones» con poemas de J. Paredes que da título a este CD, con unas fotografías de calidad (que ilustran esta entrada), unas autobiografías sentidas por ambos protagonistas y hasta un estudio del propio Aurelio Viribay titulado «El Tríptico de García Leoz y otras dieciocho canciones» donde el magisterio y conocimiento de esta integral es ya de por sí otra aportación a la canción de concierto española.

Por supuesto no pueden faltar las letras y además traducidas al francés e inglés para ayudar a la difusión internacional que coloque a García Leoz en el sitio que le corresponde, y escuchando esta grabación entenderemos que va mucho más allá de su más conocido tríptico, que tampoco podía faltar al abordar esta primera integral para voz y piano, encontrando en Mar Morán la voz ideal para esta comunión letra – música del lied.

Las Cinco canciones sobre poesías de Juan Paredes (1934) demuestran el primor con el que el compositor navarro buscaba realzar con la música unas letras sentidas, excelente dicción de la soprano y la vestimenta a medida del pianista, cinco perlas donde el Romance es para engarzar en oro y el Pregón un envoltorio de lujo en este primer bloque.

Del Tríptico sobre poemas de García Lorca (1937) indicar la vigencia de esta populares canciones a las que no se han resistido las grandes voces femeninas, donde García Leoz vuelve a demostrar su dominio en la adaptación musical a los textos desde un acompañamiento de piano que no solo complementa sino que protagoniza de igual a igual estas tres páginas. Morán y Viribay amplían el catálogo de artistas que aportan frescura y dominio.

Las Seis canciones de Antonio Machado (1952) suponen otro descubrimiento en la escritura vocal desde el color vocal de la soprano extremeña que engrandece la poesía en dicción exquisita y un piano presente, avanzado en armonías con las dinámicas justas remarcando dramatismos y delineando versos, La noria poética que la música consagra como al Duero soriano del profesor sevillano.

Curioso comprobar la elección de poetas que hace García-Leoz, amor por la lírica que le hace entender y poner en el pentagrama unos poemas plegados a estilos tan diferenciados en función del texto, «adaptándose de forma camaleónica» como los define el propio Viribay. Así las Dos canciones sobre poesías de Juan Ramón Jiménez (1939) son el sur inspirador por luz y calidez que resulta atemporal sin geografías implícitas, el mismo océano universal de la Canción de cuna de Rafael Alberti (1941) o ese corazón de Rosalía de Castro (1951), la piel de toro bien entendida, mejor cantada y óptimamente tocada al piano.

Gerardo Diego también tiene su Villancico (1949) musicado, recogido, sentido, casi una oración, y dos obras que sin ser específicamente «de concierto», cierran este tributo poético: la Serranilla sobre un poema de los hermanos Fernández Shaw (1948), casi goyesca y tributo a Granados, una romanza de la zarzuela «La duquesa del candil», que ha trascendido como canción, más la cinematográfica Canción de la Malibrán (1951) como broche de un compositor al que la gran pantalla le sirvió de sustento (incluso como pianista en la época del cine mudo) aunque su inspiración poética nos ha dejado estas partituras que deben ser escuchadas más a menudo en los recitales y enfrentarse a ellas con el mismo tesón que hacen con las franceses o alemanas. No olvidemos que la aportación española está al mismo nivel, sin complejos, en nuestro idioma universal, exigente para la voz y con un pianismo muy cuidado del que Jesús García-Leoz es uno de nuestras señas de identidad como podemos comprobar gracias a esta Luna clara.