Hay “
masa madre” en la
Oviedo Filarmonía que con las manos del polifacético
Christian Lindberg (Danderyd, 15 de febrero de 1958) elaboraron unos manjares musicales con sabores rusos y propios que fueron del gusto de un público entregado y entusiasmado con la evolución natural de la orquesta ovetense, plena en cualquier repertorio y aún más con el gran repertorio sinfónico, aunque siga echando de menos más graves, si bien la “levadura” fermentó a la perfección con el maestro sueco cuya camisa plateada (azul para
Arutunian) parecía recordar a sus compatriotas de
ABBA.

La
Obertura-Fantasía «Romeo y Julieta» de
Chaikovski sonó poderosa guiada por esas manos tan expresivas del director y una gestualidad un tanto histriónica pero efectiva para lograr sacar líneas melódicas limpias, emocionantes y potentes en unos metales que sonaron aterciopelados además de presentes cuando así lo exigía el momento, notándose la faceta de
trombonista del sueco por cómo mimó la “sección de bronces” a lo largo del concierto, sin desmerecer a una madera excelente más la cuerda siempre limpia, precisa y tersa (comandada por la concertino
Marina Gurdzhiya) en los pasajes más líricos, con unos chelos y violas de lo más inspirados.

El trompetista manchego
Manuel Blanco (Daimiel, 1985) es una figura mundial de agenda completísima que se presentaba en Oviedo, la Viena española, con el
Concierto para trompeta y orquesta en la bemol mayor (1950) del armenio
Alexander Arutunian (1920-2012), digno compañero de programa de los rusos y el sueco, fusionando estilos sin obviar el neoclasicismo entonces en boga, bebiendo de una herencia musical riquísima, explotando los registros de un instrumento capaz de evocar lo épico al mismo nivel que las melodías populares asiáticas de esta antigua república soviética pero de historia ancestral, hiriente e íntimo. El sonido de
Blanco con su trompeta es impresionante, de proyección impecable desde todas las dinámicas que presenta este concierto que lleva tiempo en su repertorio, y en la sección lenta con sordina sacando unos timbres más cercanos al corno inglés que nos hacen olvidar el arduo trabajo de los labios, además de una cadencia virtuosa y sentida siempre perfectamente concertada por
Lindberg y una
OFil inspirada y dúctil, engrandeciendo una página no suficientemente escuchada que el público recibió con respeto premiando el esfuerzo de todos.

Con el fliscorno y la sección de cuerda
Manuel Blanco nos regaló una versión de
Oblivion (Piazzolla) muy libre pero sin perder esencias, introducido con el famoso tema del
Aranjuez de
Rodrigo, fusionando también ese aire de pop y jazz (
Chuck Mangione popularizaría esta trompeta grave, “
flugelhorn” para los anglófonos), magníficamente llevados por
Lindberg y compartiendo melodía con el violín de
Gurdzhiya compitiendo en delicadezas. La
Nana de
Falla con un fliscorno solo arrullando redondearía la intervención del manchego, digno sucesor de
Maurice André en un instrumento polivalente en manos y boca de estos virtuosos.

El Lindberg compositor estrenaba en Europa su Fake News (2017), título revelador donde la manipulación del sonido, para una plantilla que apenas varió en todo el concierto, parece explicar la inspiración de una partitura valiente, bien orquestada con importante percusión, motivos agradecidos al oído, especialmente en el tema ternario, y aires de banda sonora de documental aunque el compositor confiese no escribir en ningún estilo, solamente lo que su cerebro y alma le dicen. La vitalidad y buena mano demostrada se reflejan en esta composición que volvió a mostrarnos una OFil equilibrada y brillante.

De nuevo el sinfonismo ruso,
Borodin y su
Sinfonía “Épica”, la segunda en si menor escrita en cuatro movimientos para una masa sonora perfectamente controlada por
el maestro sueco, memorizada como
Chaikovski y manteniendo el balance con la calidad de la orquesta carbayona, lucimiento de solistas, sonido claro, virtuosismo global en el
Prestissimo, auténtica repostería el
Andante y brillante
Allegro final. Manos de artesano sonoro capaces de poner a la
Oviedo Filarmonía en un primer plano sinfónico conjugando estilos emparentados que nunca nos resultan ajenos.
Christian Lindberg en estado puro y con las manos en la masa.