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Lo efímero imperecedero

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Jueves 6 de junio, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo, clausura de la temporada: Gustav Mahler Jugendorchester (GMJO), Kirill Petrenko (director). Bruckner: Sinfonía nº 5. Fotos ©Pablo Piquero y propias.

Inmejorable clausura de esta temporada de los 25 años de los «Conciertos del Auditorio» celebrando los 200 años del nacimiento de Bruckner y por todo lo alto, con la Joven Orquesta Gustav Mahler que volvía 5 años después y nada menos que con el grandísimo Kirill Petrenko (Omsk -Rusia-, 11 de febrero de 1972) en la batuta.

Escuchando esta magna sinfonía que sigue corroborando mi teoría de que «no hay quinta mala», pensaba en la arquitectura sinfónica, la partitura como planos del arquitecto compositor pero que necesitan construirse, incluso repetirse pero siempre dependiendo de muchos factores, más cuando Bruckner nunca quedaba satisfecho con sus ideas y sabiendo que el papel no da nunca la verdadera visión, ni siquiera una maqueta a escala. Para armar este edificio musical se necesitan buenos materiales, en este caso elegidos entre los mejores de «última generación», todo un equipo interdisciplinar que se dice ahora, donde albañiles, alicatadores, electricistas, fontaneros, pintores y tanto personal necesario serían equiparables a las distintas secciones de la orquesta, 95 músicos donde no faltaron los españoles que desde la anterior visita de 2019 siguen incrementando la plantilla de la GMJO y no solo en el viento, también una cuerda que es un sueño hecho realidad en pleno siglo XXI, un auténtico equipo bien organizado, planificado con tiempo, cada uno el mejor en su especialidad, pero que para elevar esta catedral sinfónica bruckneriana sabiendo que será efímera, necesita el mejor constructor para convertirla en imperecedera en cuanto al esfuerzo por hacerla físicamente palpable, o al menos audible.

Y el actual titular de los Berliner es un Maestro con mayúsculas, auténtico constructor que no solo elevó a las alturas esta quinta sino que la dotó de todos los detalles más allá de los planos de Bruckner, atento a la iluminación, los contrastes, los tempi para detenerse en cada piso, la gama de colores en molduras, arcos, todas las esculturas sin dejar nada a la improvisación, construyendo en toda su altura esta catedral sinfónica asientan desde unos cimientos poderosos hasta los arcos casi gaudinianos sabedor que esta joya de una hora larga en sus dimensiones, sobrepasaría el tiempo y quedará en la experiencia de estos jóvenes que aprenden, responden, funcionan como una gran familia enfrentándose en esta gira a una experiencia de convivencia más allá de un poso musical que les quedará para toda la vida.

Si de la Cruz de la Victoria, símbolo asturiano en nuestra bandera, cuelgan las letras Alfa y Omega como principio y final, este concierto será omega y alfa, final de mi temporada «oficial» (aún queda la ‘Resurrección’ mahleriana este sábado) y principio del 73 Festival de Granada que se inaugura este sábado con los mismos protagonistas para volver a construir esta quinta sinfonía de Bruckner que tiene a Viena como protagonista, siendo Oviedo «La Viena Española» y esperando seguir contando tanto Bruckner que nos espera en el segundo centenario de su nacimiento.

El binomio GMJO-Petrenko además de acercar a la capital asturiana a buen número de melómanos llegados de distintas partes, nos puso de nuevo en el mapa melómano de esta gira que arrancó el día anterior en San Sebastián y finaliza en la capital nazarí abriendo mi querido festival (al que espero llegar el domingo 16). Y las expectativas se cumplieron desde el Adagio inicial al Allegro moderato final. Contemplar al director ruso es maravilloso por su control absoluto, de gestos claros, precisos, con una expresividad que nos hace visualizar cada movimiento, cada cambio de aire, las emociones escondidas en este sinfonía que siempre nos descubre cosas nuevas.

Con una plantilla perfecta (calcular a partir de 10 contrabajos), equilibrada en volúmenes, de colocación vienesa con los graves a la izquierda, violines primeros y segundos enfrentados, cellos y violas delante del podio, trombones y tuba detrás de los contrabajos mientras el quinteto de trompas se ubicaba al lado contrario, el «jefe de obra» de la cuerda  fue el concertino alemán Kurt Mitterfellner secunado por el español Xabier Andrada, mínima muestra de los mejores estudiantes en los principales centros musicales europeos. La madera también con notable presencia ibérica aunque con la polaca Marta Chilebicka en la flauta o la alemana Myriam Navarri al oboe mostraron una supremacía femenina en toda la orquesta. Los «bronces» sonaron cual órgano gigantesco de la catedral de Linz transportada al auditorio ovetense: afinado, presente, bien balanceado, completando un juego de «registros» envidiable, y para rematar una tímbrica cuidada al detalle por Petrenko, los timbales de la española Andrea Armas cuidando cada baqueta, segura y amplia en los redobles pero manteniendo el plano sonoro marcado por el director ruso.

El primer borrador de la Quinta Sinfonía ya lo tenía Bruckner en mayo de 1875 aunque no lo terminaría hasta el 4 de noviembre de 1878 porque volvió a reelaborar la tercera, y aún pasarían quince largos años hasta su estreno el 8 de abril de 1894, que además nunca llegaría a escuchar esta obra. Sin entrar en los distintos calificativos que le han dado, las dimensiones de esta sinfonía son comparables como escribía más arriba a una catedral, con un dominio del contrapunto que Petrenko fue marcando con una mano izquierda inconmensurable, sumándole todas las dinámicas y búsqueda de un sonido muy trabajado que los jóvenes respondieron para envidia de muchos mayores, desde el Adagio inicial en unos pianissimi dignos de elogio y unos pizzicati en los contrabajos delicadamente presentes. Los metales entraron en ese movimiento coral y «orgánico» bien contestado por toda la orquesta, las secciones yuxtapuestas como en el juego de registros del órgano, y desvaneciéndose con una delicadeza casi mística.

El segundo movimiento (Adagio: Sehr langsam) repite el inicio del primero para disfrutar del oboe bien arropado por la cuerda, contestaciones marcadas por Petrenko con la respuesta exacta de los primeros atriles, optimismo transmitido en los planos y en la construcción de este segundo piso antes del «arriesgado» tempo del Scherzo, como dicen las notas de Hartmut Krones en el libreto repartido por la GMJO «cuyo carácter escurridizo simboliza la exuberancia salvaje», y así la elevaron el constructor y su equipo, danzado, con desarrollos muy elaborados, matices de ensueño y todo un despliegue tímbrico maduro, lleno de contenido sin perder nada de lo escrito.

Y el remate catedralicio que recapitula los pisos bajos, saltos hacia el paraíso sinfónico con el español Juan Andrés Carmona al clarinete siempre presente, de timbre abierto como está escrito para abrir la fuga maestra del Bruckner inspirado, polifónico, grandioso, momentos de clímax y dinámicas extremas junto a la delicadeza siguiente. Petrenko ya había hecho magia en los inicios de cada movimiento buscando la concentración desde un silencio previo (roto por las toses que han vuelto tras el covid), y este Allegro moderato desembocará cual estrella en la aguja con el material «reutilizado» que me lleva de nuevo a Gaudí, aire festivo y esplendor final en una sinfonía de nuevo efímera pero imperecedera. Público rendido a los jóvenes y al ruso, aplausos para la orquesta y entre ellos, alegría contagiosa que daría la última sorpresa.

Mientras iban recogiendo atriles y partituras, como si una banda de música se tratase, la sección de viento se arrancó un Amparito Roca al que se fueron sumando el resto para un fin de fiesta espectacular que ponía un broche español a este jueves «omega y alfa» que llegará al Palacio de Carlos V en el llamado «Preludio del Festival» #Bruckner200.

PROGRAMA

Anton Bruckner (1824-1896)

Sinfonía nº 5 en si bemol mayor, WAB 105 (1875-76)

I. Introducción: Adagio – Allegro

II. Adagio: Sehr langsam

III. Scherzo: Molto vivace

IV. Finale: Adagio – Allegro moderato

Una JASP asturiana en Dresde

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Hace años salió una campaña de coches donde aparecían los JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados). En Asturias tenemos muchos de ellos (la «A» me la apropio de Asturianos) que con los tiempos que corren están teniendo que emigrar, cada vez más tras haber invertido mucho dinero en su formación, no ya la del Estado (que mengua a pasos preocupantes) sino la de sus familias con todo lo que ello supone de sacrificios y a veces penurias.
En el terreno musical, que conozco un poco, llevamos tiempo exportando talento desde Asturias. Del mundo lírico creo que basta con leer las biografías en los programas de ópera para saber a quienes me refiero, pues es rara la producción donde no haya voces de mi tierra. Y del difícil mundo de las cuatro cuerdas resulta paradójico que encontremos violinistas actuando en grandes formaciones europeas sin posibilidad de hacerlo en nuestro país, a no ser cubriendo vacantes puntuales.
María Ovín Carrera, de la que ya escribí varias veces aquí reflejando sus triunfos y conciertos, estará este fin de semana (23 y 24 de noviembre) nuevamente invitada por la Gustav Mahler Jugendorchester actuando en Dresde bajo la dirección de Vladimir Jurowski ¡casi nada!, y nada menos que en la Frauenkirche, sin olvidar el concierto de la Semperoper.

La trayectoria de esta violinista carbayona no cabe aquí porque la música corre por sus venas desde la cuna y el ambiente en casa siempre fue de total apoyo hacia su formación, sin saber hasta dónde llegará… Sin dejar de estudiar ni un solo día, pues así es la vida de quien decide dedicarse en cuerpo y alma a la música, ha ido creciendo íntegra e integralmente, como persona e intérprete, y no me ciega la pasión ni el cariño que le tengo. Ha estado tocando, siempre tras duras pruebas, en la JONDE (cuatro temporadas, como concertino, principal, ayuda de concertino), la EUYO (dos años, y leyendo los aspirantes más la selección final es para dejarnos boquiabiertos) y la Joven Orquesta Gustav Mahler (otro tanto, ahí sigue acudiendo con Abbado de responsable máximo) con la que repite en La Florencia del Elba con una figura mundial al frente, invitados por la Staatskapelle. Estar en esta orquesta es más que duro, y su web dice: «At the auditions that take place  every year between October and Decembre in over twenty five European cities, a jury authorized by Claudio Abbado selects candidates from an average of two thousand applicants «. Creo que no hacen falta más comentarios, incluso para quien no sepa inglés, pruebas en 25 ciudades de Europa y miles de aspirantes: María Ovín una de las elegidas.

En los últimos PROMS escuchaba a mi admirado José Luis Pérez de Arteaga en las retransmisiones de Radio Clásica comentar la presencia de españoles en la orquesta, y ahí estaba María Ovín. No son orquestas provinciales, sin desmerecer las de casa, pero hablamos de orquestas donde las pruebas de acceso están en otra categoría, y si los valencianos parecían nutrir las secciones de viento, tener una violinista asturiana en esas plantillas puede sonar a ficción para muchos. Recién «egresada» como dicen en América Latina del «Royal College» londinense, llega el momento de incorporarse a la vida profesional. Podemos presumir que en su currículo aparezca que finalizó sus estudios en el Conservatorio de Oviedo o su Premio Muñiz Toca pero lo que viene después son palabras mayores. Trabajando desde los tres años sin descanso y con pasión nadie le ha regalado nada y este paso por Dresde es un merecido premio al esfuerzo, madurez total en plena juventud… pero no tiene trabajo.
Las obras que ha trabajado estoy seguro que algunos profesionales en activo y con «plaza fija» no las han visto ni las verán en su vida, y las batutas son de referencia para todo melómano, así que trabajar con ellas es un lujo al alcance de los elegidos: Maazel, Colin Davis, Haiting, Pappano, Danielle Gatti, Blomsted, Josep Pons, Lutz Köhler, Thielemann, NottAskenazy y ahora Jurowski por citar algunos. Su mochila sigue llenándose no ya de salas de concierto que están en cualquier libro de música, también de unos conocimientos y vivencias únicas que los mediocres nunca entenderán.

Envidia (sana para algunos) y ceguera del que no quiere ver más allá de sus conocimientos, normalmente cortos y provincianos en un mundo global donde no siempre triunfan los mejores.
María Ovín es una JASP (Joven Asturiana Sobradamente Preparada), quiero dejar constancia de ello, y estas líneas son una pequeña muestra del talento musical asturiano del que disfrutan otros. Al menos tengo el placer de contarlo porque me conformo con viajar mentalmente hasta Dresde para escucharla.