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Para lo divino desde lo humano

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Miércoles 14 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: Olalla Alemán, Mª Eugenia Boix y Rocío de Frutos (sopranos), José Pizarro (tenor), Los Músicos de Su Alteza, Luis Antonio González (director): Es el día del Corpus día tan grande «La fiesta del Corpus entre Madrid y Nueva España». Música de José de Nebra (1702-1768).

La “Primavera Barroca” está llegando a su final y con buena acogida por parte del público ovetense, en colaboración con el CNDM que ha traído en gira hasta la Sala de Cámara a distintas formaciones españolas especializadas en estos repertorios para poner broche de oro internacional el próximo 20 de mayo con Anna Caterina Antonacci y L’Accademia degli Astrusi que dirige Federico Ferri.

Este miércoles venía con aires de Corpus Christi, fiesta católica por antonomasia que todavía muchos pueblos celebran por todo lo alto en rincones insospechados, recordando que lo profano siempre va emparejado con lo divino.

El teclista y musicólogo maño Luis Antonio González fundó en 1992 Los Músicos de Su Alteza, un ensemble en la línea de otras formaciones vocales e instrumentales dedicadas a trabajar el repertorio barroco hispánico, flexibles según el programa, ayudando a difundir obras olvidadas o perdidas, aunque sin ceñirse a una época concreta. La escuchada en Oviedo (y el día anterior en León) fue compuesta por José de Nebra, hijo de José Antonio de Nebra, música religiosa no litúrgica del maestro bilbilitano de nacimiento -por el oficio de su padre- pero madrileño de adopción donde será más conocido por su música escénica como recogen las notas al programa.

José de Nebra seguirá la tradición de repetir el oficio del padre, conoce y asimila el estilo italiano tan de moda en el Madrid de inicios del XVIII aunque fusionándolo con las formas de nuestra tradición para lograr una síntesis que le caracteriza. Su amplia obra escénica apenas se ha conservado, justo lo contrario de la religiosa de la que hay casi doscientas incluyendo las que Los Músicos de Su Alteza interpretan con rigor y fidelidad histórica, música paralitúrgica como los villancicos, evolucionados desde las Cantigas del rey sabio, las cantatas o cantadas de origen italiano, y los célebres Autos Sacramentales, nuestros oratorios hispánicos sobre textos de Calderón de la Barca.

Estas formas musicales conformaron el «corpus» del concierto, que incluía la recuperación histórica de varias obras por encargo del CNDM y el consiguiente estreno en tiempos modernos, partituras muy difundidas en los virreinatos, especialmente México (su Basílica de Guadalupe, el Conservatorio de las Rosas de Morelia y la colección Sánchez-Garza han sido las fuentes musicales para la recuperación de muchas partituras), con referencias a la ópera italiana de entonces desde la más pura tradición ibérica. El formato similar en ambas partes no hizo sino corroborar mi impresión inicial: siempre se agradece rescatar del olvido estas obras, más la de un compositor con tanto oficio, aunque tal vez excesivo como monográfico y temático. Lo mejor fue la parte final, precisamente la más humana y menos divina, sabedores todos que resulta más cercano lo terrenal que lo espiritual.

Demostraron oficio las tres sopranos Olalla AlemánMª Eugenia Boix y Rocío de Frutos, que llevaron todo el peso vocal, y los nueve instrumentistas bien ensamblados dirigidos por el maestro maño, hoy sin tocar los teclados: Pablo Prieto y Eduardo Fenoll (violines), Pedro Reula (violón), Roger Azcona (contrabajo), Francisco J. Gil y Pepa Megina (oboes), Joaquim Guerra (fagot), Josep Mª Martí (archilaúd y guitarra barroca) más Alfonso Sebastián (órgano y clave).

Las distintas formas fueron desgranándose en combinaciones variadas: Villancico a cuatro al Santísimo para abrir y cerrar primera parte (recuperación histórica) «Caminemos al monte de amores» y «De aquel amoroso sagrado volcán» con la participación de todos, recitados y dúos como los de la Loa del auto sacramental Amar y ser amado y La divina Filotea de Calderón también en las dos partes: «El ámbito boreal» recitado “La Culpa y La Gracia” encarnadas por Mª Eugenia Boix y Rocío de Frutos con colores vocales similares que lograron empastar a la perfección, con dicción clara y emisión correcta contrapuestas al calderoniano “El diablo mudo” que resultó ser el tenor José Pizarro, corto de volumen (al igual que en Gijón el verano pasado con Nuevo Sarao) desde el primer sólo y dúo «Señor, piedad», con De Frutos, pese a estar callado el viento, contrastado con «Naturaleza humana, cuyo llanto» fue poderío de la soprano Olalla Alemán, color de mezzo por cuerpo y redondez en todas sus intervenciones, pese a cierto abuso de portamentos como recurso dramático innecesario al poseer técnica, expresividad y registro carnoso suficiente en toda su tesitura «divina» uniéndose Boix más «humana», que en la segunda parte, con todo más rodado, mejoró el dúo y cuarteto «Albricias, mortales, consuelo» de las mismas, o el aria a tres «Ni ardiente fineza» cantando las virtudes teologales de La Caridad, La Esperanza y La Fe, con momentos «a capella» hermosos tanto en escritura como en interpretación de las féminas.

El auto sacramental Andrómeda y Perseo alternó narradores (tenor y soprano) en cada mitad, con las voces blancas detrás de las butacas para semiescenificar “Pecado, muerte, error” en la primera, tutti sin viento ni tenor que sólo se suma al final. Mejor el dúo «La que nace para ser» con Alemán de narradora y sus dos compañeras cantando, igualmente sin viento pero el órgano haciendo un continuo destacable como toda la formación instrumental por riqueza tímbrica, alternando órgano o clave y archilaúd o guitarra según el carácter que los textos marcasen, un dúo de oboes capaces de elevar algunas partituras al mayor nivel interpretativo con tintes y recuerdos venecianos, más la cuerda frotada o el fagot completando esa paleta perfecta en planos y fondos para las voces protagonistas.

Queda recordar la «Cantada a la Asunción de la Virgen» que abría la segunda parte con el recitado «Hoy al ver que su vuelo» y el aria «Suavidad el aire inspire» para volver a disfrutar del color vocal de Olalla Alemán y el fin de fiesta con «La casa de campo», sainetes con tenor cómico perfecto y las tres sopranos, armadas dos con castañuelas y todo el gracejo andaluz: seguidilla y fandango del Alcaldillo valiente, Ez el día del Corpuz subtitulada como ‘gitanada pa bailar’, A mi agüita de nueve y Aunque no hay gigantones, tarasca y visiones, lo eterno del jolgorio, la alegría profana para la fiesta religiosa del Corpus más otro sainete de propina donde la escena deja atrás lo divino haciendo partícipes a público y músicos del oficio humano de vivir.

P.D.: Reseña y cronometraje de Javier Neira en LNE.

Primavera de cantatas

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Lunes 21 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara. CNDM Circuitos: «Primavera Barroca«. ¡Albricias, oh mortales! La cantata, entre Italia y América. María Eugenia Boix (soprano), Nerea Berraondo (mezzo), La Ritirata, Josetxu Obregón (chello y dirección artística). Entrada sin numerar: 15€ (abono seis conciertos: 72€).

Tercer concierto de una primavera barroca de climatología casi invernal que no logró llenar más de media sala de cámara, a pesar de la calidad de intérpretes e interesante programa donde nuevamente había obras recuperadas por encargo del CNDM y por tanto estreno en tiempos modernos.

La formación que lidera el chelista bilbaíno se presentaba en Oviedo con Tamar Lalo (flauta dulce), Hiro Kurosaki (violín), Miren Zeberio (violín), el continuo con Enrike Solinis (guitarra barroca y tiorba), Daniel Oyarzábal (clave) y el propio Josetxu Obregón (chello) más las cantantes María Eugenia Boix (soprano) y Nerea Berraondo (mezzo), recién llegados de las américas en Bogotá y Quito donde volverán -salvo el guitarrista y tiorbista bilbaino al que suplió «nuestro» Daniel Zapico– con este programa que completa precisamente el de Forma Antiqva en cuanto a la recuperación de las «cantadas» y la música italiana con el paso y peso de España aún con «sede napolitana» en esa época y dando el salto transoceánico.

Todo los músicos de La Ritirata son conocidos en estos circuitos tanto en solitario como completando otras formaciones, siendo una auténtica selección internacional que conforma distintos «equipos y entrenadores». Del equipo que vino a la capital asturiana (en Gijón estuvieron varios el pasado verano) además de Obregón recordar por mi parte a Oyarzábal al que escuché en el festival de órgano leonés así como a las dos cantantes (con Eduardo López Banzo).

El orden del programa se rehizo para equilibrar apariciones evitando igualmente entradas y salidas de los intérpretes, formando pequeños bloques en las dos partes donde la soprano montisonense abrió y cerró concierto dejando para la mezzo pamplonica el final de la primera e inicio de la segunda. Igualmente las combinaciones de los seis instrumentistas sirvieron para dotar de más colorido sonoro un programa realmente atractivo aunque desigual en las calidades de las obras interpretadas.

Francesco Mancini abría concierto con el «Amoroso y Allegro» del Concierto de cámara en re menor para el sexteto instrumental, antes de entrar con A. Scarlatti donde quedó quinteto (marchó el violín de la tolosarra) para presentarnos el «Allegro» del Concierto nº 9 en la menor que dió paso a Quella pace gradita (cantata de cámara) con la «Sinfonía» entrando Mª Eugenia Boix, recitativos sin flauta, también sin violín dejando a dúo el continuo y tres arias con la última en «tutti instrumental» y juegos entre flauta y voz que resultaron hermosísimos. Soprano lírica aunque no me gustan las clasificaciones para una voz ancha de gran centro pero agudos algo metálicos aunque los alcance sin problemas, algo totalmente distinto al registro grave donde, como la mayoría de voces actuales, pierde color aunque no demasiado volumen. Lo compensa con gran expresividad, musicalidad y entrega en un repertorio que siempre resulta engañoso entrañando dificultades a menudo mayores que el bel canto.

De Caldara escuchamos en el trío del continuo su «Adagio» y «Allegro» de la Sonata en sol mayor, disfrute del chelo y clave aunque la guitarra en vez de la tiorba resultó poco apropiada pese al intento de color español que parece aportar en rasgueo. Sin parar y como obertura escuchamos «Huye con ella» de El mayor triunfo de la mayor guerra (Manuel Ferreira) en la voz de Nerea Berraondo a dúo con el chello resultando destemplado en el amplio sentido de la palabra. Recuperada la formación de cuarteto y más afinada afrontó dos obras recuperadas de Juan Francés de Iribarren: Bello Esposso, dulce Amante, aria al Santísimo del archivo catedralicio malagueño, con recitativo acompañado por el continuo y el «area amorosa» a la que se sumó la flauta, lástima de mejor vocalización o dicción pero con un cuerpo y color grave que sigue siendo único, cercano al registro de contralto pero con agudos propios de su registro, por otra parte difícil de mantener equilibrado y abusando a veces de apoyaturas o crescendos que finaliza en unos fortes poco naturales. Y para contralto el «area» que titula el programa de La Ritirata, Albricias, oh mortales!, «cantada de contralto» con lo ya apuntado de notarse algo grave para la voz de la mezzo navarra, que compensó cambiando el color para afrontar con algo más de volumen las notas bajas.

La segunda parte comenzaba con el sexteto instrumental (tiorba de nuevo) que nos regalaron una buena interpretación del «Adagio» y «Allegro» del Concierto nº 23 en do mayor para flauta dulce, dos violines y continuo de A. Scarlatti, virtuosismo de la flautista israelí bien arropada por sus compañeros. Cambiando a la guitarra, la formación acompañó a una Nerea más cómoda en Tu sei quella che al nome sembri, como la instrumental del archivo napolitano de su conservatorio, introducción que prepara recitativo y aria por partida doble para la voz carnosa y redonda de Nerea Berraondo que estuvo más cómoda, finalizando con Il nomne non vanta di santa colei donde el tiempo vivo sirvió para dejarnos el virtuosismo de los dos violines y de nuevo la flauta de la israelí compitiendo con la mezzo en un remate hermoso de musicalidad a raudales.

Para finalizar nuevamente la soprano de Monzón con flauta y continuo de guitarra en dos anónimos bolivianos recuperados del archivo de Moxos: Aquí Ta Naqui Iyai y Chapie, Iyai Jesu christo, contrastadas en lento y vivo donde esta vez sí hubo el color rítmico de los rasgueos en la guitarra y las melodías con textos indígenas aunque poco claros en su vocalización. De Domenico Zipoli pudimos escuchar cual intermedio instrumental su Sonata para violín y continuo en la mayor para apreciar al excelente solista austríaco de origen japonés (y profesor de su instrumento en el Conservatorio Superior de Música de Madrid), obra con los habituales clichés de su época bien escrita en cuatro movimientos contrastados (Largo – Allegro – Largo – Allegro) y cómoda de escuchar -supongo que menos de interpretar-, antes de que Mª Eugenia nos cantase solo con el continuo (guitarra en vez de tiorba) O Daliso, da quel di che partisti, recitativo y aria también por partida doble donde los instrumentos se combinaron buscando colorido que reforzase los textos, nuevamente poco inteligibles, de esta obra del compositor italoargentino: el primer recitativo con clave y chelo, el aria Per pietade aure serene con chelo y guitarra, el recitativo Aure fonti cantada solo con el chelo (repitiendo la afinación imprecisa) y el aria final Senti o caro ya con el trío y una Boix entregada.

Una propina de Monteverdi, Damigella tutta bella, SV 235 con el dúo vocal femenino y los seis instrumentistas puso final a esta velada barroca muy llevadera, con obras interesantes por lo que supone de recuperar patrimonio aunque no entre las llamemos inmortales, pero que desde la profesionalidad de estos músicos de La Ritirata siempre suenan con frescura y plenamente actuales. A fin de cuentas esta llamada «música antigua» sólo tiene de antigua el nombre cuando se interpreta como lo hace esta generación.

Voces jóvenes en clave barroca

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Sábado 5 de octubre, 21:00 horas. Catedral de León, «Peregrinatio», VIII Ciclo Músicas Históricas de León: Eduardo López Banzo (clave), María Eugenia Boix (soprano), Amaia Larráyoz (soprano), Nerea Berraondo (mezzo) y Héctor Guerrero (barítono). Obras de Händel y A. Scarlatti. Entrada gratuita.

El XXX FIOCLE (Festival Internacional de Órgano Catedral de León) prosigue su andadura, esta vez incluyendo la inauguración de la temporada del CNDM que tendrá cuatro programas, el de este día de San Froilán con un delicado concierto donde mi ubicación no resultó la mejor para poder saborerar un programa delicado de cantatas dirigido desde el clave por el maestro López Banzo que nos descubría un trío de voces jóvenes seleccionadas en el II Curso de Interpretación Vocal en el Barroco Español del propio CNDM del pasado mes de marzo, además de otra de la primera edición, curso del que Don Eduardo es su director y por tanto conocedor de primera mano de esta póquer vocal del que habrá que tomar nota para dentro de poco.

Si bien el escenario volvía al lado del crucero y el lleno catedralicio me colocó lateralmente a los intérpretes, pude al menos comprobar colorido, emisión y proyección de cada cantante, aunque la reverberación impida disfrutar de los textos, tanto los cantados como las palabras del maestro López Banzo al finalizar el concierto y presentar las dos propinas.

La soprano pamplonesa Amaia Larráyoz nos interpretó la cantata Dolc’è pur d’amor l’affano, HWV 109b (Haendel) de color vocal agradable y registro central pleno, agilidades bien resueltas sobre todo en la segunda aria Se più non t’amo tras el algo plano Recitativo Il viver sempre in pene.

Me encantó la mezzo Nerea Berraondo en Leandro, Leandro, anima mia de Alessandro Scarlatti. Cual drama condensado en sucesión triple de Recitativo-Aria con un clave primoroso subrayado y apoyo de la enorme musicalidad y poderío vocal de esta otra pamplonica, color uniforme en todos los registros: un grave redondo, un medio claro y un agudo suave que tomando la letra de la segunda aria La speranza dice al core y a mi oído que estamos ante una cantante no ya barroca sino integral aunque este repertorio sea muy adecuado.

Händel volvería para ocupar el resto del concierto, primero con la única voz masculina del organista local formado en Oviedo y también barítono Héctor Guerrero, otra agradable sorpresa cantando Dalla Guerra amorosa, HWV 102a, interpretación sentida desde una técnica trabajada que todavía tiene mucho recorrido para un hermoso timbre ya homogéneo y de potencia controlada, vocalizaciones limpias, nunca atropelladas y recreándose en la partitura, músico completo siempre felizmente respaldado por la maestría del maño López Banzo.

El remate vendría con la soprano oscense María Eugenia Boix (ya «veterana» pese a su juventud, y seleccionada el año pasado) y el Menzognere speranze, HWV 131, partitura agradecida para una soprano ya madura vocalmente, capaz de sentir como suya la obra, contraponiendo caracteres distintos en el Adagio Lascia di più o la Arietta final Altra spene or non alietta con su recitativos previos igualmente diferenciados, comunicando y mandando, sintiéndose segura con ese clave que casi la llevó de la mano para un Händel esquisito.

La primera propina nos dejó un «retazo operístico» a trío femenino, ninfas y diosas, empaste vocal y de colorido antes del último trío con Héctor, Nerea y María Eugenia cerrando este peregrinaje más barroco que medieval que rezaba el programa global pasando del Auditorio de León en 2012 a la Pulchra leonina 2013 en este otro peregrinaje melómano traspasando el Pajares. Ida y vuelta porque San Froilán mandaba para los leoneses.

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