
El programa de
Kando, penúltimo
del ciclo, siempre difícil como suele ser habitual en ella, arrancó en el Renacimiento con
Ballo del granduca (
Sweelink), música modal de tecla que
desde la tubería ofrece grandes y variadas combinaciones, estallando en una trompetería digna de los instrumentos de su época que el órgano mayor recreó como si tuviese más edad.
No puede faltar el barroco y menos
Bach en un concierto para el que «el kantor» estaba siempre inspirado, y pese a los citados «males menores» escuchamos dos obras muy conocidas, la
Tocata y Fuga en re menor, BWV 565 muy apasionada, casi arrebatadora, con combinaciones sonoras de intensidades y timbres más ajustadas en la fuga, una vez solventados los problemas técnicos, y el
«Air» de la Suite nº 3 en re mayor, BWV 1068 que nos supo a poco, una de las
que mejor soportan la
versión en órgano por la riqueza tímbrica orquestal traída a los tubos y de la que tengo una versión en vinilo dentro de aquellas colecciones del «
Reader’s Digest» a cargo de
Virgil Fox en el órgano de la
Riverside Church que sonó muchas veces en mi plato.
Y con esa inspiración el intérprete y
compositor franco-libanés
Naji Hakim (1955), alumno de
Langlais y sucesor de
Messiaen en la
Trinidad parisina hasta 2008, compone
Bach’orama, Fantasía para órgano sobre temas de Bach, una obra maestra que no oculta referencias directas a las dos obras escuchadas anteriormente y otras que pasadas por el conocimiento del instrumento resultan más que una fantasía todo un homenaje de
Hakim a «mein Gott», virtuosismo en manos y pies con una sabia elección de registros en una interpretación por parte de
la japonesa que fue de lo mejor del concierto.



Para cerrar, dos obras muy distintas, la novísima
Rapsodia alla latina (2009) del
compositor y organista alemán
Hans-Andrè Stamm (1958) que con un lenguaje digamos académico en tanto que prima la melodía con armonías tradicionales, hace desfilar motivos sudamericanos con reminiscencias de tango o «tico-tico» desde una amplísima paleta tímbrica que
Izumi Kando realmente bordó en el órgano mayor de la
Basílica. Obra difícil de ejecución y muy agradecida para el público que premió con merecidos aplausos esta original visión germana de las músicas latinoamericanas. Y la
Sortie en mi bemol mayor (
Lefébure-Wely) como auténtica «salida» o cierre de concierto, nuevo derroche técnico e interpretativo para una obra deudora tanto de los
Cavaillé-Coll como de formas y haceres anteriores, idóneo punto y final al breve repaso histórico que
Kando ofreció en el
instrumento de referencia que la Basílica de Covadonga tiene. Aires de tiovivo, de órganos portátiles o de cine, mezcla de aromas germanos y yanquis desde una alegría contagiosa en melodías y ritmos, colofón de otro domingo musical en la
cuna de la Reconquista.
Nuevamente gracias al
Cabildo, al
abad por su convencimiento en el ciclo, a
Chema que tiene una agenda mejor que la de muchos representantes y es capaz de convencer a sus amistades organísticas para que sigan acudiendo a nuestra tierra en tiempos difíciles para la música, y lógicamente a la
organista japonesa por el excelente concierto ofrecido.
Todavía nos queda este miércoles el último del ciclo pero en el
restaurado Realejo de la Colegiata, y será otra historia que contaremos si Dios quiere y el tiempo no lo impide.