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Extraordinario triplete de La Díaz

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Corren tiempos difíciles, y para el sector musical aún más, con cancelaciones de última hora que rompen la programación y el ritmo de trabajo necesario, pero esta semana antes de mis vacaciones, la soprano Beatriz Díaz afrontó un triplete extraordinario digno de figurar en los anales de esta «Era Covid».

El miércoles 24 a las 19:30 horas  en el Teatro Jovellanos de Gijón, dentro de la temporada de la Sociedad Filarmónica estaba programado de nuevo, dentro del ciclo «Los Históricos de la Filarmónica», el programa Cantarinos pa que suañes con el pianista y compositor Luis Vázquez del Fresno al que su corazón le dio un susto el lunes, y al que le deseo desde aquí una pronta recuperación.

Noticia triste pero ante la adversidad se mantuvo el concierto, siempre de agradecer por parte de los gestores de la centenaria sociedad gijonesa, armando urgentemente un nuevo programa (el 1.632)  a cargo de la propia Beatriz Díaz con el pianista Marcos Suárez, y organizado en cuatro bloques de tres obras, el tres mágico, donde la soprano allerana  nos dejaría una muestra de su musicalidad, versatilidad y amplio repertorio. Primero tres arias de ópera cantada en italiano, donde estuvieron Händel y el Lascia del «Rinaldo», Porgi amor de las bodas mozartianas, y una de las preferidas de la cantante, Catalani y «La Wally» con Ebben? ne andrò lontana, una lección de bien cantar con toda la amplia gama de color que caracteriza a la asturiana, siempre bien acompañada de un Marcos Suárez que se afianza como maestro repertorista como bien destacó el músico local David Roldán Calvo, quien ejerció de maestro de ceremonias presentando y poniendo cada obra en su contexto histórico.

Tratándose de un recital de «La Díaz«, no puede faltar su adorado Puccini, auténtico amuleto y para el que su voz parece hecha a medida, esta vez la Musetta con alma de Mimì, bien dominada vocal y escénicamente desde hace tiempo, el siempre agradecido (y comprometido) Dvorak de «Rusalka» y su Canción de la luna, otro escalón en un repertorio que va creciendo como su voz, y el Summertime de Gerswhin, el musical hecho ópera, o viceversa, con un arreglo pianístico más rico de lo habitual y esa versatilidad de la soprano asturiana capaz de meterse en cada personaje con el estilo adecuado y la entrega conocida.

No se podía olvidar la inspiración asturiana prevista aunque adaptada al momento, por lo que escuchamos la Asturiana de Falla como un delicioso arrullo, y dos canciones de «Madre Asturias» del recientemente fallecido Antón García Abril, homenaje necesario que desde la calidad de los dos intérpretes fue emotivo y entregado, Duérmete neñu y y Ayer vite na fonte, nuestro folklore hecho universal en estas páginas para tenor pero que en la voz de soprano adquieren nuevos aires y con un pianista demostrando igualmente su papel coprotagonista.

Y el cierre de nuestra zarzuela defendida con la categoría que se merece, «El dúo de la africana» de Fernández Caballero que Beatriz Díaz lleva en la sangre a La Antonelli, Yo he nacido muy chiquita aunque solo de estatura pues resulta siempre grande en escena, No corté más que una rosa del «manojo» vasco Pablo Sorozábal que resultó nuevamente redondo, y la petenera de «La Marchenera» (Moreno Torroba) cerrando este trío lírico hispano con la misma entrega y calidad con la que se iniciaba un comprometido recital donde los obstáculos no lo son cuando hay tanto trabajo detrás y responsabilidad por mantener una calidad en todo lo que canta nuestra asturiana universal. Propinas a pares de zarzuela y ópera, imprescindible el Puccini de O mio babbino caro que en la voz de la allerana sigue siendo música celestial.

Y llegaría el jueves 25 a las 19:30 en el Teatro Jovellanos Concierto Extraordinario de Semana Santa con la OSPA dirigida por el australiano Kynan Johns donde la soprano debutaba como solista con ese motete mozartiano que pone a prueba la voz pero sobre todo la musicalidad, Exultate Jubilate, K. 158a/165 de estilo operístico que hace años parecería impensable para Beatriz Díaz, aunque las enseñanzas del maestro Hernández Silva y la amplitud que ha alcanzado su voz, el día que cumplía 40 años, han demostrado cómo el genio de Salzburgo, al igual que papá Haydn, son perfectos compañeros de viaje.

El director encontró la pulsación ideal para disfrutar los tres movimientos de esta joya juvenil de Mozart, con una Beatriz Díaz cómoda, de amplias dinámicas y lirismo en estado puro (el recitativo plenamente operístico por parte de todos, aunque el órgano quedase en segundo plano) y la OSPA clásica de sonido homogéneo, gustándose y escuchando cada detalle, con los oboes contestando ese texto tan apropiado para este día: «¡Alégrate! ¡Un gran día brilla! ¡Las nubes y la tormenta se han ido!«, final de Aleluya pletórico por repetir escenario y agrandar una historia vocal que todavía nos deparará muchas más alegrías.

La OSPA completaría este extraordinario con el siempre necesario Beethoven al que 2020 le quitó parte de su protagonismo, con Coriolano: obertura op. 62 para comprobar el buen estado sinfónico y la complicidad con un Kynan Johns que en cada visita exprime lo mejor de la formación asturiana, dominador de memoria de todo el concierto donde la recién estrenada «Primavera» sonó con Schumann en una versión clara, precisa, matizada, colorida a pesar de la acústica del Jovellanos que no está pensada para una orquesta romántica a la que Perry So en el anterior concierto, dejó perfectamente engrasada.

Y no hay dos sin tres, pues el viernes 26 a las 19:00 horas se repetía el programa extraordinario en el Auditorio de Oviedo con una entrada que la pandemia y su protocolo dejó mermada pero igual de entregada para un público que recibe a la soprano de Bóo con cariño y siempre expectante. La cultura es segura y la música en vivo única e irrepetible, Beethoven con Johns preparó sonoridades sinfónicas, Mozart un poco más vivo que en Gijón pero con la acústica ideal y presencia de cada sección (esta vez sí sonó el órgano) para una plantilla casi camerística y unas manos australianas delicadas, mimando a la solista que desplegó de nuevo esa magia vocal para el motete que iluminó este triplete de Beatriz Díaz.

La Primavera de Schumann, esa sinfonía primeriza para nada juvenil y llena de vida en sus cuatro movimientos, retomó la calidad sinfónica de la OSPA bajo la batuta de un Johns de gestos claros, sin ampulosidades pero preciso al detalle, conteniendo sonoridades en los momentos delicados, dejando fluir a la cuerda, empastando a todos con el estilete o florete de su batuta con el que fue tocando los resortes necesarios para brindarnos una versión impecable de la Sinfonía nº1 en si bemol mayor, op 38 esperando repetir su escucha en la retransmisión de Radio Clásica que sigue grabando los conciertos de nuestra sinfónica, de nuevo con el bilbaíno Xabier de Felipe de concertino, esperando se cubran pronto las vacantes, pues no me canso de repetir que hace falta un capitán para esta nave y el contramaestre obligado.

Ya han sido suficientes los candidatos y no veo necesario alargar más los plazos, aunque sigan siendo tiempos convulsos, pero la música es un bálsamo necesario, más si podemos disfrutar de Beatriz Díaz, extraordinario triplete que abre mi descanso docente por esta semana. Como dice un querido amigo común,

BraBoo Beatriz

Color y sentimiento

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Viernes 11 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Concierto de Abono nº 12 OSPA, Amanda Roocroft (soprano), Kynan Johns (director). Obras de Thomas Adès (1971), Alban Berg (1885-1935) y Gustav Mahler (1860-1911).

Encontrarse un programa donde Mahler sea el más antiguo no es habitual; seguir apostando por estrenos siempre un riesgo que comienza a normalizarse; recuperar un director que dejó buen sabor de boca de agradecer, y traer de nuevo a una soprano británica -cuya «Jenufa» de 2005 es recordada en Oviedo- para poner su arte al servicio de la poesía hecha música ya aventuraba un viernes totalmente distinto al pasado. Y la lírica germana superó con creces a la española gracias a compositores de primera y una orquesta que parecía distinta en una semana. Mejor, creo que en el abono nº 11 nos la cambiaron.

El maestro Johns volvió a agradarme, mandando y haciéndose notar en todo el concierto sin gestos para la galería. El estreno en España de las Danzas de «Empolvando su rostro» (Powder Her Face), la polémica ópera de Thomas Adès, nos devolvió lo mejor de nuestra formación en una especie de trailer americano con mucho regusto porteño (Piazzolla revivido) en esta suite sinfónica de 2007 del propio compositor inglés, pero también deudor del Berg que superaría esta primera escucha. Orquestación rica, rítmicas potentes, melodías encadenadas y muchos guiños cercanos a la farsa, paralelismos con la Lulú que apunta Alex Ross aunque esta vez la voz callase. Curioso escuchar las danzas de esta ópera cuando las dos obras siguientes contarían con la soprano Amanda Roocroft que redondearía una actuación completísima.

Alban Berg sigue provocando en parte del público cierto rechazo, supongo que traducido a toses y comentarios en voz baja, pero las «Siete canciones tempranas o de juventud» (Sieben frühe Lieder) de los años 1905-1908 son de lo más escuchado cien años después aunque bocado para paladares abiertos de espíritu. Los siete poemas elegidos son de por sí joyas literarias y microcosmos expresivos, con orquestaciones sutiles y la soprano recreando melodías imposibles para textos profundos (¡qué distinto todo del Neruda pasado!). Será predisposición o ganas de cerrar pronto la herida, pero desde el primer Nacht con letra de Hauptmann quedé cautivado, teniendo el detalle de dejar las luces de la sala encendidas para poder seguir texto y traducción, si bien contemplar la interpretación de Amanda era suficiente para captar el sentido, «Brillan las luces en la silenciosa noche». Schilflied juncos murmurantes y al pie de la letra: «Y entonces me parece que oigo el dulce sonido de tu voz», la cálida de Roocroft arropada por una orquesta que volvió a brillar y con Kynan Johns sin cortarse en dinámicas, trayéndonos el ruiseñor (Die Nachtigall) a la noche ovetense sin jaula, y «coronado de sueños» (Traumgekrönt) de Rilke, nueva ¿coincidencia? literaria en el lied más sentimental de todos, voz e instrumentos con la cuerda resucitada, letra y música fundidos, «Y entonces llegaste a mi para robarme el alma». Pasión como el rojo vestido de Amanda, destellos de sol otoñal «En la habitación» (Im Zimmer) sin perder sentimientos encadenados de los dos últimos, Liebesode ¡Oda al amor! «proporcionándonos sueños maravillosos» y feliz conclusión en Sommertage, poema que explica todo el sentimiento «Calla ahora la palabra, cuando imagen tras imagen viene hacia tí y te llena por completo». Berg, sus poemas preferidos y la bella voz protagonista sabiamente arropada por una orquesta que resultó amante perfecta.

Desandando el tiempo aunque lo bueno siempre sea atemporal, llegaba Mahler, su tiempo de ahora en esta Sinfonía nº 4 en SOL M., naturaleza pura desde el primer sonido, paleta completa de colores, dinámicas que parecían olvidadas, trazos claros desde la batuta australiana con una lectura poética y ceñida a las indicaciones de cada movimiento. Por fin la orquesta en su esplendor, solistas y coprincipales, todas y cada una de las secciones, delicadas, claras, potentes, redondas, disciplinadas, sobre todo compacta… y sin prisas: «Lento sin apresurar» (Bedächtig, nich eilen), qué difícil concepción inicial para resultar tan fácil escucharla; «En movimiento cómodo, sin precipitación» (In gemächlicher Bewegung), pudiendo paladear todas y cada una de las entretejidas melodías en el plano exacto, solistas impecables, gustándose, transmitiendo, dejándose llevar por gestos claros y precisos, atentos. El éxtasis alcanzado «Con mucha tranquilidad» (Ruhevoll): Poco adagio, Mahler en estado puro, montaña rusa sentimental, doliente y pletórica, cielo e infierno en cada sección, compás a compás, remontando y rematando, ¡qué más pedir!…

Pues Sehr behaglich, «Muy cómodo» y la reaparición de blanco de Doña Amanda cantando «La vida celestial» (Das himmlische Leben), la fuente inagotable mahleriana (auténtico cuerno de juventud «Des Knaben Wunderhonr»), el lied orquestal donde nada está al azar, naturaleza y santoral, que reflejando la traducción de Rafael Banús -autor también de las notas al programa- resultó perfecta conclusión del concierto, nudo en la garganta y lágrimas en mi rostro, voz y sentimiento para Gustavo, «no existe música en la tierra que pueda compararse con la nuestra… Son excelentes músicos de corte… Todo despierta alegría».

Purgatorio y paraíso en una semana, Amanda ángel femenino, Kynan cual San Jorge y un dragón que no soltó fuego sino color y sentimiento.

Más no puedo pedir. No hay antes ni después, sólo Mahler que nunca me falla…

Voluntad de vivir con la máxima exigencia

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Viernes 9 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, OSPA, Concierto de Abono nº 6Eldar Nebolsin (piano), Kynan Johns (director). Obras de DormanDohnányi y Nielsen.

En Oviedo estamos asistiendo a unos conciertos donde las obras de nuestro tiempo ocupan programas, incluso con estrenos mundiales o nacionales, caso del sexto abono de la OSPA que nos devolvía a dos conocidos, el director australiano Kynan Johns (que era uno de los candidatos a titular y trabaja en EE.UU. muy cerca de Milanov) y mi querido pianista uzbeko Eldar Nebolsin (afincado hace años en Madrid y que tocó en Oviedo el 18 de marzo de 2010).

Se escuchaba por primera vez en España Astrolatry (2011) de Avner Dorman que quise disfrutar sin leer antes las notas al programa -esta vez de Luis Suñén– que recogen la explicación del propio compositor sobre su obra, buscando la primera impresión sin mediatizarme disfrutando con ella, muy exigente para la orquesta con amplios efectivos, refuerzos por otra parte habituales en partituras para plantillas casi centenarias, donde los efectos tímbricos me sorprendieron buscando la fuente sonora, bien traídos y en simbiosis con unos ritmos muy americanos que beben de las polirritmias y van desde Bernstein al famosísimo Take five de Brubeck. El título de las dos partes ya apuntaba el ambiente recreado desde un lenguaje sinfónico nuevo pero con perfecto conocimiento de la instrumentación, explorando colores y texturas en todas las familias para lograr Revelaciones celestiales: Lento que la percusión de la OSPA dibuja como nadie, contagiando su entusiasmo, hasta una auténtica Noche de San Lorenzo en El culto a las estrellas: Con un sentimiento techno, mecánicamente constante, derroche sonoro bien dibujado por la batuta clara y elocuente del maestro Johns, referencias a Lito Vitale (también tiene su Estrella del Sur) desde un lenguaje sinfónico pleno de nuestro tiempo que para los de mi generación ha convivido perfectamente con otras músicas o estilos. Éxtasis sonoro y auténtica delicia encontrar profesionales y formaciones que apuesten por traernos nuevas obras de auténtica calidad, y una orquesta capaz de amoldarse a lo que le echen estando en un momento realmente dulce.

Las Variaciones sobre una canción de cuna, Op. 25 (Ernst von Dohnányi) es una propuesta del propio Nebolsin admitida para nuestra OSPA que para muchos supone reconocer el excelente oficio de un compositor húngaro un tanto eclipsado por otros compatriotas suyos pero cuyo lenguaje musical se mantiene en el subconsciente colectivo que partiendo de una canción popular -en España la llamamos «Campanita(s) del lugar»– explora distintos mundos sonoros desde Mozart a Stravinski, de Beethoven a Rachmaninov, de Brahms a Britten utilizando una forma compositiva recurrente como es la variación, para desarrollar pasajes y emociones musicales tanto en la orquesta (con los mismos efectivos que la obra estrenada) como en un piano donde Eldar Nebolsin logra unas sonoridades puras y cristalinas desde la primera aparición de la melodía, con guiños humorísticos tan cercanos a su carácter como al de la propia obra del húngaro que la hicieron propia todos los solistas y secciones bien conducidos por el director australiano. Realmente obra densa pero saltarina como en el pasaje donde el fagot (esta vez Falcone de impecable principal) frasea irónicamente y responde el piano con idéntica articulación, rica de matices y dinámicas, contrastes en todas y cada una de las doce variaciones. Concertación excelsa desde la batuta y un nuevo éxito para todos desde la estabilidad emocional y el bienestar sobre el escenario que transmite alegría a pesar de lo exigente de una partitura no suficientemente escuchada en vivo, con varios coprincipales hoy de solistas sin mermar un ápice la calidad que esta orquesta asturiana atesora en sus años (tantos como llevo casado y que este 9 de marzo cumplía 21).

Eldar tras el esfuerzo aún agradeció los merecidos aplausos con una propina decidida ya sentado nuevamente sobre el teclado (el nº 7 de los Op. 25 de Chopin), que fue otro placer de técnica, sensibilidad, sonoridades, buen gusto y cual muestrario de todo lo que atesora en su repertorio y amplio vagaje musical siempre abierto a nuevas propuestas como las escuchadas este viernes.

Para la segunda parte nada menos que la Sinfonía nº 4, Op. 29 «Inextinguible» del danés Carl Nielsen, poco escuchada en vivo y auténtico esfuerzo para todos los profesores en sus cuatro movimientos que se ejecutan sin pausa, a los que tanto la maravillosa escritura orquestal como una exigente dirección les impuso, y mereció la pena. Si la primera parte del concierto resultó explosión sonora, el arranque presagiaba todo lo siguiente. Como apunta Suñén al recoger por qué Nielsen tituló así esta sinfonía «que la pieza trata sobre la voluntad de vivir y ellos es un sentimiento inextinguible», la interpretación fue voluntad de hacer Música, con mayúsculas de cabo a rabo, concentración total desde el Allegro en un despliegue de buen gusto en todas y cada una de las secciones: las maderas, la cuerda con la tensión necesaria, dinámicas sugerentes, contrastes de una Dinamarca que conozco y admiro hechos sinfonía, melodías que se rompen y reconstruyen cual puzzle sonoro, dramatismo y respiro, metales cálidos que sin transguedir pueden eclosionar en un final impactante con dos timbaleros a izquierda y derecha poderosos, amenazantes y apoteósicos, discurrir de solos a cual mejor para desembocar en una melopea total, explosión necesaria tras un esfuerzo del que Johns obtuvo recompensa. El nivel sigue muy alto.