Miércoles 29 de noviembre, 20:00 horas. 25 años de Conciertos del Auditorio de Oviedo: Orquesta de Cámara Franz Liszt, István Várdai (violonchelo y dirección). Obras de B. Bartók, C. P. E. Bach y Mendelssohn.

Oviedo sigue en el mapa de las giras europeas y «La Viena española» tras el inicio zaragozano de la Franz Liszt Chamber Orchestra y antes de San Sebastián, con un programa de los que saben a poco y no solo por la corta duración a pesar de las dos propinas de István Várdai, sino por lo conocido y agradecido de unas obras que todo melómano tiene en su memoria auditiva y hasta puede tararear mentalmente según las va escuchando. Lástima que este último miércoles de noviembre el público no respondiese como en anteriores citas, pero como siempre digo «ellos se lo pierden» aunque algunos me lean para enterarse cómo fue todo.

La tarde arrancaba con la cuerda casi camerística a cargo de la formación húngara, defendiendo su calificativo, bajo la dirección de su concertino desde hace cinco años Péter Tfirst, una leyenda en esta orquesta de Budapest, con las conocidas seis Danzas rumanas de Bartók, de imposible pronunciación pero con excelencia sonora, rítmica, folklórica y la calidad que en las antes llamadas «orquestas del este»  (europeo, claro) tienen asumida y son casi genéticas, más en estos repertorios. Danzas llenas de color, cercanas y con los aires zíngaros donde los violines disfrutan y desprenden alegría desde un sonido limpio en todos los tempi, compacto con dos contrabajos que dieron sustento a una tímbrica impecable de la cuerda, matizada y con pizzicati rotundos pese a ser sólo 25 instrumentistas.

Con la incorporación de una clavecinista (que completó y redondeó el sonido de los húngaros) llegaría el Concierto para violonchelo y orquesta en la mayor de C. P. E. Bach con István Várdai (Pécs, 1985) «armado» del instrumento que perteneciese a Jacqueline du Pré (el ‘Ex du Pré-Harrell’, un Stradivari de 1673) que aún parece estar impregnado del genio de la malograda y recordada chelista inglesa de apellido francés y matrimonio famoso con Daniel Barenboim que tanto ayudaron a convertir la mal llamada música clásica en todo un fenómeno de masas para su época (sin redes sociales ni apenas televisiones), hoy todo un mito tras sufrir una esclerosis con 28 años que la apartaría de la práctica musical y su posterior muerte a los 42.

El solista húngaro afrontó los tres movimientos con un sonido que conmueve en los graves y proyecta los agudos con facilidad, ejerciendo también de director aunque «los Liszt» podría decir que tocan solos este concierto del quinto de los siete hijos que tuvo «mein Gott», genética y música pura para este enorme clavecinista y compositor del periodo galante considerado uno de los fundadores del Clasicismo, quien decía: «Un músico no puede conmover a menos que él mismo se conmueva» como recuerda en las notas al programa Juan Manuel Viana. Y Várdai leyó y sintió este tercero de los conciertos para chelo (entre los más de cincuenta que escribió). Sturm und Drang o Empfindsamer Stil son expresiones en el idioma de Goethe que todos los estudiantes de música hemos tenido que conocer, y este concierto del «Quinto Bach después de dios padre» contiene tanto la tormenta e ímpetu así como el estilo sentimental, éste en el Largo con sordini mesto central de clave perlado, frente a los rápidos extremos más impetuosos que tormentosos, donde el Allegro assai parecía adelantarme en vivo la emisión de «La dársena» de Jesús Trujillo en Radio Clásica, programa con la actualidad musical que cumple 10 años, cuya agenda de conciertos (donde Oviedo está -casi- siempre en ella) utiliza este último movimiento del bellísimo tercero para chelo. Bien el chelista y mejor la orquesta, balanceada al servicio del solista con una tímbrica además del estilo muy cuidado.

Y mentando a «dios Bach» nos dejó el «menuett» de la Suite para chelo nº 2 en re menor, recuerdo de la sangre Bach y magisterio del padre de todas las músicas en todos los instrumentos (incluso los aún no inventados entonces) con que Várdai se/nos deleitó. Aplausos más que merecidos y un guiño a nuestro Gaspar Cassadó (Barcelona, 1897 – Madrid, 1966) con su Capriccio aún más contundente, virtuoso pero también sentido en un homenaje al músico catalán que el chelista húngaro tiene grabado en su repertorio solista.

Con viento (maderas a dos, trompas y trompetas) y timbales se «engordó» la Orquesta Franz Liszt para afrontar una «Italiana» de Mendelssohn que no fue del todo clara ni Vardái la llevó de la mano aunque la calidad de la formación se notó en todos, pero pienso que este repertorio no les va a los húngaros. El Allegro vivace resultó precipitado pese a no abusar del «calificativo», con unos timbales demasiado bravos y dinámicas exageradas confundiéndolas con la agógica, crescendi en los acelerandos, unos rubati algo «traídos por los pelos«. Las indicaciones «moto» del segundo y tercer movimiento tampoco aportaron nada nuevo a una sinfonía tan luminosa como la cuarta del hamburgués afincado en Leipzig, y al menos el Saltarello mostró la capacidad de afrontar el «presto» pero sin claridad en los tutti, falto de balances para disfrutar la calidad de una orquesta que no encontró en el romanticismo la chispa de Bartók ni la elegancia del Bach clásico. Pese a todo la bella sinfonía sigue resonando en mi memoria recordándome el LP rayado precisamente en el Allegro inicial que me obligaba a empujar cuidadosamente la aguja y perderme algunos compases. La llegada del CD con otras versiones no daría estos problemas aunque siga retomando mis viejos vinilos en grabaciones que para mi son históricas.

PROGRAMA:

Béla Bartók (1881-1945)

Danzas populares rumanas, Sz. 56, BB76:

I. Jocul cu bàtă – II. Brăul – III. Pe loc – IV. Buciumeana – V. Poarga romănească – VI. Mărunțel.

Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788)

Concierto para violonchelo y orquesta en la mayor, Wq 172, H. 439:

I. Allegro – II. Largo, mesto – III. Allegro assai.

Felix Mendelssohn (1809-1847)

Sinfonía nº 4 en la mayor, op. 90, «Italiana»:

I. Allegro vivace – II. Andante con moto – III. Con moto moderato – IV- Saltarello. Presto