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El Sistema también tiene coral

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Lunes 25 de marzo, 19:45 horas. Teatro Filarmónica de Oviedo, Concierto 2067 de la Sociedad Filarmónica de Oviedo (número 6 del año): Coral Nacional Simón Bolívar, Lourdes Sánchez (directora), Calio Alonso (piano). Obras de Fauré y música sacra a capella.

Oviedo sigue pidiendo pidiendo a voces la «capitalidad musical» y este Lunes Santo en apenas 300 metros teníamos dos conciertos corales: un laureado El León de Oro en la Catedral y la Coral Nacional Simón Bolívar en gira por España, agradeciendo tener a la capital asturiana entre sus paradas. Mi opción fue la segunda pues a los asturianos les disfruto más a menudo como «leónigan» confeso, pero tenía mucho interés en escuchar esta sección coral de «El Sistema» venezolano también a iniciativa del recordado José Antonio Abreu, quien decidió cumplir otro sueño: tener un gran coro profesional tras lis infantiles y juveniles (como con la orquesta) que manejara un elevado nivel de repertorio académico. Así fue como nació la Coral Nacional hace 18 años de la que esperaba un mayor nivel si tenemos en cuenta no ya el número de voces, rondando las 90, sino el grado profesional de una formación que además traía un programa que es habitual en «mi LDO» más el Requiem de Fauré que se escuchó el pasado viernes en el auditorio, aunque esta vez reducido al piano (ya recalcaba El Sistema que «Será difícil, lograr la atmósfera interna de espiritualidad sin el cobijo que ofrece una orquesta sinfónica») y que de optar por esta versión hubiese preferido el órgano por la mayor gama tímbrica.

Para un coro profesional está bien alternar repertorios de distintas épocas así como jugar con distintas formaciones, todas bajo las manos de Lourdes Sánchez de «gesto académico» contenido y que no siempre encontró la respuesta esperada. Arrancaron las voces blancas con el Miserere de la donostiarra Eva Ugalde, la única donde la directora dio el tono desde el piano (preparado para la segunda parte), y debiendo parar para repetir ante la falta de afinación. Una versión muy «plana» antes de incorporarse las voces graves, colocándose a la derecha de las blancas y desde entonces un miembro del coro sería quien diese los tonos, para comenzar con el impresionante Nunc Dimitis a 8 voces de Holst. El «poderío» previsto se contuvo en parte por un desequilibrio entre las cuerdas, con unas sopranos demasiado presentes y unos bajos sin la rotundidad exigible para que todo estuviese mejor asentado. Del gran compositor argentino Dante Andreo su Tenebrae Factae Sunt adoleció de los mismos problemas, con tardanza siempre en las entradas que el gesto de Sánchez tampoco «ayuda», necesitando más equilibrio entre las voces, mejor pronunciación aunque en los finales siempre fuera exacta, sobre todo los «nasales» donde el coro sí se mostró disciplinado y siempre afinado.

Las siguientes obras de Gjeilo y Vila se interpretaron con la misma intención que las anteriores, demasiado planas para todo lo que hay escrito tanto del noruego del catalán (llena de emoción hasta en el propio texto), con una línea de canto muy homogénea de matices y fraseos, más la repetida falta de mejor articulación.

Las voces en Brahms sonaron más empastadas y afinadas, aunque el texto en alemán no marcó suficientemente las consonantes ni los balances, mejor las voces graves que las blancas otra ez desequilibradas en presencia, antes del grupo masculino, voces iguales con unos bajos limitados en volumen para nuestro gran Javier Busto que tiene en España coros que defienden mejor su repertorio, y esperaba que los venezolanos hubiesen bebido de las fuentes directas, pero la solemnidad la resolvieron con más volumen que expresión, perdiéndose el tapiz coral del doctor Busto.

Vuelta a las voces mixtas con nueva colocación flanqueando las blancas a las graves para el resto de esta primera parte que sacó a relucir de nuevo unas sopranos estridentes y unos bajos comedidos, olvidándose que también tenores y contraltos completan la tímbrica y textura coral. Y pese a enfrentarse a dos obras «barrocas» a 8 voces como las de Lotti o Salazar, la interpretación mantuvo la línea de las obras anteriores, carentes del estilo y entrega necesarias para ellas, sin la intensidad coral del italiano ni el misticismo del español.

Lo mejor de esta selección a capella vendría con el norteamericano Forrest y su Entreat Me Not To Leave You, pues al menos se entendió el inglés y el coro pareció más cómodo en esta obra con las voces entremezcladas, ganando en sonoridad global así como en el entendimiento con la maestra Sánchez.

En el centenario del nacimiento de Gabriel Fauré la coral de El Sistema optó por el Requiem en re menor, op. 48 con el excelente acompañamiento al piano del granadino Calio Alonso, que volvía a este escenario de la calle Mendizábal, aunque un órgano con pedalero hubiese sido mejor opción y evitar contar con tres o cuatro manos (de una componente del coro) en la segunda parte del Agnus o en el hermoso Sanctus.

Esta vez la «contención» vino bien para poder disfrutar de un buen barítono para el Hostias et preces tibi del Ofertorio y el Libera me, o la soprano en un Pie Jesu algo «destemplado» pero bien de emisión, ambos componentes de un coro que no siempre entró a tempo y los matices fueron los escritos por el compositor francés para esta serena misa de difuntos, aunque siga prefiriendo su Cantique de Jean Racine o incluso el menos escuchado Les Djinss, op. 12 para estas formaciones sin orquesta, pero se agradece el homenaje.

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La propina con un tenor desafinando y de nuevo el excelente piano de Alonso, una estática Baba Yetu de Christopher Tin, al menos con una maraca para darle el aire de alegría tras un concierto con música para esta Semana Santa que nos trajo a la Filarmónica esta Coral haciendo un esfuerzo que es de agradecer para la centenaria sociedad ovetense. En defensa de la «Coral de El Sistema» ante mi decepción aquí reflejada, dejo las palabras de la propia directora para el diario La Verdad: «… permitirá que muchos de los exmiembros de la coral, hoy artistas de carrera internacional y que viven en Europa, se sumen y canten con sus compañeros de siempre… Además, conocerán y apoyarán a los nuevos integrantes que participan por primera vez en una gira internacional. Esto representará un encuentro muy emotivo y bonito».

PROGRAMA

Primera parte:

Eva Ugalde (España, 1973): MISERERE.

Gustav Holst (Reino Unido, 1874-1934): NUNC DIMITTIS. Lucas, 2: 29-32.

Dante Andreo (Argentina, 1949): TENEBRAE FACTAE SUNT.

Ola Gjeilo (Noruega, 1978): SECOND EVE.

Josep Vila i Casañas (España, 1966): IN PARADISUM.

Johannes Brahms (Alemania, 1833-1897): SCHAFFE IN MIR, GOTT, EIN REIN HERZ.

Javier Busto (España, 1949): DE PROFUNDIS CLAMAVI.

Antonio Lotti (Italia, c.1667-1740): CRUCIFIXUS.

Antonio de Salazar (España, 1650-1715): O SACRUM CONVIVIUM.

Dan Forrest (Estados Unidos, 1978): ENTREAT ME NOT TO LEAVE YOU. Ruth 1: 16-17.

Segunda parte:

Gabriel Fauré (Francia, 1845-1924): REQUIEM en re menor, op. 48.

Introit et Kyrie –  Offertoire – Sanctus – Pie Jesu – Agnus Dei – Libera Me – In Paradisum.

Piano: Calio Alonso.

Oro molido… y cantado

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Martes 15 de noviembre, 19:45 horas. Sociedad Filarmónica de Oviedo, Concierto 15 del año 2020 (2.040 de la sociedad). El León de Oro, Marco Antonio García de Paz (director): Tres estaciones de la belleza. Obras de S. Vivanco, F. Guerrero, T. L. de Victoria, A. Makor, J. Gavito, J. Vila, J. Busto, J. Domínguez y A. Alcaraz.

La centenaria sociedad ovetense acogió este martes a la formación coral asturiana más internacional y laureada de nuestro panorama musical, El León de Oro (LDO) que cumple ya sus bodas de plata pero por el que los años siguen manteniéndole en todo lo alto, «polifonía de oro» con la renovación generacional lógica de los años que no influye para nada en su excelencia, siempre con el sustento de los pocos fundadores aún en activo sirven para mantener aglutinado un verdadero estilo de vida y una forma de entender la música coral transmitida por el Maestro García de Paz, que además está llevando al Coro de RTVE a unos estándares en la línea de su «coro imagen».

El programa que trajeron hasta el teatro musical ovetense se organizó con el título tan sugerente de Tres estaciones de la belleza, casi un catálogo del amplio repertorio de nuestro coro «dorado» al que los «leónigans» rendimos culto, con obras muy trabajadas para esta temporada, caso de Sebastián de Vivanco (1591-1622) del que se conmemora su 400 aniversario, emparejado con otros dos grandes habituales en las voces del LDO, Guerrero y Victoria,  primera estación renacentista donde todos ellos brillaron al mismo nivel, pero colocando al compositor abulense en el lugar que le corresponde junto a la llamada «trilogía de oro» que los luanquinos interpretan como pocas formaciones y tantas alegrías les han dado desde el feliz maridaje con Peter Phillips. De Vivanco nos dejaron tres motetes con el sello inconfundible de los asturianos: jugando con 24-25-26 voces bien equilibradas y balanceadas, de afinación perfecta, emisión cuidadísima y una interpretación de calidad bien llevada por Don Marco que transmite no ya amor por esta música sino un magisterio de cátedra en perfecta simbiosis con sus coralistas. Y en el mismo bloque el Ave virgo sanctissima de Guerrero con todas las virtudes ya conocidas para finalizar esta primera «estación de belleza» con el Regina coeli de Victoria capaz de seguir emocionando con un doble coro en una acústica irreconocible por lo buena que resultó para estas voces únicas, bisándolo de regalo.

Segunda estación que mantuvo el latín como texto pero cantado para nuestro tiempo, O lux beata trinitas del esloveno Andrej Makor (1987) al alcance de pocos coros por la complejidad que con el LDO no se aprecia por su facilidad para estas partituras, otra joya de nuestro Jesús Gavito (1979) como es O sacrum convivium, uno de los componentes habituales del coro que hoy la docencia le impidió volver a disfrutar, como nosotros, de su magnífica obra interpretada por su «otra familia»; parada In Paradisum del catalán Josep Vila (1966) para degustar unas cuerdas deliciosas de color donde siempre me asombran las sopranos que son increíbles por sus agudos impolutos llenos de matices sin excesos, arropadas por los bajos contundentes a la vez que delicados, sustento coral necesario junto a todo el «tejido» de tenores y contraltos. Y qué decir del doctor Javier Busto (1949) cuyo O magnum mysterium sólo los «leones» pueden mantener en su ADN coral en estos 25 años las distintas generaciones que por él han pasado y pasarán.

Belleza de la estación tercera, también contemporánea de inspiraciones folklóricas porque en todos los estilos LDO mantiene su nivel de entrega y calidad, con dos obras del gallego Julio Domínguez (1965), otro de los compositores fundamentales del coro, con El mar se rizó a contrapelo de bellísima escritura e interpretación, o Si la nieve resbala de sus «Cantos asturianos», donde el público pudo comprobar la riqueza de nuestra tradición elevada a la excelencia coral bien compuesta. «Cuatro Jotas» de Jesús, Josep, Javier y Julio, antes de finalizar con otra de las obras que están como el mejor escaparate «dorado», la Fariñona y marañueles del alicantino Albert Alcaraz (1978), el legado que pasa por todos los cantantes de oro en estos 25 años y esperando siga transmitiéndose de generación en generación, pues no sólo refleja el espíritu asturiano allá donde lo cantan sino también la riqueza de nuestro patrimonio musical cuando se afronta desde el conocimiento coral y se interpreta con la altura de miras de El León de Oro.

De oro y plata: espejos y reflejos

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Sábado 1 de octubre, 20:00 horas. Colegiata de San Juan Bautista (Espacio Liberbank) de Gijón. Espejos y reflejos: El León de Oro (LDO), Marco A. García de Paz (director). Obras de varios autores. Fotos propias y cortesía de Beatriz Montes.

No se puede comenzar mejor este octubre que asistiendo al primero de los conciertos de la temporada del LDO en sus bodas de plata, 25 años que nos han pasado volando, o mejor «en un cantar», un pedazo de mi historia como «leónigan» viéndoles crecer, asentarse, renovarse y siempre sorprendiendo por su permanente búsqueda de la perfección y la belleza, buscando la excelencia con el buen hacer que les acompaña como sello inconfundible desde sus inicios en el bar homónimo de Julio García de Paz en Luanco, convirtiéndoles en todo un referente coral con su proyecto (Aurum y Los Peques) además de  reconocerles como uno de los mejores coros españoles (yo diría europeos sin que me ciegue la pasión).
El título del concierto, Espejos y reflejos, lo describe el propio Marco en las notas al programa: «Celebramos lo que hemos sido, lo que somos y lo que esperamos llegar a ser», un programa donde pasaron revista a las obras que «nos acompañaron en nuestros inicios, que nos hicieron madurar, aprender, enfrentarnos a retos que parecían imposibles, que nos hicieron destacar y crearnos un nombre y que marcan el camino por el que queremos  seguir transitando». Fieles siempre a un estilo propio, conjugando pasado, presente y futuro con un relevo generacional que mantiene la base inamovible y segura, necesaria para el aprendizaje de las incorporaciones.
El pasado, más presente que nunca, con sus interpretaciones del Renacimiento español que les abrió puertas en Inglaterra de la mano de Peter Phillips, un hito y colaboración más allá de lo discográfico, un amigo. Este sábado Vivanco, celebrando el cuarto centenario de su muerte, Guerrero que junto a Victoria (sólo faltaba Morales) completan la «trilogía dorada» que sigue brillando en sus voces: abriendo concierto O quam suavis de Sebastián de Vivanco (1551-1622), empaste ideal, vocalización precisa y la afinación inconmensurable; Mi ofensa es grande y Sancta et immaculata de Francisco Guerrero (1528-1599), la segunda con unas voces blancas siempre impresionantes por unos agudos penetrantes pero aterciopelados y las graves como diría mi compañera de silla, «dulces», para finalizar este bloque con el Regina coeli de Tomás Luis de Victoria (1546 -1611), marca de la casa, el fraseo impoluto, el empaste y equilibrio que dan las voces extremas a modo de sustento perfecto para la edad de oro de la polifonía a cargo de unos leones con muchos quilates.
Presente de compositores que han encontrado en el LDO la mejor formación coral para sus obras y el coro asturiano caminos explorados sin etiquetas, otra trilogía actual con Vila, Dubra y Busto, dedicándole Marco a Óscar Camacho este segundo bloque «presente» en el que causas más cinéticas que «cinégeticas» obligaron a nuestro querido compañero a «chupar banquillo» pero reconociéndole públicamente su trabajo en la sombra a lo largo de tantos años con sus amigos: In Paradisum de Josep Vila i Casañas (1966) verdadera maravilla del sabadellense que en estas voces resulta realmente «paradisíaco», el llamado arcón del que siempre salen obras que han marcado el devenir del coro luanquín; continuarían con un estratosférico Stetit Angelus de Rihards Dubra (1964) en la línea polifónica báltica de nuestros días con este letón que parece componer a medida de los «leones», cómodos en estas obras arriesgadas pero verdadera apuesta por la música actual en las voces con más futuro: para rematar este segundo bloque O magnum mysterium de Javier Busto (1949), la partitura que está en los genes de nuestro coro y el propio doctor de Ondarribia sigue asombrándose por la interpretación de un LDO sonando cada vez mejor, como comentaría el propio Marco, pues en estos tiempos sigue luchando por superarse.
Y futuro esperanzador manteniendo la labor de transmitir nuestro legado español transitando todas las épocas con la misma entrega y calidad, repertorios actuales que conocen de primera mano trabajando duro para afrontar obras que están al alcance de muy pocos coros, desde la apuesta por Ugalde (las mujeres al fin protagonistas) y Alcaraz hasta el icono coral de nuestro tiempo, Whitacre, siempre en busca de la excelencia: como muestra de calidad el Miserere de Eva Ugalde (1973) a cargo de ellas, parte de las Aurum integradas en LDO incluyendo a la propia Elena Rosso (un auténtico placer escucharla entre iguales); el Ecce quomodo moritur justus de Albert Alcaraz (1978) constituye otra de las obras del  compositor alicantino con el que este coro se identifica y hace suyas todas sus obras; finalmente Sainte-Chapelle de Eric Whitacre (1970), polifonía de hoy para coros con solera entre los que se encuentran los asturianos, arranque gregoriano digno de abadías, coralidad impregnada de buen gusto y una interpretación con mucho recorrido antes de engrosar el amplio arcón que en estos 25 años tienen los gozoniegos.
Tres bloques diferenciados, escuchados cada uno con un silencio respetuoso por un público ensimismados ante la calidad de unas voces que hoy, sin llegar a 30, sonaron equilibradas, afinadas y entregadas en un marco de belleza y acústica ideal para un repertorio que constituye la espina dorsal de este coro asturiano e internacional.
Agradecimientos a los mecenas, entre ellos SATEC, a los socios protectores, las administraciones públicas, a los colaboradores, amigos, y por supuesto a la irreemplazable Adela Sánchez. Y un regalo que no hacía falta presentar: Fariñona y marañueles del citado Alcaraz, con solo de Elena, la mejor estampa asturiana comprendida por el noveldense que tantos otros coros interpretan y el LDO lleva siempre en la mochila.
Y para despedirnos, del gran Jesús Gavito Feliz, docente, compositor, director y bajo fundador de estos «leones», En toda la Quintana que se estrenase en este mismo recinto, con solo de Sandra Álvarez, timbre ideal para esta obra nuestra armonizada «a medida» por el músico parragués que puso el mejor broche de oro para esta temporada de plata que los «leónigans» disfrutaremos todo lo que se pueda, esperando llegar a celebrar con ellos los 50 años. Hay cantera, ilusión y el objetivo de alcanzar la excelencia.
FELICIDADES LEONES

Pinturas corales doradas

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Sábado 16 de noviembre, 20:30 horas. Basílica Santuario del Sagrado Corazón, Gijón: V Encuentro Coral de Música Sacra: Coro El León de Oro, Marco A. García de Paz (director). Obras de Mouton, PalestrinaAlonso LoboVictoria, Schütz, Pearsall, Grieg, Stanford, Holst, Pizzetti, Josep Vila y Ola Gjeilo.

Organizado por el RGCC y luchando contra la tijera cultural vuelve la música sacra a la capital de la Costa Verde en la incomparable «Iglesiona» que se llenó para disfrutar de nuestro coro mas internacional y laureado, un imprescindible para este Encuentro, legión de leónigans que acudimos a una auténtica lección histórica coral, perfectamente programada cronológicamente con un repertorio que sigue asombrando por su sabia elección para estas voces que marcan referencia. Las cualidades de El León de Oro siguen impolutas pese a la siempre necesaria renovación, porque el Proyecto LDO está muy bien asentado: cimientos sólidos desde su origen que mantienen segura la estructura vocal más las voces jóvenes que ascienden desde «Los Peques» o se suman ilusionados a la construcción del «coro grande» comulgando con esa búsqueda de la perfección. Empaste, afinación, equilibrio, dinámicas impresionantes, policoralidad exquisita, disciplina, mucho trabajo, entrega total y así hasta el infinito.

Cada partitura resultó un fresco que no admite corrección en su pintura, colores distintos para todas ellas a lo largo de esta historia de pintura coral que el maestro García de Paz va sacando con detalle a flote, perfilando, dibujando cada melodía como personajes pintados que descubrimos a medida que avanza la obra.

Nesciens mater (Jean Mouton) como un Leonardo en Francia, Nunc dimittis (Palestrina) auténtico Miguel Ángel y sentando cátedra del espíritu tridentino referido a la polifonía religiosa, Versa est in luctum (Alonso Lobo) cual Pedro Berruguete, y a continuación Regina coeli (Victoria) auténtico El Greco de la polifonía sacra hispana. Coro completo, medio o doble para jugar con la paleta vocal, siempre el color preciso y la temática contenida, ascetismo no exento de placer. El salto alemán, como si de Durero se tratase, vino con Heinrich Schütz con dos maravillas corales: Die mit Tränen säen, SWV 378 y Selig sind die Toten, SWV 391 que no pueden faltar en este recorrido histórico del Renacimiento al Barroco partiendo siempre del ideal romano y universal pero con el peculiar estilo de cada escuela, esta vez «dorada» por bien pintada a cargo del tándem LDO – Marco Antonio García de Paz que volvieron a sacar de cada partitura intensidades y líneas impensables. Para la primera parada rodear al público en su ubicación, compartir con nosotros esta nueva perspectiva sonora del Lay a garland (Robert Lucas de Pearsall) que abrazó con cuerpo este clásico coral.

Tomado el aire necesario y el cambio en la «base de imprimación» para continuar el fresco histórico coral, tras el «tactus» renacentista o el marcado silabeo barroco antes del equlibrio clásico, desde Noruega nos pintaron el Ave maris stella (Grieg) con la luz estival del norte antes del estallido siempre contenido para los sentidos del irlandés Sir Charles Villiers Standford y su motete Beati quorum via, el latín como idioma católico y la polifonía a su servicio en una forma musical que hace brillar como nadie a este coro que sigue alcanzando cotas increíbles en todas sus cuerdas, luminosidad que nunca ciega por la delicadeza de sus matices capaces de «forti» en su punto exacto al lado de «pianissimi» que quitan la respiración. Sigue asombrándome la versatilidad demostrada por el coro gozoniego, capaces de interpretar músicas de cualquier época con tanto rigor, aunque el gran público parece gozar más en la cercanía cronológica y ellos mismos «soltando tensiones» acumuladas antes de un nuevo derroche sonoro como sólo son capaces de alcanzar pletóricos. Y planetario resultó entrar en el siglo XX con el Nunc dimittis de Holst, nuevo ejemplo de la persistencia de Palestrina capaz de pintar un mismo tema con técnica y lenguaje distinto, mirando la bóveda ovoide de «la iglesiona» con esta música vocal en estado puro para «El León de Marco» seguido por el Agnus Dei (del «Requiem» de Ildebrando Pizzetti) que volvió a rodearnos a los asistentes en total simbiosis. Cada final de obra mimado permitiendo paladear el último suspiro antes del aplauso arrebatador con un público totalmente entregado al placer coral de la música sacra.

Josep Vila i Casañas (1967) y su Sanctus – Benedictus también es «equipaje» habitual del coro y más en estos conciertos sacros, mostrándonos obras actuales de nuestros compositores que triunfan en todo el mundo. Partitura maravillosa de este catalán que han hecho suya con una riqueza tímbrica sumada a las cualidades ya citadas, calidad coral en una interpretación emocionante, fresco hecho lienzo.

Como última experiencia cromática añadir el color del cello a este coro supone la rúbrica del paseo histórico de un concierto siempre emocionante. El noruego afincado en Estados Unidos Ola Gjeilo (1978) ha compuesto su Serenity (O magnum Mysterium) para coro y violoncello, esta vez del propio coro (Manuel Quintana) que dando el paso adelante pareció mudar su voz de bajo a las cuerdas del instrumento (dicen que más cercano a la voz), hacerlo cantar con un empaste más allá de la perfecta escritura de esta obra de nuestro tiempo interpretada con la misma calidad que el Mouton que abría velada cual cierre expositivo de esta auténtica lección de música coral cronológica y estilísticamente perfecta, siempre con «el lenguaje eterno del alma«.

Foto ©LDO / Víctor Gallego

Entregada una placa de agradecimiento al coro que inauguró en 2009 este ciclo y siempre que se les llama acuden a la cita, bisaron Holst en otro fresco coral todavía más lumínico en esta segunda «pasada del pintor Marco», y aunque finalizado hubo despistados (o hambrientos) que la hora debía parecerles avanzada, la exposición de pintura coral volvía a cerrarse como estaba prevista recreando «Serenity», serenidad aún más emotiva por parte de todos que volví a escuchar con los ojos cerrados. Tengo que seguir confesándome «leónigan» hasta la muerte. Gracias.

Cantabria y después Madrid

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Sábado 23 de marzo, 18:45 horas. Santuario Nuestra Señora de Las Caldas de Besaya, XXVIII Jornadas de Canto Coral. Coro «El León de Oro» (LDO), director: Marco Antonio García de Paz. Polifonía religiosa renacentista y contemporánea.

La Coral de Los Corrales de Buelna organizadora de estas jornadas, apostó este año como decía la prensa por la calidad, y nada mejor que traer hasta su tierra a los vecinos asturianos del LDO, pues no me ciega la pasión si digo que actualmente es el mejor coro español. En trabajo permanente, con cantera que permite renovar sin perder esencia ni calidad, tras un concierto en Palencia llegaban al Santuario con un programa cantado en latín y en dos partes bien diferenciadas, la primera de polifonía renacentista que sigue siendo referente coral. Basta con citar obras y autores para comprobar cómo las perlas se engarzan desde la delicadeza en la elección de ellas con una interpretación íntima, recogida, técnica por lo que supone el siempre dificilísimo «tactum» que dominan como nadie:

Nesciens Mater (Mouton), Ave, verum corpus (Byrd), Versa Est in Luctum (Alonso Lobo), Media vita in morte sumus (Lasso), Vidi Speciosam (Victoria) y Nunc Dimittis (Palestrina). Seguro que Marco limará detalles y mínimos excesos dinámicos en las sopranos, pues los orfebres del sonido no dejan nada fuera de lugar, mimando sonoridades, pronunciación, empaste, líneas, silencios tan sobrecogedores como la propia música.

Para la segunda parte, también con el latín como lengua vehicular que marida a la perfección con la música, al menos para los melómanos, polifonía religiosa cercana en el tiempo donde las combinaciones vocales tanto en colocación como interpretación siguen siendo todo un espectáculo coral. Voces blancas para Ubi Caritas (Ola Gjeillo), graves para el Kyrie de Ramona Luengen (1960), medios coros sólo en número y ubicaciones buscando magnificencia sonora para el Agnus Dei de Pizzetti (1880-1968), el pletórico Sanctus (Josep Vila), todos juntos para el «veterano» pero siempre actual Bruckner (1824-1896) del Os Justi, nueva demostración de gusto por la calidad y emociones a flor de piel, la joya del Ave Maria (Biebl) que sigue cautivándome cada vez que lo escucho, con los solistas en primer plano y el coro al fondo logrando sonoridades de colorido impactante, y el remate de Serenity (O Magnum Misterium) del noruego Gjeilo (1978) para violoncello y coro donde el bajo Manuel Quintana hace realmente cantar al instrumento que encaja perfectamente con ese color vocal único de «los leones» y que .

Disfrutar con cada obra, hasta las propinas envolviendo al público que abarratoba el Santuario de Caldas mucho antes del comienzo, ocupando incluso el crucero, nueva muestra de bordado artesanal donde el hilo áureo y de seda comienza a brotar capas corales que dibujan un cuadro en cada pieza, global y en detalle sin perder nunca entidad. Contraste temporal pero continuidad estilística de un coro que volverá a trabajar parte del repertorio renacentista escuchado en Cantabria con Peter Phillips para su actuación en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional madrileño el próximo sábado 6 de abril, otro logro y ocasión para gozar con fruición del maestro británico al frente del coro asturiano. Los «leónigans» seguimos nuestro particular peregrinaje porque cada concierto es único, irrepetible, grandeza musical que no tiene explicación tangible pero refleja nuevamente el objetivo común de «disfrutar y hacer disfrutar con la música coral».

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