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Más zarzuela por favor

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Martes 27 de junio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Universo Vocal”, Gala lírica I: María José Moreno (soprano), Carlos Álvarez (barítono), Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), José María Moreno (director). Obras de ópera y zarzuela. Fotos de Fermín Rodríguez.

 

Crítica para Ópera World del jueves 29, con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
El maestro Arturo Reverter titula las notas de esta primera gala lírica del Festival «Sustancia lírica de dos voces andaluzas» donde disecciona cada página que escuchamos, y todo ello organizado como es habitual en estos recitales con dos partes separando ópera y zarzuela, suma de arias y romanzas, dúos y números orquestales, todas obras archiconocidas pero siempre agradecidas de escuchar. La Danza Española nº 5 de Granados, conocida como “Andaluza”, tiene como añadido una poesía de Luis Muñoz Lorente que refleja en parte el espíritu siempre inspirador para compositores e intérpretes de todos los géneros y estilos en esta tierra del sur que en parte siento mía:
“¡Mi Andalucía! Rojo clavel de un gran vergel
Alma de España que guarda en su entraña amor,
Es el sonar de tu cantar copla de amar”.
Sabor andaluz con la soprano granadina María José Moreno, el barítono malagueño Carlos Álvarez con la orquesta de su ciudad sumando al titular desde la temporada 2020-21 José María Moreno, un mallorquín a la batuta uniendo para esta gala sentimientos mediterráneos aunque la música siempre sea universal y no conozca fronteras, triunfando lo nuestro.
La Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) dista mucho de la que disfruté hace años en la capital de la Costa del Sol con Manuel Hernández Silva al frente tanto en conciertos sinfónicos como en recitales y ópera. Desconozco los cambios habidos en estos años, pero en esta gala granadina adoleció de brillo en los violines, echando de menos más entendimiento entre las distintas secciones, con alguna inexactitud imperdonable para estos profesionales junto a la necesaria sonoridad global que pecó de oscuridad con desajustes variados en pasajes demasiado conocidos donde se apreciaron estas carencias.
El maestro Moreno pese a los esfuerzos y gestos por momentos demasiado exagerados, tampoco tuvo la respuesta exigida desde el podio ni en las partes orquestales, caso de las oberturas operísticas o en los preludios e intermedio de zarzuela, ni en las acompañantes de las voces, no siempre mimadas estando en el mismo plano sonoro, y por momentos con la sensación de ir “a remolque” que fue más que evidente aunque la batuta luchó por encajar y enderezar lo que cojeaba. Lástima que páginas de tanta enjundia como el Preludio de El tambor de granaderos (1894) de Ruperto Chapí (1851-1909) la percusión no estuviese presente y marcando con decisión, o el conocidísimo Intermedio de La boda de Luis Alonso (1896) de Gerónimo Giménez (1854-1923) que hubiese necesitado más limpieza en la ejecución de la OFM e incluso pausar un poco los tempi para disimular estas carencias globales.
En la parte vocal los artistas brillaron en algunas páginas solistas, empastaron bien en los dúos y resultaron mucho mejor en la parte dramatizada o escenificada que en la lírica, siendo necesarias ambas aunque no podemos negar su profesionalidad y conocimiento de sus intervenciones, todas bien interiorizadas aunque evitasen notas agudas, las buscaran con diferente resultado, o incluso las obviaran.
Los dúos elegidos por María José Moreno y Carlos Álvarez fueron desiguales en el resultado vocal y global. De los operísticos, Mozart bien de color y equilibrio dinámico, especialmente Don Juan con Zerlina en “Là ci darem la mano” y sobre todo Donizetti “La voilà, la voilà…” de La fille du régiment (1840) que resultó lo mejor de la primera parte por interpretación y escena, con la OFM más balanceada con ellas.
De las zarzuelas, Federico Moreno Torroba (1891-1982) con Luisa Fernanda (1932) es una obra completa vocalmente, y en el dúo de Carolina y Vidal “Para comprar a un hombre” el color de Moreno y Álvarez fue ideal, con buena química entre ambos, luciéndose más el malagueño que la granadina, mientras en el que cerraría recital, el mejor y popular Pablo Sorozábal (1897-1988) de La del manojo de rosas (1934) con un tempi no muy cómodo para “Hace tiempo que vengo al taller”, al menos la calidad de ambos solistas prevaleció y nos recordó los buenos momentos sobre la escena.
Individualmente María José Moreno ha ganado en corporeidad y sus agudos no son tan incisivos, con un color ideal para las arias operísticas de esta velada, aunque el grave pierda algo de volumen, más si la orquesta tampoco mimó los matices. Las agilidades fluyen bien aunque las respiraciones rompan un poco la línea melódica buscando el ataque preciso. De las conocidas romanzas de zarzuela, Moreno optó más por asegurar los agudos que por la expresividad, que intentó jugando con unos tempi que la OFM no siempre encajó con ella. Con todo, la soprano granadina va asentándose con un registro que, de acertar en la elección de los roles, la mantendrá muchos años en escena, y su entrega dramática en esta gala fue lo más destacable.
Carlos Álvarez lleva años siendo un barítono importante e imponente sobre la escena. En este “universo vocal” hizo gala de sus tablas y veteranía, el timbre propio y corpóreo de amplia proyección. En la ópera total dominio mozartiano junto a la expresividad donizettiana, mientras que en nuestro género lírico es una voz que eleva el nivel esperado y exigible para exportar la zarzuela más de lo que hacemos. Abriendo la segunda parte, Pablo Luna (1879-1942) y la canción de Manacor “Qué me importa ser judío” de El niño judío (1918) rescata del olvido esta romanza única que el malagueño interpretó con toda su sabiduría. Otro tanto con páginas que triunfan solas más que la propia obra donde se incluyen, caso de la Jota de Perico, de El guitarrico (1900) aunque “amoldada” desde las tablas en una versión particular, puede que otro ejemplo de páginas solistas que triunfan más que la propia zarzuela de Agustín Pérez Soriano (1846-1907).
Desde Granada venció nuestro género por excelencia con dos voces andaluzas que fueron muy aplaudidas, quedándonos con ganas de una propina a dúo, que para sorpresa sería el Preludio de La Revoltosa de Chapí  ¡finalizando con una obertura! y esperando de este “universo vocal” al menos escuchar a Felipe y Mari Pepa aunque fuesen con acento propio. La OFM con el director mallorquín mantuvieron las sensaciones ya comentadas, debiendo pedirles interpretaciones con igual calidad que la escrita y con tantos referentes en nuestra historia lírica.
FICHA:
María José Moreno, soprano – Carlos Álvarez, barítono – Orquesta Filarmónica de Málaga – José María Moreno, director
Programa
I
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791):
Obertura de Le nozze di Figaro (1786)
Crudel! Perché finora (duetto Conte-Susanna)
Hai già vinta la causa (aria Conte)
Crudele!…
Non mi dir (aria Donna Anna), de Don Giovanni (1788)
Là ci darem la mano (duetto Don Giovanni-Zerlina)
Gaetano Donizetti (1797-1848):
Obertura de Don Pasquale (1843)
La voilà, la voilà… (duetto Sulpice-Marie), de La fille du régiment (1840)
II
Pablo Luna (1879-1942):
Qué me importa ser judío (canción de Manacor), de El niño judío (1918)
Pablo Sorozábal (1897-1988):
En un país de fábula (romanza de Marola), de La tabernera del puerto (1936)
Federico Moreno Torroba (1891-1982):
Para comprar a un hombre (dúo Carolina-Vidal), de Luisa Fernanda (1932)
Ruperto Chapí (1851-1909):
Preludio de El tambor de granaderos (1894)
Agustín Pérez Soriano (1846-1907):
Jota de Perico, de El guitarrico (1900)
Amadeo Vives (1871-1932):
Canción del ruiseñor, de Doña Francisquita (1923)
Gerónimo Giménez (1854-1923):
Intermedio de La boda de Luis Alonso (1896)
Pablo Sorozábal:
Hace tiempo que vengo al taller, de La del manojo de rosas (1934)

Verbena de segunda juventud

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Sábado 10 de marzo, 20:00 horas. Teatro Campoamor, XXV Festival de Teatro Lírico Español: La verbena de la paloma, pensión completa (música de Tomás Bretón, libreto de Ricardo de la Vega, versión de Maxi Rodríguez). Nueva producción de la Fundación Municipal de Cultura (Teatro Campoamor).

Con un mar de dudas ante la noticia de la fusión por decreto del Teatro Real y de la Zarzuela madrileños, que espero no empeore el estado musical ni sirva de ejemplo para otros «ideólogos», llegaba a Oviedo una de nuestras obras más representativas estrenada en 1894 y que en 2018 necesitaba actualizarse sin perder la esencia del sainete, esta verbena de Bretón que llenaría las dos funciones (no hace mucho teníamos cuatro) que antes de levantarse el telón ya concitaba recelos además de continuar la división de opiniones ante el anuncio en asturiano por megafonía que comienza a ser cansino y dejaré de comentar, si bien he detectado ambientes distintos en cada función.

La representación estuvo dedicada a la soprano tinerfeña María Orán fallecida este sábado y que tantas veces actuó sobre este escenario así como en la Filarmónica de Mieres allá por 1971 con la pianista Ana Mª Gorostiaga a quienes recordaba precisamente el pasado verano.
Llevo comentando hace tiempo lo preocupante que resulta en una producción lírica, ópera, zarzuela y opereta, que se escriba más de la escena que de la música, así que comenzaré por ella y terminaré con aquélla, pues sin los pentagramas solo quedaría teatro.

Con ligeros retoques de la letra en romanzas puntuales para una actualización que no cambia espíritu ni esencia, y alguno más para los textos hablados (Julián tiene familia, ahora especificada en hijos y nietos, unido a los lógicos del ambiente en «La Paloma Resort» para la segunda juventud, un guiño a parte de un público entrado en años), el elenco de voces estuvo a la altura de esta verbena, no ya lo cantado sino en todo lo hablado que es mucho, así que la actuación global fue de primera, comenzando por Don Hilarión interpretado por el barítono madrileño Enrique Baquerizo, siendo de agradecer su entonación, emisión y presencia en un personaje que años atrás era un cómico que cantase mientras ahora es a la inversa. Lo mismo puedo aplicar al Don Sebastián del tenor zamorano Emilio Sánchez aunque el peso musical sea menor, algo apurados para encajar el conocido dúo inicial Hoy las ciencias adelantan.

Continuando con el reparto vocal debo citar a la mezzo Marina Pardo como «Rita la Cantaora», espléndido doble rol con la soleá En Chiclana me crié… acompañada por un virtuoso dúo ruso de violín y piano (Miljin con Bezrodny) que encumbró aún más su voz. Otro conocido de la afición, el barítono coruñés Javier Franco encarnó al Julián celoso porque los sentimientos no cambian con el tiempo, entregado, de voz poderosa que pierde algo de brillo con los años, por otra parte los representados en esta «pensión completa».
Una rubia y una morena siguen escoltando a Julián, La Casta una mezzo habitual de casa, Mª José Suárez siempre solvente, y La Susana de la soprano valenciana Amparo Navarro que nos deleitó en el famoso dúo con Julián Dónde vas con mantón de Manila reposado y empastado desde el dominio de su breve papel cantado.
Del amplio reparto actoral tan necesario en la zarzuela y que es una de las causas por las que no es exportable del todo al resto del mundo, comenzar con la simpática Tía Antonia de Amelia Font aún con la etiqueta de soprano cómica, o Antón Caamaño como Manolo junto a Roca Suárez haciendo un gallego inspector del Imserso que sustituye a la autoridad del sereno, a Fernando Marrot completando partida de naipes con otros dos actores de casa, así como la bailarina y «animadora» mierense Estrella García, junto al vigilante jurado, en vez de sereno, o un salvavidas en la piscina con pito incluido.

Dos integrantes del coro como Yolanda Secades y Cristóbal Blanco tuvieron nuevamente sus seguras y convincentes intervenciones solistas, convertidos en pareja de enfermería y completando un reparto vocal equilibrado al que la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», que dirige Pablo Moras, sigue sumando enteros en este festival, además de excelentes figurantes en escena con de presencia vocal esta vez más que sobrada en todas las cuerdas en los conocidos Por ser la Virgen de la Paloma.

La Oviedo Filarmonía (OFil) esta vez desde un foso convertido en piscina con azulejillos y escalera, volvía a ser la orquesta ideal desde el Preludio hasta el bis de las seguidillas para un repertorio que es suyo desde su fundación en 1999, y el maestro mallorquín José María Moreno al frente el seguro de concertación con la escena en los doce números musicales donde llevó la partitura con los aires y dinámicas perfectas para una representación cómoda que se hizo corta para el respetable. La OFil sigue sin titular y supongo que los responsables de la misma estén tomando nota de las batutas que están situándose en el podio carbayón.

Como «novedad» esperada en una actualización de organillo verbenero y chulapón ya la preparó Marina Bollaín hace años editando un DVD donde participaron muchas de las voces presentes en Oviedo, colocando La Bomba de King África o posteriormente el Waka waka en otra fiesta callejera (Noche de verano en la verbena de la Paloma) con butanero, peluquera y chiringuito que en Madrid resultó como aquí, división de opiniones entre público y crítica (!). En Oviedo Maxi Rodríguez optó para La Atracción por nuestro paisano Rodrigo Cuevas, autoproclamado Artista total, cantando con «amplificación de hotel» y tocando el acordeón en unos temas bailables propios con letras relacionadas, a excepción de Los pajaritos de Mª Jesús que no podían faltar estando Benidorm y los jubilados como protagonistas de esta peculiar verbena.

Y la recreación, revisión o cambio de escenario para un argumento atemporal de amoríos y celos, partidas de cartas, cotilleos de barrio y la fiesta en el ADN español, solo actualiza intereses. Antes se buscaba «cazar» al rico y ahora sumar pensiones, crítica de sainete y tercera edad ahora denominada segunda juventud con la Costa Blanca destino de tantas familias a lo largo de los últimos 50 años, Balnearios llamados Resorts por anglicismos de moda y los eufemismos cada vez más ridículos, pero Ricardo de la Vega es del siglo XIX y Maxi Rodríguez del XXI, sin complejos desde el respeto a esta joya del llamado género chico.
Basta leer la prensa y ver que la juventud de Mayo del 68 son los pensionistas que ahora protestan por la ridícula subida del 0’25%, los achaques son intrínsecos, el ventolín imprescindible, la limonada está pasa de moda y la media de edad en el Campoamor similar a la representada sobre el escenario. El colorido del decorado, vestuario o luces sigue paralelo al de esta música que en mi juventud sonaba por doquier siendo tan popular como Paula Rojo ahora, así que apostemos por actualizaciones respetuosas que intentan mantener viva una música condenada a morir de seguir sin educación ni presupuestos. Qué bueno sería estrenar zarzuelas que duermen olvidadas en cajones o sin representarse hace lustros, pero «el maldito parné» siempre problemático es el causante de dramas en mayor o menor escala. Al menos las zarzuelas conocidas no suelen fallar las vistamos como sea, y otras van reapareciendo, como La Malqueridaque será el siguiente título de un festival que cumple sus Bodas de Plata.

Más zarzuela en Oviedo

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Jueves 30 de marzo, 20:00 horas. Teatro Campoamor, XXIV Festival Lírico Español Oviedo 2017. Doña Francisquita, comedia lírica en tres actos, música de Amadeo Vives (libro de Romero y Fernández-Shaw). Estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 17 de octubre de 1923.
Producción del Teatro Villamarta, en coproducción con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

Reparto vocal principal:

Sonia de Munck (Doña Francisquita), José Bros (Fernando Soler), José Manuel Zapata (Cardona), Cristina Faus (Aurora), Mª José Suárez (Doña Francisca), Enrique Baquerizo (Don Matías), José Manuel Díaz (Lorenzo), Yolanda Secades (Irene la de Pinto).

Equipo Artístico:

Dirección de escena e iluminación: Francisco López. Escenografía y figurines: Jesús Ruiz. Ayudante de dirección: Sonia Gómez. Coreógrafo: Javier Latorre. Director del ballet «Molinero en Compañía»: Alejandro Molinero. Rondalla de la Orquesta Langreana de Plectro.
Coro Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» (Pablo Moras Menéndez, director). Oviedo Filarmonía. Dirección musical: José María Moreno.

Nuevo lleno en un caluroso Campoamor para el segundo título de la vigésimocuarta temporada de zarzuela, la de los recortes que solo nos deja dos funciones de cada, pero que como reza el título de esta entrada Oviedo quiere más zarzuela y sobre todo con la calidad de Doña Francisquita, una verdadera ópera cómica en el templo lírico asturiano. Y apostar por voces de reconocida calidad unidas al equipo habitual del teatro como la OFil y «La Capilla» asegura el reconocimiento del respetable donde su grueso está en los jubilados que han vivido con la zarzuela mientras sus nietos descubren nuestro verdadero musical español que hace tiempo dejó de ser «casposo» para convertirse en algo totalmente exportable.
La partitura de Vives más el libreto de enredo habitual en «los felices 20» organizada en tres actos, con descanso tras el segundo, se ambienta en la literalidad y respeta las partes habladas que se omitían en aquellas grabaciones de pizarra, de vinilo e incluso las últimas llevadas al CD, exigiendo una escena compleja para todos: actores, figurantes (a uno de ellos accidentado en los ensayos se le dedicó por megafonía esta representación), coro, cuerpo de baile y unos cantantes que defienden el texto hablado con igual profesionalidad que sus músicas.

Así pudimos disfrutar de una escenografía de época bien armada desde Andalucía, jugando con los planos visuales en los actos para girarse al final y convertir esas fachadas en una corrala verbenera del corazón más castizo de Madrid.

Vestuario colorido, iluminación apropiada para cada número, movimiento en escena bien organizado con el juego que dan las puertas y «calles», un cuerpo de baile más allá del conocido fandango colocado al final (en vez del más habitual Canto alegre de la juventud) que no funcionó al invitar a palmearlo con el público (ni siquiera en la repetición para ir saludando todo el elenco, creando algo de confusión como dándole la razón al simpático borracho pidiéndolo reiteradamente), y la pareja solista de bailarines marcándose una escena de capa bellísima, complementando al conocido coro de románticos, y por supuesto los cantantes organizados como en el cine, pareja protagonista, los llamados cantantes cómicos más los comprimarios completando con «los de casa» (coro y orquesta donde no faltó la rondalla) una producción jerezana sobresaliente para un título que siempre triunfa allá donde se programa, especialmente con repartos de altura como el que pudimos escuchar en Oviedo.

De los protagonistas una Doña Francisquita de primera a cargo de Sonia de Munck con romanzas tan agradecidas, difíciles y bien cantadas como el «ruiseñor» y el Fernando Soler de José Bros convincente, potente (aunque su «vibrato» puntual en los agudos fuertes siga sin gustarme así como algún momento de nasalización) en un rol que lleva tiempo en su repertorio, además de hacer propio la conocida romanza Por el humo se sabe dónde está el fuego. Los dúos igualados en intención y credibilidad vocal, Siempre es el amor ideal para una pareja que empasta en color y musicalidad.

La Beltrana a cargo de Cristina Faus resultó otra recreación para la mezzo que defendió su papel aunque puntualmente tapada por la orquesta en el grave, pero con un color de voz apropiado al juego dramático que le toca desempeñar, números musicales exigentes como Soy madrileña, el cuarteto del primer acto, la escena del «carnaval» del segundo acto, o la escena Escucha, mi bien con Bros que la valenciana cantó con aplomo y gracejo o en el trío, al igual que el conocido «Marabú» con José Manuel Zapata como Cardona, éste más en la línea de actores cantantes que viceversa, lástima para un tenor que parece haber tenido que renunciar a papeles de más enjundia aunque la simpatía granadina le va muy bien a este personaje, arrancando carcajadas disfrazado de maja.
Excepcional Matías de Enrique Baquerizo, voz hablada poderosa y cantada con el poso que tiene la veteranía unido a una escena de lo más completa, marcándose una mazurca de altura. Doña Francisca por la ovetense Mª José Suárez equiparable al barítono madrileño en un papel mal llamado secundario que reúne textos hablados jugosos y números cantados con el aplomo y seguridad a que nos tiene acostumbrados. También ayudaron a completar con calidad el Lorenzo de José Manuel Díaz, o Irene la de Pinto de la asturiana Yolanda Secades (que de nuevo salta del coro a estos papeles breves pero exigentes). No puedo decir lo mismo de los «comprimarios» como El lañador o La buhonera iniciales que se quedaron cortos de emisión y con más nervios de los deseados pero que también necesitan su rodaje (repitió de cofrade 3º) y fueron ganando en las siguientes apariciones (caso de la aguadora o el cofrade 1º como Sereno).

Buen trabajo de conjunto vocal que redondeó la Capilla Polifónica en un estado vocal idóneo en sus conocidos coros como el citado de «románticos«, presente incluso fuera de escena, aunque tiendan a frenar los tiempos, además de aportar un movimiento sobre las tablas verdaderamente profesional, siendo muchos de sus componentes unos figurantes excelentes.
Desde el preludio hasta el final la OFil sonó bien balanceada desde el foso pese a lo apretados y compartido con el pulso y púa langreano (en vez de utilizarlos en el escenario) necesarios siempre para redondear una función bien llevada por el maestro José María Moreno que hubo de luchar para «tirar» por momentos de algunos números pero manteniendo el equilibrio y mimo necesario para no enturbiar las voces, brillando sin destellos, quedando algo «ocultas» las castañuelas o la propia rondalla en beneficio más vocal que escénico, desde una partitura que conoce a la perfección y siempre a su servicio, como debe ser, más contando con la calidad que brilló en esta primera función, porque Oviedo quiere más zarzuela como esta del jueves.

P. D.: Aquí dejo las primeras impresiones en la prensa regional del viernes:

​ ¡Madriz! humor y color de revista

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Lunes 27 de junio, 20:00 horas: Teatro Campoamor, XXIII Festival de Teatro Lírico Español Oviedo 2016: tercera y última función de ¡Cómo está Madriz! (texto de Miguel del Arco en torno a «La Gran Vía» y «El año pasado por agua» de Chueca y Valverde).

Intérpretes: Paco LeónLuis CansinoMaría Rey-JolyÁngel Ruiz, Amelia FontIsabel Rodríguez, Amparo Navarro; Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», Oviedo Filarmonía, dirección musical: José María Moreno, dirección de escena: Miguel del Arco. Entrada butaca: 38,50€ + 1€ de gestión (Liberbank, y pasando obligatoriamente por taquilla al no poder retirarse ya en los cajeros las del Campoamor).

Brillante clausura de la vigesimotercera temporada de «Teatro Lírico Español» de Oviedo con llenos en cada una de las tres funciones y una producción idéntica a la que se disfrutó hace poco en el Madrid del Teatro de la Zarzuela. Interesante haber asistido el pasado jueves 23, víspera del estreno, a la conferencia que el maestro Moreno, el dramaturgo Miguel del Arco y el doctor Ramón Sobrino (coautor con Mª Encina Cortizo de la edición crítica de «La Gran Vía«) nos dieron en la Universidad de Oviedo para conocer en qué estado se encontraban tanto las partituras de Chueca y su «inseparable» orquestador Valverde como la idea de unir los títulos añadiendo los guiños a Barbieri y sobre todo comprender qué era el género chico, el sainete o la revista, pues de eso se trata este ¡Cómo está Madriz! que sigue vigente en toda su crítica a los estratos sociales (iglesia incluida), culturales y políticos, puesto que España y su capital estamos condenados a repetir la historia, siendo normal que nos veamos fielmente reflejados en el sueño que Paco tiene, un durmiente Paco de León que llena él solo la escena y dinamiza todo el espectáculo, con la técnica del video mapping ayudando muchísimo a completar un impresionante despliegue de vestuario así como de personajes en escena. Escuchándoles se disiparon todas las dudas que podrían planear leyendo la prensa nacional tras los incidentes y críticas que sirvieron como la mejor publicidad para el Teatro Campoamor, agotando el papel para poder asistir en primera persona y sin intermediarios a un espectáculo que, como todos, gustaría o no, pues de eso se trata.

Solo con ver el reparto y la ficha técnica del equipo artístico podemos darnos una idea (así como con algunas de las fotos de las distintas webs de la prensa nacional tras su estreno madrileño que ilustran esta entrada) del ambiente creado sobre la escena, con especial mención a la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» (dirigida ahora por Pablo Moras Menéndez), coro titular solvente no ya en la parte vocal, que estuvo al máximo nivel -cuerdas juntas y por separado, pletóricos, afinados, empastados y siempre atentos, incluso aportando nuevamente solistas al inmenso elenco- sino en el escénico, porque esta revista de tanto humor y color no sería posible sin ellos, para una compleja producción de ritmo frenético sobre las tablas en cada escena con pocos momentos de relajación musical.

Algunos criticarán el espectáculo de mucho teatro y algunos números musicales, pero todo ello es la revista como se entendía hace cien años, doce números en la primera parte más otros diez en la segunda para tres horas con descanso incluido de excelentes textos bien declamados, que no olvidan a Valle Inclán, Benavente, Antonio Machado, Baroja, citas de Ortega y Gasset junto a otros grandes tan actuales como vigentes en su visión de esta España nuestra, sin faltar el humor (fino pero también de brochazo) como vehículo crítico, y es que todavía me río cuando Pablo pide varias veces quemar Iglesias contestando todos «No! que es patrimonio» (también lo es la propia zarzuela), unido a una buena elección de los títulos para completar una fiesta que abarrotó y puso en pie al teatro para el número final con el maestro en escena dirigiéndonos a todos.

Un lujo todo el elenco vocal con pocas romanzas (en algún caso solo una) para cada cantante pero defendidas con calidad, soltura y desenfado, bien rodadas en veintitantas funciones madrileñas que sirvieron para tenerlo todo bien encajado y medido, destacando el siempre seguro y muy querido en Oviedo Luis Cansino (en el doble papel de «El caballero de Gracia» y Policía), barítono pletórico en canto y dicción,  la «Doña Virtudes» de la soprano cómica Amelia Font o «El Elíseo» de la valenciana Amparo Navarro ambas en plenitud de facultades, o «La Menegilda» de la bella María Rey-Joly, la Merche de Paco que completan el dúo «protagonista» de esta humorada coral, sólo por citar mis preferencias, sin olvidarme del simpático «Neptuno» del actor Ángel Ruiz (también uno de «Los Tres Ratas» junto a Carlos Crooke y Pedro Quiralte) o el doblete «La Gomosa / La Bujía» de Isabel Rodríguez, más todas las calles madrileñas, y por supuesto todo el cuadro de actores, algunos reconocidos por sus intervenciones televisivas como el propio Paco León, con larga trayectoria en todo tipo de obras donde los musicales no les son ajenos y siguen revitalizándose con la implicación de tantos nombres de la escena que como Miguel del Arco encuentran en nuestra Zarzuela con mayúsculas la inspiración para recuperar títulos como los elegidos para este Madriz castizo, plural e incorregible.

De la Oviedo Filarmonía volver a destacar su excelente momento cerrando ya temporada (aunque en verano siga trabajando), formación ideal para el foso y perfecto acompañamiento para las partituras de los doctores Sobrino y Cortizo publicadas por el ICCMU, bien entendidas por José María Moreno que supo llevar con buen aire (alguna vez algo adelantado a las voces) unos números musicales que los que peinamos canas tenemos en nuestra memoria colectiva como verdaderos éxitos que espero resurjan en el público joven que ha vuelto al Campoamor. Hasta las mutaciones cual «morcillas musicales» ayudaron a encajar toda esta revista, donde no faltó «El Imperio Contraataca». Podemos presumir de nuestro género si nos despojamos de prejuicios y la calidad prima en todo, no caigamos en lo mismo de hace cien años porque tristemente parecemos abocados a repetir las historias en vez de aprender de los errores.

De Nagasaki a Gijón

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Domingo 15 de marzo, 19:30 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Madama Butterfly (Puccini). Segunda representación. Ópera de Oviedo, producción del Theater Magdeburg. Entrada entresuelo: 60€ (+ 1€ de gestión).

Tras asistir a la función del 21 de noviembre pasado con el llamado «reparto joven» de la ópera ovetense, había que volver a dar el espaldarazo en esta nueva apuesta de llevar a Gijón algunos títulos de la capitalina, siendo el próximo un Barbero para el 27 de junio.

Si entonces escribía «Viva las voces jóvenes forever» jugando con una de las expresiones que Pinkerton y Sharpless cantan en el primer acto, esta vez tendría que tomar otras dos que son poesía en estado puro: «hay que sembrarlo todo de abril» del segundo acto, la esperanza de Butterfly y «demasiada primavera» tras comprobar que nunca volverá con su amado.

La misma producción del otoño ovetense  llegaba al invierno gijonés con apuntes primaverales aunque el blanco predomina en el entorno, como este Nagasaki que resultó como entonces elegante, imaginativo, unas luces subrayando emociones, y el mismo elenco para Gijón. Casi podríamos trasladar la casa de Cio-Cio-San al Elogio del Horizonte de Chillida y sentir la llegada del barco al puerto de El Musel.

Carmen Solís volvió a enamorar, como en la primera función del viernes, con su Butterfly de principio a fin, un personaje que crece tres años en escena con toda la gama evolutiva de adolescente enamorada, pasando por la madre esperanzada y la mujer desgraciada, privada de lo único que le queda, su hijo, lo que Puccini hace música y la soprano extremeña domina desde la sutil aparición en escena tras la tela del fondo con el cortejo de damas llegando al acto final donde hasta su harakiri es creíble. Paleta vocal rica en emociones, gusto en la línea de canto, abanico de matices, escénicamente poderosa y sobreponiéndose a una masa sonora que en el Jovellanos resultó excesiva, sin compasión, como si el arrebatado personaje contagiase a su entorno. Una triunfadora esta soprano joven que nos dará muchas noches de gloria, seguro.

De la mezzo Marina Rodríguez-Cusí sólo elogios como en Oviedo, el perfecto complemento de la protagonista, el saber estar al lado sin bajar ningún escalón, de tú a tú para una Suzuki ideal en lo vocal y en lo escénico, siendo emocionante y una pieza maestra el dúo con Cio-Cio San.

El tenor Eduardo Aladrén volvió a ser un Pinkerton poderoso desde el primer acto, con un color vocal idóneo y la fuerza necesaria para no estar tapado en ningún momento, ligera nasalidad debida probablemente a un resfriado o gripe en estado de cocción, pero que resultó ideal tanto en sus arias como en los dúos, creíble, empastado, seguro y homogéneo en todo el registro.

Y siempre un placer escuchar al barítono Manuel Lanza, Sharpless todopoderoso que también debe lidiar los cambios emocionales de la protagonista, un emisario no deseado por las noticias y traicionado como Butterfly, evolución de carácter resuelta con una emisión y dicción siempre clara.

El Goro del tenor asturiano Jorge Rodríguez-Norton estuvo más contenido gestualmente que en Oviedo y más contundente en lo vocal, «secundario» de lujo como en las buenas películas y tan necesarios para completar una obra redonda, donde todo el elenco brilló, incluyendo el papel doble Yamadori – Comisario del barítono José Manuel Díaz, otro de los pilares que asientan este reparto homogéneo.

Los comprimarios con algunos «de la casa» otra vez seguros y acertados, Víctor García-Sierra, Manuel Quintana (recién llegado de Bilbao), Manuel Valiente, Marina Acuña, Ana Peinado, María FernándezMarina Pinchuk, breves intervenciones y nuevos rayos de luz con voces jóvenes que son «siembra para abril», sin olvidarme de María, la niña actuando de niño, todo un descubrimiento para las tablas.

El Coro de la Ópera de Oviedo que dirige Patxi Aizpiri, hubiese necesitado más efectivos pero volvió a sonar compacto, tanto ellas (qué bien el coro «a boca cerrada») como ellos, encajados fuera de escena a la perfección y cantado con la dulzura que se espera. Hay cantera vocal para largo y demuestran una profesionalidad envidiable, todo un lujo contar con ellos para la ópera asturiana.

Volvió a encantarme el detalle de las «bailarinas» que ponen el toque delicado en cada intervención, especialmente la escena de los farolillos de papel.

La Oviedo Filarmonía apuntaba que sonó excesiva en dinámicas, el Jovellanos es más recogido y no necesita los mismos planos que el Campoamor. José María Moreno llevó bien los «tempos» y atendió al detalle todo lo que sonaba en el escenario, pero Puccini le pudo en la orquestación, pecó de grandilocuencia, que la tiene, pudiendo evitar algún ff que nos hubiera permitido equilibrar foso y escena. Con todo su apuesta, arriesgada, resultó ideal para esta «tragedia giapponese» y la formación ovetense volvió a demostrar madurez y solvencia en un título que tiene reciente.

Habrá que esperar por Rossini en junio con la OSPA, porque nunca es «demasiada primavera» y casi tenemos ópera en Asturias las cuatro estaciones, aunque climatológicamente sólo parezcan invierno y verano, Oviedo y Gijón como área metropolitana de la lírica. Enhorabuena por un proyecto que espero sea largo en el tiempo y sin entrar en vaivenes políticos.

Viva las voces jóvenes «forever»

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Viernes 21 de noviembre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, LXVII Temporada Ópera de Oviedo: cuarta función (reparto joven) Madama Butterfly (Puccini). Entrada de principal: 50 €.

Emociona ver al público en pie rendido ante Carmen Solís, una «Butterfly» española debutante en el rol pero que supo cantar desde el sentimiento. Cuarta representación de las cinco programadas de este Puccini que en su momento no triunfó pero que el tiempo pone en su sitio, necesitando un reparto completo para lograr el espectáculo total. Y el segundo reparto, de viernes joven por el que la Ópera de Oviedo sigue apostando, logró un éxito para recordar encabezado desde la dirección de José María Moreno, la soprano extremeña coronada en este debut del coliseo carbayón, y completado con el «Pinkerton» de Eduardo Aladrén, el «Sharpless» de Javier Franco, el «Goro» de Jorge Rodríguez Norton. Repitieron Marina Rodríguez-Cusí como «Suzuki», José Manuel Díaz en su doble papel de «Yamadori» y comisario, y resto de reparto, crecidos y contagiados por el ímpetu y entrega de las «nuevas voces».

El directo siempre es único y permitió disfrutar de más detalles. La escena volvió a ser convincente por lo sencilla y el juego que da remarcado por una iluminación perfecta, blancos puros, azulados o grises, incluso rosados más el siempre necesario rojo pasión. Las bailarinas que no lo son pero con una coreografía cuidadísima pusieron el detalle plástico y visual, el efecto de las sombrillas cerradas convertidas en cuchillos para el «seppuku» colectivo, las velas como estrellas o los globos colgantes llevados como si realmente flotaran, complementando las intervenciones orquestales con acción siempre sobre la escena. Y el coro, con algunos solistas casi de «comprimarios«, volvió a enamorar en cada aparición, difíciles fuera de escena y completos en ella, perfectamente encajados con el foso gracias a una dirección impecable del mallorquín José María Moreno que no sólo mimó todas y cada una de las voces sino que logró intensidades de la Oviedo Filarmonía siempre en el momento preciso, tensión dramática o emoción íntima, volúmenes equilibrados e intervenciones solistas de mucha calidad, juventud en el podio mandando en una partitura compleja de la que extrajo todo el jugo.

El elemento catalizador, la protagonista absoluta y el auténtico revulsivo fue Carmen Solís, convincente en escena desde su primera intervención. Impregnada del espíritu pucciniano logró crecer a lo largo de los tres actos vocalmente, con el vibrato necesario utilizado expresivamente, gama de color uniforme, agudos limpios, medios plenos y graves suficientes incluso con la orquesta en fuerte. Nos tocó la fibra a todos con unos pianisimi emocionantes contrastados con la emoción y fuerza de los agudos, y especialmente con una musicalidad de las que llegan siempre a lo más hondo. No ya la famosa aria «Un bel di vedremo«, que puso la piel de gallina y le dará muchas alegrías a la extremeña, el dúo con Aladrén y sobre todo con Marina Rodríguez-Cusí hizo lucir a sus compañeros, empastando, sacrificando si era necesario en pos de la belleza lírica.

Sólo halagos para una soprano que demostró mucho trabajo para debutar como lo hizo en Oviedo, por lo que el camino iniciado como Cio Cio San deparará triunfos futuros a no tardar.

Eduardo Aladrén fue el Pinkerton perfecto para la Suzuki extremeña, un tenor de afinación segura, color idóneo, registros muy igualados y entrega en cada intervención. De nuevo es de agradecer el equilibrio entre canto y escena, el convencimiento del papel y su evolución en esta partitura compleja y exigente con todos, y el tenor maño captó y cautivó con su voz en cada momento, enamorado, soberbio, cobarde o desgraciado, toda la paleta sentimental desde su línea de canto.

De la mezzo valenciana además de lo escrito sobre ella en la tercera función, repetir el hermoso dúo con Carmen Solís y añadir el momento excelente en que se encuentra, cuerda no siempre reconocida pero que supone, como en el cine, esos papeles de reparto que engrandecen a los protagonistas. Lo mismo podríamos decir del coruñés Javier Franco como Sharpless que completó este repóker canoro porque no quiero olvidarme del joker o comodín Jorge Rodríguez-Norton como Goro, puede que algo corto en volúmenes en casos puntuales y tal vez sobreactuado en un rol agradecido vocalmente sin necesidad de tanto movimiento escénico, pero que al igual que Atxalandabaso en las otras representaciones, son importantes para completar un elenco equilibrado en todos los terrenos.

No cité en la anterior función el papel del hijo de Butterfly que hicieron dos niñas, María Suárez y Paloma Vidau, auténticas actrices y también merecedoras del aplauso del público, que realizan estudios musicales y estoy seguro son ya aficionadas a la ópera para el resto de sus vidas con una experiencia inolvidable.

Seguiré asistiendo a estas funciones donde además del público no habitual de los primeros repartos, que siempre es menos exigente pero también más sincero en la respuesta, también están los que repiten y comparan, así como las conferencias previas de Patxi Poncela siempre distintas y personales, esta vez con «goleada de Puccini a Theodor Adorno« desde el verbo melómano radiofónico de acento playero llegado a la capital.

Sin cargar tintas habrá que recordar que lo bueno no está necesariamente fuera de nuestras fronteras, y España sigue siendo cuna de grandes voces líricas. En Butterfly se canta «America forever» que tras esta experiencia tendremos que cambiar por «Jóvenes para siempre». Apostar por lo de casa no sólo resulta más barato sino que puede ser incluso mejor, acercando a Oviedo público nacional que marcha enamorado de la capital del Principado y su Temporada de Ópera, aunque el dinero del gobierno y la fama se la lleve el Liceu