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Reivindicando a Torres

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Sábado 8 de julio, 12:30 horas. 72 Festival de Granada, Monasterio de San Jerónimo, Cantar y tañer. Sones antiguos y barrocos”: Al Ayre Español, Maite Beaumont (mezzosoprano), Eduardo López Banzo (director). “Afectos amantes. Cantadas de José de Torres». Obras de Torres y Handel. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

En estos tiempos como en aquellos, lo español nunca se ha defendido ni presumido de ello y en el terreno musical otro tanto. Si nuestro José de Torres y Martínez Bravo (c. 1670-1738) se hubiese llamado Joseph Towers probablemente tendría un espacio mayor en la Historia de la Música, sin complejos, tal y como pudimos comprobar al emparejarle con George Frideric Handel (1685-1759), mejor que Jorge Federico Jendel cuyo nombre tampoco diría mucho. No nos olvidemos tampoco de compositores como Juan Hidalgo, Cristóbal Galán o Sebastián Durón, aunque Torres hizo consolidar un cambio propio al incorporar géneros, formas, estilos y modos interpretativos característicos de la música italiana, sin perder nuestra identidad.
Y es que Al Ayre Español se fundó en 1988 por el aragonés Eduardo López Banzo (Zaragoza, 1961) para derribar tópicos de nuestro barroco y revivir los años dorados, que pese a todas las adversidades y calamidades sufridas por la música española, al menos las copias llevadas a Hispanoamérica las “salvaron de la quema” aunque solo sea una ínfima parte de lo perdido.
Esta mañana llegaban a Granada para proseguir reivindicando al maestro en la Capilla Real de Madrid, teórico, editor, compositor y organista madrileño José de Torres con tres de sus Cantatas o “Cantadas”, porque así se traducen al castellano, responsable de la composición de música sacra en la corte durante las primeras décadas del siglo XVIII como bien explica en las notas al programa Álvaro Torrente. Es en el género de la cantata sacra donde Torres va a destacar, y Al Ayre Español volvió a defender junto con la mezzo Maite Beaumont  (Pamplona, 1974) unas páginas que contemplando el retablo de San Jerónimo parecían llevarnos al presente o darnos ese viaje en el tiempo pasado que no fue mejor pero sí maravilloso.
La cantante navarra es parte insustituible del proyecto de López Banzo con su voz carnosa, ancha, de proyección amplia, tesitura y color idóneo para estas cantadas, donde no solo se necesita una dicción clara, que la tiene, también el necesario dramatismo para interpretar y hacer llegar unos textos siempre didácticos para el momento cantando al Nacimiento (Divino hijo de Adán) que irían sustituyendo a los villancicos, o al Santísimo Sacramento (¡Oh, quién pudiera alcanzar! y Afectos amantes), la devoción al Cuerpo de Cristo desde la Edad Media impulsada en España por la Contrarreforma, que en la corte española también gozó de especial preferencia, a la que se sumará la cantata por su lenguaje altamente alegórico, donde abundan las expresiones amorosas, evocaciones a la naturaleza y la identificación de Cristo con personajes mitológicos. La dramatización literaria a cargo de la pamplonica fue perfecta, sus arias, con el oboe de Pedro Lopes e Castro encontraron el ropaje instrumental perfecto, tal vez abusando de un portamento más expresivo que técnico en su amplio y homogéneo registro, así como unas agilidades limpias. Los recitados fueron otra demostración de entrega y convencimiento, con el clave perlado de Eduardo López Banzo o el archilaúd del siempre seguro aunque discreto Juan Carlos de Mulder que brilló en cada intervención.
Las melodías de Torres, “afectos cantados”, están llenas de luz y verdad, de ornamentos nunca recargados para que los textos se vean realzados, y Al Ayre Español ayudó con todos los contrastes tímbricos, dinámicos y de aire en cada una de las cantadas elegidas. Mención especial para el violín del cubano Alexis Aguado, “alter ego” de López Banzo por su genuina conexión y mando en muchos de los movimiento por él empezados, marcando dinámicas y cambios de tempi muy exigentes.
De Jorge Federico Handel Al Ayre Español eligieron, para intercalar con las cantadas, dos sonatas para disfrutar de la cuerda, tanto la frotada de los dos violines, cello y contrabajo, empaste, entendimiento y sonoridad digna de admiración, como la punteada del archilaúd ya citado por su papel imprescindible, y la pinzada al clave del maestro. Respirando el estilo italiano, resultaron el complemento prefecto de Torres por “aire”, musicalidad, entrega y devoción al alemán enterrado en Westminster. Un Jorge emparentado con Joseph que esta mañana fueron de la mano.
Como regalo, tras una alocución del maestro López Banzo rememorando los años de trabajo, los acontecimientos históricos de estas páginas no suficientemente escuchadas, la práctica de escuchar obras nuevas y nos repetirlas en todas las versiones posibles, reivindicando de nuevo a José de Torres y el grave de su cantada “Mortales hijos de Adán” salvada en Guatemala. Maite Beaumont con Al Ayre Español cerraban esta “matinée” granadina en el decimoctavo día de Festival, que mantiene un excelente nivel con las formaciones españolas en defensa de nuestro Patrimonio Musical.
Pedro Lopes e Castro, oboe – Alexis Aguado, violín – Kepa Arteche, violín – Aldo Mata, violonchelo – Xisco Aguiló, contrabajo – Juan Carlos de Mulder, archilaúd.
Eduardo López Banzo, clave y dirección.
Maite Beaumont, soprano.
PROGRAMA
Afectos amantes. Cantadas de José de Torres
Anónimo (c. 1700):
Pasacalles I y II
José de Torres (c. 1670-1738):
Divino hijo de Adán (cantada al Nacimiento. Madrid, 1712):
Aria – Recitado – Aria – Recitado – Aria – Grave
George Frideric Handel (1685-1759):
Sonata en sol mayor, op. 5 nº 4:
Allegro – A tempo ordinario – Allegro non presto – Passacaille – Gigue – Menuet
José de Torres:
¡Oh, quien pudiera alcanzar! (cantada al Santísimo):
Grave – Recitado – Aria – Despacio – Fuga – Recitado – Aria – Grave
George Frideric Handel:
Sonata en sol menor, op. 5 nº 5:
Largo – Come alla breve – Larghetto – A tempo giusto – Air – Bourrée
José de Torres:
Afectos amantes (cantada al Santísimo):
Estribillo – Recitado – Aria – Recitado – Aria – Recitado – Coplas

Modernidad malacitana en Oviedo

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Miércoles 3 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, sala de cámara: X Primavera Barroca, «Fogosa inteligencia», Cantadas para tiple de Juan Francés de Iribarren. María Espada (soprano), Concerto 1700, Daniel Pinteño (violín y dirección). Obras de Juan Francés de Iribarren, Vivaldi, José de Torres, José de Nebra y A. Corelli.

Prosigue la décima primavera barroca ovetense en colaboración con el CNDM, esta vez trayéndonos Málaga hasta Asturias con el violinista Daniel Pinteño al frente de su formación Concerto 1700 (grupo residente de la temporada 22/23 del CNDM) con un programa centrado en el organista y Maestro de Capilla Juan Francés de IRIBARREN (Sangüesa, 1699 -Málaga, 1767) con el título de «Fogosa inteligencia«, última de las hoy programadas cantadas religiosas del compositor navarro afincado en la capital de la Costa del Sol en el siglo XVIII. con la soprano emeritense María Espada, junto a obras que el propio Iribarren conoció y transcribió en sus 34 años en tierras malagueñas (de 1733 a 1767) de donde ya no se movería hasta su muerte, llegando a crear el Archivo de Música de la seo malacitana, verdadero tesoro musicológico, ampliando igualmente el elenco instrumental de su capilla cuya «recreación» actual fueron este Concerto 1700 conformado para este recital por intérpretes conocidos y con larguísima experiencia en estas músicas barrocas: Fumiko Morie (violín), Rodrigo Gutiérrez (oboe), Ester Domingo (chelo), Pablo Zapico (laúd barroco), Ignacio Prego (clave y órgano) con el propio Daniel Pinteño al violín y dirección, todo un lujo de instrumentistas en esta «real capilla malagueña del siglo XXI».

Las Cantadas para tiple de Iribarren suponen la introducción del llamado «estilo italiano» en la capital andaluza a cargo del maestro navarro, buen conocedor de lo que se componía más allá de los Pirineos y por supuesto lo que sonaba en la Capilla Real madrileña, con música para las festividades de la Inmaculada, Navidad y Corpus en un estilo que conjuga la tradición hispana con lo moderno para entonces, un J. F. de Iribarren digno «heredero» de su valedor José de TORRES (ca. 1670-1738), maestro de capilla en la Real Capilla madrileña entre 1670 y 1738, y contemporáneo de José de NEBRA (1702-1768), vicemaestro de capilla también en la Capilla Real de  la capital del reino Madrid (de 1751 a 1768), incluso con paralelismos estilísticos.

En este caso no debemos olvidarnos del enorme trabajo de investigación tanto del propio Daniel Pinteño, como del organista y doctor Antonio del Pino en la recuperación histórica y de Raúl Angulo (Asociación Ars Hispana) en la edición y transcripción de estas obras del maestro navarro que suponen estrenos en nuestro tiempo. De todo ello nos hablaría el violinista malagueño en la conferencia previa celebrada a las 18:00 horas, junto al catedrático Ramón Sobrino, con presencia del futuro, presente y pasado de la Musicología española.

Para estas cantadas, cuyos textos figuran en el programa de mano, con notas de los citados Pinteño y Del Pino, nadie mejor que la voz de María Espada que con el tiempo no solo mantiene su vocalidad intacta  sino que ha ido ganando cuerpo en los graves, reconociendo evidentemente que la voz de tiple en la música religiosa era  por entonces masculina, cantada por niños, jóvenes, castrados o incluso sopranistas, pero que la soprano extremeña resolvió sin ningún problema de color, ni de emisión ni de pronunciación, siempre impecable, con unas agilidades «endemoniadas» resueltas sin dificultad con su timbre característico sin afectación, junto al lirismo en los recitativos y movimientos lentos que siempre son una delicia en un registro tan homogéneo y matizado como el suyo.

Se iniciaba el concierto con el «grueso» del protagonista Iribarren a cargo del «orgánico», primero y a modo de obertura con la «Tocata de la cantada al Santísimo para tiple» Prosigue, acorde lira, sobre el op. 5, nº 4 de Arcangelo Corelli (1740), siguiendo la habitual práctica de los «contrafactum» que hasta el propio J. S. Bach utilizó (como el Stabat Mater de Pergolessi que también inspirará al navarro). Dos movimientos en edición y transcripción de Antonio del Pino (I. Adagio – II. Allegro) para disfrutar del sexteto instrumental asombrándonos la feliz compenetración de Pinteño y Morie en los violines, y esa sonoridad característica con instrumentos «de época», que dieron problemas de afinación por el calor y cambio de temperatura incluso en la propia sala, siempre en su punto por estos intérpretes, antes de entrar ya con tres de sus cantadas recuperadas:

Sois mi Dios la hermosa fuente, aria al Santísimo con violines  de 1755 ( I. Aria -Allegretto-: Sois mi Dios la hermosa fuenteComo el ciervo que corre, cantada sola al Santísimo con violines de 1750 (I. Aria -Allegro gustoso-: Como el ciervo que corre y Hoy ese corderito, tonada al Santísimo de 1744 (I. Entrada -Allegro-: Hoy ese corderito – II. Recitado: En doradas espigas – III. Canción (Allegro): Ocultarse ese cordero), no organizadas cronológicamente pero «armadas» para jugar con los tempi variados y las combinaciones con o sin oboe, alternando órgano o clave así como disfrutar de esa mezcla de estilos que evolucionan con oficio, María Espada dándonos una lección de buen cantar recordando al kantor de Leipzig, al cura pelirrojillo y hasta la tonada española que J. Francés de Iribarren titula «canción» y el magisterio de la soprano pacense las hace propias e irrepetibles.

Es habitual en estos formatos alternar páginas vocales con instrumentales, y si además son obras que el propio Iribarren conoció, la unidad temática adquiere todo el sentido. Del veneciano Antonio VIVALDI (1678-1741) escuchamos una excelente e «hispana» Sonata en trío en re menor ‘La follia’, RV 63, de 1705, un Tema con variaciones donde disfrutar de Concerto 1700 en estado puro, cada variación todo un catálogo de virtuosismo por parte de cada músico, la «unidad sonora» de los dos violines, el oboe (que ganaría terreno «haciendo perder el juicio a los clarines» y de sonido menos abrupto que el metal) bien contrastado con el violín primero y no una mera duplicidad, más un continuo de lujo con la tecla alternando órgano y clave junto al compacto dúo formado por cello y laúd.

En la misma línea del propio compositor navarro, otras dos cantadas sacras de los españoles anteriormente citados: José de  Torres con Amoroso Señor, cantada al Santísimo con violines y oboe, de 1733 (I. Recitado: Amoroso Señor omnipotente – II. Aria -Andante-: Quien todo es amores – III. Recitado: Goza, goza dichosa – IV. Aria -Vivo-: Suave acento) puramente barroca, con María Espada plena de vocalizaciones ricas en matices y el aria rápida segura y con fuerza; después José de Nebra (1702-1768): Obedeciendo a leyes de amor grato, cantada sola al Santísimo Sacramento (I. Recitado: Obedeciendo a leyes de amor grato – II. Aria (Allegro): Aplaude, blasona), estilísticamente contemporánea de las compuestas por el navarro y ya con unos aires preclásicos sin perder el barroquismo de todo el «ensemble», nuevamente disfrutando tanto del recitativo como del aria rápida donde la soprano emeritense se desenvuelve con la aparente y engañosa comodidad de un estilo ideal para su voz.

Para completar la «moda italiana» en Málaga, y de la que también bebía Iribarren, de nuevo un «intermedio instrumental», Arcangelo CORELLI (1653-1713) con quien disfrutamos la Sonata a quattro para oboe, violines y bajo continuo, WoO 4 (I. Adagio – II. Allegro – III. Grave – IV. Spiritoso – V. Allegro), el «dos en uno» de Daniel y Fumiko más oboe de Rodrigo y ese bajo continuo siempre equilibrado, necesario, colorido y atento de Ester, Ignacio y Pablo.

Cerraría concierto de nuevo el protagonista «malagueño» Iribarren con la cantada que daba título al programa que llevan por León, Oviedo y MadridFogosa inteligencia, cantada al nacimiento con violines (1737), otra recuperación histórica con cinco partes (I. Recitado: Fogosa inteligencia – II. Aria -Amorosa-: Quedito, pastores – III. Recitado: Mirad con qué fervor – IV. Aria -Vivo-: Ya borrascas), escrita a los cuatro años de su llegada a la Málaga barroca, donde el estilo del maestro de capilla ya apunta al feliz encuentro entre lo hispano y lo italiano incluso en los tiempos y orden utilizado (RARA, por la alternancia recitado-aria) con ese final tan barroco de «borrascas», lucha entre la voz de María Espada, «dicha suprema», y la tormenta de Concerto 1700, «parabienes se den los mortales», verdadero nacimiento «con finas señales el motivo de todo solaz» vocal e instrumental, una pequeña muestra de nuestro patrimonio musical, mucho destruido por causas de todos conocidos pero también felizmente recuperado en Hispanoamérica donde Iribarren también sonaría en su tiempo.

Nuestro rico refranero dice que «Después de la tempestad llega la calma«, así que nada mejor que el regalo del Grave Hay dulcisimo amante… de una de las Cantatas al Santísimo escritas por Antonio de Literes (1673-1747), otro de los compositores recuperados ¡en Guatemala!, nueva delicia vocal de María Espada junto a Concerto 1700 en buena sintonía para esta tormenta igualmente climatológica a lo largo de la tarde, cuyo remanso lo pusieron estos defensores de nuestra música antigua cada vez más moderna.

Esplendor barroco

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Miércoles 11 de marzo, 20:00 horas. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo: Universo Barroco – VII Primavera Barroca: Ay! Bello esplendor, grandes villancicos barrocos. Vozes del AyreAl Ayre Español, Eduardo López Banzo (órgano director). Obras de José de Torres (ca. 1670-1738), A. Corelli (1653-1713), Juan Francés de Irribarren (1699-1767) y Carlos Seixas (1704-1742).

Auténtica fiesta palaciega en este inicio de la séptima edición de la Primavera Barroca en colaboración de la Fundación de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo y el CNDM, que ofrecían nada menos que ocho estrenos mundiales, cinco de Torres y tres de su alumno Francés de Iribarren, con un programa alternando un conjunto vocal de ocho solistas perfectos para las obras elegidas, voces de larga trayectoria que se unen con el instrumental de siete dirigidos por el maestro López Banzo al órgano, equilibrio conseguido desde una sonoridad impecable en todos, puede que algo coja en uno de los contratenores aunque solamente en su intervención solista, con los textos a disposición del público en una presentación que otras veces debíamos conformarnos con la no impresa.
Como describe la presentación de este concierto, «El maestro José de Torres (ca. 1670­1738) y su discípulo Juan Francés de Iribarren (1699­1767) comparten protagonismo en este nuevo proyecto artístico de Eduardo López Banzo al frente de Al Ayre Español, articulado en torno a la estrecha relación profesional que existió entre los dos famosos compositores.
La prodigiosa imaginación musical, la acertada síntesis de los más variados estilos y la expresión vehemente y colorida de Torres encontrarán en Iribarren, quien sigue al comienzo de su carrera las pautas compositivas del maestro, un lenguaje más terso y galante y la constante búsqueda de un estilo sencillo y popular, sin abandonar su sofisticada escritura musical. Las variadas combinaciones vocales e instrumentales y las contrastantes temáticas de las obras elegidas para este programa muestran la sorprendente riqueza expresiva de este repertorio
«. Y no defraudaron en este programa de villancicos que nos acercaron un poco a lo que deberían ser las navidades palaciegas, aunque el incendio hiciese perderse todas las partituras que atesoraba.
La fiesta comenzaría con José de Torres¡Mirad y admirad portentos! (ø+), villancico general al Santísimo, a ocho voces con violines y oboe, todos los intérpretes jugando con los solos de María Espada y los dos coros enfrentados, música pegadiza y bien balanceada con una escritura respetando la propia rítmica del texto.  De la pobreza a las puertas (ø+), es un villancico de Calenda de Reyes, a ocho voces con violines y oboe (1714), de nuevo alternando coro y solos de María Espada y Víctor Sordo, dos voces bien empastadas por timbres y entendimiento, alternancias de estribillos y coplas muy vivas, para continuar con Pues el cielo y la tierra (ø+), villancico de Navidad a cuatro voces (1713), cuatro solistas masculinos jugando en las coplas y los aires festivos, instrumentos reducidos al archilaúd, contrabajo y órgano no solo dando réplica sino empujando una masa global, un tutti de estilo hispano pero con calidades internacionales más allá de un estilo italianizante tan de moda en estos albores del XVIII.

El «puente instrumental» tenía que ser en un idioma común y nada mejor que Arcangelo Corelli y su Sonata nº 10 en la menor, op. 3 (1689), Al Ayre Español en estado puro, ese dúo de violines en simbiosis arropados por los graves contundentes, el ropaje organístio y las perlas de Juan Carlos de Mulder, imprescindible en el continuo.

Vuelta a Torres para cerrar la primera parte con Lágrimas tristes, corred (ø+), villancico al Santísimo, a cuatro voces con violines, disfrutando nuevamente de las voces solistas (las sopranos, contrátenos y barítono, la mitad pero igual riqueza de escritura e interpretación, estribillo y coplas cantadas con el instrumental en los planos adecuados que permitieron paladear unos textos intrínsecamente musicales seguido del Luciente, vagante estrella (ø+), villancico de Reyes, a ocho voces con violines y oboe (1714), probablemente el más logrado por las combinaciones vocales y la aparición del estribillo-aria así como los solos cambiantes refrendados tanto por el coro como el ensemble donde el oboe de Pedro Lopes e Castro resultó casi una voz sin palabras.

La segunda parte sería la de Juan Francés de Iribarren, buen continuador del maestro en evolución natural del estilo comenzando con el bellísimo Tortolilla (ø+), villancico a dúo para reyes, con violines y oboe (1733), estribillo a dúo, al igual que el recitado, escena pura y un aria para soprano y tenor, María y Víctor, contrastes rítmicos y tímbricos más un ropaje instrumental de excelencia para siete números estructurados en espejo, nueva fiesta musical.
Si los aires italianos ponían el puente para Torres, en el caso de Francés de Iribarren sería el portugués Carlos Seixas con su Sonata para oboe en do menor, lucimiento solista de su compatriota con el ensamble sin violines y auténtico virtuosismo en tres movimientos donde la Giga central sonó plenamente francesa, elegante antes del Minueto final.

Y hasta la conclusión volvería Francés de Iribarren, primero con Cesen desde hoy los profetas (ø+), villancico de Calenda de Navidad, a ocho con violines (1739), algo más movida de lo que cabría esperar y poniendo en dificultades las largas frases de una María Espada que nunca defrauda, para terminar con una jácara vertiginosa a cargo de Víctor Cruz, Digo que no he de cantarla (ø+), jácara de Navidad a cinco con violines (1750), guitarra -por vihuela- de aire español internacional de unos compositores recuperados de los archivos de las catedrales salmantina, malagueña y guatemalteca que Eduardo López Banzo ha transcrito de los manuscritos originales inéditos, pues como bien nos recordó al finalizar el programa, se quemaron con el Palacio Real y gracias a esas copias podemos hacernos una idea de lo que sonaba en estas fiestas que casi recrearon en la sala de cámara del auditorio ovetense.

De regalo bisarían a Torres y el estribillo de Luciente, vagante estrella que da nombre al espectáculo, «Ay! bello esplendor», belleza y esplendor de un barroco que pujaba por mantenerse en unos tiempos casi tan complicados como lo actuales. Bravo por estos «ayres» del maestro maño.
(ø+) Recuperación histórica, estreno en tiempos modernos.

VOZES DEL AYRE: María Espada y Lucía Caihuela (sopranos), Sonia Gancedo (mezzo), Gabriel Díaz y Jorge Enrique García (contratenores), Víctor Sordo (tenor), Víctor Cruz (barítono), Javier Jiménez Cuevas (bajo).
AL AYRE ESPAÑOL: Pedro Lopes e Castro (oboe), Alexis Aguado y Kepa Artetxe (violines), Guillermo Turina (cello), Xisco Aguiló (contrabajo), Juan Carlos de Mulder (archilaúd y guitarra barroca). Eduardo López Banzo (órgano y dirección).

Viva Durón, un «piacere» en primavera

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Lunes 20 de marzo, 20:00 horas. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo: IV Primavera Barroca: Durón 300 – Muera Cupido. Accademia del Piacere, Fahmi Alqhai (quintón, viola da gamba y dirección), Nuria Rial (soprano). Obras de Sebastián Durón, José de Torres, Santiago de Murcia,  F. Alqhai y Bononcini. Abono: 67,50 € (58,50 € para abonados al Ciclo y JJPiano).
El inicio de la primavera en Asturias es siempre barroco desde hace cuatro años. La sala de cámara registra entradas impensables demostrando de nuevo que Oviedo es la Viena del Norte por oferta, una inversión que el CNDM capitaneado por Antonio Moral ha entendido desde 2014, y a la vista de los resultados es obvio que se debe continuar en esta línea.

He asistido a varios conciertos del ciclo «Durón 300» y este lunes ponía punto y seguido porque además de cerrar su aniversario servía para abrir esta cuarta edición de barroco primaveral en Oviedo con la formación que comandan el pequeño de los Alqhai, más una de las voces españolas ideales para sentar cátedra en este repertorio como es la catalana Nuria Rial, sumándose a Raquel Andueza, Marta Almajano o Eugenia Boix que también han celebrado a Sebastián Durón (1660-1716), protagonista de este recital de Accademia del Piacere reflejado en un pequeño folleto que recoge el ciclo del 300 aniversario desde Brihuega a Oviedo.

Sin entrar en detalles para cada una de las obras seleccionadas, que dejo aquí escaneadas, se sigue apostando por arreglos, adaptaciones, investigación y recuperación histórica de nuestro repertorio (siempre con el apoyo del CNDM), y la formación elegida para estos programas estuvo conformada por Rodney Prada (quintón), Rami Alqhai (violón), Johanna Rose (viola da gamba), Miguel Rincón (guitarra barroca), Javier Núñez (clave) y Fahmi Alqhai (dirección musical y quintón más viola da gamba puntual en un tema permutándose con Johanna), sirviendo este banquete musical donde hubo desde verdaderos atracones hasta delicateseen para todos los paladares.
Hay que reconocer que la acústica no siempre juega a favor de los músicos ni la elección de los instrumentos arropando la voz por ser muy personal (recordar que el barroco siempre está abierto a múltiples interpretaciones) y cada concierto es distinto del anterior. El apunte quería hacerlo porque hubo momentos que resultaron pesantes al intervenir todos los músicos, con frecuencias y timbres desiguales, duplicando voces en el grave o acordes repetidos en guitarra y clave que enturbiaban el discurso, más aún cuando la catalana se unía al conjunto perdiéndose dicción ante la avalancha sonora. Mejor resultaron las combinaciones con menos instrumentación que favorecen fraseo vocal y visten más adecuadamente unas melodías hermosas, especialmente en la voz de la tarraconense Nuria Rial.

La calidad de los músicos del «piacere» la conocemos desde hace tiempo y las intervenciones solistas resultaron una lección de virtuosismo y buen gusto, especialmente el clave de Núñez y la guitarra de Rincón, capaz de «vestir de flamenco» cada solo suyo aportando la rítmica tan nuestra que enriquecen las visiones barrocas desde nuestro tiempo. Poder paladear en este «ciclo Durón» las distintas recetas y acentos para la conocidísima Ay, que me abraso de amor en la llama vuelve a demostrar la riqueza de este repertorio, aires sevillanos, navarros o catalanes para un mismo cuerpo, vestimentas adaptadas a las voces e ingredientes de cada formación.
No faltaron xácaras, folías, marionas o canarios instrumentales que rellenan programa y descansan la voz, pero también Tarantella y fandango de Santiago de Murcia con sabor y aliño andaluz de Fahmi para unos platos conocidos y cocinados con sello propio. Como entremeses de este banquete pudieron resultar excesivos, aunque Durón en la voz de Rial se encargaba de cantarnos Sosieguen, descansen, palabras mágicas y momentos para las dosis en su punto justo, como también el recitado y aria de El imposible mayor en amor, le vence Amor de José de Torres pero mal atribuido a Durón (aunque ya sabemos que Raúl Angulo ayudó a poner las autorías en su sitio) o el aria que daba título al programa «Muera Cupido» de Salir el amor del mundo, bien cocinado y servido por la Accademia del Piacere con Nuria Rial enamorando también en Oviedo.

Del variado menú tampoco quiero olvidarme la Pastorella che tra le selve (G. Bononcini) rescatada de la BNE, manuscrito 2246, que bisarían para comprobar que la música escénica española en los tiempos de Durón reunía lo mejor del momento, gastronomía musical al más alto nivel, y con una formación capaz de templar gaitas con cuerdas varias, en parte por los sevillanos Alqhai quienes hicieron puntero y roncón con quintón más violón, estilos populares elevados al gran salón como una buena fabada cocinada a la andaluza porque los climas necesitan adaptar estos menús.

El convite primaveral solo acaba de servir el primer plato pero el éxito está asegurado, músicas sin complejos y bien servidas que se digieren a la perfección resultando la mejor terapia para todas las edades.

Tesoros barrocos en Oviedo

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Jueves 28 de mayo, 20:00 horas. Sala de cámara, Auditorio de Oviedo. «Primavera barroca»: Raquel Andueza (soprano), Al Ayre Español, Eduardo López Banzo (clave y dirección). Tesoros españoles en América, obras de José de Torres, A. Corelli, Giovanni Zamboni Romano y Juan Cabanilles.

Clausura de altura para este ciclo primaveral en colaboración con el CNDM y el Ayuntamiento de Oviedo, que sin llegar a llenar sigue atrayendo un público fiel a la música barroca y melómanos en general, «redescubriendo» esta tarde a José de Torres Martínez Bravo (1670-1738) con cuatro cantadas recuperadas por el propio López Banzo por encargo del propio CNDM en 2013, un género bien explicado en las notas que dejo aquí mismo, maravillas perdidas en su mayoría pero que «debemos seguir grabando y escuchando» como comentaba al final del concierto el músico aragonés antes de regalarnos otro «grave» de una cantata profana, pues no sólo de la religión vivían los compositores, destacando que también fue editor fundando en Madrid una Imprenta de Música en 1699, colaborando a publicar tanto obras suyas como de contemporáneos así como tratados teóricos importantísimos.

Con un sexteto de calidad y sonido impecables y el propio López Banzo al clave, la formación resultó excelente ropaje de una Raquel Andueza que canta como pocas estos repertorios, auténtico placer escucharla poniendo siempre «ánima e corpo«, dicción extraordinaria para unos textos hermosísimos subrayados por una instrumentación donde el barroco Torres muestra un magisterio y estilo propios para unas cantatas que mantienen estructura italiana con el sello español, tesoros que traspasaron fronteras e incluso el océano Atlántico, ayudando a preservar muchas de ellas.

Protagonismo vocal pero sin olvidar intercalar distintas obras contemporáneas para solaz de los músicos de Al Ayre Español,  la Sonata da chiesa a trè, op. 3 nº 12 de Arcangelo Corelli con seis movimientos bien contrastados, puro barroco donde disfrutamos con la cuerda tratada como nadie por un violinista como el italiano que escribía desde el conocimiento directo: un dúo de violines (Sylvan James y Kepa Arteche) en eco perfecto de color haciendo uno, contrapuestos a un solístico cello de James Bush coprotagonista en virtuosismo, y un violone en pizzicato (Xisco Aguiló) redondeando una sonoridad rotunda siempre contrapuesta con el archilaúd de Juan Carlos de Mulder, que nos brindó en la segunda parte Alemanda y Giga de la Sonate d’intabolatura di leuto, op. 1 del laudista G. Zamboni Romano (ca. 1650) deliciosa en emociones, pulcritud y buen gusto, como también el propio López Banzo al clave con el Tiento de segundo tono y las Gallardas de Cabanilles, alumno de Torres, música de tecla de calidad excelsa equiparable a muchos contemporáneos, recordándonos que el trabajo de investigación no aparca su faceta interpretativa en la que lleva toda su vida.

Para José de Torres la inclusión del oboe de Rodrigo Gutiérrez en las cantadas (excepto en la que abría la segunda parte) supuso el toque sutil de textura y color, equilibrio con la voz de Raquel Andueza, timbres complementarios y escritura magistral, «relleno» en las notas largas, contestaciones como prolongaciones vocales, respiraciones paralelas, en un dominio del lenguaje por parte del compositor madrileño capaz de mantener la claridad de los textos dedicados al Santísimo o a Nuestra Señora con unas melodías que refuerzan el carácter dramático, instrumentaciones increíbles como por ejemplo en A el abismo de gracia que en el Area «Si solo es amar amoroso gemir» teje la cuerda un pizzicato plenamente moderno y remanso espiritual para acompañar la delicadeza de voz y oboe, adornadas con perlas del archilaúd y dorados ornamentos del clave que emocionaron al público interrumpiendo con unos sinceros aplausos (más que las toses siempre inoportunas) antes de las «inesperadas» Coplas finales movidas y alegres.

Cada una de las cantadas, de las más de cuatrocientas que parece compuso el madrileño, solo se conserva una quinta parte y en Oviedo pudimos disfrutar de cuatro de ellas más la propina de la profana (sólo el movimiento Grave) en la voz natural, única, convincente de Raquel Andueza, madura, técnica al servicio de estas obras, convincente en todos los registros, y la inmensidad (en el amplio sentido de la palabra) de un Eduardo López Banzo liderando proyecto investigador e interpretativo, mimando cada pentagrama, aportando sabiduría y conocimiento (comentaba que hay seis o siete joyas «cantadas» de todas las que ha recuperado), acompañado de unos músicos que redondearon el mejor broche de ciclo posible.

El avance de programación de la próxima temporada promete seguir en esta línea, esperando que los cambios políticos tengan la suficiente cultura y amplitud de miras para entender cómo se planifican las temporadas, los costes y sobre todo el derecho de todos los ciudadanos a la cultura, siendo la música una de nuestras mejores señas de identidad, auténtica «marca» que en momentos donde se ha alcanzado un nivel de excelencia tras décadas de trabajo y esfuerzo la miopía o desconocimiento pueden echar a perder en un abrir y cerrar de urnas. Recuperarlo será entonces imposible y el retroceso sí nos pondrá cien años atrás.

Mucha luz en primavera

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Viernes 4 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara. CNDM Circuitos: «Primavera Barroca«. Con afecto y armonía: la circulación de música y músicos entre España, Portugal, Italia y América. María Espada (soprano), Forma Antiqva, Aarón Zapico (clave y dirección). Entrada sin numerar: 15€ (abono seis conciertos: 72€).

En Asturias solemos tener una primavera alternando lo invernal con lo veraniego que musicalmente también resulta barroca por los tremendos contrastes en la programación. Que se lo digan a los cinco intérpretes de este segundo concierto del ciclo primaveral, asturianos de una u otra forma porque son «La gran familia Zapico» adoptando a dos hermanas que no tenían, una canaria y otra extremeña, pasando de la cuaresma oscura, tenebrosa con cirios de la pasión sanjuanesca a lograr abrir esta ventana de afecto y armonía por la que entró la luz primaveral tan distinta de la otoñal.

Este «Quinteto Zapico» que pude disfrutar en El Escorial en febrero de 2013 -foto superior del propio grupo- traía un programa muy bien planificado al que pudo faltarle más tiempo de ensayo o incluso más aire puro tras un Bach realmente bueno. Pero la base de Forma Antiqva con Ruth Verona al chelo es tan sólida que pueden armar en nada unas obras recuperadas (por encargo del CNDM) casi a primera vista, contando para las partes vocales con la siempre única María Espada, voz carnosa, redonda, clara, de fraseo y dicción perfectas para unos textos tan importantes como la música que los realza, y ese color único que nunca se pierde, haciéndolo más rico en las distancias cortas como la sala de cámara, con buena entrada. Hay complicidad entre todos, lo que se percibe en las entradas, respiraciones compartidas y misma dirección interpretativa, por lo que estas obras en cuanto se rueden un poco más estoy seguro que engrosarán el Re FA (Repertorio Forma Antiqva) con su sello personal siempre presente.

El título del concierto se centraba en cantatas del barroco español flanqueadas por piezas instrumentales de manuscritos como el Códice Saldívar nº 4 hallado en México en 1963 o los de nuestra Biblioteca Nacional como el Libro de música de clavicimbalo del Sr. D. Francisco de Tejada, datado en 1721 y hallado en Sevilla, conocido como «Libro de Tejada» del que los Zapico han sacado danzas y otras obras arregladas para teclado como la de Corelli, reflejo de la influencia italiana y con historias de amores y odios que alcanzaron a las propias vidas de los compositores, como bien figura en el programa.

Abrían recital Los imposibles de Santiago de Murcia para el cuarteto instrumental de cuerdas varias (pinzadas, golpeadas, frotadas) antes de incorporar las vocales de María para ya en quinteto dejarnos la primera cantata, encontrada en la Catedral de Lima: En la rama frondosa de Roque Ceruti (ca. 1685-1760), compositor milanés que llegó a Lima en tiempos de Felipe V y gran difusor de su estilo, género típico italiano que se adaptó y adoptó por muchos más compositores pasando «el charco» cual música de moda, al ser como microrrelatos cantados cual óperas minimalistas con sus recitativos y arias. El primer estreno en tiempos modernos fue el anónimo del «Libro de Tejada» Glosa de mano yzquierda del 1º tono, estilo zapico por alterancias tímbricas, juegos coloristas entre los punteos y rasgados de Pablo y Daniel remarcados por el arco casi vocal de Ruth, también en pizzicati, y las perlas de cada ornamentación al clave de Aarón, disfrutando de armonías luminosas y melodías bien dibujadas.

Me dejó con excelente sabor de boca tanto por la riqueza de la partitura como por la ejecución del quinteto Déjame, tirano dios de Antonio Literes (Ms. Pombalino de Lisboa), compositor curtido en la música teatral de la que esta cantata emana acción dramática, brillo pleno de María Espada con el cuarteto coprotagonista, alternancias en acompañamientos y combinaciones como Forma Antiqva saben. Hubo dicción (vocal e instrumental) y emoción, aplaudiendo antes de finalizarla, puede que sabiamente al llegar escrita con un recitativo final esta «cantada humana».

La jotta de Santiago de Murcia está en la génesis de los pequeños Zapico, un dúo guitarra-tiorba que logra «trampantojos auditivos» al permutar en momentos técnicas de rasgueo y punteo, nuevo juego tímbrico, preparando la jácara Vaya, pues, rompiendo el aire (Sebastián Durón) un «solo de navidad» cual aria que la soprano extremeña todavía no pudo hacerla propia aunque sigue siendo única en dicción y técnica.

Otro «estreno» instrumental fue la Alemanda y Aria de Corelli del citado «Libro de Tejada», adecuado para el cuarteto a pleno rendimiento y bocanada de aire fresco antes de las dos cantadas de José de Torres (ca. 1670-1738) encontradas en la Catedral de Guatemala: Con afecto y armonía que da título al programa, cantada sola al Santísimo íntima, tiempo de Cuaresma que el autor refleja en melodía y armonías perfectamente arregladas para María con Forma Antiqva, recogimiento vocal e instrumental de mucha exigencia para todos, al igual que Cercadme flores. Aquí noté la falta de tiempo para conseguir más hondura en dos cantatas sacras que resultaron como cortinas tamizando la luz primaveral de las anteriores. En el medio sí se abrió la ventana con la Españoleta y Marizápalos, segundo anónimo instrumental del «Libro de Tejada», tercer estreno moderno antes de la ya mencionada segunda Cantada al Santísimo, los ritmos zapicos que llevan siempre en su equipaje renovado pero propio, el «Trío con Verona» que funciona a la perfección.

Supongo que sabedores de recuperar aliento y buenos perfumes para todos, dos propinas conocidas y hermosas de «Los Cinco Zapico»: Se l’aura spira (Frescobaldi) y Trompicábalas amor (Juan Hidalgo) para dejar el sabor vocal de María Espada mezclado en la proporción exacta con el instrumental de la formación langreana, si se me permite el guiño, a las niñas de Barajas, hoy de Oviedo y hermanas adoptadas por Forma Antiqva en esta primavera luminosa desde Asturias. Al día siguiente repiten en León, pero es como en casa.