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Con Carneiro

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Viernes 20 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono XI «Emperador», OSPA, Vadim Kholodenko (piano), Joana Carneiro (directora). Obras de Beethoven y Stravinsky.

Regresos y recuperaciones en el undécimo de abono, la directora portuguesa y el esperado pianista ucraniano cuya vida es una tragedia pero la música ayuda a sobreponerse siempre. Un «Emperador» difícil pero agradecido para un Beethoven siempre necesario y nuevamente Frederieke Saeijs de concertino invitada.

Carneiro fue la auténtica emperatriz tras una Leonora, obertura nº 3, op. 72 b triunfadora. La portuguesa triunfó de principio a fin conocedora de la orquesta y del programa, llevando por los difíciles vericuetos las dos composiciones a cual más exigente precisamente por lo transitadas a lo largo del tiempo, la obertura clara, precisa, con todos los claroscuros y la «preparación» ideal ante lo que se avecinaba a continuación.

En el Concierto para piano nº 5 en mi bemol mayor, op. 73, «Emperador» un Kholodenko de rubatos increíbles y difíciles de concertar pero increíbles de ajuste por la lusa. El pianista afrontó desde una personal visión esta página del sordo genial jugando con los tiempos y fraseos en un equilibrio inestable o  si se quiere de inestabilidad equilibrada, pues así entendió el ucraniano este quinto muy transitado donde parece difícil aportar personalidad, pero que consiguió por la excelente concertación de Carneiro. La orquesta conocedora y la maestra atenta sacarían en un trono musical un emperador distinto, encajado  casi milagrosamente desde sensaciones perturbadoras de este ucraniano introvertido pero distinto en el difícil encaje de su personal rubato «perfectamente inestable».

La propina tenía que ser también Beethoven y la Bagatela para Piano, op. 33 nº 3 en fa mayor igualmente sentida, personal, en tiempo y forma ideales para disfrutar del esperanzado Kholodenko.

La Petrushka (rev. 1947) de Stravinsky está muy rodada, pero con el empuje portugués (espero se mantenga) la OSPA sacó músculo, asintiendo y sintiendo, con la percusión impactante, piano y celesta también, más un viento ideal tanto en la madera siempre exquisita y unos metales seguros además de poderosos, que necesitarían una cuerda más precisa especialmente en los pasajes rápidos, no tan limpios como desearíamos, aunque redondearían una buena interpretación, de nuevo gracias a una Carneiro con las ideas claras que supo transmitir en todo el concierto. Una lástima que hubiese poco público, puede que se decantasen por el ballet del Campoamor en otra contraprogramación municipal frente a la orquesta de todos los asturianos.

Femenino plural

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Viernes 8 de noviembre, 20:00 horas. Oviedo, Auditorio “Príncipe Felipe”: Conciertos del Auditorio. Carolin Widmann (violín), Joana Carneiro (directora), Oviedo Filarmonía. Obras de R. Rodríguez, Beethoven y Prokofiev.

Programa netamente femenino, singular y plural, desde la directora portuguesa hasta la violinista alemana pasando por una compositora ovetense que sigue dándonos muchas alegrías, y en un formato que me gusta al dejar el concierto solista para la segunda parte en vez de cerrando la primera.

A Raquel Rodríguez (Oviedo, 1980) la descubrí en Avilés dentro de la Semana de Música Religiosa de Avilés de 2.009 con su Oración para coro y orquesta que me dejó gratamente impresionado y de quien hacía constar era «digna de comenzar a figurar en los programas de cualquier sala de conciertos«. Por fin vuelvo a reencontrármela en este auditorio de su ciudad natal con su Connection to Mars (estrenada el 4 de noviembre de 2015 en la Fundación Juan March para sus 60 años) a cargo de la sección de cuerda de una Oviedo Filarmonía cada vez mejor, versátil, madura en todos los estilos que abarca su larga trayectoria y con una dirección a cargo de la portuguesa Joana Carneiro, a quien ya recordaba con la OSPA en febrero de 2014 también con Beethoven presente (entonces la Séptima).
La obra de la compositora carbayona la describe perfectamente Ramón Sobrino en las notas al programa (enlazadas en los compositores al inicio de esta entrada) reflejando igualmente las propias del maestro José Luis Temes que la estrenase en Madrid: «En el anuncio previo se comenta que “sobre un ritmo repetitivo y enérgico, la compositora pretende reflejar el continuo «hacer y transformar» que ha caracterizado a la Fundación durante estos sesenta años… la obra “puede tener como arranque compositivo un mundo que interesa especialmente a su autora: el de las energías que fluyen constantes y motrices, sobre ritmos repetitivos, como un discurso energético continuo que nos entrelaza a unos y otros, transformándose sin tregua«. Tratamiento actual de una cuerda clara, presente, afinada, con la directora lusa de amplia gestualidad marcando todo en los 9 minutos que dura aproximadamente la obra, con una energía que parecía saltar del atril a todo su cuerpo, casi danzante y por momentos frenético. El título que juega con la fonética del planeta Marte –Mars en inglés– y la del apellido March, tiene recuerdos o si se prefiere «conexiones» con su homónima de Holst desde una tímbrica muy cuidada, jugando con momentos de percusión en la cuerda grave y unas texturas de lo más cinematográficas como alumna aventajada de sus maestros, entre los que debemos recordar a Alfonso Ordieres, Leoncio Diéguez, Antón García Abril o Zulema de la Cruz entre otros. Poseedora de un lenguaje musical cercano que gustó a todo el público que premiaría con una larga ovación tanto a la obra como a la compositora que subió al escenario a recoger el merecido reconocimiento de todos los presentes.

Con la Sinfonía nº 6 en fa mayor, op. 68 «Pastoral» (Beethoven) estrenada en 1808, es difícil aportar algo nuevo por conocida e interpretada en toda formación orquestal que se precie, desde las académicas hasta las consagradas. Se agradece el adelanto del aniversario del genio de Bonn pero la versión de Carneiro resultó algo precipitada en los cinco movimientos que no siempre encontraron la respuesta deseada de la orquesta, sobre todo a partir del Andante molto mosso (“Escena junto al arroyo” con una madera no todo lo empastada ni encajada que hubiese querido). Cierto que también se dieron momentos de clara intensidad dramática como en el cuarto movimiento, “Relámpagos, tormenta”, Allegro enlazado con el anterior pero que solo trajo esos destellos de calidad en todos los atriles, sobre todo flautín y timbales, mientras que el último movimiento, “Himno de los pastores. Alegría y sentimientos
de agradecimiento después de la tormenta”, Allegretto, llevado con un aire para mi gusto excesivo, trajo los primeros tropiezos y «desenfoques» en el 6/8, ese compás “pastoral” con unos cellos y contrabajos presentes pero poco precisos en las semicorcheas no siempre lo limpias que quisiéramos, dejando una visión global de excesos que no vienen nunca bien, olvidando precisamente ese aire femenino singular de esta pastoral contrapuesta a su «gemela quinta» plenamente masculina con quien compartió estreno en Heiligenstadt en el verano de 1808, si bien este viernes de noviembre resultaría gélido en lo metereológico y de entretiempo en cuanto a esta sexta.

El Concierto para violín y orquesta nº 2 en sol menor, op. 63 (Madrid, 1935) de Prokofiev ocuparía la segunda parte con Carolin Widmann de solista y un Guadagnini de 1782 que sonó a gloria en la interpretación de la violinista alemana.

Desde el inicio en solitario del Allegro moderato se notaba el dominio de esta obra virtuosística y el juego de contrastes con una orquesta de plantilla perfecta (madera a dos, 2 trompas, 2 trompetas, percusión de bombo, caja, platillos y castañuelas en el finale, más la cuerda) para una obra exigente de encajes y cambios dinámicos continuos predominando ese carácter cantabile permanente que Carneiro no obstaculizó en ningún momento, brillando no solo la cuerda, algo a lo que ya estamos acostumbrados, sino todo el viento, una madera más empastada y unos metales aterciopelados además de seguros. El Andante assai fue balsámico y el único momento donde la directora lusa pareció contenerse para disfrutar de este movimiento de engañosa simplicidad con una melodía que se parece al inicio del estribillo de «La vie en rose«. En el último Allegro ben marcato retornó el gesto ampuloso, exagerado incluso aunque siempre claro de la portuguesa y ese aire dramático de rítmica poderosa en una formación ovetense ya asentada, mientras el violín se «separa» de la orquesta a medida que avanza el movimiento hacia un final impactante visual y sonoramente. La propina nos demostró la variedad estilística de la muniquesa Widmann que con el barroco a solo sentó cátedra dejándonos con ganas de más.

Concierto de claroscuros pero de presencia femenina en un mundo que es de ellas, compositora, directora, solista, orquesta con casi paridad en los atriles y unas obras que conjugan pasado, presente y futuro manteniendo el listón alto para un mes de noviembre que no ha hecho más que comenzar.

Placeres eternos e irrepetibles

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Viernes 21 de febrero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: concierto de abono 7, OSPA, Ning Feng (violín), Joana Carneiro (directora). Obras de Adams, Shostakovich y Beethoven.

Algunos seguidores del blog han escrito comentando mis entradas como demasiado optimistas la mayoría de las veces y muy parciales (siempre cierto por personales) dado que apenas asistía a conciertos malos. Aquí viene mi innecesaria defensa, pues hace años que Oviedo es referencia para melómanos aunque no siempre tenga la resonancia mediática que se merece, algo que puedo asegurar es objetivo y no me cansaré de repetir y reflejar. Para una región como la nuestra de apenas un millón de habitantes, concentrados en el centro y en plena crisis industrial, minera, nacional… que la musical siga estando en primera línea con todo tipo de sacrificios pienso que debería tener más eco en un país que se está rompiendo por culpa de unos dirigentes incultos y egoístas.

En una semana beethoveniana está bien escuchar otras formaciones orquestales con directores no titulares, siempre en el irrepetible directo para comprobar y comparar, inevitable por otra parte pese a la losa que supone haber degustado exquisiteces irrepetibles. Sigo presumiendo de asturiano melómano con un vagaje musical repleto de figuras mundiales que han pasado por la capital del Principado e incluso de otras que el tiempo acabó convirtiendo en tales, habiendo sido Oviedo su debut o trampolín. Compartir estos placeres irrepetibles los hace aún mayores, y este tercer viernes de febrero ha sido uno de ellos.

Esta semana se ponía al frente de nuestra OSPA la directora portuguesa Joana Carneiro, que afrontó un programa titulado «Beethoven eterno» y en sus notas Hertha Gallego de Torres calificaba de «sentido del ritmo», ampliado aún más hasta «apoteósis del ritmo» que escribía mi amigo Ramón Avello en El Comercio para cada obra: reiterativo, obsesivo y demoniaco, y apoteósis de la danza.

De los compositores contemporáneos, John Adams (1947) está entre los preferidos del público, y estos días está en Madrid donde tiene «carta blanca«. De su ópera Nixon en China emerge con protagonismo propio The Chairman Dances: Foxtrot para orquesta (1985) que ponen a prueba formación y dirección sinfónica como en Oviedo, y con buena nota para todos: la maestra portuguesa con ideas muy claras, precisión, claridad en el gesto y dominio de la partitura, más unos músicos que se nota trabajaron duro para superar todas las dificultades de esta partitura con múltiples cambios de compás, ritmo, tiempos y dinámicas, exigente en empastes y de estilo minimalista que puede caer en lo monótono de no mediar la riqueza interpretativa, destacando la sección de percusión siempre segura junto al piano, en esa importancia rítmica deudora de tantos otros compositores que el propio Adams reconoce.

Palabras mayores el Concierto nº 1 para violín en la menor, op. 77 (antes op. 99) de Shostakovich con el virtuoso Ning Feng y un Stradivarius «MacMillan» (1721) afrontando una de las obras más importantes del ruso. El violinista chino optó por una interpretación introspectiva que la directora lusa supo e hizo acompañar en la misma línea, cuatro movimientos que son cual suite incluso en los títulos: el Nocturne transmite dolor desde la densidad orquestal y el lamento solista; el Scherzo auténtica «broma» de buen gusto plagada de polirritmias y efectos tímbricos en y para todos, con una orquesta atenta y entregada (destacar sólo un arpa pero siempre referencia), contagiada del vigor de solista y dirección, algo exagerada pero tal vez necesaria, segundo movimiento calificado por el gran Oistrach que estrenó la obra de «demoníaco y espinoso», siéndolo Feng literalmente; Passacaglia de la hondura sinfónica a que nos tiene acostumbrado el compositor ruso, exigente para todas las secciones que nuevamente estuvieron a la altura de la obra y el solista volviendo a impactarnos desde una interpretación diría que volcánica por el proceso emocional, para finalmente llegar a la chispeante Burlesca que desencajó a más de uno con la intermedia larga cadenza capaz de acallar las siempre incómodas toses desde una interiorización de dolor y angustia que salía a borbotones inundando de desbordante emoción el auditorio, la montaña rusa musical que suelo utilizar metafóricamente para este tipo de grandes conciertos.

Sin menospreciar a una orquesta que se comportó y la buena concertación de la señora Carneiro, lo del virtuoso chino es para recordar y así lo entendimos todos. La versión que nos regaló -como el día antes en Avilés- de Recuerdos de la Alhambra de Tárrega espero volver a escucharla cuando Radio Clásica emita el concierto, visionar y repetir, con un arco inigualable, capaz de recrear los trémolos guitarrísticos y la melodía en esa joya de violín. Silencio de emoción y otro regalo «caprichoso» del demonio oriental de Paganini el endiablado. Eternidad infernal y placeres nada pecaminosos.

Beethoven siempre eterno y apoteosis de la danza con esta explosión de la Sinfonía nº 7 en la mayor, op 92, una de esas sinfonías que no deben faltar en cada temporada porque siempre resultan distintas según la batuta al frente, y la portuguesa sacó lo bueno de la OSPA, puede que por la elección del tempi correcto en cada movimiento, algo que todos los musicólogos y estudiosos reconocen como parte importante para acertar con el carácter de las obras del genio de Bonn. Aplaudir cómo la «maestrina Carneiro« pareció ganarse a los músicos en las obras de la primera parte para poder disfrutar más en la segunda, aunque siga preguntándome porqué mantener el esquema de concierto cuando este viernes podría haber sido al revés y dejarnos al chino como cierre, aunque es probable que no hubiera marchado regalándonos aún más propinas.

Como balance apuntar en el DEBE menor autocomplacencia para algunos atriles en obras que por muy tocadas parecen «olvidar» son tan exigentes como las nuevas, y la interpretación va más allá del pentagrama. En el HABER la autoexigencia de mantener calidades sonoras alcanzadas no ya en «la séptima» sino en todo este séptimo de abono. De momento saldo positivo, pero hay que aumentarlo, no sólo mantenerlo…