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Maratoniano Perianes

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Sábado 14 de junio, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: MARATÓN BEETHOVEN – OSPAFEST (2). OSPA, Javier Perianes (piano y dirección). Entrada: butaca: 15 €.

Finalizada la temporada de abono de la OSPA, aún quedaba algún extraordinario más, y volvía a la capital asturiana el onubense y colaborador artístico Javier Perianes (Nerva, 1978) con una «Maratón Beethoven«, nada menos que los cinco conciertos para piano del genio de Bonn, que también llevará al Auditorio Nacional de Música de Madrid dentro de una semana, el próximo día 21 de junio para celebrar el «Día Europeo de la Música» junto a la Orquesta de la Comunitat Valenciana en el programa «¡Solo Música!» que organiza el Centro Nacional de Difusión Musical  en coproducción con el Palau de Les Arts de Valencia.

Si este pasado jueves se enfrentaba a los tres centrales (que me perdí al coincidir con la Marina del Campoamor, este sábado llegaban los dos extremos cual alfa y omega de este reto físico y mental que en Madrid afrontará el mismo día (verdadera maratón): el Concierto para piano nº 1 en do mayor, op. 15 y el Concierto para piano nº 5 en mi bemol mayor, op. 73 “Emperador”.

En palabras del propio Perianes (para la revista Scherzo) comenta: “En una diminuta misiva que Beethoven envió a un íntimo amigo, el diplomático Heinrich von Struve, fechada en Viena el 17 de septiembre de 1795 y desconocida hasta 2012, puede leerse: “¿Cuándo llegará el tiempo en que haya únicamente seres humanos? Es posible que solo veamos llegar ese dichoso momento en unos pocos lugares. Pero no lo veremos acaecer en todas partes. Pasarán siglos antes de que eso suceda”. Tocar la música del compositor alemán supone, para mí, contribuir humildemente a la llegada de ese “dichoso momento” que él tanto ansiaba. Y hacerlo por medio de sus cinco Conciertos para piano, que requieren un entendimiento pleno entre el solista y todos los instrumentistas (…) es un privilegio que estoy feliz de compartir con el público en el Día Europeo de la Música”, y los asturianos estos días previos a la cita madrileña.

Los dos conciertos de este sábado nos muestran al Beethoven joven aún «mozartiano» y el maduro, casi como un príncipe que termina emperador manteniendo toda su personalidad. Y Perianes así afrontó ambos, juvenil y maduro, debiendo asumir la dirección de la OSPA (se anunció por megafonía la ausencia del titular, al igual que el concierto anterior) donde Aitor Hevia volvía de concertino invitado para una complicidad necesaria, pues no siempre «enmudece» el piano para encajar solista y orquesta en momentos puntuales de auténtica complejidad.

El de Nerva arrancó el Concierto para piano nº 1 en do mayor, op. 15 (dedicado a Anna Luisa Barbara Fürstin Odescalchi) con aplomo, el Allegro con brio literal pero controlando el tempo para no caer en excesos pues toda maratón debe dosificar el esfuerzo, aquí pleno de vigor y marcialidad donde los balances con la orquesta resultaron dignos de mención, pudiendo disfrutar de un piano limpio, cristalino en los arpegios, un virtuosismo nunca exagerado con diálogos bien entendidos por toda la orquesta en un lenguaje deudor de Mozart y Haydn (que el onubense tan bien conoce) pero con las abruptas modulaciones «marca Beethoven» y una  primera cadenza reposada. El Largo (en  la bemol mayor) se erigió principesco, de lirismo casi vocal, con ornamentos bien dibujados por un pianista al que llevo años llamando «el Sorolla del piano» ante la luminosidad que alcanza desde una técnica perfecta sin necesidad de «volver al trazo inicial». Perianes contagió el sosiego de este movimiento a la orquesta, con el clarinete de Daniel Velasco delicioso de fraseo y sonido. El tercer y último movimiento (Rondo. Allegro scherzando) retoma la tonalidad inicial en compás de 2/4 y forma rondó con siete partes (ABACABA), fórmula habitual en el tercer movimiento de los conciertos clásicos. Un piano imponente en el tema principal marcando el devenir que repite la orquesta con un entendimiento y encaje donde Hevia sería primordial por la dificultad que tiene este rondó lleno de síncopas y fraseos irregulares. Trinos limpios, cruce de manos impecable y dos cadenzas diseñadas con el espíritu audaz y pícaro del genio de Bonn con un Perianes integrado en la sonoridad global del solista. Dinámicas ricas antes de esa melodía imperceptible aunque presente «como queriendo escabullirse del escenario sin ser visto» y la orquesta finalizando el movimiento con la contundencia donde Czerny (que fue alumno de Beethoven) recomendaba que el director esperase todo lo posible antes de desatar el fortissimo. Con respeto y escucha por parte de todos, Perianes remarcó el final vitalista en esta primera etapa sabatina.

Sin apenas respiro e incorporándose al mismo orgánico la segunda flauta, entraba «El Emperador» como se conoce el Concierto para piano nº 5 en mi bemol mayor, op. 73, la tonalidad «heroica» con toda la grandeza de este quinto y último concierto para piano, tras el sitio de Viena por el ejército de Napoleón. Así el 11 de mayo se activó la artillería francesa y la casa de Beethoven se encontraba peligrosamente cerca de la línea de fuego por lo que aquellos que no podían -o no querían- salir de casa buscaban refugio bajo tierra y Beethoven lo encontró en el sótano de la casa de su hermano. Tras cesar el bombardeo y la rendición de las fuerzas austriacas, el compositor describió «una ciudad llena sólo de tambores, cañones, hombres marchando y miseria de todo tipo», abandonando la ciudad para escribir este «emperador entre los conciertos». Con la firma del Tratado de Viena en octubre de 1809, la vida en la ciudad de la música volvió a una aparente normalidad pero sin la oportunidad de presentar el nuevo concierto hasta dos años después tras el estreno en Leipzig, contando con Czerny de solista al estar el compositor ya demasiado sordo (aunque había interpretado la parte solista en sus cuatro conciertos anteriores).

La OSPA comandada por Hevia entendió este quinto como una globalidad sinfónica donde Perianes reinaba en el trono confiado en la respuesta de sus huestes. Potente y grandioso arranque del Allegro, cromatismos y arpegios cristalinos, agógica bien entendida, alternancias protagónicas entre solista y orquesta, con el segundo tema tenue, etéreo, evanescente, pura seda. De los tiempos lentos está claro que el segundo movimiento del «Emperador» es uno de los sublimes del alemán. El empaque y sonoridad aterciopelada de todas las secciones nos devolvió a una orquesta en plenitud cerrando temporada, cuerdas en sordina dibujando ese tema de incomparable belleza, cellos contestando, contrabajos cimentando, mientras el piano de Perianes respondía con silenciosos tresillos descendentes, logrando una sutil tensión desde el delicado equilibrio entre maderas, cuerdas y piano, con la música desvaneciéndose llena de una ternura única. Bien la nota sostenida de la trompa para que el piano introdujese suave y todavía andante el tema del Rondó final en compás de 6/8, sin excesos en el tempo, «rápido pero no demasiado». Exuberancia por parte de todos, optimismo interpretativo, gloria sinfónica y un manto de armiño pianístico sobre un gran ropaje sinfónico con toda la fuerza para este final maratoniano que no tuvo la merecida respuesta de público (incomprensible toda la temporada) aunque los presentes disfrutamos nuevamente del príncipe Perianes coronado emperador con la OSPA.

PROGRAMA:

Concierto para piano nº 1 en do mayor, op. 15 (1798-1800):

I. Allegro con brio – II. Largo – III. Rondo. Allegro scherzando

Concierto para piano nº 5 en mi bemol mayor, op. 73 “Emperador” (1809-1810):

I. AllegroII. Adagio un poco mosso [-attacca-]  III. Rondo. Allegro ma non troppo

Perianes reparte juego

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Viernes 10 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono XI OSPA: «Mozart y Perianes». Javier Perianes (piano), Cuarteto Quiroga, OSPA. Obras de W. A. Mozart.

El titular de la entrada no es una referencia al juego de mus, en tal caso a la «MÚSica» pero aprovechando que el onubense Javier Perianes (Nerva, 1978) es futbolero y merengue para más señas, no quería perder esta vez las referencias al deporte, al balompié, al trabajo en equipo y al disfrute que supone escucharle, tanto en el encuentro previo al concierto, con más presencia de la habitual, donde su cercanía, humor y buen talante nos preparó a todos para la terapia mozartiana en esta nueva visita a la capital, y además con la compañía de nuestros amigos del Cuarteto Quiroga.

Comentaba el pianista sus inicios en la música como terapia para un niño travieso, nada raro entonces, donde un concierto le atrapó, el apoyo de sus padres, el clarinete que su tía cambió por un piano tras los veranos en La Antilla, los esfuerzos y su eterno agradecimiento para todos sus profesores, desde sor Julia Hierro, la primera y hoy nonagenaria con quien aún habla antes de los conciertos y reza por él desde el asilo, pasando por Ana Guijarro en sus años sevillanos, o Josep Colom, de todos y cada uno con el recuerdo de su permanente magisterio, más el siempre necesario apoyo de su esposa Lidia, que además de pianista conoce como nadie a su pareja.

Le preguntaba «el habitual» de cada encuentro en la Sala de Cámara tres cuartos de hora antes de los conciertos, qué obras habían sido las más difíciles y Perianes no dudó  en contestarle que las actuales, siempre nuevas y distintas porque el directo es irrepetible, incluso cuando graba prefiere hacerlo de un tirón y que sea el ingeniero quien elija la toma buena, sin «corta y pega» porque Javier es además de un excelente pianista es un tipo espontáneo, cercano, «disfrutón», con las ideas claras de quien vive el momento y contagia alegría de vivir con, por y para la música.

El programa íntegro de Mozart comenzaba con el Concierto para piano nº 24 en do menor, K. 491 (1786) en una reducción para cuarteto de cuerda con piano, un cinco muy baloncestístico donde el de Nerva sería como un buen base que tiene memorizadas las jugadas, cuenta con un equipo de estrellas y reparte a diestro y siniestro, con bandejas y asistencias para que los compañeros rematen, generosidad, respeto y dominio del parqué. Este vigésimo cuarto del de Salzburgo nos dejó la feliz conjunción y entendimiento de un quinteto que lleva años jugando juntos, y que en palabras del musicólogo y compositor británico Arthur Hutchings (1906-1989), el mayor especialista del genio austriaco, considera su esfuerzo más sutil: «se trata de una obra oscura y apasionante, hecha más sorprendente por su restricción clásica, y el movimiento final, un conjunto de variaciones, es comúnmente considerado como ‘sublime’ (…)», y al de Nerva, que llevo años denominándole «El Sorolla del piano» por su luminosidad, no quiero olvidarme de las llamadas ‘sombras coloreadas’ tan del gusto impresionista, con todo el juego aportado por el Cuarteto Quiroga y el piano siempre limpio, claro y presente, convirtiendo el concierto orquestal de sonoridades y texturas que lograría la sección de viento del lienzo sinfónico, llevado a una paleta ligera y tenue de acuarela donde no hay posibilidad de corrección, y el quinteto no la necesitó, repartiendo «el base» y esquivando en solitario desde su puesto retrasado que aunaba e integraba este concierto tan vienés, desde el patético Allegro inicial a la luz del Larghetto para volver a los claroscuros del Allegretto final donde no faltarán los toques musicales humorísticos del Mozart en estado puro, pasajes virtuosos y el preciso contrapunto con diálogos motivados y tímbricos en este verdadero equipo de estrellas.

Ya con la plantilla perfecta y la selección OSPA con un equipo donde «Los Quiroga» se integraron a la perfección en la llamemos columna vertebral de la cuerda, y con Cibrán Sierra de concertino en perfecto entendimiento con Perianes, llegaría el Concierto para piano nº 12 en la mayor, K. 385p (414), compuesto a finales de 1782 en la tonalidad que para Mozart era sinónimo de lirismo y serenidad, y en su momento anunciado como que «puede(n) ser interpretados no sólo con un acompañamiento de gran orquesta y vientos, sino también con un quattro, es decir, con dos violines, viola y violonchelo». Fiel por tanto a esta idea de Mozart intentando publicarlos por suscripción, más allá del enfoque utilitario (recordar que los músicos también comen), con Perianes en el centro del campo me recordaría al mejor Iniesta, aunque como merengue tendré que llamarle mejor Luka Modrić por los triunfos del madridista y la veteranía que supone una trayectoria que en el piano es siempre más longeva que en el fútbol.

Más que dirigir o concertar, Perianes desde el piano marca lo necesario para dar confianza al equipo, la «serenidad de la mayor», además de exigir más responsabilidad en cada parcela del campo, y así fluyó la terapia musical de este duodécimo. Aires de serenata, el lirismo que nunca falta, las cadencias -desconozco la autoría -bien encajadas porque los pases van al hueco donde siempre hay la recepción exacta y viceversa, todo el equipo engrasado, disfrutando porque aquí no es necesaria «la épica blanca» sino el disfrute con el toque, escuchándose, vibrando, contagiando energía, vitalidad, todo en una ejecución de Champions, con la plantilla funcionando desde la línea medular –como llaman los periodistas expertos– de la cuerda hasta una madera de lo más mozartiana y unos metales junto a los timbales sin necesidad de «sobar la bola» ni «echar balones fuera», más bien integrándose en esta unidad terapéutica con los ‘amados clarinetes’ desde aquel 1777 en Mannheim, con el Andante para recrearse todos al primer toque, sutiles, compactos, con la posesión justa para mover esta música donde el «mediocampista» lució galones sin necesitar excentricidades.

Y en este espectáculo de los tres conciertos de Mozart tan vieneses, el Concierto para piano nº 21 en do mayor, K. 467 (1785) sin clarinetes pero con el mismo equipo y estructura nos trajo al Perianes en modo Toni Kroos, actual, certero, manejando este bellísimo concierto (que lleva de sobrenombre «Elvira Madigan» por la película que popularizó su segundo movimiento), sin necesidad de partitura, plenamente integrado en su quehacer desde distintos campos y equipos pero con la confianza de jugar en casa, secundado y apoyado, sin miedo escénico ni presión porque el triunfo estaba asegurado y este partido  era para disfrutarlo tanto en el campo como desde la grada. Cibrán un lateral izquierdo que sube la banda, Poggio en el derecho sin dejar pasar nada, más «adelantados» Puchades y Hevia (habitual con la elástica asturiana) en posición de refuerzo central, con una delantera de viento capaz de atacar con sutileza y elegancia, y de sacrificarse «recuperando balones» manteniendo un excelente trabajo de equipo donde Perianes repartió todo el juego que atesora en su cabeza, corazón y dedos. Si el Allegro maestoso hizo gala del calificativo, con perlas al piano, dinámicas de claroscuros y guiños sinfónicos, el famosísimo Andante fue de una hondura capaz de cortar la respiración, abriendo el campo de escucha con una cuerda gustándose mutuamente, y el inmenso Allegro vivace assai atacado sin fisuras, casi diabólico por un feliz alboroto lleno de descaro compositivo e interpretativo, contagioso para toda la selección orquestal, con el Mozart que parecía tener en mente la diversión pianística y los juegos con la orquesta perfectamente dispuesta y capaz de tocar.

El partido se nos hizo corto en el escenario ovetense pero podré recordarlo como otro encuentro de los que hacen afición, con este equipo OSPA de primera al que Mozart siempre le sienta bien, más con los compañeros de este noveno de abono.

Sin riesgo no hay emoción

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Viernes 13 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 1: OSPA, Javier Perianes (piano), Nuno Coelho (director). Obras de Brahms, Ligeti y Bartók.

Con ilusión arrancaba este viernes al fin otoñal la segunda temporada del director portugués Nuno Coelho al frente de la OSPA y con un encuentro previo 45 minutos antes con el público en la sala de cámara, que como el propio maestro indicó, en compañía de la gerente Ana Mateo, se repetirán antes de cada abono con la presencia de los invitados, solistas y respondiendo a las dudas o aclarando las obras a escuchar, como en el caso de este primero, algo que repetiría al inicio de la segunda parte, una de las tres novedades junto a los conciertos de cámara dominicales a las 12:30 horas, que serán mensuales en esta misma sala donde poder disfrutar de los músicos de nuestra orquesta, y el Concierto de San Xuán el 21 de junio del próximo año donde sonará música de su país con Camané & Trío en el espectáculo «Fado» junto a la dupla OSPA-Coelho donde cada abonado que traiga otro nuevo se le regalarán dos entradas.

Este primer concierto, con escasa presencia de público que comienza a ser precupante, independiente de que en el Campoamor hubiese la función «joven» titulada «Viernes ópera», traía un arriesgado programa tanto por las obras como por la apuesta personal del propio director, contando en la primera parte con Javier Perianes como solista del Concierto para piano y orquesta nº 1 de Brahms (1833-1897). El regreso del onubense como colaborador de la OSPA –que sigue sin concertino, estando hoy el  murciano Jordi Rodríguez y de ayudante Fernando Zorita (no como indicaba el programa de mano, más pequeño y delgado que en temporadas anteriores)- parece no fue suficiente para llenar más butacas, una verdadera lástima porque el excelente momento por el que atraviesa el de Nerva unido al trabajo del maestro de Oporto que ya comienza a notarse en la orquesta, era un motivo más que suficiente.

Con un Maestoso poderoso en la OSPA y algo titubeante el arranque del pianista, las líneas divergentes  con unos pedales no muy claros, fueron confluyendo y caminando paralelas a medida que avanzaba este primer movimiento, casi una sinfonía por escritura y auténtico duelo de titanes que el maestro Coelho concertó a la perfección, manteniendo unas dinámicas muy equilibradas y sacando el mejor Brahms. Pero sería el Adagio la maravilla del programa donde Perianes y la OSPA mostraron una amplísima paleta de matices, pianissimi de cortar el aire con una línea melódica plena y riquísima. Más arriesgado por tempi el último Rondó: Allego non troppo que pese a «caerse alguna nota» no impidió volver a disfrutar del equilibrio dinámico entre piano y orquesta de nuevo con un total dominio de la partitura por parte del director portuense, caídas a tempo, encajes perfectos y llevando este primero de Brahms a buen puerto con todas las aristas que conlleva para los intérpretes pero que el onubense amalgamó desde su amplio bagaje con todas las referencias de Brahms a Mozart, Beethoven o la propia Clara Schumann tan excelentemente retratada en el adagio central. Una lección de piano contundente a cargo de un Perianes que saldría al descanso camino del aeropuerto asturiano para tomar un vuelo a Barcelona (donde interpretará el «Emperador» junto a la Orquesta Sinfónica del Liceu bajo la batuta de Josep Pons) con una agenda de lo más apretada que nos lo traerá de nuevo a Oviedo el 10 de mayo junto al Cuarteo Quiroga.

Aún hubo tiempo para el homenaje de Perianes a la centenaria Alicia de Larrocha con el Notturno de Grieg, el nº 4 de las «Piezas líricas», libro V, op. 54, una perla sentida, delicada, con los claroscuros «marca de la casa» que siempre me han llevado a llamarle «el Sorolla del piano«.

Arriesgada segunda parte magiar, comenzando por San Francisco Polyphony (1973-74) de György Ligeti (1923-2006), aprovechando otro centenario como el del húngaro nacionalizado austriaco, obra escrita para conmemorar el 60º aniversario de la Orquesta Sinfónica de San Francisco estrenada el 18 de enero de 1975 por el entonces titular Seiji Ozawa, con el que Haruki Murakami, Premio Princesa de Asturias de las Letras este año, conversa en su obra Música, sólo música como bien recuerda en las notas al programa Pablo Gallego. Esta obra de Ligeti no  está al alcance de cualquier orquesta ni director pues exige un control absoluto de los registros en cada sección e instrumentos, y el juego polifónico obliga a un permanente balance en el punto exacto, más allá de virtuosismos, silencios y hasta la textura sinfónica, que el húngaro teje como pocos en todas sus obras, tanto camerísticas como sinfónicas, en esa denominada «angustiosa incomodidad» de su escucha. Sin imágenes para esta «otra banda sonora» no utilizada por Kubrick pero que bien podría haberlo hecho, OSPA y Coelho apostaron por el riesgo de la dificultad para emocionar con música del pasado siglo que sigue estando demasiado ausente en el actual y que aplaudo haber programado en este #Ligeti100 del que disfruté y mucho este verano en Granada, con un final para anotar: los músicos y el director «congelados» literalmente tras el final, fotografía musical que perduró para disfrutar también del silencio en una auténtica «Atmóspher» final.

Y para rematar emociones, orquestaciones impresionantes, calidades de la mejor Hungría, trabajo minucioso de orquesta y director, así como otra «banda sonora» con imágenes terroríficas tras una primera guerra mundial, de la que seguimos sin aprender nada en estos días, la suite de El mandarín maravilloso, op. 19, Sz. 73 (1918-24) de Béla Bartók (1881-1945), «música infernal», depravación humana tan tristemente actual, caótica en expresión pero perfectamente ordenada a cargo de Coelho y una OSPA musculada de gran plantilla en donde el clarinete de Andreas Weisgerber nos subyugó y sedujo como a los vagabundos del ballet, riesgo asumido por todas las secciones a la misma altura (triples vientos, cuatro percusionistas, celesta y piano), partitura muy trabajada que nos dejó impactados y emocionados con este mandarín maravilloso que nos «robó» el final trágico de la pantomima original.

La próxima semana volverá la OSPA para el llamado «Concierto de los Premios», aunque me conformaré con el ensayo general, pero el programa (Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis y Dona nobis pacem de Ralph Vaughan Williams) y el director (Martyn Brabbins) merecerá la pena para seguir comprobando el nivel ya recuperado por la orquesta de todos los asturianos.

Perianes de Califa a Emperador

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Lunes 3 de julio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Palacio Carlos V, “Grandes intérpretes”: Javier Perianes (piano). Concierto homenaje a Alicia de Larrocha en el centenario de su nacimiento. Obras de Falla, Debussy, AlbénizGranados. Fotos de Fermín Rodríguez.

Granada sigue siendo mágica y la mejor disculpa para que el onubense Javier Perianes (Nerva, 1978) armase un programa con la capital nazarí como nexo de unión, aunque también serviría la inspiración propia de cuatro compositores que sin ser naturales de esta tierra, e incluso sin conocerla, en los feliz inicios del pasado siglo lo exótico era La Alhambra y sus leyendas, la historia que para los europeos debía de resultar cual un parque temático del momento sin pisar otro continente.

Y esta inspiración la tuvieron los cuatro compositores elegidos: el gaditano Manuel de Falla (1876-1946) que acabaría enamorado de Granada y viviendo en el Carmen de los Mártires y en el de la Antequeruela; visiones en el París capital cultural del momento que las transmitiría al francés Claude Debussy (1862-1918) bebiendo la misma fuente del idioma musical con la añoranza que da la distancia; el gerundés Isaac Albéniz (1860-1909) en ese mismo “exilio” pergeñará la biblia del piano actual que es su suite Iberia donde no falta esa página tan granadina como es “El Albaicín”. Y otro catalán como el ilerdense Enrique Granados (1867-1916) probablemente impregnado de la misma magia que todos los anteriores buscando trasladar al piano esa inspiración española que nuestros intérpretes más señeros llevaron por todas las salas de concierto y continúan haciéndolo.

En este año del centenario de la gran Alicia de Larrocha, quien sería nuestra mejor embajadora de todos ellos, varios intérpretes de ahora están homenajeando a la catalana, y no podía faltar nuestro Javier Perianes con un programa tan mágico como La Alhambra donde está como en casa, del Patio de los Arrayanes en ediciones anteriores a este Palacio de Carlos V donde el andaluz moró durante dos horas para convertirse en el emperador de la noche.

Hace tiempo que he calificado a Perianes como “El Sorolla del piano” porque mima el sonido de cada nota, en cada mano, con un manejo del pedal capaz de crear unas atmósferas cual veladuras, un limpieza y frescura en el trazo que asemeja la acuarela donde no hay posibilidad de error, gamas de matices tan extensas que pasan de acariciar las teclas a volcar toda la energía que exija el pasaje, claridad en lo melódico casi de tinta china sobre el papel y perfilar la esencia. Por finalizar con tantos paralelismos, el manejo de los tempi o del rubato que los años han madurado desde una musicalidad de siempre pero con la hondura emocional que solo los grandes intérpretes alcanzan, por lo que el mejor homenaje a Doña Alicia ha sido este programa que el onubense interpretó dos días antes en Campo de Criptana, aunque nunca hay dos conciertos iguales.

Sin pausas afrontó la primera parte, “de un tirón” y como dicen por aquí “estuvo sembrao”, primero Falla y su Homenaje «Le tombeau de Claude Debussy» (1920) donde el dibujo musical del francés que nunca quiso ser llamado “impresionista” pintó una habanera no sé si del Cádiz de Don Manuel o de la Huelva de Don Javier. Está claro que en la interpretación encontró todos los colores de los dos compositores, tal vez por lo que Ana García Urcola llama “españolidad francesa” del onubense y “penetra plenamente en ese sabor amargo, apasionado y seductor”.

Dándole la vuelta al epíteto de la profesora donostiarra, Perianes nos dejaría las tres páginas del Debussy imbuido por Falla desde la “francesa españolidad”, imágenes que se funden el oido como los colores en la retina pero siempre con la luminosidad mediterránea o atlántica pues el mar consigue reflejos que el compositor francés entendió y llevó al piano. Estampas como la tarde en Granada para enmarcar en nuestra memoria melómana, el paseo pasando por La Puerta del Vino o la interrupción de una serenata nocturna, en este caso por el vuelo de avión que intentó confundir la única estrella que brillaba en el firmamento (quiero pensar que Alicia de Larrocha estaba disfrutando de este digno heredero), tres láminas distintas con la misma temática pero sentidas e interpretadas con unidad estilística y toda la gama de recursos que Perianes domina, asombrando con unos pianísimos imperceptibles que cortaban la respiración en esas caricias, pero la energía de una mano izquierda prodigiosa capaz de pasar del canto al ropaje desde una rítmica personal que maravilla, la habanera gaditana y onubense como hilo conductor jugando con el grosor de los trazos.

Y uniendo este paisaje sonoro contemplar el de El Albaicín que tan bien musicó Albéniz, evocación de guitarra en la tierra que mejor las construye y en los dedos de un onubense que entiende estos ritmos desde el “pellizco” clásico manteniendo la esencia popular, no quedó atrás la vuelta a Falla y una Fantasía bætica (1919) para recordar por la fuerza, entrega, pasión y musicalidad capaz de recrear nuestra música andaluza por momentos chopiniana, zapateado cual polonesa y el sonido elegante además de muy trabajado del onubense, romanticismo en estado puro y virtuosismo necesario para trasmitir todo “lo jondo” que esconde la partitura de nuestro gaditano universal, lo que cautivó al público que le jaleó al finalizar esta primera parte.

Si Granada es la inspiración que París materializaba, nuevamente “la pintura musical” sigue siendo el hilo conductor de este “Sorolla del piano” que ha encontrado en las Goyescas (1911) de Granados otra galería sonora donde los dedos son pinceles que recrean al primer impresionista que fue Goya antes de acuñarse el término. Escuchar los dos libros seguidos, al igual que en Oviedo el pasado mes de abril dentro de las Jornadas de Piano, redondean la elegancia de la escuela parisina que Perianes transmite, despliegue de contrastes y dinámicas, de ritmos y fraseos, de pulir las melodías con una sonoridad tan trabajada que hasta parecía estar escuchando a la gran Teresa Berganza cantarlas en el universo del piano que de blanco y negro solo las teclas más el mueble. No quiero olvidarme del excelente sonido que devolvió el Steinway en el palacio imperial, y reajustado al descanso tras el “tute” de la primera parte.

«Las Goyescas es una obra de todo tiempo» decía el propio Granados, la escritura pianística es un compendio de técnica, claroscuros, pasiones y herencias románticas con la genialidad e inspiración española, y Perianes las ha hecho suyas de principio a final. Los dos cuadernos como toda una galería del Prado en este Palacio de Carlos V, cartones que son cuadros y páginas monumentales para seguir contemplándolas a toda hora, aunque la noche granadina redondeó la magia.
Otro triunfo del andaluz y más Falla que no falla en dos propinas manteniendo todo lo bueno, incluso el respeto de un público entregado (hasta un ramo de flores), la Serenata Andaluza más flamenca y guitarrística llevada al concierto, más la Danza ritual del fuego de “El Amor Brujo”en otro homenaje al Festival que también lo es de danza, personal interpretación y final en la medianoche para que el hechizo no se rompiese en este decimotercer día.

PROGRAMA

I

Manuel de Falla (1876-1946): Homenaje «Le tombeau de Claude Debussy» (1920)

 Claude Debussy (1862-1918): La soirée dans Grenade, de Estampes, L. 100/2 (1903) / La Puerta del Vino, de Préludes – Libro II, L. 123/3 (1911/1913) / La sérénade interrompue, de Préludes – Libro I, L. 117/9 (1909)

Isaac Albéniz (1860-1909): El Albaicín, de la suite Iberia (1905-1909)

Manuel de Falla: Fantasía bætica (1919)

II

Enrique Granados (1867-1916): Goyescas (1911)

 Los requiebros / Coloquio en la reja / El Fandango del candil / Quejas o La maja y el ruiseñor / El amor y la muerte (Balada) /  Epílogo: Serenata del espectro

RetOS PAra la próxima temporada

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En la sala de cámara del Auditorio de Oviedo, el viernes 28 de abril, antes del décimo concierto de abono, la OSPA presentaba el avance de su próxima temporada 2023-24 a los abonados, aún cerrándose fechas, obras e intérpretes, la segunda del portuense Nuno Coelho como titular, junto a la gerente Ana Mateo al frente del equipo técnico.

Retos y apuestas del director portugués, plenamente integrado en su orquesta y en nuestra tierra, con programas de necesaria dualidad «tradición e innovación» que abren caminos a repertorios nuevos o menos transitados junto a las «obras de siempre» que no pueden faltar, y con nombres propios reconocidos en el panorama nacional y mundial.

Septiembre marca el pistoletazo de salida del Curso 23-24, con la participación en la temporada de ópera ovetense, esta vez con el maestro portugués inaugurándola con el mismo título que abría 1947, la Manon de Massenet, más el Lohengrin de Wagner bajo la dirección de Christoph Gedschold finalizando enero de 2024.

En los conciertos de abono no faltarán solistas invitados que son habituales en la OSPA (muchos reconocidos como «colaboradores artísticos«) y aseguran calidad además de cercanía y confianza: los pianistas Javier Perianes inaugurará temporada los días 12 y 13 de octubre en Gijón y Oviedo respectivamente, que volverá en mayo con el Cuarteto Quiroga en un monográfico con los conciertos 12, 21 y 22 de Mozart, más la vuelta de Nikolay Lugansky en marzo con el regreso a la batuta de Thomas Dausgaard, Roman Simovic en su doble faceta de violinista y director, o el vitoriano Juanjo Mena. Nombres casi de la casa con repertorios que apuestan por los tradicionales, destacables además de Mozart el Beethoven de noviembre, muchos rusos presentes (Tchaikovsky, Mussorgsky, Rachmaninov, Shostakovich, Stravinsky, Gubaidulina…) y las «novedades» siempre de agradecer como Ligeti, Chin o nuestro Montsalvage.

Y de los abonos destacar de nuevo al compositor, director y colaborador artístico de la OSPA Francisco Coll, que en abril dirigirá en La Coruña antes de Oviedo un programa muy interesante incluyendo su Lilith junto a «Los Cuadros» o el Rendering de Schubert-Berio, más su Mural con Coelho a la batuta cerrando un mes de mayo que nos traerá al compositor valenciano en su faceta de pintor con una exposición única en el Auditorio. Otro compositor español que sonará esta próxima temporada será el «cinematográfico» Fernando Velázquez (Getxo, 1976) y su Concierto para dos flautas (con el matrimonio Pearse) programado para febrero de 2024 en otra colaboración del vasco con nuestra OSPA.

Igualmente se mantiene el ciclo Next Gen (la próxima generación) apostando como no puede faltar por la parte didáctica, tanto en noviembre con el concierto final de la «Masterclass Internacional de Dirección de Orquesta» con Johannes Schlaefli y solista el principal de cello Max von Pfeil para el famoso concierto de Elgar, como la vuelta de la violista Sara Ferrández junto al alumnado de ls conservatorios asturianos en diciembre. Otra seña de identidad desde hace años serán los conciertos LinkUp recuperados esta semana con Daniel Sánchez Velasco a la batuta, que si nada lo impide retoman la normalidad del mes de mayo en las temporadas de la OSPA, tras un trabajo de todo un curso desde los colegios e institutos asturianos dentro de los «Conciertos educativos y familiares» que los días 16 y 17 de febrero estrenarán el espectáculo «ideado» por nuestra querida Ana Hernández SanchizEl compositor ha muerto (Stookey), bajo la dirección musical de Luis Toro Araya.

También continúa el ciclo denominado «OspaFest» esta próxima temporada en una apuesta por escuchar músicas orientales junto a las occidentales, dos abonos East-West en el mes de abril desde la música de cámara con la mezzo Fleur Barron, el piano de Julius Drake y la pipa de Wu Man, al sinfonismo con la misma mezzo y colaboradora artística, junto al tenor Nicky Spence dirigidos por Nuno Coelho,  estrenándose una obra de Du Yun (Kraken) en contraposición a La Canción de la tierra (Mahler), o Song of the Flaming Phoenix del compositor Fang Man junto al solista de sheng Wu Wei, dirigiendo Marzena Diakun que siempre nos ha subyugado desde el podio.

La música de cámara sigue siendo no solo la iniciación a la sinfónica sino el mejor banco de pruebas para público e intérpretes, en la sala de cámara del auditorio los domingos a la 12:30 horas, con los músicos de las distintas secciones de la OSPA en agrupaciones y repertorios ideales para esos vermuts musicales a lo largo de toda la temporada.

No faltarán tres conciertos extraordinarios: el de Semana Santa (21 y 22 de marzo) con el Coro de la FPA y otro participativo para disfrutar de Fauré (Requiem y Cantique de Jean Racine); «Les Lletres» (2 de mayo) con los asturianos Martín García y Juan Barahona al piano y los percusionistas de la OSPA Rafael Casanova y Francisco Revert, en el poquísimo escuchado pero muy agradecido Concierto para dos pianos y percusión (Bartók) bajo la dirección de Daniel Sánchez, con su propia obra Tres canciones asturianas junto al poema sinfónico Chichén Itzá de María Teresa Prieto; el 21 de junio será la noche de San Xuan con un esperado «Fado» desde la tierra de Nuno Coelho junto a Camané&Trío y la OSPA, poniendo el broche final a una temporada que promete y espero continuar esta trigesimatercera que podría llamar del asentamiento, sólo a la espera de cubrir el concertino que aún no llega.

No quiero olvidarme que Como en la actual temporada, que este sábado 20 disfrutaremos, la OSG continuará este hermanamiento sinfónico asturgallego el 4 de mayo, pero con el holandés Antony Hermus a la batuta en un esperado Prokofiev.

Perianes feliz heredero de Larrocha

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Martes 25 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Javier Perianes (piano). «Cruce de caminos», obras de Clara Schumann, Robert Schumann, J. Brahms y Granados. Concierto homenaje a Alicia de Larrocha en el centenario de su nacimiento.

Bajo el título «Cruce de caminos» volvía a Oviedo el onubense Javier Perianes (Nerva, 1978) para homenajear a Alicia de Larrocha (Barcelona 1923-2009) en el centenario de su nacimiento, y puedo decir que feliz heredero de la maestra catalana, pues aunque en el repertorio español destacan sobremanera, está claro que los grandes románticos también son referentes en sus interpretaciones.

Así lo demostró Perianes este martes en un auditorio con abundante presencia de estudiantes de piano que seguro tomaron nota de su magisterio, frente a los que peinamos canas que tuvimos el privilegio de escuchar a ambos, afirmando que también sus caminos se cruzan como reza el texto inicial del programa: «El piano, el genio, la admiración y el afecto fueron ejes de la relación entre el matrimonio Schumann y Brahms (…) Apegos cruzados en el corazón del romanticismo, cristalizados en las series de variaciones que Clara y Brahms componen a partir de la introspectiva y quieta cuarta BunteBlätter opus 99 de Robert Schumann.
Universos de nostalgias, miradas y reflejos. Evocaciones que marcan el camino de Granados al espejo sonoro de Goyescas; “mezcla de amargura y gracejo”, evocación del universo visual de Goya»
.

El duro trabajo de años permite al pianista andaluz afrontar con personalidad y creatividad una primera parte romántica bajo el género de la variación en torno a Robert Schumann. Primero de Clara Schumann (1819-1896), de soltera Clara Wieck, cuyas siete Variaciones sobre un tema de Schumann, op. 20 además de un regalo para los 43 años de Robert son una verdadera belleza a partir de Albumblatt I (la cuarta Bunte Blätter, op. 99) de su amado esposo, intrincadas, personales, maduras, llenas de contrastes, los mismos calificativos aplicables a Perianes y con una dificultad que escuchándoselas no lo parecen, dado el dominio del onubense capaz de sonsacar de la gran densidad de la escritura de Clara toda la luz que esconde, como un orfebre que trabaja los detalles o el pintor que perfila con una amplísima gama de color.

Juan Manuel Viana titula sus notas al programa «Del amor y de la muerte: variaciones a seis manos», las de los tres compositores de la primera parte. Tras ClaraRobert Schumann (1810-1856) cuyas Quasi Variazioni: Andantino de Clara Wieck (de la Sonata nº 3 en fa menor, op. 14) son una miniatura de melodismo exquisito tal como la llevó Perianes desde una lectura reflexiva llena de emoción, la intensidad necesaria para dar continuidad a toda la carga musical de este «triunvirato a seis manos». La trayectoria del maestro andaluz ha ido dejando el poso que otorga tanto los conciertos orquestales como la música de cámara, y es ante la soledad del piano donde la madurez encuentra todo su reflejo.

Toda la grandeza y admiración hacia los Schumann de Johannes Brahms (1833-1897) la verterá en sus juveniles Variaciones sobre un tema de Schumann, op. 9, a partir también de las Bunte Blätter, op. 99, esta vez la primera de las «hojas de álbum», dieciséis miniaturas (I. Tema. Ziemlich langsam; II. Variación 1. L’istesso tempo; III. Variación 2. Poco più moto; IV. Variación 3. Tempo di tema; V. Variación 4. Poco più moto; VI. Variación 5. Allegro capriccioso; VII. Variación 6. Allegro; VIII. Variación 7. Andante; IX. Variación 8. Andante (non troppo lento); X. Variación 9. Schnell; XI. Variación 10. Poco Adagio; XII. Variación 11. Un poco più animato; XIII. Variación 12. Allegretto, poco scherzando – Presto; XIV. Variación 13. Non troppo Presto; XV. Variación 14. Andante; XVI. Variación 15. Poco Adagio; XVII. Variación 16. Adagio) de auténtico esfuerzo emocional que Perianes engrandeció, reflejando la doble personalidad homenajeada por el hamburgués de nuevo con el intrincado género de la variación para pasar de la luz a la sombra cual sucesión de lienzos cargados de color, fuerza, melancolía, esperanza, dolor… Contrastes de tempi ajustados a lo escrito con fraseos sentidos, matices inmensos del pp al ff, limpieza extrema, puliendo el sonido utilizando los pedales con total expresividad y pintando de un trazo con la seguridad de ambas manos. Una ejecución plena, madura y cercana a la extenuación por la total entrega de un Javier Perianes pletórico y «jondo» poniendo música al poeta José Hierro.

En este homenaje a la Maestra Larrocha no podía faltar Enrique Granados (1867- 1916), con las Goyescas, op. 11 (Los majos enamorados. Suite para piano) ejecutadas en su integridad y sin pausa ambos cuadernos, algo al alcance de muy pocos intérpretes, uno de ellos el propio Perianes.

Hace tiempo que califiqué al onuberse como «El Sorolla del piano» por la claridad que imprime a sus interpretaciones, especialmente Debussy pero también Falla. Y con estas Goyescas de Granados me reafirmo en esta personal impresión, pues los seis números pintaron al Goya de La lechera de Burdeos por un sonido cercano al impresionismo francés, también por el ambiente del genio de Fuendetodos donde Granados se inspira, el melodismo de la tonadilla sin letra que Perianes canta como nadie, auténticas «veladuras» musicales de aire universalmente hispano. Del Cuaderno 1 (1. Los Requiebros; 2. Coloquio en la reja; 3. El fandango del candil; 4. Quejas, o La maja y el ruiseñor) destacar cómo respira cada «cartón» elevado a cuadro, percepciones únicas, luminosidad y contrastes, dinámicas perfectas adaptadas al sentir de cada título, al ritmo -fandango de calado-, al tiempo con el que juega hasta lo imperceptible. G de Granados, de Goya, de Gracejo y Grandeza, de Genialidad. Donaire y melancolía abocetados con aire francés y pintados con mano firme, sentimientos amorosos, la música temática sin palabras, un verdadero testamento pianístico que Alicia de Larrocha nos dejó para la posteridad y Javier Perianes recoge en nuestro tiempo, pues como el propio Don Enrique decía «Goyescas es una obra de todo tiempo… Estoy convencido de ello». Sin resuello atacaría el Cuaderno 2 (5. El amor y la muerte; 6. Epílogo: Serenata del espectro), sentimiento de balada chopiniana, amor y muerte dramáticos en escritura e interpretación maestra con final fantasmal de piano hecho guitarra con aire atlántico premonitorio de la propia tumba del compositor catalán. Hondura, sentimiento, profundidad desde la madurez en una galería goyesca pintada por nuestro «Sorolla del piano».

Aún quedaría sentimiento para regalar, y de nuevo Brahms cuyo Intermezzo, Op. 118, nº 2 en la mayor nos dejaría la nostalgia común, el amor musical y la esperanza que nunca se pierde, pues el piano de Javier Perianes rezuma siempre optimismo tras un concierto intenso a más no poder.

P.D.: La Viena Española ofrecía también en la Sociedad Filarmónica de Oviedo un concierto de Lucía Veintimilla (violín) y María Cueva (piano).

El mágico tránsito de Perianes

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Viernes 14 de enero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 1 OSPA: Perianes Integral. OSPA, Javier Perianes (piano y dirección), Obras de Mozart y Beethoven.

Día para el recuerdo con ausencias muy presentes como la de mi querido Alfonso Ordieres a quien se le dedicaron los dos conciertos, el tránsito vital que nunca deseamos pero forma parte de nuestra existencia, y la música siempre resulta la mejor poción mágica para aliviar dolores, un sentido pésame para toda su familia desde el propio tránsito del maestro y amigo.

Mágico tránsito el de este concierto especial con Javier Perianes compartiendo dos páginas inmortales para piano con orquesta, el vigésimo de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y el primero de Ludwig van Beethoven (1770-1827), ejerciendo de auténtico maestro y hechicero, conviviendo y compartiendo con todos los músicos sobre el escenario, escuchándose, disfrutando de la mejor música concertada donde quien dirige es el latido común de cada instrumentista en una interpretación llena de emoción, dolor, esperanza, pasión y vitalidad.

Impresionante homenaje lleno de historia, lección para comprobar la transición de dos genios, un Mozart premonitorio del romanticismo junto al Beethoven clásico que dará el paso adelante sin sobresaltos, su homenaje y admiración por el genio de Salzburgo junto al personal heroísmo por romper moldes. Así entendió Perianes los dos conciertos elegidos formando un bloque común que brilló e hizo brillar dos páginas únicas, complicidad desde un piano plenamente ensamblado en dinámicas y agógicas, esta vez con Alexis Aguado como concertino invitado, un puesto que sigue clamando titularidad (de la batuta esperada mejor ni hablamos) y transformación «digital» como aquel programa de edición fotográfica donde el paso de hombre a lobo era sutil y sin sustos, lleno de arte visual, esta vez Mozart y Beethoven arte musical con una «aplicación desde Nerva al mundo»

El Concierto para piano y orquesta nº20 en re menor, K. 466, como bien apunta en las notas al programa mi tocayo Pablo Gallego, «…el hecho de que todas las ideas musicales felices contengan tristeza, y todas las tristes aporten una medida de esperanza, como señala Richard Westerberg, “es donde reside la clave de la humanidad de Mozart, que ha resonado en músicos experimentados y noveles por igual a través de los tiempos”, y la elección de este «cinematográfico concierto» no pudo ser más acertada para el primero de abono que esperemos nos deje (con)vivir sin perder tanto ganado, incluyendo la música en vivo. Exactitud en los tempi con encaje en el dramatismo propio sin buscar referencias operísticas y marcando distancias de protagonismo entre una orquesta rica en matices junto al piano cristalino y entregado del maestro onubense  (I. Allegro). La paz y el sosiego llegaría en el movimiento central (II. Romanza) que Peter Shaffer inmortalizaría en su Amadeus, mi particular Sorolla del piano iluminando ese remanso único, en primera persona para compartirlo entre todos en feliz y bien entendido diálogo. Y esa furia contenida del último tiempo (III. Rondo: Allegro assai), siempre las cadencias de Perianes como recordatorios anímicos y avisos libertarios. La magia de Mozart conseguida en este concertar auténtico para disfrute de todos los públicos.

Sin descanso, sin perder ese tránsito vital en el tiempo, Beethoven y su Concierto para piano y orquesta nº1 en do mayor, op.15, imaginando al compositor en el piano como también hiciese su admirado Mozart, dos mundos en un mismo universo, el torrente del segundo y el tormento del primero para unir orquesta y piano en pos de una libertad sin luchas fratricidas. Inicio con tributo clásico  (I. Allegro con brio) en escritura e interpretación, disfrutando de una OSPA entregada al compañero pianista, repeticiones llenas de matices y unos balances perfectos en la «acústica pandémica» que ha supuesto quitar la pantalla del fondo. De nuevo el remanso del movimiento central (II. Largo) con el clarinete de Andreas Weisgerber completando  una sonoridad delicada y una concertación perfecta y sin fisuras.  Qué mejor título para el cierre, la forma y el fondo (Rondo: Allegro scherzando), rápido y bromista, parecidos de los dos genios y visiones distintas, un regalo pianístico bien secundado por la orquesta, cadencias impolutas y sensuales más ese empuje de danza que cerraría un tránsito mágico en las manos y el arte de Javier Perianes cuyas visitas a nuestra tierra las contabilizo en emociones a flor de piel.

Despedidas y bienvenidas

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Viernes 19 de marzo, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, «Iviernu V»: OSPA, Javier Perianes (piano), Perry So (director). Obras de Beethoven y Tchaikovsky. Entrada butaca: 15 €.

Concierto de despedida a un inverno que no quiere irse, a Antón García Abril que entendió nuestra Madre Asturias como pocos tanto orquestal como pianísticamente, pero igualmente de bienvenida como al director Perry So, siempre un lujo cada visita suya (y van muchas), o al pianista Javier Perianes, sustituyendo a última hora a Lugansky y cambiándonos a Medtner por Beethoven al que en 2020 no pudimos disfrutar como se merecía, con la gratitud por el compromiso y entrega del onubense para con esta tierra que le acoge como su segunda casa. Bienvenidas sean estas despedidas que nunca son tales, un hasta siempre porque la música mantiene y nos mantiene vivos.

Bienvenida igualmente al concertino invitado Benjamin Ziervogel, repetiendo en el primer atril de la OSPA en una velada que ha vuelto a demostrar la necesidad de cubrir urgentemente esas vacantes, y no hay que buscar lo que ya se tiene, pues la muestra más clara ha sido el éxito de público (entradas agotadas), un programa apetitoso y el triunfo de un maravilloSO director que hace sonar a la orquesta sintiéndola como propia y los aficionados como nuestro.

El Concierto para piano y orquesta no 3 en do menor, op. 37 de Ludwig Van Beethoven
(1770 – 1827) como bien escribe en las notas Ramón Avello, «una música vigorosa en el primer movimiento, ensoñadora en el segundo, abiertamente alegre en el final» que Perianes y So entendieron al pie de la letra con una compenetración excelente, una energía desbordante, un sonido de ensueño y la alegría contagiosa desde una interpretación donde la OSPA sonó como siempre quisiéramos, convencida, entregada, atenta, minuciosa, de respuesta instantánea y disfrutando entre todos de esta partitura.

Impresionante el I. Allegro con brio que mostró la calidad habitual de una madera perfecta, unos metales templados, una percusión convincente y una cuerda claramente densa por presente, preparando la entrada del piano de Perianes, límpido, transparente, en diálogo con la formación y precisión al detalle. Ese aire clásico y mozartiano es ideal para todos, así lo entendieron, planos transparentes desde una concertación impecable y una cadenza «made in Nerva» con un final de movimiento poderosamente exacto. Del II. Largo casi una sonata del sordo poético en su inicio, la soledad sonora de un piano ensoñador, íntimo, delicado en todos los recursos utilizados, con la orquesta meciendo esa poesía que llegará a imperial en el quinto concierto, cantando en unas maderas cercanas y pastoriles, con el piano cristalino y lleno de emoción, cadencia incluida, sentida y consentida por una batuta sedosa como los pizzicatti de la cuerda, y guiando a la orquesta hacia el luminoso III. Rondo: Allegro, marcando el ritmo felizmente seguido y traducido por cada uno, dinámicas potentes, impulso vital, alegría musical, virtuosismo pianístico entendido con honestidad y madurez desde el podio y el tutti, final de exactitud y pulcritud para un tercero de altura donde como dice el dicho, «la esencia fina en frasco pequeño» y los bienvenidos son grandes en la música que interpretan.

Alguna vez he llamado a Javier Perianes como «El Sorolla del piano» por su sonido puro, perfilando los detalles sin perder la globalidad y complejidad sonora del instrumento, y volvió a demostrarlo con su Granados detallista, luminosamente mediterráneo, de las Quejas o La maja y el ruiseñor,  las «Goyescas» que el onubense pinta como nadie y nos regaló en este día de San José.

De la Sinfonía no 6 en si menor, op. 74, «Patética» de Piotr Ilich Chaikovski (1840 – 1893) aclara Pablo Gallego en sus notas que «la palabra rusa patetícheskaya equivale a “apasionada” o “emotiva”. Un punto de vista radical- mente distinto a nuestro concepto de patetismo»,  testamento y despedida de un genio que en esta sexta volcará lo mejor de sí mismo para la eternidad. Sinfonía compleja, apasionada y apasionante que exige un esfuerzo titánico para todos. Perry So maneja los tiempos sin excesos pero exigiendo a la orquesta una sonoridad prístina desde un gesto claro, una batuta mágica que igual blande cual estilete o la convierte en pincel ágil, más una izquierda detallista, atenta a todos y todo que transmite no solo la necesaria seguridad en los músicos sino las ideas claras de lo que esta partitura esconde. Ya impresionó su I. Adagio – Allegro non troppo, el «templo del sinfonismo» con ese inicio de fagot y cuerdas graves lleno de esa oscura luminosidad y la transición de aire marcada con precisión y equilibrados balances, la necesaria exactitud sacando a relucir cada sección cual encaje de bolillos, metales potentes manteniendo la presencia en el resto, un trabajo tímbrico al que la orquesta respondió, reluciendo en esas melodías únicas del ruso donde la cuerda es puro terciopelo pero la explosión sinfónica no puede ni debe contenerse, tormenta y marejada que llega tranquila a la orilla. Qué difícil ver el II. Allegro con grazia marcando tan claro y preciso ese 5/4 de este lied donde tantos naufragan del que Perry So emergió con autoridad y mando bien respondido por una orquesta que necesita mano dura para no claudicar, como así demostraron los profesores, concertino cómplice necesario, gráciles, todos a uno remando en la dirección correcta, la emotividad rusa que no patetismo antes del III. Allegro molto vivace vigoroso, auténtica marcha sinfónica en sol mayor que ocupa el lugar tradicional Scherzo en una rebelión interior capaz de prever un final que no lo es, siempre aplaudido anecdóticamente por su fuerza que tanto orquesta como director transmitieron, jugetón, líneas precisas, dinámicas vertiginosas, pulsión con pasión, ímpetu y empuje vital antes del angustioso y rompedor IV. Finale: Adagio lamentoso, verdadero requiem del compositor (con un «Tuba mirum» de trombones y tuba único) poniéndonos un nudo en la garganta más un silencio respetuoso después del último compás, extraña y felizmente largo, enorme y contenido, tras el que todos respiramos aliviados, mascarilla incluida, sabiendo que esta despedida de la vida nunca fue tan esperanzadora.

Bienvenida la música en tiempos difíciles, extraños y hasta dolorosos donde bálsamos como esta despedida invernal augura una primavera de color y deseos positivos, optimismo del maestro Perry So al que nunca agradeceré lo suficiente tantos y buenos conciertos, porque nunca defrauda.

El París de Perianes

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Jueves 28 de marzo, 20:00 horas. Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»Javier Perianes (piano). Obras de ChopinDebussy y Falla.

Crítica para La Nueva España del sábado 30, con los añadidos de links (siempre enriquecedores y a ser posibles con los mismos intérpretes en el caso de las obras), fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.
Un Auditorio con demasiadas butacas vacías esperaba la nueva visita del pianista de Nerva (Huelva) a Oviedo que se presentaba en solitario con tres de sus autores de cabecera, recién grabados en el primer centenario de Debussy para el sello Harmonia Mundi y presentado en Madrid el pasado diciembre, todos unidos por un París internacional y aglutinador de tendencias como el propio Javier Perianes (1978) en plena madurez artística y vital.Chopin es el romanticismo de salón, rompedor pero íntimo, como los dos Nocturnos opus 48 elegidos para abrir el concierto, los números 1 y 2 discontinuados por los estertores maleducados que me recordaron la tisis del polaco. Claroscuros parecidos a un Turner (el pintor preferido de Debussy) que prepararía todavía más una paleta de recursos pianísticos para la Sonata nº 3 en si menor op. 58, cuatro movimientos donde el “Scherzo. Molto vivace” precede al “Largo” que nos hace intuir las sombras coloreadas posteriores de sonido cristalino, y el “Finale. Presto, non tanto” verdadera explosión de color, pinceladas carnosas, casi pre-impresionistas en las manos del onubense levantando el vuelo con toda la delicadeza y fuerza posibles. Al descanso el afinador retocaría lo justo el Steinway© cual caballete sonoro para los siguientes cuadros musicales.

Debussy admiraba a Chopin y con sus tres Estampas viajará con su imaginación desde un piano que se negaba a llamar impresionista, pues lo evanescente ya lo intuimos en la sonata del polaco bien leída por Perianes. Pero el color armónico y el dibujo de pedal en el francés superará paralelismos pictóricos, “mezcla de ingrávido y preciso” en palabras del propio pianista, perfecta definición para esta música que casi transmite olor y color. Las Pagodas nos transportan a los nenúfares de Monet con música de gamelán, mientras La tarde en Granada y los Jardines bajo la lluvia tienen la luz de Regoyos y el olor a azar, rasgueos de guitarra de la España inspiradora de tanto arte, la Expo parisina de 1889 con postales de una Alhambra que Debussy nunca conoció pero el onubense ofició de guía musical perfecto desde una confesa fascinación por el autor (nos quedan grabados los Preludios).
El verdadero sabor hispano desde la capital francesa, que no abandonamos, lo pondría Falla, del que Perianes hereda la luz atlántica en la corta distancia de Cádiz a Huelva, su cosmopolitismo y la continua búsqueda del color, aquí aliñado con olor a jerez y manzanilla pintados por este Sorolla del piano. Las Cuatro piezas españolas son cual recuerdo de la patria lejana retratando paisajes y paisanajes: “Aragonesa” recia de jota para escuchar, “Cubana” habanera gaditana mecida en una hamaca del malecón, “Montañesa” que se menea resalada entre Cantabria y Asturias antes de la última “Andaluza” que solamente Don Javier puede transmitirnos como Don Manuel, músicas universales que beben aires parisinos pero evocan la patria chica.

Y la explosión del baile llegaría con El sombrero de tres picos y las tres danzas españolas por andaluzas, el todo por la parte, sinfonismo grandiosamente reducido al piano que las manos de Perianes convierten en un arco iris tímbrico, empuje rítmico con barniz de guitarra y flamenco, bailaoras gitanas de Romero de Torres en la “Danza de los vecinos”, seguidillas con prisa en el aplauso que no hizo perder el paso para la farruca del molinero y el fandango de la molinera, fuerza hidráulica atlántica de empuje ruso en el París con decorados y figurines de Picasso, otro andaluz universal que cayó rendido a los aires del Sena y el Barrio Latino.

El público premió con numerosos aplausos el triunvirato elegido y Javier Perianes nos devolvió nuevamente a los tres, primero La catedral sumergida de Debussy (del primer libro de los Preludios), un Monet musical con campanadas embrujadas, AGUA antes de La danza del FUEGO de Falla, segundo elemento natural de pasión gitana y sangre agarena, respirando el AIRE del Nocturno nº 20 en do sostenido menor chopiniano, retornando al punto de partida de un viaje musical muy pictórico desde la capital francesa, donde Perianes fue el mago del piano capaz de unificarlo todo desde las páginas de estos tres grandes, lienzo siempre nuevo aunque lo pinte cada día y aparezcan siempre detalles con luces nuevas cual Antonio López, españoles, artistas únicos e irrepetibles.

Perianes inspiración parisina

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Jueves 28 de marzo, 20:00 horas. Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Javier Perianes (piano). Obras de Chopin, Debussy y Falla.

Reseña para La Nueva España del viernes 29, con los añadidos de links (siempre enriquecedores y a ser posibles con los mismos intérpretes en el caso de las obras), fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

Nueva visita del onubense Javier Perianes a Oviedo, esta vez en solitario y con menos público del merecido, dentro de las Jornadas de Piano “Luis G. Iberni” trayendo parte del programa que ha grabado recientemente para el sello Harmonia Mundi cerrando el centenario de Debussy junto a Chopin y Falla, tres mundos evocadores en homenajes musicales encadenados.
Chopin con dos Nocturnos op 48 (1 y 2 con breve intermedio tísico) más la poderosa Sonata nº 3 en Si m op. 58 fueron pinceladas finas, de dibujo impecable y atmósferas románticas para la primera parte donde las sombras ya se coloreaban preparando lo que vendría después tras ajustar el piano por el tormentoso finale.

Las tres Estampas debussyanas y viajeras nos trajeron aromas chinos y granadinos únicos, “sonidos y perfumes” que Perianes destila con luz propia sin perder la nebulosa ni la admiración chopiniana del compositor francés.
Y admiración por Debussy la de Falla en el Paris donde añora España, las Cuatro Piezas casi geográficas de carácter y ritmo, Cubana casi gaditana o Montañesa resalada medio asturiana, Sorolla musical que Perianes pinta como nadie para terminar tocado con El Sombrero de Tres Picos bailando las tres danzas, vecinos interrumpiendo insolentes la Molinera y Molinero batidos por el Atlántico onubense en el piano sinfónico de nuestro intérprete más internacional.
Espléndido con propinas catedralicia (Debussy), fuego (Falla) y nocturno (Chopin), siempre parisinos en manos de Perianes.

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