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Felices 20 años de La Castalia

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Sábado 26 de marzo, 20:00 horas. Gala Lírica «La Castalia», XX Aniversario: Oviedo Filarmonía, Isabel Rubio (directora), Alejandro Roy (tenor invitado), Olena Sloia (soprano), Vanessa del Riego (soprano), María Heres (mezzo). Entrada libre.

La Castalia del siglo XXI sigue los pasos de aquella de 1873 con más fuerza y apoyando desde nuestra tierra el talento lírico, celebrando una gala lírica de altura que colmó las expectativas, un auditorio lleno que hacía cola una hora antes del comienzo, para reafirmar que Oviedo sigue siendo capital musical y las nuevas generaciones vienen pisando fuerte, tributo a dos generaciones de cantantes y compositores, la segunda labor de esta asociación que preside Begoña García-Tamargo con el mismo entusiasmo que sus discípulas.

Los que peinamos canas disfrutamos viendo la evolución de estas voces a las que conozco desde sus inicios, desde nuestro gran Alejandro Roy, invitado de lujo con sus paisanas Vanessa del Riego y María Heres, más el feliz encuentro con la ucraniana Olena Sloia, comprobar el talento de «las dos G» de la composición actual en Asturias, Guillermo Martínez (1983) y Gabriel Ordás (1999), la madurez de la directora murciana Isabel Rubio llamada a seguir comandando grandes orquestas, y por supuesto la Oviedo Filarmonía que si siempre es solvente, en estos repertorios aún más.

El programa lo dejo aquí encima detallado y paso a comentarlo globalmente: Primera parte operística donde el estreno de la obertura Homenaje a La Castalia de Ordás no pudo ser mejor inicio, aires empujando una apertura de forma clásica, digna de este aniversario que Isabel Rubio llevó al detalle para una sonoridad muy aterciopelada digna de las grandes formas orquestales.

Y abriendo la siguiente parte el segundo estreno de la tarde, Corona de azahar de Martínez, el intermezzo de su ópera «Bodas de Sangre» con aire hispano a más no poder, el mejor tributo a los grandes como Falla, Granados o Turina digna de ser coreografiada por el Ballet Nacional, impresionante instrumentación y excelente interpretación de OFil con Rubio dominadora de todos los recursos utilizados en esta maravilla que espero disfrutar completa en algún coliseo lírico como el que se convirtió el auditorio ovetense en este feliz cumpleaños. Apoyar estos estrenos con el talento de dos compositores que ya tienen su hueco en la SGAE, bien representada por otra asturiana como Mª Luz González Peña, igual de orgullosa de comprobar el talento de nuestra tierra.

De Alejandro Roy insistir en su excelente momento vocal, el aria de «Romeo y Julieta» (Gounod) Ah lève-toi, soleil poderosa y sentida, la romanza No puede ser de «La tabernera del puerto» (Sorozábal) en la mejor línea de canto con gusto y maestría, ambas concertadas a placer por Isabel Rubio, y la propina que siempre pone la carne de gallina cantada por el tenor gijonés, su Cavaradossi que se despide de la vida en «Tosca» (Puccini), uno de los roles que más triunfos le está dando y atravesando la mejor edad para afrontarlo. Gratitud hacia La Castalia que hizo llegar obligando a subir al escenario a Begoña G. Tamargo, y gratitud de un público rendido al mejor tenor asturiano de todos los tiempos.

Otra excelente voz la soprano Olena Sloia, con un Caro nome de «Rigoletto» (Verdi) ideal para su color y emisión, impresionante la actuación completísima de una página tan difícil como el Glitter an Be Gay de «Candide» (Bernstein) y dos romanzas bien cantadas, perlas vocales con un gusto y afinación ideales junto a la orquesta detrás que no bajó el volumen y la arropó con las mejores galas que sacó con buen hacer Rubio, la Canción del Ruiseñor de «Doña Francisquita» (Vives) y Me llaman la primorosa de «El Barbero de Sevilla» (Giménez). Sabiendo el triste momento por el que pasa su tierra, la ucraniana dio lo mejor y el público lo agradeció con grandes aplausos solidarios con su país y premiando la entrega de Olena.

Y las alumnas aventajadas de La Castalia, que van forjando su carrera, la soprano Vanessa del Riego y la mezzo María Heres, voces perfectas para sus dos dúos, el conocido dúo de las flores de «Lakmé» (Delibes) y el de las majas de «El barberillo de Lavapiés» (Barbieri), empaste y trabajo con piano que la orquesta engrandeció haciéndolas disfrutar aún más. La propina de Mozart redondeó este dúo «marca de la casa», el Prenderò quel brunettino del «Cossì», bien de tempo por parte de Rubio y la OFil completando el repertorio y entendimiento de todas ellas, en femenino plural.

De las arias y romanzas, Del Riego cantó Con onor muore de «Madama Butterfly» (Puccini), con una orquesta más fuerte que en el foso lo que no le impidió seguir emocionándonos en este rol, mientras Heres llevó el mayor peso de la velada, dos arias de «La Favorita» de Donizetti, y «Samson y Dalila» (Saint-Säens) muy trabajadas que con orquesta siempre ganan, especialmente su Mon coeur s’ouvre à ta voix, y otro tanto con sus romanzas de «La Malquerida» (Penella) o «Los claveles» (Serrano), un repertorio que va tomando cuerpo y terminará ampliando en una carrera bien encaminada con muchas horas de estudio.

Siempre hay que destacar la Oviedo Filarmonía que como decía anteriormente, es un seguro de calidad en todas sus secciones, y como orquesta de foso tanto ópera como zarzuela están en los atriles desde sus inicios. La línea ascendente es clara y ya tiene su propia personalidad ganada con las aportaciones de batutas de todas las generaciones.

Volver a tener al frente a Isabel Rubio le dio a esta gala no ya la precisión y gesto de la murciana, un portento de la batuta, también la pasión que transmite y una  concertadora que también va formándose a la sombra del trabajo como asistente en muchas producciones (Oviedo entre ellas). El mundo de las bandas de música es una cantera tanto para instrumentistas como para esta generación joven de directoras que comienzan a encontrar su merecido protagonismo y Rubio es una de ellas.

Esperando que La Castalia no desfallezca y encuentre el apoyo necesario para continuar esta labor impagable, centenares de cursos y actividades para seguir formando y apoyando el talento con mucho trabajo a lo largo de estas dos décadas. Como dice el tango «veinte años no es nada» pero el esfuerzo se nota y los frutos podemos compartirlos y disfrutarlos en este Oviedo que sigue siendo «La Viena española» y la mejor aspirante a capital cultural.

En manos femeninas

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Miércoles 17 de marzo, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: «Mujeres en Música«, Oviedo Filarmonía, Isabel Rubio (directora). Obras de Fanny Mendelssohn, Raquel Rodríguez y Florence Price. Entrada butaca: 10 €.

El mundo es femenino y la música también, de compositoras e intérpretes, también de directoras de orquesta. Todos los días son suyos y deberíamos reconocer que sin ellas no habría vida. Se abriría la velada rindiendo homenaje a la recientemente desaparecida y muy querida Concha Quirós, todo un símbolo de la cultura, también en femenino, en esta Vetusta literaria y melómana, nombrada hija adoptiva en compañía de tres predilectos unidos a la música. Pero este miércoles era femenino y plural, así pues bonito recuerdo de Conchita con palabras suyas escritas por los trabajadores de su centenaria Librería Cervantes en boca de varias mujeres de la orquesta carbayona y proyección de unas fotos que reflejan la pasión por los libros, por la vida, de esta ilustre ovetense universal.

Y la música sonó en un teatro lírico por excelencia aunque su acústica no sea la ideal para el mundo sinfónico tras tantos años disfrutando del auditorio, pero que vistió de gala para una tarde en buenas manos, en las de ellas, compositoras de ayer y hoy, atemporales como sus partituras, comandadas por una joven directora murciana sobradamente preparada, fogueada, trabajadora, implicada, que sacaría de la Oviedo Filarmonía lo mejor de esta formación versátil, madura y lista para ofrecer un concierto de altura sin más género que el musical.

Fanny Mendelssohn (1805-1947) con su Obertura en do mayor caldeó el ambiente y calentó motores con aires de clasicismo romántico, Isabel Rubio (Murcia, 1989) atenta a cada detalle y la orquesta respondiendo, arranque sobrio abriendo paso a unas agilidades que pusieron a prueba cada sección, mostrando un sonido compacto bien delineado por una batuta precisa y una mano izquierda sutil en esta página exigente, chispeante y juvenil.

A continuación un estreno de la ovetense Raquel Rodríguez (1980), Mensaje interestelar, parte del «Proyecto Beethoven» encargo de la propia Oviedo Filarmonía con motivo del 250º aniversario del nacimiento del compositor (que quedó pospuesto en agosto pasado por la pandemia pero que finalmente nació este miércoles). Más allá de etiquetas, perfectamente imbricada en un programa con las otras dos compositoras, la partitura de la compositora asturiana demuestra el buen oficio y conocimiento en todos los aspectos: elección de una plantilla sinfónica donde suena todo «sin experimentos», dando forma a melodías claras, orquestación poderosa, armonizaciones académicas, dominio de la instrumentación, experimentación con el sonido de forma natural y una carga expresiva que la directora murciana llevó con precisión, sacando cada detalle a la luz, manteniendo el balance adecuado al que una plantilla un poco más numerosa en la cuerda, más la acústica ideal, hubiese dado mayor brillo a esta partitura cuajada de guiños históricos pero actuales, sin abstracciones ni búsquedas de texturas, clímax orquestales con dinámicas variadas, presencia de un arpa algo «apagada» pero imprescindible, gran percusión tratada con mimo realzando ese universo sonoro con la vuelta de la historia enviada al espacio, vientos bien empastados y enlazados, y una verdadera explosión sinfónica que tendrá que programarse más veces. Se notó que Isabel Rubio ha trabajado codo a codo con la compositora, interiorizando su obra y exigiendo a la orquesta todo lo que esta obra refleja y esconde, ese «¡Aquí estamos!«, que gracias al Ayuntamiento de Mieres y el Ateneo Musical mierense pudimos constatar en el encuentro que ambas tuvieron el pasado domingo en la villa de Teodoro Cuesta. Merecidos aplausos para ellas, compositora, directora y orquesta tras esta gran obra de repertorio en una carrera de larga trayectoria pese a la juventud de las dos, con mucho futuro y toda una vida por delante a las que deseo muchos éxitos.

Para cerrar, una página poco escuchada, agradecida, llena de guiños y recuerdos americanos, la Sinfonía nº1 en mi menor de la compositora Florence Price (1887-1953), otra luchadora, afroamericana, en tiempos difíciles que parecen no terminar, con una biografía de novela a la que su pasión musical ayudó a ganarse un nombre musical en los Estados Unidos de los albores del siglo pasado.

Cuatro movimientos de sonido «genuinamente yanqui», donde podemos recordar en los dos extremos al Dvorak del «Nuevo Mundo», misma tonalidad, melodías conocidas y reconocibles, e incluso solos de oboe con esa inspiración en los nativos de las praderas, comenzando con el Allegro (ma) non troppo, rítmico de aires «indios» o el Finale: Presto verdaderamente impetuoso, pasando por el segundo Largo, Maestoso con una fanfarria realmente bien interpretada por los metales y maderas verdaderos protagonistas, unido a unas delicadas campanas y una cuerda sutil de la Oviedo Filarmonía, y un tercer movimiento, Juba Dance: Allegro  exultantemente alegre, con reminiscencias de esclavos africanos en el algodón o la fiesta en las cantinas del Far West, solo de viola incluido, que firmaría el mismísimo Copland aunque sin tanto músculo ni brillo, más bien en la línea de Grofé. Pasajes bien construidos y mejor llevados por Isabel Rubio con verdadero mimo, cuidando el sonido (como en un pasaje donde la madera discurre del agudo al grave con total homogeneidad tímbrica), el empuje de una cuerda clara y esas danzas que las películas «de indios y vaqueros» han hecho plenamente nuestras, una banda sonora que Florence Price engarzó y enraizó en su tierra dándonos esta sinfonía «Made in USA» con una dirección impecable, precisa, clara y entregada que tuvo la respuesta esperada de la Oviedo Filarmonía nuevamente con Marina Gurdzhiya de concertino.

Si la murciana agradeció la presencia de todos y el placer que supone seguir haciendo música en la capital asturiana, «Cultura Segura» una vez más, como propina bisó esa Danza Juba homenaje a los esclavos negros desde la libertad femenina que hizo las delicias de todos, dejándonos un excelente sabor de boca.