Sobre la vida y la trayectoria profesional del guitarrista, fallecido el martes a los 84 años

Artículo para LNE del jueves 9 de marzo, con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Este martes me enteraba por nuestro común amigo Miguel F. Mijares de la muerte del irrepetible e indescriptible Víctor Luque en su actual casa de Borines, tras una caída y un golpe en la cabeza.

Víctor Pérez del Villar Luque (Oviedo, 1938) es escribir de la historia de la música, y de la mía propia, con ella por montera. Mis primeros recuerdos son con su Jeep aparcado en el “Campo de maniobras” donde está ahora La Nueva España, preparado para un safari africano, pues viajar era su gran pasión y la guitarra fiel compañera, del que el diario carbayón tendrá en el archivo sus crónicas. De sus tiempos con el Quinteto de Armónicas “La Praviana” me hablaba mi tío Paco, junto a Toni el joyero que también era conocido de mi familia. Y su aparición en la televisión en blanco y negro un acontecimiento que asombró a quienes nunca le habían escuchado cantar y tocar la guitarra, también su armónica (la bajo siempre difícil). Músico sin etiquetas que hacía suyo todo lo que interpretaba, jazz, folklore sudamericano pero también las bandas sonoras.
Pero mi verdadera amistad con Víctor arrancaría en las noches ovetenses de los años 70, sus recitales en los pubs donde el Padocks, en un sótano de la calle Marqués de Pidal frente a la entonces parada del bus al aeropuerto, lo cerrábamos tras una sesión conmigo al piano y saliendo por el portal pues no eran horas de que nos viesen salir de día subiendo las escaleras y abriendo aquella puerta verde. El Viva y el Tigre Juan del Antiguo, la calle la Luna, ¿cuál si no? del Nessy y La Quintana al lado, toda la “Guía Secreta de Oviedo” que escribiese Juan Cueto.

Como la canción Noches de bohemia y de pasión, compartidas con tantos amigos comunes entre los que no faltaban mis maestros en el Mester de Juglaría Wima y Luis Cueva (sumándose ahora a esta nueva ronda celestial) y el querido Miguelín con el requinto, todos alrededor de unas canciones que gracias al maestro Luque descubrimos sus ritmos y melodías que nos acompañarán toda la vida.

El famoso LP “La guitarra imposible” es una de las joyas que atesoro, donde igual sonaba un pupurrí de los Beatles que una milonga sin trampa ni cartón, porque estaba grabado de un tirón y en una sola pista sin trampas, con aquella Ovation que sonaba increíble y cuyo máster pude escuchar con Avelino López Díaz, otro polifacético carbayón, tras una escapada con “Los Juniors” a su estudio allá en Villayón. Y es que Víctor no se prodigó mucho en disco, lo suyo era el directo, la noche y el güisqui con los amigos.

Pero sí logró llevar a cabo su proyecto de tocar y grabar con “Los Virtuosos de Moscú”, donde el piano era más difícil de lo que yo pensaba y decliné participar para finalmente ser el genuino virtuoso Sergey Bezrodny quien lo dejase grabado para la eternidad, con unos arreglos prodigiosos de mi querido Luisín, que hoy son un incunable de la discografía bajo el patrocinio de la extinta CajAstur celebrando que “… cincuenta años no es nada”, y que con 84 años aún era joven para seguir asombrando con su magisterio y bonhomía.
Recuerdos de muchas veladas al lado de La Jirafa en otro pub subterráneo con un grande del violín, Luis Miquel Álvarez R. de la Peña (con quien también compartí bolos, noches y copas), emulando a Grapelli con Django Reinhardt, sumándose Jesús A. Arévalo al piano, entre tantos músicos que acudíamos a unas sesiones que muchos seguimos recordando.

Siempre con la música de su guitarra y los viajes, muchos primeros domingos de agosto en San Marcelo (Cornellana) compartiendo mesa, sobremesa y canciones en casa de Lolo y Aurora, verdaderas fiestas que no tenían hora de cierre para volver a Mieres, donde Víctor estaría una temporada viviendo en Rozadas de la Peña antes de instalarse en Borines. Una vida llena de historias con música, de amores y desamores, de ilusiones y frustraciones, y que al menos tuvo el merecido reconocimiento en vida del AMAS honorífico de 2021, creo que la última vez que nos vimos. Al menos me quedará siempre su música, su magisterio y su amistad.

La Big Band del Universo sigue creciendo con otra de mis estrellas queridas, y seguro que Víctor Luque será la figura invitada en la próxima sesión nocturna ya sin prisas, compartiendo escena con tantos amigos que le esperan en el más allá musical desde este triste 7 de marzo. Que la tierra te sea leve.