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Zarzuela para seguir cumpliendo años

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Sábado 3 y Domingo 4 de mayo de 2025, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Gran Gala de Zarzuela y Música Española. Orquesta Sinfónica MercadanteMariano Rivas (dirección artística y musical)Alexandra Zamfira (soprano) – Quintín Bueno (tenor) – Li Guochao (piano) – Natalia Thaïs (baile). Entradas: 40€ / 30€.

(Crítica para OperaWorld del domingo 4, con fotos propias, más el añadido de los siempre enriquecedores links, con la tipografía y colores que no siempre se pueden utilizar)

El Teatro Jovellanos gijonés cumple los 30 años de su remodelación, y nada mejor que celebrarlos con nuestro género por excelencia como es la zarzuela, que cuenta con miles de aficionados en Asturias y que en esta primera gala llenaron el coliseo del paseo de Begoña para volver a escuchar (tras la inauguración de la temporada 2022-23 de la Sociedad Filarmónica de Gijón) a la Orquesta Sinfónica Mercadante (OSMer) fundada por el asturiano Mariano Rivas (siempre bien recibido en su tierra), dando la oportunidad y el apoyo necesario a muchos músicos de los conservatorios y teatros madrileños desde su conocimiento como docente.

Dos funciones programadas donde además de la propia OSMer el programa ofrecía, como si de un catálogo promocional se tratase, no solo zarzuela sino música española sinfónica, y así junto a las voces de la soprano Alexandra Zamfira y el tenor Quintín Bueno, estaría la pianista china Li Guochao y especialmente la bailarina Natalia Thaïs.

La plantilla de la OSMer se quedó muy corta y desequilibrada en la cuerda (7-5-5-5-2), lo que perjudicó sobremanera las obras sinfónicas y las bailadas, con un esfuerzo por parte de los jóvenes músicos no siempre suficiente en las dinámicas, balances y planos, favoreciendo los matices para las romanzas, si bien el maestro Rivas trabajó con sus músicos como si de una gran orquesta filarmónica se tratase.

Centrándome en estas obras de la orquesta sola, las coincidencias en el tiempo hicieron que el día anterior escuchase en Oviedo a la OSPA con Óliver Díaz tanto la Danza final de El sombrero de tres picos (Falla) como la “Escena, canto gitano y fandango asturiano” del Capricho español (R. Korsakov), en el caso gijonés ambas cerrando cada parte del programa, que evidentemente no soporta, ni pretendo, comparaciones. De Falla diría que le faltó un pico al tricornio, con un enorme trabajo del viento madera, mientras de Korsakov el aire asturiano lo puso Don Mariano, y el concertino más el arpa hicieron el esfuerzo de sus intervenciones solistas. Por último del conocido preludio de Chapí solo diré que se quedó en “La juguetona” por las carencias antes apuntadas.

Es de aplaudir montar el piano solamente para el primer movimiento de las Noches en los jardines de España (El Generalife) de Don Manuel, con todo lo que supone, pero la pianista china se limitó a tocar todo lo escrito (que es mucho). Pese a la buena concertación de Rivas y el trabajo de la orquesta, por momentos tapó a Li Guochao ante su poco volumen y la ausencia del “duende” que inunda este concierto de nuestro gaditano universal enamorado de Granada. Faltó la atmósfera sonora que invita a la ensoñación, la magia que desprenden los arabescos y acordes que la recorren (casi imperceptibles), más el rubato casi necesario, así que espero escuchar en otro momento a la pianista y profesora china de buen currículo y trayectoria que esta vez no se lució.

Más interesante resultó comprobar todo el arte que nos ofreció la bailarina Natalia Thaïs, nacida en Zúrich pero formada en nuestro país en danza española y flamenco. Tres números donde poder cambiar de vestuario y estilo: primero el conocidísimo intermedio de Las Bodas de Luis Alonso (G. Giménez), baile español con castañuelas y zapateado mientras la OSMer rendía al máximo con sus posibilidades, de coreografía elegante y ritmo complementario al orquestal. Vestido goyesco y de nuevo con las castañuelas para el Fandango de Doña Francisquita (Vives) con el maestro Rivas exprimiendo los planos sonoros y Thaïs sin el obstáculo del piano (retirado al descanso) ampliando movimientos con unas manos y gestualidad flamencas. Para rematar la Danza Española de La vida breve (Falla) libre de “palillos” con zapateo y el juego del sombrero cordobés, nuevamente con la orquesta descompensada pero afinada y entregada al magisterio del director asturiano.

Dejo para el final las dos romanzas de cada cantante más los dúos. La joven soprano castellonense Alexandra Zamfira posee una voz de color muy bello, proyección suficiente, buena dicción y además valiente, comenzando con El barbero de Sevilla (Giménez) y la conocidaMe llaman la primorosa”, arropada por una orquesta siempre mimando a las voces (se nota el magisterio de Rivas en la Escuela Superior de Canto de Madrid), bien interpretada con agudos variados en matizaciones (el final levantó al público) y agilidades limpias, más la Romanza de la Duquesa de Jugar con fuego (Asenjo Barbieri), entendimiento con la flauta, Rivas vigilando los fraseos y una correcta acentuación  y afinación (“Tirano amor…”), muy dramatizada, de color homogéneo en todo su amplio registro, de nuevo valiente atacando el agudo final, con proyección más que suficiente ante una orquesta casi camerística. Habrá que seguir la trayectoria de esta soprano lírico-ligera con mucho camino por delante.

El tenor madrileño Quintín Bueno tiene tablas y oficio, eligiendo dos romanzas muy conocidas: “De este apacible rincón de Madrid” de Luisa Fernanda (Moreno Torroba), jugando con el maestro Rivas para cantar en un “rincón de Gijón”, de color no muy brillante, timbre algo metálico de amplio volumen algo apagado en el grave, seguro, más “No puede ser” de La tabernera del puerto (Sorozábal) no todo lo matizada que me hubiera gustado, abusando un tanto del portamento aunque valiente en los agudos, que suelen ser muy del gusto de los aficionados, sin problemas de tesitura y personalmente demasiado abierto el final. De nuevo impagable el trabajo de Mariano Rivas con su orquesta, concertador de primera, templando y respirando con los cantantes.

De los dúos elegidos, en la primera parte “Le van a oír” de Doña Francisquita (Vives) con buen empaste aunque Zamfira tapase a Bueno, arriesgando en el agudo final sin miedo a desafinarlo, y otro tanto en la propina de “Las mañanitas” de Don Gil de Alcalá (Penella) invitando al público a realizar el coro, tímido, tras el pasodoble “España Cañí” (Pascual Marquina) antes del dúo, poco torero, demasiado descompensado en balances, dinámicas y matices, para poner el punto y final a casi dos horas de cumpleaños gijonés, aplaudiendo el trabajo de asturiano Mariano Rivas siempre apoyando esta juventud que muy a menudo debe emigrar para encontrar una hueco en el difícil mundo de los profesionales de la música, y apostando por nuestra zarzuela dentro y fuera de nuestras fronteras.

PROGRAMA:

Primera parte

La Revoltosa: Preludio (Ruperto Chapí)

El barbero de Sevilla: Me llaman la primorosa (Gerónimo Giménez)

Noches en los jardines de España: 1º mov (Manuel de Falla)

Luisa Fernanda: De este apacible rincón de Madrid (Federico Moreno Torroba)

Las Bodas de Luis Alonso: Intermedio (Gerónimo Giménez)

Doña Francisquita: Le van a oír (Amadeo Vives)

El sombrero de tres picos: Danza final -Jota- (Manuel de Falla)

Segunda parte

El Bateo: Preludio (Federico Chueca)

El último romántico: Bella enamorada (Soutullo / Vert)

Doña Francisquita: Fandango (Amadeo Vives)

Jugar con fuego: Romanza de la Duquesa (Francisco Asenjo Barbieri)

La vida breve: Danza española (Manuel de Falla)

La tabernera del puerto: No puede ser (Pablo Sorozábal)

Capricho español: Escena, canto gitano y fandango asturiano (Rimski Korsakov)

Más zarzuela por favor

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Martes 27 de junio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Universo Vocal”, Gala lírica I: María José Moreno (soprano), Carlos Álvarez (barítono), Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), José María Moreno (director). Obras de ópera y zarzuela. Fotos de Fermín Rodríguez.

 

Crítica para Ópera World del jueves 29, con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.
El maestro Arturo Reverter titula las notas de esta primera gala lírica del Festival «Sustancia lírica de dos voces andaluzas» donde disecciona cada página que escuchamos, y todo ello organizado como es habitual en estos recitales con dos partes separando ópera y zarzuela, suma de arias y romanzas, dúos y números orquestales, todas obras archiconocidas pero siempre agradecidas de escuchar. La Danza Española nº 5 de Granados, conocida como “Andaluza”, tiene como añadido una poesía de Luis Muñoz Lorente que refleja en parte el espíritu siempre inspirador para compositores e intérpretes de todos los géneros y estilos en esta tierra del sur que en parte siento mía:
“¡Mi Andalucía! Rojo clavel de un gran vergel
Alma de España que guarda en su entraña amor,
Es el sonar de tu cantar copla de amar”.
Sabor andaluz con la soprano granadina María José Moreno, el barítono malagueño Carlos Álvarez con la orquesta de su ciudad sumando al titular desde la temporada 2020-21 José María Moreno, un mallorquín a la batuta uniendo para esta gala sentimientos mediterráneos aunque la música siempre sea universal y no conozca fronteras, triunfando lo nuestro.
La Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) dista mucho de la que disfruté hace años en la capital de la Costa del Sol con Manuel Hernández Silva al frente tanto en conciertos sinfónicos como en recitales y ópera. Desconozco los cambios habidos en estos años, pero en esta gala granadina adoleció de brillo en los violines, echando de menos más entendimiento entre las distintas secciones, con alguna inexactitud imperdonable para estos profesionales junto a la necesaria sonoridad global que pecó de oscuridad con desajustes variados en pasajes demasiado conocidos donde se apreciaron estas carencias.
El maestro Moreno pese a los esfuerzos y gestos por momentos demasiado exagerados, tampoco tuvo la respuesta exigida desde el podio ni en las partes orquestales, caso de las oberturas operísticas o en los preludios e intermedio de zarzuela, ni en las acompañantes de las voces, no siempre mimadas estando en el mismo plano sonoro, y por momentos con la sensación de ir “a remolque” que fue más que evidente aunque la batuta luchó por encajar y enderezar lo que cojeaba. Lástima que páginas de tanta enjundia como el Preludio de El tambor de granaderos (1894) de Ruperto Chapí (1851-1909) la percusión no estuviese presente y marcando con decisión, o el conocidísimo Intermedio de La boda de Luis Alonso (1896) de Gerónimo Giménez (1854-1923) que hubiese necesitado más limpieza en la ejecución de la OFM e incluso pausar un poco los tempi para disimular estas carencias globales.
En la parte vocal los artistas brillaron en algunas páginas solistas, empastaron bien en los dúos y resultaron mucho mejor en la parte dramatizada o escenificada que en la lírica, siendo necesarias ambas aunque no podemos negar su profesionalidad y conocimiento de sus intervenciones, todas bien interiorizadas aunque evitasen notas agudas, las buscaran con diferente resultado, o incluso las obviaran.
Los dúos elegidos por María José Moreno y Carlos Álvarez fueron desiguales en el resultado vocal y global. De los operísticos, Mozart bien de color y equilibrio dinámico, especialmente Don Juan con Zerlina en “Là ci darem la mano” y sobre todo Donizetti “La voilà, la voilà…” de La fille du régiment (1840) que resultó lo mejor de la primera parte por interpretación y escena, con la OFM más balanceada con ellas.
De las zarzuelas, Federico Moreno Torroba (1891-1982) con Luisa Fernanda (1932) es una obra completa vocalmente, y en el dúo de Carolina y Vidal “Para comprar a un hombre” el color de Moreno y Álvarez fue ideal, con buena química entre ambos, luciéndose más el malagueño que la granadina, mientras en el que cerraría recital, el mejor y popular Pablo Sorozábal (1897-1988) de La del manojo de rosas (1934) con un tempi no muy cómodo para “Hace tiempo que vengo al taller”, al menos la calidad de ambos solistas prevaleció y nos recordó los buenos momentos sobre la escena.
Individualmente María José Moreno ha ganado en corporeidad y sus agudos no son tan incisivos, con un color ideal para las arias operísticas de esta velada, aunque el grave pierda algo de volumen, más si la orquesta tampoco mimó los matices. Las agilidades fluyen bien aunque las respiraciones rompan un poco la línea melódica buscando el ataque preciso. De las conocidas romanzas de zarzuela, Moreno optó más por asegurar los agudos que por la expresividad, que intentó jugando con unos tempi que la OFM no siempre encajó con ella. Con todo, la soprano granadina va asentándose con un registro que, de acertar en la elección de los roles, la mantendrá muchos años en escena, y su entrega dramática en esta gala fue lo más destacable.
Carlos Álvarez lleva años siendo un barítono importante e imponente sobre la escena. En este “universo vocal” hizo gala de sus tablas y veteranía, el timbre propio y corpóreo de amplia proyección. En la ópera total dominio mozartiano junto a la expresividad donizettiana, mientras que en nuestro género lírico es una voz que eleva el nivel esperado y exigible para exportar la zarzuela más de lo que hacemos. Abriendo la segunda parte, Pablo Luna (1879-1942) y la canción de Manacor “Qué me importa ser judío” de El niño judío (1918) rescata del olvido esta romanza única que el malagueño interpretó con toda su sabiduría. Otro tanto con páginas que triunfan solas más que la propia obra donde se incluyen, caso de la Jota de Perico, de El guitarrico (1900) aunque “amoldada” desde las tablas en una versión particular, puede que otro ejemplo de páginas solistas que triunfan más que la propia zarzuela de Agustín Pérez Soriano (1846-1907).
Desde Granada venció nuestro género por excelencia con dos voces andaluzas que fueron muy aplaudidas, quedándonos con ganas de una propina a dúo, que para sorpresa sería el Preludio de La Revoltosa de Chapí  ¡finalizando con una obertura! y esperando de este “universo vocal” al menos escuchar a Felipe y Mari Pepa aunque fuesen con acento propio. La OFM con el director mallorquín mantuvieron las sensaciones ya comentadas, debiendo pedirles interpretaciones con igual calidad que la escrita y con tantos referentes en nuestra historia lírica.
FICHA:
María José Moreno, soprano – Carlos Álvarez, barítono – Orquesta Filarmónica de Málaga – José María Moreno, director
Programa
I
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791):
Obertura de Le nozze di Figaro (1786)
Crudel! Perché finora (duetto Conte-Susanna)
Hai già vinta la causa (aria Conte)
Crudele!…
Non mi dir (aria Donna Anna), de Don Giovanni (1788)
Là ci darem la mano (duetto Don Giovanni-Zerlina)
Gaetano Donizetti (1797-1848):
Obertura de Don Pasquale (1843)
La voilà, la voilà… (duetto Sulpice-Marie), de La fille du régiment (1840)
II
Pablo Luna (1879-1942):
Qué me importa ser judío (canción de Manacor), de El niño judío (1918)
Pablo Sorozábal (1897-1988):
En un país de fábula (romanza de Marola), de La tabernera del puerto (1936)
Federico Moreno Torroba (1891-1982):
Para comprar a un hombre (dúo Carolina-Vidal), de Luisa Fernanda (1932)
Ruperto Chapí (1851-1909):
Preludio de El tambor de granaderos (1894)
Agustín Pérez Soriano (1846-1907):
Jota de Perico, de El guitarrico (1900)
Amadeo Vives (1871-1932):
Canción del ruiseñor, de Doña Francisquita (1923)
Gerónimo Giménez (1854-1923):
Intermedio de La boda de Luis Alonso (1896)
Pablo Sorozábal:
Hace tiempo que vengo al taller, de La del manojo de rosas (1934)

Felices 20 años de La Castalia

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Sábado 26 de marzo, 20:00 horas. Gala Lírica «La Castalia», XX Aniversario: Oviedo Filarmonía, Isabel Rubio (directora), Alejandro Roy (tenor invitado), Olena Sloia (soprano), Vanessa del Riego (soprano), María Heres (mezzo). Entrada libre.

La Castalia del siglo XXI sigue los pasos de aquella de 1873 con más fuerza y apoyando desde nuestra tierra el talento lírico, celebrando una gala lírica de altura que colmó las expectativas, un auditorio lleno que hacía cola una hora antes del comienzo, para reafirmar que Oviedo sigue siendo capital musical y las nuevas generaciones vienen pisando fuerte, tributo a dos generaciones de cantantes y compositores, la segunda labor de esta asociación que preside Begoña García-Tamargo con el mismo entusiasmo que sus discípulas.

Los que peinamos canas disfrutamos viendo la evolución de estas voces a las que conozco desde sus inicios, desde nuestro gran Alejandro Roy, invitado de lujo con sus paisanas Vanessa del Riego y María Heres, más el feliz encuentro con la ucraniana Olena Sloia, comprobar el talento de «las dos G» de la composición actual en Asturias, Guillermo Martínez (1983) y Gabriel Ordás (1999), la madurez de la directora murciana Isabel Rubio llamada a seguir comandando grandes orquestas, y por supuesto la Oviedo Filarmonía que si siempre es solvente, en estos repertorios aún más.

El programa lo dejo aquí encima detallado y paso a comentarlo globalmente: Primera parte operística donde el estreno de la obertura Homenaje a La Castalia de Ordás no pudo ser mejor inicio, aires empujando una apertura de forma clásica, digna de este aniversario que Isabel Rubio llevó al detalle para una sonoridad muy aterciopelada digna de las grandes formas orquestales.

Y abriendo la siguiente parte el segundo estreno de la tarde, Corona de azahar de Martínez, el intermezzo de su ópera «Bodas de Sangre» con aire hispano a más no poder, el mejor tributo a los grandes como Falla, Granados o Turina digna de ser coreografiada por el Ballet Nacional, impresionante instrumentación y excelente interpretación de OFil con Rubio dominadora de todos los recursos utilizados en esta maravilla que espero disfrutar completa en algún coliseo lírico como el que se convirtió el auditorio ovetense en este feliz cumpleaños. Apoyar estos estrenos con el talento de dos compositores que ya tienen su hueco en la SGAE, bien representada por otra asturiana como Mª Luz González Peña, igual de orgullosa de comprobar el talento de nuestra tierra.

De Alejandro Roy insistir en su excelente momento vocal, el aria de «Romeo y Julieta» (Gounod) Ah lève-toi, soleil poderosa y sentida, la romanza No puede ser de «La tabernera del puerto» (Sorozábal) en la mejor línea de canto con gusto y maestría, ambas concertadas a placer por Isabel Rubio, y la propina que siempre pone la carne de gallina cantada por el tenor gijonés, su Cavaradossi que se despide de la vida en «Tosca» (Puccini), uno de los roles que más triunfos le está dando y atravesando la mejor edad para afrontarlo. Gratitud hacia La Castalia que hizo llegar obligando a subir al escenario a Begoña G. Tamargo, y gratitud de un público rendido al mejor tenor asturiano de todos los tiempos.

Otra excelente voz la soprano Olena Sloia, con un Caro nome de «Rigoletto» (Verdi) ideal para su color y emisión, impresionante la actuación completísima de una página tan difícil como el Glitter an Be Gay de «Candide» (Bernstein) y dos romanzas bien cantadas, perlas vocales con un gusto y afinación ideales junto a la orquesta detrás que no bajó el volumen y la arropó con las mejores galas que sacó con buen hacer Rubio, la Canción del Ruiseñor de «Doña Francisquita» (Vives) y Me llaman la primorosa de «El Barbero de Sevilla» (Giménez). Sabiendo el triste momento por el que pasa su tierra, la ucraniana dio lo mejor y el público lo agradeció con grandes aplausos solidarios con su país y premiando la entrega de Olena.

Y las alumnas aventajadas de La Castalia, que van forjando su carrera, la soprano Vanessa del Riego y la mezzo María Heres, voces perfectas para sus dos dúos, el conocido dúo de las flores de «Lakmé» (Delibes) y el de las majas de «El barberillo de Lavapiés» (Barbieri), empaste y trabajo con piano que la orquesta engrandeció haciéndolas disfrutar aún más. La propina de Mozart redondeó este dúo «marca de la casa», el Prenderò quel brunettino del «Cossì», bien de tempo por parte de Rubio y la OFil completando el repertorio y entendimiento de todas ellas, en femenino plural.

De las arias y romanzas, Del Riego cantó Con onor muore de «Madama Butterfly» (Puccini), con una orquesta más fuerte que en el foso lo que no le impidió seguir emocionándonos en este rol, mientras Heres llevó el mayor peso de la velada, dos arias de «La Favorita» de Donizetti, y «Samson y Dalila» (Saint-Säens) muy trabajadas que con orquesta siempre ganan, especialmente su Mon coeur s’ouvre à ta voix, y otro tanto con sus romanzas de «La Malquerida» (Penella) o «Los claveles» (Serrano), un repertorio que va tomando cuerpo y terminará ampliando en una carrera bien encaminada con muchas horas de estudio.

Siempre hay que destacar la Oviedo Filarmonía que como decía anteriormente, es un seguro de calidad en todas sus secciones, y como orquesta de foso tanto ópera como zarzuela están en los atriles desde sus inicios. La línea ascendente es clara y ya tiene su propia personalidad ganada con las aportaciones de batutas de todas las generaciones.

Volver a tener al frente a Isabel Rubio le dio a esta gala no ya la precisión y gesto de la murciana, un portento de la batuta, también la pasión que transmite y una  concertadora que también va formándose a la sombra del trabajo como asistente en muchas producciones (Oviedo entre ellas). El mundo de las bandas de música es una cantera tanto para instrumentistas como para esta generación joven de directoras que comienzan a encontrar su merecido protagonismo y Rubio es una de ellas.

Esperando que La Castalia no desfallezca y encuentre el apoyo necesario para continuar esta labor impagable, centenares de cursos y actividades para seguir formando y apoyando el talento con mucho trabajo a lo largo de estas dos décadas. Como dice el tango «veinte años no es nada» pero el esfuerzo se nota y los frutos podemos compartirlos y disfrutarlos en este Oviedo que sigue siendo «La Viena española» y la mejor aspirante a capital cultural.

Casi para todos los públicos

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Miércoles 24 de febrero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, AVANTI: OSPA, Rossen Milanov (director). Obras de L. Diéguez, R. Wagner, W. A. Mozart, P. I. Tchaikovsky, G. Mahler, L. van Beethoven, A. Dvorak, J S. Bach, E. Grieg, G. Bizet, B. Lauret y G. Giménez.

El público seguidor de la OSPA decidió dentro de una encuesta con 25 obras (como los 25 años que celebramos esta temporada) una docena dentro de lo que podríamos llamar, con perdón de RNE, «Clásicos populares» y así sonaron las obras que paso a citar, incidiendo en lo de sonar más que interpretar, pues como bien dijo el maestro titular, que hoy ejerció de «presentador» de cada una, es la orquesta de Asturias, capaz de afrontar cualquier repertorio, esta vez en un abanico de 300 años que no siempre lució como era de esperar.

Abríamos con nuestro Himno de Asturias en la orquestación oficial de Leoncio Diéguez, la misma que tantas veces ha sonado en este auditorio, aunque esta vez el coro fue público con los mismos problemas que los «profesionales» porque si no se dirige correctamente, todos cantan «a su aire». Pero sentirse protagonista por unos momentos siempre es de agradecer y hasta nos olvidamos de calidades prefiriendo cantidades.
El «Preludio» del Acto III de Lohengrin (R. Wagner) necesita, como diríamos coloquialmente, amarrar los caballos para que no se desboquen, siendo obra sutil que sonó brava porque los balances son necesarios ante una lucha siempre desigual entre las distintas familias orquestales, hoy además al completo.
La cuerda de la OSPA siempre ha sido como la seña de identidad y el primer movimiento, «Allegro» de la Pequeña serenata nocturna en sol mayor, K. 525 (Mozart) era para lucirse, aunque no hubo intención de sentir esta joya que resultó bisutería, de calidad pero lejos de lo esperado. Triste recordar que la música no es solo la partitura.

Los ballets de Tchaikovsky son filigranas para toda orquesta y la Suite nº 1, Op. 71a del Cascanueces una muestra de su maravilloso sentido melódico e instrumental, plagado de detalles muy sutiles, eligiendo tres (o cuatro) de sus danzas: la rusa, la árabe y la china. Al menos pudimos disfrutar de la calidad de nuestros solistas, principalmente la madera, aunque la necesaria conjunción quedó en pinceladas, que no brochazos, de una batuta nuevamente deslavazada que no imprime ni ritmo ni aire, dejando a los músicos que intenten además de sonar, sentir.
Puede que por esa necesidad de sentimiento, el famosísimo y cinematográfico«Adagietto» de la Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (G. Mahler) con la cuerda con Miriam del Río al arpa nos dejó el mejor momento de la velada, esta vez más emoción que precisión, para unos músicos que parecen querer dejar clara su valía, con unas dinámicas al fin angustiosamente interpretadas.

Lástima que, como dice el refrán, «la alegría en casa del pobre dura poco» y Beethoven con su Sinfonía nº 6 en fa mayor, op. 68 «Pastoral» no corroboró el «hit» mahleriano. Pese a elegir los movimientos III y IV, la danza pastoril no resultó bucólica, a pesar de las trompas, faltó intención, aire y mando; la tormenta fue un chubasco, con poca claridad en los contrabajos que tronaron con los timbales.
No despejaron los nubarrones con el «Presto«de las Danzas eslavas, op. 46 nº 1 (Dvorak), borrosas, una Furiant nada ágil ni bailable y carente de un empuje rítmico que fue a borbotones y sin claridad en las melodías a pesar de los esfuerzos. Espero que en el próximo abono, de cámara, se resuelvan los problemas del «Avanti».

La grandiosidad de la famosa «Aria» de la Suite nº 3 en re mayor, BWV 1068 (Bach) permitió disfrutar de la cuerda pero sin criterio, ni historicista ni musical, fraseos sin sentido, volúmenes fuera de lugar, sin la pulsación barroca que requiere un movimiento tan cantable que se le denomina precisamente aria.

Otro refrán dice «de perdidos, al río» porque el cuarto número «En la cueva del rey de la montaña» de la conocidísima Suite nº 1, op. 46 de Peer Gynt (Grieg) nos dejó literalmente dentro de la oscuridad absoluta y nada platónica, cierto que los solistas intentaron poner un poco de luz pero el largo y progresivo acelerando sólo sirvió para llenar de barro, tras la tormenta pastoral o los traspiés eslavos, una obra donde los matices olvidados borraron la melodía principal en un final de fuego prehistórico.
Del ímpetu y colorido que tiene el «Preludio» de Carmen (Bizet) nos quedamos con lo primero porque más que de inspiración española me resultó griega (por las ruinas).

A Benito Lauret no me cansaré de recordarle y agradecer lo que hizo por Asturias en todos los campos. Sus Escenas asturianas tanto en la versión sinfónica como para banda recogen melodías que este cartagenero hizo grandes, y en el Finale da gusto el oficio de orquestador en un músico excelente, jugando con el «balamé» del Pericote y nuestro «Asturias patria querida» en una contraposición no ya de temas sino de colores en los que Diéguez también buscó su instrumentación. Es una obra que nuestra OSPA ha llevado por medio mundo y con grabación para la posteridad que se debería escuchar más a menudo, pues su riqueza dentro de cierto nacionalismo bien entendido y académico a más no poder, requiere un estudio previo y documentado. Algo parecido a nuestra fabada que con excelentes ingredientes y condimentos se puede estropear sin una buena cocción.

Y al final llegó el divorcio, vamos que el «Intermedio» de La boda de Luis Alonso (G. Giménez) resultó un «totum revolutum» a pesar de estar todo claro. Puede que con las cartas boca arriba y una partitura precisa se demuestra la falta de entendimiento entre lo escrito y lo escuchado, teniendo en nuestra memoria tantas y excelentes versiones con orquestas de menor calidad que nuestra OSPA.

Temblando estoy del panorama cercano donde podré escuchar otras formaciones españolas como la Orquesta Ciudad de Granada, las de Bilbao y Euskadi o la Real Filharmonia de Galicia, porque además las obras y compositores exigen no solo trabajo sino talento…

Solidaridad con voces de lujo

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Sábado 14 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Gala lírica de ópera y zarzuela a beneficio de «Kiva Mirando a India«. Beatriz Díaz (soprano), Jessica Pratt (soprano), Juan Jesús Rodríguez (barítono), Alejandro Roy (tenor), Oviedo Filarmonía, Julio César Picos (director). Obras de Verdi, Donizetti, Giordano, Cilea, Giménez, Moreno Torroba, Penella. Entrada: 23 €.

Cuarteto vocal de lujo para una gala solidaria donde también estuvo muy presente París, encabezada por el barítono onubense afincado en Madrid, que lidera la asociación «Kiva Mirando a India» dedicada a escolarizar niños en Belagola (estado de Karnataka) y con pase previo de un vídeo donde aparece parte de este proyecto.

Verdi es el gran renovador de la ópera y ocupó gran parte de esta velada solidaria, primero La traviata desde la obertura que sonó ideal con la Oviedo Filarmonía hoy dirigida por un conocedor del género como el maestro gijonés Picos, pasando por el «Sempre libera» de la soprano inglesa afincada en Australia Jessica Pratt pletórica en volumen y agilidades aunque una Violeta algo fría en este inicio, contestada fuera de escena por un Alfredo que sabíamos era el asturiano Alejandro Roy, antes del Giorgio Germont hoy en día sinónimo de Juan Jesús Rodríguez, impresionante en todos los aspectos ese «Di Provenza», y en un momento álgido que esperemos mantenga, antes de la llegada de nuestra Beatriz Díaz encarnando la Violeta enferma (avisaron de su catarro pero nadie lo diría) en el dúo «Madamigella Valery» con el «suegro», ideal de contrastes, musicalidad y juego de roles, bastón, carta y silla incluidos que nos metieron de lleno en la escena con un rol que la asturiana debutaba con sobresaliente. La otra ópera elegida nada menos que Otello donde Alejandro Roy cantó el «Dio mi potevi» asombrando en toda la gama vocal y dramática bien arropado por la orquesta, un tenor capaz de afrontar todo el amplio registro sin perder proyección, totalmente imbuido del personaje, continuando con el dúo «Talor vedeste in mano» que el Yago del andaluz mejoró al del Campoamor, par de voces empastadas y pletóricas en estos momentos de sus carreras, lamentando no tener más en Asturias a un elenco de casa que debe triunfar fuera. Como premonitorio de ésto la obertura de La forza del destino que abría la segunda parte y nos despedía de Verdi con la orquesta de la capital experta en foso y dominadora de este repertorio al igual que su director, algo mermada en efectivos pero compensado por la entrega de sus integrantes.
Si «Traviata» forma parte de mi mochila operística, puede que el grueso de ella sea Lucia di Lammermoor de Donizetti, tanto en vivo como en grabaciones, y Jessica Pratt no defraudó ni en «Regnaba nel silenzio» con todas las endiabladas agilidades, matices, registros extremos y toda la pirotecnia desplegada en la partitura, como tampoco en el dúo «Apressati Lucia… Sofriva nel pianto» que Enrico Juan Jesús Rodríguez completó y equilibró en emociones musicales, nuevamente rotundo y convincente.

Llegarían las arias de los asturianos, Alejandro Roy con «Colpito qui m’avete» de Andrea Chenier (Giordano) defendido con pasión y dominio escénico para un rol que le va como anillo al dedo, y Beatriz Díaz en «Ecco: respiro appena… Io son l’umile ancella…» de Adriana Lecouvreur (Cilea) verdaderamente increíble, sentido, con esa línea de canto tan bien dibujada, matices increíbles sin perder proyección pese a una orquesta detrás y no en el foso, pero especialmente un color inimitable y personal que delinea cada personaje de forma magistral.

La lírica aúna ópera y zarzuela porque exigentes son ambas e incluso más la española despojada de complejos cuando tiene calidad e intérpretes. El conocido intermedio de La boda de Luis Alonso (G. Giménez) hizo de puente para disfrutar nuevamente de la OFil, cómoda en el repertorio y aire elegido por Picos, cuadro bailable que preparaba dos joyas, la romanza de Vidal «Luché la fe por el triunfo» de Luisa Fernanda (Moreno Torroba) que Juan Jesús Rodríguez canta como nadie, y hay grandes intérpretes a lo largo de la historia,

más el dúo asturiano de El Gato Montés (Penella), Roy y Díaz como Rafaelillo y Soleá arrancando el «ooole» del respetable del pasodoble más universal «Torero quiero ser», y enamorando como la primera vez, pareja perfecta e idónea de tenor-soprano, ambos de casa, calidad más que contrastada, química y física musicales levantando al público que premió con merecidísimos aplausos este cierre de velada con dos asturianos universales a los que apenas podemos disfrutar en su tierra (de hecho Beatriz Díaz parte este domingo a Taiwán para el Carmina Burana de La Fura dels Baus).

Aún quedaban dos propinas de lujo, el dúo del barítono de Cartaya y la soprano de Bóo en La del manojo de rosas (Pablo Sorozábal) «hace tiempo que vengo al taller» renombrando la zarzuela en ópera española por todo lo que disfrutamos, y un aria en solitario de la británica, nada menos que «O luce di quest’anima» de Linda di Chamounix (Donizetti) en la línea de las grandes voces belcantistas, bien acompañada por una OFil siempre presente (por momentos demasiado) con Julio César Picos al frente cerrando un concierto de vértigo por la dificultad en concertar tantas y difíciles partituras en un esfuerzo digno de grandes batutas.

P. D.: Reseña en LNE del domingo 15.

Estrenos cercanos

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Sábado 10 de octubre, 20:00 horas. Teatro Municipal Bergidum, Ponferrada. Ciclo romántico«Cantando a Gil y Carrasco». Patricia Rodríguez Rico (soprano) y Manuel Alejandre Prada (piano). Obras de Alejandre, Schubert, Lortzing, Rossini, Lehár, Arrieta y Giménez. Entrada: 7,50 €.

Llevaba tiempo sin escuchar a la soprano ferrolana, muy solicitada para estrenos gracias a su poderío vocal basado en un trabajo meticuloso y versatilidad, la misma que le trajo hasta la capital de El Bierzo para regalarnos el «Tributo a Gil y Carrasco» opus 64, en homenaje al bicentario de su nacimiento, siete lieder sobre poemas de Enrique Gil y Carrasco del compositor local y pianista Manuel Alejandre Prada. No es accesorio titular esta obra de «lied» puesto que el diálogo y protagonismo de piano y voz marcan esta obra de dificultades extremas para el registro de soprano, con poemas no excesivamente musicales a los que Alejandre intenta sacar más la expresión que la lírica propiamente dicha.

Siete poemas distintos con el sello del músico berciano donde aparecen colores y atmósferas grises, duras, llevadas al discurso melódico en saltos de octavas realmente abismales, medios tonos generadores de indecisión tonal como en El Sil, agudos altísimos en pianísimo o graves profundos sin poder perderse nunca la inteligibilidad de unos textos difíciles caso de Niebla. La soprano gallega hubo de pasar por todos los registros defendiendo una partitura realmente agotadora con detalles de lirismo como en La mariposa o Una gota de rocío que cerraba este ciclo con un pianismo igualmente vertiginoso de arpegios alternando con reposos casi litúrgicos de Campana de una oración sin caer en descriptivismos literales pero sí buscando esa ambientación romántica deudora de muchos compositores volcados en poner música a textos. Obra la de Alejandre que seguramente habrá de «readaptar» al terreno vocal para voces graves o incluso para una mezzo de amplia tesitura en el agudo pueden lograr un color más adaptado a la buena idea del pianista y compositor local.

La segunda parte tras el esfuerzo de la primera, dejó la voz preparada para los dos lieder de Franz Schubert, An die Musik D. 547 y la conocidísima serenata póstuma Stänchen, D. 957 nº 4 con el piano coprotagonizando estas bellísimas perlas románticas de salón, o las arias de opereta vienesa que tan bien le van a Patricia R. Rico como las de Zar und Zimmerman de Lortzing o la balada de Vilja de La Viuda Alegre (Franz Lehár) en el mejor estilo desenfadado y lleno de melodismo que nos imaginaba a la soprano con guantes largos y trajes negros de encaje sin copa de champán pero el mismo aire pícaro de ambas.

No podía faltar entre lo germano nuestro querido bufo Rossini, del que Non si da follia maggiore de «El turco en Italia» volvió a corroborar el dominio técnico de Patricia para unas arias exigentes como las del italiano con un piano reduciendo la orquesta solo en tímbrica porque así trabajó Manuel su siempre impecable y certero acompañamiento.

Y en un recital lírico lo español nada menos que con dos grandes como Arrieta y Pensar en él de «Marina«, género grande compartiendo programa con alemanes e italianos en esta romanza operística de agilidades y hondura interpretativa para rematar con Me llaman la primorosa de «El barbero de Sevilla» de Gerónimo Giménez, la voz que ha ido ganando registro grave y mantiene los agudos de flauta tan característicos de Patricia Rodríguez Rico, no mero juego pirotécnico sino gusto vocal por cualquier página que afronte.

El recital sabatino resultó muy exigente y se volcó en cada partitura, incluyendo una propina de lujo como el conocido O mio babbino caro de «Gianni Schicchi» (Puccini) que gallega y leonés entendieron a uno para comunicar la emoción final a un público que no llenó el coliseo ponferradino pero disfrutaron del estreno y aún más con estos clásicos románticos.
Los medios locales reflejaron el evento y los presentes esperamos volver a escuchar aunque sea grabado, pues siempre reconforta el interés de las jóvenes generaciones de compositores españoles por nuestro patrimonio literario llevándolo al perfecto maridaje con la música como forma de difusión y conocimiento, aunque el novelista de Villafranca del Bierzo fallecido joven -casi obligatorio en su época- Enrique Gil y Carrasco (1815-1846) tenga su sitio en la historia de la literatura en este año romántico.

Sinfónico reinvindicativo

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Lunes 23 de septiembre, 19:00 horas. Plaza de la Gesta, Oviedo: Concierto Simultáneo. Organiza AMPOS (asociación de músicos profesionales de orquestas sinfónicas). Músicos de la OSPA y Oviedo Filarmonía, Daniel Sánchez Velasco (director). Obras de Rossini, Mozart, G. Giménez, Luis Cobos y Benito Lauret.

Con una plaza llena en tarde de calor veraniego y humano pese al recién estrenado otoño que esperemos no resulte premonitorio, Oviedo capital musical de la que hace gala desde muchas décadas, también se sumó a esta reivindicación que es un clamor a la vista de la podadora que los gobernantes usan sin miramientos y mucha incultura amén de soberbia.

Las dos orquestas asturianas de mayor solera bajo la dirección del maestro Sánchez Velasco se hicieron escuchar con lo que saben, con La Música para todos, unidos en esta queja que no parará. No más recortes culturales ni educativos, todos queremos que la música ocupe el lugar que una sociedad como la nuestra se merece, música en la formación de melómanos, aficionados y profesionales, orquestas públicas que además de dar trabajo ofrecen su magisterio a toda la sociedad. Quitemos la venda de la ignorancia a unos políticos que sólo miran de otros países «de nuestro entorno» lo pasajero olvidando lo que realmente perdura.

Francisco Revert tomó la palabra haciendo la presentación de rigor, con multitud de agradecimientos y comenzar a las siete de la tarde este «concierto simultáneo» con la obertura de La Gazza Ladra (Rossini), una forma de llamar ladrones inteligentemente a los responsables de los desaguisados culturales que padecemos. El primer movimiento (Molto Allegro) de la Sinfonía 40 en sol menor, KV 550 de Mozart reflejó la grandeza musical y el enorme esfuerzo que requiere su interpretación para que el público disfrute, mientras los dirigentes políticos creen que no dar conciertos una vez finalizada la temporada les permite hacer contratos temporales, desconocimiento total de la profesión de músico cuyo horario es permanente y en vacaciones también se trabaja.

Jorge Martínez «Ilegal» leyó el manifiesto conjunto con pinceladas propias de su verborrea provocativa y hoy más crítico, cítrico e incisivo que nunca.

El conocido intermedio de La Boda de Luis Alonso (Giménez) es para pensar lo difícil que resulta ser músico en España, todo un sainete, y parece que volverán los duros tiempos de postguerra y bohemia donde pasaban hambre músicos y maestros de escuela.

La aportación o tributo «comercial» lo puso Todos Somos Música (de Luis Cobos) más que un slogan todo un sentimiento compartido que ya presentase en marzo pasado volviendo a utilizarse casi como himno de la propia AMPOS con ecos «peliculeros».

Gustavo Fernández Buey también tomó la palabra y nos contó el extra al programa conjunto: el toque asturiano de Benito Lauret y sus Escenas Asturianas, un Maestro de Cartagena que vivió y sintió nuestra tierra, dirigiendo la antigua Orquesta Sinfónica de Asturias o la Capilla Polifónica, impartió clases de composición y dirección en el Conservatorio pero sobre todo supo entender nuestra música popular y hacerla sinfónica, perfecto cierre de concierto con ese Pericote llanisco enlazado con nuestro himno en una joya musical que es seña de identidad sinfónica.

Excelente el trabajo del maestro Daniel S. Velasco con una selección orquestal que unida como sólo la música puede, recreó y compartió su trabajo con niños y viejos, aficionados y peatones… a pie de calle, en una plaza que debería llamarse «Plaza de la música» pues la gesta que conmemora debería borrarse del callejero junto con tantas referencias a un pasado cuya sombra planea de nuevo.