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Tesoros navarros

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Miércoles 24 de mayo, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Sociedad Filarmónica de Gijón, concierto nº 1668: Sofía Esparza (soprano), Rinaldo Zhok (piano). «Canciones para una reina»: Homenaje a Arrieta y Gaztambide. Obras de E. Arrieta, J. Gaztambide, Martín Sánchez Allú y Dámaso Zabalza.

Escribe la doctora María Encina Cortizo en las notas al programa, y que daría una conferencia el día anterior complementaria para este concierto, en otra excelente iniciativa de la filarmónica gijonesa, como máxima autoridad que es la berciana en los estudios biográficos del compositor de Puente de la Reina«El patrimonio musical español del siglo XIX sigue conteniendo tesoros desconocidos, como revela el programa de este concierto, que reúne fragmentos de los compositores navarros Arrieta y Gaztambide», y algo tiene esa tierra que atesora tanto talento musical, incluyendo a la soprano Sofía Esparza (Pamplona, 1994) que nos trajo con el pianista italiano, afincado en esa tierra, Rinaldo Zhok (Trieste, 1980), parte imprescindible en las recuperaciones que ambos han llevado al disco el pasado año para conmemorar no solo el bicentenario del nacimiento de Emilio Arrieta (1823-1894), también el de su amigo Martín Sánchez Allú (1823-1858), otro compositor y pianista a rescatar del olvido, o el anterior aniversario del tudelano Joaquín Gaztambide (1822-1870), todos presentes en este recital donde disfrutar parte de la música que también escuchaba la reina Isabel II, de quien Arrieta fue su profesor de canto (además de director de la Escuela Nacional de Música de Madrid), pero de más «realeza» como la infanta María de la Paz de Borbón, la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena a quien sumar otras «reinas de la lírica» en la corte española de su época como bien recoge Rinaldo Zhok en el libreto del doble CD.

Verdaderos «Tesoros desconocidos de Arrieta y Gaztambide» como titula las notas mi querida María Encina, comenzando por el gran Don Emilio de quien pudimos escuchar cinco canciones para comprobar su capacidad para crear melodías desde el conocimiento belcantístico en sus años milaneses, pero también la inspiración y conocimiento de la voz, para quien escribe unas melodías plenamente líricas, con un piano tanto propio para ellas como «apunte orquestal» en la selección que nos hizo el dúo Esparza-Zhok, letras incluidas en el programa de mano, perfecto complemento para una escucha que nos llevaría por una pequeña muestra del buen hacer de un compositor formado en Italia que es mucho más que el compositor de Marina, aunque fue la que le encumbrase, como pudimos reconocer en la impresionante Gran Fantasía sobre «Ildegonda» de Emilio Arrieta sobre su ópera de 1845 editada en 2004, página de concierto escrita por el virtuoso salmantino Martín Sánchez Allú, en la línea de tantas paráfrasis sobre los compositores de ópera del momento, la forma de hacerlas llegar al público en las veladas de los salones del XIX, que seguro escucharían a otros navarros como Sarasate.

El virtuosismo al servicio de las melodías de óperas como esta primera de Arrieta que apuntaba ya muy alto, o la de Dámaso Zabalza (1835-1894), íntimo amigo suyo y fallecido el mismo año, coincidencias del destino, cuya Fantasía sobre «Marina» de Emilio Arrieta para piano, Op. 103 de nuevo refleja la importancia de un músico que marcó tendencia en su momento. Impresionante esta doble interpretación del maestro Zhok, quien también presentó cada bloque, e intercaladas entre las canciones y romanzas no solo para dar descanso a la voz, también para valorar a dos grandes pianistas y compositores contemporáneos de los dos homenajeados este miércoles en el Jovellanos. El pianista de repertorio, mucho más que acompañante, investigador y capaz de pasar de estas intervenciones solistas a las compartidas en las canciones o a las siempre complejas reducciones orquestales para piano, auténtico soporte vital en este recital desde Gijón.

De las canciones de Arrieta, la voz de la soprano pamplonica mostró todas las virtudes de una lírica que además dramatiza cada página, desde las dos primeras La zingara (alla polacca), virtuosismo vocal sobre un poema de Adela Curti (1810-1845) casi aria operística, a La melancolía sobre el poema «Presentimiento» (Ensayos poéticos, 1848) de Juan Federico Muntadas, unión emocional entre texto y música, voz y piano sumando y rezumando lirismo que podría firmar años más tarde Tosti. Como suelo escribir a menudo, la música engrandece los textos y más en este estilo tan italianizante pero propio de Don Emilio, canciones de concierto que parecen el banco de pruebas de sus grandes producciones. Y otro tanto con las tres siguientes, diferentes en ánimo y expresión: ¡Pobre Granada! compuesta para ayudar con otros compositores a las víctimas del terremoto de la capital nazarí en 1885, el estilo llamado «alhambrista» de Los ojos de las niñas (1857), seguidillas sobre un poema de José Selgas (1822-1882), amigo y correligionario del compositor, danza hispana tan recurrente en nuestra literatura musical con el gracejo de Esparza, abanico incluido, y la «vestimenta» pianística de Zhok, o L’addio di Eleonora a Torquato, tercera canción italiana sobre un poema de Felice Romani de nuevo con aire belcantista que personalmente me recordó el M’appari de «Martha» (Flotow) por el dibujo melódico y el piano tan delicado, demostrando que Arrieta conocía a los grandes la ópera que triunfaban en Europa.

Del segundo operista navarro y contemporáneo de Arrieta, escucharíamos al tudelano Gaztambide con reducciones para soprano y piano, siempre auténticas «locuras», de varias romanzas de zarzuela que Sofía Esparza volvió a interpretar, en el amplio sentido de la palabra, dramatizadas, bien vocalizadas, matizadas y fraseadas junto a un inmenso Rinaldo Zhok, ya cantadas en Madrid el pasado septiembre en el Teatro de la Zarzuela, comenzando por la Romanza de Berta «Pasó la noche» (de la zarzuela Catalina), la curiosa y en cierto modo pícara Canción de Baltasara «Al ver que uno me camela» (Casado y soltero), la Romanza de María «Ay yo me vi en el mundo desamparada», de la más conocida de sus zarzuelas, El Juramento; la Cavatina de Conchita: «Como es la vez primera», de la zarzuela
En las astas del toro, la mejor expresión de nuestro género por excelencia. Para cerrar recital, la «Malagueña y Jota del Tá y del Té» «¡Ay!, yo me enamoré del aire… Y al mirarte sonreír» (Los caballeros de la tortuga). Cinco páginas donde pasar de unos registros a otros, aires y estilos tan operísticos como de raigambre hispana caso del último «doblete» pasando de la malagueña a la jota tan española (y navarra), romanzas de títulos poco (o nada) representados pero escogidos números ideales en la voz de la soprano pamplonica con el magisterio del maestro repertorista imprescindible en recuperar estos tesoros desde Navarra y traerlos al público.

El regalo y avance del siguiente trabajo del dúo recuperando obras de otro grande como Barbieri con la canción El negrito de su entremés «Los dos ciegos«. Complemento de lo más idóneo para redondear estas canciones que nos hicieron sentir realeza del siglo XXI en Gijón.

A la salida más felicitaciones a los intérpretes que gentilmente atendieron al público y firmaron ejemplares del disco con la primera integral de las canciones de Arrieta (en el concierto sólo una breve muestra) y que bien merece la pena adquirirse, escucharlas repetidamente y leerse un libreto que forma parte de la musicología de nuestro tiempo junto a las partituras, con el directo siempre irrepetible.

El Sueño de Gaztambide en invierno

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Jueves 31 de enero, 20:00 horas. Teatro de la Zarzuela, Madrid. J. Gaztambide (1822-1870): El sueño de una noche de verano, ópera cómica en tres actos con libreto de Patricio de la Escosura, estrenada en el Teatro del Ciro de Madrid el 21 de febrero de 1852. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela, edición de Tomás Garrido (Archivo SGAE, Madrid 2018). Dedicado a la memoria de Gustavo Tambascio. Entrada butaca: 42 €.

Defendiendo y difundiendo nuestro patrimonio, rescatando una zarzuela de 1852 en su teatro de la calle Jovellanos, sin reparar en gastos y homenajeando al desaparecido Gustavo Tambascio, acudía a la quinta representación (finalizarán el 10 de febrero retransmitiéndola por Facebook©) de El sueño de una noche de verano conociendo el libreto original y algunas críticas en los distintos medios, también digitales pero dejándome llevar por una música de calidad con sus altibajos lógicos, reparto vocal conocido en un momento idóneo, último día de enero frío con el llamado primer reparto, vestuario bellísimo (Jesús Ruiz), variado y colorido, más decorados verdaderamente logrados (Nicolás Boni), destacando sobre todo el bosque mágico o el parque de Richmond.

Lo que se mi hizo difícil fue comprender la acción del siglo XVI en Londres pasada a la Roma de la «Dolce Vita» de los años 50, abocetada por Tambascio y adaptada por Raúl Asenjo junto a la escena de Marco Carniti, debiendo introducir unas partes habladas que alargan innecesariamente la partitura de Gaztambide casi hasta las tres horas, pues sin ellas aún resultaría más loco este argumento rehecho. Hay guiños que chocan para esa década cuando se juega con personajes actuales, el teatro dentro del teatro y dentro del teatro pienso que es rizar el rizo ya rizado, perdiendo la propia crítica del tudelano hacia la monarquía borbónica a partir de los personajes de Shakespeare, con citas a los años franquistas de rancio gusto en estos tiempos.

De los rebautizados personajes podría comentar otro tanto. Primero los añadidos Orson Wells (el doble que termina siendo él), un Director General de Cinematografía y Teatro, o Don Liborio Barón de Brisa, incluso Maruxa con su hermano Mighello / Mr. Random, bien representados por el cuadro de actores (Sandro Cordero, Jorge Merino, Pablo Vázquez, Ana Goya y Miguel Ángel «Mighello» Blanco, respectivamente), después la Reina Isabel que pasa a ser la Princesa Isabella Tortellini, Shakespeare Guillermo del Moro (sí, no es una errata) y Sir John Falstaff Juan Sabadete que además tarareará un Tintarella di luna de Mina transmutada a José Guardiola, todo para que «ambiente el ambiente» cinematográfico o distintas inicios de arias verdianas para el personaje de un tenor que «perdió hasta la voz» esperando debutar como barítono en el Teatro Reggio de Palma cantando Falstaff. El acento italiano de Olivia de Plantagenet será otra ocurrencia para la acción romana aunque la trattoría no sea una taberna inglesa y Tobías un jefe de comedor ¿de Porriño? en vez de «chigrero» que diríamos en Asturias. Ya puestos a «recrear» personal de restauración hasta Mighlello resultó ser emigrado desde Argentina a la capital italiana.

Pero al final lo que importa es la música y sus intérpretes, pese a «obligarles» con añadidos o movimientos escénicos que por momentos pueden perturbar la atención del público (muchos extranjeros aunque se les sobretitula en inglés todo, incluyendo los diálogos). Dos partes de una hora abundante, agrupando los actos segundo y tercero conformaron este sueño casi pesadilla. Comenzar destacando al Maestro Miguel Ángel Gómez-Martínez que se entrega siempre en estos proyectos (El Juramento o La Marchenera aún los recuerdo en Oviedo con agrado), mimando las voces y sacando lo mejor de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, con un clarinete solista inspirado. Sonido claro y equilibrado, disfrutamos con la formación tanto en el prólogo como en el preludio de la segunda parte o la marcha entre el terceto y cuarteto final, habiendo ligeros cambios en el orden de los quince números que conforman este Sueño. No puedo decir lo mismo del Coro Titular que dirige Antonio Fauró, algo corto en efectivos y emisión, por momentos detrás de la orquesta (sobre todo cuando está colocado atrás) y en el «coro de guardabosques» (vestidos de Beefeater con tenores y bajos descompensados.

Las voces solistas estuvieron todas a buen nivel, destacando sobre todas Luis Cansino como Falstaff todopoderoso, voz rotunda e intérprete completo, convincente, simpático, metiéndose al público en el bolsillo pese a un personaje poco agradecido que el barítono madrileño de sangre viguesa engrandece, incluso «llevando al coro» en el nº 8 para no retrasarse como estábamos notando.

La soprano tinerfeña Raquel Lojendio reinó como Isabel, incluso bailando clásico mientras cantaba con una voz timbrada de técnica sobresaliente, manteniendo mientras bailaba sobre las puntas su color hermoso, y haciendo gala del belcantismo puro en su dúo con el tenor (¡Oh, bosque umbrío! / No soy Julieta). Perfecto complemento en empaste y actuación de Beatriz Díaz como Olivia desde la primera intervención, un papel de registros extremos para una mezzo cantado por la soprano asturiana que solventó sin dificultad, descubriéndonos unos graves bien emitidos aunque ella brille en toda su extensión como es habitual, tanto en los tercetos con la Reina y Falstaff (Alto, lindas fugitivas, nº 3, A Guillermo tú esta noche… nº 13) como en el cuarteto final (Ven amiga, y dí a Guillermo, nº 14), sin olvidarme el desparpajo que tiene como actriz, siendo ideal en estos personajes que los agranda por pequeños que sean.

El tenor argentino Santiago Ballerini está en el grupo de voces agudas pero algo metálicas cuyo color aún se puede pulir, su Guillermo no desentonó dentro de los protagonistas, con una sentida romanza antes del dúo con Isabel. El barítono coruñés Javier Franco como Arturo Látimer completaría este plantel con poderío en las dinámicas fuertes que desequilibró a su favor en el dúo nº11 (Cuando a la lid te provoco…) con el tenor.

Citar también con nota alta al barítono mallorquín Pablo López, el Tobías con acento gallego o la Margarita de la soprano Milagros Poblador (componente del coro) redondeando este elenco vocal del sueño, con un movimiento en escena por momentos complejo (la bicicleta debería haber sido una Vespa), sobre todo en el desfile de cocineros recitando los platos múltiples, pero donde la música sale bien parada a pesar del tiempo transcurrido, con un argumento algo flojo en el original cuya «actualización» no ayudó en absoluto.

Juramento para arrancar temporada

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Jueves 27 de febrero, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: XXI Festival de Teatro Lírico Español. El Juramento (Joaquín Gaztambide); Sabina Puértolas (María), Carmen González ( La Baronesa), Gabriel Bermúdez (El Marqués), David Menéndez (Don Carlos), Xabier Ribera-Vall (El Conde), Javier Galán (Peralta), Manuel de Diego (Sebastián); Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» (director: Rubén Díez), Oviedo Filarmonía, Dirección Musical: Miguel Ángel Gómez Martínez. Dirección de escena. Emilio Sagi; Vestuario: Jesús del Pozo. Edición crítica: Ramón Sobrino. Precio entrada Principal: 26€ más 1€ de gestión.

Buen arranque de esta vigésimoprimera temporada de zarzuela que apuesta por obras poco programadas (salvo la «Marina«) de elencos y puestas en escena equilibradas. El Juramento de Gaztambide venía al Campoamor con el mismo reparto y producción del reestreno madrileño en noviembre de 2012 excepto El Conde, y rodada también en Pamplona, lo que suponía una apuesta sobre seguro como así resultó.

Con una partitura desigual aunque exigente en los papeles protagonistas (momentos a capella, romanzas, dúos y concertantes de registros extremos, cambios rítmicos y mucho texto hablado), la «firma Sagi» elegante en todo -como el vestuario de Jesús del Pozo– y sobre todo la magistral lección de dirección del granadino Gómez Martínez fueron los pilares en los que las voces se apoyaron, comenzando con el coro que cumplió en cada intervención, vocal y escénicamente, destacando las voces graves en el difícil arranque del tercer acto.
Las protagonistas femeninas brillaron con luz propia, especialmente Sabina Puértolas que ha ganado registro grave manteniendo ese timbre de calidad y calidez, con proyección y emisión potente en el sobreagudo final del primer acto, personaje el de María que se deja querer, frente a una Carmen González algo sobreactuada en lo vocal pero dándolo todo en los textos hablados para una auténtica recreación de la baronesa.
Aseado el elenco masculino de timbres poco diferenciados en los barítonos, donde el marqués Bermúdez estuvo desigual, con una línea de canto algo plana aunque segura; más que correctos Peralta Galán y Sebastián de Diego, buena actuación del conde Xabier pero sobre todo el nuevo triunfo del asturiano David Menéndez, papel breve pero muy agradecido el de Don Carlos, desde un timbre contundente que llega a todos los rincones del teatro, incluso en los pianos, manteniendo una musicalidad siempre enorme y cautivadora para cantar la hermosísima romanza «Esta es la misma ventana» que el público aplaudió largo y tendido. Momento dulce de nuestro barítono en un rol que lleva cantándolo años y ha hecho totalmente suyo.

Volver a destacar la dirección magistral de Miguel Ángel Gómez Martínez, dirigiendo de memoria y atento a las voces, ayudándolas en todo momento -algo que las nuevas generaciones parecen olvidar-, mandando en una orquesta ovetense que en el foso no suena igual que en los conciertos pero cumplidora sin reparos en todas sus secciones para esta partitura engañosa para el profano y llena de momentos de gran tensión dramática como el propio preludio, transmitiendo desde la batuta todo el saber del gran maestro andaluz.

Quedan dos representaciones más y en abril volverán otro par de títulos poco programados antes de la clausura en junio con el esperado Curro Vargas.