74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 5). Música de cámara – Recitales.Lunes 23 de junio, 22:00 horas. Patio de los Arrayanes. Alexandre Tharaud (piano). Obras de Bach, Ravel y Dukas. Concierto homenaje a José Luis Kastiyo (1935-2024), periodista, cronista y querido amigo del Festival de Granada. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Mi quinta noche de Festival en la mágica de san Juan donde todo resultó cautivador y hechizante no solo por lo que se suele decir del «marco incomparable», que evidentemente el Patio de Comares lo es (y que «no me toquen los arrayanes» porque no entiendo la manía que tienen los visitantes en palpar unos setos únicos por lo bien podados). Llegaba el pianista francés Alexandre Tharaud con un programa un tanto curioso  por las obras elegidas pero con cierto hilo conductor en torno a la brujería por no seguir llamándole magia en este palacio nazarí de acústica increíble. La web del Festival lo presentaba así:

«La elegancia hecha pianista
Alexandre Tharaud es uno de esos pianistas que han hecho de la finura y la elegancia una forma de estar en el escenario, una manera de acercarse al hecho musical. En repertorios que exigen tanta sensibilidad en el control de la pulsación como el de los barrocos franceses, auténtica especialidad, Tharaud se crece, y por eso su Bach es esperado con expectación. Además, el que presenta en el Festival es un Bach hecho mayormente de transcripciones propias de música vocal. La experiencia se completará con un acercamiento a otro de sus terrenos preferidos, el de la música francesa del siglo XX: Ravel, de aniversario, estará presente con una de sus obras impresionistas más reconocidas, Miroirs, una suite de cinco piezas para piano que estrenó su amigo pianista Ricardo Viñes en 1906; Dukas, con ese cuento fantástico que es El aprendiz de brujo, transcrito también por el propio intérprete».

De las notas que nos dejó mi admirado Rafael Ortega Basagoiti en el programa de mano tituladas «Originales y transcripciones» iré citándolas e intercalándolas para intentar poner palabras a la noche más corta del año, con una primera parte donde volver a creer en dios Bach por todo lo visible e invisible desde un piano no solo elegante sino inmenso de dinámicas y colores, pues la primera parte comenzaría con un viento de Levante que arreciaba aunque se agradecía. Tharaud nos dejaba su apostolado bachiano con transcripciones propias verdaderamente muy logradas, porque su pulsación más un manejo del pedal muy contenido pero efectivo, es capaz de conseguir unas sonoridades delicadas y variadas donde percibir todo.

«El recital que propone Alexandre Tharaud contiene una curiosa y fascinante combinación de páginas ideadas originalmente para el teclado y transcripciones del propio Tharaud que en más de una ocasión rebasan el concepto de mera adaptación al teclado para adentrarse en un terreno que, especialmente en las páginas provenientes de oratorios, se acerca a la paráfrasis o la fantasía. La transcripción ha sido algo practicado continuamente en la historia de la música, muchas veces para familiarizarse y conocer mejor las obras de otros, como lo hacía el propio Bach con Marcello, Telemann o Vivaldi. Otras, para permitir la ejecución de una música determinada en otros instrumentos, algo también practicado por Bach».

El coro inicial de la Pasión según San Juan desgranó en el piano toda la riqueza melódica del kantor de Santo Tomás en la noche del evangelista con un atardecer amenazante que parecía trasladarnos al Gólgota, escuchando mentalmente esta súplica: «Señor, soberano nuestro… muéstranos con tu pasión, que Tú, verdadero hijo de Dios, en todas las ocasiones, y aún en la mayor humillación has sido glorificado». Sobrecogedor inicio de recital ad maiorem Bach gloriam y con la última nota resonando en el Patio de los Arrayanes, llegaba el milagro de convertir el viento en leve brisa antes de la conocida «Sicilienne» de la Sonata en mi bemol mayor para flauta, increíble poder escuchar todo lo escrito por «Mein Gott» transcrito al piano.

«Tharaud nos propone un recorrido variado, que incluye arreglos propios de algunas páginas familiares en otras transcripciones (la bella Siciliana de la Sonata para flauta y clave BWV 1031, por ejemplo, es bien conocida en el arreglo de Wilhelm Kempff), y añade algunas otras que raramente se escuchan en un instrumento de teclado, como el coro Herr, unser Herrscher, que abre la Pasión según san Juan, o la asombrosa, bellísima, que hace del aria de soprano Aus Liebe will mein Heiland sterben de ese mismo oratorio».

Alexander Tharaud sin apenas respiro atacaría cual rezo sin palabras, el aria de soprano «Por amor, por amor va a morir mi Salvador» de la Pasión según San Mateo, que se ha transcrito incluso para dos pianos y que el francés logró el tercer milagro sonoro donde escuchar la sentida voz femenina con solo el orgánico de un piano que aún no estaba inventado y que el tiempo lograría transmitir un legado universal.

«La Suite BWV 996, compuesta probablemente hacia 1715, estaba presumiblemente destinada al laúd, aunque no se descarta que estuviera pensada para ese singular instrumento, hoy olvidado, el clave-laúd o lautenwerk. Aunque sigue el modelo habitual francés de la suite en seis movimientos, Tharaud omite la Courante y cambia el orden de los movimientos, situando la Bourrée antes que la Sarabande. La Suite BWV 818a, originalmente escrita para instrumento de teclado, es una obra relativamente temprana (la primera fuente disponible es de 1722, pero la de la versión que escucharemos hoy es de c. 1740) y Schulenberg la sitúa entre las Suites inglesas y francesas. La segunda versión (818a) de esta suite que escucharemos, añade un Preludio y sustituye la Double de la Sarabande por un Menuet».

Enlazado sin pausa vendrían los seis movimientos de esta Suite desplegando una riqueza esplendorosa de matices, tiempos, ornamentos diferenciados, apoyaturas y trinos, ataques casi de clavecín con la grandiosidad del piano de cola, una Bourrée deudora del mejor Rameau en la transcripción y ejecución de su compatriota,  y una (re)interpretación de estas danzas que finalizan con la Gigue virtuosa tan cristalina como el agua de la alberca, reflejos proyectados por propia magia de la madre naturaleza según íbamos escuchándola.

Tras una mínima parada técnica para estirar las piernas, una segunda parte tan francesa e igualmente inspirada e inspieadora de dos de «Los apaches» en el 150 aniversario del nacimiento de un virtuoso pianista español defensor de nuestra música en la France capital de la modernidad, pero también de sus moradores, estrenando la siguiente obra de la noche, para lo que podría hablar de una transmutación en Alexandre Viñes y después Maurice Tharaud, un intérprete personal que mantendría el hechizo sonoro desde las 88 teclas iluminadas por el espejo acuático del Patio de los Arrayanes.

«Muchas de las obras de Ravel se han hecho populares en su paso del piano a la orquesta en lugar de hacerlo en el original pianístico. No es el caso de Miroirs, escrita en 1904 y sin duda una de sus mejores y más célebres partituras pianísticas. Estamos ante un conjunto de cinco piezas dedicadas a distintos miembros del colectivo artístico denominado «Los apaches», del que Ravel y Viñes formaban parte. Música que se mueve entre la ensoñación y la evocación, sugerente en la atmósfera agitada, pero delicadamente crepuscular de Noctuelles. Más tranquila la melancólica, no exenta de algún eco amargo, Oiseaux tristes, dedicada al mencionado Viñes, que además estrenó la obra. Seductora y evocadora Une barque sur l’océan, la página más larga de la serie, en la que la traducción sonora de las olas no puede ser más hermosa. El carácter español luce en la brillante y muy exigente (la más difícil de las cinco) Alborada del gracioso, la pieza quizá más sinfónica, que más tarde sería orquestada brillantemente por el propio Ravel. Hipnótica, en fin, la recreación tímbrica de las campanas parisinas en La vallée des cloches».

Cinco pinturas coloridas donde los propios títulos eran ensoñaciones: un nocturno verídico seguido de unos pájaros tristes que al volar acallaron los que suelen anidar cerca, un barco que surcaba el Cantábrico de Ciboure y San Juan de Luz, la algarabía sinfónica en el piano antes del toque de campanas que anunciaban poco a poco el final de esta oración francesa con el reverendo Tharaud.

Y si hubo magia toda la noche de san Juan, El mago Tharaud convirtió y transformó toda la paleta orquestal a un piano arrebatador, embrujado no por el aprendiz sino por este Merlín francés, brujería sonora para creer escuchar hasta un contrafagot al pie del palacio.

«El aprendiz de brujo es, sin lugar a duda, la obra más conocida de Paul Dukas. Lo es con buen motivo, porque es página de gran colorido y capacidad evocadora. Concebida originalmente en 1897 como poema sinfónico sobre una balada de Goethe (Der Zauberlehrling), es un ejemplo muy claro de música programática, un scherzo con cuatro motivos con los que Dukas (y luego Disney en Fantasía), cuenta la historia de un aprendiz que, sin permiso, hechiza una escoba para que le ayude a cargar agua. El propio Dukas arregló poco después la partitura para dúo de pianistas, y posteriormente Lucien Garban, Victor Staub y ahora, Alexandre Tharaud, han realizado sus propios arreglos para piano solo».

Si Walt Disney hizo de Micky Mouse un torpe aprendiz, Tharaud convirtió en pura fantasía esta transcripción, que como bien escribía el doctor Ortega, «rebasan el concepto de mera adaptación al teclado para adentrarse en un terreno que (…) se acerca a la paráfrasis o la fantasía».

Nadie esperaría que tras Bach, Ravel y Dukas sonasen canciones de Edith Piaf, pero Tharaud es ecléctico, libre, pianista sin etiquetas amante de la música de su país y capaz de homenajear no solo a Ravel y Viñes, también a «La Môme Piaf», con dos maravillas que quien no conociese el original bien podrían parecer debussyanas por los arreglos, pero igualmente jazzísticas desde la capital de un género que es tan clásico para mi generación enemiga de clasificaciones, y como para Tharaud otro «omnívoro musical». Primero el Hymne à l’amour emotivo, introspectivo y elegante frente al explosivo y alegre Padam, padam, un piano francés que canta y hace cantar sin palabras en la mágica noche de san Juan.

PROGRAMA

Johann Sebastian Bach (1685-1750):

Coro «Herr, unser Herrscher», de la Pasión según san Juan, BWV 245 (1724) *

Sicilienne, de la Sonata en mi bemol mayor para flauta, BWV 1031 (1730-34) *

Suite en la menor, BWV 818a (c. 1740):

Prélude – Allemande – Courante – Sarabande – Menuet – Gigue

Aria «Aus Liebe will mein Heiland sterben», de la Pasión según San Mateo *

Suite en mi menor para laúd, BWV 996 (1708-17): *

Prélude – Allemande – Bourrée – Sarabande – Gigue

Maurice Ravel (1875-1937)
Miroirs (1904-05): **

Noctuelles – Oiseaux tristes – Une barque sur l’océan – Alborada del gracioso – La vallée des cloches

Paul Dukas (1865-1935):
L’apprenti sorcier (1897) *

* Transcripciones de Alexandre Tharaud
** En el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel y Ricardo Viñes