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(RE)encuentro con Dudamel

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Viernes 25 de junio, 19:00 horas. Clausura de los Conciertos del Auditorio, Oviedo. Orquesta del Encuentro, Gustavo Dudamel (director). Obras de Schönberg y Chaikovsky. Entrada butaca: 40 €.

Está claro que El Sistema fundado por el Doctor Abreu marcó a toda una generación de músicos y que su buque insignia ha sido Gustavo Dudamel (1981), todo un prodigio que con 18 años sería nombrado director musical de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, pasando a ser conocido internacionalmente en 2004 tras ganar la edición inaugural del «Concurso Gustav Mahler» de la Orquesta Sinfónica de Bamberger. Desde entonces le sigo esperando que su contrato en París nos lo acerque un poco más. Cada visita suya a Oviedo resulta todo un acontecimiento que recordamos como privilegiados, y es que nunca defrauda, agradeciéndole que de nuevo volviese a poner la capital asturiana en su agenda.

El propio Dudamel en 2012 creará su propia Fundación con la meta de “ampliar el acceso a la música y las artes ofreciendo herramientas y oportunidades a la gente joven para dar forma a sus futuros creativos”. Durante diez días con jornadas maratonianas, ha reunido en Madrid a 60 jóvenes músicos de cuerda de 12 países hispanoamericanos (con tres asturianos en sus filas *), seleccionados entre la excelencia y para ejercer un liderazgo en pocos años. Así es esta «Orquesta del Encuentro» tras el Covid y lo que supuso para todos, pero que esta generación en la que Dudamel cree firmemente, no solo han podido viajar (algo heroico ahora mismo) y trabajar con grandes instrumentistas como los de la Filarmónica de Viena (Rainer Honeck o Tamas Varga) o de Göthenborg (Johan Stern), por citar algunas figuras supongo que convencidas además de entusiasmadas por este nuevo proyecto del venezolano, y poder así ensayar y montar dos obras de envergadura para cualquier formación profesional de primer nivel,  pues bajo su dirección nada es imposible, como si existiese la «dudamelina» inyectada en vena, toda una experiencia docente y emocional para todos, incluidos quienes volvimos a llenar el auditorio ovetense en este reencuentro con el prodigio de Barquisimeto.

Acompañado de sus padres y abuela, así como de su esposa María Valverde, copresidenta de la Fundación Dudamel, siguen plenamente involucrados en la carrera de un Gustavo lleno de energía como siempre, entusiasmo, vitalidad, poder de convocatoria y convicción además de una atracción que solo unos elegidos tienen, y siempre con el amor por la música que sigue siendo el motor de su vida en plena madurez con 40 años, una mente prodigiosa.
A mitad del concierto nos contaría que además de la música que no necesita palabras, necesitaba las palabras para esta música que, como siempre y, desde la humildad innata de quien se sabe un trabajador más, dejó el aplauso para sus jóvenes.

En la parte musical una primera parte con Verklärte Nacht (Noche transfigurada), op. 4 de A. Schönberg (1874-1951), un sexteto en la versión para orquesta de cuerda (1943) del propio compositor, que cerrando los ojos sonaba impactante, rigurosa, contrastada por esa magia de los pentagramas capaces de expresar la angustia y la esperanza, el poema de Richard Dehmel puesto en notas, la vida misma insuflada por un Dudamel siempre claro con sus gestos peculiares y personales, más la respuesta exacta de una plantilla (16-14-12-10-8) que sonó camerística y sinfónica, tal fue la gama de dinámicas alcanzada y la respuesta precisa de unos músicos sin malear, entregados (bravo por el concertino español Meriem Abad ** y el viola nicaragüense William Aviles), disfrutando de un compositor que para ellos no resulta lejano aunque sí para el «gran público» que retorna a las salas con sus móviles encendidos y tosiendo ante una música que siguen sin comprender. Dudamel y su Encuentro lograron la magia, con un final para aprender, el silencio con arcos arriba y las manos manteniendo la tensión entre todos, el silencio dramático que incomoda pero necesitamos. Impresionante.

Y tras las palabras del Maestro, con mayúsculas, el pedagogo capaz de compartir y enseñar a unos músicos como esponjas, entregados, fieles, de respuesta aceptada, sin cuestionarse ni adocenarse como tantos en nuestro entorno, el gran P. I. Chaikovski (1840-1893) y otro encuentro, entre el trabajo y el liderazgo bien ejercido, porque Dudamel vence y convence. La Serenata para cuerdas en do mayor, op. 48 resultó la clase final de curso con matrícula de honor que también podrán corroborar en las islas afortunadas (esta vez también lo es Oviedo), aún más con esta música para orquesta de cámara que así sonó pese a la plantilla utilizada. Movimientos más allá de ejercicios técnicos, toda una paleta sonora para los pentagramas del ruso que brillaron como nunca: Pezzo in forma di sonatina. Andante non troppo – Allegro moderato, la batuta clara, la izquierda precisa, la respuesta exacta, las partes y el todo. Continuaría el Valse. Moderato. Tempo di valse, el bailable de los grandes ballets tan alejado del vienés pero tan rítmico y flexible. La emoción de la  Elegia. Larghetto elegiaco, la tensión de unas cuerdas increíbles por fraseos, dinámicas, protagonismos, primeros atriles maduros. Y el  Finale (Tema russo). Andante – Allegro con spirito, broche de oro para una serenata delicada, limpia, complejamente sencilla que esta orquesta brindó con el mando fácil de un trabajador más, cercano y conocedor de esos años juveniles que marcarán toda su vida, un reencuentro con el Dudamel auténtico, comprendido y entendido donde mejor se mueve, el verdadero artista.

P. D.: * Dejo foto con el reportaje que La Nueva España dedicó esta semana a los músicos asturianos que forman parte de la Orquesta del Encuentro:

**: El concertino es Andreas Siles-Mellinger, boliviano. Gracias por la aclaración desde su tierra.

Dudamel vuelve a unirnos

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Martes 19 de enero, 20:00 horas. Digital Concert Hall, Berlín: retransmisión en vivo (streaming). Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, Gustavo Dudamel (director). Obras de Stravinsky.

En la madrugada del 4 de octubre de 2009 pude asistir en directo al debut como titular de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles de Dudamel vía Internet compartiéndolo con mi querido Osvaldo Burgos desde Venezuela, y nuevamente nos encontramos en la red para disfrutar juntos, porque en el corazón no hay distancias, este martes de enero con nuestro admirado Gustavo al frente de «su orquesta» que ha dejado de ser joven pero mantiene el mismo impulso y amor por la música de siempre, caras conocidas que se han convertido en maestros salidos de «El Sistema», sin entrar a valorar la utilización política del mismo, que esto daría para mucho, aunque conviene recordar que la trayectoria de esta organización viene de antes del «chavismo» y tuvo muchos directores de orquesta apoyándolo, un modelo que se está implantando con mayor o menor éxito por el mundo y que fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en el año 2008.


Lo que no me cabe ninguna duda es que Gustavo Dudamel además de un director carismático, también es único a pesar de su edad, pues lleva toda la vida trabajando en este difícil mundo orquestal, con repertorios no solo sinfónicos sino también operísticos, y que allá donde va triunfa. No en vano se barajaba su nombre hace poco como posible titular de la Filarmónica de Berlín (donde hoy dirigía este programa Stravinsky con «La Bolívar»), aunque optasen por otra batuta menos mediática (el ruso Kirill Petrenko) con todo lo que se ha escrito sobre esta elección, al igual que la sorprendente elección para muchos este primer día del año cuando se anunció que dirigirá el Concierto de Año Nuevo 2017, pasando a ser la batuta más joven en ponerse al frente de la Filarmónica de Viena en el concierto más visto y escuchado de la historia. Los vieneses ya le conocen, los berlineses también, sé que no podemos olvidar el marketing ni que pertenezca a la «escudería amarilla» (DG) pero la trayectoria del músico de Barquisimeto es impecable e imparable.

En este concierto «on line» el tándem venezolano en la propia «casa amarilla» se enfrentaron con música de ballet que tiene peso propio despojada de la escena, más en el caso de Stravinsky, aunque en la entrevista al descanso grabada unos días antes en Londres, el propio Dudamel reconocía cómo su mentor y maestro Abreu le inculcó y casi inoculó la pasión por la danza de los rusos como Tchaikovski o Prokofiev. Como figuraba en la propia web del «Digital Concert Hall» de la filarmónica berlinesa:

«El hecho de que tantas grandes obras del modernismo clásico surgieran inicialmente como músicas de ballet antes de que se consolidaran como composiciones sinfónicas independientes en la sala de conciertos no constituye ninguna casualidad: fueron realmente la corporalidad sin trabas y la fuerza elemental rítmica de la danza las que ampliaron las fronteras de la música de una manera revolucionaria. En el centro de esta evolución en la segunda década del XX se situó una extraordinaria constelación integrada por una ubicación geográfica, una institución y una personalidad artística: París, como un «laboratorio de la modernidad» internacional; los Ballets Russes, que bajo la dirección de su artífice, Serguéi Diáguilev, encargaron un gran número de obras nuevas a famosos compositores; e Igor Stravinsky, en cuya música se entrelazaron de una manera única un espíritu cosmopolita y su enraizamiento en su tierra natal rusa. Las obras juveniles del compositor han conservado hasta hoy su radicalismo e inmediatez por medio de su magistral orquestación, sus ritmos arrebatadores y su empleo nada convencional de las melodías folclóricas rusas.
Mientras que Petrushka fue celebrada ya en su estreno en 1911 como un gran éxito, la primera interpretación de La consagración de la primavera dos años después se convirtió en uno de los más famosos escándalos de la historia de la música. La interpretación de ambas obras con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar bajo la dirección de Gustavo Dudamel puede esperarse con un alegre suspense; y es que la formación, nacida en el marco del proyecto educativo venezolano de «El Sistema», se ha consolidado ya desde hace tiempo como uno de los grandes nombres indiscutibles del panorama clásico internacional. Gustavo Dudamel, actual director titular de la Filarmónica de Los Ángeles, se ha mantenido fiel al conjunto, del que ha sido director musical desde que tenía diecinueve años. Dado que Dudamel siente una especial afinidad hacia el repertorio ruso en general y hacia Igor Stravinsky en particular, cabe esperar una interpretación competente y rebosante de energía de dos obras esenciales del siglo XX».

No se confundieron en las previsiones. Petrushka ocupó la primera parte dejándonos una muy grata impresión de una orquesta que tiene sonido propio y pasión contagiosa, con sonido potente y compacto así como unos solistas que lo tocan todo. Si además les lleva Dudamel con el que la química es perfecta, el resultado fue realmente óptimo.

La consagración de la primavera son palabras mayores, dirigida por el propio Dudamel al frente de la Symphonierorchester des Bayerischen Rundfunks lo pudimos comprobar en Oviedo hace casi dos años, obra que el venezolano domina hace tiempo, incluso ha dejado grabada en 2010 (Rite) y sigue siendo increíble el sentido rítmico que es capaz de transmitir al frente de cualquier orquesta, aunque «La Bolívar» parezca llevarlo en los genes, puede que por los aires caribeños, una formación completa y segura en componentes para afrontar esta maravilla sinfónica que es este ballet ruso, una prueba de fuego junto con «El pájaro» (cuyo final dieron de propina) para cualquier orquesta, y la OSSB con Dudamel son de sobresaliente. El público berlinés cayó rendido ante esta explosión sonora de Stravinsky bien entendida por los venezolanos, e incluso han echado por tierra nuevamente la etiqueta de fríos alemanes, porque es imposible no emocionarse con esta juventud ya crecida que mantiene la ilusión aumentando la calidad que da el paso de los años.

Y de su Venezuela ese otro «pajarillo» sólo de diminutivo, «cono el alma primorosa» para alcanzar la grandeza orquestal desde ese ritmo de joropo, sintiéndome hermano de la brisa, de la espuma,  de las garzas, de las rosas…   y del sol, «Alma Llanera«, otra propina con la que «La Bolívar» sigue haciendo historia.

Mi querido Osvaldo prepara su venida a Málaga para defender su tesis el próximo 5 de febrero, este profesor de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica «Andrés Bello» en Caracas sobre «Música y Comunicación» en la Facultad malagueña, donde «El Sistema» es también protagonista volviendo a recordar que nos unió para siempre. Su trabajo de investigación de 2009, tutelado por el Doctor Quíntín Calle Carabias del que tengo una copia dedicada que atesoro entre mis incunables, llevaba por título «El Eco de la Orquesta. Análisis de los valores humanos reflejados en las crónicas sobre las presentaciones de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar«. Desde aquí todo mi ánimo y fuerza porque los valores que defiende nunca pueden ni deben perderse.

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Un Dudamel maduro

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Lunes 7 de abril, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Symphonierorchester des Bayerischen Rundfunks, Gustavo Dudamel (director). Obras de Beethoven y Stravinsky.

Dudamel hoy es sinónimo de polémica más allá de la musical pero también sinónimo de seguridad, lleno, calidad, y sus visitas a Oviedo lo han sido con grandes orquestas, esta vez la radiofónica de Baviera, segunda alemana tras la del sábado, a las que el de Barquisimeto es capaz de sacar a flote todo lo que dan de sí y un poco más, por lo que vengo apostando hace tiempo que Dudamel acabará en Berlín.

Esta gira que arrancó en la vecina Lisboa con paradas españolas en Asturias, Zaragoza y Barcelona, antes de llegar a Lucerna, programa dos obras bien conocidas del público y del propio director venezolano que con una carrera bien asentada sigue asombrando donde va:

La Sinfonía nº 6 en fa mayor, op. 68 «Pastoral» (Beethoven), difícil de antemano aportar algo nuevo (seguro que no conocen la revisión de Ceccato) a lo mucho ya grabado y escuchado, pero que el tándem orquesta suprema con director inmenso es capaz de descubrir música de la partitura pocas veces escuchada, tal fue el nivel técnico de los bávaros y la interpretación del venezolano. Incluso agradecíamos alguna nota falsa para recordar que somos humanos, pero la perfección alcanzada realmente fue superlativa. Todos los caracteres que el genio de Bonn dejó escritos sonaron en Oviedo, destacando una tormenta realmente de «Sturm sin drang» y la alegría final con regusto melancólico más que bucólico porque deseábamos que aquello no acabase. Si hace años con «La Bolívar» la séptima nos impactó por alegría, desenfreno, naturalidad, desparpajo desde la juventud de todos, la sexta actual con los alemanes está arraigada, trabajada y mucho más serena con la madurez que dan años pero también mucho trabajo. Alguno habrá buscado doble intención en el título de la entrada, tal vez las circunstancias así nos lo hayan preparado. Arturo Reverter escribía de esta pastoral «que requiere un temple exquisito para la exposición de los motivos evocadores de los sentimientos de un viandante ante la contemplación de la naturaleza. El arco dinámico ha de estar muy controlado y la sutil rítmica debe ser aplicada con mesura. Se desarrolla prácticamente todo en un mezzoforte solamente alterado en el episodio de la tormenta, en cuyo ápice el compositor coloca el único fortísimo de la partitura. Un efecto que suele ser mal administrado por directores planos y vulgares», claro que Dudamel no es nada de ello.

Rite del propio Dudamel cuatro años atrás con su grabación de La consagración de la primavera (Stravinsky), literalmente podríamos hablar de rito, o mejor aún ritual, porque la música de danza nunca sonó tan actual cien años después, directa y pura pese al destino de su escritura. Vuelvo con Reverter sobre la partitura del ballet ruso: «agreste, rompedora, en la que se combinan tumultuosamente pequeñas células motrices de una tímbrica ruda, primordial, de raíz popular. Las dinámicas son extremas y el ritmo de una violencia telúrica. Nada fácil es saber manejar y organizar los planos que se superponen, lo mismo que los esquinados compases irregulares. Unos planteamientos que determinaron el gran fiasco de su estreno por los Ballets Rusos de Diaghilev, con coreografía de Nijinski, en el París de 1913». En Oviedo la imaginación al poder e internas coreografías diabólicas en cada uno de los asistentes, pero sobre todo música directa al corazón desde el raciocinio. De nuevo la sonoridad de una orquesta estratosférica en cada sección con matices extremos en dinámicas increíbles, continuidades en texturas capaces de hilvanar toda la madera como si de un sólo instrumento se tratase, unos metales con las trompas a la derecha no ya indescriptibles por redondez, afinación y musicalidad sino por la magia con la que el ruso escribió para ellos, más una cuerda siempre presente, colocada como siempre hacía Valdés en Oviedo, con la permuta violas-cellos, y la química de Dudamel convincente, seguro, cambios de tiempos sin brusquedad creando clímax rítmicos en los dos bloques, una «Adoración de la tierra» con auténtica sabiduría directorial, y «El sacrificio» que evoca antepasados propios y ajenos para resultar elegida la sagrada, supongo que nuevo juego de palabras para quien quiera hilar música y músicos. Difícil separar en estos tiempos lo encarnado (y encarnizado), aplacar identidades opuestas sin perdones o juzgar sin conocimiento de causa. Muchas amistades venezolanas dentro y fuera de un país rico que se ha vuelto pobre por la pérdida de valores que precisamente la música defiende.

Sigo admirando a este director llamado Gustavo Dudamel maduro por trayectoria y genio aunque postura «inmadura» e inexplicable para muchos de sus seguidores, pero el tiempo, espero que no mucho, resolverá interrogantes ahora sin respuesta. La propina sin batuta (1) y tan solo con la cuerda alemana resultó el bálsamo a tensiones primaverales.

Duro para el bolsillo melómano

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Antes se hablaba de «la cuesta de enero» pero en plena crisis y como escuchaba hace poco a una sufrida madre pagando libros de texto ¡de segunda mano!, todo el año es una cuesta sin fin, y ríanse ustedes del Angliru.

Supongo que debemos estar todos parecidos porque sube todo menos los sueldos, y en este mes de septiembre me toca pasar por la taquilla del Campoamor (¡menos mal que no tengo hijos ni hipoteca!) para pagar mis dos abonos habituales, tras ir quitándome muchos otros (Sociedad Filarmónica, Ópera de Oviedo de la que fui «pionero» en el abono de la segunda función -ahora hay incluso cinco-, Festival Lírico, Zarzuela…) y es que el sueldo de profe no da para tanto, teniendo uno que priorizar, amén de cortar salidas a otros conciertos cercanos (aunque sean en coche con sus peajes y subidas de gas-oil), vacaciones más cortas y en casa, con un cinturón cada vez más apretado que tendremos que cambiar por tirantes ante la ausencia de más agujeros.

No me voy a quejar del desembolso de 664€, aunque sigue siendo una barbaridad, pues en la capital del Principado los precios sigue siendo más bajos que en el resto de España (y doy fe de ello) pese a coincidir muchos programas y artistas en gira por la piel de toro, en parte porque la PPodadora cultural no está tan a flor de piel como en otras plazas, manteniendo Asturias subvenciones (¡qué no falten!) y patrocinadores (¡un monumento a ellos!) a la espera del tan largamente prometido «mecenazgo cultural«, y con protesta musical sinfónica el próximo día 23 de septiembre. Incluso se nos permitía pagar en veces para hacer más llevadero el susto, que comparado con abonos de equipos de fútbol y dividiendo el importe total entre los partidos, a la larga resulta incluso rentable: tienes siempre la misma butaca y asegurados los encuentros importantes sin que nos castiguen con un «día del club» donde tienes que volver a pasar por taquilla. Bendito dinero de plástico que permite a uno reorganizar la maltrecha economía doméstica.
Agradecer a mi querida OSPA, además de 22 años de «matrimonio», que para esta temporada sólo haya subido 50 céntimos, pues si el Gobierno saca pecho por unos pocos parados menos, tenemos que ser como el anuncio aquél del «granito a granito». Así pues 200€ el abono en butaca no es tan caro para los 14 conciertos de la temporada, segunda del búlgaro Rossen Milanov al frente y con programación en la línea de seguir con repertorios de siempre (la Militar de Haydn, Segunda de Schumann, una Séptima de BeethovenMahler con su Quinta cerrando temporada) junto a estrenos (el Concierto para guitarra de Leshnoff) y obras menos programadas (de Pärt o Benet Casablancas), atendiendo naturalmente los centenarios de Wagner, Verdi y Britten, del que destacaré el War Requiem del 22 de noviembre con los Coros de la FPA, dentro de una programación bien pergeñada con el lema «Música y guerra» (vuelve a colaborar la Universidad) a la que se sumará la continuidad de los grandes ballets (Pájaro, Lago y Cenicienta el 15 de noviembre), con directores conocidos (vuelven Lockington, Benjamin Bayl o Perry So entre otros) y solistas de primera (Manuel Barrueco, Kirill Gerstein, Renaud CapuçonDaniel Müller-Schott entre otros). También destaca la decidida apuesta didáctica del maestro Milanov con el segundo año del programa «Link Up» que creemos y queremos repita el éxito anterior de «La orquesta se mueve», este año probablemente «La orquesta canta». Espero seguir contando cada uno de los programas y agradeciendo las lecturas. Habrá alguna novedad más como el programa «Avanti«.
Evidentemente nos quedaremos «huérfanos» de OSPA los títulos en el foso de la Ópera de Oviedo donde vuelve mi «candidato favorito» Guillermo García Calvo nuevamente con Wagner, pero seguiremos con la esperanza de la Primitiva, las transmisiones televisivas gratuitas o esperaremos las entradas de «última hora» que resultan más llevaderas. A los programas extraordinarios espero asistir también aunque «el principesco» siempre inaccesible para el vulgo deba conformarme con el ensayo general, perdiéndome el Réquiem verdiano en Covadonga del próximo 28 de septiembre por compromisos ineludibles fuera de Asturias.
Reflejar la campaña abierta de micromecenazgo y beneficios con el «Club OSPA» que va desde 75€ en el formato «Andante» a los 500€ del «Vivace», incluyendo invitación a un acontecimiento especial ofrecido por el Maestro Milanov. Todo sea por captar fondos ¡de quien los tenga!.
A la vista de mis gastos y por proponer, me postulo abriendo la campaña «Adopte a un melómano» que asegura comentarios en su Blog, Twitter, Facebook, Instagram y lo que haga falta…
Las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» y los «Conciertos del Auditorio» que organiza el Ayuntamiento de Oviedo se llevan el grueso del gasto, abono conjunto de 434€ para 20 conciertos dan una media de 27,10€ para cada uno, lo que resulta ¡barato! comprobando algunas figuras y precios para localidades sueltas. Queda como «Día del Club» el de la O. S. de la Radio de Baviera con mi idolatrado Dudamel al frente el 7 de abril de 2014, cual partido de Champions en que los socios tenemos precio especial de 30€ en nuestra misma localidad.
Ahí está el total de los 664€ porque las matemáticas no fallan, claro que el plantel lo merece y voy con pinceladas: Eugeny Kissin, Maria João Pires, «San Sokolov«, Horacio Lavandera o Javier Perianes con el Cuarteto Quiroga para los aficionados de las 88teclas, Gidon Kremer, Suzuki con el Bach Collegium Japan, Kent Nagano al frente de «su» Sinfónica de Montreal, Esa-Pekka Salonen con la Filarmónica de la Scala (esperando acuda a la cita) o Ton Koopman y sus 35 años al frente de la Amsterdam Baroque Orchestra para los sinfónicos completos, sin olvidarnos los amantes de la lírica de Elina Garança e inseparable consorte llanito Karel Mark Chichon, y el enorme, en todos los sentidos, Thomas Hampson, dos regresos a Oviedo que seguramente llenarán el auditorio (otra razón para el abono), sin olvidarnos otro taquillero como Michael Nyman, sólo para hacerse una ligera idea y donde también tendremos otras figuras nacionales e internacionales que harían prolijo el relato aunque quiera reflejar la unión de dos formaciones que me tienen ganado hace años: Forma Antiqva y El León de Oro el 31 de marzo con una «Pasión según San Juan» de Bach que espero como agua de mayo en Cuaresma. Conti y la OvFi tampoco faltarán en varios conciertos, completando un abono en primera división.
Quedan también algunas entradas sueltas ya adquiridas para la ópera carbayona donde no puedo faltar al Don Pasquale (19 de noviembre, 2ª función) que cantará mi querida Beatriz Díaz (62€ en Anfiteatro) o un Don Giovanni joven con mi admirado tenor cordobés Pablo García López… pero aún toca esperar.

En septiembre no tendré mucho directo aunque siempre hay discos y DVDs por refrescar e incluso comentar. Aquí seguiremos al pie del teclado…

Dudamel desde Viena al mundo

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Martes 1 de mayo, 11:00 horas. Escuela Española de Equitación, Viena. Concierto de Europa 2012 de la Orquesta Filarmónica de Berlín, Gautier Capuçon (cello), Gustavo Dudamel (director). Obras de Brahms, Haydn y Beethoven. Retransmisión en directo desde RTVE (La2) y diferido en Medici.TV el día 2 de mayo, 20:00 horas. Director de la emisión: Henning Kasten.

No hay mejor forma de comenzar el mes que con este concierto emitido para Europa (hace años pasó por Madrid) y después al resto del mundo con intérpretes y obras conocidos, Dudamel al frente demostrando, por si todavía hay dudas, que puede con todo y de memoria (¡qué cabeza tiene!), haciendo historia al frente de una orquesta que cumple 130 años y que ha invitado para su gira incluyendo este «Concierto de Europa» al venezolano ¡por algo será!.

Sigue contagiando alegría a toda formación bajo su mando (incluso a los germanos), dejándonos versiones para recordar y manteniendo su humildad al huir de los aplausos para él. Los valores humanos que transmite son aún mayores que los musicales, y en estos tiempos con apenas 31 años cumplidos y todo lo que ya lleva tras de sí este Acuario, es de admirar.

El concierto lo abría J. Brahms y su Variaciones sobre un tema de Haydn en SIb M, Op. 56a, plenitud sinfónica en una formación que sigue sonando única, perfecta en todos sus músicos, con una dirección clara que se amolda al «estilo» tanto de la obra como de los artistas a los que conduce.

Abría boca para el clásico F. J. Haydn y su Concierto para cello en DO M, Hob. VIIb: 1 con Gautier Capuçon de solista (al que también disfrutamos en Oviedo). Obra de referencia en su repertorio, Dudamel volvió a demostrar lo gran concertador que es dejando al francés marcar «tempi» y fraseos que los berlineses arroparon y compartieron a la perfección desde el Moderato inicial, con toda la musicalidad del hermosísimo Adagio, donde la cuerda alemana suena única, y la fuerza del Allegro molto, como digo en estos casos, haciendo importante la partitura sobre los intérpretes, porque ahí queda para su disfrute, empaste perfecto orquesta y solista con ese cello de sonido irrepetible (independientemente de la toma de sonido especialmente clara), con un movimiento realmente «muy rápido» y otra delicia interpretativa viendo cómo Dudamel llevaba de la mano a todos ellos.

Para finalizar este concierto de aniversario ¡qué decir de Beethoven y su Sinfonía nº 5 en Do m, Op. 67! con tantísimas versiones grabadas y escuchadas en vivo. La interpretación vienesa nos devuelve al Dudamel concentrado en una orquesta que tiene al de Bonn en sus venas, con una versión ceñida al papel, dinámicas increíbles y detalles de maestro como el final del Allegro con brio frenando un poco el tempo inicial, un Andante con moto ajustadísimo y totalmente lírico, y un tercer movimiento casi erguido como protagonista, pletórico, rotundo, por momentos contenido para ir en transición al último Allegro, atacando más ligero el primer compás para retomar en el segundo el tiempo justo, apenas un rubato en el sitio exacto para marcar diferencias en una obra que parecía no tener más aristas por descubrir hasta que llegó el tallador de diamantes venezolano, y un final acelerando hasta el éxtasis sonoro de la Filarmónica de Berlín. Únicos.

Disfruté tanto el martes que este miércoles lo volví a escuchar dos veces más. No digo que lo grabé por si hay denuncias… las fotos las fui sacando durante el tercer visionado.

Bien por la televisión pública (de momento) española con los siempre sabios comentarios de José Luis Pérez de Arteaga, una realización de primera por parte de profesionales que no sólo dominan la imagen sino las obras a escuchar (así deberían ser todas) y por supuesto a Medici.tv por permitir disfrutarla gratis en su línea de promoción de su canal, de la música clásica, más intentando captar suscripciones para otros conciertos «de pago». La calidad de transmisión por internet es impresionante (en un iMac© con pantalla de 21,5″ una auténtica gozada) y la oferta ideal para cualquier melómano (sinfónico, camerístico, operófilo…).

Por seguir con Beethoven, muy recomendable también la Misa Solemne con Harnoncourt y la Concertgebouw de Amsterdam (con Haitink hay una Novena de Mahler también para saborear).

El día 2 de junio emitirá por segunda vez desde L’Auditori de Barcelona, a partir de las 19:00 horas, a la OBC con su (nuestro) titular Pablo González al frente dirigiendo el cierre de temporada a Mahler (La Canción de la Tierra) y Toldrá (La rosa als llavis). Habrá que conectar el ordenador: la radio en estos casos sabe a poco.

Dudamel siempre es mucho

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Jueves 29 de marzo, 20:00 horas. Oviedo, Conciertos del Auditorio. Göteborgs Symfoniker, Gustavo Dudamel (director). Obras de R. Strauss y Haydn.

Sin reponerme todavía del impacto humano además del musical que supuso la tercera visita a Oviedo de esta figura mundial que es Dudamel, se me hace difícil contar todas las sensaciones que fueron muchas e intensas.

Con la Huelga General amenazando el concierto más esperado de la temporada, abriendo la Sala Polivalente como en las grandes ocasiones, el ambiente desde las siete de la tarde en los alrededores presagiaba el acontecimiento musical del año capaz de despejar miedos y dudas. La orquesta sueca pondría el listón tan alto que no creo se supere, y eso que los franceses me dejaron boquiabierto.

El programa volvería a demostrar a los incrédulos -aún los hay- que el director de Barquisimeto contagia su vitalidad desde Los Ángeles hasta los países nórdicos de nuestra Europa, y su visión musical es la de su tiempo, el siglo XXI, con un repertorio en la cabeza (¡qué memoria tiene!) capaz de afrontar todo el Mahler sinfónico en dos meses y dar el salto a Europa para dejarnos no ya al coetáneo del bohemio sino un clasicismo tan vital y claro como romántica la Séptima de Beethoven en su primera visita asturiana en 2008 con «La Bolívar», sin olvidar la esperada Resurrección de los Premios Príncipe de Asturias que colmó todas mis expectativas de convertirme casi en su apóstol. El refrán dice que «no hay dos sin tres» y pidió una espicha con sidra en el mismo «llagar» de entonces que recordaba con todo detalle (me consta que Magda Nieves también), pues tiene para todo la misma facilidad y capacidad. Emocionante estrechar su mano al final del concierto y lástima no tener tiempo para contarle la historia de la foto que me firmó, realizada por mi querido Osvaldo Burgos en 2009 a quien precisamente Gustavo Dudamel cruzó y unió nuestras vidas, llegando a compartir su debut en Los Ángeles por internet a ambos lados del Atlántico con el Mahler del máximo exponente y embajador mundial de «El Sistema» desde la Costa Pacífica. Todos queríamos saludarle, felicitarle por un concierto inolvidable, atendiéndonos con la amabilidad y grandeza de los genios que en la distancia corta son sencillos, humanos y asequibles sin perder nunca el habitual gesto humilde, escondido para los aplausos siempre dedicados a sus músicos, imantados por esa grandeza de espíritu, capaz de girarlos para devolver gratitud al público que les escuchó de espaldas. Son los detalles que alegran la vida de esa legión de seguidores de Dudamel, fieles como él lo es a sus orígenes.

De la música escribirán mucho plumas expertas a lo largo de esta gira que arrancó en Lisboa, siguió por La Coruña, «parada y fonda» en Oviedo, para continuar en Murcia y Madrid cerrando este intenso mes de marzo. Vitalidad con la maestría de quien respira arte por todas partes.

Don Ricardo Strauss escoltaría a Papá Haydn, y cada obra nos elevaría más y más. El Don Juan, Op. 20 era el perfecto arranque del concierto, una orquesta potente, equilibrada, con una cuerda sobrecojedora e impactante, unos solistas de primera, sin olvidar al concertino Per Enoksson capaz de conquistar al oboe delicado de Mårten Larsson cual «Donna Anna» y la trompa femenina de Lisa Ford «Zerlina«, rememorando al Mozart que Strauss tanto amaba y dirigió en la Viena dorada de finales del XIX donde Mahler también tendría su lugar aunque sin haber llegado su tiempo. Magisterio instrumental de la partitura, contraste y «equilibrio entre gravedad y ligereza» que apunta Manuel González Cuervo en las notas al programa, escultura del Comendador tallada en mármol para ir rodeándola y descubrir con Dudamel aristas y brillos, rugosidades y claroscuros hechos música.

La Sinfonía nº 103 «Redoble de timbal» en MIb M., Hob. 1/103 de Haydn mantuvo el espíritu vienés con un enfoque detallado, minucioso, búsqueda de colores y timbres desde el primer redoble en timbales de cobre usados para acallar toses (¡y lo logró!) y nuevamente una cuerda indescriptiblemente bella del Adagio – Allegro con spirito que el director venezolano talló más que con cinzel puliendo cada centímetro, paso al vivo sin gestos grandilocuentes que parecen diluirse poco a poco pero consiguiendo igualmente contagiar su ideal interpretativo a una orquesta sueca de alabastro en el Andante più tosto allegretto, con dinámicas increíbles en todas las secciones, como seda para el Menuet pero broncínea en el Finale: Allegro con spirito. Claridad en todas y cada una de las familias orquestas, notas como perlas para una obra que no debe faltar en el repertorio de toda orquesta y director volviendo con esta frescura que limpia pulmones y oídos entre la opulencia romántica, magisterio, sobriedad y poso en una batuta que con 31 años es capaz de afrontar sin complejos al padre de la sinfonía. Como bien escribe María Sanhuesa en las notas al programa para esta obra, «Haydn se inspiraba en unas tierras para triunfar en otras», pudiendo hacerlo extensivo al barquisimetano.

Y para la segunda parte un nuevo bloque para tallar por el escultor Dudamel, piedra angular el Also sprach Zarathustra, Op. 30 con cambio de concertino (Sara Trobäck Hesselink) pero nuevo derroche de calidad en toda la orquesta, incluyendo un órgano «sintetizado» que no quitó un ápice de consistencia tímbrica al conjunto desde el cinematográfico prólogo con unos metales empastados y potentes de afinación perfecta y buen gusto interpretativo, sabedores de la exigencia por el detalle del director venezolano. Contrastes totales llenos de detalles, escultura sonora que iba tomando forma, asistiendo al trabajo en directo de moldear sonidos uno a uno. Si el tema de Nietzsche es el combate entre afirmación y negación, triunfó la primera a lo largo de los seis capítulos siguientes tan sólo rotos antes del último suspiro por el sabidillo de turno que rompió la magia al precipitarse con un bravo no por merecido totalmente fuera de lugar sin esperar la bajada de brazos ni saborear el aire perfumado del acorde final, como un puñetazo tras el éxtasis de todo este enorme poema sinfónico que la orquesta sueca desgranó a la perfección magistralmente conducida por un Dudamel General con mando en plaza. Volví a entusiasmarme con la cuerda y la calidad global de esta formación en todas y cada una de sus secciones (reconozco la fama que la precede y que las grabaciones que tengo apuntaban), enamorado de la concertino (¡qué Das Tanzlied nos brindó!) y de unos solistas seguros, atentos al discurrir musical que Don Gustavo contagia, irradiando confianza en cada nota y alcanzando unas cotas interpretativas en todo lo que dirige creo que inalcanzables. Tardaremos en olvidarlo y le pedí que vuelva pronto a Asturias, convencido apóstol de su palabra hecha música.

No conté las veces que tuvo que saludar el maestro venezolano, siempre entre sus músicos, y la propina no se hizo esperar: el «Intermezzo» de Cavalleria Rusticana (Mascagni) sonó a gloria, nuevo derroche de musicalidad y maestría que incluso algún vecino de localidad no reconoció pese a la cercanía en la memoria musical -también de regalo- el día de Midori con la OvFi y Conti. Creo que la cuerda sueca quedará grabada en el subconsciente de los melómanos asturianos y el gesto contenido de Dudamel sacando tanta música de ellos un nuevo escalón para una carrera que todos esperamos sea larga para poder asombrarnos en cada concierto suyo.

Gracias Dudamel.

P. D. La prensa asturiana recoge el evento: Aurelio M. Seco en LVA, Ramón G. Avello en El Comercio, y Javier Neira en LNE, comentando el «tortuoso viaje» hasta el Auditorio.