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Lorca en el CIMCO

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Jueves 18 de diciembre, 19:30. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo. CIMCO, “Lorquiana”. Ana María Valderrama, violín – David Kadouch, piano – Cris Puertas, actriz. Obras de: Poulenc, A. Terzian, Debussy, Falla y García Lorca.

(Reseña rápida escrita desde el el teléfono para LNE de viernes 19,  con el añadido de fotos propias, los enlaces –links– enriquecedores, y la tipografía más colores que la prensa no refleja)

Clausura de la actual edición del Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO) con el dúo que forman la violinista madrileña Ana María Valderrama y el pianista francés David Kadouch, con un programa en torno a la figura de Federico García Lorca, que ya pude disfrutar en Granada durante el último Festival Internacional de Música y Danza. Su repertorio ya lo han llevado igualmente al disco (que vendían al finalizar el recital), y por el que han recibido el galardón al mejor álbum de música clásica en 2024 por la Academia de la Música Española.

Tras la presentación de Cristina Gestido, la velada se abriría con la «Sonata para violín» FP 119 de Poulenc, gran admirador de Lorca y dedicatario de la misma, intensa, evocadora, lunática llena de luz como el poema interpelado por Cris Puertas.

De la argentina Alicia Terzian (Córdoba, 1 de julio de 1934) llegaron aires tan franceses como los porteños, dos de los «Tres retratos» del Libro de Canciones de Lorca, canto y piano -1954/6-  («Verlaine» y «Debussy»), compenetración musical y poética más allá de las palabras, eterno universo lorquiano.

Seguimos afrancesados y cosmopolitas con el Debussy de su «Sonata para violín y piano» en tres movimientos y poesía interpretada, la luciérnaga de Lorca viva en el verso iluminado por Valderrama y Kadouch, colores caleidoscópicos; acequia, ranas o estrellas protagonistas vestidas de pentagramas a dúo con el fluido impresionismo musical teñido de cante y encanto (Fantasque et léger) reconocido desde postales enviadas a D. Claudio en maravillosa interpretación plena de complicidades.

Lorca, Granada y Falla, terna indivisible como la poesía y el canto de violín y piano, campanas de amanecer en Granada, ímpetus y sonoridades grandiosas canalizados en el arreglo de Kreisler sobre la «Danza española» de La vida breve, con un impresionante despliegue técnico y toda la hondura nazarí.

Breve pausa antes del homenaje y protagonismo absoluto de Federico, músico antes que poeta, con cinco de sus canciones populares por él armonizadas, en espléndido arreglo muy actual de Alberto Martín Díaz junto a la palabra proyectada en la piedra: «Nana de Sevilla«, «Los reyes de la baraja«,  «Zorongo«, «Las tres hojas» y «Las morillas de Jaén», más el regalo de “Los cuatro muleros”. Lírica popular sin palabras, sin voz o guitarra pero con el mismo canto sentido del violín y el piano que nos hicieron “tararear” en silencio junto a estos dos intérpretes inmensos de talla universal… Lorquianos eternamente.

PROGRAMA:

F. POULENC: Sonata para violín, FP 119 (dedicada a F. García Lorca)

I. Allegro con fuoco

II. Intermezzo

III. Presto tragico

ALICIA TERZIAN: Tres retratos (selección)

I. Verlaine

II. Debussy

C. DEBUSSY: Sonata para violín

I. Allegro vivo

II. Intermède. Fantasque et léger

III. Finale. Très animé

M. DE FALLA: La vida breve: Danza (Arr. F. Kreisler)

F. GARCÍA LORCA: Selección de canciones (Arr. Alberto Martín)

I. Nana de Sevilla

II. Los reyes de la baraja

III. Zorongo

IV. Las tres hojas

V. Las morillas de Jaén

VI. Los cuatro muleros

Siempre la Granada de Lorca

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Martes 2 de julio, 20:00 horas73º Festival de GranadaCentro Federico García Lorca | Música de cámara / #Universo LorcaAna María Valderrama (violín), David Kadouch (piano)Lorca: in memoriam. Fotos de ©Fermín Rodríguez.

El dúo de violín y piano formado por la madrileña Ana María Valderrama y el francés David Kadouch presentaban parte de su último disco «Lorquiana» en el mejor sitio para ello como es el Centro Federico García Lorcauna tarde que congregó a un público entregado para disfrutar de la música que siempre une a Lorca con su Granada, con Valderrama recitando el poema «Fábula y rueda de tres amigos» de Poeta en Nueva York, preámbulo de su muerte y perfecta introducción a un interesante recital.

La web de este concierto titulaba el evento como «A Lorca en un violín», primero de los recitales del «Universo Lorca», parte de un trabajo discográfico IBS Classical con obras muy vinculadas al poeta granadino, y que la doctora granadina Torres Clemente en sus notas al programa (cedidas por la Fundación Juan March) nombra como Lorca: in memoriam, de donde iré citando fragmentos, y es que Granada respira Lorca por todas partes y su muerte lo volvió en eterno: «Desde aquella funesta madrugada de agosto de 1936 en que Federico García Lorca fue asesinado, el mundo no ha cesado de llorar su pérdida. Las muestras de dolor y las condenas por su muerte han inspirado cientos de poemas que denuncian la sinrazón desde diferentes latitudes. Ahí quedan los versos de Antonio Machado («…Que fue en Granada el crimen / sabed –¡pobre Granada!–, en su Granada»), o el planto de Rafael Alberti («No tuviste tu muerte, la que a ti te tocaba»), como ejemplos de tantos homenajes in memoriam que, contradictoriamente, han contribuido a mantener muy vivo su recuerdo. También los músicos, tan próximos al poeta, le han dedicado infinidad de elegías, firmadas desde cualquier rincón del planeta y renovadas sistemáticamente. Tal legado evidencia un hecho: Lorca ha trascendido por su genialidad artística, desde luego, pero también como símbolo de libertad y resistencia».

El programa, como el disco, comenzaba con  la Sonata que Poulenc le dedicó (póstumamente) a Lorca en 1943. El compositor francés tuvo dificultades para rendir homenaje a García Lorca por considerar que su música no estaba a la altura del agasajado, y aunque no quedó contento con el resultado, logró honrar su memoria con esta Sonata para violín y piano, que compuso durante la Segunda Guerra Mundial en la Francia ocupada, por lo que «Escribir sobre el poeta español fusilado por los fascistas era una forma clara de expresar su oposición a los regímenes totalitarios. Implícitamente, además, los estudiosos han querido ver en esta sonata una denuncia por el clima de homofobia que sufrieron tanto Poulenc como Lorca, ambos pioneros en la asunción pública de su homosexualidad». El dúo Valderrama-Kadouch afrontaron la sonata con ímpetu, puede que el piano demasiado presente al que no hubiera venido mal bajar la tapa acústica, pero los tres movimientos (Allegro con fuoco – Intermezzo. Très lent et calme – Presto tragico) fueron «in crescendo» en entrega y pasión (incluso el público aplaudió el «fuego» del primero, quiero pensar que por la emoción transmitida…) en una obra ecléctica en estilos o referencias, casi un poema sinfónico donde ir escuchando una tragedia conocida pero también donde el Intermezzo está encabezado con los primeros versos de «Las seis cuerdas de la guitarra» -del Poema del cante jondo– y con guiños a Falla, Albéniz, el flamenco y hasta un canto fúnebre muy cromático, característico de la obra coral del propio Poulenc.

Ana María Valderrama haría de presentadora de la siguiente obra, el arreglo que Fritz Kreisler haría de la conocida Danza de La vida breve de Falla, obra que todo violinista suele incluir en su repertorio y que esta vez guardaba relación con esta «Lorquiana» hispano-francesa. De nuevo un piano muy fuerte pero bien encajado con un violín al que faltó presencia pero derrochó musicalidad.

Lo original de esta propuesta sería la Sonata en do mayor del venezolano radicado en París Reynaldo Hahn, más conocido por sus canciones, que escribió en 1926 esta obra en tres movimientos en cierto modo con recuerdos a la música de Fauré. Escribe la doctora Torres Clemente que «A primera vista, pudiera parecer que entre García Lorca y Reynaldo Hahn no hubo nada en común, pero lo cierto es que son muchas las circunstancias que los unen. Ambos sintieron esas vocaciones cruzadas: si el primero se declaró fiel admirador de la música, el segundo aseguró emocionarse exclusivamente en el teatro, por mediación de las palabras: «Una frase musical me encanta y me deleita, pero nunca me conmueve», escribió al pianista Édouard Rissler. Ambos compartieron también su facilidad de palabra, su simpatía personal y su espíritu centelleante, lo que hizo de ellos excelentes oradores; y ambos exteriorizaron su homosexualidad en un momento en que esta condición continuaba reprimiéndose con violencia, al tiempo que se intentaba ensalzar con dignidad (…). Su lenguaje lírico mantiene anclajes con el Romanticismo, y en particular con la conocida sonata de César Franck; pero el elogio al motor de un automóvil que plantea en el movimiento central de la obra –subtitulado «12 CV; 8 cilindros; 5.000 revoluciones»– lo conecta con las vanguardias, que vieron en la máquina una metáfora de la modernización». Presentada por David Kadouch quien incluso describió cada movimiento, donde el motor Veloce levantó aplausos al finalizar, e incluso comparar el último Modéré, très a l’aise au gré l’interprète con un soñado encuentro entre Mozart y Edith Piaf que supone una visión personal de esta sonata muy efectista para los dos intérpretes.

Personalmente lo que me encantó fue el final con una selección de las Canciones populares españolas  recogidas y armonizadas por el propio García Lorca en una excelente transcripción para este dúo a cargo de Alberto Martín (1980), encargo de los propios intérpretes, que está en el disco aunque el directo siempre es único. Con unos interludios bellísimos, un piano actual rítmico, de armonías contemporáneas con todo el respeto y reconocimiento de esas canciones, que algunos tarareaban por lo bajo, sería el violín la voz cantante igualmente rica en la técnica, la expresividad y notándose que trabajar para grabarlo supone un plus de entendimiento y maduración de un proyecto que en la Granada de Lorca tenía el mejor escenario (mi admiración por el guitarrista, compositor y arreglista, presente en la sala). Para quienes pueden escuchar el disco disfrutarán como yo de estas seis canciones, de las que difícil elegir pero una sentida Nana de Sevilla, el impactante Zorongo, o Los cuatro muleros muy actuales en el lenguaje de Martín que levantaron al público del «Centro Lorca» incorporándose al final un cajón que fusiona con el flamenco lo popular y lo «clásico» en una visión de nuestros días.

La propina, también incluida en el disco, Verlaine último de los «Tres retratos» que la argentina Alicia Terzian (Córdoba -Argentina- 1934) escribió en su «Libro de Canciones de Lorca». Si el francés no necesita palabras, Lorca las inspira y el dúo Valderrama-Kadouch las destiló de nuevo al pentagrama en esta presentación de su reciente trabajo discográfico.

PROGRAMA

Francis Poulenc (1899-1963):

Sonata para violín y piano, FP 119 (Dedicada a Lorca. 1943, rev. 1949):

Allegro con fuoco – Intermezzo. Très lent et calme – Presto tragico

Manuel de Falla (1876-1946) / Fritz Kreisler (1875-1962):

Danza española nº 1, de La vida breve (arreglo para violín y piano de Fritz Kreisler, 1926)

Reynaldo Hahn (1874-1947):

Sonata para violín y piano en do mayor (1926):

Sans lenteur, tendrement – Veloce – Modéré, très a l’aise au gré l’interprète

Federico García Lorca (1898-1936) / Alberto Martín (1980):

Selección de canciones (arreglo para violín y piano, 2022):

Nana de Sevilla

Los reyes de la baraja

Zorongo

Las tres hojas

Las morillas de Jaén

Los cuatro muleros

La excelencia de sumar piano y cuarteto

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Jueves 28 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano Luis G. Iberni. David Kadouch (piano), Cuarteto Quiroga. José Ramón Hevia, in memoriam. Obras de: F. Chopin, Clara Schumann, A. Ginastera y R. Schumann.

Buen arranque de las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» con el francés David Kadouch (Niza, 1985) al que se sumaría el Cuarteto Quiroga (2003) en plena mayoría de edad para rendir el merecido homenaje a su «inspirador» y apoyo constante, mi querido José Ramón Hevia, siempre en nuestra memoria, padre de Aitor y David, que este jueves se hubiera «quitado el sombrero» orgulloso de este concierto en nuestro auditorio, el mismo que va retomando la (a)normalidad de toses, móviles, objetos caídos, aforos ampliados, programas de mano en papel, descansos y mascarillas varias.
Nada mejor que comenzar escuchando a Frédéric Chopin (1810-1849) y sus tres Nocturnos op. 9, que Kadouch afrontó desde la elegancia e intimidad del primero, la delicadeza nostálgica del famoso segundo y la auténtica explosión romántica del tercero, tres planetas sonoros en un mismo universo que fueron acercándose en ese firmamento pianístico que sigue siendo necesario tanto en las filarmónicas como en los grandes auditorios.
Y reivindicando el papel de las mujeres compositoras, buena idea incluir a Clara Schumann, o mejor Clara Wieck (1819-1896) con el apellido real, quien en sus Variaciones sobre un tema de Robert Schumann, op. 20 no solo domina la obra de su esposo sino que la reelabora como excelente intérprete que fue, con un Kadouch esculpiendo el sonido claro, la digitación limpia y los pedales certeros en unas variaciones que fueron las estrellas del cielo pianístico.
Reubicando el escenario llegaría a continuación el Cuarteto Quiroga (Premio Nacional de Música 2018) con el gran Alberto Ginastera (1916-1983)  y su Cuarteto de cuerda nº 1, op. 20 (1948) demostrando de nuevo la excelencia interpretativa en este repertorio (grabado en su CD Terra) que saca a relucir tanto los recursos de cada instrumento como la necesaria compenetración de sus miembros afrontando esta maravilla del compositor argentino. Es maravilloso comprobar el sonido cuidado, la sonoridad única, el ímpetu y entrega en cada uno de los cuatro movimientos (I. Allegro violento ed agitato II. Vivacissimo
III. Calmo e poetico
IV. Allegramente rustico
) donde todo está encajado al milímetro, pulsión única pese a las dificultades que conlleva por los cambios de compás, ritmos enloquecidos y dinámicas asombrosas que «el Quiroga» lleva a la excelencia. Como escribe Arturo Reverter en las notas al programa (enlazadas al inicio en las obras) de este cuarteto del compositor porteño, «encontramos el espíritu estilizado -un factor folklórico subyacente- que habíamos anotado…» entendido a la perfección por estos cuatro intérpretes únicos (Aitor Hevia, Cibrán Sierra, Josep Puchades y Helena Poggio) que siguen ampliando horizontes en un repertorio ideal.
Y sumar el piano al cuarteto no resulta cinco sino UNO, inmenso, «experimento camerístico» de visión sinfónica como es el Quinteto para piano y cuerda en mi bemol mayor, op. 44 de Robert Schumann (1810-1856). Importante para el Cuarteto Quiroga encontrar pianistas que respiren como ellos, enriqueciendo sonoridades, latido único en esta formación donde la calidad se da por supuesta y la musicalidad es el toque de distinción. David Kadouch encajó a la perfección con el espíritu interpretativo de este Schumann que homenajea a Beethoven, a Schubert e incluso a Mozart, tal y como disecciona Reverter el quinteto para piano y cuerda. Cuatro movimientos (I. Allegro brillante II. In modo d’una marcia. Un poco largamente III. Scherzo: Molto vivace IV. Allegro ma non troppo ) que exploran formas y fondos, momentos líricos y concertísticos de protagonismos compartidos, conjunción y ejecución a cinco sonando en total y certera unidad, con balances cuidadísimos, fraseos impecables y entrega apasionada.
De regalo no podía faltar el Shostakovich al que José Ramón Hevia admiraba y hasta compartía carácter socarrón e incluso humorístico, músicos de largo alcance, dedicación y bonhomía, como recordaba Cibrián Serra en la dedicatoria previa. El irrepetible ruso que tanto Kadouch como «los Quiroga» tienen en sus atriles individuales, esta tarde aunados en feliz encuentro para el Scherzo de su Quinteto en sol menor, op. 57, resposado y repasado,  pero especialmente dedicado y delicado.