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Hipnotismo relajante

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Martes 25 de noviembre, 19:45 horas. Teatro Filarmónica, Sociedad Filarmónica de Oviedo, concierto 16 del año 2025, 2.096 del año 119: Dúo Cassadó (Damián Martínez Marco, violonchelo – Marta Moll de Alba, piano). Hypnotik, obras de Bach, Kodály, Bloch, Glass y Pärt. Fotos propias y de la web del dúo.

Siempre hay que volver a la música de cámara como continuo aprendizaje para intérpretes y público, esta vez no muy abundante en el teatro de la calle Mendizábal, con el Dúo Cassadó que traía un programa «hipnótico» algo monócromo por las obras elegidas -que no por una iluminación relajante acorde con lo que iríamos escuchando-, y el estilo de una escritura que apuesta por obras de nuestro tiempo capaces de escapar de etiquetas, aunque se hayan calificado de «minimalistas», pero el objetivo de compartir la expresividad de todas ellas con una belleza y reflexiones siempre personales, se alcanzó en la hora abundante de concierto, más aún con la calidad de este dúo formado por Damián Martínez Marco al chelo (a quien ya pude escuchar en Oviedo en agosto de 2015 junto a la OFIL) y el piano de la canaria Marta Moll de Alba, dos intérpretes, divulgadores y docentes de amplia trayectoria. que siguen apostando por el repertorio de nuestros días, y además traían parte del Hypnotik ya grabado para el sello Warner Classics (del que son artistas exclusivos), por lo que el posterior rodaje tras el trabajo previo se notó, y del que el programa de mano -escrito por la pianista- nos cuenta:

«Está concebido como una experiencia personal, nos invita a conectar con lo más íntimo de nosotros mismos. Es un viaje musical en el que se pone de manifiesto la esencia del ser humano y la música minimal desde el barroco hasta nuestros días. La música minimal se asocia a la repetición, al éxtasis y al énfasis. Es un concepto musical donde los sonidos son utilizados en su mínima expresión. La repetición de las frases, la armonía y el pulso constante nos transporta a un universo donde conectamos con nuestra propia esencia».

Pero sería el Bach eterno quien abría programa con la Suite nº 3 BWV 1009 (de la que Martínez Marco ya nos regalase en el concierto antes citado la Courante). Entonces escribía que el inmenso Pau Casals , comentaba desayunarse cada día una de ellas  -«Beethoven es la pasión, Bach es la música completa»-, así que este tercera (cuyo enlace es la interpretación del catalán) nos la tomaríamos como una merienda del antes de compartir el resto del  programa con Marta Moll. Finalizada la escucha del concierto me reafirmo en mantener que Mein Gott es el «Padre de todas las músicas» y su aura se mantuvo en cada obra del programa. El sonido del cellista es rotundo, amplio, de digitación limpia, tempi adecuados y fraseos intensos. Destacar la hermosísima Allemande y la Gigue final con esos aires de gaita que parecen llevarnos al folklore hecho obra de arte.

Vendrían después el húngaro Zoltan Kodály (1882-1967) y su Adagio para cello y piano (1905), del que las notas al programa, dicen: «A lo largo de la historia, el ser humano ha tenido la necesidad de buscar respuestas a los misterios de la vida y los enigmas de la muerte. Gracias a la música podemos transportarnos a otra dimensión». El cello humano que canta arropado por un piano caminando en este viaje interior de El Cassadó, tranquilidad rota como un despertar tras la placidez de esta página donde se pueden intuir reflejos en un agua turbulenta antes de recuperar la respiración y la serenidad.

“La Vida Judía” («Jewish Life») del compositor suizo Ernest Bloch (1880-1959) «está inspirada en los cantos litúrgicos judíos. Es una obra que trata de captar el carácter del alma judía a través de una plegaria, una súplica y una canción judía» y en sus tres «versos» (PrayerSupplicationJewish song) es el cello quien transmite toda la intensidad de los cantos, glissandos o melismas -la «súplica» transmitiendo una sensación de rezo con el piano cristalino sustentando en tierra la espiritualidad contenida- más esa canción judía propia por todo lo que transmite de colorido interior y sonoridades amplias.

Dos compositores vivos y verdaderos iconos del llamado «Minimalismo» que con ellos se hace grande: primero el norteamericano Phillip Glass (Baltimore, Maryland, 1937) y su Metamorphosis Two (1988) para piano solo -de las cinco que la componen- inspirada en la obra literaria homónima de Franz Kafka, esta vez en arreglo para chelo y piano que engrandece esta enorme miniatura con la repetición mantenida en las teclas mientras las cuerdas exploran una melodía que no intuimos dónde nos llevará, registros extremos en ambos instrumentos, revoloteos cual monstruoso moscardón que aumenta las pulsaciones durante este tránsito sonoro hasta nuestras ignotas profundidades.

Este viaje, tal como lo describe Marta Moll, llegará a su destino de la mano del compositor estonio Arvo Pärt (1935) donde Spiegel im Spiegel «habla de un espejo infinito, una experiencia mística donde el tiempo y la eternidad están conectados. El compositor estuvo años sin componer estudiando música antigua y canto gregoriano. Al retornar a la composición su música cambió radicalmente y emergió un universo meditativo y sereno». Si la obra coral de Pärt es un remanso espiritual lleno de complejidades armónicas desde la siempre traicionera y aparente sencillez , esta obra amplía la sonoridad vocal al dúo Martínez Marco y Moll de Alba, luz pianística y cielo con aurora boreal chelística en otra plegaria por la paz tan necesaria en nuestros tiempos.

Y a continuación Fratres (1977), «Hermanos» compuesta para la también estonia orquesta de música antigua Hortus Musica, que pese a no estar en la grabación del dúo para Warner Classics, es «(…) una de las obras más significativas del compositor y nos traslada a un universo místico. Arvo Pärt utiliza el sonido para crear una escucha interna. Compara su música con la luz blanca que contiene todos los colores. Sólo un prisma puede revelar los colores que contiene la propia luz blanca y hacerlos aparecer. Ese prisma es el espíritu de los oyentes», una más de las muchas adaptaciones de esta música sin palabras, siempre luminosa desde el propio sistema compositivo del genio estonio, el Tintinnabuli, como en la anterior, para seguir transitando este viaje sonoro con un dúo bien hermanado que nos llevó a disfrutar de una tarde hipnótica y relajante.

El verdadero final del viaje sería la propina con homenaje, tanto a nuestro Falla (de quien celebraremos el próximo 2026 los  15o años de su nacimiento en Cádiz más los 80 de su muerte en el exilio argentino de Alta Gracia), como a nuestra tierra: esa Asturiana de las «Siete canciones populares españolas» que tantas versiones instrumentales ha tenido, y que personalmente la de chelo con piano es la más cercana a la voz mostrándonos cómo la belleza melódica no necesita de la palabra (la de nuestro Lorca patrio con el tamiz de mi tierrina: «Arriméme a un pino verde / me consoloba«), aunque siempre se enriquezca con la música, el minimalismo antes de definirse e innecesario hoy en día.

PROGRAMA:

J. S. Bach (1685-1750): Suite para violonchelo nº 3, BWV 1009 (Prélude – Allemande – Courante – Bourrées I y II – Sarabande – Gigue).

Zoltan Kodály (1882-1967); Adagio para cello y piano.

Ernest Bloch (1880-1959): From «Jewish Life»: Prayer – Supplication – Jewish song.

Phillip Glass (31 de enero de 1937): Metamorphosis Two.

Arvo Pärt (11 de septiembre de 1935): Spiegel im Spiegel – Fratres.

Sin descanso veraniego

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Jueves 13 de agosto, 20:00 horas. Festival de Verano Oviedo 2015, Auditorio Príncipe Felipe: Damián Martínez Marco (cello), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de Joaquín Martínez de la Roca (1676-1747), Schumann y Beethoven. Entrada: 6 €.

Los equipos de fútbol tras las breves vacaciones una vez finalizadas las competiciones y debiendo mantener el estado físico incluso fuera de la temporada, comienzan la preparación de la siguiente jugando partidos amistosos, triangulares e incluso torneos, lo que se llama la pre-temporada que sirve para dar minutos a los llamados reservas o jugadores de los filiales, engrasar el juego conjunto, probar fichajes, mejorar el entendimiento con el entrenador y todo lo que confluya en una competición de alto nivel a partir del inicio de lo que prefiero llamar Curso 2015-16.

Los músicos, como los deportistas, no tienen vacaciones nunca porque la exigencia es diaria y lo decía incluso el propio Casals: «Si un día no ensayo me lo noto yo , si son dos me lo nota el público«. Y las orquestas, al igual que los equipos, también necesitan su pretemporada, por lo que podemos tomarnos estos conciertos de la orquesta local con su titular cual dura preparación ante un intenso y nuevo curso escolar.

Pese a la coincidencia de actividades dentro de este festival carbayón para un desapacible jueves como los Bailes del Bombé o el espectáculo de danza «E Coreográficas Asturias ’15» en el Teatro Campoamor, que además eran gratis, el auditorio hoy de pago simbólico tuvo una excelente entrada y un comportamiento del público acorde a lo esperado. El programa elegido fue como enfrentarse a rivales de distinta entidad, con invitado de lujo y una OFil aún algo destemplada y falta del ritmo de partido, que fue calentando a lo largo de los noventa minutos «de partido» sin descanso, sentando en el banquillo a varios titulares, hoy Marina Gurdzhiya de concertino, cambiando posiciones pero dando minutos a los no habituales que reforzarán la plantilla más de una vez la larga temporada.

Dedicado a la memoria de la madre de Marzio Conti, fallecida el pasado martes 11, el concierto se abrió con el maestro sentado (sigue con problemas físicos, unidos a un estado anímico que no restó profesionalidad alguna) con una formación casi camerística para estrenar parte de Los desagravios de Troya del compositor zaragozano del barroco Martínez de la Roca aunque sin la presencia vocal pero a fin de cuentas música escénica en una comedia casi simbólica dentro de una producción mayormente religiosa, zarzuela de estilo italiano con protagonismo del trompeta principal Juan Antonio Soriano y donde no faltó el continuo a cargo de Bezrodny, página que recordó el auge de castrati como Carlo Broschi «Farinelli», un verdadero fichaje galáctico de Felipe V para la corte española de entonces. Buen calentamiento la música barroca española que no pasa de moda y debería ser más habitual en los conciertos porque hace afición y es agradecida siempre.

El plato fuerte vendría con el cellista Damián Martínez Marco en el muy escuchado Concierto para violonchelo y orquesta en la menor, opus 129 (1850) de Schumann, que puso sobre el césped los desencuentros a la hora de concertar de la plantilla, algunas entradas a destiempo sin llegar a la tarjeta, falta de tensión e implicación que se fue corrigiendo a lo largo de los tres movimientos sin pausa de una de las joyas escritas para cello y orquesta donde el solista apostó por sonoridades cercanas aunque fraseos menos claros, el Nicht zu schnell destemplado en todos, costando arrancar y coger ritmo, mejorando en el Langsam que siempre permite el lucimiento de la figura, arropado por un ya erguido Conti aunque los hermosos «pizzicati» estuvieron algo faltos de presencia, y el Sehr lebhaft con cadencia incluida que trajo mayor entendimiento, un buen «tiki taka» agradecido pero falto de contundencia sonora, dejando un resultado aceptable pero corto en expectativas.

Una figura como Damián Martínez no podía abandonar sin una propina a su altura, por lo que la «Courante» de la Suite nº 3 en do mayor, BWV 1009 de Bach era lo menos, tampoco muy sentida para una afición no habitual que disfruta siempre con estos regalos de talla.

El tramo final nadie mejor que Beethoven y la no muy escuchada Sinfonía nº 2 en re mayor, op. 36 (1803) manteniendo teorías sobre las pares e impares, pero ésta junto a la cuarta son casi rarezas poder encontrarlas en nuestros partidos caseros pese a la grandeza sinfónica ya pergeñada del genio de Bonn, que parece semejar en vigor y temperamento el Mozart de Don Giovanni, transición del Clasicismo al Romanticismo, apareciendo ya el «scherzo» que suplirá al «menuetto«, sinfonía par esta segunda bien entendida por Conti en plena forma y sin necesidad de papeles, exigiendo a todas las secciones que fueron de menos a más para rematar una intervención notable.

El inicial Adagio molto – Allegro con brio logró más seguridad en el viento (bien la flauta de Juan de Nicolás) que la cuerda, algo coja y afianzándose según va creciendo hasta arrancar el aplauso inesperado pero agradecido, síntoma de la emoción incontenida. El Larghetto es la elegancia de los movimientos lentos beethovenianos, dramatismo que orquesta y maestro transmitieron con buen gusto y sonoridades más equilibradas, pero aún sin garra. El Scherzo: Allegro sube la velocidad y exigencias a todos los músicos, centrados y con los músculos entonados, puede que todavía sin la intensidad del final de la temporada pasada pero convencidos, buscando luminosidad más que lucimiento con un tempo casi «allegretto» en pos de la seguridad. Y había que echarlo todo en el Allegro molto final, ritmo apoteósico y fuerza orquestal nunca vista hasta entonces, el Beethoven rompedor e innovador usando una forma no muy estricta de rondó, al fin los violines presentes dada la obsesión mostrada por el compositor en este movimiento, el trío de contrabajos al límite de intensidades desde el pianísimo, la frescura de las maderas con las trompas ya confiadas, verdadera entrega total y disciplinada a un Marzio Conti que se movió cómodo y confiado en esta perla cultivada llena de brillo.

Aún queda «pretemporada» pero el de hoy no fue entrenamiento ni pachanga, menos un amistoso con rivales inferiores, sino un partido exigente y primera toma de contacto con la realidad que se avecina. Plantilla y calidad hay para afrontar una larga y dura temporada.