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Carnavalesca Arabella

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Domingo 17 de noviembre de 2024, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Richard Strauss (1864-1949): «Arabella», Lyrische Komödie en tres actos, op. 79, con libreto de Hugo von Hofmannsthal. Estrenada en el Sächsisches Staatstheater de Dresde el 1 de julio de 1933. Producción del Aalto-Musiktheater Essen.

(Crítica para Ópera World del lunes 18 con el añadido de los siempre enriquecedores links, tipografía y fotos propias más de las RRSS)

Una ópera muy esperada en Oviedo el tercer título de la septuagésimo séptima temporada, que además de ser estreno en la capital del Principado, llegaba con el cambio de la inicialmente prevista Maite Arberola por la británico-canadiense Jessica Muirhead en el rol de Arabella, que ya interpretase precisamente en esta producción alemana del Aalto-Musiktheater Essen, lo que parecía augurar un éxito. En la línea de seguir apostando por nuevos títulos, no hubo lleno pero sí la “división de opiniones” habitual con los ya cansinos abucheos -cada vez menos- mezclados con tibios aplausos (algo extraño para los muchos forasteros que acuden al Campoamor) en la primera función de la Vetusta decimonónica, con tímidas ovaciones al final de la representación a cargo de los abonados habituales pero sin el triunfo esperable tras una representación globalmente plana, gris, deslucida pese a las buenas intenciones y trabajo de todos, que no convenció y hasta por momentos resultase anodina, por no decir soporífera, sobre todo los dos primeros actos, que en el descanso aún vaciarían más las butacas.

La puesta en escena de Guy Joosten y Katrin Nottrodt pretendía ser como dicen ahora “rompedora” o al menos provocadora, incidiendo en la esquizofrenia y decadencia de la Viena imperial de 1866 que se derrumbaba, usando elementos que incidieran conscientemente en la chabacanería y mal gusto de esta tragicomedia escrita por Hugo von Hofmannsthal a partir de sus “Lucidor” y “Le coche deben compte”, dos historias de falsedades y continuos disfraces en aquel eterno Fasching vienés, aunque hurtándonos del que debería ser el lucido “baile de los cocheros” para convertirlo en una cena de cumpleaños, solamente carnavalesca por las máscaras de cerdos que portaban los tres condes pretendientes, todo muy “marxista” en este “Hotel de los líos” como definió en el programa de mano la doctora María Sanhuesa, auténtica astracanada decadente donde hubo más teatro que canto, verdadero vodevil de figurines poco acertado: el casi protagonista vestido “azul acero” que debe lucir Arabella quedó reducido a una especie de guardapolvos sobre el camisón con el que aparece incluso antes del inicio musical; los condes pretendientes uniformado s igual, y el croata Mandryka más un cazador polar junto a su fiel Welko, ambos con el mismo ropaje toda la función. Faltó el glamour que no debe ir reñido con la crítica ácida a esa familia desestructurada buscando seguir viviendo del cuento a costa de un matrimonio de conveniencia, pues las apariencias deben seguir siendo bellas aunque engañen sin resultar tan explícitas. Para rematar los desatinos hasta se cambia el final feliz para dejar compuesta y sin novio a la pequeña de los Waldner.

La increíble escritura musical de Richard Strauss careció de la chispa necesaria pese al buen estado de la OSPA (con Daniel Jaime de concertino) donde Corrado Rovaris no pareció el mismo de sus anteriores visitas al auditorio con la formación asturiana, pero tampoco en su paso por el Campoamor con un «Don Carlo» muy verdiano e incluso con el Golijov del «Ainamadar» en un recordado 2013 donde el maestro italiano sí funcionó con la calidad esperada. En su haber el excelente  preludio del tercer acto, un sinfonismo sin complejos que al menos me quitaría parte de la decepción del foso, y su apuesta por unos tempi arriesgados con los que la orquesta asturiana nunca tiene problemas, contando además con unos solistas de altura.

Foto ©Matthias Jung

Enorme el esfuerzo de Jessica Muirhead que apenas tiene descanso, pero cuya voz posee un vibrato que por momentos llega a resultar molesto, reconociéndole a la soprano el dominio de su Arabella en esta misma producción de Essen. Mejor su “hermano Zdenko” con una María Hinojosa de color bien contrastado con la protagonista, poseedora la soprano catalana de una buena técnica, dicción y gusto a quien le faltó, como suele suceder, un poco más de volumen en los graves, o al menos que el foso bajase decibelios.

El barítono alemán Heiko Trinsinger tiene un timbre desigual, buen volumen pero una línea de canto donde pareció elegir el lado brusco de Mandryka en todos los aspectos, pese a ser un straussiano reconocido, y otro tanto con el padre de Arabella, el Conde Waldner del bajo austriaco Christoph Seidl, bastante tosco en todos los sentidos, donde lució más la parte escénica que la musical. Su esposa Adelaide, la mezzo británica Carole Wilson, se sumó a la astracanada lírica pese a contar con un buen instrumento que ni lució ni convenció, como tampoco con un vestuario chabacano hasta para carnavales.

Los pretendientes de Arabella desarrollaron distinto trabajo: interesante el de los tres condes aunque igualmente contagiados de esa falta de emociones, optando por una desmesura interpretativa. Mejor el Elemer del tenor barcelonés Vicenç Esteve, progresando lentamente “nuestro” bajo asturleonés Javier Blanco como Lamoral, que va ganando enteros poco a poco, y un oscurecido Dominik del barítono de Palamós Guillem Batllori. El Matteo a cargo del tenor coreano Jihoon Son no tuvo el peso vocal esperado, de poca proyección y agudos metálicos, aunque sí dio todo en su lado actoral que por momentos incluso provocaría cierta chanza cada vez que colocaba la pistola sobre la sien.

De los roles más breves, en el primer acto la mezzo gerundense Claudia Schneider como La tiradora de cartas fue convincente, el Cartero del venezolano debutante Ángel Simón (que canta en el Coro de la Ópera) más limitado vocalmente pero un barítono que irá creciendo y perfeccionándose paulatinamente en nuestra tierra porque “hay madera”. Mientras tanto en el segundo acto cuando esperábamos un tirolés canto “yódel” de La Fiakermilli escrito para lucirse, Cristina Toledo nos dejó todo un catálogo de gritos sobreagudos que contribuyeron a todo un esperpento lírico. Por último el actor ovetense Carlos Mesa convence hasta hablando en alemán.

Si «Arabella» es un título poco representado, con los mimbres mostrados en Oviedo pienso que tardará lustros en reponerse, mostrando las falsedades de la vida moderna que resultarían paralelas a la propia representación. Una lástima porque el tándem Strauss-Hofmannsthal nos ha dejado tres páginas para disfrutarlas (junto a «El caballero de la Rosa» y «Elektra») y no para abrir la boca o echar una cabezada, pues “la vida para los ociosos también es espectáculo”, pero como los clientes de este “hotel de los líos” nos fuimos a dormir porque no puede pasar nada más.

FICHA:

Domingo 17 de noviembre de 2024, 19:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: LXXVII Temporada de Ópera. Richard Strauss (1864-1949): «Arabella», Lyrische Komödie en tres actos, op. 79, con libreto de Hugo von Hofmannsthal. Estrenada en el Sächsisches Staatstheater de Dresde el 1 de julio de 1933. Producción del Aalto-Musiktheater Essen.

FICHA TÉCNICA:

Dirección musical: Corrado Rovaris – Dirección de escena: Guy Joosten – Escenografía y figurinista: Katrin Nottrodt – Iluminación: Jürgen Kolb – Repositora de iluminación: Charlotte Marr.

REPARTO:

Arabella: Jessica Muirhead (soprano) – Zdenka: María Hinojosa (soprano) – Conde Waldner: Christoph Seidl (bajo) – Adelaide: Carole Wilson (mezzosoprano) – Mandryka: Heiko Trinsinger (barítono) – Matteo: Jihoon Son (tenor) – Conde Elemer: Vicenç Esteve (tenor) – Conde Dominik: Guillem Batllori (barítono) – Conde Lamoral: Javier Blanco (bajo) – La Fiakermilli: Cristina Toledo (soprano) – La tiradora de cartas: Claudia Schneider (mezzosoprano) – Welko: Carlos Mesa (actor) – Cartero: Ángel Simón (barítono).

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias.

Cuando triunfa la escena

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Jueves 27 de enero de 2022, 19:30 horas. Teatro Campoamor de Oviedo, LXXIV Temporada de Ópera de Oviedo: Adriana Lecouvreur (Cilea).
Reseña para Opera World del domingo 30, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

La 74ª temporada ovetense, con fechas recolocadas por el pandémico COVID, cierra con una ópera rescatada tras muchos sin disfrutarla en el Campoamor como es Adriana Lecouvreur, la más popular de Francesco Cilea estrenada nada menos que por Caruso y recordando al Aragall de 1982, esta vez con Alejandro Roy estrenando su rol de Maurizio, primer asturiano en debutar en el MET, más el “reclamo” de la aclamada Ermonela Jaho como protagonista, tras su anterior Butterfly de la temporada pasada, y un elenco español con muchos conocidos de la afición asturiana como Nancy Fabiola Herrera o Luis Cansino, un cuarteto vocal de altura que fue creciendo a lo largo de los cuatro actos.

Cuidada y bellísima escenografía de Rosetta Cucchi donde la evolución del drama corrió pareja a los cambios de época en cada acto, y al momento vocal de los protagonistas, el recurso del teatro dentro del teatro que resultó efectista sin romper la trama. A destacar un tercero coral en el amplio sentido de la palabra, que contó además del duelo femenino con la belleza plástica del acróbata Davide Riminucci y la bailarina Luisa Baldinetti mientras se proyectaban unos vídeos homenaje al cine de los felices 20, pero especialmente el último ambientado en el París de los 70, impactante de emociones, buen gusto y originalidad donde se cierran los dos temas sobre los que gravita toda la ópera: el teatro y el amor bajo los focos, iluminación que siempre subrayó los momentos de intensidad emocional.
El teatro con sus actores, la obra de Cilea con una música pura, bella, exigente para las voces muy entregadas a sus papeles donde el triunfo del amor puro de Michonnet fue el verdadero triunfador y dominador de la escena, un Luis Cansino pleno y convincente desde su primera intervención hasta rematar un final lleno de emoción con Ermonela Lecouvreur, simbiosis total de Jaho con la Adriana que ya ha hecho suya pese a incorporarla recientemente a su repertorio. La entrega de la soprano albanesa es innegable, como su capacidad para comunicar con el público en cada aparición, declamando una Fedra en el tercer acto digna de las grandes de la escena, y una voz que fue ganando enteros a lo largo de la función, mimando los pianos y explotando sin esfuerzo su amplia tesitura. Su personaje, con un vestuario colorido de diva, culmina en la sencillez y simbolismo del negro setentero del séptimo arte, desde la “l’umile ancella” al esperado y trágico final “Poveri fiori” que arrancó los únicos aplausos tras el aria que no aparecieron en el resto, sensibilidad y buen hacer de la soprano albanesa que sigue triunfando en nuestros escenarios.
La antagonista Nancy Fabiola Herrera mantuvo el nivel homogéneo de los protagonistas, puro lirismo en su aria del segundo “Acerba voluttà” y el dramatismo necesario de su pugna por el amor de Maurizio, con dúos bien empastados en color además del buen gusto de la mezzo canaria. Será debilidad por las “malas de la película” pero tan necesarias para que brille más el amor en escena.
Alejandro Roy debutaba en su rol de Maurizio que, como el resto, fue ganando confianza a lo largo de la función. La fuerza característica del tenor asturiano es idónea en el llamado verismo, aunque puede traicionarle por momentos en los agudos a media voz, pero el tiempo acabará puliendo esos detalles a medida que se haga cada vez más con esta partitura exigente de principio a fin, situándole oculto en la escena final ya pletórico vocalmente, evolución temporal en vestuario hasta la luminosidad de la oscuridad sobre las tablas.
El cuarteto protagonista estuvo bien arropado por la Oviedo Filarmonía, dueña del foso y madurando con los años, esta vez bajo la dirección de un Daniele Callegari que supo sacar el refinamiento orquestal de Cilea sin miramientos a las voces, exprimiendo el dramatismo a todos los intérpretes, con destacables intervenciones de los primeros atriles, colorida el arpa de Miriam del Río, y sentido el violín de Marina Gurdzhiya.
Y la ópera necesita de más voces, los mal llamados secundarios que, como en el cine, dan sentido y aportan la necesaria unidad dramática, manteniendo un nivel muy homogéneo en cada personaje cantado, destacando el abate de Josep Fadó, el Príncipe de Felipe Bou o las “mademoiselles” Cristina Toledo y Marifé Nogales, la misma línea ascendente de toda la representación. El Coro Intermezzo que dirige Pablo Moras redondeó todo el elenco vocal que nos dejó una primera Adriana muy interesante, seguramente mejorando en las cuatro funciones restantes que pondrán punto final a la profesionalidad e intenso trabajo de todo el equipo de la Ópera de Oviedo, asentándose todos en esta maravillosa y poco habitual ópera de Cilea que esperemos no pasen tantos años en reponerla. Está demostrado que no hace falta salir de nuestra tierra para tener todos los elementos necesarios que la ópera necesita en esta vida que es puro teatro.
Ficha:
Teatro Campoamor de Oviedo, jueves 27 de enero de 2022, 19:30 horas. Adriana Lecouvreur. Maurizio, Alejandro Roy. Príncipe de Bouillon, Felipe Bou. Abate di Chazeuil, Josep Fadó. Michonnet, Luis Cansino. Quinault, Carlos Daza. Poisson, Albert Casals. Adriana Lecouvreur, Ermonela Jaho. Princesa de Bouillon, Nancy Fabiola Herrera. Mademoiselle Jouvenot, Cristina Toledo. Mademoiselle Dangeville, Marifé Nogales. Dirección musical, Daniele Callegari. Orquesta Oviedo Filarmonía. Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo). Dirección del coro, Pablo Moras. Dirección de escena Rosetta Cucchi. Diseño de escenografía, Tiziano Santi. Diseño de vestuario, Claudia Pernigotti. Diseño de iluminación, Daniele Naldi. Coreografía, Luisa Baldinetti. Diseñador de vídeo, Roberto Recchia. Acróbata, Davide Riminucci. Coproducción de la Ópera de Oviedo, Teatro Comunale di Bologna y Sidney Opera House.