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Payasos de cine

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 20). Ópera y Cine (II).

Martes 8 de julio, 22:30 horas. Palacio de Carlos V. Pagliacci (Leoncavallo) – The Circus (Chaplin). Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Programa doble y largo que llevó a parte del público a marcharse en el descanso tras un Pagliacci en versión concierto con mínima escenificación y los textos proyectados además de traducidos, mientras que El Circo de Chaplin sí resultó cine con música en vivo.

En la web del Festival se presentaba esta segunda función de cine de verano con ópera, esta vez en el Palacio de Carlos V y no en el Teatro del Generalife (como inicialmente estaba previsto):

Payasos
La segunda sesión del ciclo Ópera & Cine dirige la mirada hacia el verismo italiano con Pagliacci, la obra maestra de Leoncavallo, que nos sumerge en las emociones intensas y trágicas de los artistas de circo y en cuyo Prólogo se contenía casi un auténtico manifiesto del nuevo estilo verista. El complemento cinematográfico es también un lujo, El circo (1928), último film mudo de Charles Chaplin, al que puso música el compositor alemán Arthur Kay. Serán los conjuntos del Programa de Jóvenes Intérpretes de la Junta de Andalucía, esto es, la OJA y el Joven Coro, este último completado con el Coro de la OCG, los responsables de la interpretación del programa, que contará con un director operístico, el madrileño Guillermo García-Calvo, y un especialista en la música de cine, muy especialmente en Chaplin, Timothy Brock.

Una agradable sorpresa los Payasos de Leoncavallo con un elenco donde quiero comenzar por la Orquesta Joven de Andalucía que sonó adulta desde la introducción orquestal hasta el final de la ópera, profesional, con el maestro García Calvo claro, preciso, dándoles la confianza y seguridad necesarias a una auténtica cantera de músicos que en nada estarán engrosando sinfónicas por toda la geografía nacional e internacional. Y otro tanto a un gran coro uniendo al Joven Coro de Andalucía, que ha hecho doblete tras el concierto del pasado día 5 con Marco Antonio García de Paz, con el Coro de la Orquesta Ciudad de Granada que dirige Héctor Eliel Márquez. Esta joya del verismo es exigente para todas las voces, y la formación coral rindió al máximo, afinada, con buenas cuerdas, matizada y empastada.

De los solistas, y no es chauvinismo, el tenor asturiano Alejandro Roy como Canio volvió a demostrar que estos papeles son ideales para su voz: potencia, expresividad, escena (lástima las obligadas distancias), de tesitura amplia que además los años han reforzado sus graves, y un empaste con todo el reparto que le convirtió en «el malo de la película» triunfando en este circo palaciego con la famosa aria Vesti la giubba de cortarnos la respiración.

El Tonio del barítono italiano Claudio Sgura (1974) tiene larga trayectoria en su carrera y se notó por la escena, memorización, gran envergadura, color rotundo y amplio volumen que mantuvo en toda la obra.

Desconocía a la soprano bolivano-albanesa Carolina López Moreno (1991) que planteó una Nedda llena de matices, sensualidad, desgarro, buen fiato, graves sin perder la homogeneidad y unos agudos claros y limpios redondeando una brillante interpretación. Habrá que seguir su trayectoria.

El Beppe del tenor granadino Moisés Marín (La Zubia, 1985), además de poseer un color vocal precioso, gusto y línea de canto muy pulida, la escena del dúo con Nedda nos privó, por la distancia, del beso y la «cercanía» de un rol donde apreciar las diferencias entre los dos tenores que necesita Leoncavallo.

Finalmente el Silvio del barítono granadino Pablo Gálvez (Guadix, 1987) no lució tanto, algo apagado y poco expresivo pero como en los tenores buscando la diferencia de color con Tonio.

Aplaudir la apuesta por el talento nacional y granadino en esta ópera, aunque fuese en versión concierto, una forma de atraer público y ofrecer la posibilidad de escuchar a una generación vocal que triunfa en escenarios fuera de nuestras fronteras.

Tras un largo descanso donde director y cantantes posaron para la prensa (con parte del público abandonando el palacio rondando la medianoche), aún quedaba El circo de Chaplin que siendo una joya de película, idealmente restaurada y con las cartelas subtituladas al español, poder contar con la música orquestal en vivo engrandece aún más la última película muda de Charlot.

La música suponía el estreno en España de la banda sonora original (1928) de Arthur Kay (1882-1969), recuperada por Timothy Brock hace tres años (en las notas al programa de Joaquín López González se explica todo el programa), y se ponía al frente de la Orquesta Joven de Andalucía donde aparecen motivos del Pagliacci anterior, de Wagner, el «organillo circense» o la conocida sintonía de Jeff Alexander (1910-1989) utilizada por Hitchcock en su serie televisiva, pues el maestro Brock que lleva años investigando el archivo suizo de Charles Chaplin, no ha podido completar la banda sonora al completo como contaba en los encuentros del Festival (Canal YouTube©) su enorme labor cual «restaurador», siendo capaz de completar este puzzle sonoro que los jóvenes interpretaron magistralmente, con solistas de categoría, perfectamente encajada la imagen con el sonido (incluso en los efectos imprescindibles en el cine mudo) y haciéndonos olvidar, viendo y riéndonos con la genial película de Charlot, la edad de estos músicos que sonaron mejor que muchos mayores.

PROGRAMA:

Pagliacci (1892)
Drama en un prólogo y dos actos, en versión concierto.
Música y libreto de Ruggiero Leoncavallo (1857-1919)

Orquesta Joven de Andalucía
Joven Coro de Andalucía
Marco Antonio García de Paz, director del coro
Coro de la Orquesta Ciudad de Granada
Héctor Eliel Márquez, director del coro
Guillermo García Calvo, director

Carolina López Moreno, soprano (Nedda) / Alejandro Roy, tenor (Canio) / Claudio Sgura, barítono (Tonio) / Moisés Marín, tenor (Beppe) / Pablo Gálvez, barítono (Silvio)

The Circus (1928)
Película de Charles Chaplin (1889-1977)
Música de Arthur Kay
 (1882-1969)
The Circus © Roy Export S.A.S.
Estreno en España de la banda sonora original de Arthur Kay de 1928, recuperada por Timothy Brock en 2022

Orquesta Joven de Andalucía

Timothy Brock, director

Cine de verano con una noche de terror

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Jueves 11 de julio, 22:30 horas. 73º Festival de Granada, Colegio Mayor Santa Cruz la Real / Clásicos del Cine | Festival Joven:
«Nosferatu».
Orquesta Ciudad de Granada (OCG), voces femeninas del Coro de la OCG (Héctor Eliel Márquez, director), Ander Tellería (acordeón), José María Sánchez-Verdú (director y compositor). Fotos propias y de ©Fermín Rodríguez).

A lo largo de esta edición del Festival de Granada donde José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968) es el compositor residente, estoy ahondando no ya en su producción sino en comprender su versatilidad para todo tipo de formaciones con un dominio de las tímbricas que buscan crear una poética «del extrañamiento y lo desconocido» en sus propias palabras recogidas en Platea Magazine.
En un «cine de verano» dentro de mi segunda casa granadina, con un trabajo enorme de infraestructura que puedo comprobar in situ, llegaba una noche de terror que pude disfrutar hace ya once años en Oviedo: este Nosferatu «resucitado» con banda sonora en vivo, y ahora siendo el compositor también director con las formaciones locales y el acordeonista Ander Tellería que sustituyó al anunciado y tristemente «lesionado» Iñaki Alberdi.
Sin entrar en la maravillosa película de Murnau, en su momento la música de Sánchez-Verdú ya me pareció de lo más apropiada como banda sonora, y al final de esta entrada dejaré las notas del propio compositor. Escribía hace 11 años que el compositor algecireño reinterpreta desde un lenguaje actual el propio expresionismo de la cinta alemana para lograr auténticos momentos cumbre muy exigentes para los músicos de una orquesta madura (incluyendo el acordeón) que si además el director es el propio compositor, la conoce como nadie.
Con un trabajo meticuloso y un encaje perfecto en todas las secuencias, destacando toda la percusión con un arsenal de instrumentos donde no faltó el eolífono (o máquina de viento), la perfección de relojero para las 12 campanas de carillón, o una caja avisando de la peste que tal parecía salir de la gran pantalla, alternando con bombo, marimbas y demás percusión, merecedores de todo el reconocimiento por el buen trabajo realizado.
La OCG se ciñó a todas las indicaciones del maestro con perfección y exactitud de «escaleta» en una partitura muy difícil -que como curiosidad incluyo la primera página de la partitura que utilizó mi querido Nacho de Paz (1974) en Oviedo- para comprobar la complejidad en la escritura de Sánchez-Verdú, con intervenciones destacadas de los diferentes solistas asociadas a los personajes, disfrutando del trompeta y sin olvidarme de las voces blancas del coro que dirige Héctor Eliel Márquez, situadas detrás de los violines primeros y que funcionaron como instrumentos de viento ensamblados con la orquesta o en breves momentos «a capella» creando una atmósfera sonora con la misma inquietud o misterio de las escenas cinematográficas, igualmente exigente vocalmente y bien resuelto por las mujeres del Coro de la OCG.
Tras varios conciertos con la música del compositor tengo claro que su música es de nuestro tiempo e incluso para una película de 102 años subtitulada «Una sinfonía del horror» mantiene la esencia expresionista con un lenguaje propio que sirve para ponerle imágenes a toda su producción, aunque puede que este Nosferatu no aguantase una interpretación tan larga sin las imágenes, pero con Murnau seguro que esta partitura del abogado y compositor gaditano será atemporal como la propia película, con unos personajes donde la música es más necesaria que los rótulos (en alemán subtitulados al inglés).
Una buena sesión nocturna para seguir disfrutando de un Festival que no se ha olvidado del cine, esta vez auténticamente de verano.
Notas al programa del propio compositor Sánchez-Verdú con las excelentes fotografias de @ferminius
«Mi obra musical sobre la película Nosferatu. Eine Symphonie des Grauens (1922) de F. W. Murnau fue encargo del Teatro de la Zarzuela y la Orquesta de la Comunidad de Madrid en 2002. Se estrenó en 2003 en este teatro con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid bajo la dirección musical de José Ramón Encinar. Posteriormente ha sido presentada en numerosas ciudades del mundo como Sevilla, Potsdam, Wuppertal, Berlín, Salzburgo, Ciudad de México, Montevideo, Buenos Aires, etc. Es un proyecto
muy especial y complejo que me permitió, sin renunciar a mi propia música, vincular la imagen y el sonido en una dramaturgia muy particular.
De la música original que Hans Erdmann (1882-1942) había compuesto para este filme sólo se han conservado unos veinte minutos. Ni siquiera la sincronía con las secuencias se conoce en su totalidad. Pese a las varias reconstrucciones que se habían hecho hasta entonces de la música original creí muy interesante componer una nueva banda sonora (para orquesta y coro femenino) que se adaptara a la dramaturgia del film en sus 92 minutos. Algunas de las restauraciones de la música original realizadas –partiendo de la base de que esta música se hacía en vivo y con frecuencia con piezas de repertorio de la época– pierden su fuerza al reiterar continuamente materiales musicales (los de Erdmann) en situaciones dramáticas que a lo largo de la película evolucionan radicalmente. Esa falta de evolución dramática de la música y contraria a la película de Murnau me parecía un gran problema. Mi partitura fue una propuesta personal de crear un mundo sonoro que abriera el filme, sin molestar, hacia una cierta intemporalidad, toda vez que la música subraya básicamente la dramaturgia psicológica de los personajes a lo largo del viaje que traza Murnau junto a determinados momentos en que la energía visual necesita también una cierta correspondencia sonora. La música de Nosferatu se desarrolla paralelamente a la dramaturgia del filme, creando un sutil mundo musical y un fondo de paisajes sonoros. En varios momentos funciona como un estrato superior creado sobre los escasos fragmentos conservados de la música original de Erdmann (como hipotexto), casi como un palimpsesto. Así, la casi perdida música original perdura como a través de un velo en una música que pretende destacar sobre todo la evolución psicológica de los personajes sin restar en ningún momento protagonismo e intensidad a esta obra maestra de Murnau.
La música va unida como un guante a una mano en relación con todas las secuencias de la película. Los diferentes tintados en colores del filme (en la gran restauración hecha por Luciano Berriatua para la Fundación Murnau) tienen su plasmación en la música atendiendo a un desarrollo muy grande de la sinestesia a través de la vinculación de las notas musicales y los colores. Los tintados del negativo realizados
por Murnau van unidos íntimamente a notas musicales, texturas y sus timbres. Un ejemplo: para mí el negro de la noche no puede pasar más que por la altura absoluta del Do y mínimas desviaciones microinterválicas; la luz del ocaso solo puede girar en torno a la nota Sol en la cuerda con reminiscencias en rosas, ocres y blancos de las notas Re o Fa; el color del mar en calma, azul, solo puede estar en el Mi y sus varios matices. No de otra forma es mi percepción sinestésica. Incluso algunos elementos se van consolidando durante el film hasta convertirse en símbolos: la nota Fa pasa a ser la obstinada manera de representar la muerte, la llegada de la peste a la ciudad de Wisborg. Naturalmente todas estas implicaciones de las que no me podría escapar son muy distintas en la percepción de cada persona. Podría decir que he tratado de trazar imágenes sonoras para las imágenes visuales en movimiento creadas por Murnau, sabiendo que él, a su vez, se inspiró y recreó en imágenes plásticas (estáticas) de obras de grandes pintores románticos alemanes (Tischbein, Carus, Von Schwind o Friedrich muy especialmente). El proceso de trasladar aspectos de lo visual a lo sonoro es, sin embargo, uno de los pasos más subjetivos que se pueden dar en el campo de la interrelación entre las distintas disciplinas artísticas.
Por último, señalaré que algunos de los instrumentos y voces de esta partitura van unidos íntimamente a determinados personajes o a fenómenos como la naturaleza, el mal, la peste, etc. El personaje de Nosferatu va unido intrínsecamente al acordeón; su asistente, Knock, al fagot. Hutter, el protagonista, se desplaza junto al violoncello, y su amada Ellen se vincula al lánguido lamento del oboe. Las fuerzas de la naturaleza encuentran en las voces del coro femenino su mundo sonoro, así como la fuerza del destino de los personajes en el filme. Todo ello se desarrolla de manera muy sutil y creando múltiples capas de percepción que van destilándose y
expandiéndose a lo largo de toda la película»
.
PROGRAMA
Nosferatu. Eine Symphonie des Grauens (Nosferatu. Una sinfonía del horror, 1922)
Película de Friedrich Wilhelm Murnau (1888-1931)
Música de José María Sánchez-Verdú (1968)