Jueves 6 de julio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada, Palacio de Carlos V, “Conciertos de Palacio”: Yuja Wang (piano), Orchestre Luxembourg Philharmonic, Gustavo Gimeno (director). Obras de Coll, Rajmáninov, R. Strauss y Ravel. Fotos propias y de Fermín Rodríguez.

La Filarmónica de Luxemburgo llegaba a su primera noche granadina con el titular valenciano Gustavo Gimeno (1976) al frente, y no pudo dejarme mejores sensaciones con un programa que sacó músculo por tratarse de obras sinfónicas “potentes” para una orquesta equilibrada, robusta en plantilla, con excelentes primeros atriles y todas las secciones perfectamente ensambladas, colocadas “a la vienesa” con los contrabajos detrás de los violines primeros y las trompas a la derecha en línea con el resto de metal. Todo ayudó a conseguir un sonido redondo y rotundo en las cuatro obras del decimosexto día de Festival.

Con este ambiente de grandes orquestadores, abría velada el también valenciano Francisco Coll (1985) y su Aqua Cinerea (2005, rev. 2019) que Gimeno está llevando con su formación en muchos conciertos. Obra de amplísima paleta sinfónica llena de sugerentes tímbricas actuales pero siempre con la mirada puesta en los “maestros del XX” que hoy le acompañaban en el programa. Pablo L. Rodríguez la define en las notas al programa como “(…) un líquido de tono grisáceo o quizá escuchamos la imagen de la ceniza cayendo como lluvia. Lo visual y el sonoro se funden en esta opera prima del joven compositor valenciano, de 2005 (…) donde se concentran intuitivamente todos los elementos de su universo tan proclive a los extremos, desde la excitación a la melancolía”. Una obra que encajó con las dos obras sinfónicas de la segunda parte.

La Suite de su ópera Der Rosenkavalier, TrV227d (1944) de Richard Strauss (1864-1949) no tardó en llegar a las salas de conciertos, y en ella Gimeno y los luxemburgueses volvieron a demostrar su excelente calidad y sonido claro, lleno de matices (excelentes el sonido de las trompas que Strauss siempre mimó) y juegos rítmicos, desde el torrencial motivo de Octavian y la Mariscala, la bellísima «Presentación de la rosa» y el egocéntrico vals vienés del Barón Ochs, sutilmente llevado con elegancia y rubato tan propio del “un, dos y…” que parece no llegar al tres, el bullicio instrumental de una orquesta al fin recreando fielmente lo escrito y sin fisuras.

Y si acababa en tiempo de vals vienés la anterior, el otro gran orquestador sería el hispano francés Maurice Ravel (1875-1937) con su propia visión envolvente y cautivadora de La valse (1919-1920), auténtico retrato sinfónico para disfrutar de la Luxembourg Philharmonic y el perfecto entendimiento de ella con el maestro Gimeno. De gestualidad clara, con una batuta precisa y una mano izquierda llevándoles y dejándose llevar, el sonido a medio camino entre el impresionismo y el expresionismo sería perfecto complemento, dos visiones del 3/4 tan distintas y tan buenas, al igual que las dos propinas que nos brindaron, manteniendo en cierto modo una estructura tímbrica y hasta rítmica aprovechando el potencial de los luxemburgueses:

Con otro Vals, el primero de la Jazz Suite nº 1 de Shostakovich (1906-1975), no tan cinematográfico como el segundo pero más breve, y estando en Granada no podía faltar la Danza ritual del fuego de Falla, coincidencia con Perianes también como segundo regalo, con una orquesta que captó, gracias al director valenciano, todo el color y emoción de una partitura que siempre resulta mágica y más en la noche palaciega.

Evidentemente la “figura” de la noche era la pianista china Yuja Wang (Pekín, 1987), a quien recuerdo en solitario hace ocho años en las “Jornadas de piano” ovetenses. Está claro que sigue teniendo tirón mediático y sus actuaciones se esperan con expectación, más en sus conciertos de Serguéi Rajmáninov (1873-1943), esta vez con “el quinto” que es la Rapsodia sobre un tema de Paganini en la menor, op. 43 (1934).

La pequinesa mandó desde el principio y Gimeno resultó buen concertador al tener que llevar a su orquesta por donde pedía la solista, de amplísimas dinámicas y cierta agógica que no siempre es fácil de encajar aunque se logró por parte de todos. Técnicamente sigue siendo la virtuosa que asombró desde sus inicios, más en estas páginas, aunque supongo que el tiempo le dará el poso necesario para afrontar con más enjundia estas obras con orquesta. Personalmente me pareció muy adecuada la elección del tiempo y fraseo de la cinematográfica Variación XVIII: Andante cantabile, encontrando el balance perfecto con la orquesta y una cuerda siempre bien conjuntada, en este “movimiento central” sedosa, y más agresiva en un Dies Irae donde las dinámicas se llevaron al extremo sin resquebrajarse la sonoridad deseadamente potente por parte de todos.

Yuja Wang, de quien debemos dejar de hablar sobre su vestimenta o tacones, aunque se hizo algo de rogar, también regalaría nada menos que ¡tres propinas! cerrando la primera parte de la noche, manteniendo los esperados “fuegos artificiales” que su técnica le permite:

La primera el arreglo de Franz Liszt de la maravillosa Gretchen am Spinnrade (Margarita en la Rueca) de Schubert, de virtuoso a virtuosa con algo más de hondura que en Rachmaninov.

Segunda propina, que parece ser casi “necesaria” en estos jóvenes pianistas que miran a los históricos, caso de las Variaciones sobre la Carmen de Bizet que V. Horowitz dejó casi como “prueba extraordinaria” de concurso, y que tras las de Paganini con orquesta querían dejar a Yuja Wang el protagonismo solístico y habitual con esta página que la china interpreta sin problemas aunque más vistosa que honda.

No la esperábamos pero llegó la tercera con la Danza de los espíritus bienaventurados del “Orfeo y Eurídice” de Gluck, no tan explosiva técnicamente y más honda de expresión, que se quedó algo apagada tras el despliegue de recursos de las dos anteriores, incluso recordándosela a otros y otras pianistas con mucha más musicalidad y lirismo, así como un sonido más íntimo.

Al menos la Luxembourg Philharmonic y Gustavo Gimeno me han dejado con muchas ganas de volver a escucharla en el decimoséptimo día de Festival y con una Sexta de Mahler más el propio homenaje de Tomás Marco y su Angelus Novus (Mahleriana 1) (1971) que contaremos desde aquí.