Viernes 4 de marzo, 17:00 horas. Auditorio de Oviedo, ensayo general OSPA, Christoph König (director). Richard STRAUSS: Sinfonía alpina, TrV 233, op 64.
Poco a poco en un 2022 donde la pandemia ya nos parece poco ante lo que está aconteciendo en Ucrania, la OSPA vuelve de nuevo este fin de semana a Bilbao para dar dos conciertos dentro del macrofestival Musika-Música, un auténtico escaparate cultural con casi 70 conciertos en distintos escenarios, dedicado este año a «La Naturaleza», y donde mañana sábado a esta misma hora tan «taurina» de las cinco de la tarde, interpretarán en la gran sala sinfónica del Euskalduna (concierto 23 del ciclo) esta joya de sinfonía (con órgano, donde el asturiano y profesor en el Conservatorio de Málaga Rubén Díez podrá disfrutar del excelente instrumento alemán construido hace 22 años por Karl Schuke), bajo la dirección del maestro König, que pudimos comprobar en este ensayo abierto al público, mientras el domingo a las 14:00 horas y como «aperitivo musical»(concierto 42 de este «maratón musical bilbaíno») sonarán El duende de las aguas, op. 107 (Dvorak) y El festín de la araña, suite para orquesta op. 17 (Roussel).
Más que un ensayo propiamente dicho, y con un auditorio lleno de gente joven, a buena hora y entrada gratuita que supongo todo ayuda, pudimos escuchar «en primera vista» esta sinfonía atípica de R. Strauss con una OSPA «supermusculada y supervitaminada» en cuanto a refuerzos (recordándome la escuchada en junio de 2016), pues el propio compositor exigía nada menos que 137 ejecutantes. Ante semejante poderío sonoro, especialmente de viento, era necesario aumentar una plantilla que llevo años rogando, y no digo nada de un concertino titula y un director, hoy con el director alemán (doce años después pero esta vez con la OSPA), que no realizó corrección alguna a los veintidós lugares que Strauss anotó detalladamente en esta evocación musical de un día por los Alpes bávaros, más próxima a un «Poema Sinfónico» y compuesta en un paréntesis de su época «teatral», por lo que tras lo escuchado y vaciada la sala de público, comenzaría el verdadero ensayo para las oportunas y siempre necesarias correcciones que no pudimos escuchar.
Con tantos músicos es difícil mantener el sonido propio de la OSPA aunque la cuerda se mostró clara y al fin potente en los graves (los ocho contrabajos y la proporción consiguiente se notan). Dejo algunos detalles por mi parte que supongo habrá que retocar:
El órgano eléctrico portátil no suena evidentemente como el bilbaíno, y sus intervenciones, sumadas a los metales que engrandecen la textura, supongo resonará más potente en la gran sala del Euskalduna. También la visible salida puntual de los metales fuera de escena para conseguir ese efecto de lejanía, y la vuelta a los atriles (parte de las trompas, trompetas y trombones) no queda muy «agradecida» visualmente, desconozco cómo se hará mañana en un escenario mucho más grande, así como lograr el balance ideal entre «dentro y fuera» que en el ensayo quedó por momentos oscurecido.
Y precisamente por esa evocación del montañero compositor alemán, con un movimiento único aunque estructurado sinfónicamente como cuatro movimientos que siguen el recorrido de la dura excursión alpina (noche, amanecer, ascensión, sobre la cumbre, descenso y retorno de la noche), hay demasiada proliferación temática (Tranchefort habla de sesenta motivos, «la mayor parte de los cuales… sólo tienen una función descriptiva efímera») que hace difícil sacarlos entre semejante masa orquestal. Todos los solistas habituales dan la talla y la percusión (toda de la plantilla) siempre está en su sitio para el arsenal utilizado (puntualmente quedaron muy discretos el glockenspiel y la máquina de viento). Buscar los planos exactos, las dinámicas a veces contenidas y otras todopoderosas con tanto metal, así como los cambios de tempo, tendrán que ser más claros y precisos por parte de König para una respuesta más equilibrada por parte de todos. Al menos con semejante ejército sonoro seguiré pidiendo a los magos una Octava de Mahler, pues músicos en Asturias tenemos para ella y esta Alpina straussiana (casi nombre de pizza que el propio Strauss deseaba componer «igual que una vaca da leche»), puede servir de toque de atención para los gestores.
Bilbao disfrutará con esta sinfonía y la OSPA llevará el Principado hasta Vizcaya como mejor embajadora cultural de nuestra tierra, aunque sacando más músculo del habitual… todo sea por dejar bien alto el pabellón sinfónico (de hecho la OSG así lo hizo en su última visita al auditorio).
Como curiosidad dejo indicada la plantilla para la Sinfonía Alpina: cuatro flautas (dos piccolo), dos oboes, corno inglés, heckelfono, cuatro clarinetes (uno bajo), cuatro fagots (uno contrafagot), ocho trompas, cuatro trompetas, cuatro trombones, seis tubas (dos bajas), seis timbales y gran batería incluyendo un amplio juego de cencerros, glockenspiel, máquina de viento (eolifono), máquina de truenos, dos arpas, celesta, órgano y cuerda.

