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Estirpe de Flores

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Llevo muchos años siguiendo al trompetista venezolano Pacho Flores, de quien me hablasen Carlos Magán y Manuel Hernández Silva cuando comenzaba a despuntar por todo el mundo asombrando en cada aparición en público, por lo que escucharle en directo siempre ha sido un placer pero también los momentos posteriores a ensayos y conciertos que guardo en mi memoria para siempre por su talla humana, aún mayor si cabe que la artística.

Este verano he rescatado sus grabaciones para el sello amarillo que atesoro en mi cedeteca como “oro en paño”, y no quería dejar de comentar en este blog el último disco, que además está propuesto para los Grammys latinos en el apartado de mejor composición contemporánea por el concierto de Paquito D’Rivera.

PACHO FLORES: «ESTIRPE». Orquesta Sinfónica de Minería. Carlos Miguel Prieto. DG 0 602448 067852.

Grabado en los Estudios Churubusco, CDMX, México, septiembre 2019.

Nueve cortes con las siguientes obras y sus respectivos compositores:

Arturo MÁRQUEZ (1950): Concierto de Otoño (I. Son de Luz; II. Balada de Floripondios; III. Conga de Flores).

Daniel FREIBERG (1957): Crónicas Latinoamericanas (I. Panorámicas; II. Diálogos; III: Influencias).

Paquito D’RIVERA (1948): Concerto Venezolano.

Efraín OSCHER (1974): Mestizo (I. Oro Negro; II. Cimas Blancas; III. Cimas Negras; IV. Noche Blanca).

Pacho FLORES (1981): Morocota.

Intérpretes:

PACHO FLORES, trompetas, cornetas, flugelhorn (fliscorno).

ORQUESTA FILARMÓNICA DE MINERÍA. Director: CARLOS MIGUEL PRIETO.

Artistas invitados:

PAQUITO D’RIVERA, clarinete, saxofón (cortes 6, 7).

DANIEL FREIBERG, piano, saxofón (cortes 4, 5, 6).

El libreto de Juan Arturo Brennan incluye entrevistas con los compositores y el intérprete donde se desgranan y analizan tanto las obras como aspectos personales. De ellas voy sacando las siguientes e interesantísimas notas, mejor que cualquier comentario mío que siempre será muy subjetivo (aunque añado los links que siempre enriquecen las entradas), y que comienzan diciendo:

“El programa de este disco no podría ser más emblemático de la actitud de Pacho Flores hacia las raíces populares de la música de Latinoamérica y hacia el repertorio de su instrumento. He aquí a cuatro compositores de orígenes diversos (Cuba, Uruguay, México, Argentina) que han compuesto sendos conciertos para las trompetas de Pacho Flores, obras llenas de los ritmos, los sones y las cadencias de la música de sus respectivos países así como referencias a géneros que han alcanzado una presencia universal a lo largo del continente”.

Prosigue Brennan comentando la muy escasa producción (y divulgación) de conciertos mexicanos para trompeta a lo largo de la historia, considerando la presencia destacada que este instrumento tiene y ha tenido en el ámbito sonoro de México como el mariachi o la banda. Arturo Márquez le cuenta a Brennan que “La trompeta es reina en el alma de México; la encontramos prácticamente en todas las expresiones musicales populares, es el grito del mexicano de alegría y de tristeza. Es también fundamental en la música latinoamericana de conciertos y mi Concierto de otoño es una recopilación de todos esos sentires, colores y quitapesares».

El Concierto de Otoño es fruto (uno de muchos) de un singular proyecto del trompetista Pacho Flores con la intención de ampliar el repertorio de música nueva para trompeta, y para ello se ha embarcado en una extensa serie de encargos de música para su instrumento, hechos a compositores como Roberto Sierra, Paquito D’Rivera, Efrain Oscher, Christian Lindberg y el propio Márquez.

A continuación dejo los comentarios de los compositores sobre sus obras:

Arturo Márquez (1950): Concierto de Otoño (I. Son de Luz; II. Balada de Floripondios; III. Conga de Flores).

El sonorense ha sido uno de los elegidos para participar en estos encargos de Pacho Flores por su cercana relación con el legendario Sistema venezolano de orquestas infantiles y juveniles, dedicando tiempo, esfuerzo y recursos a la promoción de la educación musical en México, a través de diversos proyectos y acciones, junto a otro alumno ilustre del Sistema como el famoso director Gustavo Dudamel que ha llevado su Danzón nº 2 literalmente por todo el mundo.

Márquez sobre su Concierto de Otoño para trompeta y orquesta lo describe en las siguientes líneas:

Primer movimiento: Son de luz. Explora el encuentro cibercultura nuevos horizonte de paz y reconciliación. Ritmo mestizo, diálogo de trompeta con la orquesta, forma sonata clásica.

Segundo movimiento: Banda de floripondios. Canción sin palabras tributo al amor brujo. Variaciones era forma de chacona, casi.

Tercer movimiento: Conga de Flores. Con el corazón en Rafael Méndez, Joseph Haydn y Federico Chopin, Homenaje a Pacho Flores. Intento absurdo de un rondó monotemático.

Arranque del disco plenamente sinfónico, casi cinematográfico, antes del ritmo caribeño con una melodía «sabrosa» en la trompeta y una orquestación pletórica con una cuerda sedosa, siempre reforzando el protagonismo virtuoso del solista empujado por la sinfónica. La Balada es un remanso donde disfrutar del «flugel» siempre aterciopelado, música de reminiscencias e imágenes cercanas, crescendi emocional además del propio orquestal. Y  como dice en el libreto «Juego de palabras el título del último movimiento, pues para la interpretación del concierto han de utilizarse cuatro trompetas Stomvi (casa española fabricante de instrumentos de metal de alta calidad que tiene en Pacho Flores a un asesor y consultor de la misma alta calidad) especialmente adaptadas para la ocasión. A menudo Pacho se presenta en sus conciertos y recitales con su arsenal completo de una docena de trompetas distintas de la casa española«. Una conga «bailona», impetuosa, festiva y explosiva para solista y orquesta, torbellino sonoro cerrando un otoño luminoso.

Paquito D’Rivera (1948): Concerto Venezolano.

En las notas del libreto Brennan dice que «Hay en la génesis de esta sabrosa, tropical y extrovertida obra una simbiosis múltiple que une y hermana a dos músicos singulares, al compositor, saxofonista y clarinetista cubano con Pacho Flores, trompetista. Les une el idioma, el continente, el Caribe, el aliento de sus instrumentos y, de manera particular, un temperamento cálido y extrovertido que garantiza una colaboración fructífera y, sin duda, divertida». Respecto al Concierto Venezolano, Paquito D’Rivera cuenta:

Pacho Flores podría decirse que vino al mundo con una trompeta (o con muchas!) bajo el brazo. Con una gracia especial para hacerlas sonar, el hombre para colmo hasta se casa con la hija de un fabricante de trompetas; y es que como bien decía mi madre “La yerba que está pa’ tí, no hay chivo que se la coma”. Cuando Pacho -que nació en Venezuela- me pide que escriba una pieza sinfónica para él, no dudé en mezclar elementos que simbolizan la exuberante majestuosidad del paisaje de su hermosa tierra sudamericana, así como el enorme contraste entre la tragedia que hoy castiga a su gente y la proverbial alegría de su música típica. A petición del solista, la pieza está concebida como una Fantasía en un solo movimiento, de cuyo centro emerge un cuasi-infantil merengue en 5 que desemboca en un cubanísimo Danzón, como símbolo de la legendaria relación musical y humana entre los compatriotas de Antonio Lauro y Ernesto Lecuona, ¿Y el Gran Finale? En respuesta a la dramática introducción del Concerto, no podría ser otro que un Joropo triunfal y optimista, como presagiando la cercanía de una merecida felicidad por la que “El Bravo Pueblo” tan duramente ha luchado.

En un breve vídeo unos días antes del estreno absoluto del Concerto venezolano de Paquito D’Rivera, compositor y trompetista ensayan la obra, hablan el uno del otro y comentan algunos temas musicales de relevancia. Dice Pacho Flores:

Esto es parte de todas estas locuras que estamos haciendo para promover el repertorio de la trompeta, sobre todo con un grande y legendario maestro como lo es Paquito D’Rivera, una leyenda del jazz. Para mí él ha sido un gran referente toda la vida escuchándolo, y es un gran sueño todas estas innovaciones características, elementos, descubrimientos que hemos hecho en pro de la trompeta para llevar a las salas de concierto. A este concierto en particular Paquito lo ha llamado Concerto venezolano porque para él tiene una historia importantísima. Por ser yo venezolano, él se acuerda perfectamente de todas sus vivencias en Venezuela, de todos los grandes maestros venezolanos como Antonio Lauro, Antonio Estévez, Simón Díaz, y Paquito es una persona muy querida en Venezuela. Este concierto va a ser parte importante y bandera de mi repertorio y del catálogo de obras nuevas que estoy llevando por el mundo.

Y de la estrella fulgurante en el mundo de la trompeta como es Pacho Flores, quién mejor para reconocer y apreciar este status que otro gran instrumentista, Paquito D’Rivera, quien dice esto respecto a su colega y amigo:

Pacho Flores es un tipo especial. No solamente es un virtuoso. A mí me asusta un poco la palabra “virtuoso”. Cuando de habla de un virtuoso, se habla de un tipo que toca muchísimas notas y que no tiene corazón, y que tampoco lo necesita. Pero Pacho es otra cosa, Pacho es un gran artista con un sentimiento tremendo para tocar la trompeta. Es un artista único, con teorías únicas para tocar la trompeta, que para él no es un instrumento sino muchos instrumentos.

Inicio épico, de «peplum» caribeño, trompeta sola y orquestación muy trabajada, jugando con todas las secciones, protagonismo igualmente de una flauta hermosa, toda la madera en general junto a unos metales presentes (la tuba emerge de ellos) y el ritmo intrínseco del compositor cubano para un concierto pleno, actual, vitalista y a medida del venezolano que aporta con su visión e interpretación aún más color a este concierto.

Daniel Freiberg (1957): Crónicas Latinoamericanas (I. Panorámicas; II. Diálogos; III: Influencias).

«El calificativo de “multifacético” suele utilizarse con frecuencia para describir a los músicos especialmente talentosos, inquietos y curiosos, y se trata de un adjetivo que le cae como anillo al dedo al bonaerense Daniel Freiberg, como es fácil comprobar echando una ojeada a su biografía: compositor, pianista, arreglista, productor, ingeniero de grabación, con estudios y práctica en la música clásica, en el jazz, en el rock y en la creación de música cinematográfica y para televisión. Ha recibido varias nominaciones al premio Grammy, el cual ha obtenido tres veces. Ha sido alumno de músicos notables y ha colaborado con numerosas personalidades de diversos ámbitos, entre las que destaca su mentor y amigo Paquito D’Rivera».

Latinoamérica es una fuente inagotable de ritmos y etilos musicales que nos sirven de inspiración a los compositores. Crónicas Latinoamericanas fusiona los lenguajes de la música clásica, el jazz y la música latinoamericana. Estos son sonidos y colores que me rodean desde mi infancia en Buenos Aires y a través de mi vida profesional en Nueva York, donde vivo desde 1979. Este concierto está compuesto de tres movimientos. El primero, Panorámicas, sobre ritmos sudamericanos nos pasea a través de valles y montañas… desde el punto de vista de un pájaro que los sobrevuela. Más adelante, la orquesta se detiene para dar lugar a la cadenza, donde el clarinete se eleva solo, improvisando libremente. Después, todos se vuelven a unir en la reexposición del tema principal para seguir ascendiendo a nuevas y emocionantes alturas. El segundo movimiento, Diálogos, es lento, una profunda conversación entre el hombre y Pachamama (la Madre Tierra). El tema principal, un vals afroperuano, acaba dando lugar a una explosión jazzística neoyorquina, donde el clarinete improvisa su solo en estilo hard-bop.

El propio Freiberg explica cómo se convirtió en pieza para trompeta y orquesta:

Paquito D’Rivera hizo el estreno español de ese obra el 16 de junio de 2017 con la Orquesta de Valencia dirigida por Vicent Alberola, estreno al que asistí invitado por Paquito, quien me dijo que en este programa se iba a presentar un trompetista venezolano a quien seguramente le iba a gustar mi música. Durante los ensayos de mi pieza se me acercó Pacho Flores se presentó y me dijo que le encantaba mi música, y que quería hacer Crónicas Latinoamericanas, a pesar de que fuera original para clarinete. Me pidió fragmentos de la obra, cuya parte solista había adaptado él mismo a la trompeta. No sólo eso, me dijo que ya tenía comprometidas tres fechas para tocar la pieza en Holanda, el siguiente enero. Su versión para trompeta es prácticamente igual a la original para clarinete salvo las partes que son improvisadas. No fue necesaria una adaptación propiamente dicha porque además de que Pacho tiene una formidable amplitud de registro toca la obra utilizando diferentes trompetas.

Panorámicas me evocan con un piano etéreo y «ostinado» junto a una orquestación poderosamente delicada que reviste la grandeza de la trompeta solista (aún mayor en el último pasaje jazzísstico con el contrabajo en pizzicato, batería luminosa y los acordes ricos del piano) ese New York crisol de culturas y músicas donde lo hispano tiene su protagonismo pujante. Diálogos retoma en la orquesta el motivo del primer movimiento que va transitando por las distintas secciones, siempre con un ritmo que contagia vitalismo, orquesta potente sobre la que la trompeta sobrevuela para un final apoteósico. Y finaliza con Influencias, piano y oboe evocadores, cuerda de terciopelo, pinceladas de flauta y arpa, casi de recuerdos al gran Morricone y el flugel dando un color personal para otra orquestación maravillosa de Freiberg donde no falta un cello emotivo.

Efraín Oscher (1974): Mestizo (I. Oro Negro; II. Cimas Blancas; III. Cimas Negras; IV. Noche Blanca).

«Una revisión somera de este compositor apunta de inmediato, por varias vías, al notable Sistema venezolano. Uruguayo de nacimiento, educado en Venezuela, flautista y compositor, realiza una parte sustancial e importante de sus estudios bajo la tutela del Sistema creado en 1975 por José Antonio Abreu. Los datos colaterales apuntan a las colaboraciones de Oscher con tres notables músicos también surgidos del Sistema; aquí destacan de inmediato los nombres de Edicson Ruiz, contrabajista de la Orquesta Filarmónica de Berlín, y el trompetista Pacho Flores. Entre los tutores de Oscher como intérprete destaca la figura del legendario flautista William Bennet, y entre sus proyectos más importantes es preciso mencionar la fundación y dirección del grupo Solistas Bolívar, dedicado primordialmente a la promoción y difusión de la música de cámara de compositores latinoamericanos«.

El título Mestizo que Efrain Oscher ha dado a su Concierto para trompeta y orquesta es más que apto debido a su intención descriptiva y a su contenido musical. El propio compositor afirma que la obra puede ser considerada como una película que tiene como escenario distintas regiones de la geografía de Venezuela. El trompetista Pacho Flores comenta de manera más específica la obra de Oscher:

Este es un concierto que se interpreta con tres trompetas, lo cual es algo inédito. Además, es un concierto que tiene elementos nuevos, de diferentes tendencias de la música tradicional venezolana, muchos de ellos modernos, lo que enriquece la obra. En el cuarto movimiento hay una cadencia del género salsa que es una improvisación, representando un elemento nuevo en un concierto para trompeta y orquesta.

Oscher escribió su concierto Mestizo por encargo del Sistema venezolano, específicamente para Pacho Flores. «El concierto está estructurado en cuatro movimientos (Oro negro, Cimas blancas, Costa negra, Noches blancas) cuyos títulos refuerzan la idea de mestizaje que está en el origen y concepción de la obra. El compositor plantea para el solista el uso de tres instrumentos: trompeta en Si bemol, trompeta en Do y el flugelhorn. Los cuatro movimientos se interpretan sin interrupción, y el segundo y tercero están unidos por una cadenza del flugelhorn solista, Para el tercer movimiento, Efrain Oscher propone el uso de la sordina Harmon para la trompeta en Do, logrando un timbre particularmente atractivo en la parte solista. En el cuarto movimiento hay interesantes efectos de eco entre la trompeta solista y las trompetas de la orquesta, que dan paso a la expresión “tropical” de la obra, que es muy energética, poderosa y sabrosa».

Un concierto magnífico, de escritura actual que no pierde ninguna esencia geográfica convertida en una música para trompeta bellísima, agradable de escuchar y auténtica banda sonora para la mejor Venezuela deseada por y para todos. Mestizaje en el amplio sentido de la palabra, lo mejor de la herencia hispana de la que todos hemos bebido enriqueciendo no solo la cultura sino la propia vida a ambos lados del Atlántico.

Pacho FLORES (1981): Morocota.

«Finalmente el Pacho Flores compositor. Morocota es el nombre que se dio a una moneda acuñada en los Estados Unidos, con valor nominal de veinte dólares, que circuló en Venezuela durante buena parte el siglo XIX y el inicio del XX. Pacho Flores recuerda que un tío suyo, hermano de su madre, poseía dos morocotas, que por entonces tenían un gran valor, eran así un tesoro. El trompetista suele referirse a ese tiempo como “la época en que éramos felices y no lo sabíamos”. Pacho Flores compuso Morocota con dedicatoria a su madre y en recuerdo del hecho de que se llamaban mutuamente “morocota”, en el sentido de “mi consentido”, “mi tesoro”. Morocota es un vals venezolano sencillo y diáfano, en el que predomina la vena sentimental sobre el perfil bailable, y en algunos momentos trae a primer plano reminiscencias de los deliciosos valses de otro gran músico venezolano, Antonio Lauro (1917-1986). Morocota data de cuando Flores tenia quince años de edad, y la pieza fue estrenada en San Cristóbal, capital del Estado Táchira en Venezuela, en una versión para trompeta, guitarra, cuatro y contrabajo. Actualmente la pieza existe en versiones para trompeta y guitarra trompeta y piano, trompeta y cuerdas, y trompeta y orquesta».

De destacar la unión de compositor e intérprete en esta deliciosa Morocota, el amplio bagaje del solista llevado al papel pautado desde la sencillez que emana de la infancia y la nostalgia, música de agradable escucha, instrumentación «académica» sin perder la necesaria raíz melódica de una trompeta que nos habla mecida por la orquesta.

Finalmente y como apreciación personal tras mis comentarios puntuales, a nivel global este CD respira no solo calidad en cada composición e interpretación a cargo de Pacho Flores y la Orquesta Filarmónica de Minería bajo la batuta del director de orígenes asturianos Carlos Miguel Prieto, también una apuesta por parte del trompetista venezolano de unir con la música para su instrumento lo que algunos quieren olvidar o borrar de la historia, tendiendo puentes y ampliando un repertorio necesitado de renovarse. Maravillosas combinaciones de tímbricas en su arsenal de trompetas con las que Pacho Flores sigue haciendo «Música» con mayúsculas, engrandeciendo el repertorio para su instrumento en nuestros tiempos, y apostando por obras cercanas en estilos, inspiración y mucho amor hacia él por parte de tantos amigos y colegas que aceptan sus encargos felices en este mundo musical que sigue siendo el único lenguaje universal rompiendo barreras.

Bromas muy serias

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Viernes 13 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono X «Absolute Quiroga» OSPA, Cuarteto Quiroga, Carlos Miguel Prieto (director). Obras de John Adams y Aaron Copland.

Lástima que de nuevo hubiese poco público para este décimo de abono de nuestra orquesta porque el programa no era broma. Ya en la conferencia previa «The American way: más que vaqueros y luces de neón» el doctor y compositor Israel López Estelche (autor de las notas al programa enlazadas arriba en obras y que hoy volvieron al papel), nos prepararía para un concierto «Born in the USA» (como diría The Boss Springsteen), si realmente podemos hablar de una música estadounidense con detractores y defensores cuando realmente es un mestizaje total («hibridación» lo llamó el musicólogo cántabro) donde la herencia europea no es única. Y para la ocasión dos ejemplos de lo que podríamos llamar las dos tendencias que al menos los yanquis no tienen complejos en presumir de todas.
Uno de los compositores más interesantes del actual panorama sinfónico es John Adams (1947) con su Absolute Jest (2011 / rev. 2012) por lo que supone de grandiosidad en fondo y forma, «broma absoluta» verdaderamente seria y tomando el origen latino de «gesta» más que el italiano de scherzo, pues aúna su devoción por Beethoven con su genialidad en un estilo personal que impresiona porque sus referentes los reconocemos desde el primer compás. Como él mismo ha escrito, «No hay nada particularmente nuevo en que un compositor interiorice la música de otro y ‘la haga suya’. Los compositores se sienten atraídos por la música de otro hasta el punto de querer vivir en ella, y eso puede suceder en una variedad de modas«. Con el Cuarteto Quiroga de solista, en estos días Atte Kilpeläinen sustituye en la viola a Josep Puchades (que espera su próxima paternidad), «absolutos» más Carlos Miguel Prieto al mando, pudimos disfrutar de esta auténtica locura orquestal donde en la batidora sonarían dialogando en perfecto entendimiento el Scherzo de la Novena beethoveniana junto a sus últimos cuartetos, y todo encajado con la visión actual que el compositor imprime a cada sección y solistas, impulso vital muy americano con una instrumentación impactante que no oculta las ideas claras de Adams.
El director de origen asturiano que regresaba al podio de la OSPA tras la pandemia, conoce de primera mano tanto el sustrato como el espíritu de fondo (y por supuesto la capacidad de la orquesta asturiana), exprimiendo la partitura hasta límites insospechables con unos Quiroga igualmente maestros en lo camerístico y excelentes solistas (ahí está el asturiano Aitor Hevia) en una página donde brillar con el diálogo orquestal.
Tras la vorágine de Adams, el mejor regalo y tributo sería el Lento assai, cantante e tranquilo del Cuarteto op. 135  de Beethoven presentado por Cibrán Sierra y recordando a la hoy fallecida Teresa Berganza, a quien se dedicó todo el concierto, la quintaesencia del cuarteto de cuerda por estos músicos enormes, actuales y universales como la propia música.
Si hay un referente dentro de los llamados compositores clásicos estadounidenses, ese es el neoyorkino de Broadway Aaron Copland (1900-1999), por su formación, origen y evolución hacia lo que López Estelche nos explicó de la «Sonoridad Americana», reunificando todas las influencias no solo europeas en un lenguaje propio, unido al sentido patriótico del War effort que tiene sobre todo la Sinfonía nº 3 (1946) tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. El maestro Prieto quiso recordar antes de comenzarla a tantos músicos que en estos tiempos difíciles no pueden volver a tocar y la esperanza en que la música no nos falte.
Plantilla generosas para una sinfonía patriótica que incluye mucho más desarrollada u propia Fanfare for the Common Man en el último de los movimientos (I Molto moderato – with simple expression; II Allegro molto; III Andantino quasi allegretto; IV Molto deliberato). El maestro Prieto manejó a la perfección cada una de las secciones de la OSPA que brillaron con luz propia por los intrincados cambios de compás, tiempo o textura, disfrutando de unos metales poderosos, una madera de ensueño, una cuerda (hoy de concertino invitada la holandesa Fredericke Saeijs) bien equilibrada y compacta, una percusión más allá de lo rítmico, sin olvidarme del arpa, el piano o la celesta generando unas sonoridades únicas con el sello americano de Copland.
Revalorizar la forma sinfonía en su tiempo suponía encuadrarle en los llamados «neoclásicos» pero el longevo maestro por encargo de Koussevitzky, que dirigiría su estreno el 18 de octubre de 1946 con la Orquesta Sinfónica de Boston, no tuvo complejos y nos dejó esta tercera brillante, casi un ballet o banda sonora de la victoria aliada con toda la grandiosidad orquestal de final patriótico.
Saber fusionar estilos dotándoles de identidad propia es el gran logro de Copland, y toda su herencia la transmitió la OSPA con Prieto, las ideas musicales del compositor y los intérpretes en una versión reluciente, triunfante y optimista. El público aplaudió largamente a todos, con bromas y guiños del maestro astur-mexicano que se llevó de la mano a Marta Menghini dando por finalizado un concierto de los que dejan huella en nuestra herencia «Made in USA», colonización de vuelta también con la mal llamada música clásica. Sólo hay dos MÚSICAS (la que gusta y la que no).

Regresos esperados

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Viernes 21 de febrero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, «Reflejos II», abono VII OSPANing Feng (violín), Carlos Miguel Prieto (director). Obras de Revueltas, GoldmarkElgar.

Varios regresos esperados para el séptimo de abono de nuestra OSPA: Israel López Estelche (compositor y autor de las notas al programa, enlazadas en los compositores) con una conferencia previa siempre interesante y casi de obligada asistencia para comprender mejor lo que vendrá a continuación, sin olvidarse «fuera de programa» de la asturiana emigrada a México Maria Teresa Prieto (1896-1982), muy ligada a este concierto; el violinista Ning Feng (un virtuoso que nos ha dejado un CD con la OSPA para recordar y volver a disfrutar) con el concierto de Goldmark (que como todos los de la orquesta grabó RNE), verdadero triunfador del programa; el director mexicano de ascendencia asturiana Carlos Miguel Prieto (siempre bien recibido) hoy con parte de su familia entre el público, rememorando sus orígenes y donde se encontraba su padre el chelista Carlos Prieto, (sobrino y depositario de la obra de Mª Teresa Prieto) que departió amigablemente con el presidente de la Sociedad Filarmónica Ovetense Jaime A. Buylla y señora al final del concierto, más una obra de Elgar que siempre funciona con la formación asturiana (y para quien la orquesta trajo refuerzos del CONSMUPA, en la buena dirección de ayudar a completar la formación de estos músicos jóvenes, algunos de ellos entrevistados en OSPATV) para su Sinfonía nº 1 en la bemol mayor, op. 55.

Para comenzar nada mejor que el compositor mexicano Silvestre Revueltas (1899-1940) y su poema sinfónico Janitzio (1933), «una pieza tradicional que lleva el nombre una isla en un lago en México» como bien recordaba en El Comercio el maestro Prieto (Ciudad de México, 1965) así como en la entrevista para el canal de YouTube© que cada programa presenta Fernando Zorita. Música de su tierra estrenada por la orquesta de la que es titular en una página que evoca precisamente la vuelta a la tierra, reflejos como el título del séptimo de abono. Colorido instrumental, ritmos autóctonos y la sublimación de lo popular en lo sinfónico bien entendido por un director que transmite seguridad a los músicos, con la pareja de oboes evocando las trompetas del mariachi, la percusión dando las pinceladas necesarias para este fresco orquestal donde lo ternario invita al baile, y una cuerda comandada esta vez por el concertino Michael Brooks, todos plenamente integrados con unas melodías que sentimos cercanas.

López Estelche nos hablaba en la conferencia previa de compositores «independientes y solitarios», incluso autodevorados por su propio estilo siendo reconocidos por pocas obras, caso del húngaro Karl Goldmark (1830-1915) con su ópera La Reina de Saba (1875) o el Concierto para violín en la menor, op. 28 que contó con el increíble Ning Feng, siempre bien arropado desde el podio en un derroche de música, técnica al servicio de la partitura desde una modestia que no impide apreciar su grandeza como violinista. Pese a lo denso del concierto por ese estilo propio de Goldmark donde las melodías son eternas y la orquestación su punto fuerte, el virtuoso chino mantuvo la tensión y el diálogo en los tres movimientos que fueron creciendo en intensidad y entrega desde el Allegro moderato contenido y saltarín, lirismo contrapuesto a una orquesta perfectamente balanceada que permitió una amplísima gama de matices enriqueciendo un timbre aterciopelado, unos ornamentos claros y diálogos precisos donde toda la cuerda se mostró incisiva. El Air: Andante resultó conmovedor por unos pianissimi impecables, una cadenza de cortar la respiración y el sonido del violín emocionante, presente, cálido, «in crescendo» de sentimientos antes de afrontar un Moderato-Allegro que pondría la guinda del buen entendimiento, ideal el unísono con el clarinete, ensamblaje perfecto en los cambios de aire, paleta de dinámicas en solista y orquesta, vibrante entrega para un concierto que recuerda los de Mendelssohn o Brahms pero con la paleta de un solitario como Goldmark sin etiquetas ni «hogar estético«.

El público premió con una fuerte ovación que Ning Feng nos agradeció primero con el Andante BWV 1003 de Bach íntimo, nuevamente modesto e interiorizado, casi religioso, y después un entregado Paganini explosivo, el Capricho 24 mágico, endemoniado y de otra galaxia por un despliegue técnico epatante capaz de escuchar dos violines en uno.

Todavía saldría a saludar más veces antes del Der Erlkonig (Schubert) que pareció dejar en otra galaxia a un violinista cercano, valiente, virtuoso volviendo sin el instrumento al que el ayudante de concertino ofrecía el suyo (foto superior) ante la enésima salida para saludar a un respetable entusiasmado por el derroche del chino, nuevamente triunfador en Oviedo.

Y sumándose como uno más a los últimos atriles de los violines primeros, más el refuerzo joven de los trece alumnos en prácticas extracurriculares, llegaría la impresionante Sinfonía nº 1 en la bemol mayor, op. 55 de Sir Edward Elgar (1857-1934) donde Carlos Miguel Prieto extrajo lo mejor de una orquesta majestuosa con casi cien efectivos, capaces de unos piani imperceptibles y unos forti nunca exagerados pero sumando calidades en todas las secciones para una plantilla siempre deseada.

Música con la firma solemne y elegante del británico, la melodía infinita que aparece delineada por una orquestación plena y variada, exigente en cada familia, trombones y tuba compitiendo con trompetas y trompas por dotar de grandeza unos pasajes sustentados por cuerda y madera en equilibrio inestable cercano al éxtasis sonoro del primer movimiento (Andante. Nobilmente e semplice – Allegro) con esa «simplicidad» tan del Elgar de Nimrod (Variaciones «Enigma»).

El maestro mexicano fue destacando las texturas sin perder de vista el lirismo, en el Allegro molto auténtica filigrana, empuje vital donde bordó un tapiz lleno de contrastes, hilo de oro en el viento metal, plata en la madera y terciopelo en la cuerda que al fin tuvo los graves deseados, y en el siguiente Adagio remanso melódico sin necesidad de batuta, cantando evocadores paisajes ingleses de un romanticismo que se negaba a abandonar la escritura sinfónica. El último Lento – Allegro “simple en intención, noble y elevado”, sublime transición de sonoridades oscuras antes de la luz nunca cegadora de una brillante sinfonía que redondearía este séptimo de abono la mejor y deseada OSPA en busca de director. Carlos Miguel Prieto se sintió en casa.

Alma rusa en Asturias

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Viernes 3 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Concierto de Abono 11, OSPA, Lilya Zilberstein (piano), Carlos Miguel Prieto (director). Obras de Shchedrin, Rachmaninov y Prokofiev.
Volvía a la tierra de sus antepasados el director mexicano Carlos Miguel Prieto y traía un concierto totalmente ruso, pianista incluida, conocedor de que parte de nuestra orquesta asturiana tiene mucha de su alma en su país, como los tres compositores elegidos y bien explicado en las «Tres visiones de un concierto» de las notas al programa escritas por Carlos García de la Vega.
El estreno en España del Concierto para orquesta nº 1 «Naughty Limericks» (1963) de Rodion Shchedrin (1932) puso de manifiesto no ya el sentido del humor del pianista casado con la gran Maya Plisetskaya sino toda la herencia de su amigo y maestro Shostakovich, con una orquestación claramente circense y divertida («coplillas gamberras» como bien explica mi amigo neoyorquino John Falcone en el canal OSPA TV, también con mucha alma rusa) que el Maestro Prieto llevó con la misma chispa y energía de una partitura que nos arrancó a todos una sonrisa y trajo a mi memoria momentos cinematográficos.

El momento cumbre de la tarde, que dejará huella en todos los presentes, lo trajo la genial Lilya Zilberstein que ha hecho del Concierto para piano nº 3 en Re m., Op 30 (1909) de Rachmaninov un referente para todo melómano, volviendo a contagiar la magia que solamente el directo es capaz de lograr aunque haya quedado registrado por Radio Clásica para atesorar otro día memorable que el propio compositor seguramente ni se hubiera imaginado. La virtuosa rusa «hace Música» de principio a fin, la fortaleza física y mental que exige «el tercero» no mermó en ningún momento toda la belleza de una partitura que tuvo en la OSPA el complemento perfecto bajo las manos de un Prieto volcado y contagiado de este alma rusa hecha arte sonoro, compositor, partitura e intérpretes.

Como si la lejanía de la tierra amada fuese motivo inspirador (obra contemporánea de La Isla de los Muertos), las enormes proporciones y la factura pianística tan cargada, hacen de este concierto uno de los más peligrosos del repertorio (y de nuevo el cine en el recuerdo: «Shine» basada en la vida del niño prodigio David Helfgott), pero que en la interpretación de Zilberstein parecía fluir con total naturalidad. La han dirigido y acompañado los grandes y Oviedo se ha sumado a esta lista. El Allegro non tanto arranca tranquilo para ir brillando en cada modulación y cada crescendo de piano y orquesta en una auténtica montaña rusa de emociones hasta la cadenza endiablada y poderosa como sólo el propio Sergei era capaz de interpretar. La riqueza tímbrica que consigue la pianista rusa es de embriagar, sumándose una paleta orquestal que logró aún más brillo (¡shine!). El Intermezzo retoma la belleza melódica algo contenida con una orquesta densa pero clara, madura, empastada, pletórica, y las variaciones cristalinas del piano antes del tumulto pianístico que encadena con el «Alla breve» Finale. Ritmos protagónicos en todos los intérpretes bien llevados por un Prieto casi ruso, preciso en el gesto, cómplice de todos más la vitalidad centelleante en cada intervención de piano, solistas y tutti sin poder destacar a nadie por la feliz conjunción. La «colocación Milanov» volvió a conseguir un colorido casi de titanio, reconfortante, armónicos con el piano únicos y ese abrazo de los seis contrabajos que mecieron al «3 de Rach«, creciendo en una vorágine musical donde todo el alma musical de Lilya nos contagió y rompiendo en atronadores aplausos con varias salidas a escena, felices de haber asistido a un concierto único.

La Sinfonía nº 5 en SIbM, Op. 100 (1944) de Prokofiev completaría este trío ruso para la tarde asturiana, obra impregnada del sentimiento de victoria que alcanzó a todos los presentes contagiando ese aliento épico desde la batuta de Prieto en una partitura exigente para una plantilla algo reforzada que la crisis impide mantener fija. Si hace apenas una semana pensaba que el listón estaba alto, hoy han subido un pequeño peldaño más por la entrega y calidad de todas y cada una de las secciones de nuestra orquesta de cabecera en Asturias. Cierto que en la formación el ruso parece dominar y cuando se programa la música que han mamado desde siempre hay una transformación, pero debemos reconocer que el acento de esta tierrina nuestra les ha empapado como el «orbayu», creciendo todos cuando desde el podio se les exige desde el conocimiento. Y como «no hay quinta mala», así resultó la versión, alma rusa llevada por un mexicano de origen asturiano para nuestra orquesta internacional. Un Andante solemne y dulce que se transforma con vigor y sonoridad así como nuevamente el humor para una «batalla sinfónica» que dice Tranchefort en su «Guía de la música sinfónica». El Allegro marcato con ostinados agitados transitaron por cada sección de una orquesta rotunda de dinámicas contundentes y asombrosa seguridad que transmiten las percusiones atinadas. La emoción llegó con el Adagio que recuerda el inicio del «Claro de Luna» de Beethoven para lucimiento de una madera siempre lírica cargada de dramatismo para culminar con los trombones hercúleos contrastando texturas que Prokofiev domina como nadie. Y el Allegro giocoso que parecía cerrar con la alegría de flautas y fagots seguido por clarinetes cual bufones antes de cerrar una evolución de caracter coral donde las imitaciones las marcaba el Maestro Prieto con los guiños del que se sabe a gusto y bien querido. Los metales recordarán que «la grandeza épica no es extraña a los frenesíes de la alegría popular», como este inicio de mayo que nos devolvió el sol y el alma rusa a mi Asturias patria querida.