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Lamentaciones y bálsamo espiritual

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Jueves 23 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de cámara: clausura VI Primavera Barroca – Circuitos CNDMCapella de Ministrers, Carles Magraner (violón y dirección). Cristóbal de Morales (ca. 1500-1553): Super Lamentationes Hieremie Prophete (ca. 1543-1550).

Manuel del Sol ha recuperado por encargo del CNDM en 2016, transcrito y editadas estas seis «Lamentaciones de Jeremías» pasión y muerte compuestas por Cristóbal de Morales, dos de ellas complemento perfecto de las otras cuatro, que en las notas al programa explica el doctor Del Sol tanto el origen del género como las múltiples interpretaciones habidas en el Renacimiento «dependiendo, por norma general, del contexto institucional y los recursos musicales disponibles«. En el caso de la agrupación que dirige Carles Magraner «según la práctica musical de la Capilla Real del emperador Carlos V, donde las lamentaciones se cantaban polifónicamente con acompañamiento instrumental de violones o vihuelas de arco… práctica singular en la historia de este género«.

Con el paso de los siglos esta música sigue siendo una reflexión sobre la barbarie, las guerras, el llanto, la desolación, la muerte, pero también la esperanza. Impresionante el silencio y la emoción que el público presente mantuvo a lo largo de la hora abundante de estas «Super lamentationes» con la Capella de Ministrers en seis «lecciones para el Oficio de tinieblas«, manteniendo todo el espíritu original en combinaciones verdaderamente conmovedoras.

Esta formación se presentaba con las voces de Élia Casanova (superius), Hugo Bolívar (altus), Fran Braojos, Albert Riera y Víctor Sordo (tenores) más Pablo Acosta (bassus) en las voces, así citadas conservando la nomenclatura original de las cuatro voces mixtas (soprano, alto, tenor y bajo), más los violones (violas de gamba) de Lixsania Fernández, Leonardo Luckert
y Jordi Comellas, la tiorba de Robert Cases y el propio Carles Magraner con el violón (viola de arco, violón agudo, evolución de las fídulas y antecedentes del violín), además de la dirección del conjunto, planos sonoros bien claros, matices equilibrados y amplios, empaste vocal e instrumental con protagonismos compartidos junto a la riqueza tímbrica que esta magna obra atesora.

La primera de las recuperaciones históricas que abría las «Lamentaciones de Sión cautiva» (Aleph. Quomodo sedet sola) a cuatro voces iguales fueron presentando sentimientos musicales fiel reflejo de unos textos latinos tan bien encajados por un Morales dominador de la polifonía y avanzado para su tiempo dentro del llamado triunvirato de la Edad de Oro renacentista con Guerrero y Victoria.

Se ampliaba la plantilla vocal a cinco voces mixtas con la segunda de las Lamentaciones (Num. Vigilavit iugum iniquitatum), orfebrería en las violas de gamba con auténticas perlas de la tiorba o el violón de Magraner, más un quinteto vocal equilibrado (se nota el bloque del cuarteto Qvinta Esencia) como sucedería con la segunda recuperación del doctor Manuel del Sol, la tercera lamentación (Heth. Cogitavit Dominus) a cuatro voces mixtas comenzando con cinco cantantes (se sumaría el contratenor en la voz de alto) antes del final con la soprano para todo el «ensemble vocal», la destrucción musicada con dolor y pasión, los claroscuros etéreos y la concentración interior frente a la contrición, una espiritualidad que inundaría la sala de meditaciones individuales a partir de un colectivo de calidad.

Momentos impresionantes en la puesta en escena cuando las primeras cuatro voces se vuelven cantando frente a una de las puertas abovedadas de la sala de cámara, o las cuerdas comienzan con un pizzicato esta lamentación mientras prosiguen las voces a capella, verdadera riqueza tímbrica para mediados del siglo XVI, casi avanzando un Morales barroco que en España siempre tuvo la deuda renacentista, una apuesta segura esta recuperación histórica.

Tras unas palabras del maestro Magraner afrontarían las otras tres lamentaciones, nuevamente combinando voces, todas, cuatro y nuevamente el conjunto completo: Zain. Candidiores nazarei (a 5 voces), el canto «El Señor destruyó a Israel» del Sábado Santo, correspondiente a la Lección II Oficio de Tinieblas, más colorido y pasión, Coph. Vocavi amicos meos (a 4 voces), «Lamentaciones de Sión cautiva» siempre con las dinámicas perfectas bien balanceadas entre todos, y finalmente Phe. Expandit Syon (a 6 voces), el Viernes Santo con su Lección III del Oficio de Tinieblas que ponía el final con las palabras «Jerusalén , conviértete a tu Dios y Señor», la Hierusalem eterna casi metafórica que emerge de sus ruinas, la historia que se repite con un llanto musical lleno de belleza y dolor.

Un primor al oído, auténtico bálsamo musical del gran Cristóbal de Morales en una visión e interpretación que se llevará en breve al disco con esta Capella de Ministrers quienes desde el lunes hasta el jueves estuvieron trabajando al detalle en nuestro auditorio para regalarnos esa paz interior tan necesaria en tiempos convulsos, pues el dolor nos ha dejado en el arte auténticas obras maestras.

La música interior de Santa Teresa

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Jueves 15 de octubre (festividad de Santa Teresa de Jesús), 21:00 horas. Catedral de León, XII Ciclo Música Históricas del CNDM, en coproducción con el XXXII Festival Internacional de Órgano Catedral de León (FIOCLE). Capella de Ministrers: Catherine King (mezzo), Carles Magraner (viola da gamba), Ariel Abramovich (vihuela): Mística: Paisajes sonoros del itinerario fundacional de Santa Teresa de Jesús. Obras de Juan del Enzina, anónimos, Diego PisadorLuis de Narváez, Francisco Guerrero, Miguel de Fuenllana, Antonio de Cabezón, Bartolomé Escobedo, Esteban Daza, Alonso Mudarra, Luys de MilánAdrián de MoxicaEntrada libre.

Nada mejor para comenzar esta crónica que un poema de la propia santa de Ávila en este 2015 donde se conmemora su quinto centenario:

¡Oh hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
y sin dolor deshacéis,
el amor de las criaturas.
Oh ñudo que así juntáis
dos cosas tan desiguales,
no sé por qué os desatáis,
pues atado fuerza dais
a tener por bien los males.
Juntáis quien no tiene ser
con el Ser que no se acaba;
sin acabar acabáis,
sin tener que amar amáis,
engrandecéis nuestra nada.

La música podría ser la destinataria de tan bellas palabras juntando dos cosas tan desiguales y necesarias como música y silencio, pues el recital de este trío resultó no ya un paisaje interior sino toda una sesión de recogimiento por parte de una feligresía no toda melómana pero igualmente entregada a una meditación más allá de la mística ante los textos elegidos, cantados o instrumentales que la formación valenciana -aunque plenamente internacional- fue desgranando durante más de una hora, como si música y silencio formasen un todo para que «Nada te turbe» volviendo a la Santa precisamente en el día de su festividad.

La voz femenina más natural es la clasificada como mezzosoprano, y así resultó la británica, canto natural, por momentos íntimo pero bien proyectado, con la dificultad del idioma y la dicción clara perdida a menudo por la sonoridad catedralicia que sin embargo compensó unos instrumentos perfectamente percibidos y contrastados, la viola de gamba del solista valenciano, tan cantarina como la humana y en otros momentos grave cual cuerda masculina, más la vihuela del argentino punteando, haciendo el contracanto y solista en sus páginas propias.

Música y textos de la época de la santa en su itinerario español, música como oración sin palabras incluso por compositores también clérigos, latín o castellano antiguo, alternancias instrumentales y vocales en este paisaje sonoro que todos caminamos con respeto casi olvidado. Partituras de distintos cancioneros, formas instrumentales variadas desde villancicos y villanescas a fantasías espirituales, romances y pavanas con sus glosas emparejados con textos de Santa Teresa, bellezas y recogimiento individuales y compartidos desde el silencio interrogante del alma a cargo de este trío con larga trayectoria como Capella de Ministrers. Las notas del programa explican bien este itinerario:

«En su libro Las fundaciones, la santa de Ávila apunta en varias ocasiones la presencia de “mucha música” en sus andanzas y hechos fundacionales. Es un paisaje místico que trata de pintar el concierto de la Capella de Ministrers, que recoge ejemplos de los cancioneros de Palacio y Uppsala. Coetánea de Teresa de Jesús fue la gran música española para vihuela, pero también la gloriosa polifonía, como la de Guerrero o Escobedo de esta velada, ese canto de órgano, tan sutil como un cristal, pues “que un punto o compás que se yerre, disuena toda la música”, como afirma Santa Teresa en el Libro de la vida«.

Dejo el programa así como los textos enlazados, destacando en el terreno instrumental la marcha anónima inicial Sacris Solemnis, la Fantasía del primer tono por gesolreut (de Los seys libros del Delphin (1538) de Narváez o la otra de Mudarra para acariciar la vihuela tenue de Abramovich, las obras de nuestro genio Cabezón,  Tiento X (del Libro de Cifra Nueva) o Para quién crié yo cabellos, romance y pavana con su glosa, recreando el dúo de cuerda tímbricas corales y de tecla siempre con mimo, aunque sería con la mezzo donde alcanzaron los momentos más intensos y bien dosificados a lo largo del concierto.

Nadie mejor que el salmantino Juan del Enzina para comenzar a disfrutar del recital, pero especialmente nuestro gran polifonista Francisco Guerrero con Si tus penas no pruebo, cántico espiritual, con voz y viola primero, voz y vihuela después y ensamblando el trío en orgánico canto realzando los textos, o las últimas Adiós mi amor, instrumental original para dos vihuelas donde la cuerda realmente cantó esta canción para ministriles de Lerma, y Niño Dios d’amor herido, «Canto de cisne blanco. Oh Señor mío y Esposo mío, ya es llegada la hora tan deseada» (Sta. Teresa), incluyendo recitado por parte de Magraner (que a mitad de concierto dirigió unas palabras a un ensimismado auditorio) más la voz de mezzo casi poniendo música celestial a las canciones y villanescas espirituales.

Me emocionaron los motetes, tanto el Erravi sicut ovis a 4 del zamorano Bartolomé de Escobedo y el de Bernardino de Ribera (o Bernardino de Sahagún) Virgo prudentissima donde la polifonía resultó viva con la voz cantada con recogimiento cual rezo de la mezzo y las otras voces instrumentales en un lujo de interpretación casi coral, así como Dama, mi gran querer de Adrián de Moxica. Otro placer el villancico de Miguel de Fuenllana o el de Esteban Daza de título Dame acogida en tu hato, de nuevo voz alternando el acompañamiento entre los dos instrumentos antes de la plenitud del trío, todas las obras engarzadas al detalle, para terminar regalándonos una villanesca de Guerrero para marchar en paz. Emoción teresiana en un itinerario musical y personal desde la Pulchra Leonina, marco perfecto para este verdadero acto de fe y devoción.