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Víctor Luque, el maestro del Oviedo Secreto

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Sobre la vida y la trayectoria profesional del guitarrista, fallecido el martes a los 84 años

Artículo para LNE del jueves 9 de marzo, con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Este martes me enteraba por nuestro común amigo Miguel F. Mijares de la muerte del irrepetible e indescriptible Víctor Luque en su actual casa de Borines, tras una caída y un golpe en la cabeza.

Víctor Pérez del Villar Luque (Oviedo, 1938) es escribir de la historia de la música, y de la mía propia, con ella por montera. Mis primeros recuerdos son con su Jeep aparcado en el “Campo de maniobras” donde está ahora La Nueva España, preparado para un safari africano, pues viajar era su gran pasión y la guitarra fiel compañera, del que el diario carbayón tendrá en el archivo sus crónicas. De sus tiempos con el Quinteto de Armónicas “La Praviana” me hablaba mi tío Paco, junto a Toni el joyero que también era conocido de mi familia. Y su aparición en la televisión en blanco y negro un acontecimiento que asombró a quienes nunca le habían escuchado cantar y tocar la guitarra, también su armónica (la bajo siempre difícil). Músico sin etiquetas que hacía suyo todo lo que interpretaba, jazz, folklore sudamericano pero también las bandas sonoras.
Pero mi verdadera amistad con Víctor arrancaría en las noches ovetenses de los años 70, sus recitales en los pubs donde el Padocks, en un sótano de la calle Marqués de Pidal frente a la entonces parada del bus al aeropuerto, lo cerrábamos tras una sesión conmigo al piano y saliendo por el portal pues no eran horas de que nos viesen salir de día subiendo las escaleras y abriendo aquella puerta verde. El Viva y el Tigre Juan del Antiguo, la calle la Luna, ¿cuál si no? del Nessy y La Quintana al lado, toda la “Guía Secreta de Oviedo” que escribiese Juan Cueto.

Como la canción Noches de bohemia y de pasión, compartidas con tantos amigos comunes entre los que no faltaban mis maestros en el Mester de Juglaría Wima y Luis Cueva (sumándose ahora a esta nueva ronda celestial) y el querido Miguelín con el requinto, todos alrededor de unas canciones que gracias al maestro Luque descubrimos sus ritmos y melodías que nos acompañarán toda la vida.

El famoso LP “La guitarra imposible” es una de las joyas que atesoro, donde igual sonaba un pupurrí de los Beatles que una milonga sin trampa ni cartón, porque estaba grabado de un tirón y en una sola pista sin trampas, con aquella Ovation que sonaba increíble y cuyo máster pude escuchar con Avelino López Díaz, otro polifacético carbayón, tras una escapada con “Los Juniors” a su estudio allá en Villayón. Y es que Víctor no se prodigó mucho en disco, lo suyo era el directo, la noche y el güisqui con los amigos.

Pero sí logró llevar a cabo su proyecto de tocar y grabar con “Los Virtuosos de Moscú”, donde el piano era más difícil de lo que yo pensaba y decliné participar para finalmente ser el genuino virtuoso Sergey Bezrodny quien lo dejase grabado para la eternidad, con unos arreglos prodigiosos de mi querido Luisín, que hoy son un incunable de la discografía bajo el patrocinio de la extinta CajAstur celebrando que “… cincuenta años no es nada”, y que con 84 años aún era joven para seguir asombrando con su magisterio y bonhomía.
Recuerdos de muchas veladas al lado de La Jirafa en otro pub subterráneo con un grande del violín, Luis Miquel Álvarez R. de la Peña (con quien también compartí bolos, noches y copas), emulando a Grapelli con Django Reinhardt, sumándose Jesús A. Arévalo al piano, entre tantos músicos que acudíamos a unas sesiones que muchos seguimos recordando.

Siempre con la música de su guitarra y los viajes, muchos primeros domingos de agosto en San Marcelo (Cornellana) compartiendo mesa, sobremesa y canciones en casa de Lolo y Aurora, verdaderas fiestas que no tenían hora de cierre para volver a Mieres, donde Víctor estaría una temporada viviendo en Rozadas de la Peña antes de instalarse en Borines. Una vida llena de historias con música, de amores y desamores, de ilusiones y frustraciones, y que al menos tuvo el merecido reconocimiento en vida del AMAS honorífico de 2021, creo que la última vez que nos vimos. Al menos me quedará siempre su música, su magisterio y su amistad.

La Big Band del Universo sigue creciendo con otra de mis estrellas queridas, y seguro que Víctor Luque será la figura invitada en la próxima sesión nocturna ya sin prisas, compartiendo escena con tantos amigos que le esperan en el más allá musical desde este triste 7 de marzo. Que la tierra te sea leve.

Mayte Martín y la música tatuada

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Viernes 17 de febrero, 20:00 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo Jazz – CNDMMayte Martín Quartet: Tatuajes. Entrada butaca: 8 €.

Soy de una generación que tiene grabadas melodías atemporales, imperecederas, no importa cómo se vistan esos «cuerpos bellos», llamémosles arreglos, ropajes, versiones o «simplemente» música, pues todas ellas mantienen la emoción además del recuerdo, un poder evocador capaz de seguir tan vivo como la primera vez. Por eso nada mejor que llamar a este conjunto de canciones Tatuajes y así nos los hizo sentir Mayte Martín (Barcelona, 1965) con un trío de lujo, más allá de etiquetas o géneros, pues cada tema, cada canción, mantiene viva esa llama multicolor, sentida, nostálgica y emocionada. Si en el anterior «viaje» en el Auditorio jugó con un rubato sinfónico vestido de satén, en este precarnavalesco nos grabaría con seda su propia historia cantada y contada a cuatro.

Soy de una generación que ha crecido con las canciones que la artista catalana nos regaló a un Filarmónica lleno, pues la música sigue siendo la mejor herramienta de unión y reunión en tiempos difíciles, punto de encuentro rompiendo frentes y tendiendo puentes, melodías verdaderamente como tatuajes del alma, sinceras estrenadas el día antes en Madrid pero que continuarán «ruta de la plata» hasta Salamanca y Málaga, mirando atrás solo por el tiempo en el que permanecen estas melodías, para algunos nuevas, para otros reconocibles, para la mayoría las llevamos grabadas y marcadas en nuestra memoria.

Las canciones elegidas casi podrían formar un poema sonoro enlazando títulos, letras, aunque lo verdaderamente enriquecedor es escuchárselas a una Mayte Martín que fue calentando voz y entrega, temas que casi aplastaban emocionalmente, necesitando inspirar hondo para afrontar el siguiente sin quedarse anclados en el aire compartido.

Tributo vocal y sentimental de esta artista sin yugos, como ella se define, verdadera, viajera de canciones que hace suyas sin perder nunca el rumbo original pero transitándolas con esos músicos tan familiares que saben respirar y caminar con ella, si se me permite el plagio «que hacen camino al cantar»: Guillermo Prats al contrabajo, el sustento grave, el arco puntual que da cimiento expresivo siempre pleno de musicalidad; Vicens Soler a la batería elegante, discreta, pinceladas de color que engrandecen cada tema; y los arreglos con el omnipresente piano único de la cubana Nelsa Baró, «Cosas de dos» entre Mayte y ella desde hace años y como Espejos donde reflejar el talento; de tres con el contrabajo, y revistiendo cada melodía de su excelente musicalidad, jazz, latino, atemporal, virtuoso, detallista, delicado y poderoso cuando así lo requería, respetando originales (el Ricard Miralles de Serrat), homenajeando literalmente a su «querido Pablo«, vivo eternamente, creando otro Ariel Ramírez que no muere ahogado pues le da vida Baró, y hasta lloraría con Brel en un ejercicio minimalista pero de profunda belleza.

Poemas musicales a lo largo de cien minutos de entrega y con las palabras justas pero agradecidas, las que dan Gracias a la vida (Violeta Parra) recordando a la irrepetible Mercedes Sosa, «La negra», la voz con quejío que viaja hasta tierras hermanas; el tributo al amigo Serrat de Lucía, cercano, emotivo, con piano original revestido a trío ideal con la voz sensible de Mayte Martín; el íntimo canto de Víctor Jara Te recuerdo Amanda, delicadeza y emoción como la historia de Alfonsina y el mar (Ariel Ramírez) que suena nueva y propia manteniendo la esencia. En el jazz se llaman «standars», con estas interpretaciones «Tatuajes«.

Lenguajes todos musicales con letras que sabemos de memoria pese a no dominar sus idiomas, tatuadas a lo largo de nuestra vida: la musicalidad italiana de Amore mio con un piano clásico y eterno de Rachmaninov «vocalizando» antes de cantar en un tributo de Baró que también emociona sola desde su papel, imprescindible en todo el concierto. Siempre cercano y romántico el francés de Ne me quitte pass de Jacques Brel que resultó un ciclón creciendo en entrega, poesía sentida y eterna. Otro tanto del portugués brasileño tan musical de Jobim  y Eu sei que vou te amar, para amar y disfrutar de lenguas musicales y toques de jazz, pues el ropaje armónico y rítmico solo sirve para agrandar esos bellísimos cuerpos melódicos.

Si algún compositor puede llegar a emocionar con su letra y música, melodía subrayando poesía pura, es el gaditano Manuel Alejandro (Jerez, 21 febrero 1933), el mejor baladista español de todos los tiempos, y Mayte Martín lo interpreta como nadie. Su Procuro olvidarte, evocaciones del gran Bambino y el recuerdo de «La Jurado«, que también se entregaba en A que no te vas,  tema cinematográfico para voces como la chipionera y la barcelonesa que se visten «de Alejandro» con colores atemporales y estilo propio.

Carne de gallina escuchando El breve espacio en que no estás de Pablo Milanés, Cuba en estado puro desde el piano, arraigo de contrabajo, dibujos de percusión y adopción por la voz de Mayte, otro tatuaje imperecedero, bello y emocional, multicolor. Y otro tanto de Lía (José Mª Cano) que Ana Belén nos descubrió y «La Martín» ha hecho Mía (como a Armando Manzanero), diríamos que «Nuestra» incluso para las nuevas generaciones que descubrirán composiciones impensables en músicos «todoterreno», pues la música como lenguaje universal y bien vestida, se hacen eternos.

Si no la conocen, deben hacerlo como lo hizo su compatriota Pablo: Martha Valdés (1934), compositora de En la imaginación, bolero tatuado por la catalana universal de voz inimitable, viajera desde el Mediterráneo hasta el Caribe o incluso a la Argentina de Carmen Guzmán, Porque vas a venir que nos evoca el tango porteño con una introducción al piano del mejor Piazzolla.

Desfile de temas que cortaron el aire, emocionaron, nos aplastaron emocionalmente, dibujaron paisajes y pinturas en colores como tatuajes casi de copla, y hasta la propina La bien pagá (Perelló y Mostazo), siempre única aunque la vistan en rastrillo o de alta costura, de negro y oro, grana o plata, letra y música que son nuestra historia, interpretadas desde el conocimiento, la razón y la pasión, así lo sentí con el cuarteto de Mayte Martín para seguir escuchándoles con una copa en la mano. Un disfrute total de «Las músicas que vivimos» como escribe Pablo Sanz en las notas al programa: «Somos lo que vivimos (…), somos lo que escuchamos, lo que oímos y amamos«.

Entrevista de Chus Neira para LNE del día 15:

De NY a OV

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Viernes 20 de enero, 20:00 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo Jazz. Moisés P. Sánchez 4tet: Dedication II. Entrada butaca: 8 €.

Un conocido slogan llevado a pegatinas y todo tipo de merchandising ponía «I❤️NY» que este viernes de Jazz podría cambiarse por  «I❤️OV» siendo Oviedo un pequeño New York con la música del Cuarteto de Moisés P. Sánchez (Madrid, 1979) que presentaban 13 años después de su Dedication la segunda parte tras una grabación donde junto al pianista madrileño también estuvieron el contrabajo de Antonio «Toño» Miguel (Zaragoza) y el saxo tenor de Javier Vercher (Madrid, 1978), más la batería de Borja Barrueta (Getxo, 1975) que para esta gira patrocinada por el CNDM (donde es artista residente) y la posterior grabación cuentan con la joven Naima Acuña (Londres, 1988) quien con ese nombre tan coltraniano por sus padres de Pontevedra, estaba predestinada al jazz y nos sorprendió gratamente en este concierto. Este regreso hecho música de NY a OV con el Moisés P. Sánchez 4TET pareció la banda sonora de Williams B. Arrensberg, el viajero o emigrante cercano del siempre recordado Úrculo, vista a la Catedral y maletas llenas de sentimientos.

En poco tiempo Moisés P. Sánchez volvía a Asturias, pero si en Gijón nos acercó a Bach, en esta «Dedicatoria» nos trajo la música y el músico (como bien nos explicó el propio pianista a un Teatro Filarmónica lleno hasta la bandera recordando a Philip Glass), el disfrute para todos y la profesión no ya de intérprete sino también como compositor de unos temas muy trabajados y variados en inspiración y escritura, llenos de matices, cambios de ritmos, estilos y enfoques siempre ricos en las exposiciones pero todavía más en las improvisaciones, ese «cocer» las melodías en vivo, el directo irrepetible y grandioso para un concierto que tocaba este cuarteto tras la presentación en Madrid.

Arrancando con una Dedication trece años después nos pondría en ambiente Moisés con P de Picasso, el pintor universal del piano capaz de sonar como Jarret o Evans, McCoy Tyner junto a Mehldau o Corea, e incluso toques de Chano con Camilo, músicas atlánticas caribeñas pero con sello propio, «Moisés P punto» dominador de todos los lenguajes desde el suyo, excelente dibujante, académico azul y rosa, colorista, cubista y gigantista por equipararlo con el malagueño universal del que este años se cumplen los 50 años de su muerte. Y la paleta del trío se engrandece con un saxo tenor de paleta tan grande como la del maestro,  Javier Vercher jugando con la caña para engrandecer cada tema, evocaciones de Coleman Hawkins y John Coltrane, de Benny Carter y Ben Wester, Dester Gordon, Lester Young y Charlie Parker, pero incluso nuestro Iturralde, tantos maestros donde el saxofonista madrileño, como su paisano y amigo pianista, han bebido. Cada tema e improvisación de Sánchez con la réplica sonora de Vercher. Y la sección rítmica increíble, rotunda, clara y precisa, creativa del contrabajo del seguro Toño Miguel más una batería de Naima Acuña que con un set no muy grande logró una tímbrica hermosa, baquetas, escobillas, mazas o manos, unos platillos más allá de lo ambiental y sobre todo un toque de caja luminoso, clamorosamente colorido, imprescindible incluso en los silencios.

En esta dedicatoria nueva desfilamos por Pennsylvania con el hotel, hoy desaparecido, del mismo nombre en el 401 de la 7ª Avenida de Manhattan, justo enfrente de la estación Pennsylvania Station y el Madison Square Garden, cercano al estudio de grabación donde Moisés esperaba al ayudante de sonido que no aparecía. Recuerdos de angustias previas y felicidad final tras unos tiempos de juventud que hoy son el poso a una vida con el piano protagonista siempre, el jazzman que transita por estados de ánimo, imágenes llevadas a los pentagramas casi papiros o periódicos del día a día. Otro tanto de Melancolía necesaria para disfrutar del cuarteto, ambientes, atmósferas, el plato cocinado por los cuatro donde cada solo, cada combinación tímbrica nos llevaría por tantos mundos que conviven en la música por excelencia del siglo XX, ya interiorizada sin etiquetas en el actual. Obras que funcionan como suites, unidas por un músico que disfruta y contagia su música, polirritmias, acordes melódicos, exuberancia sonora y todos los calificativos que mi tocayo Pablo Sanz nos deja en las notas al programa.

Seguirían los estrenos, y Dedication II como reflejo de los trece años que llenan la mochila, mucho trabajo y menos pelo, el estudio por tantos estilos y compositores, de Shostakovich a Gershwin pasando por Beethoven (su próximo acercamiento), Europa y el Caribe aterrizando en los EEUU que tanto han influido en la historia, la musical incluida. Introducción libre, efectista, evolución bebop, tributo «clásico» a Chopin o Rachmaninov (otro de aniversarios) y el siempre insustituible Waltz for Debby del «dios Evans» sonando en esta dedicatoria segunda.

Y entre dioses no podía faltar «el Monje«, The Monk con una intro de Naima portentosa, poderosa, seguida por un Javier heterodoxo, el sustento de Toño y el vuelo por el universo de las 88 teclas pero sacando color al blanco y negro, banda sonora sentimental, sonido expansivo muy bien amplificado por los técnicos de la casa. La iluminación la pondría el 4TET de Moisés.

Para cerrar programa otra «locura» del músico y compositor transversal (como así le han definido), Dodecatónico, con intervenciones de sus tres músicos impresionantes para una partitura compleja por sus motivos dodecafónicos, polirritmias, matices extremos y las genialidades del directo que dejaron atónito a un público tan variopinto como la música del Cuarteto y el empuje de la gallegolondinense.

De propina Nobody knows what’s behind (Nadie sabe lo que hay detrás), títulos en inglés como Naima y el origen primigenio para esta segunda parte que también es buena contradiciendo el dicho, impregnada en mi memoria del mejor Bach y el recuerda de su Cantata 147, alegría de los hombres de buena voluntad tocados por el eterno y universal lenguaje de la música.

Bach resiste 300 años

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Jueves 24 de noviembre, 20:30 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Jazz Xixón, Sociedad Filarmónica de Gijón, concierto nº 1658: «Bach (Re)Inventions», Moisés P. Sánchez Invention Trío.

Hace 300 años que «Mein Gott» Bach escribiese sus quince invenciones a dos voces en Köthen, una pequeña ciudad muy cerca de Leipzig donde poder alejarse de la su oficio de kantor y disfrutar con la música instrumental donde estas lecciones para la formación de su hijo Wilhelm Friedeman, explorando el contrapunto, la independencia de manos y los movimientos de danza, conforman un «corpus» no ya didáctico sino de pura exploración para cualquier músico.

A lo largo del tiempo J. S. Bach sigue reafirmándose como el padre de todas las músicas, y hace años que mantengo mi propia teoría que sus obras soportan todos los estilos para acercarse a ella, bien directamente con interpretaciones en sintetizadores (W. Carlos), vocales (Bobby McFerrin), mezclas africanas (Lambarena) o con ritmos cubanos, pasando por el rock y evidentemente el jazz, dejo fotografías de algunas grabaciones de mi fonoteca, donde Jacques Louissier marcó un estilo con su trío que en cierto modo me recordó este nuevo acercamiento de la Filarmónica de Gijón dentro del Festival de Jazz con el trío de Moisés P. Sánchez, como ya hiciesen hace cinco años con Chopin los pianistas Pepe Rivero y Judith Jáuregui.

La apuesta gijonesa atrajo al teatro del paseo de Begoña tanto a los más fieles del jazz asturiano, que va recuperando espacios, como a los socios de la sociedad, para quien Moisés P. Sánchez (Madrid, 1979) no solo dejó unas excelentes notas al programa (escritas para MarchVivo en 2021) sino también palabras dichas con humor y retranca, agradecimientos y piropos a nuestra tierra donde no faltó la gastronomía, preguntándose qué haría o diría Bach en nuestro siglo XXI. Por lo escuchado al finalizar, parece no pudo convencer a todos aunque personalmente creo que Mein Gott disfrutaría tanto como yo con estas (re)invenciones, inspiraciones o recreaciones partiendo de las quince Invenciones BWV 772-782 con el añadido de la improvisación que tan importante era en el barroco como en el jazz, con un formato de trío donde los dos Pablo’s (Pablo Martín Caminero al contrabajo y Pablo Martín-Jones a la percusión) compartieron el buen gusto y hacer del pianista madrileño. La música después de Bach ya estaba pre-escrita (que no prescrita) y el tiempo la ha ido colocando en cada época sin que nunca prescriba porque siempre es actual.

En una de sus recientes entrevistas Moisés Patricio Sánchez (aunque la P. le da todo el misterio, simbología y hasta marketing en convertir el apellido como marca propia junto al primer nombre) decía que ‘La emoción viene de lo que escuchas de pequeño’, y de formación académica muy seria parecía que el jazz le ha dado toda la libertad que la mal llamada clásica no permite, aunque su música no necesita etiquetas ni tiene fronteras. Mi querido Mario Guada me bautizó hace años como «omnívoro musical», y así lo entendió Carlos Santos quien en su ya finalizado programa nocturno «Entre dos luces» le dedicó precisamente a Moisés el último especial titulado El piano omnívoro de Moisés P. Sánchez, artista residente del CNDM para esta temporada, donde disfrutar de este polifacético intérprete en vivo y en directo, sonando parte del Bach «reinventado» que con Bartok y Beethoven conforman las tres B del artista madrileño. Me alegró mucho que nuestro común amigo aplicase este calificativo que refleja a la perfección la ya larga trayectoria del pianista, y especialmente el espíritu de este trabajo, encargo de la Fundación March en 2018 y finalmente llevado al disco con su propio sello, que abarca, como su propio Canal March, épocas y estilos variados.

Las invenciones no sonaron todas ni en orden, pero siempre son distintas, reconocibles porque «todo está en Bach», pasajes de solos increíbles, desde el delicadamente poderoso contrabajo de Martín Caminero (utilizando también el arco magistralmente), a la kalimba virtuosa de Martín Jones, percusión total, acústica y electrónica perfectamente combinada en la dosis exacta, más el piano sin límites de Moisés P. Sánchez, amplificación igualmente cuidada para jugar con estilos amplios surcando el universo bachiano, un caleidoscopio siempre arrebatador e inspirador como el jazz, más una iluminación sencilla pero muy cuidada.

Si cada una de las invenciones las toma como un standard de todas las épocas e historia, las quince invenciones suenan rockeras como la segunda, «con pellizco» como la cuarta en re menor, sintonía de un programa radiofónico en la pública, digna de Chick Corea, Dorantes o Chano Domínguez a ritmo de bulerías donde no faltó el cajón peruano que Paco de Lucía con Tino di Geraldo acabaría haciendo flamenco, juegos de voces entre piano y contrabajo, vuelos de otros grandes como Bill Evans compartiendo su Waltz for Debby con el de «papá Bach», el virtuosismo elegante de Moisés con guiños al mejor Brad Mehldau. Arreglos muy trabajados y libres en el vivo, la electrónica breve y muy bien utilizada en distintos loops desde la percusión o el flanger del contrabajo para pensar en Steve Reich. Apuestas actuales con 300 años como las de tantos clubs nórdicos que me llevaron a Copenhague y Tete Montoliú fichando al danés Niels Henning Ørsted Pedersen (NHOP) que tantas alegrías nos dio dejándonos un legado del que todos hemos bebido.

Pulsación, ritmos, melodías, todo puede reinventarse, rehacerse desde la libertad del jazz y el universo de Moisés P. Sánchez, un músico sin límites esta vez en trío. Invenciones evocadoras que acabarían con la nº 5 en mi bemol mayor para regalarnos como propina la nº 15 en si menor, etapas e itinerarios múltiples por los que optar por una ruta u otra, tonalidades sólo referentes para modular, viajar por los mapas de Bach y volver al inicio tras recorrer paisajes musicales que soportan 300 años y los que vengan.

El vehículo utilizado este jueves me hizo volver a casa tarareando el Bach de Moisés en el CD firmado y dedicado, con la emoción de la música eterna.

Esencia desde un «tayuelu»

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Lunes 27 de junio, 19:30 horas. Club de Prensa de La Nueva España, Oviedo. Presentación del CD Esencia, Silvia Torres (soprano), Alfredo Morán (guitarra), Fernando Malva (músico, técnico de sonido).

En asturiano un «tayuelu» es una banqueta de tres patas con más estabilidad que un taburete de cuatro y perfecto para definir la base de un CD que se presentaba ayer lunes con verdadera «esencia«, lo más importante y característico de una cosa según la RAE. Un disco que esconde muchas historias que nos explicaron tanto la cantante Silvia Torres (nacida argentina pero asturiana de siempre) como el arreglista  de los diez temas que han quedado registrados en esta pequeña obra de arte, el turonés Alfredo Morán, más Fernando Malva, no sólo excelente técnico de sonido, también músico, que completan todos juntos un trabajo mimado, con más de un año detrás de ensayos, adaptación, preparación, elección de los temas, colaboración entre ellos y finalmente la esperada grabación en los estudios «La Nozal» que se convirtieron en el mejor refugio donde destilar cada canción que Silvia hace suya, Alfredo tejió a su medida y Fernando cocinó, buena comparación y maridaje de música y fogones para dejarnos un menú degustación con toda la calma de estas músicas atemporales que están tan bien compuestas y adaptadas que soportarán modas, estilos y épocas.

Muy interesante las explicaciones de mi admirado Alfredo Morán sobre el trabajo del arreglista, su lúcido comentario de lo que debe ser un músico (más allá de tres meses de shows televisivos, ofertando uno de cirugía y preguntando quién se atrevería a operarse con semejantes «figuras» mediáticas), las incomprensiones sólo entendidas por las familias, verdaderos cimientos donde asentar no sólo taburetes sino todo el mobiliario y perfumes de esta profesión a menudo ingrata pero necesaria además de vital para tantos. La música sentida y vivida por este tayuelu con mucha esencia que nos dejaron en vivo una pequeña muestra del talento y sentimiento, cantante, guitarra y técnico «in situ» para comprobar de primer mano cómo son las tres patas necesarias en este equilibrio.

Comenzaron con La flor de la canela, no ya de Chabuca Granda sino de la Silvia Grande, la voz natural a la que se llega con muchos años de estudio con la maestra Elena Pérez Herrero, auténtico ejemplo a seguir en estos tiempos cambiantes, pues dio el primer paso que ahora sigue la discípula aventajada.

Impresionante siempre José Alfredo Jiménez y su Deja que salga la luna, que en el disco tiene el acordeón de Fernando y en vivo sólo con la guitarra del «otro Alfredo» sonó cercano y en casa, con los coros finales de un público de casa, cantarines y amantes de la buena música que no quisieron faltar a esta presentación en sociedad de este trabajo de Silvia Torres.

No está en el disco Gardel pero sí para escuchar su tango renovado por Alfredo, Volver que se vista en cualquier época siempre luce, más en la voz de Silvia en una pasarela que esperamos tenga muchas galas veraniegas en esta «era del Covid».

Y sobre la marcha, ante el clamor del público con la pareja de músicos animados, qué mejor para cerrar que un blues donde Alfredo se mueve como pez en el agua y la voz de Silvia encaja su musicalidad, sumando las palmas bien «encajadas» de unos amigos tunantes como Orson, dedicatario de este trabajo junto a toda la familia Pérez-Torres, un Blue Christmas que nos adelantó las navidades a junio porque climatológicamente Asturias es más frío que Río o Copacabana.

Del CD, todo él recomendable, sigo repitiendo en la bandeja dos «clásicos»: Las hojas muertas verdadero perfume francés con ese acordeón que nos transporta a orillas del Sena, la batería elegante, la guitarra de «El Django de Urbiés» y la preciosa voz de Silvia; Chloris de Reynaldo Hahn es otra joya de la «chanson» que luce con todos los vestidos, y con la alta costura de Morán, la belleza vocal de Silvia es para disfrutarla en modo bucle sonando en mi cadena, cercana, sentida, emocionada.

Por supuesto O Holy Night de Adam tiene todo el poso clásico, la frescura del arreglo y lo eterno de la música bien compuesta con la mejor interpretación.

La música siguió sonando en torno a unas viandas, vinos, cervezas, amigos, familia, celebrando este «recién llegado» a la familia de Luis y Silvia. Gracias a todos por compartir tanta belleza y sentimientos.

Explorando piano y saxo

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Martes 29 de marzo, 19:45 horasTeatro Filarmónica, Oviedo: Concierto 6 del año 2022, 2.031 de la Sociedad Filarmónica de Oviedo. Dúo Saxperience: Antonio Cánovas (saxofón), Elena Miguélez (piano). Obras de: Amy Beach, J. J. Solana, A. Guinovart, J. A. Amargós, T. Yoshimatsu y P. Iturralde.

Interesante programa el ofrecido por el Dúo Saxpierence para la sociedad filarmónica ovetense, apostando por un equilibrio interpretativo entre piano y saxo con obras tanto originales como transcripciones que dan una visión de la evolución de un instrumento moderno que se ha convertido en imprescindible en todos los repertorios, desde la llamada clásica, especialmente desde el Impresionismo, hasta el jazz con todas sus fusiones, incluyendo el flamenco, la música ligera, las bandas de musica que serían impensables sin él, y obras actuales pensadas para su peculiar timbre y expresividad en cada tesitura, este martes con los alto y soprano.

Las obras elegidas por Cánovas y Miguélez demostraron la perfecta simbiosis y entendimiento de los dos profesores, una vida en común por y para la música con partituras muy exigentes para ambos, donde poner la técnica al servicio de unas músicas que encantaron a un público variopinto con presencia de estudiantes de los distintos conservatorios asturianos, formando a las nuevas generaciones en ambos lados de la música, desde el trabajo del escenario hasta la butaca, el ocio que tantas alegrías nos dan.

Antonio Cánovas ejerció igualmente de anfitrión y docente, presentándonos cada una de las obras interpretadas. De la compositora norteamericana Amy Beach (1867-1944) decir que está sonando cada vez más en los auditorios y teatros desde todas sus facetas, siendo la camerística igual de interesante que la sinfónica. Su Romance Op. 23 (1893) para violín y piano es muy popular y la transcripción para saxo alto del propio Cánovas mostró la versatilidad de su instrumento, capaz de descubrir sonoridades propias sin «traicionar» el original, siempre con un piano presente de graves redondos y un brillo complementando las texturas del saxo.

El compositor madrileño Juan José Solana Gutiérrez (1957), actual presidente de la Fundación SGAE, compuso en 2015 Gran Vía 6 a.m. para saxo alto y piano dedicado a este dúo que la estrenaría en Madrid. La historia que esconde es la larga espera en esa parada del bus madrileño tras perder el último de las noche y observar el latido de la capital de España a esas horas, auténtica banda sonora del despertar al trabajo y la cotidianidad, música llena de matices y ambientes que los destinatarios compartieron con todos los presentes, poniendo cada uno de nosotros las imágenes para el recuerdo en una partitura muy trabajada como en el maestro Solana es habitual.

Para cerrar la primera parte el catalán Albert Guinovart (1962), su Fantasía sobre «Goyescas» (1997) para clarinete y piano que con el permiso del compositor por la complementariedad sonora del saxo soprano, no puso reparos al cambio de instrumento. Si la obra original de Granados es una maravilla tanto orquestal como al piano, mantenerlo y variar sus melodías con el soprano en unas armonizaciones actuales, auténtica fusión o visión mediterránea del catalán que mantiene todo el protagonismo pianístico enriquecido aún más con el timbre de un saxo que canta igualmente «jondo» y operístico, enamorando como las majas del ilerdense que el barcelonés reviste de moderno testimonio.

Todavía quedaba mucho más por disfrutar pues la segunda parte nos trajo a dos compositores actuales cuya música explota todos los recursos del saxo alto con un piano capaz de recordarnos al mejor Debussy o Mompou unido con Montoliú o las armonías del lejano oriente plenamente New Wave. Del segundo barcelonés del concierto, Joan Albert Amargós (1950), tengo grabaciones suyas en todos los formatos, estilos y épocas, dominador del clarinete y el piano además de excelente orquestador del que viví los arreglos asturianos disfrutando igualmente con su dirección, En su faceta compositiva, este Homenatge a Lorca (1998) es una joya para el piano y el saxo, los tres cantos populares del granadino universal, otro enamorado de la música como buen poeta, resultan actuales sin perder la esencia, desde Los cuatro muleros rítmicos, variados, casi individualizados, totalmente jazzísticos, piano inmenso y saxo estratosférico, pasando por el Zorongo cual «música callada» de teclas intimistas hasta el desbordante Anda Jaleo que Cánovas y Miguélez llevaron al culmen, auténtica experiencia con el saxo, unísonos y escalas a dos engrandecidas por la precisión y encaje de ambos gracias al magisterio de armonías del catalán.

Y el fin de fiesta con un japonés, Takashi Yoshimatsu (1953), con su Fuzzy Bird Sonate (1991), tres movimientos de estos «pájaros borrosos» que corren, cantan y vuelan, tal y como indica el compositor en cada uno de los cuadros sonoros. Dúo perfecto de saxo y piano por los ambientes creados, (di)fusionando lo tradicional y universal desde el lejano oriente que sigue dándonos compositores interesantes, búsqueda de sonidos explotando los instrumentos y melodías eternas vestidas de modernidad. un piano rítmico y exigente completando el virtuosismo del saxo, jugando con percusiones y un vuelo incesante casi de vencejos por su coordinación en esta interpretación para asombro de todos a la altura de estos dos profesionales.

Un concierto completo, original donde no podía faltar un tributo al gran Pedro Iturralde (1929-2020),  nuestro saxofonista de referencia que hubiese disfrutado con estas obras, docente, compositor e innovador, un espejo para tantos que llegarían después, fallecido sin el merecido homenaje en vida que un emocionado Antonio Cánovas le rindió con el primero de los movimientos del tríptico Memorias con el sonido siempre único del soprano para esta melodía tan sentida en escritura e interpretación.

La armónica pata negra

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Viernes 28 de enero, 20:00 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo: CNDM21/22, Oviedo Jazz. Antonio Serrano Quartet: Tootsology. Entrada de butaca: 8 €.

Si el gran Víctor Luque publicó un LP titulado La guitarra imposible, no estaría mal otro de Antonio Serrano (Madrid 1974) como «La armónica imposible», pues parece inimaginable e increíble hasta escucharla que un instrumento tan pequeño suene tan grande. Si el gran Toots Thielemans (1922-2016) ayudó a popularizar y elevar a profesional la armónica, con muchas bandas sonoras en nuestra memoria, era lógico que el alumno aventajado le rindiese un merecido homenaje, ya auténtico virtuoso capaz de interpretar blues, jazz, tango, flamenco y hasta música llamada clásica, tal es el nivel de un músico que disfruta y hace disfrutar en todas sus apariciones radiofónicas, televisivas, discográficas y especialmente en vivo, irrepetibles momentos como los vividos este viernes en un Filarmónica a tope (mascarillas también), porque Oviedo es «La Viena española» y su oferta musical es variada, para todos los públicos y con calidad más que demostrada.

Si el jamón serrano gusta en todo el mundo y en especial los «Cinco jotas», este otro Serrano universal es auténtica pata negra para el «paladar auditivo», con un trío clásico para la ocasión que arropó y brilló con luz propia: el delicado piano de Albert Sanz, sin excesos e incluso tuteando la armónica protagonista, el contundente contrabajo de Toño Miguel, discreto pero necesario, y la elegancia irlandesa del veterano Stephen Keogh, metrónomo con gusto tanto a las baquetas como las escobillas.

El homenaje a la figura del armonicista belga estuvo plagado de los llamados «standars» que tanto gustan al aficionado, auténticas joyas desde el Tunin’In sintonía de «Jazz entre amigos» para los clarinetistas como Woody Herman o el Don’t be that way de Benny Goodman que la armónica lleva a su color, más el increíble «Barrio Sésamo«, todas ellas melodías capaces de retrotraernos a nuestros años jóvenes como también el éxito de Disney del tantas veces versioneado Someday my prince will come, con un esbozo intermedio del mejor verano de Gershwin que «pasaba por allí», la Soul Station en estado puro más dos obras que coincidieron esta semana con visiones tan opuestas como bellas melodías como Las hojas muertas o la Mañana de carnaval. Trío a medida para un Serrano estratosférico.

Imperdibles versiones «clásicas» donde la armónica imposible de Antonio Serrano hace a Bach atemporal, melodía y armonía todo en uno, amplificación para ella volcada, revisitando el Real Books, la «biblia» de todo músico de jazz, con ese Bluesette de Thielemans, incluso tuvimos hasta un espontáneo pidiendo una propina específica que comenzó con un esbozo de la Malagueña de Lecuona para terminar con en el Duke’s Place, armónicas de todos los sabores: a acordeón o bandoneón, trompetas con sordina y percusiones linguales, de «cine cinco estrellas» y club de jazz madrileño, incluso sintonías radiofónicas para «omívoros» noctámbulos «Entre dos luces» que mantienen vivo el primer instrumento que hice sonar en mi vida imitando aquellos vaqueros del Far West. Faltaron las copas con su tertulia posterior, pero al menos la música sigue uniéndonos para encontrarnos con amistades atemporales que seguimos disfrutando.

Piazzolla, eterna elegancia

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Jueves 11 de noviembre, 20:30 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: JazzXixón (Concierto nº 1640 de la Sociedad Filarmónica de Gijón). Piazzolla x 100: Federico Lechner (piano y dirección), Daniel «Pipi» Piazzolla (batería), Claudio Constantini (bandoneón), Antonio Miguel (contrabajo) y Sheila Blanco (voz). Obras de Piazzolla.

Como bien nos contó Pipi, el nieto de Nino (como así llamaban en casa a Don Astor) existe un «estilo Piazzolla» que resulta perfecto tanto para enmarcarlo en el jazz como en una filarmónica gijonesa que rompe barreras y quita etiquetas.

Este 2021 aún pandémico será recordado por muchas cosas, pero no podemos ni debemos olvidarnos del centenario de Astor Piazzolla (Mar del Plata, 11 marzo 1921 – Buenos Aires, 4 de julio 1992), probablemente el mayor músico del siglo XX, capaz de renovar el tango, adoptar el lenguaje del jazz,  vivir en Nueva York, aunar el París francés y el argentino, que es Buenos Aires, donde sabía que se iba a morir a las seis de la mañana como bien escuchamos en la Balada para mi muerte.

Música de Piazzolla siempre urbanita y cosmopolita, el corazón de la gran ciudad que late con su música elegante, rompedora desde su lenguaje único que admite cualquier interpretación y formato, sinfónico, camerístico, y donde el bandoneón sigue soñando y sonando propio.

Merecido y elegante homenaje el que nos trajeron a Gijón el quinteto comandado por su paisano Federico Lechner, pianista y arreglista igualmente elegante, como su formación, la sonorización delicada, la iluminación discreta y el repertorio elegido, disfrutando de versiones propias que engrandecen estos seis músicos de altura, necesarios para disfrutar de Piazzolla. Si Pipi confesaba que el abuelo compuso más de 2500 partituras de las ni siquiera los «expertos» apenas conozcan el diez por ciento, y ya es una barbaridad la creatividad del genio argentino, también la cercanía humana mostró un carácter afable, bromista, a quien le gustaban las películas de acción.

Y si los instrumentistas nos regalaron momentos inigualables, con solos irrepetibles que sólo la visión del jazz permite esa Libertad mayúscula, la misma que Paul Eluard escribía en los muros de su ciudad y  pondría música Gian Carlo Pagliaro, contar con la voz de la salmantina Sheila Blanco todo un acierto, camaleónica, acento porteño nunca arrabalero, porque el tango de Don Astor no lo es, de timbre ideal para cantar los textos de Horacio Ferrer o Mario Trejo, especialmente esa Balada para un loco (Piantao), Los pájaros perdidos o el Chiquilín de Bachín, sentidos como solo ella sabe, un Ave María casi rezado para convertirse ella misma en la María de Buenos Aires saltando fronteras y localismos, haciendo suyas estas joyas del argentino universal.

No faltaría la «Trilogía del Ángel» (Milonga del Ángel, La Muerte del Ángel y Resurrección del Ángel) para saborear la libertad compositiva e interpretativa, nos contaron una Milonga de la Anunciación y cerraron con Libertango porque el título resume perfectamente el espíritu de quien siempre volvía al sur desde el Buenos Aires sentido, con el instrumento único de Sheila. Todavía nos regalaron un Oblivion en la misma línea de plena libertad lingüística desde la música tras un Invierno Porteño que puso de manifiesto la maestría del cuarteto hoy quinteto con la voz de Sheila, Piazzolla x100, dándonos el cien por cien de arte y música sin etiquetas, música para viajar y recordar, música para recrear y adorar, toda ella grabada por el propio Piazzolla y recreada en todo el mundo. El compositor más programado el año pasado (así nos lo comunicó su nieto) y probablemente este año de su centenario, aunque el concierto resultase el mejor homenaje de quienes sienten a Piazzolla universal, entre los que me incluyo.

Silvia Pérez Cruz, la voz que enamora

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Miércoles 16 de septiembre, 21:00 horas. Auditorio de Oviedo: Conciertos de San Mateo 2021, Silvia Pérez Cruz. Entrada de butaca: 24 €.

Comenzaba la artista gerundense dando las gracias de volver a cantar en directo con gente “que sepa escuchar y cuidar la música”, y el agradecimiento sería mutuo desde la salida a escena con unas luces que por lo sencillas fueron un firmamento donde dibujar cada uno de los temas desgranados por Silvia Pérez Cruz,
melodías básicamente de su último CDFarsa (género imposible)” pero también guiños desde Tokyo a Granada, en “Domus” Vestida de nit esta vez todavía veraniega pese al orbayu exterior de Vetusta.
Silvia la voz que enamora, con ese timbre único de estilo tan personal que puede llevar a su terreno músicas de todo el mundo y hacerlas suyas, giros flamencos, de jazz, tesitura tan amplia como se quiera, y personalidad siempre arrolladora especialmente con una banda a su altura y talla, capaz de embellecer unas letras que siempre son poesía pura y que cantada llega al paraíso.
Desde el Tango de la Vía Láctea propio hasta un Miguel Hernández de Todas las madres del mundo con la suya en la sala, auténticas estrellas de un firmamento donde la improvisación está medida y el derroche de fantasía no paró ni siquiera en la propina con percusiones.
Un corazón tan grande como su arte, Silvia Pérez Cruz deleita con un registro amplio capaz de llevar a su Mediterráneo el folklore atlántico uniendo mares y galaxias, lo andino con unos charros mexicanos de mariachi catalán universal, traer la Boca al Rabal, disfrutar el sonido del silencio de Simon y Garfunkel más sonoro que nunca, lenguajes todos poéticos, catalán, inglés o español, el del Javier Ruibal cinematográfico poniendo banda sonora colectiva hasta descubrir escondida la rabia contenida de Camarón, leyendas lorquianas hasta fundirse con las cuerdas en una misma canción, la voz desnuda con el contrabajo o vestida con un violín cual charango, de sentirse libre con el piano, de compartir emociones y aplausos con sus músicos, todo mezclado por el técnico de sonido propio, su ingeniero del último trabajo que hizo del concierto ovetense una joya en vivo irrepetible, calidades máximas para una música muy exigente, efectos, loops medidos, planos en su sitio para un directo único con “lleno de pandemia”, público heterodoxo y atemporal pues Silvia Pérez Cruz llena el alma eterna del oído eterno.
Música suya pero de todos, ideal para los “omnívoros” como el que suscribe, poder disfrutar del piano de Marco apabullantemente delicado, bien combinado con el sintetizador y vestido de diseño para la voz de Silvia; Carlos con el violín imposible, Grappelli o charango, académico y zíngaro, magia incluso cantando en unos dúos de empaste increíble; Aleix pasando de la guitarra a la mandolina con naturalidad y adoptando efectos que hacían orquestaciones únicas; Bori sustento de todo, contrabajo con trabajo, arco o pellizco, cantabile y tortuoso, rítmico completando las pinceladas de Aleix, más que batería percusionista global, un set fabuloso donde aparecían un desde un bombo legüero hasta otro tibetano, mazas y escobillas tanto como baquetas, cencerros y un despliegue de arte(factos) que aparecían en el momento justo redondeando un quinteto estratosférico.
Farsa Circus Band son: Silvia Pérez Cruz, voz y guitarra – Alfred Artigas, guitarra y mandolina – Aleix Tobías, percusión – Bori Albero, contrabajo – Carlos Montfort, violín y voz – Marco Mezquida, piano y sintetizador.
Concierto íntimo por la cercanía de una Silvia cariñosa, amable, entregada, presentando y queriendo a todos, respeto y complicidad con su banda, agradecida a un equipo completo que hace posible estos conciertos, desde el mismo del Auditorio de Oviedo hasta todos los suyos sin dejarse a ninguno. De bien nacidos es ser agradecidos, Silvia Pérez Cruz sin chistes fáciles y volcada, artista que enamora, la música bien tratada y escuchada. Gracias por casi dos horas de pasión y calidad.
De la crítica:
Este disco, grabado durante 2019, recoge la realidad compositiva de los últimos tres años de Sílvia Pérez Cruz: trece canciones originales con letras propias y algún poema prestado. Farsa (género imposible) responde a la inquietud de Sílvia en relación a la dualidad de lo que se muestra y lo que realmente somos, por cómo sobrevive la fragilidad del interior, de lo íntimo, en estos tiempos en los que la superficie es tan arrasadora, en los que lo que se ve se puede llegar a confundir con lo que se escucha. Donde lo visualmente jugoso puede estar vacío. Lo hueco. La mentira.
Canta aquí Sílvia canciones que ha compuesto dialogando con otras disciplinas artísticas como el cine, la danza, la poesía o el teatro, entre otras, que se empeñan en ensanchar la vida, recreándola
”.

El dolor eterno

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Sábado 24 de julio, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Oviedo, Origen del CaminoSTABAT MATER-VIVALDI PROJECT. Soqquadro Italiano, Vicenzo Capezzuto. Entrada gratuita.

 

Volvía tras su paso por Gijón antes del parón pandémico el irrepetible Vicenzo Capezzuto con su original y excepcional formación dentro de la amplia programación de verano que la capital del Principado nos ha preparado bajo el epígrafe «Origen del Camino», apostando el de Salerno por una nueva visión en la onda de «La Pluhar» (donde le descubrí en Oviedo siguiéndole desde entonces por las redes sociales) en una visión actualizada o como se dice ahora siguiendo los símiles gastronómicos, deconstruída, del Stabat Mater RV 621, compuesto por un joven «Prete Rosso» en 1712 para la fiesta patronal de Santa María della Pace en Brescia, partiendo del texto de Jacopone di Todi (siglo XIII) describiendo el lamento de María a los pies de su hijo ejecutado, y del que Vivaldi elegirá las diez primeras estrofas.

Inspirándose en el cuadro de la Crucifixión de Masaccio, actualmente en el napolitano Museo Capodimonte, el director de escena Claudio Borgianni arma un espectáculo casi minimalista pero plenamente actual, colorido en oro, azul, rojo y negro del renacentista, con una iluminación adaptada más allá de los propios movimientos de Capezzuto coreografiados por Mauro Bigonzetti, y un vestuario adecuado a este concepto, pasando de San Juan a La Magdalena, la Virgen María y el propio crucificado, sombras y telas rojas que pasan de sudario a paño de lágrimas, extendido en el suelo o saliendo de la chaqueta, asomando por las mangas rotas de la camisa azul, vestuario sobrio además de mágico, todo el rojo simbolizando, en palabras del propio Capezzuto, el amor de un hombre que murió por los demás, y con la hermosísima música vivaldiana.

Siempre respetando la música del veneciano con los increíbles músicos que le acompañan con arreglos de Luciano Orologi más la electrónica de Fabio Fiandrini, Capezzuto interpreta con su voz única toda la partitura vivaldiana bien arropado por unas sonoridades al menos curiosas sin perder la esencia barroca y dramática.

La riqueza de timbres se logra con Luciano Orologi (al clarinete bajo, saxo soprano, melódica y hasta  una gimbarda), Simone Vallerotonda al archilaúd, Leonardo Ramadori (percusión y piano de juguete), Marco Forti (contrabajo) más los loops y efectos de Fabio Fiandrini (música electrónica), la otra parte importantísima del espectáculo, pues los samplers de Vivaldi completaron momentos sinfónicos perfectamente ensamblados con la música en vivo, haciendo la transición entre las partes con un ruido de baja frecuencia totalmente simbólico del dolor y la muerte, así como efectos engranados con la gestualidad de Capezzuto, contemporánea con la voz barroca perfecta de esta maravillosa página donde también sonaron anónimos del XII en adaptación de Claudio Borgianni para un espectáculo de una hora de duración.

Una amplificación muy cuidada, reverberaciones puntuales para una voz siempre protagonista, sola o en compañía, unida a la sobria iluminación y la sabia combinación sonora consiguieron un espectáculo que Vicenzo Capezzuto lleva con mimo, actualización de una música vigente, joven, donde el buen gusto no está reñido con estas visiones que son tan necesarias para redescubrir la grandiosidad de estas páginas que componen la banda sonora de muchos de nosotros, revisitación musical que comenzase en los felices 70 desde todos los estilos pero que Soqquadro Italiano elevan a la quintaesencia vocal donde la tecnología subraya la belleza. Si la voz peculiar de Capezzuto emociona, la tímbrica de sus instrumentistas aportó aún más riqueza: el archilaúd con punteos casi rockeros, la dificultad de mantener una pulsación de máquina nunca machacona y muy ensayada, una percusión delicada donde no faltó el piano de juguete o los pájaros, el contrabajo usando el arco con virtuosismo y el pizzicato jazzístico junto al gran Orologi, sabia elección de lengüetas para unos fraseos y solos increíbles, una melódica quasi organetto, el saxo soprano único de color y el calor del clarinete bajo redondeando un ropaje colorista plenamente contrastado con el concepto vocal para elevar a verdadero espectáculo este Stabat Mater.

Y una propina de Barbara Strozzi, Che si può fare, en la misma línea de actualización musical desde el respeto por la auténtica protagonista, la música: inicio a solo sumando el archilaúd y el tutti final para otro viaje interior que enriquece nuestra mochila sentimental y sonora.

Dejo a continuación dos entrevistas de la prensa regional previas a este concierto y enlace a la reseña de hoy en LNE:

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