Martes 23 de septiembre, 19:30 horas: Sala de cámara del Auditorio de Oviedo. I Festival de Piano Joaquín Achúcarro. Dúo de piano a cuatro manos: Lucille Chung y Alessio Bax. Obras de Bach, Mendelssohn, Schubert, Debussy y Piazzolla. Abono: 36€.

(Crítica para La Nueva España del jueves 25 con fotos propias y regaladas, tipografía que el papel no siempre soporta, más el añadido de los enlaces –links– siempre enriquecedores)

Segundo de los tres conciertos programados en este festival de piano que homenajea llevando el nombre del Maestro Joaquín Achúcarro, de nuevo presente en la sala y dirigiéndonos unas palabras (tras la presentación de Juan Rodríguez Coloma, vicepresidente de la Fundación Reny Picot) sobre los dos destacados alumnos, quienes además son matrimonio: el italiano Alessio Bax y la canadiense Lucille Chung, un auténtico “tour de force” por parte de ambos al traernos dos programas muy intensos, exigentes y atractivos para cualquier edad o gusto.

En la literatura musical las composiciones tanto a cuatro manos como para dos pianos son abundantes, partiendo de obras originales así escritas hasta las muchas transcripciones que lograban un acercamiento al mundo sinfónico no siempre accesible a todos los públicos, desde el más cercano mundo camerístico. Son curiosos y muy interesantes los emparejamientos de intérpretes de estas obras donde incluso el lazo alcanza lo familiar, con mi recuerdo para el asturiano Dúo Wanderer del matrimonio Pantín (Paco y Teresa), y otro para Joaquín Achúcarro y su esposa Emma Jiménez, a quienes los muy veteranos melómanos pudieron escuchar en la Sociedad Filarmónica de Oviedo allá por los felices años 60. Así pues las enseñanzas del maestro bilbaíno también inculcan no ya un selecto repertorio para cuatro manos, también poder unir desde el piano dos corazones que lleguen a latir al mismo compás, como el caso del matrimonio Bax-Chung  que ofrecían el segundo de los tres conciertos de este primer festival en homenaje a “nuestro” eterno Don Joaquín.

La inmensidad del dios Bach encuentra en sus obras, incluso las  transcritas para cuatro manos, no solo la monumentalidad sino una riqueza tímbrica muy cercana a las cantatas, sean con órgano u orquestales. El primer movimiento de la Sonata nº1 BWV 525 fue a tres manos, o si se prefiere con quince dedos, donde Bax hizo de “pedalero” más primer teclado junto a Chung el segundo, seguido de la Sonatina del “Actus Tragicus” BWV 106, ya a pleno rendimiento, para dar buena muestra que este dúo es todo un referente tanto en solitario como juntos, orgullo del Maestro.

“La Cueva del Fingal”, como también se conoce la obertura de “Las Hébridas” (Mendelssohn), es una maravillosa página sinfónica cuyo arreglo a cuatro manos, del que no figuraba su autoría, servía para acercar y divulgar en este formato obras orquestales en versiones “de salón” como así nos hicieron sentir desde la cercanía esta pareja de pianistas, compenetrados en los rubatos, encajando pasajes a unísono como un solo cerebro ordenándolo, con una amplísima paleta de dinámicas y haciéndonos pensar que escuchábamos un instrumento único.

Schubert es uno de los compositores que supieron ver las posibilidades del piano a cuatro manos, y su Fantasía en fa menor, D. 940 -que cerraba la primera parte- resultó una buena elección al estar considerada auténtica obra de arte así concebida, para comprobar lo importante de la conexión emocional, además de la musical, que se exige a los intérpretes por un indispensable contacto corporal, el que Lucille y Alessio alcanzaron, permutando sus posiciones pero latiendo y respirando a una, escuchando un imaginario pianista de cuatro manos rebosante de intensidad emocional, rigor interpretativo y simbiosis sonora en esta página romántica a más no poder con una versión plena.

En la segunda parte llegaría música más cercana en el tiempo, Piazzolla y Debussy. El francés rompió moldes con sus composiciones y el “Preludio a la siesta de un fauno“ asombró e incluso escandalizó por  su erotismo en el estreno bailado por Nijinsky. Otro inmenso orquestador como Ravel, quien también escribió música para cuatro manos y dos pianos, hizo el arreglo de su compatriota. Chung y Bax mantuvieron la colocación anterior con el mismo latir para poder escuchar la riqueza intrínsecamente sinfónica y original con la amplia paleta tímbrica de un confeso mal pianista Ravel capaz de escribir como nadie para las 88 teclas, esta vez para cuatro manos. En este dúo Italo-canadiense la alternancia de posiciones no supone obstáculo para seguir compartiendo pulso y musicalidad, intención y fraseo, donde el intérprete grave controla los pedales de expresión aunque cerrando los ojos tengamos la sensación de estar escuchando un piano fantástico. La “Petite Suite” del francés son cuatro inmensas miniaturas (En bateauCortègeLa plus que lenteBallet) donde paladear la exquisitez y buen gusto tanto en la escritura orquestal, aquí pianística, como de caracteres contrapuestos, y Lucille & Alessio hicieron posible lo inalcanzable de un instrumento único en sus manos.

Y si hay un compositor de nuestro tiempo con un lenguaje propio, cuya música es reconocible en cualquier formación, es el creador del llamado “Nuevo Tango” argentino, Astor Piazzolla, a quien en París su maestra Nadia Boulanger le rogó, tras escucharle sus tangos escondidos, que siguiera su propio camino y lenguaje. Tres elegidos por el matrimonio Bax-Chung (cualquier combinación de sus nombres también suena siempre bien), de nuevo ubicándose en el agudo Alessio y al grave Lucille en una interpretación que no soy capaz de encontrar calificativos, pues fue capaz de trasladarnos el peculiar sonido del “nuevo octeto” fundado por el marplatense, después reducido a quinteto, y destilado hasta este piano soñado con un arreglo espectacular. Comenzaron con “Lo que vendrá”, visionario y premonitorio incluso en el título, cual lunfardo inmigrante sin necesitar palabras en el universo blanquinegro del piano, donde el empuje y encaje rítmico solo se logra desde un mismo sentimiento; seguiría la “Milonga del ángel” dedicada a un personaje simbólico que representa bendición y belleza en el universo musical de Piazzolla: sensibilidad y lirismo del nuevo tango donde la pareja Chung-Bax contagiaron esa melancolía elegante de nostalgia puramente porteña, con una difícil pulsación solo alcanzada desde la convivencia física, mental y sentimental; para finalizar en la explosión del  “Libertango”, arrancando el italiano que arriba solo a La Boca, después la canadiense hasta llegar la unión, fusión y feliz encuentro de ambos con unos cruces de manos cual coreografía mágica de este tango a 20 dedos, 4 manos, dos cabezas y un corazón, arrebatándonos la mayor salva de aplausos que se ganaron estos dos talentos bien guiados por nuestro Achúcarro.

Aún queda el último concierto del festival donde Alessio Bax pondrá la guinda a tres días que ya son historia del Oviedo capital del piano.