Martes 6 de mayo, 19:45 horas. Sociedad Filarmónica de Oviedo, concierto 9 del año 2025, 2.089 de la sociedad: Miyu Shindo (piano). Obras de Chopin.
Escuchar Chopin es sinónimo de piano, y el compositor polaco ha sido piedra de toque para todo pianista desde el Romanticismo hasta nuestros días. Por los escenarios asturianos han desfilado casi todas las grandes figuras de las 88 teclas que se enfrentaron al amplio catálogo de Don Federico, y no hablemos de las grabaciones que inundan las discotecas de estudiantes y melómanos, así que no es de extrañar la buena entrada en el teatro de la calle Mendizábal para escuchar un monográfico a cargo de una muy galardonada pianista como es la joven japonesa Miyu Shindo (26 de abril de 2002) que está actuando por medio mundo y esta temporada por las distintas sociedades filarmónicas españolas tras su premio en el VII Concurso Internacional «Ciudad de Vigo» (edición Vladimir Horowitz) hace dos años, siempre una oportunidad para dar a conocer esta nueva generación de talentos de todas las nacionalidades que las competiciones, a menudo cuestionadas, abren muchas puertas.
Un monográfico dedicado a Chopin siempre es complicado por la elección de las obras a interpretar, y la pianista japonesa, casi toda su aún corta vida delante de las teclas, lo tiene más que estudiado tras quedar semifinalista en el prestigioso concurso de Varsovia, y está claro que su formación rusa desde los 16 años la ha enfocado al repertorio romántico por excelencia, con una técnica asombrosa, puede que algo «desfasada» pero aún vigente y válida, lo que le permite afrontar unos programas muy preparados y con claros y sombras que los años irán puliendo, aunque indudablemente tiene talento y personalidad.
Puedo decir que Shindo trae en esta gira un catálogo del polaco donde hubo casi de todo, las miniaturas junto a las «grandes formas», pues si faltó alguna polonesa, aparecen «camufladas» y es casi omnipresente incluso en los llamados estudios, que además de preparar los dedos en ambas manos, son verdaderas piezas de concierto que no suelen faltar en estos recitales, y más en los jóvenes. La pianista japonesa colocó dos seguidos en la primera parte: los escritos en la menor op. 25 números 4 y 11, ataques precisos, acentos bien marcados y buen balance en ambas manos, tras el inicial nocturno en re bemol mayor, op. 27 nº 2 de una delicadeza y engañosa facilidad para la calidad poética de esta quintaesencia de la época romántica temprana.
Más profundidad en la Balada nº 4 en fa menor, op. 52 que cerraba la primera parte, poderosa y sutil con el siempre necesario rubato muy personal y una amplia gama de matices jugando con un empleo de los pedales muy apropiado, dejando siempre vibrar las cuerdas hasta el tiempo justo en una de las consideradas obras maestras del piano romántico. Shindo brindó limpieza en los cromatismos y un pianismo conjugando robustez y fragilidad llena de emoción con esa coda final que es puro fuego pasional.
La segunda parte comenzó con las Tres mazurcas, op. 56 (Allegro non tanto / Vivace / Moderato) algo «sosas» aunque irreprochables técnicamente, sin pausas y poco diferenciadas optando más por el virtuosismo que por la «hondura» del polaco.
Aún quedaba lo mejor de la velada con la inmensa Sonata nº 2 en si bemol menor, op 35 de la que Robert Schumann dijo: «La idea de llamarla sonata es un capricho, si no una broma, ya que simplemente ha unido a cuatro de sus hijos más temerarios, y los ha llevado de contrabando a un lugar en el que no podrían haber penetrado de otra manera». Aquí pudimos comprobar el altísimo nivel de la pianista japonesa y una interpretación muy personal, sin tics, diferenciando el carácter diverso de temas y aires, potencia sonora y delicadeza en los trinos jugando con el tempo de los cuatro movimientos: un Grave – Doppio movimento sugerente en sus dos temas contrastados (mano derecha suave y fuerte la izquierda) y las atmósferas tras las notas iniciales con la fuerza e ímpetu juvenil: el Scherzo–Più lento de octavas mordaces, acordes saltarines, notas dobles peligrosas y además el «brillo bajo el fuego», con la sección central trayendo de vuelta una frase del tema lírico, perdiendo la agresividad del tema principal para devolverlo cálido; sin palabras para la conocida Marche funèbre jugando con los contrastes entre sombra y luz, marcial y esperanzadora sección central hasta el desgarro: para concluir con el brillante Finale. Presto, octavas y tresillos que se han calificado de «demoníacos», y los pocos momentos donde Shindo pareció algo más «desatada» aunque manteniendo un aparente control emocional, supongo que genético en los nipones aunque no me guste generalizar.
Tras la tempestad llegaría la calma, y así sentimos el Nocturno en fa mayor, op. 15 nº 1, casi íntimo, primando la melodía de la mano derecha con la izquierda fraseando manteniendo las duraciones exactas escritas por Chopin, con el central «fuoco» avivado antes de volver al Tempo I.
Y verdadero tour de force el Scherzo nº 2 en si bemol menor, op. 31 que Schumann describió comparándolo con un poema de Lord Byron como «rebosante de ternura, audacia, amor y desprecio»: silencios profundos, juego de sonoridades en el Steinway© de la sociedad que «sufrió» ante la impactante juventud de la japonesa y un derroche de energía para una interpretación más que digna, de cascadas cristalinas, matices extremos del ppp al fff «sin despeinarse» y una pedalización muy trabajada junto al rubato justo y sin amaneramientos.
En un monográfico de Chopin la propina fue el conocido «Valse brillante» al que Shindo dio lustre y esplendor, melódico y danzarín a cargo de la virtuosa que apunta maneras, en un programa exigente que el tiempo irá aquilatando.
PROGRAMA:
Frédéric Chopin (1810-1849)
Primera parte
Nocturno en re bemol mayor, op. 27 nº 2
Estudio en la menor, op. 25 nº 4
Estudio en la menor, op. 25 nº 11
Balada nº 4 en fa menor, op. 52
Segunda parte
Tres mazurcas, op. 56:
I. Allegro non tanto
II. Vivace
III. Moderato
Sonata nº 2 en si bemol menor, op. 35:
I. Grave – Doppio movimento
II. Scherzo
III. Marcha fúnebre. Lento.
IV. Finale. Presto.
Nocturno en fa mayor, op. 15 nº 1
Scherzo nº 2 en si bemol menor, op. 31
Propina:
Vals op. 34 Nº 1 en la bemol mayor «Valse brillante»












































