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Música sin palabras al fortepiano

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Sábado 6 de julio, 12:30 horas. 73º Festival de Granada, Monasterio de San Jerónimo / Cantar y tañer | #Tríptico Haydn. Yago Mahúgo, fortepiano. Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz (1787)de Haydn. Fotos de ©Javier Martín Ruiz.

Hacía catorce días que en este mismo monasterio escuchábamos al Cuarteto Quiroga Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, y que en la sesión matinal de mi vigésimo primer día de festival sería al fortepiano de Yago Mahúgo (Madrid, 1976). El propio intérprete las presentaría antes de comenzar, describiendo algunas de las palabras y su plasmación musical pero también del simbolismo del número 7 o del 3.

Antes de nada hay que aplaudir al madrileño Yago Mahúgo y traer su «piano de época», con esta versión para teclado que se ha conservado de la obra, concebida originalmente para un amplio contingente orquestal. Estos arreglos, pactados por Haydn con su editor Artaria, estaban pensados para facilitar la difusión de la música en los ambientes domésticos y de aficionados de todo el continente. Nada se sabe el nombre del arreglista que hizo la versión para teclado, aunque sí que el compositor le dio el visto bueno antes de su publicación. Se conservan copias y reelaboraciones de finales del XVIII en numerosos archivos y palacios así como en conventos femeninos como los de San Pedro de las Dueñas (León), Santa Ana (Ávila) o Las Claras (Sevilla), y la copia utilizada por Mahúgo procede de la Catedral de Salamanca, adonde pudo llegar tras una petición a la Duquesa de Osuna. En una entrevista con Pablo J. Vayón para El Diario de Sevilla, el propio intérprete no sabía si cogió la edición pianística de Artaria o hizo él mismo el arreglo a partir del cuarteto, ciñéndose a la edición del manuscrito salmantino y no la original de Artaria.

En el programa de mano (no disponible en la web del Festival), el doctor Bernardo García-Bernalt (Salamanca, 1960) además de la detallada información sobre la obra, aclara que « (…) este manuscrito introduce algunas modificaciones respecto a la edición de 1787: prácticamente carece de indicaciones dinámicas, se cambian algunos ornamentos, se aligera la textura de algunos pasajes que son especialmente densos en la  edición vienesa o se eliminan algunas octavas (posiblemente para adaptar la obra a la extensión de los teclados disponibles».

El instrumento (Keith Hill, sobre un Anton Walter, 1796) que utiliza el músico madrileño, tiene un sonido de amplias dinámicas, ayudado por la reverberación monacal que nos permitió escuchar desde unos pianissimi delicados hasta fortissimi rotundos, de ahí el nombre de este cordófono con cuerdas golpeadas, pero con las dos palancas manuales (una corda y otra que levanta todos los apagadores, los futuros pedales del piano moderno) no siempre estuvieron acertados. Cierto es que son incómodas de manejar con las rodillas obligando a tener una pequeña tarima para elevar los pies, pero la gama de matices fue excelente así como la elección de los mismos, pues como apuntaba el catedrático salmantino no figuran en el manuscrito utilizado por Mahúgo.

L’introduzione abría paso a las siete sonatas sin apenas espacio entre ellas, solo el necesario para acomodar en el atril las páginas, incluso con algún problema al pasarlas que detuvo la interpretación. En general estuvo impreciso, «pellizcando» notas y una afinación mejorable, incluso hubo de detenerse para ajustar una de las cuerdas. El trabajo con la obra se nota por el esmero en diferenciar cada sonata a nivel agógico (matices y velocidades), y hay una lectura profunda de la obra (que además tiene grabada) que interpretó por vez primera en 2016 en Salamanca, pero esta mañana en San Jerónimo tuvo momentos que sonaron «chapuceros» y pasajes imprecisos, con Il terremoto verdaderamente literal, dudando si buscado o fruto del directo.

Aún nos queda otra versión de Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz para el domingo 14 de julio a cargo de la Academia Barroca del Festival de Granada bajo la dirección del asturiano Aarón Zapico, que además estrenará los «SHEBA (Siete estudios para orquesta histórica sobre Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze de J. Haydn)» escritos en 2018 por el residente Sánchez-Verdú, que sin entrar en comparaciones, de momento me quedaré con el cuarteto de cuerda.

PROGRAMA

Joseph Haydn (1732-1809):

Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze, HOB.XX:2

(Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, 1787):

L´introduzione

Sonata I «Pater, dimitte illis, quia nesciunt, quid faciunt»

Sonata II «Hodie mecum eris in Paradiso»

Sonata III «Mulier ecce filius tuus»

Sonata IV «Deus meus, Deus meus, utquid dereliquisti me»

Sonata V «Sitio»

Sonata VI «Consummatum est»

Sonata VII «In manus tuas Domine, commendo spiritum meum»

Il terremoto

El Schubert del lied

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Viernes 5 de julio, 21:30 horas. 73º Festival de Granada, Patio de los Mármoles (Hospital Real) / Música de cámara | #Schubert esencial: Konstantin Krimmel (barítono), Daniel Heide (piano). Lieder de Schubert. Fotos de ©Fermín Rodríguez.

La mejor presentación de este vigésimo día de Festival está en la Web que titula «El canto del cisne» un recital que mantendría el espíritu de Schubertiada que se respira en la capital nazarí: «Acaba de entrar en la treintena, pero el barítono alemán Konstantin Krimmel se ha ganado ya a los aficionados al lied de todo el mundo, por su extraordinaria musicalidad y la profundidad de sus acercamientos al género. Necesitará sin duda todo eso para afrontar con garantías de éxito el soberbio programa schubertiano con el que debuta en Granada: nada menos que El canto del cisne, ese ciclo creado con las últimas canciones que quedaron en el escritorio del compositor a su muerte. Krimmel, que llega acompañado por Daniel Heide, fiel escudero de muchos cantantes jóvenes de la especialidad, completará su recital con otras canciones tardías de Schubert, escritas en los años de plenitud y absoluta madurez del músico».

Interesante el programa al agrupar los distintos lieder por los poetas, con los textos originales y subtitulados al español que se proyectaron sobre la piedra, pudiendo deleitarnos con la perfecta dicción de Krimmel en perfecto entendimiento con un Heide fiel escudero para este Schubert último donde ambos intérpretes comparten protagonismo, expresión, lirismo y pasión.

Del primer bloque maravillosa la conocida Serenata que todos hemos tocado al piano, o el Lugar de reposo tras los intensos lieder anteriores y de destacar siempre el color de voz del barítono alemán, ideal para estas canciones, su limpieza en los saltos de octava o comprobar su técnica que ayudaba a una escucha bien equilibrada con el pianista.

En el segundo aún más expresividad, gestualidad y entrega en cada frase por parte de Krimmel, voz redonda de timbre bello y color homogéneo para el idioma de Goethe, musicalidad del alemán en unos poemas de Seidl hermosos como el Doblan las campanas o El correo de palomas, feliz descripción donde el piano redondeó una interpretación de intensidad emocional.

Finalmente los conocidos versos de Heine y la música de Schubert, letra y música unidas para describir, engrandeciendo la palabra en una forma que servirá de modelo para tantos posteriores, diálogos voz y piano, la sombra de la muerte, la congoja, el dolor y desgarrador El doble a la luz de la luna, despedida que todavía nos dejaría de regalo el último lied que daba título a este recital: El canto del cisne.

Dejo a continuación las notas al programa de Luis Gago que no solo ilustran sino que por momentos describen lo escuchado en el Patio de los Mármoles, casi simbólico ante los microrrelatos de Schubert y sus poetas en una velada perfecta entre Konstantin Krimmel y Daniel Heide.

«Schubert se muere»

«Cuando Schubert estaba aún viviendo en casa de Schober […] vi que tenía el Buch der Lieder de Heine, que me interesó muchísimo; se lo pedí y me lo dejó, diciendo que en cualquier caso ya no lo necesitaba más […]. Todas las canciones de Heine que aparecieron en Schwanengesang están contenidas en este libro, [y] los lugares en los que se encuentran están indicados por hojas con las esquinas dobladas, algo que hizo probablemente el propio Schubert». Son palabras extraídas de las memorias del cantante Karl von Schönstein. Ludwig Rellstab, autor de las siete primeras canciones que integran el ciclo, dejó escrito en su autobiografía, Aus meinem Leben, que en la primavera de 1825 había entregado varios poemas a Beethoven para que les pusiera música. Éste había empezado a trabajar en algunos de ellos y llegó a realizar diversas anotaciones a lápiz, pero el compositor, sintiéndose enfermo, decidió entregárselos a Schubert. El siempre poco fiable Anton Schindler, sin embargo, sostiene que fue él quien le dio los poemas a Schubert tras la muerte de Beethoven, aunque sí corrobora el hecho de la existencia de anotaciones a lápiz debidas al músico de Bonn. Uno de los mejores conocedores de la producción schubertiana, su catalogador y principal documentalista, Otto Erich Deutsch, ha apuntado a su vez que «es más que posible que ambas […] historias sean falsas y que Schubert encontrara los poemas de Rellstab a los que puso música en la colección de este último de 1827 [Gedichte von Ludwig Rellstab]». En la versión final del manuscrito autógrafo, al contrario de lo que sucede en Die schöne Müllerin y en Winterreise, las canciones aparecen sin numerar y sin ningún tipo de encabezamiento. Una fecha («Agosto 1828») al comienzo de la primera canción es el único indicio de datación con el que contamos.

De una carta que el propio Schubert envió a Heinrich Probst, el editor de Leipzig, parece deducirse de manera contundente, no obstante, que el compositor no había concebido sus trece canciones como una colección o, al menos, que los dos grupos de canciones constituían entidades independientes: «He puesto música a varias canciones de Heine de Hamburgo», leemos, «que gustaron extraordinariamente aquí […]. Si se diera el caso de que algunas de estas composiciones le convinieran, hágamelo saber». Una y otra colección de Lieder quedaron finalmente inéditas en vida del músico y, al igual que varias de sus últimas composiciones, verían finalmente la luz en la imprenta del editor vienés Tobias Haslinger. Fue él, sin duda, quien le puso por su cuenta y riesgo el atractivo título de Schwanengesang (Canto del cisne) y quien decidió incluir también una nueva canción, fechada en 1828 y muy probablemente la última que salió de la pluma de su autor: Die Taubenpost. Con ella entra en escena un nuevo poeta, Johann Gabriel Seidl, circunstancia que han aprovechado Konstantin Krimmel y Daniel Heide para, con buen criterio, crear una suerte de paréntesis entre los dos bloques de canciones compuestas a partir de los poemas de Rellstab y de Heine, dos entidades perfectamente autónomas y reveladoras de dos facetas muy diferentes de un Schubert ya cara a cara frente a la muerte. Las campanas de Das Zügenglöcklein parecen doblar, de hecho, por él mismo (como las de John Donne evocadas por Hemingway) y la espectral escena retratada en Der Doppelgänger, con ese grito desgarrado cuando la luna muestra a la persona poética su “propia figura”, es, a su manera, una semilla cargada de futuro que acabaría hallando un terreno fértil donde crecer y florecer en los Lieder de Robert Schumann, que encontró en Heinrich Heine al mismo cómplice que ayudó a Franz Schubert en su despedida de todo y de todos».

PROGRAMA

Schwanengesang (El canto del cisne)

Franz Schubert (1797-1828)

Textos de Ludwig Rellstab
(De Schwanengesang D 957. 1828):

Liebesbotschaft (Mensaje de amor)

Frühlingssehnsucht (Anhelo primaveral)

Ständchen (Serenata)

Abschied (Despedida)

In der Ferne (A lo lejos)

Aufenthalt (Lugar de reposo)

Kriegers Ahnung (Presentimiento del guerrero)

Textos de Johann Gabriel Seidl
Am Fenster, D 878 (En la ventana. 1826):

Bei Dir allein, D 866 nº 2 (A solas contigo. 1828)

Das Zügenglocklein, D 871 (Doblan las campanas. 1826)

Die Taubenpost, D 957 (El correo de palomas)

Textos de Heinrich Heine
(De Schwanengesang):

Das Fischermädchen (La joven pescadora)

Am Meer (Junto al mar)

Ihr Bild (Su imagen)

Die Stadt (La ciudad)

Der Doppelgänger (El doble)

Der Atlas (El Atlas)