Domingo 23 de junio, 12:30 horas. 73º Festival de Granada. Monasterio de San Jerónimo / Cantar y tañer | Tríptico Haydn: Cuarteto Quiroga. Haydn: Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz. Fotos de ©Fermín Rodríguez.
En la iglesia del Real Monasterio San Jerónimo la mañana del domingo invitaba al recogimiento y nada mejor que escuchar Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz de Haydn en un entorno único y con el Cuarteto Quiroga que congregó a un amplio espectro de público respetuoso a lo largo de la hora larga de «ceremonia».
Bernardo García-Bernalt Alonso en sus notas al programa titulaba el concierto Haydn, el orador ilustrado algunas de las cuales iré intercalando, nos ilustra sobre el origen de esta obra «para una celebración devocional singular, muy en consonancia con el modelo cultual de la Ilustración: el ejercicio de Las tres horas. Tal acto se venía celebrando desde hacía años en La Santa Cueva, un oratorio subterráneo en el centro de la ciudad de Cádiz. La ceremonia tenía lugar a mediodía del Viernes Santo y su objeto era la meditación sobre las frases que, según los evangelios, Cristo pronunció en la cruz». El Cuarteto Quiroga en un estado de absoluta compenetración y un sonido compacto, que la acústica favoreció (para ello elegí sentarme hacia atrás), arancó L´introduzione mostrando las cualidades de tantos años trabajando juntos, un solo corazón donde confluyen dos venas (Josep Puchades, viola y Helena Poggio, violonchelo) y dos arterias (Aitor Hevia con Cibrán Sierra en los violines) bombeando y limpiando una sangre musical que fluye por los instrumentos de los cuatro con el mismo latido por las aurículas y ventrículos de cuerda.
Antes de la primera palabra, Sonata I «Pater, dimitte illis, quia nesciunt, quid faciunt» y así a lo largo de los siete sermones primigenios «tras cada uno de los cuales se debía escuchar un movimiento lento que invitara a la meditación ante el calvario que presidía, y aún preside, el oratorio. Prédicas y música irían alternando y, tras la séptima sonata, sonaría la representación musical del terremoto que siguió a la crucifixión», Cibrán Sierra oficiaría de «Pastor» con las lecturas sacadas de los cuatro evangelistas sobre los últimos momentos de Jesús en la Cruz, preámbulo del discurrir de todas ellas y obligada meditación durante su escucha.
Imposible quedarse con alguna de las últimas siete palabras que Haydn convierte en música, estados anímicos, esplendor de esperanza unido al dolor compartido, unas cuerdas que lloran y conmueven, el sonido impoluto lleno de amplias dinámicas respetadas desde un silencio sepulcral que hacían todavía más expresivos los silencios, resonando el cello de Helena Poggio como la piedra que conecta con el suelo. Maravilloso observar los arcos, el escrupuloso respeto a lo escrito y especialmente la unidad de sonido que tanto en unísonos como en respuestas o motivos pasando de uno a otro alcanza el Cuarteto Quiroga del que puedo decir que sigo desde sus inicios hace más de dos décadas. Años de trabajo conjunto y tan necesarios en esta formación consiguen sumar talento y unir en un solo ente y mismo latido unas páginas donde «papá Haydn» encuentra inspiración sinfónica desde lo camerístico.
Vuelvo a citar a Bernardo García-Bernalt Alonso: «La recepción y circulación que la edición para cuarteto tuvo en España fue notable, como atestiguan su presencia en diversas bibliotecas y archivos, así como la venta de la partitura, anunciada en prensa desde 1790. De hecho, es probable que, durante el siglo XIX, fuera esta la versión que se interpretaba en el La Santa Cueva, colocando a los músicos en una galería superior que comunica con el testero de la capilla por dos ventanales. De este modo, como evocaba Castro y Serrano en 1866, «la melodía baja del cielo y suspende el ánimo del auditor»».
Cada lectura del evangelio nos preparaba anímicamente e incluso el «Pater Serra» declamaba con buena dicción unos versículos que Haydn transmutaría en música con la palabra «del Quiroga». La Sonata V «Sitio» jugó con unos pizzicatti delicados contrapuestos a la tensión siguiente, hasta llegar a Il terremoto final que no hubiese necesitado presentación para abrirnos las carnes, los oídos y hasta el amor por una música que el Cuarteto Quiroga ha hecho suya.
Finalizo con las notas del profesor García-Bernalt pues el Cuarteto Quiroga las interpretó al pie de la letra: «(…) cada una de las siete sonatas comienza en el primer violín con una breve melodía que se ajusta al texto evangélico, como si de una línea vocal se tratara; este motivo sirve como idea principal (Hauptsatz) que recorre y vertebra la sonata (Haydn insistió a su editor para que esas palabras aparecieran claramente bajo las notas correspondientes). A pesar de la homogeneidad, Haydn logra una subyugante variedad mediante un plan tonal imaginativo –incluso aparentemente extravagante–, organizado simétricamente en torno a la sonata central por pares de movimientos equidistantes de esta. A ello une una exquisita fluidez melódica y un uso innovador de la forma sonata. Su obra atrapa al oyente y, como fue la voluntad declarada del autor, «provoca la más profunda emoción del alma, incluso en la persona más sencilla». Pura oratoria musical». En mi caso titulo esta entrega «Las palabras se hacen música»….
Buena «misa dominical» antes de subir esta noche al Palacio de Carlos V para buscar un paraíso vienés que contaré sin prisa pero sin pausa.
Aitor Hevia, violín – Cibrán Sierra, violín – Josep Puchades, viola – Helena Poggio, violonchelo.
PROGRAMA
Joseph Haydn (1732-1809):
Die sieben letzten Worte unseres Erlösers am Kreuze, HOB.XX:2
(Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, 1787):
L´introduzione
Sonata I «Pater, dimitte illis, quia nesciunt, quid faciunt»
Sonata II «Hodie mecum eris in Paradiso»
Sonata III «Mulier ecce filius tuus»
Sonata IV «Deus meus, Deus meus, utquid dereliquisti me»
Sonata V «Sitio»
Sonata VI «Consummatum est»
Sonata VII «In manus tuas Domine, commendo spiritum meum»
Il terremoto



















