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Todo es posible en Granada

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Martes 18 de junio, 21:30 horas. 73º Festival de Granada, Patio de los Inocentes (Hospital Real) / Música de cámara | +Bach: Israel Galván (baile), Benjamin Alard (clave y dirección), Miguel Colom (violín) – Fernando Arias (violonchelo), Álvaro Octavio (flauta), Ángel Luis Sánchez (oboe), Vicente Alberola (clarinete). Manuel de Falla, entre la influencia y la creación. Obras de Bach, Sánchez-Verdú, D. Scarlatti, Vásquez, Victoria y Falla. Fotos ©Fermín Rodríguez.

Tercer día de mi festival granadino con un espectáculo original en el Patio de los Inocentes (buen nombre para lo que escuchamos) con entradas sin numerar y un lleno hasta los cipreses. Y de nuevo un estreno del gaditano José María Sánchez-Verdú que tomaría la palabra para explicarnos las relaciones e influencias de su paisano Falla y su inspiración en San Juan de la Cruz y su Cántico Espiritual siempre relacionado con Granada, como las Las ínsulas extrañas (2024).

Pero Bach padre de todas las músicas sería el encargado de abrir la tarde (que iría refrescando) con Benjamin Alard al clave del Museo de Falla (que sigo diciendo tiene muy poco volumen), Álvaro Octavio a la flauta y Miguel Colom al violín, el Affettuoso del quinto Concierto de Brandemburgo donde la originalidad fue el baile de Israel Galván, algo impensable aunque todo es posible en Granada, y aunque no hubiese una conexión con la música al menos pudimos comprobar una gestualidad propia que no ilustraba la música de «Mein Gott» sino la indicación de este movimiento.

El estreno de Sánchez-Verdú con la misma formación que el último Falla, estuvo dirigida por el propio compositor, en su lenguaje atonal exprimiendo todas las tímbricas del sexteto (como el día anterior en su trío), inicio de chelo y clarinete imperceptibles para ir sumándose clave, flauta y oboe. Mi tocayo sevillano Pablo J. Vayón titula las notas al programa como «Ascética y mística del clave» pero en el caso de estas ínsulas al menos fueron creciendo en rítmica con la búsqueda de sonoridades por momentos bruscas, abruptas y atípicas explorando y explotando los recursos habituales del gaditano, que personalmente no me aportan nada nuevo en pleno siglo XXI. El propio compositor escribe de ella: «Mi pieza, lejos de emular el Concerto, describe un viaje casi místico a través de siete paisajes que trazan una ascensión en la percepción. El material musical se despliega en ostinati, bloques que se despliegan como espejos concéntricos, ecos en transiciones orgánicas entre paisajes, y tienen al clave siempre como centro del itinerario. […] Como la ascensión al Monte Carmelo –que describió y también diseñó en un muy especial dibujo con su mano el propio santo– en la pieza musical se conjuga la búsqueda de una plenitud mística y espiritual a través de un terreno místico por naturaleza: el camino. Las ínsulas extrañas es una cartografía de todos estos espejos y resonancias, con San Juan y Manuel de Falla y con el espacio de la montaña que los aunó en espacios y tiempos que dialogan».

Al menos los arreglos del algecireño para «llevarnos hasta Falla» mantuvieron la música primigenia, tanto de Juan Vásquez en De los álamos vengo, madre, ideal la elección de violonchelo y clarinete para ´disfrutar de esos grandes instrumentistas, tan solo algún exceso sonoro y sumando nuevamenre el baile de Galván, tampoco coreografía sino pura heterodoxia desde la expresión corporal, o el Tantum ergo de Victoria para la formación sin el clave, polifonía y tímbrica casi orgánica donde el viento con la cuerda «cantan» sin palabras esta joya  renacentista del Padre abuleño.

Con el cambio en el orden, volvería el sevillano Israel Galván en un taconeo para la Sonata para clavicémbalo en si menor, K. 87 de Domenico Scarlatti que taparía totalmente a Benjamin Alard. Si Bach soporta cante y baile allá donde suene, el napolitano hijo de Alessandro quedó totalmente eclipsado. Cierto que la pulsación del clavecinista francés era clara, precisa y cercana al bailaor, favoreciendo incluso el encaje entre ambos intérpretes, pero hubo más baile que música y la fusión barroca y flamenca aquí no funcionó aunque lo tomaremos como el homenaje a Don Manuel, un gaditano enamorado de Granada que sería lo mejor del espectáculo.

 

El Concierto para clave y cinco instrumentos de Falla, dedicado a Wanda Landowska, «apóstol del clave» como la califica Vayón, y que se lo estrenaría en el Palau catalán el 5 de noviembre de 1926, es en cierto modo una continuación lógica del Retablo que disfrutamos el pasado año con el mismo instrumento que parece enamoró al clavecinista y organista francés. El quinteto al que secundó se mostró impecable en la ejecución y sonoridad a lo largo de los tres movimientos, y escuchando esta página sigue pareciéndome aún más moderna y actual, mirando más a Europa que a España, sin folclorismo y con una desnudez por parte del sexteto que sí enlaza con el ascetismo. De nuevo escuchamos a Falla utilizando a Juan Vásquez en el Allegro, el Lento central con en el Tantum
ergo
victoriano y hasta la fiesta final y colorista del Corpus granadino. La modernidad de hace un siglo que sigue siendo actual.

 

Y la guinda sería utilizar la misma formación instrumental para que Galván se marcarse una sevillana propia (desconozco el arreglo), sentado en una silla (nada flamenca), con sus botines blancos, tocado con una rosa en el pelo, y esas manos que hablan como solo los del sur llevan en los genes. Todo es posible en Granada…

PROGRAMA

Manuel de Falla, entre la influencia y la creación

Johann Sebastian Bach (1685-1750):

Affettuoso del Concierto de Brandemburgo nº 5 en re mayor, BWV 1050, para flauta, violín y clave (1720-21)

José María Sánchez-Verdú (1968):

Las ínsulas extrañas (2024)*

Juan Vásquez (c. 1500-c. 1560) / José María Sánchez-Verdú:

De los álamos vengo, madre (arreglo para clarinete y violonchelo, 2024)*

Tomás Luis de Victoria (h. 1548-1611) / José María Sánchez-Verdú:

Tantum ergo (arreglo para quinteto de flauta, oboe, clarinete, violín y violonchelo, 2024)*

Domenico Scarlatti (1685-1757):

Sonata para clavicémbalo en si menor, K. 87 (L. 33)

Manuel de Falla (1876-1946):

Concierto para clavicémbalo, flauta, oboe, clarinete, violín y violonchelo (1923-26):
Allegro – Lento – Vivace

* Estreno absoluto, encargo Festival de Granada

El fluir del presente al pasado

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Lunes 17 de junio, 22:30 horas. 73º Festival de Granada, Patio de los Arrayanes / Música de cámara | #Schubert esencial: Trío Arbós. Obras de Sánchez-Verdú y Schubert. Fotos de ©Fermín Rodríguez y propias.

José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968) es el compositor residente de esta septuagésimo tercera edición del internacional festival nazarí y protagonista esta noche junto a Franz Schubert (Viena, 1797-1828), entrando ambos en contacto en este programa del Trío Arbós uniendo clásicos y contemporáneos interpretando los dos tríos con piano del vienés, obras de absoluta madurez escritas un año antes de su muerte, junto a dos obras del gaditano: …In aeternum,  y Jardín de agua II, su sexto trío con piano y estreno absoluto encargo del Festival. Diálogo entre presente y pasado cuyo punto de contacto puede encontrarse quizá en la percepción “fluida” del fenómeno sonoro, y así enfocaré esta reseña inspirándome en las notas del programa: «a Schubert le gusta explorar la forma como meandro: en lugar de poner el foco en el armazón de la estructura, prefiere detenerse en los recodos, las zonas de sombra, en los giros que los materiales dan sobre sí mismos. A la “divina longitud” schubertiana responde la “eternidad” de Sánchez-Verdú, que es liquidez estancada, goteo incesante, eco y resonancia».

Abría el concierto el trío …In aeternum (1996) y más tarde confluída en el Trío II (1998) como movimiento conclusivo. El escritor y crítico Stefano Russomanno titula sus notas al programa «La música y su fluir». y dice de este trío que es una página enormemente parca en su desarrollo y está construida sobre la «resonancia y extensión de un ostinato, una pulsación sobre la que se despliega un viaje que juega con la resonancia de la scordatura de los instrumentos y con un cierto carácter extático en su material».  Interesante el juego tímbrico y mi propia evocación acuática que en este caso parecía estancada como el propio Patio de Los Arrayanes que ayuda a una acústica increíble, con un violín limpio (Ferdinando Trematore), un cello poderoso en los graves (José Miguel Gómez) y el piano abrazando a ambos (Juan Carlos Garvayo), creando texturas y sensaciones.

El agua fluiría con Schubert y su Trío con piano en si bemol mayor, D 898, op. 99 (1827), cual depuradora llena del estilo inconfundible del incomprendido austríaco, melodías bellísimas que saltaban de uno a otro miembro del trío en un juego muy cuidado y una excelente conjunción fruto de tantos años (llevan desde 1996) tocando juntos, con simples miradas, gestos o simplemente escucharse en el verdadero diálogo musical donde como digo siempre, las «tres patas» suponen el equilibrio perfecto.

Vuelvo a citar las notas de Russomanno sobre este trío: «Salvo por una esporádica incursión juvenil (un Allegro escrito en 1812 a los quince años), la aportación de Schubert a la plantilla del trío con piano se concentra en un espacio restringido de tiempo, entre 1827 y principios de 1828. Como si en su cabeza esta formación hubiese desencadenado de repente una eclosión de ideas imposible de condensar en una única pieza, en pocos meses Schubert escribió dos tríos con piano de extraordinaria envergadura, los opus 99 y 100, cuyos rasgos se antojan en cierto modo complementarios».

El opus 99 comienza con un Allegro moderato desenfadado que corre hacia el lirismo tan característico de Schubert, dando paso a un ambiente más dramático, como un lied sin palabras que quisiera darnos colores ocres en el Andante un poco mosso. Alegría de baile comparable a los saltos de la trucha en un río transparente, danza que va animándose y el Trío compartiéndola con un público que aplaudía cada movimiento (desconocimiento o impulso desenfrenado que espero no se haga «viral»). El Allegro vivace conclusivo nos devolvería a la tranquilidad de la orilla tras un discurrir brillante donde hasta las sombras fueron luminosas.

Volveríamos al estanque del algecireño y su Jardín de agua II (Trío VI) compuesto este año por encargo del Festival Internacional de Música y Danza de Granada y que en palabras del propio compositor, «está centrado en algunos elementos vinculados con el agua en su organicidad, movilidad, fluctuación, sonoridad…, pero en la sutilidad de un estanque en reposo, como en el arte árabe. Musicalmente hace un uso especial de la agógica, de las resonancias del piano y de la superposición de capas distintas de percepción entre los tres instrumentos. La pieza articula no solo estos límites como campo de trabajo, sino que también presenta ciertas formas de espejos (simetrías, deformaciones de imágenes, etc.) o superposiciones de tempi, etc. inspirándose profundamente en el citado arte árabe y en su trabajo con las superficies, la geometría y la ornamentación a través de los espacios, materiales y elementos fundamentales como el agua y la luz». De mayor extensión que el primer trío y siguiendo con los paralelismos acuáticos o acuíferos, personalmente me transmitió una ciénaga donde se vertían residuos tóxicos, casi como la catástrofe de Aznalcóllar, de hace cinco lustro, con el esfuerzo por limpiar un desastre ecológico. De nuevo un trabajo inconmensurable del Trío Arbós defendiendo con profesionalidad y entrega esta partitura aplaudida junto al propio compositor que saldría a saludar y felicitar a los intérpretes por este estreno de este sexto trío que tras el segundo de Schubert me pareció coherente en tanto que las referencias rítmicas sonaron como en la cocina de diseño se llama «deconstrucción».

Y llegó el segundo trío con piano de Schubert que no solo funcionó cual depuradora sino que nos devolvió ese fluir clásico del vienés, inconfundible e inimitable, con melodías utilizadas en multitud de películas (me quedo con Barry Lyndon de Kubrick) que han hecho esta música reconocible más allá de los propios conciertos. Escribe Russomanno que «la proximidad cronológica… con el segundo libro del Viaje de invierno se refleja acaso en el Andante con moto, cuya atmósfera desprende una mezcla –tan schubertiana, por otra parte– de lirismo y desolación. El Allegro inicial transcurre en los cauces de un copioso despliegue de temas y modulaciones que generan una tensión interna continua. La campechana solidez del Scherzo se asienta en un importante trabajo imitativo entre las partes, mientras que el imponente Allegro moderato es producto de la hibridación entre los modelos de la forma sonata y el rondó». Si el primero de los tríos demostró la calidad y calidez de «El Arbós», este segundo fue un dechado de perfección, dinámicas bien trabajadas, balances melódicos ajustados, pasajes rápidos ejecutados con una limpieza tan cristalina como el evocador río, contrastes anímicos hechos música y recuerdos de las propias sonatas de violín que al incorporar el chelo no solo engrosa la propia sonoridad sino que amplía la paleta emotiva siempre presente en Schubert.

De regalo tenía que seguir siendo Schubert de quien nos ofrecerían un arreglo para trío del lied Nacht und Träume (Noche de ensueño) con luna creciente, brisa nocturna y perfume de tilos presentado por Garbayo volviendo a mostrar el magisterio del Trío Arbós en la música del vienés y rindiendo homenaje a la capital austríaca, eje central de esta 73 edición del Festival de Granada.

PROGRAMA

José María Sánchez-Verdú (1968):

…In aeternum (del Trío II) (1996)

Franz Schubert (1797-1828):

Trío con piano en si bemol mayor, D 898, op. 99 (1827):

Allegro moderato – Andante un poco mosso – Scherzo. Allegro
Rondo – Allegro vivace

José María Sánchez-Verdú:

Jardín de agua II (Trío VI) (2024)*

Franz Schubert:

Trío con piano en mi bemol mayor, D 929, op. 100 (1827)

Allegro – Andante con moto – Scherzo. Allegro moderato – Allegro moderato

* Estreno absoluto, encargo del Festival de Granada