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Arcangelo y los planetas alrededor

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Martes 21 de mayo, 19:00 horas. Sala de cámara del Auditorio de Oviedo, XI Primavera Barroca – CNDM «Circuitos Oviedo»El arte de la improvisación: Arcangelo, Jonathan Cohen (clave y dirección). Obras de A. Corelli, Telemann, Barsanti, Bertali, Erlebach, Pandolfi Mealli, Schenck y Biber.

Último concierto de esta undécima Primavera Barroca ovetense en colaboración con el CNDM en un día festivo (Martes de Campo) que adelantó por ello el habitual horario (algunos llegaron a la segunda parte), y en un día gris, casi escocés, como comentaría Colin Scobie en su intervención tras las dos primeras obras.

Arcangelo es un ensamble que toma el nombre del violinista y compositor italiano que triunfó en su momento y alcanzaría para Couperin el Parnaso. En Oviedo se presentaban en cuarteto capitaneado por el chelista y clavecinista inglés Jonathan Cohen  (Manchester, 1977) que «haciendo un ejercicio de inmersión absoluta en el universo barroco, acepta que la información que nos dejan en muchas ediciones de aquella música está siempre incompleta, ya que la improvisación desempeñaba entonces un papel destacadísimo. En el programa de cámara que están girando explora uno de los mayores enigmas de la música barroca: ¿hasta qué punto la partitura recibida transmite todas las intenciones e ideas del compositor para su interpretación? y titulado precisamente así, “El arte de la improvisación”, absteniéndose en broma de respuestas directas al tiempo que ofrece una emocionante colección de música barroca en la que la libre creatividad se libera y captura alternativamente: transcripciones, temas y variaciones folclóricas, ornamentación, improvisación total y finalización contemporánea».

Cohen llegaba junto a un trío de excelentes músicos: Colin Scobie (violín), Teodoro Baù (viola da gamba) y Sergio Bucheli (tiorba) preparando dos partes con piezas en las que las variaciones sobre ostinati permitieron un amplio ejercicio improvisatorio, de modo que Corelli, Biber o Telemann fueron sólo el punto de partida para una sesión abierta a las sorpresas del espontáneo talento de estos cuatro intérpretes, incluso variando el programa impreso. Evidentemente había que comenzar con Arcangelo Corelli de quien elegirían tres sonatas de la opus 5 (que se publicaría en 1700), y como bien escribe Luis Gago en las notas al programa, «las demás músicas sonarán inevitablemente como plantas que giran alrededor de un sol cegador».

Dos horas de música variada, brillante, contrastada, ejecutada a la perfección con una sonoridad homogénea, bien balanceada y donde destacaron por el programa elegido el violín del escocés Colin Scobie (Edimburgo, 1991) y la viola de gamba del italiano Teodoro Baù (1992), afinación impecable e interpretaciones pletóricas.

Si en el primer Corelli presentaron las credenciales del cuarteto, con Telemann alternaron elegancia y virtuosismo, antes de «viajar» a tierras escocesas con la selección de Barsanti donde el violín de Scobie demostró la inspiración en el folklore elevada a la improvisación inherente al barroco como seña de identidad de este concierto, para quedar solo en trío en el segundo Arcangelo de la tarde en un arreglo para la viola de gamba del propio Baù con un timbre poderoso en toda la extensión del instrumento y pleno de una amplia gama de matices, sin olvidarme del continuo con Cohen y el mexicano Sergio Bucheli (Ciudad de México, 1998) realzando el protagonismo de ese «violín grande» desde unos ornamentos delicados al clave complementados por una tiorba melódica y armónica plena de la rítmica barroca.

Si la primera parte rebosó vitalidad, la segunda intimismo por momentos como en la sonata de Biber donde disfrutar de Scobie en solitario, o el Pandolfi Mealli plenamente barroco por concepción, escritura e interpretación disfrutando del cuarteto como el mejor orgánico para estas obras. Y de nuevo Baù  protagonista, con la reconstrucción por él realizada y presentada en un perfecto español, de dos movimientos de Schenck que sólo conservaban el bajo continuo pero que en un ejercicio de armonía y estudio del estilo, supuso el «descubrimiento» de las enormes capacidades que la viola de gamba alcanzó en el barroco y que el intérprete italiano elevó a mayores, el Adagio profundo y el virtuoso Presto.

La improvisación no solo es un arte que no se ha perdido, sino el verdadero «espíritu» de este concierto y que en trío o cuarteto estamos ya asimilándolos también en el barroco como si de jazz dieciochesco se tratase, ritmos conocidos, ruedas armónicas cercanas y el buen entendimiento entre estos músicos dominadores de sus instrumentos, con el protagonismo compartido del cuarteto. Una excelente velada llena de buena música que no escatimó tiempo ni esfuerzo por acercarnos a Arcangelo en compañía de sus contemporáneos con interpretaciones de una calidad que nos hacen difícil discernir entre conocidos y olvidados… no pudo cerrar mejor esta primavera con clima casi escocés.

ARCANGELO: Colin Scobie (violín), Teodoro Baù (viola da gamba), Sergio Bucheli (tiorba), Jonathan Cohen (clave y dirección).

PROGRAMA

PRIMERA PARTE

Arcangelo CORELLI (1653-1713)

Sonata para violín y bajo continuo en re mayor, op. 5, nº 1 (1700)

I. Grave – Allegro – Adagio

II. Allegro

III. Allegro

IV. Adagio

V. Allegro

Georg Philipp TELEMANN (1681-1767)

Sonata metódica nº 2 en la mayor, TWV 41:A3 (1728)

I. Adagio

II. Vivace

III. Cortesemente

IV. Vivace

Francesco BARSANTI (1690-1775)

Selección de A collection of old scots tunes (1742)

Antonio BERTALI (1605-1669)

Ciaccona en do mayor (ca. 1662)

A. CORELLI

Sonata para violín y bajo continuo en fa mayor, op. 5, nº 10 (1700, arr. para viola da gamba)

I. Preludio. Adagio

II. Allemanda. Allegro

III. Sarabanda. Largo

IV. Gavotta. Allegro

V. Giga. Allegro

SEGUNDA PARTE

Philipp Heinrich ERLEBACH (1657-1714)

Sonata en trío nº 3 en la mayor (1694)

I. Sonata (Adagio – Allegro – Lento)

II. Allemande

III. Courante

IV. Sarabande

V. Ciaconna – Final (Lento – Tremolo adagissimo)

Giovanni Antonio PANDOLFI MEALLI (ca. 1629-ca. 1679)

Sonata seconda ‘La cesta’, para violín y bajo continuo, de Sonate a violino solo per chiesa e camera, op. 3 (1660)

Johannes SCHENCK (ca. 1660-ca. 1712)

De la Sonata nº 5, de Les fantaisies bisarres de la goutte, op. 10 (1710 -reconstrucción T. Baù-

I. Adagio assai  – II. Aria presto

Heinrich Ignaz Franz von BIBER (1644-1704)

Passacaglia para violín solo en sol menor ‘El ángel de la guarda’, C 105, de las Sonatas del rosario (ca. 1674)

A. CORELLI

Sonata para violín y bajo continuo en re menor ‘La folía’, op. 5, nº 12 (1700)

Mieres presenta a pianistas jóvenes

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El próximo sábado 25 a las 20:00 horas tendrá lugar en el Auditorio «Teodoro Cuesta» de Mieres, con entrada libre (hasta completar aforo) la primera Gala Pianística de Mieres. En ella participarán seis jóvenes pianistas que cursan estudios en el CONSMUPA (Conservatorio Superior de Música «Eduardo Martínez Torner»): Hugo Álvarez Lanero, Henry Sebasthian Crespo, Iván Gómez García, Héctor del Río Fernández, Laura Puente Novales, Juan Vicente Stroup más el chelista mierense Aníbal Mortera P. Las obras elegidas figuran en el programa de mano que dejo a continuación, varias y todas ellas de un nivel altísimo de exigencia, pero como rezaba un eslogan para promocionar un coche hace años de este acrónimo que se convertiría en todo un neologismo, son JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados).

Esta iniciativa proviene de un joven pianista venezolano afincado en Mieres que no para de darnos alegrías a todos los aficionados y vecinos de nuestra villa, también del resto de Asturias, pues en poco tiempo ha conseguido despuntar en un mundo tan difícil donde encontrar talento pueda parecer una rareza, pero que nos devuelve la esperanza en una generación joven más allá de lo que muchos creen, y por ello quiero dedicarle esta entrada en mi blog.

Con tan sólo 10 años de edad y un año estudiando el piano, Henry Sebasthian Crespo (Valencia, estado Carabobo, Venezuela – 2003) inicia de forma prodigiosa su carrera artística realizando una gira de conciertos en los cuales interpretando de Mozart el Concierto para piano n° 3 (KV. 40) en re mayor y la Sonata n°16 en do mayor (KV. 545)además de la Bagatella en la menor WoO 59 ‘Fur Elise’ de Beethoven con varias orquestas en su país: Orquesta Sinfónica de la Victoria, Orquesta Sinfónica de Aragua, Orquesta Sinfónica de Puerto Ordaz, culminando en el Teatro «Teresa Carreño» de Caracas bajo la dirección del afamado director de orquesta Christian Vázquez (que recientemente dirigió en Oviedo) y la Orquesta Sinfónica «Teresa Carreño» de Venezuela.

Solo con este inicio, Sebasthian, que toma su segundo nombre nada menos que de «Mein Got Bach» dando una idea del ambiente musical en su casa, siendo además ahijado del famoso Gustavo Dudamel, probablemente el mayor referente de El Sistema, se presenta como uno de los talentos más prominentes y aventajados que han surgido en los últimos tiempos en
Venezuela, convirtiéndose en el único niño venezolano que con tan sólo un año de aprendizaje al piano, realice el montaje de obras complejas para su edad y con la que emprendería dicha gira de conciertos sinfónicos.

A los 13 años su destacado y precoz talento le impulsa a presentarse con un nuevo proyecto artístico y bajo la dirección
de su padre Henry Crespo y la Orquesta Sinfónica de Aragua, interpreta el primer movimiento del Concierto para piano en la menor de Grieg y como obra extra la Fantasía-impromptu op. 66 en do sostenido menor de Chopin.

Henry Sebasthian Crespo inicia sus estudios musicales con el violonchelo en el Sistema de Orquestas Juveniles de Aragua. Su formación pianística comienza a los 9 años bajo la directrices y enseñanza de su padre.
Después, recibe formación técnica con los maestros, Luis Laya y Antonio Abolió, para, posteriormente tener una relación estrecha con el afamado
concertista de piano David Ascanio, que trabaja con él de forma pedagógica y orientadora en su desarrollo artístico.

En nuestro país fue invitado como joven intérprete en el prestigioso Festival Internacional de Piano de Gijón organizado por la maestra Amy Gustafson que incentiva a su padre con ocasión de los sucesos sociales y políticos de su país, con el objetivo de encontrar un mejor destino para la formación pianística de Sebasthian. De esta manera trasladan su residencia a Gijón y posteriormente en Mieres, iniciando su formación académica en el Conservatorio Profesional de Oviedo bajo directrices del maestro Francisco Jaime Pantín, quien le inspira a participar e incursionar debutando en un concurso como solista de piano, y obteniendo el primer premio de Concurso Intercentros Melómano en Asturias.

En la celebración de dicho concurso para jóvenes solistas interpretó los Momentos Musicales 5 y 6 de Franz Schubert y los Estudios opus 25 n° 2 y opus 10 n° 12 de Frederick Chopin en Avilés.
De su trayectoria formativa en España Sebasthian realiza un importante recorrido con obras emblemáticas de los grandes compositores: Schubert, Rachmaninov, J. S. Bach, Mozart, Beethoven, Chopin…
todas orientadas a una experiencia bajo la tutela de Francisco Pantín, con quien concluye su paso por el grado profesional y prosigue el grado
superior en el CONSMUPA de Oviedo bajo las directrices del maestro Manuel Cabo.

La interpretación de la Ballade nº 1 en sol menor op. 23 de Chopin, uno de sus compositores de referencia, le ha hecho merecedor de críticas que resaltan su madurez interpretativa y las cualidades que le caracterizan al comunicar su interpretación al público.
Recientemente ha participado en el 4th Lugano Internacional Music Competición (Suiza) celebrado «on line» en la categoría de piano solista, obteniendo el 1st Prize, otorgándole como recompensa el premio “Career Project”. Los medios de comunicación no solo venezolanos sino asturianos se hicieron eco del galardón y aquí dejo tanto el enlace a la entrevista en la TPA como el recorte del diario El Comercio del 8 de marzo:

Incansable Sebasthian se encuentra preparando su segunda gira de conciertos en Venezuela y paralelamente elabora una gira de recitales en
Asturias donde estará en esta primera gala pianística de Mieres, antes de irse a estudiar a Bruselas a partir del verano, pues la carrera de pianista no se detiene nunca con todo lo que supone de sacrificio familiar y personal, pero con un buen apoyo y asesoramiento que a buen seguro le llevará a alcanzar sus objetivos con un futuro esperanzador, pues facultades y talento los tiene.

El Ateneo Musical de Mieres, siempre abierto a impulsar y proyectar el talento que no siempre sale a la luz pública, cuenta con él para aquellas obras donde se requiera un piano en la plantilla, y también dar a conocer su increíble musicalidad.

Por citar las dos últimas donde ir dándole a conocer en su Mieres de adopción, el 21 de marzo dentro del Día de la Poesía (Homenaje a Efrén Martínez) ambientó al piano el acto celebrado en el Espacio Cultural 19-10 organizado por la Librería La Pilarica, otro referente en Mieres en la difusión y promoción de nuestro patrimonio.

Y apenas un mes atrás, el 26 de abril Henry Sebasthian Crespo abría y cerraba el acto de entrega del III Premio Gastronómico «Saber y sabor» al Bar Restaurante TC28 organizado por Tertulia 17, celebrado en el salón de actos del IES Sánchez Lastra, donde con un piano electrónico, que nunca es igual que uno acústico o aún mejor de cola) deleitó y asombró con dos obras de altura que dejaron maravillados a los asistentes: el Momento musical en si bemol menor, op. 16 nº 1 de Rachmaninov y la Balada nº 1 en sol m, op. 23 de Chopin, dos partituras que sigue trabajando para interiorizarlas y «hacerlas suyas» dado que la interpretación no para y por mucho que se ejecuten, nunca serán iguales.

Mientras prepara la gala del próximo sábado en buena compañía , Sebasthian aún tiene tiempo para organizar este miércoles 21 a las 18:30 horas en la Casa de la Música de Mieres una charla-concierto con dos de sus compañeros del CONSMUPA, amigos y también pianistas, bajo el interesante título «La música de la resiliencia» que bien conoce en su propia vida, y con el subtítulo «El arte de estudiar piano sin morir en el intento», donde los asistentes escucharán de primera mano cómo seguimos en nuestro país sin valorar los estudios musicales aunque hayamos ido mejorando más adagio que presto en ello, aunque precisamente el piano no sea instrumento sinfónico por lo que las oportunidades menores conllevan dar  visibilidad con conciertos como los que Henry Sebasthian está llevando a cabo gracias a una ilusión juvenil y fuerza que no le sobra.

Desde este blog, personalmente sabe que tiene todo mi apoyo, deseándole todo lo mejor a este talento venezolano que la vida le ha traído a nuestro Mieres del Camino para continuar una andadura que espero sea larga y fructífera.

Ya está sembrada la rosa del azafrán

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Viernes 17 de mayo, 12:00 horas. Teatro Campoamor, presentación del tercer título del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo.

El Salón de Té del Teatro Campoamor ha acogido este mediodía la presentación de la zarzuela «La rosa del azafrán» que se estrenará el próximo jueves 23 de mayo, con una segunda función el sábado 25, ambas a las 20:00 horas bajo la dirección musical del maestro bilbaíno Diego Martín-Etxebarria y escénica de Ignacio García.

Además de la soprano asturiana Beatriz Díaz y el barítono ubetense Damián del Castillo en los roles principales de Sagrario y Juan Pedro, el cartel incluye nombres reconocidos de la interpretación como Vicky Peña, Mario Gas o Emilio Gavira. «La rosa del azafrán» con música de Jacinto Guerrero, es una de las obras más conocidas del repertorio de zarzuela. El libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, está inspirado en obras literarias como El perro del hortelano y El Quijote, y nace “del viaje que hicieron sus autores por tierras manchegas recogiendo, de las fuentes populares, las melodías que se encontraban”, como ha explicado el Presidente de la Fundación de Cultura de Oviedo.

David Álvarez y el Director Artístico del Festival, Cosme Marina, acompañados del elenco de la obra fueron tomando la palabra. El primero resaltó la calidad de esta producción que tiene una fuerte vinculación con Oviedo: “uno de sus autores, Federico Romero, era ovetense y, el primer Juan Pedro fue Emilio Sagi Barba, abuelo de nuestro querido Emilio Sagi”. Destacaría igualmente el interés que los ovetenses tienen por el género lírico: “Oviedo quiere Zarzuela”.

En esta línea Marina también quiso recordar que desde meses antes de cada estreno quedan ya pocas entradas, agradeciendo que el Campoamor sea el primer teatro en el que se represente esta producción tras su estreno en Madrid en el Teatro de la Zarzuela este mismo año. También ha ensalzado a cantantes, actores y bailarines, que están al máximo nivel, así como la labor de Oviedo Filarmonía y la Capilla Polifónica, orquesta y coro de este festival ovetense.

En su intervención, el director de escena Ignacio García puso de relieve el talento asturiano de este montaje de «La rosa del azafrán», refiriéndose así al protagonismo asturiano, las sopranos Beatriz Díaz y María Zapata, los actores Carlos Mesa y Javier Gallardo más la voz de Anabel Santiago.

Ignacio García ha reconocido a Oviedo como “capital del género” dado que después de Madrid, esta es la temporada más importante, dando relevancia “al amor, respeto y conocimiento del público ovetense”. García también agradeció la labor del equipo técnico del Teatro Campoamor en una producción aparentemente sencilla y costumbrista pero realmente ambiciosa y complicada, y me quedo con otra frase suya: “El alma de la zarzuela es el vínculo con la tierra anclada en el pueblo”. Interesante leer sus notas al programa de mano escritas para Madrid.

Tras estas dos primeras intervenciones, iría tomando la palabra el elenco presente, que en general todos hablan de la producción excelente , de reivindicar la cultura y este espacio. Anabel Santiago dando un paso de la tonada a la jota manchega en un nuevo reto para la asturiana, el jienense Damián del Castillo que también le toca «lo manchego» en su papel protagonista, la asturiana Beatriz Díaz que vuelve a casa en un rol profundo en todos los sentidos y recordando sus inicios hace años con Mario Gas, otro grande de la escena, esta vez en un «quijote» que nos impactará, la»debutante» María Zapata ilusionada y emocionada de formar parte de esta exquisita y honesta producción.

Más los actores Carlos Mesa, que con el tiempo adora la zarzuela que escuchaba a su madre, o Javier Gallardo, con un papel pequeño pero que le honra estar en el elenco. La grande de la escena Vicky Peña (quien describió al Campoamor como un “teatro vivo, bien habitado”) para quien la zarzuela es vida.

El malagueño Emilio Gavira (reivindicando Alcázar de San Juan como capital manchega e invitando a conocer La Mancha como “profundo infinito y como un mar sobre el que se puede caminar”), Juan Carlos Talavera (celebrando que esta zarzuela es genial al “hacer de la muerte una fiesta”), y finalmente la coreógrafa Sara Cano cuya idea en esta producción es “dar verdad al pueblo”.

Cerraría la presentación David Álvarez que repartiría a todos los presentes el dulce que este año es cartel tan ovetense como los carbayones cubiertos de un mantón de Manila de azúcar.

Ópera para Madagascar

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Jueves 16 de mayo, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: Gala Lírica Pro MadagascarJuan Jesús Rodríguez (barítono), Anna Cabrera (soprano), Marcos Suárez (piano). Arias, dúos y romanzas de zarzuela y ópera. Entrada: 10€.

La ONG “Ópera sin fronteras” y la Fundación «Agua de coco» llegaban a Oviedo para presentar un proyecto multidisciplinar, transversal, pedagógico y sobre todo solidario, porque la música lo puede todo, llegar a estrenar en Madagascar su primera ópera con un elenco de allí como después contarían los responsables, «El sueño de Nirina», con libreto de la asturiana Lucía Vilanova , con quien contactaron en el Campoamor tras el estreno de «María Moliner», y música de Juan Antonio Simarro, dos figuras conocidas en nuestra tierra, y además en malgache. Una bendita locura que cuenta entre otros apoyos, nunca suficientes, de la Fundación Ópera de Oviedo, siempre dispuesta a colaborar con estas iniciativas solidarias de cooperación social, siendo su director, el avilesino Celestino Varela, el primero en tomar la palabra presentando el evento.

Paco Azorín como presidente y fundador junto al coreógrafo Carlos Martos De la Vega de la ONG “Ópera sin fronteras” comentarían a dúo quiénes son y cuales son sus objetivos, desde el propósito de hacer llegar la ópera a todos aquellos colectivos que tradicionalmente han sido excluidos de ella, con el fin de visibilizar sus conflictos a través del hecho escénico.

Entienden la ópera como un instrumento de transformación social, no como un elemento de entretenimiento sólo al alcance de unos pocos.
La ópera, como arte integrador, en la que convergen la música, la danza, el teatro y las artes plásticas, es el vehículo idóneo para situar en el centro de la creación a los colectivos más desfavorecidos y ayudarles así, a solucionar sus conflictos, desde sus primeros contactos allá por 2019 en Mérida y después Sevilla con «Sansón y Dalila», el contacto en Badajoz con otra ONG («PIE, Plena Inclusión Extremadura») de enfermedades raras entre muchas más, y lo terapéutico que ha sido la ópera, al año siguiente el proyecto didáctico «El monstruo en el laberinto» (de Jonathan Dove) en el Liceu barcelonés para niños en peligro de exclusión, o el triste 2022 a raíz de la guerra de Ucrania (que aún continúa) dentro de cultura de emergencia en Madrid para integrar a los primeros refugiados en un montaje de «La Odisea» con la Escuela Municipal de Arte Dramático para edades comprendidas entre 7 y 21 años.

Con la proyección de un vídeo con la génesis del proyecto de esta ONG que contarían Paco y Carlos, se centrarían en este continuarían primer proyecto en Madagascar que lleva como título «Madagasikara» con la ONG “Agua de coco” sumándose que lleva años allá, y con distintas fases que movilizan a 300 personas entre 6 y 20 años enseñándoles  música y dándoles instrumentos, por lo que el objetivo o fase final será hacer una ópera participativa y la primera en el idioma malgache, que espera nestrenar en Toliara el próximo 6 de septiembre de 2025 en el centro multidisciplinar CASEL.

Tras la proyección del segundo vídeo, presentarían al compositor Juan Antonio Simarro, que ya hacía sus pinitos «en africano» de crío y también de adulto, explicándonos la génesis tras libreto de Lucía Vilanova primero en francés y la posterior traducción al malgache, proyectándonos las letras y avanzando al piano algunas melodías.

De las muchas ayudas para esta primera ópera de Madagascar, ya con la colaboración entre otros del Teatro Real, del Festival de Perelada o la Ópera de Oviedo, aunque siguen buscando apoyo económico, en otro vídeo nos enseñarían el «Container Solidario» lleno de escenografías, vestuario, atrezzo, decorados o incluso luces viejas, material donado por distintos teatros que las almacenaban «caducadas» pero que serán «tecnología punta» en esta isla que sigue sufriendo, y donde ya embarcó camino del estreno en septiembre, que se espera traerlo a Europa en 2026. De ella vino a vivir a Córdoba un músico tradicional como es Kilema que participaría codo con codo junto al compositor. Después entre el piano de Marcos Suárez y el propio Simarro al djembé nos invitaron a cantar una de las melodías, verdaderamente imposible en malgache pero dándonos idea de cómo sonará en las voces protagonistas del estreno.

Y finalmente comenzaría la gala lírica y solidaria ayudando a recaudar fondos, que nunca son suficientes para un proyecto de esta envergadura, con la actuación del barítono Juan Jesús Rodríguez (Cartaya, 1969), la soprano ruso-cubana Anna Cabrera Eliseeva (Moscú, 1997) que sustituyó a última hora a Graciela Moncloa, con todo lo que supuso cambiar más de medio programa del inicialmente previsto, y el pianista asturiano Marcos Suárez (La Felguera, 1992) que hubo de lidiar contra estos imprevistos con la profesionalidad y experiencia que va acumulando en sus años de docente y repertorista.

Del barítono cartayero solo caben elogios por su entrega humana y musical, con la romanza «Ya mis horas felices» del Germán en «La del Soto del Parral», o el aria «Nemico della patria» del Gerard en «Andrea Chenier» que levantaron los bravos de un público que le sigue fielmente en Oviedo, e incluso de fuera de nuestra tierra. Su poderío vocal, buen gusto, escena, dicción y musicalidad son parte de las muchas cualidades que tiene, por lo que en estas dos obras el acompañamiento «orquestal» al piano de Marcos Suárez no necesitó más que disfrutar con el andaluz.

Me encantó la soprano Anna Cabrera, con varios premios desde su llegada a Madrid en 2016, quien eligió para esta gala la conocida «Petenera» de «La marchenera» y la aún más famosa aria «Caro nome», una Gilda sobrada de matices, agilidades, musicalidad y fraseos, bien acompañada por un Marcos que «las tiene en dedos» aunque la premura de los cambios nunca es buena, pero las tablas de ambos permitieron disfrutar de esta voz en crecimiento y triunfando paulatinamente.

Con estos solistas los dúos no podían fallar, aunque no los programados, pero igualmente de calidad y empaste, el mozartiano «La ci darem la mano» primero, enamoramiento a primera vista del Don Juan onubense y la Zerlina ya madrileña, coqueteo a dúo plenamente creíble con el piano bien encajado.

Y si ambos solistas dominan Verdi, el andaluz más que conocido, la rusa demostrado en el «Caro nome», nada mejor para cerrar que el conmovedor dúo «Piangi, fanciulla, piangi» de padre e hija, Rigoletto y Gilda en este dramático dúo escenificado con los intérpretes entregados, poderosos y dolientes, empaste ideal aunque afinación algo al límite y un piano a primera vista que nos privó de mayor satisfacción global para dos voces muy aplaudidas en esta gala.

Aún quedaba un mensaje en vídeo de la madrina de honor de la ONG, «nuestra» María José Montiel que con su homónima Moliner abrió puertas y dio esperanza a este proyecto. Finalmente la lectura del texto que canta Nirina la protagonista, ópera terapéutica, solidaria y un hito en Madagascar que esperemos disfrutar en Oviedo.

PROGRAMA:

Reveriano SOUTULLO (1880-1932) y Juan VERT
(1890-1931):

LA DEL SOTO DEL PARRAL: «Ya mis horas felices»

Federico MORENO TORROBA (1891-1982):

LA MARCHENERA, La Petenera

Umberto GIORDANO (1867-1948)

ANDREA CHÉNIER: «Nemico della patria»

Giuseppe VERDI (1813-1901)

RIGOLETTO, aria de Gilda «Caro nome»

Wolfgang Amadeus MOZART (1756-1791)

DON GIOVANNI, dúo «La ci darem la mano»

Giuseppe VERDI:

RIGOLETTO, dúo «Piangi, fanciulla, piangi»

Prensa:

Chequeando checos

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Miércoles 15 de mayo, 20:00 horas. Gijón, Teatro Jovellanos, Concierto n.º 1683 de la Sociedad Filarmónica de Gijón: TRÍO MALATS (Víctor Martínez Soto, violín – Alberto Gorrochategui Blanco, violonchelo – Carlos Galán Lago, piano). Obras de Suk, Dvořák, Rachmáninov y Smetana.

La temporada gijonesa llegaba a su penúltimo concierto con la siempre necesaria «Música de Cámara» , cuyo nombre procede de su origen en las pequeñas salas de los palacios donde se interpretaban estas obras, las llamadas «cámaras» o habitaciones privadas de la nobleza.

Estas piezas generalmente incluyen un pequeño número de intérpretes, y cada intérprete desempeña un papel único, que este lluvioso miércoles nos traía al Trío Malats, a quienes ya escuchase en la homónima sociedad ovetense en diciembre de 2022, y que con su nombre rinden homenaje al catalán Joaquín Malats (1872-1912), un niño prodigio que además de excelente pianista nos dejó páginas tan conocidas como su Serenata española. Este trío de profesionales y docentes, dos de ellos en Avilés, destacan por su compromiso con la música española delos siglos XX y XXI, aunque esta vez optaron por un programa checo donde no faltarían dos rusos, y que su compañero el chelista Guillermo López Cañal en las notas al programa escribe sobre patria y elegía: «Dos nociones se manifiestan intrínseca y musicalmente (…) la idea de patria, y la segunda —tal vez menos abstracta que la primera— es el sentimiento elegíaco en el arte o en la vida». Sobre el término patria relacionado con la música y los nacionalismos, recomiendo la lectura del libro de José Luis Conde recientemente publicado en la Editorial 1/2 tono, y donde aparecen bien diseccionados los compositores elegidos, especialmente los checos Suk, Dvořák y Smetana, pero también la Rusia del exiliado Rachmaninov. En las partituras interpretadas por el Trío Malats también aparece «la elegía como excusa genérica para crear un orden sonoro con el que evocar afectos universales que datan de la Antigua Grecia», musicalmente pieza de lamento o carácter triste ante la muerte de un ser querido o maestro, las cuatro centradas en la común unión patriótica y de padecer la pérdida.

Para abrir velada y oídos checos, Suk y su Elegía opus 23 (1902), alumno y suegro de Dvořák que lleva como subtítulo «Bajo la influencia del Vyšehrad de Julius Zeyer», originariamente para sexteto de cuerda con arpa y armonio, pero arreglada para trío con piano por el propio Suk, bien interiorizada  e interpretada con complicidad por estos tres músicos, que como todo sustento sobre tres patas, no suele cojear, y esta elegía nos llevó a la ensoñadora Praga con su castillo dominando la capital checa, y al cementerio donde están enterrados Dvořák y Smetana (que cerraría el programa), con una música nostálgica y misteriosa.

Más denso de escucha e interpretación sería el Trío nº 4 Dumky, op. 90 (1891) del maestro Dvořák en seis movimientos, formado en la escuela de órgano de Praga y cuya iglesia de San Simón y San Judas es una maravilla donde una placa recuerda los inicios del probablemente más influyente de los compositores checos. El último de los compuestos para esta formación de trío es no solo elegía sino un viaje compositivo sobre la Dumka, danza folklórica eslava con continuos y abruptos cambios, seis Dumky (el plural de Dumka) que «los Malats» fueron desgranando compartiendo protagonismos y en buena compenetración. Tal vez el sonido del cello quedase algo apagado en algunos concertantes, no así en sus temas (como el primer Lento maestoso), brillando más el violín y con un piano todopoderoso que pasa del empuje rítmico a la rotundidad sonora o la dulzura elegíaca. Trío de contrastes, oscuridad y brillo, tristeza y jovialidad, la «marcha fúnebre» del segundo movimiento, la calma del tercero que arranca con el piano, hasta la inocencia  o melancolía de los otros tres para finalizar en un vibrante Vivace, todos los recursos anímicos y compositivos de Dvořák explotándolos al máximo en sus años de madurez, especialmente en sus tres últimas sinfonías y que en este trío, como en general la música de cámara, sirve de banco de pruebas para las obras «mayores».

Un paso adelante en geografía, cronología y estilo vendría con Rachmaninov para abrir la segunda parte con su Trío elegíaco nº 1 en sol menor (1892), más nostalgia y desarraigo fuera de su patria, de Dresde a los EEUU, el primero de los dos tríos elegíacos, parece que este primero dedicado a su mentor Tchaikovsky que moriría al año siguiente del estreno. Más oscuridad y tristeza, elegía y destierro, melodías que no resuelven, que acongojan y tiñen nuevamente con música, bien sentida por los maestros reflejando todo ese catálogo de combinaciones tímbricas, armónicas, técnicas, exigentes para intérprete y público.

Y retornamos a la Praga del Moldava con el nacionalista checo por excelencia, Smetana (su museo al lado del río es otra visita obligada). Su Trío en sol menor, op. 15 (1855) es otra elegía a la muerte por escarlatina de su hija pequeña, una obra que conmovió a Franz Liszt. El primer movimiento, Moderato assai, comienza con un violín de aires populares pero oscurecidos dentro de la textura del trío, con silencios casi suspiros pasando por los tres intérpretes y tejiendo un ambiente casi opresivo. El Allegro, ma non agitato homofónico exige un perfecto encaje de los pasajes, bien resueltos por «el Malats» para llegar al Finale. Presto vertiginoso, juegos y alternancias rítmicas con un piano de reminiscencias románticas (Smetana admiraba a Chopin y Liszt) pero volverá la marcha elegíaca que finaliza cortante, dolorosa y triunfal.

Un programa oscuro en sentimientos, muertes, homenajes a los seres queridos, recuerdos de la patria y donde mis recuerdos se teñían de gris como el día con unas músicas bien interpretadas pero que no ayudan a salir optimista del teatro.

La propina al menos pondría un poco de serenidad con otro ruso emigrado, Paul Juon (Moscú, 1872 – Vevey-Suiza, 1940) de cuyo Trio-Miniaturen, nos dejarían el primero de los cuatro números, la Rêverie, op.18 nº 3, optando por la versión de piano con violín en vez de clarinete y cello (no viola), aún más sentida para otra página de elegía y patria en noventa minutos de penumbra.

PROGRAMA

Josef SUK (1874 – 1935)

Elegía, op. 23

Antonin DVOŘÁK (1841 – 1904)

Trío nº 4 Dumky, op. 90

I. Lento maestoso — Allegro quasi doppio movimento

II. Poco Adagio — Vivace non troppo

III. Andante — Vivace non troppo

IV. Andante moderato — Allegretto scherzando

V. Allegro — Meno mosso

VI. Lento maestoso — Vivace

Serguéi RACHMÁNINOV (1873 – 1943)

Trío elegíaco nº 1 en sol menor

Bedřich SMETANA (1824 – 1884)

Trío en sol menor, op.15

I. Moderato assai — Più animato

II. Allegro, ma non agitato

III. Finale. Presto

Más que un vals para dos

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Lunes 13 de mayo, 20:00 horas. Sala de Cámara del Auditorio “Príncipe Felipe”: Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO). Dúo del Valle: Vals para dos. Víctor del Valle (piano) y Luis del Valle (piano); Compañía WETTRIBUTE (Daniel Fernández, bailarín – Maite Ezcurra, bailarina). Obras de Poulenc, Milhaud y Ravel. Entrada: 8€.

Ya desde mis años como estudiante de piano las obras a cuatro manos y sobre todo las escritas para dos pianos me cautivaron y poder vivirlas en directo era algo único y extraordinario, desde Frechilla y Zuloaga en la Caja de Ahorros de Mieres hasta la pareja Joaquín Achúcarro y Emma Jiménez en la Filarmónica de Oviedo. Iría posteriormente descubriendo en disco a las gemelas Pekinel y después a las Labèque, Katia y Marielle, también en directo, o al matrimonio astur-canario Francisco Jaime Pantín y María Teresa Pérez como Dúo Wanderer.

De los más cercanos en el tiempo aún se recuerdan en la capital asturiana las visitas de los hermanos Jussen y curiosamente este año hemos disfrutado hace nada de los asturianos Martín García y Juan Barahona con la OSPA, para la próxima semana cerrar las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» con Maria João Pires e Ignasi Cambra y este lunes llegaba el penúltimo concierto del CIMCO «la magia de dos pianos» con el Dúo del Valle, los hermanos Víctor y Luis continuando una saga fraternal que parece marcar estas agrupaciones junto a parejas donde la convivencia parece tan necesaria para «latir juntos» como el arduo ensayo de todo programa, del romanticismo al pasado siglo, como fue el de Los Valle con música francesa impresionista, aunque en la presentación el doctor Alejandro G. Villalibre aclaró conceptos o estilos, tres compositores franceses y contemporáneos que superan etiquetas, estilos diferentes pero muy agradecidos para un público que no llenó la sala de cámara, reiterándome en la excelente acústica para esta música de piano junto a una cercanía que hace estos conciertos casi familiares.

Los hermanos malagueños comenzarían con tres obras de Poulenc, primero la Sonatina para piano a cuatro manos (1918, rev. 1919) aunque optando por los dos pianos que aumentan la dificultad de compenetración. Impecable la afinación y uniformidad de color pese a ser dos modelos diferentes de Steinway© y sonoridades distintas pero que en las manos de los hermanos cerrando los ojos escuchábamos un solo instrumento interpretado por veinte dedos: contrastes violentos, ritmo intrínseco en el Prelude, casi de nuestro siglo por su estilo original y por momentos «minimalista«, el lírico Rustique de recuerdos académicos transportados al pórtico de los felices años 20 del pasado siglo, y el Final vertiginoso, aires rusos en la Francia capital mundial de aquella época entreguerras, piano cosmopolita y rítmico en cuatro manos manejadas como si una sola alma las mandase.

L’ embarquement pour Cythère (vals musette para dos pianos) es otra joya llena del aire francés popular a orillas del Sena elevado al magisterio pianístico de una escritura minuciosa y unos rubati encajados a la perfección con apenas una mirada, un leve gesto de mano al aire o simplemente latiendo al unísono. Sonidos etéreos, cristalinos, fraseos elegantes, matices extremos y hasta una coreografía visual para no perderse ni un detalle.

Finalizarían con el Capriccio (d’après le Bal Masqué), virtuoso y festivo, juguetón y humorístico, encajado de manera increíble como en las dos anteriores, sonoridades rotundas y delicadas con precisión milimétrica.

Siguiente bloque nada menos que con el Scaramouche, op. 165 (1937) de Milhaud, cinematográfico, personaje inspirado en la ‘Comedia dell Arte’ con el que el viajero Darius escribe esta suite de virtuosos pentagramas en tres números: el Vif casi imposible, deslumbrante y casi de «pianola», el Moderé para reposar y tomar aliento antes de revestir el último de samba Brazileira, otra de sus «debilidades», contagiando alegría de vivir en las manos de los Hermanos del Valle, escalas cromáticas enfrentadas pero cosidas, articulaciones variadas para todo un espectáculo visual y sonoro.

Aún quedaba el plato fuerte de Ravel, el vasco-francés que jugaba y experimentaba en el piano su sabiduría orquestal, comenzando por la obra basada en cinco cuentos de Perrault, música sin palabras de Ma mère l’Oye (1910), una «Mamá Oca» cuya primera versión para dos pianos crecería incluso hasta llegar a ballet, pero que esta personal y original composición sigue siendo un referente. Víctor y Luis fueron «narrando» la pavana de La Bella Durmiente, a Pulgarcito, la inquietante Laideronnette emperatriz de las pagodas, la conversación de La Bella y La Bestia, o El jardín encantado. Magia sonora, relatos bien hilvanados y diferenciados expresivamente, reverberaciones de los pianos creando esa atmósfera impresionista donde el color que se funde en la retina es sonido en nuestros oídos viajando por la pétrea sala que antaño fuese depósito de agua. Música atemporal, evocadora y un cuento para soñar despiertos desde una infancia detenida por estos hermanos para la partitura de Don Mauricio.

Y siendo CIMCO interdisciplinar además de camerístico, nada menos que la monumental La Valse que estuvo coreografiada por los bailarines de la compañía de danza ‘Wettribute’, Daniel Fernández y Maite Ezcurra a modo de guiño a lo que intentase Diaghilev y después el maestro del ballet George Balanchine.

Una propuesta de claroscuros, con una iluminación sencilla pero plásticamente impecable a lo largo del concierto, en esta «valse» tiempo de entreguerras, encuentros, danza de nuestro tiempo para una música sinfónica a dos pianos, pletórica en la interpretación, coreografía de los hermanos cual pareja musical frente a los bailarines reales, subrayando esta partitura única e imprescindible para esta formación.

Aún hubo tiempo para una propina y nada menos que Brahms con la Danza Húngara nº 11 (de las 21 que escribiese), esta vez interpretando a cuatro manos, un solo piano, remanso bien entendido de esta monumentalidad zíngara del alemán para 20 dedos, 88 teclas con un solo corazón y el mejor cierre tras una hora larga de espectáculo francés hecho en «La Viena de España» por estos hermanos universales.

PROGRAMA

Francis Poulenc (1899-1963):

Sonatina para piano a cuatro manos (versión dos pianos): Prelude – Rustique – Final

L’ embarquement pour Cythère, vals musette para dos pianos

Capriccio d’après le Bal Masqué

Darius Milhaud (1892-1974):

Scaramouche

Maurice Ravel (1875-1937):

Ma mère l’Oye:

Pavana de la Bella durmiente (Lent) – Pulgarcito (Très modéré) – Laideronnette, Emperatriz de las Pagodas (Mouvt. de Marche) – Conversación de la Bella y la Bestia (Mouvt. de Valse très modéré) – El jardín encantado (Lent et grave)

La Valse

Perianes reparte juego

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Viernes 10 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono XI OSPA: «Mozart y Perianes». Javier Perianes (piano), Cuarteto Quiroga, OSPA. Obras de W. A. Mozart.

El titular de la entrada no es una referencia al juego de mus, en tal caso a la «MÚSica» pero aprovechando que el onubense Javier Perianes (Nerva, 1978) es futbolero y merengue para más señas, no quería perder esta vez las referencias al deporte, al balompié, al trabajo en equipo y al disfrute que supone escucharle, tanto en el encuentro previo al concierto, con más presencia de la habitual, donde su cercanía, humor y buen talante nos preparó a todos para la terapia mozartiana en esta nueva visita a la capital, y además con la compañía de nuestros amigos del Cuarteto Quiroga.

Comentaba el pianista sus inicios en la música como terapia para un niño travieso, nada raro entonces, donde un concierto le atrapó, el apoyo de sus padres, el clarinete que su tía cambió por un piano tras los veranos en La Antilla, los esfuerzos y su eterno agradecimiento para todos sus profesores, desde sor Julia Hierro, la primera y hoy nonagenaria con quien aún habla antes de los conciertos y reza por él desde el asilo, pasando por Ana Guijarro en sus años sevillanos, o Josep Colom, de todos y cada uno con el recuerdo de su permanente magisterio, más el siempre necesario apoyo de su esposa Lidia, que además de pianista conoce como nadie a su pareja.

Le preguntaba «el habitual» de cada encuentro en la Sala de Cámara tres cuartos de hora antes de los conciertos, qué obras habían sido las más difíciles y Perianes no dudó  en contestarle que las actuales, siempre nuevas y distintas porque el directo es irrepetible, incluso cuando graba prefiere hacerlo de un tirón y que sea el ingeniero quien elija la toma buena, sin «corta y pega» porque Javier es además de un excelente pianista es un tipo espontáneo, cercano, «disfrutón», con las ideas claras de quien vive el momento y contagia alegría de vivir con, por y para la música.

El programa íntegro de Mozart comenzaba con el Concierto para piano nº 24 en do menor, K. 491 (1786) en una reducción para cuarteto de cuerda con piano, un cinco muy baloncestístico donde el de Nerva sería como un buen base que tiene memorizadas las jugadas, cuenta con un equipo de estrellas y reparte a diestro y siniestro, con bandejas y asistencias para que los compañeros rematen, generosidad, respeto y dominio del parqué. Este vigésimo cuarto del de Salzburgo nos dejó la feliz conjunción y entendimiento de un quinteto que lleva años jugando juntos, y que en palabras del musicólogo y compositor británico Arthur Hutchings (1906-1989), el mayor especialista del genio austriaco, considera su esfuerzo más sutil: «se trata de una obra oscura y apasionante, hecha más sorprendente por su restricción clásica, y el movimiento final, un conjunto de variaciones, es comúnmente considerado como ‘sublime’ (…)», y al de Nerva, que llevo años denominándole «El Sorolla del piano» por su luminosidad, no quiero olvidarme de las llamadas ‘sombras coloreadas’ tan del gusto impresionista, con todo el juego aportado por el Cuarteto Quiroga y el piano siempre limpio, claro y presente, convirtiendo el concierto orquestal de sonoridades y texturas que lograría la sección de viento del lienzo sinfónico, llevado a una paleta ligera y tenue de acuarela donde no hay posibilidad de corrección, y el quinteto no la necesitó, repartiendo «el base» y esquivando en solitario desde su puesto retrasado que aunaba e integraba este concierto tan vienés, desde el patético Allegro inicial a la luz del Larghetto para volver a los claroscuros del Allegretto final donde no faltarán los toques musicales humorísticos del Mozart en estado puro, pasajes virtuosos y el preciso contrapunto con diálogos motivados y tímbricos en este verdadero equipo de estrellas.

Ya con la plantilla perfecta y la selección OSPA con un equipo donde «Los Quiroga» se integraron a la perfección en la llamemos columna vertebral de la cuerda, y con Cibrán Sierra de concertino en perfecto entendimiento con Perianes, llegaría el Concierto para piano nº 12 en la mayor, K. 385p (414), compuesto a finales de 1782 en la tonalidad que para Mozart era sinónimo de lirismo y serenidad, y en su momento anunciado como que «puede(n) ser interpretados no sólo con un acompañamiento de gran orquesta y vientos, sino también con un quattro, es decir, con dos violines, viola y violonchelo». Fiel por tanto a esta idea de Mozart intentando publicarlos por suscripción, más allá del enfoque utilitario (recordar que los músicos también comen), con Perianes en el centro del campo me recordaría al mejor Iniesta, aunque como merengue tendré que llamarle mejor Luka Modrić por los triunfos del madridista y la veteranía que supone una trayectoria que en el piano es siempre más longeva que en el fútbol.

Más que dirigir o concertar, Perianes desde el piano marca lo necesario para dar confianza al equipo, la «serenidad de la mayor», además de exigir más responsabilidad en cada parcela del campo, y así fluyó la terapia musical de este duodécimo. Aires de serenata, el lirismo que nunca falta, las cadencias -desconozco la autoría -bien encajadas porque los pases van al hueco donde siempre hay la recepción exacta y viceversa, todo el equipo engrasado, disfrutando porque aquí no es necesaria «la épica blanca» sino el disfrute con el toque, escuchándose, vibrando, contagiando energía, vitalidad, todo en una ejecución de Champions, con la plantilla funcionando desde la línea medular –como llaman los periodistas expertos– de la cuerda hasta una madera de lo más mozartiana y unos metales junto a los timbales sin necesidad de «sobar la bola» ni «echar balones fuera», más bien integrándose en esta unidad terapéutica con los ‘amados clarinetes’ desde aquel 1777 en Mannheim, con el Andante para recrearse todos al primer toque, sutiles, compactos, con la posesión justa para mover esta música donde el «mediocampista» lució galones sin necesitar excentricidades.

Y en este espectáculo de los tres conciertos de Mozart tan vieneses, el Concierto para piano nº 21 en do mayor, K. 467 (1785) sin clarinetes pero con el mismo equipo y estructura nos trajo al Perianes en modo Toni Kroos, actual, certero, manejando este bellísimo concierto (que lleva de sobrenombre «Elvira Madigan» por la película que popularizó su segundo movimiento), sin necesidad de partitura, plenamente integrado en su quehacer desde distintos campos y equipos pero con la confianza de jugar en casa, secundado y apoyado, sin miedo escénico ni presión porque el triunfo estaba asegurado y este partido  era para disfrutarlo tanto en el campo como desde la grada. Cibrán un lateral izquierdo que sube la banda, Poggio en el derecho sin dejar pasar nada, más «adelantados» Puchades y Hevia (habitual con la elástica asturiana) en posición de refuerzo central, con una delantera de viento capaz de atacar con sutileza y elegancia, y de sacrificarse «recuperando balones» manteniendo un excelente trabajo de equipo donde Perianes repartió todo el juego que atesora en su cabeza, corazón y dedos. Si el Allegro maestoso hizo gala del calificativo, con perlas al piano, dinámicas de claroscuros y guiños sinfónicos, el famosísimo Andante fue de una hondura capaz de cortar la respiración, abriendo el campo de escucha con una cuerda gustándose mutuamente, y el inmenso Allegro vivace assai atacado sin fisuras, casi diabólico por un feliz alboroto lleno de descaro compositivo e interpretativo, contagioso para toda la selección orquestal, con el Mozart que parecía tener en mente la diversión pianística y los juegos con la orquesta perfectamente dispuesta y capaz de tocar.

El partido se nos hizo corto en el escenario ovetense pero podré recordarlo como otro encuentro de los que hacen afición, con este equipo OSPA de primera al que Mozart siempre le sienta bien, más con los compañeros de este noveno de abono.

Quiero y no puedo…

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Jueves 9 de mayo, 20:00 horas. Auditorio Príncipe Felipe, Oviedo: Conciertos del Auditorio. Rolando Villazón, tenor, Oviedo Filarmonia (OFIL), Christian Vásquez, director. Obras de Márquez, Mozart, Haydn y Dvořák.

(Crítica para Ópera World del viernes 10, con los añadidos de fotos propias, más links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite).

En el ciclo ‘Los Conciertos del Auditorio’ que cumple sus bodas de plata, no suele faltar el guiño a la afición y tradición lírica asturiana, y por él han pasado muchos cantantes de renombre internacional junto a óperas en concierto, casi complemento de las óperas y zarzuelas en el Teatro Campoamor, por lo que son recitales muy esperados y atraen a amantes de la lírica de todas partes de Asturias y España.

El tenor mexicano Rolando Villazón (1972) regresaba a la capital ovetense, donde debutó hace 22 años con el «Romeo y Julieta» de Gounod junto a Ainhoa Arteta (y no precisamente con buen recuerdo), esta vez con un repertorio un tanto ‘extraño’, además de breve, anunciado junto a su compatriota la sobrevalorada y controvertida directora Alondra de la Parra, que venía a nuestra Vetusta para este “pseudorecital” más el doblete de zarzuela «La Rosa del Azafrán» para estrenarse en el foso, todo con la OFIL, que prosigue su andadura “todoterreno”. Pero una baja por motivos de salud obligó a encontrar sustitutos desde hace solo tres días, contactando con el maestro bilbaíno Diego Martín Etxebarría para las dos funciones de la próxima semana dentro del Festival de Teatro Lírico, que también contaré desde aquí, y el director venezolano Christian Vásquez para esta esperada y apurada cita del auditorio, resultando más concierto que velada lírica, pues tres obras cantadas para la primera parte, más la propina de zarzuela, no se pueden calificar de recital.

Con más cambios en el orden del programa, que dejo al final, arrancaba directamente Villazón con un aria de concierto del Mozart niño, Va, dal furor portata, KV 21 (19c), escrita en Londres con solo nueve años y donde se nota aún cierta bisoñez aunque ya tiene detalles propios del genio de Salzburgo. Casi prolongación del barroco, el tenor tuvo problemas con unas agilidades bruscas y poco limpias, unos graves que han ganado cuerpo pero sin apenas matizar, siendo su gama dinámica del mezzoforte al fortísimo, lo que desluce una vocalidad ya de por sí algo limitada.
Tras una presentación al publico de su Mozart y “papá Haydn en el Londres donde coincidieron los dos genios, así como el recuerdo de 2002, llegaría el recitativo con aria «Dov’ e quell’alma audace… In un mar» de «L’anima del filosofo, ossia, Orfeo ed Euridice», compuesta en 1791, el año de la muerte de Mozart. Es importante ir sacando la producción operística del austriaco aunque sea con cuentagotas, y Villazón es uno de los adalides de estas recuperaciones. El rol de Orfeo le va al mexicano como anillo al dedo, pero volvió a decantar la balanza por una matización algo destemplada, sólo salvable en el largo recitativo inicial que da título a este número, donde poder cargar la parte dramática que los años ayudan, pero sus conocidos problemas (el quiste congénito del que le operaron en 2018, la ansiedad escénica y la acidez severa) no hacen más que corroborar que hemos perdido a este tenor, con el aria “In un mar” más representada que cantada. Se le agradece el empeño por seguir siendo un artista, pero ya no tiene el tirón de antaño y se notó hasta en el aforo del auditorio, que no se completó. La urgencia en encontrar director también se apreció en esta primera parte, pues el maestro Vásquez no estuvo cómodo con unas obras que probablemente eran nuevas, como para la mayoría del público. Al menos OFIL sigue siendo la orquesta heterodoxa y dúctil que responde al podio siempre, por lo que Haydn sonó clásico y el venezolano hizo lo que pudo.

No entendí colocar la popular obertura de «Las bodas de Fígaro», KV 492 tras Haydn, tal vez para comprobar el nivel de madurez que Mozart ya tenía en 1786 y emparejándolo con el aria anterior. Pese a ser una partitura que OFIL habrá tocado infinidad de veces en otros recitales al uso, la versión del director venezolano fue de brochazos más que de pincel, y los músicos se plegaron a las órdenes de un Vásquez que optó por marcar en vez de interpretar.

La última “escena” más que aria, canción o romanza, elegida por Villazón, sería L’esule (El exilio) de Verdi, en un interesante arreglo del original para tenor y piano realizado por Luciano Berio que dota a esta partitura de los aires ya conocidos del genio de Le Roncole un par de años antes de su «Nabucco». Rolando Villazón se entregó de principio a fin de nuevo con un dramatismo convincente y la escena que le conocemos, pero quedaría tapado en momentos puntuales por una orquesta poderosa que Vásquez no aplacó en sus dinámicas. El timbre del mexicano ha engordado y los agudos parecen más colocados, pero echamos de menos la “messa di voce” de sus inicios así como unos fraseos más acordes con esta partitura de salón, aunque el arreglo orquestal la eleve a aria operística.

Curiosamente la propina resultaría lo más aprovechable de esta primera parte, el homenaje a su admirado Plácido Domingo y a nuestra zarzuela «Maravilla» (de Moreno Torroba) con esa maravillosa romanza “Amor, vida de mi vida”, paralelismos vocales mexicanos y españoles para esta página llena de pasión que nunca le ha faltado a Rolando Villazón, despidiéndonos para una segunda parte sinfónica donde disfrutar tanto de la OFIL como de Christian Vásquez, dominador de Dvořák y Márquez que los dirigiría de memoria.

La octava sinfonía del checo sonó madura, llena de luz y color en sus cuatro movimientos con lucimiento de todas las secciones, destacando un Adagio impecable por sonoridad, dinámicas, fraseos y planos sonoros bien marcados por Vásquez con la respuesta exacta de la filarmónica ovetense. El Allegro ma non troppo final dejaría en alto una interpretación soberbia que estaba previsto fuese el cierre de este concierto con Villazón de invitado, pero el homenaje mexicano para él y la Alondra que voló enferma, se dejó para despedir este penúltimo concierto del ciclo (el 6 de junio lo clausurará la Gustav Mahler Jugendorchester con Kirill Petrenko), y el segundo danzón de Márquez con una orquesta reforzada incluso con alumnos del CONSMUPA, fue la explosión y colorido lleno de intervenciones solistas dignas de destacar, desde el piano del virtuoso Sergei Bezrodni al clarinete de Inés Allué, unos metales compactos y una sección de percusión impecable, todo llevado por un Vásquez que apostó por los contrastes para dejarnos un buen sabor de boca.

FICHA:

Jueves 9 de mayo de 2024, 20:00 horas. Auditorio Príncipe Felipe, Oviedo: Conciertos del Auditorio. Rolando Villazón, tenor – Oviedo Filarmonia (OFIL) – Christian Vásquez, director. Obras de Márquez, Mozart, Haydn y Dvořák.

PROGRAMA DEFINITIVO:

PRIMERA PARTE

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

Va, dal furor portata, KV 21 (19c). Texto de Pietro Metastasio

Franz Joseph Haydn (1732-1809)

“Dov’ e quell’alma audace… In un mar”,
de L’anima del filosofo, ossia, Orfeo ed Euridice

Wolfgang Amadeus Mozart

Obertura de Las bodas de Fígaro, KV 492

Giuseppe Verdi (1813-1901)

L’esule [arreglo de Luciano Berio (1925-2003)]

SEGUNDA PARTE

Antonín Dvořák (1841-1904)

Sinfonía nº 8, en sol mayor, op. 88

I. Allegro con brio

II. Adagio

III. Allegretto grazioso – Molto Vivace

IV. Allegro ma non troppo

Arturo Márquez (1950)

Danzón nº 2

Cantera musical gijonesa

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Miércoles 8 de mayo, 20:00 horas. Sociedad Filarmónica de Gijón, Teatro Jovellanos: Concierto ‘Jóvenes Intérpretes’ del Conservatorio Profesional de Música de Gijón. Gonzalo Díaz Borjas (saxo alto), Banda Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón, José Miguel Merenciano Novejarque (director); Pedro Manuel Fernández Valera (piano), Andrés Rubio Figuera (guitarra), Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón, Mónica Paris Vendrell (directora). Obras de Demersseman, Chopin y Rodrigo.

El Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón se fundó en 1986 y en estos 38 años con distintas sedes y oferta educativa, siempre en aumento, su progresión ha sido geométrica hasta instalarse en la antigua Universidad Laboral, un verdadero centro integrado que ya se esperaba en sus inicios (hubo de esperar varias legislaturas) con más de 90 profesores y 20 especialidades. Este concierto para premiar por vigésimo primera vez a los mejores intérpretes, acompañados de dos de sus formaciones, la Banda Sinfónica y la Orquesta, fue el verdadero muestrario del excelente trabajo docente del centro gijonés, hoy con un teatro al completo donde estuvo presente la alcaldesa de Gijón, y esas familias que siempre apoyan el esfuerzo, trabajo y renuncia de una generación que, independientemente del futuro que elijan, siempre tendrán una formación musical que les acompañará toda su vida.

Se levantaba el telón para ver ya colocada una jovencísima Banda Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón aunando grados (elemental y profesional) y edades, con una plantilla de unos 40 músicos que bajo la dirección de José Miguel Merenciano Novejarque afrontarían la Fantasía sobre un tema original para saxofón alto y banda del francés Demersseman y con el premiado saxofonista Gonzalo Díaz Borjas al saxo alto -y ya en la Banda de Música de Gijón-, verdadero examen final para una partitura muy exigente siempre bien llevada desde el estrado y comprobando el buen nivel de estos estudiantes que en nada les reclamarán en otras formaciones donde seguir creciendo, tanto para el solista como para la agrupación de viento y percusión del conservatorio gijonés.

Tras esta obra para aprovechar los cambios en escena, llegarían los discursos y entrega de premios, siendo  Silvia Rodríguez Gutiérrez como Jefa del Departamento de Actividades del Conservatorio quien haría las veces de presentadora, la directora Julia Álvarez Gonzalez y el presidente de la Sociedad Filarmónica de Gijón el doctor Antonio Hedrera Fernández.

Palabras de gratitud por parte de todos más el apoyo de instituciones que trajeron este concierto y donde el presidente remarcó el apoyo y colaboración que siempre ha dado la centenaria sociedad gijonesa al alumnado, haciéndoles entrega a los premiados de un abono para los conciertos de la próxima temporada, esperando que algún día no lejano sean los siguientes intérpretes engrosando una larga lista de figuras con repercusión nacional e internacional.

Y continuaría el concierto con el pianista Pedro Manuel Fernández Valera junto a la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón bajo la dirección de Mónica Paris Vendrell

para interpretar el segundo movimiento (Larghetto) del siempre exigente Concierto op. 21 nº 2  para piano y orquesta, una orquesta en rodaje, sin completar plantilla y algo descompensada en la cuerda con solo un contrabajo, pero perfecta en sonoridad (la afinación seguirán trabajándola toda su vida) para disfrutar de un piano limpio, presente, con una interpretación de calidad para el nivel del solista, lógico siendo premiado por sus aptitudes, junto a una  clara dirección para encajar entradas, dialogar con el solista e ir acostumbrándose no solo a tocar lo escrito sino a escucharse entre todos, trabajo en equipo tan necesario siempre y aún más en el siempre sacrificado mundo de la música.

Para reubicar la escena, más agradecimientos de Silvia Rodríguez y el turno para Andrés Rubio Figuera, quien junto a la orquesta interpretaría el famoso Adagio (segundo movimiento) del Concierto de Aranjuez de Rodrigo. Una guitarra levemente amplificada de técnica precisa, fraseos sentidos, con una orquesta un poco mayor que la de Chopin con un corno inglés tan protagonista como el solista, y la concertación de la maestra Mónica Paris, atenta a toda la formación y dándole la seguridad a la guitarra para dejarnos a todos con ganas de más.

Una hora que pasó volando aunque esperaba los conciertos completos pero reconociendo la dificultad para afrontarlos con un alumnado que lo dio todo en el Jovellanos. Solo me queda felicitar al profesorado por un trabajo que no se ve pero se aprecia al escuchar a estos alumnos, inculcando el amor por la música en vivo, y de nuevo el apoyo de unas familias sin las que esta joven generación hubiese optado por otras aficiones, sabedoras que la formación musical es universal en cultura, valores y solidaridad, pudiendo llegar a convertirse en una profesión que en mis años hubiera sido casi imposible.

PROGRAMA

Jules Auguste Demersseman (1833-1866):

Fantasía sobre un tema original para saxofón alto y banda, op. 32

Gonzalo Díaz Borjas, saxofón tenor

Banda Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón

José Miguel Merenciano, director

Frédéric Chopin (1810-1849):

Concierto op. 21 nº 2  para piano y orquesta  (2º mov: Larghetto)

Pedro Manuel Fernández Valera, piano

Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón

Mónica Paris, directora

Joaquín Rodrigo (1901-1999):

Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta (2º mov: Adagio)

Andrés Rubio Figuera, guitarra

Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música y Danza de Gijón

Mónica Paris, directora

El barómetro gallego

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Viernes 3 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono X OSPA: Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG), Zitong Wang (piano), Antony Hermus (director). Obras de Beethoven y Wagner Henk de Vlieger.

En climatología usamos el barómetro para controlar la presión aunque nos fijamos más en la página metereológica que nos anuncian anticiclones y borrascas, muchas procedentes de nuestra vecina Galicia, y de ella volvía su Sinfónica (OSG) fundada en 1992, casi hermana de nuestra OSPA un año antes y precisamente con Víctor Pablo Pérez en la dirección junto al recordado percusionista Juan Bosco Gutiérrez (fallecido en 2011) de primer gerente en ambas formaciones, volviendo a nuestra su tierra al frente del Archivo de Música de Asturias en 1993 tras pasar ambos por la entonces Orquesta Sinfónica Provincial de Asturias (de 1980 a 1988), germen de la actual.

La OSG devolvía visita y venía con todos sus efectivos para afrontar dos obras totalmente distintas con el holandés Antony Hermus (1973) al frente, responsable del programa que tuvo claros y nubes, momentos de sol junto a verdaderas tormentas que parecen mantener la leyenda de que siempre «chove en Galiza«. La orquesta tiene calidad y plantilla para interpretar cualquier repertorio de los «imprescindibles» como ya pude comprobar hace siete años en Bilbao, y en sus dos anteriores visitas a la capital asturiana en 2022 y 2023, y desde el podio con la expresividad del neerlandés cada una de las secciones respondieron sin problemas a sus indicaciones, aunque el resultado no acompañó.

Para Beethoven la plantilla resultó ideal y la muy galardonada pianista china Zitong Wang (1999) nos dejó un soleado, luminoso, preciso y precioso Concierto para piano y orquesta nº 1 en do mayor, op. 15. Compuesto entre 1795 y 1798, en realidad se trata del primer concierto publicado, siendo el tercer concierto compuesto por el maestro. Así, el número 2 fue compuesto con anterioridad, terminado en marzo de 1795 pero publicado más tarde.

La primera audición conocida de este concierto fue efectuada por el propio Beethoven en Praga en 1798. El piano está acompañado por una orquesta compuesta por flauta, dos oboes, dos clarinetes, dos fagots, dos trompas, dos trompetas, timbales y cuerda, con un estilo que demuestra la asimilación de los compuestos por Mozart y Haydn, aunque con formas armónicas más bruscas que nos muestran la personalidad del compositor de Bonn. Václav Tomásek, otro joven pianista y compositor que escuchó este concierto en la capital checa, escribió: «Admiraba su poderosa y brillante forma de tocar, pero sus frecuentes y atrevidos cambios de una melodía a otra, dejando de lado el desarrollo orgánico y gradual de las ideas, no se me escapaban. Los males de esta naturaleza debilitan frecuentemente sus grandes composiciones, las que surgieron de una concepción demasiado exuberante. El oyente se despierta a menudo bruscamente… Lo singular y original parecía ser su principal objetivo…». Está claro que este «Concierto en Do mayor» fue una obra audaz y desafiante para los músicos acostumbrados a la lógica ordenada que había regido la música durante una generación, con muchos momentos que debieron haber sorprendido a sus contemporáneos y extrañamente caprichosos que siguen pasan desapercibidos para el público moderno. Si se me permite, quiero calificarlo de «Príncipe» porque en él hay muestras de lo que será su quinto «Emperador» y utiliza recursos que encontramos en sus sonatas para piano. La interpretación de la virtuosa china así lo entendió, de sonido claro, limpio, preciso, con una orquesta bien concertada desde el podio, sinfónica verdaderamente y jugando con todas las dinámicas tan del gusto del «sordo genial»: arpegios ascendentes y descendentes, escalas cromáticas, trinos preciosos, unas cadenzas que el propio Beethoven escribía (hasta cinco para este «primero») a diferencia de sus predecesores, y que son casi movimientos sonatísticos dentro del concierto. A destacar la expresividad de Hermus, la entrega de la orquesta escuchando a la solista y encajando perfectamente todos los finales de frase, así como la intervención del clarinete solista Juan Antonio Ferrer Cerveró, casi tan aplaudido como la pianista, tras ese «pegadizo» rondó final vertiginoso y con aire festivo (Allegro scherzando), antes de la borrascas que se avecinaba para la segunda parte.

Tras el «vendaval» beethoveniano, un claro en esta tarde del primer viernes de mayo, Schumann y el número 14 «Zart und singend» de los Davidsbündlertänze, op. 6 donde la pianista china volvió a demostrar no ya su sonido limpio y delicadeza, también una musicalidad que despuntó en el Largo anterior.

De los arreglos, adaptaciones y homenajes a las grandes obras de la historia de la música habría para  un tratado específico. Wagner es probablemente uno de los que nuestras bandas de música más difundieron ya en su tiempo, pues la rotundidad orquestal con la que escribe es perfecta para ese tipo de agrupaciones de viento y percusión. En el repertorio actual de banda, precisamente un holandés como Johan de Meij () es habitual en nuestros días por lo espectacular de su música original o arreglada, y de un paisano suyo, Henk de Vlieger (1953), el director Antony Hermus programó este «Tributo orquestal» a Los Maestros Cantores (2005) de Wagner, que pareció un tornado seguido de esas borrascas que sueltan agua a «calderaos» como decimos en Asturias. Casi una hora de música en once escenas sin pausa y todo un muestrario de la calidad de la OSG para una orquestación digna del alemán (flautín, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 4 trompas, 3 trompetas, 3 trombones con bajo, tuba, timbales, percusión -4 intérpretes-, arpa y cuerda) donde de esa joya wagneriana el tema del preludio es recurrente y efectista, incluso con trompeta solista en uno de los palcos y una trompa fuera del escenario, pero parecía que la tormenta se comería a «El holandés errante» por mucho que el capitán Hermus quisiera llevar el timón con mano firme, en esta obra usando la batuta cual florete sin sangre. Destacar el excelente papel tanto de la madera como de todo el metal, con un quinteto de trompas comandado por Marta Isabella Montes Sanz que sonó wagnerianamente bien.

A falta de notas al programa, del «triturador wagneriano» percusionista y arreglista holandés Henk de Vlieger en su página se cuenta entre otras cosas sobre Die Meistersinger von Nürnberg que ocupa entre los dramas musicales wagnerianos un lugar especial por ser su única ópera “cómica” y el tema no basado en un mito o saga, como los personajes o la trama. Aquí vuelve a un lenguaje predominantemente diatónico y sus momentos más importantes están ambientados simplemente en la tonalidad de do mayor, con otro elemento musical sorprendente como es el brillante contrapunto, la combinación armoniosa de dos o más líneas melódicas aunque la orquestación sea relativamente «pequeña» en comparación con sus otras óperas. Cual sinfonía clásica, Wagner introduce temas y motivos que desarrolla y organiza en estructuras ordenadas, lo hacen muy adecuada su música para conciertos sinfónicos. «Henk de Vlieger ha realizado tres compilaciones sinfónicas de la obra de Wagner en los años 1990: El Anillo, una aventura orquestal, Parsifal, una búsqueda orquestal, y Tristán e Isolda, una pasión orquestal. Para ello, seleccionó los fragmentos más importantes de estas óperas y los colocó en un nuevo contexto sinfónico. Las partes vocales fueron omitidas o (cuando fue necesario) reemplazadas por instrumentos. Para dar a las obras un argumento musical continuo, creó nuevas conexiones entre estos fragmentos, preservando naturalmente los rasgos estilísticos de Wagner. En 2005 añadió este cuarto arreglo: Meistersinger, un tributo orquestal, once fragmentos que forman una suite orquestal de la ópera y fluyen entre sí sin interrupción. Gracias a la coherencia temática, el desarrollo de motivos y la recurrencia de melodías, este arreglo bien podría considerarse como un gran poema sinfónico o incluso como una sinfonía.
Meistersinger, un tributo orquestal, tuvo su primera presentación en Moscú el 29 de septiembre de 2006, dirigida por Eri Klas. El arreglo está dedicado al maestro Edo de Waart»
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Personalmente resultó lo que los jóvenes llamarían un «truño«, desnudar la obra de arte total wagneriana  (Gesamtkunstwerk) para dejarla solo en lo instrumental hace por momentos pesado este tributo. Para la orquesta es todo un reto y los gallegos cumplieron como jabatos, pero no creo que el maestro Hermus, con ser un buen director, haya acertado en esta elección cuando la materia prima es de calidad, como estropear al cocinar el plato pese a contar con los mejores ingredientes. Puedo entender que quiera promocionar la música de su compatriota, pero este trituro orquestal resultó de climatología borrascosa más que anticiclónica, el frío que viene del norte europeo aunque gallegos junto con asturianos estemos acostumbrados a los aires del Cantábrico o las bajas presiones de las Azores. Este Wagner-Vlieger fue digno de dar nombre, como ahora es habitual, a una DANA con sólo algunos claros en la danza casi «gallega» de ambiente medieval (el número VIII) o el siempre impactante preludio de estos cantores que aparece a lo largo de este desarreglo tormentoso que al menos nos dejó el viaje sinfónico despejado, aunque fuera siguiera «orbayando»…

PROGRAMA

Ludwig Van Beethoven (1770-1827):
Concierto para piano y orquesta nº 1 en domayor, op.15.

I. Allegro con brio – II. Largo – III. Rondo. Allegro scherzando.

Richard Wagner (1813-1883) / Henk De Vlieger (1953): Die Meistersinger (an Orchestral Tribute):

I. Vorspiel I. Sehr mäßsig bewegt

II. Versammlung der Meistersinger

III. Gesang der Lehrbuben

IV. Sachsens Monolog

V. Vorspiel III. Etwas gedehnt

VI. Taufspruch

VII. Zöge der Zönfte

VIII. Tanz der Lehrbuben

IX. Aufzug der Meistersinger

X. Walthers Preislied

XI. Schlußgesang

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