Miércoles 22 de noviembre, 19:45 horas. Teatro Filarmónica, Sociedad Filarmónica de Oviedo: Concierto 17 del año (2060 de la Sociedad). Isabel Villanueva (viola), Calio Alonso (piano). Obras de Schumann, Schubert, Wagner y Brahms.

Entre Madrid y Zürich camino de Alemania, nuestra violista más internacional, la navarra Isabel Villanueva (Pamplona, 1988) hacía parada en «La Viena Española» junto al pianista granadino Calio Alonso (Baza, 1985) para ofrecernos un programa germánico de puro romanticismo, donde el instrumento de Enrico Catenar (Turín, 1670) cantó lieder sin necesidad de palabras. Las reseñas que acumula la pamplonesa la definen como «artista que arriesga», «artista sensible que sabe sumergirse en lo más profundo de la música» y añadirle la pasión en cada obra que afronta, encabezando el movimiento «Viola Power», interpretando tanto compositores actuales como los llamados clásicos. Un miércoles para seguir llenando de calificativos una biografía que no para de crecer.

Villanueva nunca defrauda, sea camerística o sinfónica, y esta fría tarde del otoño asturiano en su nueva visita a la capital asturiana, debutando en la centenaria sociedad ovetense, nos traería un repertorio con cuatro «tops románticos» germánicos para disfrutar de su sonido hermoso, siempre a caballo entre el violín y el chelo pero con un timbre «más humano» por cercanía en el registro a la voz natural, que además habla en cada pentagrama, transmitiendo una sensación de calma interior, jugando con las tesituras de las obras elegidas.

Con el piano del baezano la primera parte comenzó con Schumann y una de las tres romanzas (para oboe aunque hay versiones para violín, clarinete o esta tarde viola con piano), que se indica como «Nada rápida», abriendo los oídos del Filarmónica en un canto pausado, respirando con largos trazos dialogados junto al piano siempre compañero más que acompañante, para pasar sin pausa a Schubert y su conocida Sonata «‘Arpeggione’, D 821, instrumento «transmutado» a la viola, la calidez del registro propio bien entendida con el piano del bastetano. Tres movimientos para comprobar que la música bien escrita admite versiones, y Villanueva las trata con el respeto al original pero desde la sonoridad ideal de una viola capaz de sonar aterciopelada (impecable el Adagio central) e incisiva, interiorizada y cantarina. Tan solo en los pizzicatti perdió algo de volumen pese al mimo del piano, aunque la tímbrica funcionó y el aliento romántico se mantuvo en los cuatro movimientos si sumamos como primero la romanza, matices amplios en el dúo y aires germanos de salón hoy convertido en teatro.

Y dos «pesos pesados» para a segunda parte, un programa que sonará pronto en Suiza, lieder que  canta la viola de Villanueva compartiendo musicalidad con el piano de Alonso. Primero los Wesendonck Lieder de Wagner, arreglados por la propia Isabel en una tarea donde comunicar esas páginas originales  para voz femenina en una visión diría que didáctica, pues lo camerístico y vocal es fuente básica en la escucha y por supuesto en la interpretación, obligando a «cantar interiormente» los poemas de Mathilde Wesendonck, el único (?) amor platónico del alemán. Mientras Wagner trabajaba en el primer acto de Tristán e Isolda escribe este ciclo de cinco canciones de lo más inspiradas, una música de «transfiguración y consagración supremas» que la viola de Isabel Villanueva y el piano de Calio Alonso entendieron como tal. Arranque dubitativo pero expresivo, planos sonoros amplios ricos, cantos de emociones elevando estas páginas vocales al color y calor instrumental, que en cierto modo recrearán pronto en el Zurich wagneriano el episodio de su «envío a Venecia» por parte de Minna Planner. Melodía pura en Der Engel con un piano matizado; súplica estática en Stehe still!, el inspirador preludio «isoldiano» mejor desnudo de palabras pero vestido con el color de la viola y una orquesta de 88 teclas pidiendo se detenga el tiempo; penas o tormentos del Schmerzen que cantó en todo el registro vocal la viola de Villanueva bien asentada en Alonso; y final del estudio para Tristán, «el olvido de todo, el único recuerdo» que devolvía y compartía protagonismo en este dúo antes de afrontar el final del concierto.

Y para amor platónico el de Brahms hacia Clara Schumann, cerrando el círculo del programa. Otros cinco «lieder» sin necesitar palabras, bellísima la elección e interpretación de todos y cada uno de ellos, el último romántico y gran melodista que se adapta como un guante a esta reinterpretación con la viola y el siempre exigente piano. Comenzaría el dúo con las dos primeras del op. 105, la melodía que atrapa (Wie Melodien zieht es mir) y el sueño tranquilo (Immer leiser wird mein Schlummer), que bisarían al final, canto de tenor más que viola, articulando cada frase en diálogo perfecto con un piano profundo. El alegre y breve «Domingo» (Sonntag), tercero de los cinco op. 47 que la viola sonó aquí a mezzo corpórea con un piano cristalino. Finalizarían con dos de las cuatro op. 43: segunda «La noche de mayo» (Die Mainacht), piano tranquilo sobre el que se dibuja una de las más bellas melodías del «eterno enamorado» en la viola reposada y profunda con agudos contenidos cual voz femenina de soprano, para finalizar con la primera «Del amor eterno» (Von ewiger Liebe), como un cambio de registro de la viola al mejor barítono de lied con piano alemán, un tándem de intensidades y complicidad para una pasión compartida.

Un programa de canciones sin palabras donde se sumaría nuestro Falla con el último Polo de las «Siete Canciones Populares Españolas«, cantando con la viola como «la Berganza» y el piano de Lavilla, otro tándem ideal para cerrar concierto, aunque ante el éxito bisaron el Immer leiser wird mein Schlummer de Brahms.

PROGRAMA

PRIMERA PARTE

R. Schumann (1810-1856): Drei Romanzen, op. 94: «Nicht schnell»

F. Schubert (1797-1828): Sonata «‘Arpeggione’, D 821: I. Allegro moderato; II. Adagio; III, Allegretto

SEGUNDA PARTE

R. Wagner (1813-1883): Wesendonck Lieder *: «Der Engel»; «Stehe still!»; «Im Treibhus» **; «Schmerzen»; «Tráume» **

* Arreglo de Isabel Villanueva – **  – Stude zu Tristan und Isolde

J. Brahms (1833-1897) Fünf Lieder, op. 105: 1. «Wie Melodien zieht es mir»; 2. «Immer leiser wird mein Schlummer»

Fünf Lieder, op. 47: «Sonntag»

Vier Gesánge, op. 43: «Die Mainacht»; «Von ewiger Liebe»