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Títeres atemporales

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Miércoles 21 de junio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada. Palacio de Carlos V, Universo vocal (Ópera I): El retablo de maese Pedro: “Un tríptico sobre Don Quijote”. Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Alicia Amo (soprano), David Alegret (tenor), José Antonio López (barítono), Juan Carlos Garvayo (clave), Aarón Zapico (dirección musical); Compañía Etcétera, Enrique Lanz (dirección de escena, títeres, escenografía y proyecciones). Obras de Telemann, Boismortier y Falla.

Segunda oportunidad para disfrutar de un espectáculo que hace años Antonio Muñoz Molina llamaba “El teatrillo de mundo”, los títeres de cachiporra que en Granada llaman “cristobicas” o en Jaén (como en Asturias) chacolines, una fiesta para niños y mayores que nunca pasará de moda cuando las historias son pura literatura. El texto de “El retablo de maese Pedro” se basa en el capítulo XXVI de la segunda parte de “El Quijote” cervantino, con unas líneas de otras partes de la obra. En este capítulo, el titiritero Maese Pedro llega por casualidad a la misma venta en La Mancha de Aragón donde se encuentran Don Quijote y Sancho. Es la obra que representa Maese Pedro con sus títeres, la historia de la francesa Melisendra, esposa de don Gayferos, a quien tenía cautiva el rey Moro Marsilio, más la liberación por parte del enamorado de esta dama con el final de la persecución por parte de los moros. Llegado este lance, don Quijote en su locura no se da cuenta de que son títeres, destruyendo teatro y muñecos con el fin, según él, de salvar a los fugitivos.
El 25 de junio de 1923 se estrenó en el palacio de la princesa de Polignac en París El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla, una de las obras escénicas más singulares e importantes de la historia de la música española. Concebida como una breve ópera de cámara para títeres, la obra se había escuchado ya en marzo de aquel mismo año en el teatro San Fernando de Sevilla, pero en versión de concierto. Para el estreno parisino Falla contó con la colaboración del profesor, grabador y escenógrafo Hermenegildo Lanz (Sevilla 1893 – Granada 1949). En 2009, su nieto Enrique Lanz, líder de la prestigiosa Compañía Etcétera, creó unas marionetas gigantes para presentar la obra en el Teatro Real que también se llevó al Auditorio de la capital asturiana gracias a la Fundación Ópera de Oviedo, y son esas marionetas las que llegaron al escenario de la Alhambra en dos funciones para celebrar su centenario.
Este jueves ya rodada la primera representación, todo encajó a la perfección: una OCG bien balanceada pese a su disposición, con una cuerda delicada (bravo el concertino), precisa y bien contrastada, las lengüetas encajando, los metales en su justa presencia, el clave “histórico” escuchándose más presente y límpido (con un Garvayo que no falla) y la percusión de Noelia Arco encajada en membranas, pandereta y castañuelas… hasta el eolífono o máquina de viento (que algún periodista en el estreno confundió con corrientes que se colaron en el palacio renacentista de Machuca) sopló más precisa “enlazando aires”. Aarón Zapico mantuvo la tensión necesaria para no dejar nada fuera de control, dominio absoluto tanto de la música como de la escena, mimando al trío vocal que este jueves la amplificación “trató mejor”, y en general un excelente “tríptico quijotesco” capaz de aglutinar y organizar una acción donde las épocas barroca y rococó junto al neoclásico de Falla, todas sin pausas, se organizaron para que el número final tuviese la preparación ideal que ayudase a entender toda esta ópera imperial más que camerística, espectáculo total completando un programa donde la magia volvió a surgir y creer que los títeres tienen vida propia y cantan.
Si el día del estreno la tarde mojó los títeres haciéndolos aún más pesados, la segunda fue perfecta y la compañía de Enrique Lanz volvió a triunfar (pese a algún espectador con los pulgares abajo desconociendo su rechazo). La música unió una acción en siete cuadros donde los títeres grandes cantan y presentan el “teatrillo” ya mágico manteniendo la esencia de hace 100 años. Arrancando alguna que otra risa, Melisendra encantadora con el concertino poniéndole el sentimiento, rescatada a caballo por Don Gayferos, los clarines, los “chacolíes” azotando y la música reforzando, títeres que contemplan los grandes, los cervantinos que cantan y actúan, el esforzado Trujamán de Alicia Amo, el niño de “doble voz”, el Maese Pedro de David Alegret que da con la campana el arranque de la acción, y el potente Don Quijote de José Antonio López todavía más corpóreo que su réplica gigantesca blandiendo la espada con la que desbarata el “tinglado”.
Pero la música de Telemann y Boismortier alternándose como si fuese única ex profeso para el espectáculo redondeó el éxito. Sabia organización del director langreano, un Aarón Zapico con tablas y conocimiento de este repertorio barroco diseñado desde la óptica escénica que encajaría perfectamente con Falla, el pregón musical y después de Maese Alegret invitándonos al palacio cual venta desde la Sinfonía que abriría el telón para que Alicia Trujamán fuese narrándonos la acción de “los Etcétera”.
Final de “Estocadas reveses y mandobles” que no destrozan sino que resucitan este retablo centenario donde Melisendra será Dulcinea y el tríptico sobre Don Quijote una ópera imperial que nos haría despertar después de 100 años con “otro sueño de una noche de verano granadino”.
P. D.: Muy recomendable la exposición en el Centro Federico García Lorca hasta octubre de este año comisariada por Andrew A. Anderson.
Ficha:
Palacio de Carlos V, jueves 22 de junio, 22:00 horas. 72 Festival de Granada. Universo vocal (Ópera I): El retablo de maese Pedro: “Un tríptico sobre Don Quijote”. Obras de Telemann, Boismortier y Falla.
Reparto:
Orquesta Ciudad de Granada (OCG) – Alicia Amo, soprano (Trujamán) – David Alegret, tenor (Maese Pedro) – José Antonio López, barítono (Don Quijote) – Juan Carlos Garvayo, clave – Aarón Zapico dirección musical. Compañía Etcétera. Enrique Lanz dirección de escena, títeres, escenografía y proyecciones.

De princesas y emperadores

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Miércoles 21 de junio, 22:00 horas. Inauguración del 72 Festival de Granada. Palacio de Carlos V, Universo vocal (Ópera I): El retablo de maese Pedro: “Un tríptico sobre Don Quijote”. Orquesta Ciudad de Granada (OCG), Alicia Amo (soprano), David Alegret (tenor), José Antonio López (barítono), Juan Carlos Garvayo (clave), Aarón Zapico (dirección musical); Compañía Etcétera, Enrique Lanz (dirección de escena, títeres, escenografía y proyecciones). Obras de Telemann, Boismortier y Falla.

Granada y Manuel de Falla forman un tándem inseparable desde que el gaditano la visitase varias veces a partir de 1915 hasta instalarse en 1921. La ciudad de Lorca uniría al poeta universal con el compositor y con el artista Hermenegildo Lanz, que llegaría a la ciudad nazarí en 1917, amistades que entre tanto talento dejarían “Los títeres de Cachiporra de Granada” junto al musicólogo Adolfo Salazar, o la “Fiesta del Día de los Reyes Magos” también con el llamado teatro guiñolesco. La princesa de Polignac encargaría a Falla El retablo de maese Pedro, especie de ópera de cámara moderna (que terminaría el 6 de enero de 1923) inspirada en estas funciones con títeres, y se estrenaría en el palacio parisino un 25 de junio de 1925, donde se utilizaron dos tipos de títeres: muñecos grandes para los personajes del público y figuras planas para los personajes del retablo.
Cien años después, “El retablo” sigue siendo palaciego, mejor en la Granada imperial de Carlos V que en el París de los “felices años 20” con la heredera de Singer (el de las máquinas de coser), invadido por el mismo espíritu original de Lorca, Lanz y Falla (muy recomendable la exposición en el Museo Casa de Los Tiros”El pasado presente” sobre el centenario del retablo hasta el 3 de septiembre) y que tenía que estar en este histórico Festival.
Todo un espectáculo en torno a la figura de Don Quijote con la OCG bajo la batuta del asturiano Aarón Zapico que pergeñaría un tríptico desde el barroco que domina desde sus inicios musicales, hasta este Falla centenario, una música global sin pausas con la inspiración literaria para unas músicas que sonaron como un “sueño de una noche de verano” con cumpleaños feliz tras detenerse las tormentas.
Con el palacio al completo en esta inauguración donde no faltó nadie ni nada, comenzaría a sonar Georg Philipp Telemann (1681-1767) y la Burlesque de Quichotte, obertura-suite en sol mayor, TWV 55:G10 (1716), la OCG ubicada atendiendo a la escenografía posterior y con las lengüetas algo separadas que tardaron en ensamblarse, con un Zapico pisando el acelerador apostando por los contrates y tempi arriesgando con una respuesta orquestal impecable y de auténtico barroco.
Sin pausas, aguantando desde la dirección la tensión que enlazaría en una unidad increíble seguiría Joseph Bodin Boismortier (1689-1755) con fragmentos de Don Quichotte chez la Duchesse, op. 97 (1743), misma tensión barroca, cuerda precisa, viento empastando mejor, percusión más “a tempo” y un clave “histórico” algo apagado pese a una amplificación suficientemente discreta que no logró el balance ideal que el Palacio de Carlos V necesitaría para esta música del XVIII con una orquesta del XXI, aunque la entrega de los músicos y su respuesta a la dirección del asturiano fue digna de admiración.
Y con la proyección en el “sobretelón” de los títeres quijotescos llegaría el esperado «El retablo de maese Pedro» (1919-1923) de Manuel de Falla (1876-1946).
El trío solista ubicado a la izquierda pero la acción de la maravillosa Compañía Etcétera de Enrique Lanz, volviéndonos niños nos hizo creer realmente que los títeres cantan, mantienen la acción en total compenetración con la música, y la amplificación que no siempre ayudó a las voces aunque la producción posterior seguramente encuentre el equilibrio justo. Con el cambio al clave “histórico” de Juan Carlos Garvayo, algo limitado en volumen pero con momentos de presencia impecable, una OCG sin limitarse en plantilla a la ideada por Falla, pues el palacio imperial necesitaba más músicos que el salón de “La Polignac” y una sincronización perfecta entre música y escena, Maese Pedro interpretado por el tenor David Alegret daría la pauta de este teatrillo al que cien años no son nada ante su actualidad en todos los aspectos, de amplificación compleja que no ayudó a disfrutar de su color ni textos. Del Trujamán interpretado por la soprano Alicia Amo comentar que tuvo la complejidad vocal de las transiciones entre un timbre de niño con los cambios dramáticos y la no siempre clara dicción, creo que debida a mi cercanía (fila 8) que mezclaba el sonido directo con el amplificado, aunque compensada por esos “cambios de registro” que ayudaron a la conjunción escénica necesaria. En cambio Don Quijote del barítono José Antonio López, siempre seguro de calidad y emisión, no tuvo las diferencias entre «natural y artificial» de su proyección y sensación de poderío, tanto corporal como de proyección, ventajas de esas voces que ni siquiera cambian el color ni la presencia tan necesarias para este Quijote de Falla.
Triunfo total de Enrique Lanz y toda su compañía, un equipo entregado hace años que volvía a dar vida a unos títeres históricos, familiares, con una escena tan creíble como bella con todo lo que conlleva mantener y actualizar un legado centenario. Espectáculo total es la ópera incluso de cámara, el Falla libre para crear esta joya tan actual como entonces desde la grandeza imperial que al fin es justa con una partitura bien leída e interpretada por un elenco al mando del maestro Zapico, conocedor de primera mano de esta producción que ya vivió e interpretó en Oviedo allá por 2009 desde el clave, y con mando absoluto este miércoles de festejos múltiples, llegada del verano para una noche primaveral donde Falla sigue presente y vigente.
La magia prosiguió en la noche granadina sin movernos de La Alhambra, asturianos y hermanos gallegos cerrando círculos y experiencias que mejor contarlas de palabra, pues hay sentimientos y casualidades en la vida que darían para una película. La banda sonora será de Falla…

Granada día 0

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Mañana 21 de junio comienza la 72 edición del Festival de Granada. Historia viva de nuestra música española y siempre unido al nombre de Manuel de Falla, el gaditano enamorado de la capital nazarí. Este 2023 y ya jubilado será todo un orgullo, además de enorme placer, asistir y contar desde aquí lo que me espera en un mes que será inolvidable y tal vez la envidia de todo melómano.

En mis años de estudiante con el profesor Casares, Granada y su festival ya eran algo para no perdérselo, y si además es parte de mi propia historia personal por estar casado con una psicóloga licenciada en esta universidad, era lógico que nos escapásemos a compartir recuerdos de juventud. Mi profesión docente estaba siempre marcada por el calendario escolar, lo que no impedía pasar algunos días de las vacaciones de navidad en esta  ciudad mágica, y mi primera vez en el festival fue en su edición 60 de 2011, conociendo en persona al siempre añorado «El Pérez» con quien comentar su monografía sobre Mahler que ya preparaba segunda edición ampliada, pudiendo escaparme al concierto que no podía perderme, puesto que mis admirados Forma Antiqva actuarían en el Auditorio con un programa que sería un hito en la historia de los langreanos y además la llevarían al disco «con un par», tras una de mis mejores experiencias musicales que reflejé en aquel blog que comenzaba su andadura en 2008 pero donde Granada sería el punto de inflexión.

Con motivo de los 70 años del Festival, ya peinando canas y próxima la jubilación, María del Mar Peña directora de «La oculta Granada» me pedía unas notas que de nuevo plasmé en este blog tras la mudanza con la que cambié de plataforma pero no de sentimientos, rememorando mi primera escapada al Festival (con mayúscula pues no hay otro igual). Ahí escribía hace dos años: «…toda una vida plena que espero volver a disfrutar cuando llegue mi esperada jubilación donde el calendario no será escolar sino plenamente melómano y los conciertos de junio y julio en la ciudad de La Alhambra sigan llenando mi mochila de viajes desde “Siana al mundo y con la música por montera”. Larga vida al Festival de Granada», y aquí estoy cumpliendo un sueño, como rezaba el titular de prensa «el sueño de varias noches de verano».

El 72 Festival arranca con una celebración única, el centenario de «El Retablo de Maese Pedro», una producción que la Ópera de Oviedo nos llevó al Auditorio en diciembre de 2009 enamorándonos de Hermenegildo Lanz y ahora su hijo, repitiendo ahora esta celebración nada menos que en el Palacio de Carlos V y con mi querido Aarón Zapico dirigiéndolo (en Oviedo estaba al clave) al frente de un plantel de voces conocidas y algunos de los principales atriles de la Orquesta Ciudad de Granada, que dirige Lucas Macías compartiéndola con la Oviedo Filarmonía (al final la conexión norte-sur funciona mejor que el tren o los aviones…).

Si hace 12 años tenía «la obligación» de asistir, este 2023 ya es «devoción». Imposible mejorar esta inauguración en una ciudad mágica, en un alojamiento increíble y agradecido a Antonio Moral, a Teresa del Río y a este Festival poder vivir en primera persona esta experiencia que ya forma parte de mi mochila musical y vital, pues «Falla no falla». Con un mes por delante lo difícil ha sido elegir entre tanta oferta magnífica y preparar mi estancia. Seré «Un asturiano en Granada» durante un mes, y esto no tiene precio.

El Ateneo Musical de Mieres cumple un lustro

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El pasado domingo 18 dentro de las Fiestas de San Xuan de Mieres se celebraba en el Auditorio «Teodoro Cuesta» un concierto extraordinario bajo el título «Antología de la Zarzuela» organizado por el Ateneo Musical de Mieres bajo el siempre inestimable apoyo del Ayuntamiento que preside Aníbal Vázquez (renovando mandato tras las últimas elecciones) y la Concejalía de Cultura dirigida por Juan Ponte (que deja su puesto por otras obligaciones), poniendo al concejo en los itinerarios culturales donde la música también ha tenido, y esperamos continúe, un lugar destacado.

La Asociación Cultural «Ateneo Musical de Mieres» cumple ahora cinco años de su constitución, siendo su Banda Sinfónica bajo la dirección de Antonio Cánovas Moreno (Totana, 1979) el núcleo de la misma, aumentando este año con la Coral «Cantares» y contando incluso con una sección de gaitas para ocasiones especiales.

Y aunque parece que fue ayer, este lustro con pandemia incluida, restricciones y todo tipo de contratiempos no debilitó sino que fortaleció este grupo humano de músicos, Junta Directiva, socios y simpatizantes que han seguido apoyando esta joven asociación mierense.

En este espacio de tiempo no solo ha vertebrado unos programas de alta calidad, todos temáticos, sino que han realizado ofertas innovadoras en Mieres como el Festival Nacional de Bandas de Música (del que van tres ediciones) o el Concurso de Composición «Mª Teresa Prieto» (con dos convocatorias y sus respectivos estrenos, alguno de los cuales ha sonado también interpretado por otras bandas de música españolas), siendo de los primeros en rescatar del olvido la figura de la compositora ovetense transterrada a México, así como la participación en eventos dentro y fuera de Asturias, destacando sus intervenciones en el I Encuentro Internacional de Bandas de Música de Guardo (Palencia), el I Encuentro de Bandas de Música Ciudad de Torrelavega (Cantabria), el X Festival de Bandas de Música «Universidad de León» en su auditorio, así como conciertos en la Región de Murcia (Águilas y Totana).

Cinco años con una trayectoria impecable que esperemos continúe por muchos más, partiendo de cero y alcanzando cotas impensables en aquel junio de 2018, comprando instrumentos, ampliando plantilla, promoviendo obras nuevas (siendo dedicataria de varias), llevando con su música el nombre de Mieres siempre con orgullo, hermanando tierras, participando en conciertos solidarios, todas señas de identidad de este Ateneo Musical, y hasta estrenando nuevo estandarte este pasado domingo para orgullo de su abanderado Manuel Noval. Si bien el traslado como docente de su titular abre una nueva etapa en la dirección musical de la Banda Sinfónica del Ateneo Musical de Mieres, nadie podrá negar los logros y éxitos a lo largo de este primer lustro. Y la Antología de la Zarzuela fue el mejor colofón de este ciclo llenando el auditorio la mañana dominical con melodías por todos conocidas, con la intervención de casi 100 intérpretes sobre el escenario, sumándose el Orfeón de Mieres, el Coro Vetusta y once alumnos del Aula de Canto de Yolanda Montoussé.

Dejo por aquí tanto la cartelería como el programa de mano, siempre con diseños originales que llaman la atención, obra de la artista Patricia Elena Pascual (de la Imprenta Cervantes). La parte musical del concierto antológico en el amplio sentido de la palabra, estuvo centrada en coros, romanzas, dúos y por supuesto páginas instrumentales tan conocidas como el Preludio de La Revoltosa con el que se abría el concierto o el Intermedio de La boda de Luis Alonso cerrándolo, para disfrutar de una banda madura  desde la mezcla ideal de juventud y veteranía, siempre afrontando páginas difíciles desde una calidad que sigue asombrando a quienes acudimos a escucharla.

Y no digamos lo que supone el acompañamiento a las voces para poder mantener el balance ideal de unos solistas con distinta formación, para los que poder cantar con una formación bandística de 60 músicos es un reto y una oportunidad que todos aprovecharon. También se dio la posibilidad al tuba Chiaki Mawatari, perteneciente a la banda y cursando estudios de dirección, de poder mostrar sus dotes al frente de dos obras (la Canción de Paloma de El barberillo de Lavapiés y la habanera de Don Gil de Alcalá).

La emoción presidió todo el concierto, tanto de los intérpretes, deleitándonos los dos coros que dirige Carlos Ruiz de Arcaute, el plantel de voces de la profesora Yolanda Montoussé, varias ya asentadas en el canto profesional y otras jóvenes con mucho futuro, pero sobremanera con el artífice musical de esta antología, el totanero Antonio Cánovas Moreno que dirigía en Mieres su último concierto tras 15 años en nuestra villa, 5 de ellos en el «Ateneo Musical de Mieres».

No faltaron palabras tanto del presentador habitual Alberto Cienfuegos (Michel), del presidente del Ateneo, del señor alcalde y hasta de los propios músicos, con distintos regalos donde no faltó el Adiós con el corazón entonado por todos los presentes que volvió a llenar de lágrimas y sentimiento esta mañana dominical.

Despedidas, agradecimientos y los mejores deseos para una nueva etapa siempre esperanzadora para todos, donde como en tantas agrupaciones, el relevo llegará, y mientras tanto tendrán varios directores invitados hasta encontrar el titular o la titular idónea, aunque el listón haya quedado muy alto en este primer lustro de vida.

La batuta estrenada ahora hace un quinquenio, se entregó al presidente porque el deseo del Maestro Cánovas fue no volverla a utilizarla más que con «su» Banda Sinfónica del Ateneo Musical de Mieres, por lo que seguro quedará a buen recaudo esperando próximas visitas del murciano a esta su segunda casa.

Preparando el próximo curso

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Aún cerrando detalles de la actual temporada y como en mis tiempos docentes que parecen lejanos, ya vamos perfilando la siguiente y como los escolares organizamos por cursos preparando la cartera, porque en la oferta de Oviedo no nos falta de nada: ópera, zarzuela, barroco, bandas de música, nuestra OSPA y un ciclo que alcanza cotas increíbles.

Los Conciertos del Auditorio de Oviedo junto a las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» han dejado muy alto el listón de este 2022-23, pero para la próxima temporada se cumplen las bodas de plata o lo que es igual, 25 años de este edificio diseñado por Rafael Beca que se ha convertido en el templo musical asturiano, albergando también este ciclo que sigue poniendo a la capital del Principado en el mapa de los circuitos europeos. «La Viena Española» mantiene unos niveles de calidad generadores de riqueza (existe y me consta un turismo musical) con figuras míticas, formaciones de primera y la entrega de un público que valora al máximo estas programaciones así como a su responsable, el incombustible Cosme Marina, contando con un nuevo consistorio municipal salido de las últimas elecciones, donde estrenamos un concejal de cultura como David Álvarez, un melómano que esperamos con tanta ilusión como él por mantener o incluso aumentar la apuesta por esta «capitalidad musical» con la que suele etiquetar (o poner el «hastag») sus tweets donde podemos seguirle esa pasión compartida por tantos asturianos.

Como se puede ver en el avance que figura aquí, siempre sujeto a cambios inesperados aunque la pandemia ha demostrado que en Asturias somos resistentes y resilentes, hay retornos esperados porque Oviedo les acogió como su segunda casa, desde las voces de Orliński con Il Pomo d’Oro, los «tops» Ermonela Jaho o Javier Camarena con la OFil y Lucas Macías, pianistas tan queridos como Maria João Pires, siempre un lujo escucharla en vivo, el maestro bilbaíno Joaquín Achúcarro que mantiene un idilio con Oviedo desde sus primeros años en la Sociedad Filarmónica, la avilesina Noelia Rodiles que está en esta nueva generación de reconocidos intérpretes herederos de «nuestros mayores», sumando a otro grande como Igor Levit con la NDR Elbphilarmonie Orchestra y Alan Gilbert en la dirección, o tomando nota de Yulianna Avdeeva entre los debutantes para recordar a Luis G. Iberni.

La presencia de asturianos internacionales tampoco puede faltar en este ciclo, con Aarón Zapico dirigiendo a Forma Antiqva junto al clavecinista Diego Ares, o nuestro LDO en un Requiem de Verdi comandado por Lucas Macías al frente de la orquesta titular de este ciclo con cuarteto de solistas muy esperado.

Regresos que no dejan nunca indiferentes como Christina Pluhar con L’Arpeggiata y también lista de solistas destacados como las violinistas Liza Ferschtman (junto a la Orquesta Hallé de Manchester con Kahchun Wong de director), la auténtica «revelación» de nuestra María Dueñas que vendrá nada menos que en compañía de la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen y Paavo Järvi, otro concierto de esperar  un lleno total, sin olvidarme de Ellinor D’Melon que actuará con la ONE a la que esperábamos hace lustros nos visitase en sus salidas de Madrid, esta vez dirigida por el cántabro Jaime Martín, otro intérprete «de casa» que supongo habrá influido en esta parada «obligada».

Siguiendo con figuras internacionales, el excelente cellista Jean-Guihen Queyras con la Philharmonia Orchestra de Londres y Sir John Eliot Gardiner (que esperemos no vuelva a llamar la atención a los maleducados que aumentan con los años), manteniendo estas «querencias asturianas», junto a batutas como la esperada mexicana Alondra de la Parra que dirigirá a nuestra OFIL, envuelta en alguna que otra «polémica«, el «Bach nuestro de cada año» no faltará con la Pasión Según San Juan por La Cetra Barockorchester Basel & Vocalconsort Basel con Andrea Marcon, sinónimos de calidad, y esperaremos el cierre «estratosférico» de la Gustav Mahler Jugendorchester que dejará en la cumbre con Kiril Petrenko una temporada no de plata sino dorada que espero poder contar desde aquí.

El baúl sinfónico

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Viernes 16 de junio, Auditorio «Príncipe Felipe» de Oviedo, I Festival Universitario de Música Iberoamericana (musicUO). Clausura . 19:00 horas, Conferencia de Ramón Sobrino y Tania Perón: «Soledad Bengoechea, Mª Teresa Prieto y Pedro Miguel Marqués: tres compositores que regresan a los atriles sinfónicos». 20:00 horas, Concierto: OSPA, Néstor Bayona (director). Obras de Bengoechea, Mª Teresa Prieto y Pedro Miguel Marqués.

Junio marca el final de curso, de los campeonatos donde el fútbol sigue siendo el deporte rey, pero también de las temporadas musicales antes de los esperados festivales de verano.

Igualmente llegaba a su fin este primer festival «musicUO» que ha llevado por distintos conejos asturianos a intérpretes y obras que están saliendo del «baúl de los recuerdos», desempolvándose y hasta restaurándolas gracias a una Universidad de Oviedo donde la Musicología es pionera y de su facultad salen promociones que continúan la labor incansable y no siempre reconocida de recuperar nuestro patrimonio musical.

De nuevo el doctor Ramón Sobrino nos daría una clase para hablarnos de una poco conocida compositora madrileña como Soledad Bengoechea (1849-1893), recordarnos de nuevo al mallorquín Pedro Miguel Marqués (1843-1918), más la ovetense Mª Teresa Prieto (1896-1943) de quien su máxima conocerdora e investigadora la profesora Tania Perón completarían esta clase de «extensión universitaria», preparándonos a las obras que sonarían en el concierto posterior de la OSPA.

Tengo que calificar de interesante conocer a Soledad Bengoechea y todo su entorno vital, social y musical, de biografía curiosa y con muchas obras desconocidas donde no faltaba la música de salón, y de ella el Capricho-Scherzo (1872) original para piano, una obra de apenas cinco minutos que orquestada por otra personalidad musical de su tiempo como Casimiro Espino (1845-1888), ganó en calidad gracias al oficio de este maestro y compositor con multitud de obras estrenadas por la Sociedad de Conciertos de Madrid (SCM), siendo el doctor Sobrino uno de sus «descubridores» y artífices de este reestreno en el siglo XXI. Tanto la SCM de la que en la anterior conferencia nos habló el profesor como de la Unión Artístico-Musical y los conciertos también en el verano madrileño, darían para todo un trimestre, pero al menos situamos a la compositora y uno de sus valedores musicales, sin dejarse en el tintero las contraprogramaciones y hasta los «duelos líricos» entre el citado Casimiro Espino y su «rival» Mariano Vázquez, «conflictos musicales» con otra historia para conocerla aunque sólo disfrutásemos con las pinceladas y buen humor de nuestro Ramón. De Marqués ya escuchamos el pasado 1 de junio su poema En la Alhambra que casi termina en la basura. Al menos sus cinco sinfonías están editadas y grabadas, escuchando este viernes la tercera. Diseccionadas y analizadas nos permitieron apreciar la calidad de una generación de compositores que conocían muy bien su trabajo, lo que se hacía en Europa y aportando unas obras que correrían distinta suerte, por lo que la recuperación al menos las reubica y reconoce en nuestro tiempo.

De la compositora trasterrada a México Mª Teresa Prieto (1896-1943), la profesora Perón nos la situó sin tiempo para ahondar mucho en aquel entorno familiar de Ciudad de México y su estilo, que navegaría entre dos maestros que además creyeron en sus composiciones: Manuel M. Ponce y especialmente Carlos Chavez, el mundo nacionalista tradicional del primero frente al segundo más moderno, y que además estrenaría la obra que volveríamos a escuchar en la primera parte.

La OSPA llega a junio en el mejor estado de forma aunque con algunos cambios «en la alineación titular» de principales no habituales pero igualmente sinónimo de calidad y entrega tras una temporada llena de esperanza pero sin concertino (este viernes tomando las riendas Héctor Corpus) y bajo la dirección del ilerdense Néstor Bayona, a caballo entre Berlín y Barcelona, pianista  y batuta invitada por muchas formaciones, siendo el director residente de la NOSPR (Orquesta Sinfónica de la Radio Polaca), quien este viernes debutaba con la OSPA defendiendo un programa exigente.

El  Capricho-Scherzo (1872) de Bengoechea pese a ser como una miniatura sinfónica, el maestro Bayona ya marcaría su estilo personal, de gestos claros y muy expresivos, buscando el mejor balance orquestal para una música  agradable de escuchar.

Palabras mayores para la conocida Sinfonía nº1: Sinfonía Asturiana (1942-43) de Mª Teresa Prieto que sonaría por vez primera en su Oviedo natal de la mano del maestro Ángel Muñiz Toca al frente de «su» orquesta (entonces Orquesta Sinfónica Provincial de Educación y Descanso) un 30 de diciembre de 1951 en el Campoamor. Como bien nos contó la profesora Perón es una obra que recoge las enseñanzas e ideas de Ponce en cuanto a la cita directa y estilizada de temas folklóricos españoles, todos reconocibles en los movimientos extremos, (más en el primero Adagio-Allegro) del que la propia compositora dejó escrito que la comenzó a escribir llena de nostalgia y sentimientos de su Asturias natal. Mucho más interesante el Andante central en la línea de Chavez quien además le daría el empujón de ampliar la plantilla orquestal. Esta sinfonía asturiana vuelve más a menudo a los atriles y la OSPA con Bayona nos dejarían una interpretación muy luminosa, llena de matices, con todas las secciones presentes y respondiendo a las indicaciones de una batuta ágil aunque la gestualidad fuese completa y entregada.

La segunda parte la ocuparía la Sinfonía nº 3 en si menor (1876) de Pedro Miguel Marqués de las cinco que escribió. Cuatro movimientos «de escuela» (I. Andante non troppo. Allegro assai; II. Andante con moto; III. Tema con variaciones. Allegretto gracioso; IV, Allegro brillante), forma muy trabajada, aires evocadores por las múltiples referencias (más allá de las que nos adelantase mi admirado Ramón Sobrino como esa «marsellesa» del brillante final), papeles exigentes para todas las secciones que sonaron empastadas, limpias incluso en los pasajes más complicados, con unísonos rotundos, y destacando por lo original ese tercer movimiento donde las variaciones sirvieron para valorar la excelente escritura y oficio de Marqués en el destacado buen momento final de la formación asturiana a pleno rendimiento, con unas maderas nuevamente de sobresaliente.

Pese a la entrada libre, el auditorio no presentó buena entrada, y no creo sea disculpa el calor con tormenta a la salida. El programa era interesante, novedoso y con una orquesta de altura para disfrutar este viernes, pero supongo que la evaluación final de los responsables intentarán subsanar posibles errores y buscar soluciones para recuperar un público que se ha ido perdiendo y no solo por la pandemia que evidentemente dejó tocada parte de la afición. Al menos en otros entornos se ha recuperado y además con éxito. Decía nuestro siempre recordado e insustituible Vasiliev que «un pesimista es un optimista bien informado», pero sigo con muchas esperanzas para el próximo curso. Ahora toca cargar las pilas antes del otoño que siempre da el pistoletazo de salida, aunque estar jubilado me suponga no mirar el calendario.

La música siempre victoriosa

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Domingo 11 de junio, 19:00 horas. Oviedo, Conciertos del Auditorio: Helena Rasker (contralto), Polina Pastirchak (soprano), Giulia Semenzato (soprano), RIAS Kammerchor Berlin, Orquesta Barroca de Friburgo, René Jacobs. «Orfeo ed Euridice», Azione teatrale en tres actos, música de Christoph Willibald Gluck (1714-1787) y libreto de Ranieri di Calzabigi, estrenada en el Burgtheater de Viena el 5 de octubre de 1762. Ópera en versión concierto.

Crítica para Ópera World del lunes 12, con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Clausura de la llamada «Temporada del reencuentro» en Oviedo, «La Viena Española», que está en el mapa musical de esta gira española (con paradas en Madrid y Barcelona) con el incombustible René Jacobs (Gante, 1946) trayéndonos otra ópera barroca, aunque sea en concierto, con este repertorio en el que sigue siendo autoridad, más con los años, contando con un trío protagonista no muy conocido por estos lares aunque muy adecuada su elección, junto al siempre seguro RIAS Kammerchor berlinés y la Freiburger Barockorchester (FBO) para disfrutar de la versión original vienesa del «Orfeo y Eurídice» de Gluck.

Cuando hay calidad, sabiduría y talento, Oviedo capital lírica desde hace 75 años ininterrumpidos, agradece también las versiones en concierto, podríamos llamar semiescenificadas pues el decorado nos lo imaginamos, y además el barroco se está asentando no ya en la «Primavera» homónima ovetense sino también en la Temporada del Campoamor tanto en la ópera como esperemos pronto en su Festival de Teatro Lírico Español. Y es que este «Orfeo y Eurídice» estuvo a la altura de lo esperado con René Jacobs dirigiéndola en un conjunto perfecto para la ocasión.

La sonoridad de la FBO es única, aterciopelada, capitaneada por Cecilia Bernardini, con un excelente clave de Ricardo Magnus y el arpa de Mara Galassi, todas las secciones equilibradas (sumándose el excelente percusionista Charlie Fischer), bien balanceadas siempre por el maestro Jacobs, contrastes  barrocos entre lo luminoso y lo tétrico, rigor interpretativo realzando la trama argumental, colocados para completar una presencia que se adaptó en todo momento a las voces, con la “escapada fuera de escena” de un grupo para el eco de Orfeo.

El RIAS Kammerchor Berlin volvió a demostrarnos su dominio en cualquier periodo histórico pero aún más en el barroco, 35 voces distribuidas a ambos lados del escenario, entrando y saliendo de escena (lástima el ruido sobre la tarima), girándose cual telón infernal del Hades, con empaste y afinación perfectos e incluso dramatización final todos adormecidos antes de la brillante conclusión, su habitual rotundidad coral con dinámicas amplias que completaron esta ópera de Gluck.

Del trío solista, el Orfeo de la holandesa Helena Rasker fue ganando progresivamente en los dos actos, moviéndose partitura en mano, sentándose, con un color ideal para este rol protagonista donde se necesita la corporeidad vocal y una homogeneidad en el volumen, si bien hubo algún pasaje algo más piano ante el acompañamiento instrumental que no deslució para nada su línea. Redondearía una interpretación que emergió aún más tras el descanso (acto II desde la escena 2), con buen empaste tanto con Amore como con su amada Euridice, dramatismo total de la pareja y unos ornamentos-apoyaturas muy personales en el aria más famosa, Che farò senza Euridice, con una orquesta perfecta en sintonía, al igual que el citado eco del primer acto.

Buen gusto el Amore de la soprano italiana Giulia Semenzato, excelente actriz que llevó su papel con soltura por toda la escena y hasta saliendo por el patio de butacas, acompañándose de la pandereta o bailando la Danza de los espíritus bienaventurados (mientras se lucía el duo de traversos). Con proyección suficiente, agudos impecables y agilidades en su sitio, mantuvo la altura tanto argumental como vocal.

Euridice aparece en la segunda parte, estando a cargo de la soprano húngara Polina Pastirchak, de presencia escénica y voz con cuerpo en los graves que supone un plus en la interpretación de su personaje. Interesante el contraste de colores entre ambas sopranos y el empaste con Orfeo, matices siempre cuidados por Jacobs.

Un broche operístico y barroco para esta temporada 22-23 donde ya se anuncia el avance de la próxima, con lo mejor del panorama mundial desde esta Asturias mía y su capital «vienesa» hasta en los dulces.

Ficha:

Auditorio “Príncipe Felipe” de Oviedo, domingo 11de junio de 2023, 19:00 horas. Clausura de los Conciertos del Auditorio “Temporada del reencuentro”. «Orfeo ed Euridice», Azione teatrale en tres actos, música de Christoph Willibald Gluck (1714-1787) y libreto de Ranieri di Calzabigi, estrenada en el Burgtheater de Viena el 5 de octubre de 1762. Ópera en versión concierto.

Reparto:

ORFEO: Helena Rasker (contralto) – EURIDICE: Polina Pastirchak (soprano) – AMORE: Giulia Semenzato (soprano) – Coro: RIAS Kammerchor Berlin – ORQUESTA: Freiburger Barockorchester (FBO) – DIRECCIÓN: René Jacobs.

Cuando los sueños se cumplen

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Viernes 9 de junio de 2023, 20:00 horas. Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), ADDA Ópera«La Bohème» (Puccini).

Crítica para ÓperaWorld del sábado 10 con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Llegaba «La Bohème» al Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) con todo vendido para las tres funciones programadas (7, 9 y 11), en la producción de Emilio Sagi más rentabilizada desde su estreno allá por el año 2000 en el Teatro Campoamor de Oviedo (“La Viena Española”), y con un elenco conocido y de conocidos, con calidad e ilusión, compañerismo y complicidad entre todos.

Esta «Bohème de Sagi» continúa el sueño del director valenciano Josep Vicent, titular desde 2015 de la ADDA·Simfónica Alicante por traer la ópera a un auditorio que no es un teatro (con telón y telares), la orquesta situada delante del escenario en una disposición “exprofesso” y todo el esfuerzo que supone adaptar esta conocida producción, un desafío que necesitó mover un equipo con más de 150 personas. El tándem Sagi-Vicent tras la «Carmen» de noviembre 21, y con algunas de las voces repitiendo este segundo título más complicado aún, Alicante lo esperaba y la respuesta ha sido total, con el público aplaudiendo cada aria y el final en pie. Como reza el dicho, “querer es poder”, la apuesta arriesgada resultó ganadora y hasta interesante comprobar cómo funcionó todo, cambios a la vista aplaudidos (menos que en la primera), y como apuntaba en la prensa local el director un “toque de modernidad” sin perder nada del color o ambiente previo al mayo del 68 de esta «Bohème ADDA».

Si de sueños hablamos, está claro que el de toda Musetta es cantar Mimì, y la soprano asturiana Beatriz Díaz no solo lo cumplió sino que volvió a demostrar que Puccini escribió para ella. No solo ofreció una auténtica lección de canto con una gama de matices donde los pianissimi son increíbles por la proyección y unos crescendi con delicadeza, musicalidad unida a un fiato abrumador, sino que su personaje lo delineó de principio a fin. Sencillez del primer acto en buena respuesta a Rodolfo “Mi chiamano Mimì”, un conjunto inocente en el “Momus” siempre claro por emisión y presencia, el impactante y exigente tercer acto pasando de la desesperanza (“O buon Marcello” en otro dúo más para recordar) al consuelo que corta la respiración, y no digamos el último acto donde su voz fue toda el alma de Mimì, poesía en estado puro cantada con el hálito vital y cristalino, poniéndonos la piel de gallina y consiguiendo tras su muerte un silencio sepulcral, el consiguiente suspiro del público y la explosión de júbilo bien merecida para un sueño hecho realidad con todo el auditorio en pie.

Rodolfo es el contrapunto para lucirse tanto en sus arias como dúos y concertantes, y el mexicano Ramón Vargas volvió a dejarnos buena prueba de lo que supone dominar las tablas, mantener un color vocal homogéneo y transmitir todo el sentimiento que Puccini escribió para este enamorado atormentado. Desde la buhardilla inicial, la esperada “Che gelida manina” con gusto y agudos siempre bellos, hasta ese “Mimì” de llanto cantado también con alma pucciniana y respuesta esperada tras una muerte trágicamente delicada. Rodolfo y Mimì triunfantes en esta ópera que emociona siempre, el amor apasionado y torturado, cantado y sentido por estas dos voces que se encontraron bien arropadas por sus compañeros y una orquesta a su servicio.

La otra pareja bohemia son Musetta y Marcello, encarnados por la valenciana Luca Espinosa y el asturiano David Menéndez. La soprano también evoluciona desde su irrupción y provocación en el célebre vals “Quando m’en Vo’” con volumen y definición suficiente, el conjunto del tercero, contraste de parejas y colores pero igual de entregados, con el final casi susurrado que el ambiente contagió. El barítono que cantó tantos Schaunard también soñó y llegó a este Marcello que se hizo de rogar pero en este momento con la voz ideal para ese pintor casi omnipresente en la obra, dramáticamente perfecto, rotundo y contenido porque así se dibuja, “conjuntos de buhardilla” de gran actor y mejor cantante, compañero confidente y amigo de Mimì, celoso enamorado de Musetta, empastes ideales con el resto de voces para cuadrar esta doble pareja que aún llegaría al póker.

El filósofo Colline y el músico Schaunard comparten ático parisino con Rodolfo y Marcello, también acción y concertantes de compañerismo lírico: Manuel Fuentes (aplaudido antes de finalizar su “Vecchia Zimarra”) y Manel Esteve, feliz reto de amigos, cómplices para echar a Benoit y duelo en el amplio sentido de la palabra (también en el sentimiento). El tenor malagueño Gerardo López también de casero al “paganini” Alcindoro remataría este septeto vocal en una ópera de pasión.

Y Puccini no dejó nada al azar, un coro que llena acción y pasajes mixtos y por color, muy bien la Coral ADDA y excelentes los niños (los “xiquets” de Crevillent), con profesionalidad y desparpajo en el conocido “Parpignol” al que sumar un mimo (desconozco quién de los figurantes) que ayudó a cerrar con humor el segundo acto pidiendo aplausos para ellos así como a la banda de tambores, cornetas y tambores.

Capítulo aparte se merece el también valenciano Josep Vicent con otro sueño cumplido, “hacer ópera” en este auditorio, y esta vez titánica por el esfuerzo que ha supuesto armar «La Bohème de Sagi» que brilló con todas las voces pero gracias también a su ADDA-Simfònica Alicante sonando plegada a los deseos del titular. La ubicación delante del escenario colocando las secciones para adaptarlas a este espacio de acústica perfecta, no fue obstáculo para que el maestro sacase de ella un sonido impecable, preciosista, todo el color sinfónico de Puccini al servicio de las voces, con una gama dinámica rica, excelentes primeros atriles y destacando especialmente sus pianissimi casi camerísticos. Batuta precisa, gestos claros y conocedor de todos los recursos de una formación joven pero madura por su ejecución.

No podemos olvidarnos que en territorio valenciano hubo tres asturianos triunfando: Beatriz Díaz, David Menéndez y Emilio Sagi, en esta “su producción” por la que no pasan los años. Con la misma libertad de sus personajes, la complicidad escenográfica con los siempre recordados amigos carbayones Julio Galán y Pepa Ojanguren, con la universalidad de la música de Puccini que trasciende el tiempo y seguirá emocionando al público “dejándonos claro que la juventud se alejó; que Mimì ya no va a volver más” (en palabras de Sagi) aunque la ópera siempre la resucita y mañana al finalizar la tercera función no bajará el telón, solo se apagarán las luces para seguir soñando.

Ficha:

Auditorio de la Diputación de Alicante -ADDA-, viernes 9 de junio de 2023, 20:00 horas. ADDA Ópera: «La Bohème», ópera en cuatro actos. Música de Giacomo Puccini y libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en la novela “Scénes de la vie bohème” (Escenas de la vida bohemia) de Henri Murger. Estrenada en el Teatro Regio de Turín el 1 de febrero de 1896. Producción de la Ópera de Oviedo.

Reparto:

RODOLFO: Ramón Vargas – MIMÌ: Beatriz Díaz – MARCELLO: David Menéndez – MUSETTA: Luca Espinosa – SCHAUNARD: Manuel Esteve – COLLINE: Manuel Fuentes – BENOIT ALCINDORO: Gerardo López.

PARPIGNOL: Jesús García – ADUANERO: Pedro Garcinuño – SARGENTO: Victor Alcañiz – FRUTERO: Víctor Marquina – UNA NIÑA: Sara Gallardo – FIGURANTES: José Juan Díax, Liam CVlark, Agripa Hervás.

DIRECCIÓN MUSICAL: Josep Vicent – DIRECCIÓN DE ESCENA: Emilio Sagi – VESTUARIO: Pepa Ojanguren – ESCENOGRAFÍA: Julio Galán – ILUMINADOR: Eduardo Bravo.

Orquesta ADDA·Simfònica, Coral ADDA (Orfeón Crevillentino, directora: Isabel Puig; Coro del Teatro Principal, director: Luis Seguí; Compañía Lírica Alicantina, director: Christian A. Lindsey), Coro de niños ADDA (Escola de la Federación Coral de Crevillent, directora: Isabel Puig).

Beatriz Díaz debuta Mimì en Alicante

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Miércoles 7 de junio de 2023, 20:00 horas. Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), ADDA Ópera: «La Bohème» (Puccini).

Crítica publicada en LNE del viernes 9 con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Con todas las entradas agotadas para las tres funciones programadas (7, 9 y 11), llegaba «La Bohème» más asturiana al ADDA en la producción mejor rentabilizada y exitosa de Emilio Sagi desde su estreno hace 23 años en “La Viena Española”, con un reparto conocido, de calidad y además español, si me dejan adoptar al tenor mexicano.

Llevo años diciendo que Puccini parece haber escrito “exprofeso para la soprano Beatriz Díaz tras escucharla en su ya consolidada y dilatada carrera, interpretando los distintos roles del compositor de Lucca por escenarios de medio mundo, quien como “toda Musetta aspira a ser Mimì”, y al fin llegaba su día en Alicante con un auditorio preparado especialmente para esta producción carbayona de Sagi, todo un esfuerzo de nuestro escenógrafo más internacional, un reto inmenso junto a Josep Vicent, director musical desde 2016 por representar esta “Bohème alicantina” y sesentera con una apuesta que necesitó un equipo con más de 150 personas para el desafío de desplazar, preparar y adecuar el ADDA para una escena sin telares, reforzando el suelo, adaptando toda la tramoya y decorados para asistir en directo a los cambios, lo que supone de por sí un “toque de modernidad” como el titular Vicent comentaba en la prensa local, sin perdernos nada del colorismo y ambiente parisino previo al mayo del 68 ideado por el ovetense. Éxito corroborado pues no faltaron los aplausos para todo el equipo.

Y si Sagi es siempre seguro para la escena, las voces de este primer jueves bohemio sumaron en la mejor dirección con un reparto de lujo encabezado por dos asturianos más: la allerana Beatriz Díaz junto al castrillonense David Menéndez, dos voces que conozco desde sus inicios líricos y que tras años de cantar en teatros de Europa, América o Asia, debutaban como Mimì y Marcello.

La soprano de Bóo nos volvió a poner la piel de gallina en una interpretación única, derrochando todo el dramatismo de su personaje en los cuatro actos, desplegando su reconocida y amplia gama de matices con una voz siempre presente, llegando a cada uno de los rincones del inmenso auditorio, y con una orquesta de más de 60 músicos delante (que no debajo). Si en el primer acto asombró con sus pianissimi siempre cristalinos, incluso saliendo de escena, el empaste con el Rodolfo mexicano fue vocal pero también emocional, aumentando la carga interpretativa en un tercer acto con el dúo primoroso junto al “Marcello Menéndez” y el cuarteto principal derritiendo la nieve, para en el cuarto toser y morirse como nadie, cortando el aire en este gigantesco edificio que no se vino abajo por el triunfo de esta Mimì que no olvidaremos y hasta podemos retitular con “BóoEmE”.

El Rodolfo del mexicano Ramón Vargas sería compañero perfecto de “La Mimì Díaz”, tenor de raza (aunque no se contemple esta categoría vocal), referente desde hace años en su cuerda, manteniendo no ya la profesionalidad sino un timbre personal y el color hermoso para este rol, añadiéndole la experiencia sobre las tablas. Modelando el sonido, emisión bien proyectada unida a su presencia escénica y el gusto habitual del tenor, en los números de la buhardilla con sus “compañeros” empastó y ayudó a brillar al resto, y las escenas con Beatriz Díaz en feliz entendimiento, esperado para esta pareja que interpretaron nuevamente este drama como sólo Puccini los escribía.

Enorme y en su línea de canto habitual el Marcello de David Menéndez, de voz rotunda, madura, recreando este rol tras pasar por muchos Schaunard, con paralelismo personal a la evolución de la protagonista femenina: paisanaje, amistad y profesionalidad lírica de tantos años, con un dúo del tercer acto que no pudo tener más química, gusto, complicidad y sentimientos compartidos y cantados con el alma.

Puccini escribe para las voces protagonistas sin olvidarse de las mal llamadas secundarias, pues el armazón musical y argumental se logra con todas ellas. Y de justicia destacar cada una de ellas: la Musetta de Luca Espinosa (compañera de “fatigas” en muchas “Carmina Burana” de La Fura con Díaz y la batuta del propio Vicent), juego tímbrico no siempre perfecto en ambas sopranos pero con la misma entrega y pasión, brillando en su segundo acto. Otro tanto para los Schaunard de Manel Esteve, bien conocido en el Teatro Campoamor, barítono solvente y seguro completando y compartiendo buhardilla parisina junto a otros dos compañeros impecables: el Collline de Manuel Fuentes y el “doblete” de Gerardo López (Alcindoro / Benoit) para todo este “cast” de casa.

De la escena nada nuevo que no conozcamos ya en Oviedo, pues Emilio Sagi con el vestuario de Pepa Ojanguren y la escenografía del siempre recordado Julio Galán sigue tan actual como hace dos décadas, más para este trabajo adaptándolo con todas las garantías a un escenario que debemos recordar es auditorio, no teatro.

El maestro valenciano Josep Vicent, implicado con estos proyectos desde su anterior Carmen de noviembre 2021 (repitiendo varias voces en esta Bohème), llevó toda la producción a lo más alto, mimando las voces de manera exquisita y extrayendo toda la riqueza pucciniana de su Orquesta ADDA·Simfònica de dinámicas amplias, junto a la Coral ADDA y los “xiquets” sobre las tablas en el conocido Parpignol junto a la banda que en esta tierra es un plus, para redondear una “BooM” donde hubo muchos asturianos no solo sobre las tablas. Un miércoles para el recuerdo y la emoción que Puccini sigue levantando.

El piano mágico de Seong-Jin Cho

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Domingo 4 de junio, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni», concierto de clausura: Seong-Jin Cho (piano). Obras de Brahms, Ravel y Schumann.

Con expectación, aunque el público esta vez no respondió como se merecía, llegaba en gira a «La Viena Española» el pianista surcoreano Seong-Jin Cho (Seúl, 1994) para clausurar estas «jornadas del reencuentro» con un programa verdadero «tour de force» para todo pianista por la magnitud de las obras elegidas, y ciertamente no defraudó. Avalado por muchos premios internacionales, formado en París y residente en Berlín, Seong-Jin hizo del piano una chistera de donde salieron colores, serpentinas y confeti, acuarelas… y hasta los fantasmas de Brahms y Schumann que parecen hacerse quedado impregnados en este auditorio tras una temporada que de nuevo ha puesto el listón muy alto.

©ShivaKesch

No hace falta leer críticas de los conciertos de esta nueva figura del piano, aunque repita programa, muy preparado lógicamente, para ver que el coreano deslumbra en todas sus apariciones. Dotado de una técnica asombrosa que le permite arrancar del piano todas las sonoridades imaginables adaptadas a cada compositor, solidez interpretativa en un solista que no ha cumplido la treintena aunque lleve desde los 6 años frente al teclado, y parece increíble cómo puede pasar del romanticismo al impresionismo con una facilidad pasmosa. Seong-Jin Cho ya está en la élite de los pianistas de nuestro tiempo, música a borbotones desde una gestualidad tanto digital como corporal que le transforma frente al teclado. Encogido, separado, girado en la banqueta, de pies inquietos pero con un manejo de los pedales impecable, interiorización previa, con una gama de matices increíble desde una aparente fragilidad física sacando fortissimi orquestales y pianissimi íntimos, madurez juvenil de fraseos naturales y naturales, pero sobre todo su sonido bellísimo y tan trabajado que el Steinway© del auditorio sonó como nunca, sin castañeteo en los agudos y con graves poderosos que dotaban cada página de una pátina indescriptible por la mencionada magia del surcoreano.

Las notas al programa de Ramón Avello desgranan las obras de los tres compositores y Cho las convirtió en magia sonora al piano. Sonaría primero Johannes Brahms (1883-1897) y sus líricas e instrospectivas Klavierstücke, op. 76 (1878) que fueron la mejor presentación del surcoreano, eligiendo cuatro de las ocho piezas (I. Capriccio en fa sostenido menor. Un poco agitato; II. Capriccio en si menor. Allegretto non troppo; IV. Intermezzo en si bemol mayor. Allegretto grazioso; V. Capriccio en do sostenido menor. Agitato, ma non troppo presto) donde poder volcar toda su creatividad tanto sonora como interpretativa en estas «piezas para piano» que alternan la emoción apasionada con la meditación y delicadeza. Como explica Avello sobre Brahms, utiliza dos nombres como títulos genéricos, «Capriccio» e «Intermezzo» para dicha diferenciación expresiva, cuatro números mágicos desde la primera dedicatoria a Clara Schumann, «el fantasma del auditorio» que no quiere marcharse, al popular segundo capricho donde se respira aire zíngaro, del interiorizado cuarto donde la gestualidad del surcoreano acompañaba una expresividad germana, hasta rematar con esa lucha entre la tensión violenta y la inestable serenidad de dos manos que sonaban como cuatro, siempre usando una pedalización perfecta para poder escuchar todas y cada una de las notas con la presencia y volumen justos.

Y casi complemento de la primera, la segunda parte dedicada a Robert Schumann (1810-1856) y sus Estudios sinfónicos, op. 13 (1834-1835) donde también incluirá dos de las variaciones póstumas escritas en 1837 (1. Tema. Andante; 2. Variación 1: Un poco più vivo; 3. Variación 2; 4. Étude 3: Vivace; 5. Variación 3; 6. Variación 4; 7. Variación 5; 8. Variación IV de Variaciones póstumas; 7. Variación 6: Allegro molto; 8. Variación 7; 9. Variación V de Variaciones póstumas; 10. Étude 9: Presto possibile; 11. Variación 8; 12. Variación 9; 13. Finale. Allegro brillante). El «piano chistera» volvió a expulsar todo lo que estas páginas esconden, temas velados que aparecen mágicamente, unos bajos «pellizcados» para que la melodía emerja como un ruiseñor de semicorcheas celestiales, otro fantasma como el de Paganini donde el piano es violín y orquesta virtuosa, arpegios y corales organísticos de reflexión mística, la cuarta variación póstuma de un recordado «Carnaval» saliendo de la caja armónica, la séptima variación evocando al «dios Bach» transmutado a las 88 teclas cual orquesta sinfónica donde las secciones están en las blancas y negras que lograban sonar siempre ricas, limpias, atmosféricas, líricas y contundentes, todo en el piano mágico de Cho.

Pero quiero pararme en Maurice Ravel (1875-1937) por lo etéreo, evanescente, rompedor en su momento, más allá del «impresionismo» de Debussy porque como buen orquestador que fue, su paleta instrumental ya se nota en su obra pianística, y ninguna mejor que Miroirs (Espejos)  compuesta entre 1905 y 1906, cada vez más actual cuando se acierta con el sonido, y Seong-Jin Cho fue mago y pintor de timbres todos bellos, variados, ricos, inimaginables en todo el teclado, que personalmente intenté buscar por internet alguna ilustración (como las de mi admirado Jorge Senabre) que completasen lo experimentado tras la interpretación de este «juego de espejos» del hispanofrancés a cargo del surcoreano que estudió en París, más salitre cantábrico que mediterráneo aunque no estaría mal escucharle interpretar a Mompou.

Cinco cuadros de un joven compositor pintados por otro joven pianista, «el intento de captar el alma o la visión de las cosas que vive detrás de las apariencias» en palabras de Ramón Avello, y cinco dedicatorias a los amigos de Ravel integrando en «Los Apaches». Como si de una acuarela se tratase por la ligereza del trazo, mezclando el color sobre el papel, retocando a veces con tinta china, manchas y líneas, así fue creando Seong-Jin cada obra en un personal «promenade» también gestual: I. Noctuelles (Polillas). Trèsléger, como el vuelo hacia la luz en un baile sin danzantes; II. Oiseaux tristes (Pájaros tristes). Trèslent, dedicada a nuestro Ricardo Viñes que estrenaría estos «espejos», aire mediterráneo y melancólico en el París centro artístico de inicios del XX donde el canto del mirlo parecía recordar la Iberia trasmontana; III. Une barque sur l’océan (Una barca en el océano). D’un rythme souple, de nuevo el Cantábrico de trazo ligero, colores dibujados en modo menor para descubrir un oleaje de arpegios pintados al piano; IV. Alborada del gracioso. A ssezvif, lo más español desde la infancia raveliana en Ciboure y San Juan de Luz, la pasión vasca desde un piano guitarrístico, pleno de ritmo, de profundidad sonora tan «ibérica» como la de Albéniz y esperando también un acercamiento de Cho a la «biblia del de Campodrón» porque puede ser todo un acontecimiento; finalmente V. La vallée des cloches (El valle de las campanas). Très len, un piano pleno de tímbricas más allá de las indicaciones de la partitura, la tranquilidad expresiva del surcoreano en otro alarde mágico de sonoridades sutiles, llenas, redondas, que remataron un Ravel más allá de lo esperado.

Y tras Brahms, Ravel y Schumann, aplausos de admiración y respeto obligando a varias salidas del pianista con dos propinas que tiene registradas en su último CD «The Handel Project» editado con el sello amarillo, y engrosando un plantel de jóvenes intérpretes que ya son figuras mundiales.

Un Händel tan sorprendente como el Purcell de Don Gregorio, la vuelta de tuerca por retornar para el piano el universo barroco y la inspiración del hamburgués. Primero el IV. Menuet de la Suite en si bemol mayor, HWV 434 en el arreglo de W. Kempff, uno de mis intérpretes de juventud, y después el IV. Air de la Suite en mi mayor, HWV 430, no ya magia del número 4 que cierra las suites, el propio contraste de dos páginas que el piano de Cho reinterpretó con unas ornamentaciones limpias y precisas, matizadas, sutiles, sin excesos dinámicos y utilizando el piano como tal sin buscar imitaciones clavecinistas, cercano y actual solo al alcance de los magos del piano, y Seong-Jin Cho ya lo es.

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