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Delicadezas alemanas

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Martes 21 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de cámara: Circuitos CNDMX Primavera Barroca. Academy of Ancient Music, Jessica Cale (soprano). Obras de Haendel y Bach.

Oviedo es «La Viena Española» y su actividad musical es imparable, como intento reflejar en este blog  pese a no acudir a todos los conciertos por coincidencias en la programación, pero también por mis viajes (ventajas de la jubilación) fuera del Principado.

Y este martes proseguía el «no parar melómano», primero a las 18:00 horas con la conferencia del doctor Ramón Sobrino en colaboración con el CONSMUPA, con quien arrancaba la décima edición de la X Primavera Barroca, dentro de los Circuitos del CNDM; media hora más tarde al lado del auditorio, en el Club de Prensa Asturiana, Antonio Moral Rubio (quien fuese también, entre otros muchos cargos, director del CNDM) junto a Aarón Zapico presentaba el Festival de Granada, que siempre tiene presencia asturiana, este año con el maestro langreano inaugurándolo en el Palacio de Carlos V esta 72 edición con un original homenaje a Falla por los 100 años de El retablo de Maese Pedro, siendo presentados ambos por Mª Encina Cortizo. Finalmente a las 20:00 horas en la Sala de Cámara, recinto ideal para estas músicas, el concierto de la mítica Academy of Ancient Music (AMM), hoy reducida a quinteto, con el género dominante del último barroco, la «sonata en trío»: cuatro obras de Mein Gott, de quien celebrábamos este 21 marzo su 338 cumpleaños (según el calendario juliano) y fecha que se ha declarado «Día Europeo de la Música Antigua«.

También tendríamos a la soprano galesa Jessica Cale que nos dejaría cinco (más otra de propina) de las «Nueve arias alemanas» de Händel. El mejor tándem germano para abrir boca y triunfar ante una afición fiel, hoy llenando aforo, aunque tosiendo cual fuego cruzado no ya en los silencios entre movimientos u obras, tampoco respetando la interpretación. Oviedo espera cada marzo este nacimiento primaveral con el periodo histórico que más adeptos jóvenes está captando, máxime cuando la calidad de la programación atrae incluso público de otros lugares, de lo que deben tomar nota los responsables que hace diez años «no daban un euro» por esta nueva oferta totalmente afianzada en la capital del Principado.

Alternando partes instrumentales y vocales de los dos genios coetáneos con vidas paralelas, distintas y complementarias, comenzaba el quinteto de la AAM con la Sonata a trío en la mayor, op. 5 nº1, HWV 396 (1739) de G. F. Haendel (1685-1759) y la Sonata para violín y clave en la mayor, BWV 1015 (1717-1723) de J. S. Bach (1685-1750), dos ejemplos de la «música pura» entendida desde un lenguaje común con rasgos propios, cuando la música instrumental empezaba a independizarse de la vocal y algunos músicos italianos concibieron estas piezas con dos instrumentos agudos dialogando sobre un bajo, fórmula que tuvo tal éxito que los dos alemanes la cultivaron intensamente. Como bien indica Pablo J. Vayón en las notas al programa «Las cuatro sonatas del catálogo BWV de este recital son típicamente corellianas (…) También es una sonata en trío la op. 5, no 2 de Haendel, que pertenece a una serie de siete publicadas por John Walsh en 1739, auténticos pastiches construidos con música previa…». La del alemán nacionalizado inglés una de las primeras delicadezas de la tarde con un «ensemble» donde destacó el clave de Devine siempre bien ornamentado y el violín de Čičić algo apagado, pero que en la sonata BWV 1015 del cantor de Leipzig nos dejaron una joya a dúo. Otro tanto del traverso de Brown con clave y cello BWV 1033 que abriría la segunda parte. De nuevo Bach con la BWV 1079 de la Ofrenda Musical en la interpretación camerística de los músicos de la AAM nos brindarían estas sonatas da chiesa para disfrutar del «padre de todas las músicas», partituras donde cada instrumento estuvo en el plano idóneo tanto individual como de conjunto.

Ya con Jessica Cale escucharíamos las dos primeras arias de las Neun deutsche Arien, HWV 202-210 (1724-1726) de Händel sobre textos de su contemporáneo Barthold Heinrich Brockes (1680-1747), y volviendo a citar al musicólogo sevillano « Sorprendentes resultan (…) las Neun deutsche Arien que Haendel escribió para un destino hoy desconocido en los años 1720. Se trata de piezas compuestas sin voluntad de ciclo para voz de soprano (o tenor), un instrumento melódico sin especificar y bajo continuo». La soprano británica tiene un color de voz esmaltado, buena dicción en alemán, algo corto de volumen el registro bajo pero con la musicalidad esperada en la «escuela inglesa», lo que nos permitió comprobar el magisterio de Handel para estas arias de «carácter panteísta, meditativo y moralizante», válidas también para tenor, realzando unos textos (con originales y traducción de Luis Gago) que se engrandecen aún más con las notas de Georg Friedrich Händel antes de mutar a Georges Frederick Haendel, en cierto modo el banco de pruebas de sus grandes oratorios.

Cale organizó estas arias contrastando tiempos, algo muy barroco como todo el programa (rápido-lento), con la más extensa HWV 206 en la segunda parte, para cerrar programa con las HWV 202 y HWV 207. Maravillosa instrumentación dejando partes con flauta o violín más un continuo efectivo en acompañamiento y omnipresente, además de necesario, sin sobrepasarse nunca permitiendo escuchar la voz de la soprano con toda la gama de expresión y ornamentos nunca exagerados, contenidos por la importancia de la letra, siendo merecedor primer premio del público en el London Handel Festival Singing Competition de 2020.

La propina sería Süße Stille, sanfte Quelle, HWV 205 de honda y emotiva expresividad con la AAM perfecta en su papel secundando a Cale, auténticas delicadezas alemanas con sello «british» pues para ellos estas músicas siempre tienen «A touch of class» y la mejor forma de celebrar este 21M.

Academy of Ancient Music: Rachel Brown (flauta), Bojan Čičić (violín), Gavin Kibble (chelo), Kristiina Watt (tiorba), Steven Devine (clave). Jessica Cale (soprano).

Un Haydn de oro

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Sábado 18 de marzo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio: Berit Norbakken (soprano), Esther Kuiper (mezzo), Stuart Jackson (tenor), Henk Neven (barítono), El León de Oro (director Marco A. García de Paz), Orchestra of the Eighteenth Century, Daniel Reuss (director). Obras de Haydn.

Otro concierto para recordar en «La Viena Española» dedicado a Franz Joseph Haydn (1732-1809), puro clasicismo enmarcado en el llamado Sturm und Drang (del alemán “tormenta e ímpetu”) con una formación de referencia como es la «Orquesta del siglo XVIII» que fundase allá por 1981 el legendario Frans Brüggen, que sigue inspirando desde su muerte en agosto de 2014 a su formación de amigos de veinte nacionalidades, donde sigue desde su inicio nuestro querido Emilio Moreno en la viola junto a otros españoles, y en la primera parte dirigidos por Alexander Janiczek desde su posición de concertino, demostrando que la formación mantiene la disciplina y calidad en su repertorio.

Un placer la sonoridad y rigor interpretativo de esta orquesta internacional que comenzaba su concierto con la Obertura  de la ópera L’isola disabitata, en cierto modo una sinfonía en miniatura por los cambios de tempo y auténticamente «tormentosa» además del «ímpetu», con una cuerda resistente y delicada en colocación vienesa, como era lógico, maderas y metales naturales más unos timbales que nunca sobrepasaron el gusto global por una tímbrica homogénea en todo el concierto.

La perturbante Sinfonía nº 26 en re menor, Hob. I:26, compuesta en 1768 ó 69 lleva por título «Passio et lamentatio», directamente «Lamentatione» y como en esta época inicial del llamado «padre de la sinfonía» con solo tres movimientos (I. Allegro assai con spirito – II. Adagio – III. Minuet. Trio), que tiene su inspiración en las dramatizaciones musicales en torno a la muerte de Jesús mientras Haydn trabajaba para los príncipes Esterházy. De nuevo aparece el espíritu de «ímpetu y tormenta» con una cuerda poderosa, un viento donde el oboe se erige protagonista en el Allegro inicial y las trompas bien afinadas de musicalidad plena en perfecta conjunción de madera y metal; un Adagio delicado y compactado, en el «tempo giusto» para la plegaria entonada por unos «cuernos» contenidos y de nuevo el oboe piadoso lleno de lirismo; el Minueto con trío final nos llevaría por sentimientos opresivos y en cierto modo hipnóticos (como escribe Pablo Gallego en las notas al programa) por su expresividad, dinámicas y fraseos a cargo de esta orquesta de leyenda.

Manteniendo este halo espiritual la segunda parte la ocuparía la Misa nº13 en si bemol mayor, Hob. XXII:13 «Schöpfungsmesse» (Misa de la Creación) con nuestro mejor coro, el LDO y un cuarteto solista ideal para estas obras, en colocación «cambiada» de izquierda a derecha: la mezzo holandesa Esther Kuiper de registro corpóreo que brilló sola y en los conjuntos, siendo la más destacada de los solistas desde su primer Kyrie; la soprano noruega Berit Norbakken de volumen algo corto aunque suficiente por su proyección y color; el bajo barítono neerlandés Henk Neven que quedó totalmente opacado en los conjuntos aunque el timbre fuese idóneo; y el tenor inglés Stuart Jackson, enorme de presencia aunque pequeña y bella voz como suele ser en los cantantes que salen de los coros escolares británicos, verdadera cantera vocal de la música barroca que con el paso al clasicismo, más al sinfónico coral, supone un plus que no tiene.

Punto y aparte el coro asturiano que con 37 voces no tuvo problemas en ningún momento. Atento Daniel Reuss a sus difíciles intervenciones con muchos cambios de compás y aire, el LDO se mostró seguro, afinado y hasta cómodo pese a los registros extremos donde nuevamente las sopranos volvieron a asombrar por la pureza de sonido y el empaste global de todas las cuerdas. Articulación y fraseos perfectos, pronunciación exquisita en latín eclesiástico, dinámicas perfectas y siempre presente, con un Gloria potente y un Sanctus-Benedictus «de disco» por destacar sólo estas de las seis partes que tiene esta misa. Maravilloso comprobar que los relevos generacionales junto al sustento veterano no les ha hecho perder ninguna de sus cualidades en la búsqueda de la belleza coral que volveremos a disfrutar en la Primavera Barroca.

El público casi se comportó como en una verdadera misa a lo largo del ordinario proyectado en latín y traducido al español, con la Orchestra of the Eighteenth Century refinada en sonido, metales brillantes pero nunca hirientes escoltando trompas y trompetas a las maderas aterciopeladas, timbales presentes (mimando el Sanctus), órgano de registro perfecto (en Et incarnatus est) y la cuerda con dinámicas extremas siempre apoyando a solistas y coro con el gesto claro de Daniel Reuss «oficiando» esta misa maravillosa de las muchas que compuso «papá Haydn» que irá multiplicándose para  ensayarla e interpretarla con distintos coros en esta gira española, en Oviedo con el orgullo «leónigan» de tener a Marco al frente del nuestro mientras sigue triunfando con el de RTVE.

Todo con cuerda

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Viernes 17 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 7 El cuarteto ampliado, OSPA, Cuarteto Quiroga (dirección), Obras de Barber, Shostakovich y Schubert.

A veces resulta difícil desenredar la madeja y no comprendo cómo se pueden ofrecer dos conciertos con las principales orquestas asturianas el mismo día y a la misma hora en «La Viena española», cuando las agendas se programan con tiempo más que suficiente, y es posible organizar la amplísima oferta musical ovetense. Así llevamos varias ocasiones y no quiero tensar el arco pero se necesita coordinación desde los distintos entes, pues no solo se pierde taquilla, y lo digo porque paso por ella muchas veces, sino público,y más cuando se juega con obras y artistas tan interesantes, dejando un panorama con demasiadas butacas  vacías en el auditorio que no se merece.

Habrá que hilar más fino para el futuro y también para nuestra OSPA a la que la necesidad de un concertino es como nombrar la soga en casa del ahorcado, pero la vuelta del Cuarteto Quiroga poniéndose al frente de sus cuerdas hicieron olvidar carencias y nos dejaron la muestra de cómo la endeblez se suple trenzando las cuerdas para dar confianza, enseñar a escucharse, trabajar en conjunto y hacer que la sección casi siempre bien valorada de nuestra formación, consiguiese sonar como el título de este séptimo de abono, un cuarteto ampliado.

Aitor Hevia, Cibrán Sierra, Josep Puchades y Helena Poggio trajeron su magisterio del cuarteto en un repertorio camerístico que dominan como pocos y ha subyugado a otros compositores para ampliarlo al límite. Así lo entendieron «los Quiroga» optando por BarberShostakovich y Schubert, pues como bien escribe el doctor Daniel Moro Vallina en las notas al programa (enlazadas arribas) sobre el cuarteto: «(…) escritura para cuatro instrumentos solistas (dos violines, viola y violonchelo); interacción entre las voces, pero manteniendo su independencia; organización en cuatro movimientos basados en moldes como la forma sonata, el minueto o el rondó; y un carácter refinado, intelectual y a veces intrincado que se asemejaba a «cuatro personas juiciosas conversando», como lo describió Goethe en una ocasión». Los cuatro se sentaron en este telar sinfónico para brindarnos verdaderos tapices, con toda la gana del blanco al negro del estadounidense, las geometrías del ruso más todo el colorido del austriaco, usando lana o hilo de seda dependiendo del motivo a tejer. El asturiano de nuevo como concertino (y de ayudante María Ovín) puso la precisión en los primeros, el gallego la pasión en los segundos, el valenciano la sobriedad de las violas, y la madrileña la contundencia del cello ampliada con los contrabajos en este programa que «(…) refleja la evolución del cuarteto en el siglo XX (…) retoman(do) el género».

El Adagio para cuerdas op. 11 (1936) de Samuel Barber (1910-1981) siempre pone un nudo en la garganta, puede que al recordarlo en la terrible escena de la película «Platoon» (1986) sobre la guerra de Vietnam y dirigida por Oliver Stone ilustrando la muerte del sargento pero también convertido en Agnus Dei. La tristeza grandiosa por la gama de grises tejidos con blanco y negro por el CuartetOSPA la pudimos apreciar desde el pianísimo inicial, toda una gama dinámica de esta orquesta hoy más compacta y homogénea que nunca, con silencios sobrecogedores, el duelo sobrevenido de tantos recuerdos y la visión casi danzante de los arcos, que solo al bajarse arrancaron la primera gran ovación de la noche en esta partitura aún más grandiosa que la primigenia.

Dmitri Shostakovich (1906-1975) será una de las figuras en retomar esta forma camerística, incluso comparte con Barber dolor, «A la memoria de las víctimas del fascismo y la guerra» que sigue tristemente de actualidad en la portada de su Cuarteto de cuerda nº 8 en do menor, op. 110 (1960) orquestado por Rudolf Barshái (1998), pasando a conocerse como Sinfonía de cámara op 11a. Cinco movimientos sin pausa que combinan el humor y las variaciones con el criptograma de sus iniciales D-S-C-H, el arranque de un cello violinístico como primer hilo de color antes de mover fuerte y rápido el bastidor del telar incorporando más bobinas y tejiendo un tapiz que alterna pedales lineales, triángulos de vals tan socarrones como el compositor ruso, y el círculo mágico de amplia gama cromática. Impresionante ver trabajar todas las cuerdas sustentadas en la dirección del Quiroga, arpilleras austeras en una pasada, hilos sedosos en otra para una alfombra sutil que funcionó rítmica y bella, apreciando tanto los detalles en la confección (comprobando las entradas todos a una) como el resultado final de esta gran sinfonía camerística, verdadera práctica musical de conjunto y escuela para diletantes noveles o veteranos.

Gustav Mahler (1860-1911) siempre admiró a Franz Schubert (1797-1828) desde sus tiempos de estudiante y el deseo de interpretarlo. Gran conocedor de la música de cámara, el Cuarteto nº 14 en re menor, D. 810, “La muerte y la doncella” (1824) lo llevó a Hamburgo con orquesta en 1894 aunque criticado por «privarle de su encanto e intimidad original». Evidentemente no era aún el «tiempo de Mahler», que transcribiría este cuarteto de Schubert que «El Quiroga» tiene dominado hace tiempo, por lo que con la OSPA en este séptimo, recrearían cual encaje de bolillos todas las filigranas de los cuatro movimientos en una lección de coordinación total, vistiendo la muerte con tensión sincronizada en el inicio para dejarnos la doncella feliz con verdadero hilo de oro en el final. Sonido limpio, claridad expositiva, riqueza dinámica, silencios sobrecogedores e incluso el vértigo del presto rematando un concierto donde todo concuerda cuando la cuerda funciona y las manos maestras ayudan, comparten y convencen. Merecidos aplausOS PAra todos, esperando no se pierda el hilo de colaboración con mi siempre admirado Cuarteto Quiroga en proyectos tan esperados como este de éxito rotundo.

¡¡Feliz cumpleaños Aitor Hevia en tu tierra!!

El Verne metálico

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Jueves 16 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: CIMCO – SACO, Les aventures de Monsieur Jules, Spanish Brass, Albert Guinovart (piano). Videocreación: Cristina Busto. Obras de Andrés y Francisco José Valero Castells, y Guinovart. Entrada: 12 €.

La capital asturiana sigue ofreciendo música casi a diario y este jueves unían fuerzas el Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO) y la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) con un original programa donde la banda sonora la podíamos poner nosotros aunque en la obra del compositor e intérprete catalán tuvo un complemento algo pobre y «traído por los pelos» del taller de Cristina Busto (Avilés, 1976) a base de sombras animadas junto a proyecciones más sugerentes que descriptivas, pues nada mejor que la música para evocarnos imágenes y más cuando el propio Guinovart presentaría  a pares sus seis inspiraciones en Julio Verne.

El concierto, presentado por el trombonista Inda Bonet Manrique, lo abría una obra de los hermanos Valero Castells titulada Sexteto en tres movimientos (Allegro con spiritoAdagio mestoAllegro deciso) de 1997, obra muy bandística viniendo de músicos valenianos, para quinteto de viento con piano, sonoridades bien logradas en los metales y un piano que complementaba el protagonismo del viento aunque también tuvo sus partes protagonistas que en las manos de Albert Guinovart siempre resultan concertísticas. Ser natural de Silla es sinónimo de músico, la Valencia envidia de todas las bandas que piden ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, así que el mayor de los hermanos Valero, Paco (1970) se decantaría por el oboe, mientras Andrés (1973) se especializaría nada menos que en otros cuatro, además de continuar unidos para siempre a la música en todas sus facetas, sin olvidar la docencia o la composición por parte de ambos, como este sexteto escrito «a cuatro manos».

Obra exigente para todos, arrancando con un piano muy rítmico sobre el que se va «armando» una polifonía del quinteto de metales que recuerda a bandas sonoras actuales de Lalo Schifrin a Michael Nyman, solos alternados e imágenes «ad libitum»; el movimiento central de carácter épico y cual órgano ecuménico, parte central de piano con halo romántico siempre muy tonal y evocador; se cierra este sexteto con un movimiento muy rítmico lleno de guiños en los metales plagados de semicorcheas y el piano empujando, con una cadenza central reposada, de nuevo para disfrutar la sonoridad individual de los metales sumándose el piano que completa los armónicos de esta última «escena» casi de concierto sinfónico, un piano percusivo y metales fugados en esta obra de nuestro tiempo donde la herencia valenciana, también del Spanish Brass con más de 33 años a sus espaldas, se nota de principio a final. Bien todo el sexteto, aplaudido en cada movimiento, y excelente acústica la de la sala de cámara para esta partitura.

La obra del pianista, docente y compositor Albert Guinovart Mingacho (Barcelona, 1962) «Les aventures de Monsieur Jules» (estrenada en Alzira, 2011) aunque fue un éxito, cayó un poco en el olvido pero tras grabarla en CD ha vuelto a interpretarse y recobrar la vigencia de una obra actual. Como explican las notas al programa: «… seis movimientos para quinteto de metales y piano. Cada uno de los movimientos está inspirado en una de las diferentes novelas del genial escritor francés Jules Verne. Se podría decir que el argumento de la mayoría de estas novelas forma parte del imaginario colectivo, por lo que Guinovart pensó que sería una buena manera el poder crear una música sugerente para cada título, y que podría traer a muchas identificaciones en algunos fragmentos descriptivos por parte de los auditores, sin ningún tipo de aclaración más que el acompañamiento del título. En esta colaboración con SACO, será la artista Cristina Busto la que creará animaciones y video-creaciones para cada movimiento con diferentes técnicas visuales».

Si su faceta «clásica» la descubrí con el CD grabado para Sony© con sus conciertos para piano, sus musicales nos dejan obras de nuestro tiempo, al igual que sus bandas sonoras para el cine y la televisión, por lo que esta suite de seis números para quinteto de metales con piano está inspirada en otras seis novelas del prolífico Julio Verne pero elegidas sin buscar un programa descriptivo sino más bien dejar fluir la imaginación compositiva así como la del público. Buen oficio del catalán quien nos contaría a pares antes de interpretarlas, dejando a la vez un poco de descanso a los labios de estos excelentes intérpretes del Spanish Brass (premio nacional de música 2020): Carlos Benetó Grau (trompeta, flugel), Juanjo Serna Salvador (trompeta, flugel), Manuel Pérez Ortega (trompa), Inda Bonet Manrique (trombón) y Sergio Finca Quirós (tuba), destinatarios de esta obra junto al propio compositor al piano y grabada junto a la primera de hoy más el quinteto de Salvador Brotons, y que además tiene un arreglo sinfónico que estaría bien se programase en Asturias pues la obra es agradecida de escuchar donde se nota de nuevo la formación clásica de Guinovart.

La nota de prensa nos indicaba: «Se podría decir que el argumento de la mayoría de estas novelas forma parte del imaginario colectivo, por lo que Guinovart pensó que sería una buena manera el poder crear una música sugerente para cada título, y que podría traer a muchas identificaciones en algunos fragmentos descriptivos por parte de los auditores, sin ningún tipo de aclaración más que el acompañamiento del título. “La música que he creado es más sugerente que descriptiva en el sentido de poder seguir el argumento de la historia. Son imágenes desatadas y ambientes sugeridos por el recuerdo de estas historias en un adulto que se mete en la piel de un niño cuando descubre aquellas aventuras que le hacen soñar. El resultado creo que es una música muy atractiva a la primera audición para el público porque reconoce lugares comunes, y porque a través del acompañamiento de la imaginación puede disfrutar de momentos expresivos, virtuosísticos, intimistas, cómicos, paródicos o soñadores, a través de los sonidos creados en el escenario por los seis músicos».

Por lo tanto seis narraciones musicales interpretadas de dos en dos, que muchos hemos visto en el cine: Veinte mil leguas de viaje submarino, evocador número casi impresionista por las sonoridades bien combinadas de los metales junto al piano, señas de identidad con «tintes rusos»; Michel Strogoff el correo del zar, combinación de aventura, frialdad y épica, cita a la danza y el canto ruso alternando inspiraciones de dinámicas amplias, ritmo y lirismo casi procesional en los metales, con un virtuosismo pianístico digno de las películas mudas con música en vivo.

Norte contra Sur ambientada en la guerra de secesión con un espiritual al trombón que es capaz de ponerle el color del dolor en los esclavos enfrentado al vals «europeo» de los terratenientes casi un Shostakovich para Kubrick con un piano perlado; Viaje al centro de la Tierra intrincado, sorpresivo, metales creando climas misteriosos con la inocencia del piano juvenil que arranca un itinerario ageográfico lleno de vida.

Lo romántico no puede faltar en Guinovart, y la menos conocida El rayo verde cuenta la historia de verlo en pareja que asegura amor eterno, el piano protagonista revestido de sordinas metálicas, hermosa melodía y bellísima interpretación del propio compositor; Finalizaría esta suite con La vuelta al mundo en ochenta días, unas variaciones a partir de la famosa melodía de «Pompa y circunstancia» (Elgar) a cargo de la trompa, como eje vertebrador de la nacionalidad de Phileas Fogg en un itinerario musical donde escuchar los toques de pasodoble torero, la China pentatónica, el arrabalero tango porteño, la bossa brasileña y el swing estadounidense sin necesidad de itinerario concreto y donde al menos hubo acierto por parte de la asturiana Cristina Busto, que nos completó nuestra propia imaginación con las excelentes intervenciones de los cinco metales españoles junto al propio compositor y pianista.

Y el regalo nada mejor que del propio Guinovart, uno de los Quatre Preludis de LLum para trompeta y piano (2013), en versión para quinteto de metales con piano, Luz de mediodía, manteniendo la unidad musical de este concierto camerístico con unos intérpretes de altura y trayectoria internacional que sonaron «de cine».

Lars Vogt siempre joven en nuestro recuerdo

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Lunes 13 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: David Fray (piano), Orchestre de Chambre de Paris, Nil Venditti (directora). Obras de Mendelssohn, Mozart y Bizet.

Nuevo concierto de las jornadas ovetenses que se dedicaba a la memoria del pianista y director de esta Orquesta de Cámara de París Lars Vogt, fallecido el 5 de septiembre de 2022 tras una larga enfermedad, y a quien aún recuerdo de su anterior concierto con la Real Philarmonia de Galicia. Programa con «obras de cabecera» contando para esta gira española, que ponía el punto final en «La Viena Española», con el francés David Fray (Tarbes, 1981) al piano y la dirección de la turco ítalo-turca Nil Venditti (Perugia, 1994) que tan buen sabor de boca dejase al frente de la OSPA el pasado mes de noviembre. ¡Qué rápido pasa todo! al menos la música siempre permanece…

Tres páginas de repertorio organizadas como siempre: obertura (Mendelssohn), concierto de piano (Mozart) y sinfonía (esta vez del francés Bizet, verdadera «rareza juvenil» que también disfrutamos en este Auditorio de Oviedo por la OSPA en el aparentemente lejano octubre de 2020 de recuerdos pandémicos), este lunes con la Orquesta de Cámara de París que hace cuatro años nos trajo a Emmanuel Pahud en esos conciertos históricos, partituras que comparten mucho «romanticismo» por la juventud (incluida la directora), vitalidad y precocidad en la composición de las tres obras (Mendelssohn escribió con 21 años la obertura, el concierto de Mozart con la misma edad, y la primera sinfonía de Bizet con sólo 17).

La Obertura «Las Hébridas», op. 26 (1830-32) de Felix Mendelssohn (1809-1847), también conocida como «La gruta del Fingal» está llena del halo romántico entendiédolo como viaje, literario, musical y real como es el caso del compositor alemán tras la visita a la Escocia que tanto recuerda mi Asturias de «ñublu y orpín» cada vez que la escucho, y que la Orquesta de Cámara de París con Venditti traía bien rodada en esta gira española, y la percibí con más luz de la esperada pues la pasión de la directora la llevó a dotar esta música programática con más espuma en las olas rompiendo que los claroscuros propios, brillo orquestal para una formación camerística bien equilibrada en todas sus secciones como bien trabajó con ella el hoy recordado Lars Vogt.

David Fray sería el solista del Concierto para piano n° 9, K271, «Jeunehomme» (I. Allegro – II. Andantino – III. Rondo: Presto) de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), que el propio compositor llevó por Manheim y París, y que no siempre encontró el mismo latido desde el podio, cual cierto duelo de egos donde ninguno se impondría, adoleciendo de una concertación más precisa en los finales de las frases, adelantándose unas décimas el piano, pero que nos dejó una versión subyugante por parte del pianista francés, sin el reposo necesario y con mucha introspección.

No hubo la limpieza deseada en los cromatismos ni un pedal más preciso, tampoco excesiva fuerza -sobremanera en la mano izquierda- en este concierto que reúne lo mejor del lenguaje operístico (que el propio Fray reconoce en la entrevista para LNE que dejo a continuación), pero al menos sus pianissimi fueron excelentes y las cadencias lograron acallar toses por lo delicadas e intimistas, especialmente la del segundo movimiento, «cantando» como se espera del genio de Salzburgo. La sincronía resultó mejor en el último Rondo: Presto exigente de «tempi» para todos, con el paréntesis del cambio de aire retomando el deseado latir único que faltó en los anteriores.

Y para demostrar la calidad y calidez pianística, Fray nos regaló el Impromptu nº 3 en sol bemol mayor, D.899 de Schubert (1797-1828) que tiene grabado, otra obra juvenil, de interpretación esta vez bien reposada, buscando la exquisitez del sonido sin más ego que el propio del piano, ya liberado de compartir la misma dirección.

No debemos olvidarnos al Georges Bizet (1838-1875) orquestal, y pese a tratarse de una obra académica compuesta en Roma en 1855, esta Sinfonía nº 1 en do mayor (I. Allegro vivo – II. Adagio – III. Allegro Vivace – IV. Finale. Allegro vivace) sonó perfecta con Venditti y «la parisina«, totalmente entregados al impulso y pasión de la perusina con la plantilla perfecta para disfrutar de esta partitura que demuestra la inspiración clásica en Beethoven o Schubert escrita desde el estudio concienzudo y con pinceladas del lenguaje operístico con el que triunfaría en su vuelta a París, mucho más que con sus obras orquestales. Formación bien balanceada, disciplinada, de sonoridad clara y buenos primeros atriles (con maderas y metales a un excelente nivel) dejándonos una vital y juvenil primera sinfonía que la directora presentó en inglés e italiano antes de comenzar.

Y de nuevo el gracejo, simpatía, energía desbordante y pasión que ya exhibiese en su primera visita ovetense, Nil Venditti pidió al público votar Mozart o Rossini, división de opiniones y difícil «decidirse», pero tras el aire operístico de la sinfonía bizetiana, qué mejor propina que la obertura de La scala di seta del cisne de Pésaro, vertiginosamente llevada y contrastada en el tempo para jugar cada silencio con un auditorio totalmente ganado a base de humor, entrega y una orquesta (donde brillaron oboe y flauta) doblegada a la directora turco-italiana que volvió a contagiarnos su alegría desde la personal forma de entender estas músicas.

P.D.: Como curiosidad, llegando al auditorio con tiempo suficiente, me encontré una joven con deportivas y plumífero charlando con su teléfono por videoconferencia en inglés cual alumna de Erasmus esperando entrar al concierto… Mi sorpresa al ver que se trataba de la directora, a quien en broma le pregunté tras esperar a que finalizase su conexión si estaba todo preparado (Are you ready?). Risas y buen recuerdo de su paso anterior dirigiendo la OSPA, con cariño y gratitud.

La luz de la música

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Sábado 11 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Alice Sara  Ott (piano), Oviedo Filarmonía, Shiyeon Sung (directora). Obras de Augusta Read Thomas, Ravel, Bernstein y Stravinsky.

Sábado gris de orbayu pero con luminoso programa para las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» que colmaron las expectativas con un lleno también de tristes y habituales estertores a los que sumar algún portazo y caída de paraguas, normalmente en los entretiempos pero también «a destiempo» como claros signos de aburrimiento ante obras que para algunos todavía siguen siendo muy «modernas» aunque tengan más años que su propia mala educación.

Cuatro obras exigentes para una Oviedo Filarmonía (OFIL), hoy reforzada con alumnado del CONSMUPA, madura, flexible, capaz de «cambiar el chip» con una facilidad asombrosa, y que hoy lo dieron lo dieron todo bajo la batuta de Shiyeon Sung (Busan, 1975), por momentos tensa pero siempre atenta al detalle, buena concertadora y con un repertorio donde no tuvo respiro. Siempre existen desajustes puntuales y mínimos problemas de afinación rápidamente resueltos, pero está claro que la orquesta ovetense rinde al máximo y las batutas expertas saben hasta dónde «apretar» sin forzar.

El compromiso de programar una compositora en cada concierto subió el listón femenino con la citada directora sucoreana y la pianista germano-japonesa que sería el plato fuerte del concierto. Como un homenaje a Clara Wieck, otra pianista y compositora que renunciaría a su carrera, la neoyorkina Augusta Read Thomas (1964) escribe Clara’s Ascent (2019) para orquesta de cuerda en el 200 aniversario de Clara Schumann, un expresivo juego de tímbricas agudas y graves, como lucha entre sombras y luces desde una aparente simpleza donde las dinámicas son protagonistas para conseguir el colorido que no es melódico. Como escribe el doctor Jonathan Mallada en las notas al programa (enlazadas arriba en obras) «Thomas dota a su pieza de un fuerte componente expresivo a través de la dialéctica que supone contraponer, en una textura liberada, las sonoridades grave y aguda de la cuerda, encarnando este último elemento el alma de Clara. De este modo, a lo largo de los ocho minutos que dura la obra, el oyente asistirá a la victoria de la línea melódica más aguda, dentro de una atmósfera natural y efectista generada por la simplicidad de los medios utilizados y por el manejo del volumen. Clara se impone simbólicamente a las tinieblas representadas por violonchelos contrabajos, rubricando un sentido y respetuoso homenaje a una de las pioneras –en cuanto a su trascendencia– del mundo compositivo femenino».

Un buen inicio para templar la cuerda ovetense que tardó algo en «calentar» pese a los intentos de la maestra Sung por sacar a la luz entre toses esta breve partitura de nuestros días, cellos y contrabajos a pares pero de sonido rotundo, más los violines y violas completando la paleta musical que brillará sobre la oscuridad en este homenaje femenino singular.

Toda la luz musical nos la traería el piano de la esperada Alice Sara Ott (Munich, 1 agosto 1988), fogosa delicadeza, pasión roja y desnudez de pies. El Concierto para piano y orquesta en sol mayor (1932) de Maurice Ravel (1875-1937) tiene todo el colorido norteamericano de referentes en Gerswhin al que conocerá personalmente, pero con la luz cantábrica del compositor hispano francés, Ciboure y la playa de San Juan de Luz con los aires de jazz que llegaban a Europa. Allegramente ya muestra esas influencias del otro lado del océano. Ritmo contagioso, brillo del piano y base orquestal poderosa bajo la batuta de Sung que tardó en encontrar el tempo exacto pero con «Alice in Wonderland» por todo lo que la germano-japonesa aportó desde el piano. Evanescente el Adagio assai con el piano de Ott que emerge desde una sonoridad cristalina llena de esencias melódicas para enlazar con una orquesta aterciopelada, el arpa (Danuta Wojnar) junto al piano dando las pinceladas impresionistas llenas de delicadeza con el toque puntillista del corno inglés (Javier Pérez), antes de afrontar el Presto voluptuoso, pugna luminosa entre solista y orquesta pintada por Sung, deslumbrantes fuegos de virtuosismo iluminando un auditorio que aclamó la interpretación.

Sin perder la atmósfera cosmopolita de todo el concierto y la creada en ese París hoy tan presente, nadie mejor que Erik Satie (1866-1925) y su primera Gnossienne «Lent» que Alice Sara Ott nos susurró en un piano etéreo, lleno de sonidos escondidos, delicado, con unos armónicos que flotaban en el aire por unos dedos que caían sobre las teclas como gotas de agua en sus pies desnudos, «inicio y final, transparencia y opacidad» como lo describe el sello amarillo del que la pianista es artista exclusiva.

Tras el descanso volvían los aires de gran ciudad, la inspiración en el jazz y la danza aumentando la plantilla para interpretar a Leonard Bernstein (1918-1990) y su Fancy free (1944), locura de ritmos metropolitanos y caribeños, el Gerswhin de Lenny que alcanza luz e idioma propio, percusión precisa y piano virtuoso de Sergey Bezrodni completando una plantilla que con Shiyeon Sung contagió toda la fuerza de este ballet ya aplaudido en el cuarto de los siete números de que consta. Toda la riqueza rítmica, sincopada, con las influencias de otros grandes como Copland o Milhaud confluyen en una partitura que Oviedo Filarmonía plasmó cual musical o lienzo cinematográfico en «Pop Art«.

La luz de los dos lados atlánticos y la música de baile que tanto supuso en el pasado siglo cerraría este sábado con Igor Stravinsky (1882-1971) y la suite de 1919 El pájaro de fuego, cinco cuadros sonoros bien contrastrados por la maestra Sung al frente de una OFIL entregada en todas las secciones (bien maderas y metales con soberbio solo de Ayala a la trompa), ritmos (a la altura con toda la percusión más el piano virtuoso), melodías (perfecto de nuevo el corno con el cello de Chordá, y bellísima la de  Schmidt a la flauta con el arpa), y armonías sacando músculo sinfónico, empaste, brillo y ampulosidad final, el auténtico fuego tras un recorrido de cuento o película Disney con música del ruso plasmada en una partitura que sigue siendo un referente orquestal. Como escribe Mallada «Stravinsky confeccionó una partitura que aunase la riqueza orquestal aprendida de su maestro Rimski-Kórsakov, la variedad del folclore tradicional ruso y las vanguardistas armonías de la música francesa».

Otro sábado luminoso y colorido en lo musical que compensa el grisáceo y caluroso día atípico de este marzo que pide primavera en pleno invierno.

Víctor Luque, el maestro del Oviedo Secreto

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Sobre la vida y la trayectoria profesional del guitarrista, fallecido el martes a los 84 años

Artículo para LNE del jueves 9 de marzo, con los añadidos de fotos (propias y de las RRSS), links siempre enriquecedores, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Este martes me enteraba por nuestro común amigo Miguel F. Mijares de la muerte del irrepetible e indescriptible Víctor Luque en su actual casa de Borines, tras una caída y un golpe en la cabeza.

Víctor Pérez del Villar Luque (Oviedo, 1938) es escribir de la historia de la música, y de la mía propia, con ella por montera. Mis primeros recuerdos son con su Jeep aparcado en el “Campo de maniobras” donde está ahora La Nueva España, preparado para un safari africano, pues viajar era su gran pasión y la guitarra fiel compañera, del que el diario carbayón tendrá en el archivo sus crónicas. De sus tiempos con el Quinteto de Armónicas “La Praviana” me hablaba mi tío Paco, junto a Toni el joyero que también era conocido de mi familia. Y su aparición en la televisión en blanco y negro un acontecimiento que asombró a quienes nunca le habían escuchado cantar y tocar la guitarra, también su armónica (la bajo siempre difícil). Músico sin etiquetas que hacía suyo todo lo que interpretaba, jazz, folklore sudamericano pero también las bandas sonoras.
Pero mi verdadera amistad con Víctor arrancaría en las noches ovetenses de los años 70, sus recitales en los pubs donde el Padocks, en un sótano de la calle Marqués de Pidal frente a la entonces parada del bus al aeropuerto, lo cerrábamos tras una sesión conmigo al piano y saliendo por el portal pues no eran horas de que nos viesen salir de día subiendo las escaleras y abriendo aquella puerta verde. El Viva y el Tigre Juan del Antiguo, la calle la Luna, ¿cuál si no? del Nessy y La Quintana al lado, toda la “Guía Secreta de Oviedo” que escribiese Juan Cueto.

Como la canción Noches de bohemia y de pasión, compartidas con tantos amigos comunes entre los que no faltaban mis maestros en el Mester de Juglaría Wima y Luis Cueva (sumándose ahora a esta nueva ronda celestial) y el querido Miguelín con el requinto, todos alrededor de unas canciones que gracias al maestro Luque descubrimos sus ritmos y melodías que nos acompañarán toda la vida.

El famoso LP “La guitarra imposible” es una de las joyas que atesoro, donde igual sonaba un pupurrí de los Beatles que una milonga sin trampa ni cartón, porque estaba grabado de un tirón y en una sola pista sin trampas, con aquella Ovation que sonaba increíble y cuyo máster pude escuchar con Avelino López Díaz, otro polifacético carbayón, tras una escapada con “Los Juniors” a su estudio allá en Villayón. Y es que Víctor no se prodigó mucho en disco, lo suyo era el directo, la noche y el güisqui con los amigos.

Pero sí logró llevar a cabo su proyecto de tocar y grabar con “Los Virtuosos de Moscú”, donde el piano era más difícil de lo que yo pensaba y decliné participar para finalmente ser el genuino virtuoso Sergey Bezrodny quien lo dejase grabado para la eternidad, con unos arreglos prodigiosos de mi querido Luisín, que hoy son un incunable de la discografía bajo el patrocinio de la extinta CajAstur celebrando que “… cincuenta años no es nada”, y que con 84 años aún era joven para seguir asombrando con su magisterio y bonhomía.
Recuerdos de muchas veladas al lado de La Jirafa en otro pub subterráneo con un grande del violín, Luis Miquel Álvarez R. de la Peña (con quien también compartí bolos, noches y copas), emulando a Grapelli con Django Reinhardt, sumándose Jesús A. Arévalo al piano, entre tantos músicos que acudíamos a unas sesiones que muchos seguimos recordando.

Siempre con la música de su guitarra y los viajes, muchos primeros domingos de agosto en San Marcelo (Cornellana) compartiendo mesa, sobremesa y canciones en casa de Lolo y Aurora, verdaderas fiestas que no tenían hora de cierre para volver a Mieres, donde Víctor estaría una temporada viviendo en Rozadas de la Peña antes de instalarse en Borines. Una vida llena de historias con música, de amores y desamores, de ilusiones y frustraciones, y que al menos tuvo el merecido reconocimiento en vida del AMAS honorífico de 2021, creo que la última vez que nos vimos. Al menos me quedará siempre su música, su magisterio y su amistad.

La Big Band del Universo sigue creciendo con otra de mis estrellas queridas, y seguro que Víctor Luque será la figura invitada en la próxima sesión nocturna ya sin prisas, compartiendo escena con tantos amigos que le esperan en el más allá musical desde este triste 7 de marzo. Que la tierra te sea leve.

El equilibrio del trío

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Miércoles 8 de marzo, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Sociedad Filarmónica de Gijón: concierto nº 1663, Trío Yoon / Rochat / Jáuregui. Obras de Debussy, Arensky y Brahms.

Concierto este día 8 con muchas eMes: miércoles, marzo, música, mujeres y maravilloso. Programa de un trío joven y experimentado, exigente y agradecido, con tres obras para tres intérpretes que contagian pasión, lirismo, musicalidad a raudales, todo bien asentado en las tres patas que mantienen un equilibrio asombroso, uniendo tres solistas para compartir y sentir como un solo organismo. Un tres que con un espejo se convierte en ocho, magia numérica y musical.

Soyoun Yoo al violín, Nadège Rochat al chelo y Judith Jáuregui al piano demostraron su buen hacer en el formato camerístico ideal del trío, los extremos del agudo al grave en la cuerda frotada con el sustento completísimo de las 88 teclas desde tres compositores y tres tríos que fueron creciendo en dificultad pero también en entrega para estas tres mujeres músicas que no necesitan fechas para festejar su calidad.

Abría la velada el poco escuchado Trío para piano en sol mayor, CD 5 (1880) de un joven Achile Claude Debussy (1862-1918) que explica perfectamente la musicóloga Andrea García Alcantarilla, como cellista y buena estudiosa de los tríos, en las notas al programa: «Junio de 1880: el cortejo de la baronesa von Meck acaba de llegar a la Villa Oppenheim de Fiesole donde se les unen otros dos jóvenes músicos: el violonchelista Danilchenko y el violinista Pachulski que, junto con Debussy, forman un trío que tocará todas las noches para la familia. Es precisamente en este ambiente en el que el joven Debussy se decide a escribir su Trío en Sol Mayor varios meses antes de empezar las clases de composición». Emulando este trío histórico, el piano dibujaba cristalino el primer Andantino con molto allegro, contestado por el violín limpio, la contestación del cello poderoso, para unir los tres caminos hacia un Scherzo. Intermezzo. Moderato con allegro que sería premonitorio de los otros tríos, un «scherzo» jovial, alegre, chispeante, cómplice, encantador tal y como lo describiría la aristócrata a Tchaikovsky, que se sumaría a esta forma musical. Un Debussy casi autodidacta que posee toda la inspiración melódica para plasmarla en los tres instrumentos, aunque el piano parezca llevar el peso. Dominando la rítmica y la técnica, este segundo movimiento está lleno de guiños que Yoo-Rochat-Jáuregui nos transmitieron desde un encaje perfecto y un equilibrio de planos lleno de matices extremos. El Andante espressivo puso el toque melancólico y elegíaco, recordándonos a Schumann o Dvorak, que las intérpretes en solitario dominan y en trío comparten su bagaje musical. El Finale. Appassionato resultó otro regalo interpretativo de expresión, entendimiento y comunión entre las tres músicas, amplias dinámicas además de pulcritud por un sonido compacto.

El «descubrimiento» del programa sería el Trío para piano nº 1 en re menor, op. 32 (1894) del ruso Antón  Stepanóvich Arensky (1861-1906), melómano en los genes, y discípulo de Rimsky-Korsakov en San Petersburgo, para ser después maestro de Scriabin y Rachmaninov en Moscú, compaginando docencia y composición. Como nexo con el anterior trío del francés, también conocería a a Tchaikovsky, influyendo en su estilo y animándole a esta joya camerística, con otro Scherzo. Allegro molto colocado en el segundo movimiento, un juguete en manos del trío Yoo-Rochat-Jáuregui: complicidad en los fraseos, tempi y silencios, saltarín en cada una de ellas con absoluta limpieza pese a la complicada ejecución; y la Elegía. Adagio en el tercero, un canto fúnebre que un público respetuoso escuchó con emoción en la interpretación de estas tres artistas, una marcha fúnebre desde el piano de la donostiarra para proseguir con sordina los arcos de surcoreana y francosuiza, un adagio femenino pero rotundo, delicado y entregado, música a raudales de tres órganos impulsados por un solo corazón haciendo latir esta maravillosa partitura que comenzaba con un Allegro moderato y acababa con el Finale. Allegro non troppo llenos de vida, de nuevo recordando a Schumann e incluso a Brahms. Sonido pulcro, ejecución intachable e impecable en cada una de ellas, fraseos únicos dotando de toda la riqueza que atesora esta obra de Arensky  transmitiéndonos un romanticismo lleno de complejidad y brillantez con la «tristeza … repentinamente barrida (…) por una ráfaga final del destino» que escribe Andrea García A. De lo más aplaudido del concierto que obligó a salir dos veces a saludar antes del necesario descanso tras esta «rareza» que ya tenemos anotada.

La segunda parte la ocuparía plenamente Johannes Brahms (1833-1897) con su conocido Trío para piano nº1 en si mayor, op. 8 (1889), punto álgido de este 8M, la forma musical vista en la primera parte incluso con el scherzo al que podría calificar como en los otros dos pero mucho más exigente técnicamente para los tres instrumentos, especialmente el piano, con unísonos encajados milimétricamente, dinámicas asombrosas, engranaje de «tres en uno» verdaderamente digno de admiración para Yoo-Rochat-Jáuregui. Obra juvenil la del hamburgués que revisaría durante años a excepción del scherzo, reflejo del trabajo exigente del compositor alemán ya con su firma inimitable desde el Allegro con brio inicial, con un cello poderoso lleno de claroscuros; el mágico Scherzo rítmico, enérgico, juguetón y saltarín, utilizado en varias películas que me recuerda siempre a Schubert; el Adagio íntimo, misterioso, melódico y pianístico bien contestado por las cuerdas; para concluir con el Finale. Allegro brillante, contrastante, marcial y lleno de fuerza. Una interpretación impecable del trío, de nuevo muy aplaudido que aún volverían para el regalo francés, volviendo al inicio del camino.

Un admirable Maurice Ravel (1875-1937) del que el trío es devoto, y con el que se le sintió feliz y nosotros más, su «Andantino expressivo» del Trio en sol mayor, una delicia del compositor hispano francés en la interpretación con el melódico cello de Rochat, el lirismo violinístico de Yoo y una delicadeza al piano con Jáuregui, verdadero equilibrio y estabilidad de tres pilares con un mismo sentido de musicalidad.

Con M de martes, marzo, mujeres y música

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Martes 7 de marzo, 19:30 h. Centro de Cultura Antiguo Instituto, Salón de actos: Conferencia «La música de las mujeres y las mujeres en la música» a cargo de Eduardo Viñuela, Profesor titular del Departamento de Hª del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo.

Como actividad previa al concierto que se celebrará este miércoles 8M, la Sociedad Filarmónica de Gijón preparó esta interesante conferencia del profesor Viñuela presentado por Mar Fernández, vicepresidenta de la sociedad, haciendo hincapié que el concierto del trío Soyoung Yoon, Nadège Rochat y Judith Jáuregui ya estaba previsto independientemente de la efeméride, pero nada mejor que contar al final de la conferencia con su presencia, para completar una charla y coloquio de lo más enriquecedor en estos nuevos tiempos de feminismo.

El doctor Viñuela planteó una amena exposición desde dos preguntas ¿dónde está la música de las mujeres? y ¿dónde están las mujeres en la música?, primero por las pocas que se conocen en su faceta de compositoras, incluso descubriéndose pero sin escuchar sus obras. Desde la amplia lista en Wikipedia al mapa de Shakira Ventura vemos cómo aún queda mucho por descubrir en el planeta.

No faltó tampoco la explicación del llamado «Sistema patriarcal» y los pares binarios para dar respuesta y comprender mejor tantos interrogantes sobre la poca visibilidad femenina en el mundo de la composición, incluso en el de la interpretación, con la ausencia de referentes o modelos a seguir incluso en un siglo romántico y europeo que «silenciaba» a Hildegard von Bingen, Francesca Caccini o Barbara Strozzi, por lo que hasta Clara Wieck «desistiría» de su creatividad por el mero hecho de ser mujer, como reflejó en su diario:

«Una vez creí que tenía talento creativo, pero abandoné esa idea; una mujer no debe desear componer, no es bastante hábil para ello ¿por qué iba yo a esperar poder hacerlo?»

Analizar las causas supuso también un repaso histórico y sociológico de la mujer en la música, los instrumentos con que se las asociaba (arpa, guitarra y tecla), pues «la organología tiene género» y hasta cierto carácter doméstico, si exceptuamos la voz como algo más «femenino» por el sesgo de natural o emocional, una música interpretada para pocos y la posterior además de lenta incorporación a las orquestas (incluso exclusivamente femeninas) y bandas. Mayor desarrollo tendría el actual debate sobre la dirección que también se trató en el coloquio con las tres intérpretes, donde parece que volvamos del revés la propia historia (comentaba Soyoung Yoo su vivencia inglesa donde no pudo ampliar estudios de violín pero de haber elegido la batuta no hubiese tenido ni que superar pruebas, tal es el momento actual de las directoras que comienzan a «priorizarse» más allá de las llamadas cuotas).

Visibilizar, interpretar obras de mujeres, grabarlas pues son patrimonio (interesante el dato que Nadège Rochat aportó sobre la compositora irlandesa Ina Boyle, siendo la primera en grabarla) y por supuesto los sesgos machistas donde parece darse más importancia al vestido de la pianista que a su propia interpretación, como comentó también Judith Jáuregui, que a su propia interpretación, algo que a la inversa nos preguntamos por qué no sucede. Cierto que la calidad de las tres intérpretes va más allá del género y no han tenido problemas por su condición de mujeres para mantener una carrera imparable y plagada de éxitos.

Entrevista para «El Comercio»:

Como colofón y entre las posibilidades para impulsar un cambio Eduardo Viñuela propuso: «Normalizar la programación de las compositoras», «Romper con los estereotipos en la interpretación», «Ser críticos con los juicios de valor» en programas de mano, críticas y hasta conversaciones informales, y «Demandar música fuera del canon» decimonónico, pues son las claves para visibilizar y escuchar tanta música que duerme el sueño de los injustos, si se me permite la expresión. Todo un proceso interrelacionado donde el profesor sugiere:

1) Cuota de programación en conciertos y en centros de formación; 2) Preparación de repertorio de mujeres; 3) Demanda de partituras; 4) Producción de grabaciones; 5) Enriquecimiento del patrimonio musical, y 6) Incorporación a la historia de la música. Poco a poco vamos lográndolo desde distintas asociaciones como el Ateneo Musical de Mieres, aunque aún queda mucho camino por recorrer y mucho terreno que ganar en esa «Música con M de mujer».

Y el coloquio final que se prolongó hasta casi las nueve de la noche, lleno de anécdotas, experiencias de todo tipo, vivencias propias en sus carreras, sumando la ilusión de poder escuchar mañana a un trío con el entendimiento que se transmite incluso escuchándolas hablar y tan necesario para afrontar un programa exigente que se transmite. Desde aquí lo contaremos.