1994 comenzaría recordando a Pergolesi, las audiciones de los sábados, el transcurrir diario, los conciertos en Valencia, los encuentros con FECORA, clases, anécdotas como la visita a Covadonga de Alfredo Kraus, las vivencias con otros escolanos como el hoy famoso tenor Jorge Norton, los exámenes libres en Oviedo con Purita de la Riva, el imperecedero D. Alfredo de la Roza y por supuesto la Novena a la Santina como culmen de su primer curso. Escuchar su No llores paloma mía por el LDO me sirvió para comprobar cuántos recuerdos comunes nos trae la música.
En 1995 sería Silos otra experiencia imperecedera, el concurso de voces blancas que convocaba FECORA, músicas del
cangués Ramon Prada, la construcción de los
órganos nuevos de Acitores en Covadonga, el positivo prestado mientras se montaban y poder escuchar sus propias obras en ellos, más audiciones de los sábados con
Murray Perahia y los conciertos de piano de Mozart,
Bartok y el Microcosmos, el deseado verano y su primera misa con más obras de violín, audiciones del barroco italiano o las
sinfonías de Mendelssohn por él analizadas, los nacionalismos y su segunda Novena. Una palabra: «belleza», escuchando su
Fantasía “Virgen con niño y San Juanito” (para mezzo y piano), rehecha con orquesta que sería la que nos pondría.
El año 1996 comenzaría citando el aforismo de
Heráclito que decía
«nadie puede bañarse dos veces en un mismo río, porque aunque aparentemente el río es el mismo, sus elementos, su cauce, el agua que corre por él, han cambiado», el cambio como constante de la vida ya que ésta representa una constante transformación del río que nunca es el mismo. Sus estudios y lecturas de Historia de la música,
Zamacois,
Amat… el
Manual de Solfeo LAZ, una biografía de Mozart… siempre la importancia de los libros. Y musicalmente obras con formas más audaces y fijándose en la orquestación. Sus propias sonatinas o valses… ya con 12 años pero con la composición claramente consolidada, contando con un
ensemble instrumental que crece con sus escolanos, conciertos con y sin coro, más el concierto de los Niños cantores de Viena en Oviedo que sería otro recuerdo compartido de aquel 96, la pequeña opereta vienesa que le abriría otro género, que dejaría para el final pero escuchando a
Beatriz Díaz cantando su Maharajá.
1997 sería su cuarto año, asentando conocimiento y composición, libros de ensayos, armonía en todos los tratados que tenía a mano y aumentando sus obras compilando todo lo hecho más un curso de clarinete y los órganos ya armados, siendo suplente de organista en un oficio donde el estudio y trabajo con
Fernando Álvarez en los dos «juguetes» nuevos aceleraría el trabajar improvisaciones. Escuchamos un fragmento de la
Cantata “El sueño eterno”.

1998 sería el último año
en Covadonga pero siempre permanecerá en él, la finalización de la ESO y los estudios de música en Oviedo, reglados y no, alternando la composición y el canto con la preparación de un CD ya con orquesta ampliada y
Leoncio Diéguez instrumentando, del que Guillermo tomaba nota como alumno aventajado. Más recuerdos compartidos como la inauguración del Auditorio y el estreno de
Jorge Muñiz para la ocasión. Su vocación ya consolidada y la primera eclosión. Última audición del
Intermezzo “Corona de azahar” para su ópera
Bodas de sangre que escuchamos en el
concierto de los «20 años de La Castalia», ópera ya
acabada pero sin estrenar aún.
Para un músico y lector empedernido, nada mejor que cerrar con una cita de
Borges y sus
Poemas del alma totalmente actual:
«En el Oriente se encendió esta guerra / cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra». Hora y media de aquellos años 90 revividos con un fenómeno como
Guillermo Martínez.
Y este
25 de mayo convertiría el salón de actos del RIDEA en un aula de mi cercana Facultad de la Plaza Feijóo 40 años atrás, compartiendo «pupitre» incluso con compañeros de entonces: otra clase de
Emilio Casares, «
La ópera española en el siglo XX: el final del camino«, la continuación de la escuchada el «
curso pasado«, que se quedó y arrancaría esta vez desde 1890 hasta el cierre del
Teatro Real en 1925, donde hubo hasta 125 óperas en aquellos finales de siglo, casi todas «muy buenas» y con 55 estrenos, pero sin llegar al pasado siglo porque hablar de música y escucharla no se puede calcular.
Historias como la lucha contra el Teatro Real construido para representar ópera francesa y nada española,
Chapí luchador y el eclecticismo como explicación al estilo precisamente por faltar dónde representarse. Referencias a la fuerza del Nacionalismo que bien explica
Artola y sirve para la ópera española, comenzando con
Felipe Pedrell y
Los Pirineos, que fijará el método en tres ejes: desarrollo sinfónico, músicas e históricas propias y el
lied como canción del pueblo y nada de cantar en italiano. Así nos recordó el Orientalismo / Andalucismo que levantó críticas por una gitana protagonista cuando Cataluña «debía mirar a Alemania» Sí se parte del
leitmotiv wagneriano pero más allá porque la literatura del momento uniría los dos mundos: ópera con prólogo y 3 actos, 7 horas reducidas a 4 por el propio
Pedrell, y basado en los hechos históricos del sur de Occitania y el Reino de Aragón como la Cataluña soñada. Parece actual y hasta nos contaría la anécdota de sus entrevistas con
Jordi Pujol tras pedirle el prólogo, que sí escribiría, esperando un estreno en un Liceu lleno de políticos, que como algo habitual no asistieron y refleja cómo tratan la cultura, y especialmente la música.
Escuchamos tres audios con
el bardo contempla los Pirineos dando gracias a Dios por crearlos, el coro inmenso (nuestros coros de ópera son únicos y comparables a los rusos) de todos los protagonistas que contesta con cita del
Tanhausser y finalmente el Lamento del Conde de Foix por la pérdida de la patria desde el
Stabat Mater dolorosa gregoriano. No se estrenaría hasta 10 años después por considerar el Marqués de Comillas un ataque a la iglesia, pero las páginas para voz y piano llegaron a media Europa.

De nuevo el Verismo en la esencia, el que describe la realidad y como respuesta italiana al naturalismo francés, que entra en España por los grandes escritores y el nuevo drama español que llenará los libretos. Interesantísimo el periodo de 1895-1910 con
La Dolores de
Bretón, que batiría récords en Madrid y Barcelona por las 33 y 133 funciones seguidas respectivamente,
escuchando el famoso «
Dúo de amor«, y cómo la obra gira en torno a una
jota.

Muchos aún en el tintero pero no podía olvidarse de
Amadeo Vives, discípulo de
Pedrell, con su ópera
Artús en el Bellas Artes más el cambio que supondrá
Euda d’Euricah, brujas catalas y la influencia de
R. Strauss a quien acompañará en sus viajes, todo un intelectual, crítico, escritor, que le habla a
Falla de
Debussy, para darnos idea de quién era
el músico catalán. Y el «descubrimiento» de
Salvador Giner,
valenciano con su obra por descubrir, comentando con su sorna el profesor
Casares el coste de cada butaca en
Les Arts que daría para pagar el viaje en AVE a Madrid y escuchar sus 6 óperas increíbles, por cierto legadas a la asociación valenciana El Micalet, donde se han conseguido 3.200 fotos de ellas para un estudio que ya tiene preparado el prolífico catedrático emérito.
Giner adora a Verdi, Meyerbeer y Saint-Säens, escuchamos un fragmento del trío de
L’Indovina (La adivina) escrita en italiano, pero sobre todo citar y recordar
Sagunto y
El soñador, histórica la primera y en castellano, que desde 1912 no se
representa (nos pondría un audio del dúo al piano).
No parecía correr el reloj de clase y siempre quedan anécdotas por contar como la de 1902 cuando Alfonso XIII es proclamado rey con la representación de
Don Giovanni en el Teatro Real y la crítica de
Don Ruperto. Al menos encargaría al millonario Price su teatro para 2.000 personas, e invitaría a escribir óperas como su
Circe,
Farinelli de Bretón…
(escuchando un fragmento del inicio tormentoso de la primera, estrenada hace poco, muy
walkiriana), y por supuesto
Margarita la tornera que cerrará época.
Nueva anécdota de
C. Halffter charlando con
Casares sobre la famosa frase de
Conrado del Campo:
“la solución está en Chapí”, y el asombro de los invitados alemanes “¡esto es nuevo!”.
Quedaba citar
La Celestina (1902) de
Pedrell, cuyo «estreno» mundial
será en octubre, aprovechando para agradecer al
Teatro de las Zarzuela de Madrid con
Daniel Bianco y Emilio Sagi que hayan recuperado tanto patrimonio en tiempo récord.
De la ópera en Euskadi, de menor calidad que las ya citadas, creo que la dejaremos para el próximo curso, pues más de 100 minutos ya parecían mucho para el alumnado que no cumplimos años tan bien como el profesor
Casares, excusando a los que «faltaron» com su sobrino o el siempre recordado
David Ruiz.
Dic 18, 2023 @ 01:38:33