Miércoles 20 de abril, 13:15 horas. Auditorio del CONSMUPA, Oviedo. Juan Barahona (piano). Obras de Mozart, Schubert y Liszt.

Entre las muchas ventajas del jubilado está poder asistir a conciertos matutinos como el del pianista Juan Barahona antes de su presentación el próximo día 29 de abril en Madrid dentro del 20 Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo, con un programa exigente y bien «armado» en cuanto a cronología y dificultades, comenzando con Mozart siempre agradecido para los dedos y el alma, un potente Schubert donde Barahona mostró su hondura, para finalizar con Liszt del que también sería la propina.

El 18 de Abril nos han dejado los pianistas Radu Lupu y Nicholas Angelich, ambos ligados al «Ciclo de Grandes Intérpretes» de la propia Fundación Scherzo, pero siempre nos queda la esperanza de contar con una generación joven dando el relevo a los grandes, ley de vida que el tiempo volverá a encumbrar tanto talento aún en un largo camino de inicio para quienes el ciclo de jóvenes abre una puerta siempre necesaria en la capital de España, y que Oviedo ya ha disfrutado de casi todos ellos.

A Juan Barahona le sigo desde sus inicios y puedo asegurar que está en un momento de madurez interpretativa que le hace más que merecedor de figurar en la lista de pianistas actuales, bien formados, trabajadores, implicados e imbricados en su tiempo, con programas variados tanto como solistas, trabajando distintas formaciones y afrontando los grandes conciertos con orquesta, sin olvidar la faceta docente. En «su casa ovetense» nos anticipó lo que sonará en el Auditorio Nacional de Música de Madrid (Sala de cámara).

De Mozart comenzaría con las 12 Variaciones sobre «Ah vous dirai-je, Maman» en Do Mayor, K. 265/300e, el virtuosismo clásico sobre la «Campanita del lugar» que el genio de Salzburgo siempre atesoró desde una alegría infantil imperecedera, engrandeciéndolo con su inimitable creación; continuaría con la Sonata en do mayor KV 330, lenguaje único de engañosa facilidad (como todo Mozart), tempi justos y limpieza pianística en sus tres movimientos que Barahona afrontaría con su escrupulosa búsqueda de sonido claro y ejecución impecable, primera etapa de este viaje pianístico de Oviedo a Madrid.

Un paso adelante con Schubert del que nuestro pianista seleccionaría cuatro impromptus que sacaron a la luz al intérprete  ya maduro que es Juan Barahona, contrastados en intensidades y emociones, primero dos Impromptus op. 90, D. 899, el nº 1 en do menor (Allegro molto moderato) y nº 3 en sol bemol mayor (Andante), amplitud de color y fraseo, claroscuros bien entendidos siempre moldeando el sonido como buen «lector» del mejor Lupu, más otros dos del D. 935, el nº 1 en fa menor (Allegro moderato) y el nº 3 si bemol mayor (Andante con variaciones), hondos, complejos y completos, ricos de matices y sonoridades delicadamente rotundas de las que el también desaparecido recientemente Bashkirov hubiese disfrutado en la interpretación de su aventajado alumno.

Para cerrar este viaje por todo lo alto, última etapa hasta Liszt y dos obras profundas donde la técnica siempre es necesaria pero el talento aún más para poder ahondar en unas páginas llenas de complicaciones emocionales: el Sonetto 123 del Petrarca (de “Années de pèlegrinage II”, S.161/6) y Funerailles (de “Harmonies poétiques et religieuses III”, S.173/7), alto voltaje donde el húngaro repasa desde ese pianismo orquestal su plenitud vital, guiños de polonesa a su «hermano Chopin» en un «funeral poético» escrito sobre el blanco y negro del teclado y la partitura, fuerza física casi maratoniana y todavía mayor la mental, fuerza psicológica para hacer sonar tanta música desde la preparación que el duro trabajo diario supone.

No podía faltar la propina en casa para los suyos, también Liszt, el Valse caprice Nº 6, S. 427 de las «Soirées de Vienne«, la fragilidad poderosa del baile único en la capital mundial de la música desde «La Viena Española». Madrid disfrutará de Juan Barahona como lo hicimos esta matiné de un lluvioso miércoles (ya se sabe que En abril aguas mil) donde el piano puso la luz y el goce de seguir a una juventud que pide paso.