Domingo 23 de mayo, 20:00 horas. Auditorio Teodoro Cuesta, Mieres: cierre de la 42 Selmana de les lletres asturianes. «Canciones asturianas» (Antón García Abril). Cristina Gestido (viola), Mario Bernardo (piano). Entrada libre con invitación.

Buena idea homenajear
al turolense completando estos arreglos para viola y piano que unen lo mejor de las dos versiones que el propio
García Abril hiciese primero con orquesta (1982) y más tarde con piano (2007), la perfecta simbiosis tímbrica donde el canto de la viola transcurre paralelo al piano, complementándose cual
lied instrumental que gana enteros por la riqueza que supone la cuerda en su amplia tesitura. Tras un vídeo inicial con imágenes de los intérpretes tocando
les Vaqueires, cada una de las canciones vendría precedida con una proyección de
Ezequiel Esteban incluyendo bellísimas imágenes con la letra correspondiente que el
llangreanu León Delestal pusiese a cada una de las obras.

Planificada sucesión de doce temas para disfrutar de esa lograda «
recreación musical de Asturias«. las melodías reconocibles vestidas de gala, arreglos muy conseguidos donde el piano se vuelve orquesta, la viola lo complementa, las teclas acompañan esa cuerda vocal.
No te pares a mío puerta que
con el tenor cangués es lírica pura y la viola de
Gestido sublima tímbricamente. Y qué decir de
Tengo de subir al puertu, la tonada sinfonica de oboes y cuerdas reducidos al
dúo que se entiende en sentimiento y musicalidad. Rítmico y poético el
Hasta los naranxales, el piano saltarín con la viola, poesía de «
A los campos del rey vas Irene«. Ternura descrita musicalmente en la introducción de
Ella lloraba por mi, cantada y después retomada por la viola, la conocida «
Cuando salí de Cabrales» donde piano y viola dan con la tecla sentida pero no sensiblera, un arreglo que permite disfrutar melodía y armonización ensamblados tímbricamente enriqueciendo la versión original.

La canción dialogada
Ayer vite na fonte alcanza en el arreglo e interpretación del dúo
Gestido-Bernardo el cenit al ganar color y extensión, hombre y mujer jugando con las octavas y el fraseo que nos recrea un texto popular siempre reconocible sin más. Contraste con un piano movido, rítmico y rico en un acompañamiento para
Yo nun soi marineru que la viola retoma jugando con el arco y haciendo que lo imposible para el canto se torne música pura.
El cantu‘l gallu, nuestro
urogallo colorido en lo sinfónico y cristalino con piano, que la cuerda entona única y hasta dolorosa por la historia contada.

Nun llores, nina, neña o rapaza que son sinónimos en nuestra lengua vernácula (aún dialecto para muchos) la música acallando disputas, el piano de salón con la viola sentida, contrastando con el siguiente popular «Sal a bailar buena moza» convertido en
Una estrella se perdió, virtuosismo en las teclas, «saltarello astur» en las cuerdas, caprichoso entendimiento del piropo, modulaciones celestiales que instrumentalmente nunca resultan tirantes sino titanes, recuerdos de la canción española de concierto que
Falla,
Granados o
Turina entre los grandes entendieron como pocos y que
García Abril evoca con su magisterio sinfónico y camerístico. El mismo que para nuestra canción de cuna, la «añada» asturiana siempre íntima, sosegada,
Duérmite neñu, el «
agora non«, sin dobles sentidos ni lenguaje cifrado para el amante a la espera, con esa melodía poniendo la carne de gallina, el paso
al piano de la nana cantada a dos y por dos.

Nuestro
Naranjo colorido entendido por un turolense amante de un paisaje casi común,
El picu Urriellu de Bulnes, piano extenso como nuestros Picos de Europa, con «los nombres grabados de los que llegan arriba»,
Gestido y Bernardo, una escalada instrumental, arriba amigos porque la hazaña de despojar la letra para engrandecerla es todo un hito.
Y cerrar el ciclo con algo tan nuestro como «les»
Vaqueires, de la braña
al salón sin trampa ni cartón el endiablado ritmo contagioso, el piano que no es «gaita de tecla» sino sustento de una melodía donde la interjección surge en la viola, la alegría de comprobar que estas «canciones asturinas» (como figuraba en la pantalla) pueden compartir la misma grandeza que las
versiones de Falla desde nuestro folklore elevado a la máxima categoría de la música de cámara (excelente el trabajo en los arreglos de la propia
Cristina Gestido), siempre escuela de intérpretes y público, el acercamiento obligado al mundo sinfónico desde la proximidad del salón.
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