El día 3 de septiembre camino del instituto tras unas felices vacaciones tenía una caída tonta en mi Burgmann que supuse grave al comprobar la imposibilidad de ponerme en pie.

Sin teléfono móvil encima una vecina me encontró tirado y gentilmente avisó a Emergencias personándose una ambulancia y Atestados de la Benemérita. Placas y sedantes trajeron la mala nueva: fracturas de clavícula, tres costillas (por poco tocan pleura), tibia y peroné todo del lado derecho con lo que supone y revisión cada viernes. La moto, como la ropa, intacta. Salidas y entradas en casa con ambulancia y dos paisanos ante mi inmovilización.
El 21 de septiembre las radiografías muestran que el tobillo no suelda y es necesaria intervención quirúrgica para colocar una placa y tornillos, operación positiva el martes 25 con alta el 28, curas domiciliarias y revisión quincenal tras quitarme más grapas que una encuadernación casera.

Así mi otoño sería ver caer la hoja del almanaque: septiembre, perdiendo un estreno mundial de la ópera «Fuenteovejuna», octubre con más ópera, mi querida Beatriz Díaz debutando ante los reyes en el concierto anual de los premios o el arranque de los conciertos del Auditorio con el renacido Gregory Kunde.

Hace años me quejaba de la cuesta de septiembre y ahora solo de tanta escalera y la imposibilidad de usar muletas por esa clavícula que sigue rota.
Canso de todo y echo de menos las clases, mis conciertos y mi normalidad de cafés o cervezas incluyendo el blog donde apenas he compartido dos crónicas de la prensa regional pues uso solamente el teléfono y poco. Tengo novedades musicales que me tocan muy de cerca pero ahora toca paciencia y resignación, insomnios nocturnos con radio acompañante y revisión quincenal hasta que me digan.

Puedo presumir de una esposa sacrificada que es siempre una bendición y nunca tuve dudas de un apoyo recíproco en todas las circunstancias. Gracias Asun y mala pata, porque hay cosas peores en la vida.

