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Y de cena más barroco

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Sábado 7 de octubre, 22:30 horas. Noche Blanca, Oviedo: Patio del RIDEA, Palacio del Conde de Toreno. Un festín musical, «Concierto a la carta». Concierto 1700 (Daniel Pinteño, director artístico).

Oviedo el primer sábado de octubre tampoco duerme ante la amplísima oferta que como capital cultural trae a propios y visitantes, riadas de gente por a calle buscando en el mapa dónde acudir. Todavía con buen sabor de boca salimos del Auditorio y nos dirigimos calle Rosal abajo hasta la sede del Real Instituto de Estudios Asturianos en la Plaza Porlier, sorteando noctámbulos de todas las edades y gustos para darnos otro festín, este más familiar en cuarteto para la ocasión que nos ofrecía un menú a la carta.

Llegamos a los últimos postres, Rameau y la entrada para Los salvajes, mientras esperábamos asiento para el último turno servido por Daniel Pinteño (violín barroco) cocinado con su equipo vestido para la ocasión: Marta Mayoral (violín barroco), Ester Domingo (violonchelo barroco) y Asis Márquez (clave), todos reconocidos chefs musicales en distintos «establecimientos del ramo» y optando a su propia estrella Michelín como Concierto 1700 en el universo barroco que pasa por una nueva etapa dorada, como los restaurantes de autor frente a los tradicionales, con público para todos pero dándole un guiño de actualidad a la cocina de siempre en cuanto a la presentación más que en los ingredientes, pensando básicamente en disfrutar y contagiar el amor por lo que nunca muere.

El éxito de los dos primeros pases agotó el menú en papel (los previsores lo llevábamos en el móvil) aunque dejo copia al inicio, pero la cocina siguió abierta ofreciendo los distintos platos de viva voz, como en temporada, cantando el maître Pinteño los distintos platos que por aclamación fueron saliendo, aunque la oferta era apetecible en su totalidad, tras la «Copa de bienvenida» de Antonio Soler y su Fandango servido por el cuarteto donde los comensales ponían mentalmente las castañuelas o el propio baile.

De los tres «Entrantes» a cual más apetecible y cinematográfico para disfrutar cada instrumento por separado parece que Bach sigue arrasando entre los invitados, pudiendo saborear el conocidísimo Preludio de la Suite BWV 1007 a cargo de Ester Domingo, cocinado en su punto y servido con los ornamentos precisos para no perder esencias.

Cuatro ofertas para dos «Primeros Platos» nuevamente variados en sabores que nos dieron a catar con los ingredientes básicos del bajo ostinato (cello y clave siempre al punto de presencia y aplomo) decantándose por Nicola Matteis (ca. 1650-1714) y Andrea Falconieri (1585-1656), opciones bien contrastadas de sabor y ambas de la huerta napolitana:
Diverse bizarrie sopra la vecchia Sarabanda (Matteis) cual plato por entonces español cocinado con receta de «chacona», capaz de amoldarse a cualquier ingrediente por su forma lenta de ritmo ternario al punto italiano, mezclando tradición desde la modernidad de la época, esta vez contando con el cuarteto para mezclar los dos violines de presencia con el ostinado fondo que eleva el plato en boca. Cada uno de los músicos brillando con luz propia, sin olvidar el clave de Asís Márquez siempre acertado en presencia y ornamentos, sustento necesario y seguro del continuo junto a Ester Domingo completando este cuarteto barroco de primera fila.

La Passacagllia del laudista y compositor Falconieri también supone cocinar un plato dependiendo de los ingredientes sin perder el sabor original, algo que Concerto 1700 entienden a la perfección, por lo que primó el conjunto lleno de detalles delicados para ir preparándonos al segundo plato más contundente.

Oferta variada entre el francés Jean-Frey Rebel (1666-1747) y su delicada Les caracteres de la danse, el «cumpleañero» G. Ph. Telemann (1681-1767) con Trietti Melodici TWV42:d3, que hubiese resultado un auténtico placer, y el siempre adorado «prete rosso» Antonio Vivaldi (1678-1741) seguro en carta para todos los gustos, del que escuchamos la Sonata a tre «La follia» RV 63, ese toque de locura divina en formato original para dos violines y bajo continuo, que sonó en todo su esplendor y equilibrio de sabores merced a lo bien tratados que fueron los cuatro ingredientes en conjunto.

Como no se debe prescindir del postre y para no repetir el degustado fuera de la mesa, sin querer hacer de menos las ofertas de la «Fruta de temporada» ni el «Postre del Chef», de nuevo la apuesta fue sobre seguro con Bach y su escuchadísima Aria de la Suite nº 3 en re mayor, BWV 1068, sin azúcares ni glúten, bien armada, cocinada como «adagio la italiana» y presentada en reducción a la esencia del cuarteto, pudiendo paladear cada ingrediente conocido servido como perfecto punto final de este menú a la carta de Concerto 1700 que no defraudó con tantos manjares para unos comensales agradecidos y de todas las edades.

La noche continuó por Vetusta y hubo que hacer una breve parada en el festejo de los 125 años del Teatro Campoamor donde en su fachada se proyectó un vídeo (titulado «Ave Fénix» con la que Luis Antonio Suárez hizo un repaso de media hora y 4.000 archivos) con algunos recuerdos de su historia: danza (Lindsay Kemp), teatro (moriré recordando a Nuria Espert) y por supuesto la lírica, histórica como Mario del Mónaco, Carlo Bergonzi, Giana D’Angelo, «La Tebaldi«, mucha vivida dentro (Freni y Pavarotti, Kraus, Domingo, Caballé…) y por supuesto la Zarzuela desde El gaitero de Gijón hasta el último Maharajá, bolero de Ravel de fondo documental para todo tipo de músicas también de espectador (¡qué tiempos de Jazz!), y cruzando el campo resonaban la locura, adiós a la vida, Fausto o Vissi d’arte. Espero poder festejar los 150 y disfrutar muchas más noches en blanco con la música como disculpa…

 

Monteverdi para abrir boca

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Sábado 7 de octubre, 20:00 horas. Inauguración de «Los Conciertos del Auditorio», Oviedo: Balthasar-Neumann-Chor&Solisten, Balthasar-Neumann-Ensemble, Pablo Heras-Casado (director). Claudio Monteverdi (1567-1643): Selva morale e spirituale, SV 252-288 (selección).

Celebración de «el divino» que cumple 450 años para una tarde y noche blanca en Oviedo donde el barroco sigue estando de moda, y para abrir boca nada mejor que el «ensemble» (no en su totalidad) y coro Balthasar-Neumann con el granadino Heras-Casado al frente, haciendo esta escapada asturiana entre los dos conciertos de Madrid, completando esta Selva morale e spirituale y grabando disco con Monteverdi de protagonista, al igual que los conciertos del Auditorio Nacional, esta vez inaugurando nuestra nueva temporada, con lo que supone de trabajo detallista en las obras escuchadas.

Con el título Stylus ecclesiasticus las notas al programa de la doctora María Sanhuesa nos sirvieron para centrar esta selección del grandísimo compositor de Cremona, contando igualmente con los textos traducidos. Y en las obras elegidas de esta «biblia de la música sacra» todo un alarde de buen gusto vocal con un coro donde los solistas se integran en él sin romper nunca esa envidiable unidad de color de las 16 voces que vinieron a Oviedo, cuatro por cuerda destacando solo cinco mujeres, cuatro sopranos y una contralto, completando la plantilla hombres (impresionantes tres contratenores altos por el empaste logrado globalmente), retirándose en algunas obras elementos en búsqueda del equilibrio dinámico y tímbrico. No voy a descubrir al Balthasar-Neumann-Chor pero lo que personalmente me encantó fue la evolución de calidades y emociones a lo largo del concierto, con distintas combinaciones de instrumentos donde siempre estuvo el órgano del omnipresente Michael Behringer, completando, rellenando y aportando esa globalidad vocal con un Heras-Casado preciso especialmente en las dinámicas, algún gesto gratuito de más pero sin confundir, demostrando ser un todoterreno en la dirección, desenvolviéndose con este Monteverdi realmente cómodo por la respuesta siempre exacta de la formación alemana, pese a ligeros desajustes supongo que por cansancio del trasiego Madrid-Oviedo-Madrid y la tensión que supone toda grabación que queda para siempre.

Comenzaron con el Credidi à 8 voci da Capella, SV 275 para todo el coro y un acompañamiento reducido a un continuo de fagot, laúd, tiorba, arpa, violone y órgano, funcional, delicado, antes de proseguir con el Laudate pueri secondo, SV 271 (a 5 voces), retirándose los instrumentistas sin aplauso alguno antes de disfrutar de la Messa à 4 voci da Cappella (I. Kyrie – II. Gloria III. Credo – IV. Sanctus V. Benedictus – VI. Agnus Dei) con el órgano y coro de trece voces, degustando las calidades corales y el incipit gregoriano de los números, la sonoridad masculina bien contrastada con la femenina, antes del amén. Toda el oficio de la música al servicio del texto bien interpretado por un coro envidiable «reforzado» con el órgano que dotaba de redondez y solemnidad esta misa.

Con los mismos mimbres del coro completo y órgano llegó el Magnificat secondo à 4 voci in genere da Capella, SV 282, más luminoso y rico en matices que la misa, como por otra parte era de esperar, finalizando con ese «amen» solo que nos permitió disfrutar el silencio antes de los aplausos siempre contenidos en esta primera parte que finalizaría con el Memento Domine David à 8 voci da Capella, SV 276 retomando el «ensemble» inicial, mayor colorido y riqueza tímbrica donde no siempre instrumentos y voces encajaron sin ensombrecer la labor de conjunto bien llevada por el maestro Heras-Casado.

La segunda parte ya presentó en escena la formación instrumental al completo (de menores efectivos que el total del ensemble) sumándose al continuo inicial dos violines, cuarteto de trombones, una viola de gamba y dos cornetos, riquísima combinación con las dieciséis voces donde estaba la soprano Alicia Amo todavía recordada en Oviedo por su pájaro del bosque de Sigfried. Ella comenzó el salmo Dixit Dominus primo à 8, SV 263 con el doble coro en espejo, búsqueda de sonoridades equilibradas sin excesos, rítmicas rompedoras para su época hoy plenamente asumidas contrastadas con la placidez ingrávida por momentos, todo con el buen gusto que esperábamos, al igual que para el Laudate Dominum secondo, SV 272.

Reducción de efectivos instrumentales al continuo inicial para el Confitebor primo, SV 265 y recolocación coral en tenores, bajos, altos y sopranos con nuevos planos y dinámicas muy trabajadas, siendo la acústica del auditorio ideal en la percepción de todos los detalles para una formación caracterizada por ello.

Volvíamos al orgánico interpretativo con el Laudate Dominum omnes gentes primo, SV 272a (a 5) también reubicando las voces, disfrutando de las cuatro cuerdas enfrentadas ocho y ocho, los efectistas ecos vocales e instrumentales con los cornetti respirando cual cantores y el sustento solvente y seguro del órgano. Emociones y calidades que fueron «in crescendo» como la música del gran Monteverdi.

La recta final con el conocido Beatus primo à 6, SV 268 de dúos vocales femeninos empastadísimos, solistas en el coro de catorce voces (prescindiendo de un alto y un bajo) bien ensambladas con los instrumentos, belleza espiritual, rítmica y dinámicas globales con planos claros, para finalizar en otra colocación vocal (SATB) esta vez sin una soprano y un alto entonando el Gloria à 7, SV 258, a mayor gloria del «divino», fresco, cálido, sentido y bien interpretado con las exigencias vocales en agilidades más el equilibrio instrumental duplicando o completando esta formación «arquitectónica» con Pablo Heras-Casado de maestro de obra en la Selva morale e spirituale, difícil selección de esta inmensidad, bien organizada por los germanos en el programa ovetense que dejó un excelente sabor de boca para continuar más tarde con un barroco instrumental más cercano e igualmente actual.

Carmina instabilis

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Viernes 6 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, abono 1: «Música y literatura I», OSPA, Ana Nebot (soprano), David Alegret (tenor), Hugh Russel (barítono), Coros de la FPA (José Esteban García Miranda, maestro de coro), Rossen Milanov (director). Carl Orff (1895-1982): Carmina Burana (1935-1936), «in memoriam Juan Carlos y Olga».

Sabores agridulces en la inauguración de la temporada de abono ovetense con la OSPA y su titular que recordaba, además de guardar todos en pie un minuto de silencio, a los dos componentes fallecidos el pasado agosto: el chelista Juan Carlos Cadenas y la pianista Olga Semouchina, antes de pasar a escuchar el ¿One hit wonder? de Orff como bien nos contaba una hora antes el doctor Alejandro G. Villalibre (autor de las notas al programa enlazadas al principio) en una amena conferencia (¡diez años ya!) sobre un autor no flor de un día ni solo famoso por una obra, aunque esta primera cantata profana junto a su conocido «Método Orff» sean de por sí suficientes para pasar a la posteridad más allá de una biografía algo turbia. Resaltar un lleno nunca visto en la misma así como la excelente entrada para el concierto al sumarse la sala polivalente que se abre esporádicamente y se cerrará cuando era costumbre (sobre la cuestionada seguridad del auditorio mejor no hablar para no seguir agriándome).

Y como la vida del compositor así resultó la interpretación de esta obra que sigue atrayendo al público en general más allá de los fieles abonados, estando todavía viva la interpretación en la Plaza de la Catedral del pasado San Juan carbayón. La belleza e impacto de la partitura se sobrepone a cualquier versión, soportando desde la «furera» a la festiva al aire libre pasando por esta de un primer viernes de octubre donde el calor solo fue climatológico (en un mal llamado veroño) y la calidez con humor vendría del barítono canadiense, todo desde una sensación de inestabilidad a lo largo de la hora y cuarto de duración que transmite una dirección desigual, imprecisa, turbia por momentos, sin criterios claros de agógica y dinámicas que siguen sumándose a errores de bulto como frenar en los piani y acelerar en los forte.

A pesar de todo, la orquesta continúa ganando enteros, sonoridad propia, amplísima gama de matices, solistas de primera que solo necesitan más confianza porque la inseguridad casi se masca en el aire (y sigo cerrando los ojos para no perderme como oyente). La belleza melódica y de texturas instrumentales junto a la riqueza rítmica de Orff es innegable, con dos pianos, celesta, percusión impactante, todos ingredientes que deben cuidarse junto a los balances nunca caprichosos, más en esta cantata donde prima la voz de principio a fin. Para mi gusto volvió el trazo grueso y solo los matices indicados en la partitura, que fueron mejores los pp que los ff.

El Coro de la FPA, junto al infantil que mima y hace crecer Natalia Ruisánchez, continúa en su línea de trabajo sinfónico (en menos de dos semanas afrontará el concierto anual de la Fundación, retomando el cinematográfico Iván El Terrible de Prokofiev pero con Miguel Ortega, que vuelve al frente de la OSPA), amoldándose a cada batuta con el esfuerzo que ello supone, plegándose como profesionales a las indicaciones y vaivenes de tempo, poca precisión que no favoreció mayor enjundia en los tutti con la orquesta. En este Carmina instabilis volvieron a estar a la altura de lo esperado, intervenciones llenas de matices, color uniforme tanto juntos como en las intervenciones separadas de las distintas cuerdas, destacando las voces graves con empaque y homogeneidad así como las contraltos de empaste perfecto, aunque esta vez los «peques» se llevaron la mejor parte por aplomo, seguridad, afinación y color ideal.

Del trío solista el joven barítono canadiense Hugh Russel se tomó muy en serio su participación, no solo cantar con toda la riqueza y cambios de color que su papel exige sino sumándole la escena tan necesaria en esta cantata (Orff así lo entendió), dominador de principio a fin sobrado de facultades y realmente completo. A la soprano ovetense Ana Nebot le faltó la sobrada actuación del canadiense, enamorar In trutina y dominar un papel exigente que requiere interiorización además de proyección (no le ayudó cantar con partitura al bajar la cabeza y perdiéndose emisión), aunque tampoco colaboró la dirección, pero siguen siendo tan hermosas sus intervenciones que al gran público no le importan detalles tan técnicos como poder afrontar recreándose en crescendi, fiatos o agudos pianissimi. Finalmente el barcelonés David Alegret no es un contratenor (al que estamos más acostumbrados) y sus agudos sonaron «apretados» para un tenor lírico-ligero muy mozartiano, haciéndose extraño el color pese a tener dominada su breve intervención.

La OSPA sonará de cine la próxima semana y mozartiana a fin de mes tras el «concierto real» en un octubre de lo más variado que no ha comenzado como (yo) hubiese querido, antes de volver al foso en noviembre. Casi sin respiro volveré mañana al auditorio donde repito inicio de temporada con los conciertos y jornadas de piano… por supuesto también lo contaré desde aquí.

Descubrimientos de López Banzo

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Domingo 1 de octubre, 
21:00 horas. Catedral de León, coproducción del XXXIV Festival Internacional de Órgano Catedral de León (FIOCLE), XXIV Ciclo de «Músicas Históricas de León» y Ayuntamiento de León: 
alumnos del V Curso de interpretación vocal barroca organizado por el CNDM en León: Laura Martínez Boj (soprano), 
Alberto Martínez (barítono), Cristina Bayón Álvarez (soprano) y Carmina Sánchez Picazo (soprano); Eduardo López Banzo (clave y dirección). Obras de G. F. Haendel, J. S. Bach y A. Stradella.

El mes de octubre comienza con el quinto concierto del FIOCLE en La Pulchra en el inicio de las fiestas locales de San Froilán, con uno que ya es tradición, coproducido por el CNDM, trayendo cuatro cantantes seleccionados en el quinto curso de interpretación vocal barroca celebrado el pasado mes de abril (ya está convocado el sexto el marzo próximo) por uno de los grandes de la música antigua española, Eduardo López Banzo (Zaragoza, 1961), y un programa de cuatro cantatas barrocas italianas que nos vuelve a descubrir a unos jóvenes ya afianzados en estas músicas con futuro, voces que sienten este periodo histórico como propio pese a todas las dificultades que entraña su estudio y evolución a lo largo de una carrera profesional que parece ofrecerles más oportunidades que otras «salidas» más líricas o sinfónicas a la vista del panorama nacional e internacional tras comprobar la trayectoria de anteriores «descubrimientos» del maestro maño que precisamente están triunfando en el repertorio barroco.

Cuatro cantantes (tres sopranos y un barítono) seleccionados por López Banzo en torno a cantatas de Haendel y Stradella sin faltar una intervención del maestro al clave con una de las suites de Bach. Enormes colas, como es habitual aunque las puertas abrieron media hora antes, colocándome en el lado opuesto del crucero donde se ubicó el escenario, pues creía necesario comprobar la proyección de las distintas voces, aunque la reverberación catedralicia no ayude mucho a entender los textos ni tampoco a degustar el virtuosismo del músico aragonés, que siempre es un lujo ver cómo mima a sus pupilos en unas obras que domina en todos los aspectos, siendo el concierto la auténtica puesta de largo de estas jóvenes voces, colocadas en orden a las cualidades demostradas en el mismo.

Por ampliar datos sobre el repertorio elegido señalar que las tres cantatas de Haendel son producto de sus viajes por Italia, Non sospirar, non piangere escrita entre Florencia y Venecia en 1707-09 y las otras dos de sus primeros meses en Londres (finales de 1710), donde el compositor angloalemán demuestra un perfecto dominio del llamado estilo italiano, apreciable en el romano Stradella como antecedente cercano en el género y ubicado en penúltimo lugar dentro del programa ofrecido para este quinto concierto del FIOCLE y tercero del de Músicas Históricas.

La soprano afincada en Barcelona 
Laura Martínez Boj abría concierto con la cantata Partì l’idolo mio, HWV 147 
de G. F. HAENDEL 
(1685-1759) compuesta en 1710 con el orden habitual de alternancia 
Recitativo – Aria – Recitativo – Aria; de voz todavía «pequeña» en proyección a la que queda igualar color en todos los registros, como a muchas otras, pero con quilates y material sonoro a pulir, de agudos suficientes, los recitativos claros y las arias llevadas con soltura y oficio, notándosela cómoda en este repertorio.

Natural de Almendralejo (Badajoz), el barítono Alberto Martínez prosiguió con Haendel y su cantata arcadiana o pastoral Nel dolce tempo, HWV 135b (1708) en cuatro movimientos (
Recitativo – Aria – Recitativo – Aria
), registro poderoso especialmente en el medio y agudo, aunque los tempi lentos no le ayudaron, siendo más «llevadera» el aria final por un aire donde lució su voz e interpretó con profesionalidad esta forma tan italianizante cual ópera en miniatura por la carga emotiva, sin dificultades técnicas en una carrera ya iniciada con solvencia que le deparará un futuro prometedor.

Del gran 
J. S. BACH
 (1685-1750), Eduardo López Banzo eligió la Suite inglesa nº 3 en sol menor, BWV 808 (ca.1715) de sonoridad íntima y contrastes claros en el clave a lo largo de sus movimientos (Prélude – Allemande – Courante – Sarabande – Gavotte et Musette – Gigue
), con el público aplaudiendo el primero, supongo que por no leerse el programa de 1€ del FIOCLE (el gratuito del CNDM no detallaba ni coincidía el orden). Lástima la distancia y reverberación para poder disfrutar aún más de los ornamentos y juegos tímbricos en esta tercera suite inglesa de «mein Gott» entre las cantatas ajenas.

Subiendo el listón de calidad, la soprano sevillana Cristina Bayón Álvarez afrontó la cantata de ALESSANDRO STRADELLA 
(1639-1682) 
Affligetemi pur, memorie amare sin problemas de ningún tipo, puede que sobreactuada en cuanto a una gestualidad excesiva en manos y brazos aunque siempre ayude en el fraseo, de voz penetrante y contundente, segura en afinación, color bastante homogéneo y buena proyección durante los cinco números Recitativo – Aria – Recitativo – Aria (adagio) – Recitativo

, de dramatización vocal además de corporal siempre bien arropada por el clave del maestro, respirando y completando una partitura algo más alejada de las de Haendel pero bien elegida para beber de los orígenes.

Personalmente agradable sorpresa supuso la soprano valenciana Carmina Sánchez Picazo que nos (de)volvía a Haendel con su cantata Non sospirar, non piangere, HWV 141 (Florencia / Venecia 1709), madurez total pese a su juventud ya asentada en carteles de mayor enjundia, voz que corrió perfectamente en las piedras de la seo leonesa a lo largo de los tres números, también más agradecidos que en las otras tres por la organización tripartita (Aria – Recitativo – Aria
) dejando un excelente sabor de boca tanto técnica como musicalmente, con agilidades precisas y limpias además de toda la teatralización que Haendel volcó en sus cantatas profanas. Bravo.

Un placer saber que la docencia tiene estos regalos que el maestro López Banzo saca a la luz en este León que retoma el pulso musical con el otoño aunque la prensa no ayude a informar del todo.

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